La ciudad de Medellín es una de las ciudades en Colombia con mayor número de proyectos implementados para la organización de las ventas informales. Sin embargo, es evidente que en el centro de la ciudad aún no se ha logrado un equilibrio espacial entre el vendedor, el peatón y el vehículo. Este artículo tiene como objetivo comprobar la importancia de la participación de los usuarios directos a la hora de formular proyectos urbanos relacionados con ventas callejeras y dar a conocer las percepciones que peatones, vendedores formales y venteros informales tienen sobre el fenómeno y sus implicaciones. La principal herramienta metodológica utilizada fue el diseño participativo: 66 venteros informales regulados ubicados en la calle Pichincha entre Carabobo y Bolívar del centro de Medellín trabajaron de forma colaborativa con la academia para identificar sus principales necesidades, problemas y soluciones.
Medellín is one of the Colombian cities with the highest number of implemented projects for informal sales organizations. However, downtown Medellin the lack of space balance between the street vendors, pedestrians and vehicles, is evident. The objective of this paper is to check the importance of direct users´ participation in the formulation of urban projects as related to street selling. It also aims to illuminate the perceptions of pedestrians, formal sellers, and informal vendors of the phenomenon and its implications. The main methodological tool used in the research was participatory design. By using this tool, 66 regulated informal sellers located on calle Pichincha collaborated with the University to identify their main needs, problems, and solutions.
Medellín é uma das cidades colombianas com maior número de projetos encaminhados à organização do comercio informal de rua. Porém, no centro da cidade ainda se observa um desequilíbrio entre o vendedor, o pedestre e o carro. Este artigo visa comprovar a importância da participação dos usuários diretos na formulação de projetos urbanos relacionados com ventas de rua. Além disso, este artigo também tem por objetivo mostrar as percepções que pedestres, vendedores formais e vendedores informais possuem com relação a este fenómeno e suas implicações. A principal ferramenta metodológica usada foi a participação da cidadania no design de projeto. Fazendo uso desta estratégia, 66 vendedores informais, que atenderam certas regulações do Município e que usualmente ficam em calle Pichincha entre Carabobo e Bolívar do Centro de Medellín, trabalharam conjuntamente com a Universidade a fim de identificar suas principais necessidades, problemas e soluções.
En Medellín, la economía informal representa un 42,6 % de las dinámicas comerciales actuales (
Cuando se aborda el tema de las ventas callejeras y el espacio público, se piensa en intervenciones urbanísticas que ‘“doten de calidad” la vida de los ciudadanos mediante obras de infraestructura o de estrategias que desaparezcan este tipo de ventas de las calles y plazas. Algunos municipios han optado por implementar proyectos de organización de las ventas callejeras para incluirlas como parte del espacio público
Al revisar la normativa vigente para la organización de las ventas callejeras en la ciudad de Medellín
El Decreto 725 de 1999 establece las condiciones que debe cumplir el ventero callejero (
De acuerdo con información suministrada por la Subsecretaría de Espacio Público, el mercado a cielo abierto de Tejelo es el único proyecto que se ha socializado con los venteros en su fase de diseño
La hipótesis de la investigación de este trabajo plantea que el fenómeno de desorden y ocupación indebida del espacio público de la ciudad de Medellín persisten debido a la falta de reconocimiento y valoración de las producciones espontáneas de los vendedores informales
Si bien los venteros forman parte de la cotidianidad de la ciudad y han generado nuevas formas de interacción social en su entorno, han sido los menos consultados y lo común de su presencia, de sus necesidades y de sus maneras de hacer ha pasado al campo de lo desconocido para quienes intervienen con proyectos el espacio público. Asimismo, los peatones, como legitimadores del espacio público y de las actividades que en él se llevan a cabo, tampoco han sido interrogados acerca de sus percepciones, aunque ellos son los principales beneficiarios y usuarios del servicio.
Por lo anterior, se busca poner en evidencia los resultados de la aplicación de un ejercicio de diseño participativo en una de las calles del centro de Medellín y verificar cómo el proceso y los hallazgos pueden generar diagnósticos consecuentes con la realidad, acercamiento entre actores interesados, conocimiento de las necesidades y deseos de los usuarios, respeto por las ideas y los potenciales locales y legitimación de los proyectos por parte de la comunidad.
