Arquitectura virreinal en el Valle de Sondondo (Ayacucho, Perú)*

Viceregal Architecture in the Valle de Sondondo (Ayacucho, Perú)

Apuntes: Revista de Estudios sobre Patrimonio Cultural, vol. 32, núm. 1, 2019

Pontificia Universidad Javeriana

Adriana N. Scaletti Cárdenas a

Pontificia Universidad Católica del Perú, Perú


Fecha de recepción: 09 Enero 2018

Fecha de aprobación: 14 Noviembre 2018

Fecha de publicación: 27 Mayo 2019

Resumen: El valle del río Sondondo, en los Andes del sur del Perú, tiene una rica historia de ocupación cultural desde épocas preincaicas. Hoy alberga además una de las colecciones más inalteradas de iglesias del siglo XVI del país, características de la región y con particularidades que nos permiten pensar en configurar un panorama que ilumine un lugar y un período de la arquitectura virreinal peruana, hasta el momento prácticamente desconocido. Este trabajo, aún en curso, es parte de una investigación más amplia, que analiza los paisajes culturales del valle —que incluye andenes y otras manifestaciones de transformación territorial—, apuntando a la preservación de sus valores mediante una declaratoria patrimonial nacional.

Palabras clave: Perú, historia de la arquitectura, arquitectura vernácula, iglesias, patrimonio, paisaje.

Abstract: The Sondondo River valley, in the Peruvian Southern Andes, has a rich history of cultural occupation dating back to the pre-Inca times. Today, in addition to one of the most unchanged collections of 16th-century churches in the country, it still show us the characteristics typical to the region and the particularities enabling to plan the shaping of an outlook to recreate an era and place of the Peruvian viceregal architecture, which has been just unknown so far. This ongoing work makes part of a broader research dealing with the cultural landscapes in this valley —including sidewalks and other expressions of territorial transformation— and intended to foster the conservation of values by being declared a national cultural heritage.

Keywords: Perú, history of architecture, vernacular architecture, churches, heritage, landscape.

Campanario
aislado de la iglesia de Ccecca, Valle de Sondondo

Campanario aislado de la iglesia de Ccecca, Valle de Sondondo


Fotografía: elaboración propia (2016)

Los pueblos del valle del Sondondo 1

La ocupación actual del valle del Sondondo —en la provincia de Lucanas, departamento de Ayacucho, en los Andes del sur del Perú— es producto de un proceso de siglos en el que se han definido algunos asentamientos principales. Entre ellos, se han considerado para este estudio sobre todo a Andamarca, Aucará, Cabana, Ccecca, Chipao y Sondondo —homónimo del río que da nombre al valle—, que se valoran como las fundaciones más antiguas, en un primer momento virreinal bajo la definición de “pueblos de indios” 2 . Además se revisaron con menor detalle las vecinas Mayobamba, Chiricre y las capillas de Huayllahuarmi.

La población en esta región, concentrada en temas agrícolas y ganaderos desde incluso antes del apogeo Wari 3 , modificó el territorio en una serie de aspectos notables, entre ellos la importantísima andenería y los corrales que aún pueden encontrarse en todos los niveles, que continuaron en uso durante el período virreinal y son aún parte importante de la vida en Sondondo. La documentación oficial del siglo XVI, específicamente la “Relación de Encomenderos y Repartimientos de Huamanga” de 1561 (Hampe, 1979; Gonzáles Carré, Gutiérrez Gutiérrez y Urrutia Ceruti, 1995) nos describe a la región que nos interesa, la de Lucanas, como perteneciente en parte al encomendero Juan Velásquez Vela Núñez —quien sucedió al ajusticiado Cristóbal de Funes—, según merced de La Gasca y luego del Marqués de Cañete. El “valor” de la encomienda se calculaba en 4800 indígenas, que trabajaban una de las áreas más productivas de la zona (Zapata, Rojas y Pereyra, 2008, p. 79) 4 . Muchos autores, como Gonzáles Carré y Pereyra Chávez, coinciden sin embargo en señalar a la zona del valle del Sondondo como uno de los últimos bastiones de la resistencia indígena frente a la ocupación y explotación de sus tierras ancestrales por parte de las haciendas.