Entender el concepto de “participación” y ponerlo a prueba en una ciudad que ha decidido actuar frente al problema se convierte en una herramienta para comprobar la hipótesis formulada, seguir estudiando el fenómeno, entregar respuestas adicionales sobre el mismo y generar propuestas de intervención pertinentes a la realidad social y geográfica.
Este artículo está dirigido a mostrar algunos de los hallazgos del proceso de investigación, en los que se evidencian las razones de la existencia de esta actividad, la percepción de la ciudadanía frente a las ventas callejeras, los aspectos que se consideran negativos y positivos, el imaginario de espacio público que tienen los venteros, las oportunidades que les gustaría tener para salir de la calle y las condiciones que ellos consideran deberían tener los puestos de venta, entre otros.
Para comprender el enfoque de la investigación y su sentido, se presenta a continuación una breve reflexión sobre los conceptos “espacio social”, “interacción social” y “participación”, para continuar con la puesta a prueba de este último término en terreno mediante el diseño participativo, para finalizar con los resultados y las conclusiones.
El espacio público en América Latina y su condición social y política han sido determinados así: i) por el dominio estatal del mismo; ii) por considerarse un espacio de apropiación y participación colectiva, y iii) lo “público urbano” como espacio que integra la pluralidad y permite la inclusión y la tolerancia; este concepto abarca los dos anteriores (Borja, 2003; Ramírez, 2009, citados en
El concepto “público urbano” permite poner sobre la mesa las expectativas de los actores, llegar a acuerdos y construir propósitos comunes, lo que se convierte en un verdadero reto para la ciudadanía y sus gobernantes. “Por ello, el espacio público se plantea como el desafío de una política de la diferencia capaz de estimular la reconstrucción de lo colectivo, de reconocer y resolver los conflictos urbanos interculturales, sociales y políticos” (
En una perspectiva más amplia,
El espacio social se entiende como pluridimensional, en tanto es un espacio donde confluyen diferentes campos relativamente autónomos, ya que por lo general su transformación y funcionamiento está supeditado al campo de la producción económica (
Con respecto a los campos,
[…] la estructura de un campo es un estado —en el sentido de momento
histórico— de la distribución, en un momento dado del tiempo, del capital
específico que allí está en juego. Se trata de un capital […] que puede cobrar
diferentes formas, no necesariamente económicas, como el capital social, el
cultural, el simbólico, y cada una de sus subespecies (p. 12).
Entonces, el espacio social es un sistema de diferencias que pueden estar representadas en capitales (económicos y culturales, entre otros), en agentes (comunidades, instituciones y entre otros) y sus categorías de percepción, uso y apropiación del espacio; además, está conformado por intereses fundamentales y por fuerzas enfrentadas.
La configuración particular de la estructura del campo social está determinada por relaciones entre diferencias, por tensiones y fuerzas; el reto actual es comprender dichas relaciones e incluirlas en la planificación y el diseño de ciudad.
Las relaciones de fuerza presentes en el campo social hacen que este se establezca como campo de luchas que lo transforman o lo conservan. Por lo tanto, el sistema de diferencias como estructura del espacio social está permanentemente en juego.
En definitiva, se trata de la conservación o de la subversión de la
estructura de la distribución del capital específico, que orienta a los más
dotados del capital específico a estrategias de ortodoxia y a los menos
capitalizados a adoptar estrategias de herejía (Bourdieu, 1990, citado en
De manera similar, De Certeau (2000) planteó que quien no tiene un lugar propio actúa en el espacio aprovechando acontecimientos y fuerzas que no le pertenecen, mientras otros, en el mismo campo, actúan desde su lugar de poder. La diferencia radica en la definición de conceptos, ya que el primero actúa desde la “táctica” y el sujeto de poder actúa desde la “estrategia” (
Las relaciones sociales se enfrentan desde dos grupos: los que juegan con los acontecimientos para convertirlos en “ocasiones” por medio de tácticas (estrategias de herejía) y los que juegan desde las relaciones de poder (estrategias de ortodoxia). Los sujetos que actuan mediante las tácticas a veces cambian de relación y obtienen poder en el campo social.
“En cuanto a los dominados, sólo pueden imponerse en el mercado con estrategias de subversión que, a largo plazo, les procuran los beneficios denegados a condición de invertir la jerarquía del campo sin atentar contra los principios que lo fundan” (
Además de las formas de proceder (estrategias/tácticas), los agentes comprometidos en las luchas del campo social
Para que un campo funcione es necesario que
haya gente dispuesta a jugar el juego, que esté dotada de los habitus
Por lo tanto, entender la relación de los venteros informales con la calle
donde se instalan, con el peatón, con los vendedores formales y con el municipio
no es un problema netamente físico, pues implica un análisis social y un
trabajo colaborativo para determinar causas, aplicar conocimientos locales y
desarrollar capacidades de manera conjunta. En contraste, el problema es
abordado por muchos Gobiernos como un fenómeno netamente económico y
territorial y dejan de lado las opiniones de los directamente afectados
(
En la misma línea que la participación, el habitus “es el instrumento de análisis que permite dar cuenta de las prácticas en términos de estrategias […]” (
“Hablar de habitus […] es plantear que lo individual, lo subjetivo, lo personal es
El
Sin embargo, esas prácticas sociales no se
deducen directamente de las condiciones objetivas presentes, ni sólo de las
condiciones objetivas pasadas que han producido el habitus, sino de la
La cooperación es definida por
En un sentido más técnico, pero necesario, el significado del concepto “participación” para el
Un concepto similar al de “participación” es el de “diseño centrado en las personas”, el cual ha sido abordado en gran medida por la compañía de diseño global
En la misma línea, también se trae a discusión lo que las diseñadoras industriales
Los conceptos mencionados facilitan entender el potencial de hacer de los venteros callejeros parte de la solución como directos conocedores de sus
En la misma línea,
Las etapas participativas del proyecto van desde la interpretación del contexto hasta la evaluación de los resultados, lo cual llevaría a la pertinencia de la resolución de los problemas prioritarios de la comunidad implicada, al sentido de pertenencia hacia la obra implementada y a que la población se vuelva parte activa en lo que a vigilancia y control de los objetivos del proyecto se refiere (
Según
Después de revisar las normas y los proyectos que desde 1950 se han implementado en Medellín para la organización de las ventas callejeras, se ha identificado que buena parte de estos han sido formulados y puestos en marcha de manera desarticulada e inmediatista. Pocos se han detenido a estudiar las dinámicas sociales del espacio público
Dado que las ventas callejeras son parte de la vida en las ciudades de Colombia, que el mercado en la plaza es común en muchas regiones y que ambos son tradicionales en las ciudades, las ventas en el espacio público son un potencial cultural que debería ser considerado por los municipios.
En este trabajo se estudió el caso de la calle Pichincha entre Carabobo y Bolívar, en Medellín. Esta calle es relevante porque está ubicada en el centro de la ciudad y tiene una población típica de venteros. Además, es conocida como la entrada a “El Hueco”
Debido al número y a la ubicación de los venteros, esta calle presenta problemas de movilidad tanto peatonal como vehicular y poco a poco ha sido puesta a disposición de venteros y peatones. El alto número de venteros callejeros regulados y no regulados presentes en la zona hacen que el tránsito peatonal sea caótico en algunos momentos (
Con el fin de examinar el caso de estudio y la población de venteros se usaron las siguientes técnicas: i) observación mediante fotografías y videos; ii) reconocimiento del lugar y de los puestos de venta instalados en años anteriores; iii) aplicación de entrevistas a tres grupos de participantes, y iv) desarrollo de un ejercicio de diseño participativo con venteros informales regulados.
Este proceso se llevó a cabo en diferentes horarios del día, inició en el mes de agosto y culminó en septiembre del año 2014. Se pretendió conocer las características físicas del lugar como alturas de las construcciones aledañas, usos, dimensiones y estado de la vía y andenes, módulos de venta adjudicados por la Alcaldía a venteros del lugar y sus usos, acomodación de los puestos en la vía y movilidad, entre otros.
Asimismo, este ejercicio de observación y de visita frecuente tuvo como fin generar lazos de confianza con los venteros callejeros regulados presentes en la zona. La información obtenida fue soportada mediante fotografías y videos con el uso de una cámara fotográfica digital Samsung S85 y una cámara digital Sony 16Mp.
Se desarrolló en octubre de 2014, para lo cual se dividió la población en tres grupos: i) venteros informales regulados; ii) peatones, y iii) vendedores formales.
Se entrevistaron 53 venteros informales regulados de 66 presentes en la zona de estudio, 118 peatones y 17 vendedores formales de 22 locales comerciales sobre la calle Pichincha. Las preguntas abiertas permitieron determinar la percepción sobre la calle objeto de estudio, si les gustaría que fuera distinta, su imaginario y lo que consideran que le ha hecho falta al municipio para organizar acertadamente las ventas callejeras en el espacio público
En las entrevistas a los grupos “peatones” y “vendedores formales” también se incluyeron preguntas enfocadas a conocer la frecuencia de las visitas y el tiempo de permanencia en el sitio de estudio, la manera como le gustaría encontrar las ventas callejeras y las cuestiones que considera positivas y negativas de las ventas informales.
Las entrevistas del grupo “venteros callejeros regulados” tenían preguntas adicionales relacionadas con su disponibilidad para cambiar de sitio de trabajo, cambiar de actividad laboral, conocer las razones que lo llevaron a trabajar en la calle y las necesidades de su puesto de venta actual.
Se enfocó al grupo venteros callejeros regulados y siguió la metodología propuesta por
El desarrollo de esta herramienta consistió en preguntas divididas en tres grupos: i) análisis del problema, mediante preguntas relacionadas con el espacio urbano (calle Pichincha), el espacio de trabajo, sus falencias y maneras de resolverlas; ii) análisis de los objetivos, y (iii) análisis de las alternativas que incluyó preguntas y actividades con las cuales el ventero podía representar con dibujos y palabras su imaginario de puesto de venta y la calle Pichincha en general.
El ejercicio se ejecutó durante dos días completos, ventero a ventero, en sus puestos de trabajo
Los últimos pasos del proceso estuvieron enfocados en: i) identificar todas las características y condiciones a tener en cuenta en la propuesta, las cuales fueron arrojadas por el ejercicio de diseño participativo; ii) presentar a los venteros callejeros regulados de la calle Pichincha, a la mesa de venteros del centro y a la Subsecretaría de Espacio Público la propuesta preliminar urbana y de módulo de venta, y iii) hacer los ajustes recomendados por los actores.
Los hallazgos están relacionados con las condiciones que tenía el lugar en el año 2015, las percepciones que peatones y vendedores formales tienen acerca de los venteros informales regulados de la calle Pichincha entre Carabobo y Bolívar y su imaginario frente a dichas condiciones. Los resultados fueron obtenidos mediante un trabajo conjunto entre academia y venteros desde la óptica del Groupe URD, apoyado por el sector público.
En su totalidad, las edificaciones presentes en la calle Pichincha entre Carabobo y Bolívar están destinadas al comercio formal. Se encontró un total de veintitrés locales comerciales en la calle, distribuidos en los siguientes usos: un almacén de cadena, una farmacia, una compraventa, cinco almacenes de calzado, seis almacenes de variedades (bolsos, artículos del hogar, relojes, accesorios de celular) y nueve para venta de ropa (uno de ropa interior, uno de ropa infantil y siete de ropa para adulto).
Por su parte, los puestos de venta informal regulados están distribuidos así: un puesto de dulces, siete de venta de zapatos, ocho de variedades (artículos del hogar, gafas, bolsos y marroquinería) y, cincuenta de venta de ropa (dieciséis de ropa infantil y 34 de ropa para adulto). Además, se encontraron dos puestos informales no regulados con venta de ropa para adulto.
Se evidenció que hay similitud entre el calzado y la ropa de niños ofrecida por el comercio formal y los puestos de venta informal ubicados en el caso de estudio; sin embargo, los demás productos ofrecidos son diferentes en calidad y material.
En cuanto a los puestos de venta otorgados por el municipio a los vendedores informales regulados de la calle Pichincha, se observó lo siguiente: i) los diez puestos de venta estacionarios fueron diseñados para que los venteros estuvieran dentro del mismo, pero el módulo no tiene las dimensiones necesarias para que esto ocurra; ii) los módulos semiestacionarios tienen una tipología aparentemente concebida para vender dulces; no obstante, solo uno de 56 es usado con este fin y los demás han sido modificados por los venteros según la tipología de sus ventas (
Tras las entrevistas se identificó que tanto los peatones como los vendedores formales piensan que las ventas informales son una manera de sobrevivir. Si bien las preguntas fueron abiertas, uno de los aspectos en los que coincidió la mayoría de ellos fue el mencionado y, al ser cuantificado y ponderado
Sobre los aspectos positivos de las ventas callejeras se obtuvieron las siguientes respuestas: es una forma de trabajar y los productos ofrecidos por los venteros informales son más económicos. Los vendedores formales manifestaron que la presencia de ventas callejeras frente a su negocio atrae más clientes y da seguridad a la calle, mientras algunos peatones mencionaron que es una forma rápida para comprar.
En relación con los aspectos negativos, un 47 % de los vendedores formales habló de la desorganización, seguida de la dificultad para movilizarse por la zona; entre los peatones, un 58 % alude a la dificultad en movilidad. En menor cantidad estuvieron la inseguridad por aglomeración, los venteros irrespetuosos y el impedimento de la visibilidad, entre otros (
Por otra parte, los resultados obtenidos con los
venteros callejeros coinciden con la percepción de peatones y vendedores
formales, dado que en su gran mayoría los venteros callejeros afirman que la
razón por la cual están trabajando en la calle es el desempleo (
En cuanto a oportunidades laborales, un 32 % manifestó querer tener un local y ser vendedor formal; un 26 % no está interesado en otras opciones; un 25 % desea ejercer una profesión y un 17 % no sabe/no responde (
Al preguntar por las condiciones que debería tener el puesto de trabajo, los venteros informales regulados expresaron, en mayor medida, tener más espacio para la exhibición, seguridad y cerramiento que les posibilite abrir y cerrar el puesto sin necesidad de desmontar la mercancía, así como contar con una buena bodega.
El ejercicio de diseño participativo facilitó ahondar en varias cuestiones ya mencionadas y sostener conversaciones más detalladas con cada uno de los venteros.
Como resultado no esperado, se identificó que los venteros informales regulados de la calle Pichincha consideran que, para que esta sea de su agrado y cómoda para trabajar, debería tener un tratamiento que mejore el estado actual de la calle (adoquinado o pavimentado), que se restrinja formalmente el tránsito de vehículos motorizados y que haya alumbrado público, zonas verdes y arborización, uniformidad en los puestos de venta, elementos para disposición de basuras y vigilancia; entre otros mencionados en menor grado, pero no menos importantes, surgen: tener acceso a baños, un buen clima laboral y un personal de espacio público educado y controlar la contaminación auditiva generada por el comercio formal con altavoces y parlantes.
En cuanto a las necesidades con respecto al puesto de trabajo, se obtuvo un listado de atributos a tener en cuenta para el nuevo diseño, así: elementos de exhibición adecuados para los productos que se comercializan (tener en cuenta el tipo de venta), bodega para almacenaje de mercancía, cubierta que proteja al ventero y a la exhibición, iluminación del puesto, materiales de construcción de larga vida útil, buen sistema de cerramiento, elemento donde el vendedor pueda reposar y permanecer cómodo durante su jornada de trabajo.
Como resultado del ejercicio de diseño participativo, los dibujos presentados por los venteros callejeros regulados de la calle Pichincha estuvieron orientados no solo a mostrar un módulo de venta, sino una calle completa, con árboles y bancas; en algunos casos, los puestos de venta aparecían en uno o dos pares, en busca de optimizar el espacio (
Con la información
recolectada se hizo un primer acercamiento proyectual que fue socializado en la
calle Pichincha con todos los venteros. Allí todos tuvieron la posibilidad de
ver plasmadas técnicamente muchas de sus ideas, de constatar si el diseño
urbano y del puesto de venta correspondía a sus necesidades y de mencionar qué
le mejoraría o le cambiaría. Así, de 66 venteros, 52 fueron conocedores de la
propuesta y de ellos, 48 manifestaron que les gustaba y 4 que no estaban de
acuerdo (
Tanto la propuesta preliminar como las sugerencias de los venteros fueron presentadas a la Subsecretaría de Espacio Público; con ellas se definieron los aspectos que deberían modificarse tanto en lo urbano como en el diseño del puesto de trabajo, alineado con el Decreto 0327 de 1997 (
El ejercicio, tal como se abordó, propició un acercamiento a los venteros informales regulados de la calle Pichincha, quienes, además de entregar sus conocimientos, estuvieron dispuestos a trabajar de la mano con la academia, el sector público y el privado.
Tras la socialización de los hallazgos, por medio de la mesa de venteros del plan del centro
Los venteros informales regulados de ropa infantil y calzado sobrepasan el número los locales comerciales que venden los mismos productos presentes en la calle Pichincha entre Carabobo y Bolívar y las características similares de sus productos hacen que efectivamente se conviertan en una competencia “desleal”
No obstante, no es posible generalizar acerca de la “competencia” que significan los venteros callejeros hacia el comercio formal, ya que los demás puestos de venta informal ofrecen productos diferentes que no representan riesgo para los formales. De acuerdo con lo anterior, solo un 35 % de los venteros informales regulados presentes en la calle Pichincha entre Carabobo y Bolívar representa competencia real para un 26 % de los locales comerciales presentes en la zona.
Los puestos de venta estacionarios entregados por el municipio a los venteros callejeros de la calle Pichincha fueron diseñados sin considerar los aspectos climáticos de la ciudad ni la tipología de venta para la que se requerían y los materiales no contaron con la calidad para soportar el paso del tiempo. Por estas razones, estos módulos no son usados como fueron inicialmente concebidos y han sufrido múltiples intervenciones de parte de los venteros, no solo para reemplazar partes en mal estado, sino también para adaptarlo a la tipología de venta.
Los puestos de venta semiestacionarios de la calle Pichincha dan cuenta de la falta de conocimiento del fenómeno de la venta informal, en tanto no se reconocieron las diferentes tipologías de venta y los materiales no tuvieron la calidad necesaria para poder desplazarlos por las calles de la ciudad.
En las entrevistas a peatones, vendedores del sector formal y venteros informales regulados, se identificaron varias cuestiones en la opinión de los usuarios de la calle Pichincha que han permitido desmitificar percepciones generalizadas que se tienen frente a los venteros informales.
Con la aplicación del ejercicio de diseño participativo se evidenció que los venteros callejeros sueñan con mejorar su puesto de trabajo y también tienen imaginarios de la calle Pichincha que, según ellos, harían más cómodos el paso y la estancia de los peatones, sus clientes.
Socializar los resultados del ejercicio de diseño participativo con la mesa de venteros del plan del centro y la Subsecretaría de Espacio Público sensibilizó a actores públicos en relación con las necesidades de los venteros informales regulados y la importancia de conocer los detalles de su funcionamiento y propició nuevas maneras de acercamiento y de fortalecimiento de confianza entre actores involucrados.
La socialización del ejercicio ante la Subsecretaría de Espacio Público posibilitó suministrar información relacionada con inconsistencias encontradas en algunas normas y su implementación, así como sobre los valores sociales encontrados entre los venteros callejeros de la calle Pichincha.
Es necesario reconocer las creaciones espontáneas de los venteros callejeros, fijar la atención en los detalles y trabajar en conjunto, ya que a partir de estos modelos empíricos e imaginarios de quienes trabajan día a día en la calle se abren nuevas perspectivas, se otorga relevancia a la experiencia humana y se avanza de manera acertada con proyectos sostenibles por la aceptación de quienes los usan.
Las intervenciones que hace el municipio sobre el espacio público en relación con las ventas informales, sus maneras de interpretar el fenómeno, sus especulaciones sobre las sensaciones de los caminantes y su puesta a prueba mediante el diseño participativo son una oportunidad de transformar el imaginario de “problemática social” en “oportunidad laboral” e incluso de “reconocimiento cultural”.
Artículo producto del trabajo de investigación “inventario y evaluación de proyectos para la organización de las ventas callejeras en la ciudad de Medellín, financiado por la Universidad de San Buenaventura Medellín y la Sub-Secretaría de Espacio Público Municipal. El trabajo iniciado en Enero de 2014 y concluido en diciembre de 2015, identificado por la Universidad con el código 951-14.01.53 y registrado de igual forma en la plataforma de Colciencias, fue dirigido por la arquitecta Carolina Velásquez Gómez. Participaron como auxiliares de investigación los estudiantes Jeison Gonzales Patiño, Laura Isabel Hincapié Álvarez y Cynthia Ibeth Gómez Ortiz. La investigación está adscrita al grupo Hombre, proyecto y ciudad identificado por Colciencias con el código COL0049417 y categorizado en B, la línea de investigación a la que pertenece es medio ambiente y territorio.
Artículo de investigación científica y tecnológica
Medellín cuenta con más de once proyectos de intervención física implementados para la organización de las ventas informales, los cuales han derivado en más de 42 intervenciones en diferentes sectores —incluido el centro de la ciudad— y tres programas sociales para venteros regulados.
En total, 10.655 venteros en el año 2014.
En el período de Gobierno 2001 a 2003, se instalaron diez puestos de venta estacionarios en la calle Pichincha entre Carabobo y Bolívar y en el período de 2008 a 2011 fueron entregados módulos semiestacionarios, de los cuales hay 56 en esta calle.
Como el caso de la implementación del Acuerdo 443 de 1999 y el Plan indicativo de espacio público en la ciudad de Manizales o Lima, con la implementación de la Ordenanza 1787 de 2014.
Decreto 0327 de 1997, Decreto 1504 de 1998, Decreto 725 de 1999, Decreto 726 de 1999, Sentencia T-900 de 1999, Ordenanza 18 de 2002, Decreto 0195 de 2004, Resolución 193 de 2008, Decreto 1453 de 2011, Resolución 008 de 2011, Resolución 002 de 2011, Resolución 005 de 2012, Acuerdo 7 de 2012, Resolución 001 de 2013 y Acuerdo 42 de 2014.
Proyecto implementado en Medellín en alianza con la empresa Socoda con recursos de inversión y presupuesto participativo. Se diseñaron seis tipos de módulos de venta estacionaria y cinco para venta ambulante y semiestacionaria, que se ubicó en diferentes zonas de la ciudad; en el centro se puede apreciar sobre las calles Carabobo, avenida Oriental y San Antonio, entre otros.
Este proceso estuvo referido a mostrar el diseño de los módulos de venta a los interesados previa implementación, con el fin de recoger comentarios y hacer algunos ajustes. La evidencia de las sugerencias están en las actas de interventoría, que reposan en la Subsecretaría de Espacio Público.
Abogado de la Subsecretaría de Espacio Público de Medellín.
Entendidas como sus maneras de hacer y sus saberes cotidianos.
En este artículo, los agentes del campo social son los venteros informales regulados, actores de la Subsecretaría de Espacio Público, peatones y empleados del comercio formal.
“[…]
sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas
predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir como
principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que
pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda
consciente de fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para
alcanzarlos, objetivamente “regladas” y “regulares” sin ser en nada el producto
de la obediencia a reglas […]” (Bourdieu, 2007, citado en
La “creencia no es una creencia explícita, voluntaria, producto de una elección deliberada del individuo, sino una adhesión inmediata, una sumisión dóxica al mundo y a las exhortaciones de ese mundo” (
Entre estos casos se encuentran los módulos hexagonales instalados en 1996 y los Centros Populares de Comercio en 1998.
El Hueco es un centro comercial en el centro de la ciudad. Con el tiempo y por muchos años los ciudadanos han llamado así a gran parte del sector por la similitud comercial. Es conocido en Medellín como el lugar en donde puede encontrarse todo tipo de mercancía a bajos precios.
Esto último basado en la pregunta problema de la investigación: si Medellín es una de las ciudades de Colombia con más proyectos orientados a la organización de las ventas informales en el espacio público, ¿por qué el fenómeno de desorden y ocupación indebida continua latente en algunos sectores de la ciudad?
En total, participaron 52 venteros callejeros regulados de la calle Pichincha entre Carabobo y Bolívar.
Puesto que gran parte de las respuestas era repetitiva y similar, estas pudieron ser catalogadas, cuantificadas y promediadas.
Las iniciativas han nacido al interior de la mesa de venteros del plan del centro.
Gracias al proyecto de investigación, la Universidad de San Buenaventura, en cabeza de la investigadora principal, formó parte de la mesa de venteros del plan del centro, en la cual confluyeron actores públicos y privados para socializar en tres ocasiones el proceso del ejercicio. Ello no solo enriqueció la propuesta, sino que también sensibilizó a dichos actores ante el tema de las ventas callejeras, sus problemas y necesidades.
Desde el sector formal se ha hablado de competencia desleal de parte de los venteros callejeros, debido a que no pagan impuestos sobre la mercancía que ofrecen.