Desafortunadamente, apenas queda evidencia de la arquitectura residencial que marcaría un conjunto urbano anterior al siglo XVI. Por otra parte, en todos los asentamientos se puede leer hoy con claridad la traza reticular, tendencialmente ortogonal, de la ocupación española, apenas modificada por los siglos posteriores. Sin embargo, las consideraciones topográficas deformaron en algunos casos esta traza, notablemente en el pueblo de Sondondo, donde las manzanas se alargan y estrechan hasta una proporción de 1:3. La expansión urbana ha seguido esta línea, con un manzaneo que, aunque tendencialmente regular, se ve obligado a adaptarse a las variaciones del terreno y a condicionantes naturales y humanos que incluyen ríos y canales y, sobretodo, a los andenes. Sondondo es un valle de andenes —con algunos de los ejemplos más notables de paisajes culturales de este tipo en los alrededores de Andamarca— que han resultado históricamente indispensables para el desarrollo agrícola, pero que al mismo tiempo han condicionado y condicionan la forma de vida de sus habitantes en muchos aspectos relevantes, entre ellos el físico y la manera en que se han organizado los asentamientos, rodeando y siendo rodeados de andenes y terrazas de cultivo.

En todos los pueblos la frontera urbano-rural es tenue, prácticamente inexistente, pues no hay límites físicos de lo urbano más allá de las cercas de piedras que los pequeños agricultores o ganaderos utilizan como delimitación de su propiedad. Como consecuencia, las dinámicas de uso urbano no son las tradicionalmente citadinas, si no que siguen el patrón del mundo del campo: de día los pueblos están vacíos. La población se dedica desde muy temprano a las actividades del mundo rural, más o menos cerca del asentamiento, y solo vuelven a casa al caer la noche. Las excepciones están dadas por los domingos y las festividades locales y nacionales, civiles o religiosas, en las que espacios específicos como las plazas mayores o los coliseos de toros son ocupados masivamente por los habitantes del lugar. Trabajos comunitarios en festividades específicas, como las del agua, son también ocasión de encuentro dentro o cerca del tejido urbano.

La arquitectura civil que se observa en el presente es fundamentalmente de dos tipos: la tradicional, apenas alterada, que caracterizó los pueblos y ciudades peruanas de los Andes desde la ocupación española del territorio, en piedra y adobe, con cubiertas a dos aguas en madera y teja andina; y los edificios “modernos” —frecuentemente producto de la autoconstrucción, con todo lo que ello conlleva— en cemento, ladrillo, metal y vidrio. El primer tipo aprovecha una práctica de siglos: sus anchos muros y estrechos vanos permiten un cierto control térmico del interior, al tiempo que se presentan detalles característicos como balcones de antepecho —los hay cortos y largos, en diferentes ubicaciones dentro del tejido—, marcos de madera en puertas y ventanas, enlucidos en cal, amplios aleros cubiertos de torta de barro y teja. El segundo tipo busca la “modernidad” de las ciudades costeñas, en un formato que finalmente es más frío que su hermano tradicional, y que muchas veces luce inacabado, con el material expuesto, los fierros del refuerzo sobresaliendo, y las ventanas en vidrios coloreados, sin marco que controle la entrada del aire exterior. Es cierto, sin embargo, que esta última situación aún no es dominante en el valle del Sondondo, como tristemente lo es en otros pueblos de la región. Su relativo aislamiento y lo espectacular de su territorio han contribuido también a una valoración de la importancia de la relación con el paisaje, y un número considerable de nueva arquitectura se construye hoy utilizando materiales y métodos tradicionales, incluyendo el trabajo colectivo de la comunidad 5 .

Algunas construcciones de cierta antigüedad, civiles y religiosas han sido modificadas en el tiempo. La mayor parte de los casos pueden atribuirse a las necesarias alteraciones propias de la vida doméstica —el agregado de un baño, la actualización de una cocina— pero se han dado circunstancias en que los cambios fueron más dramáticos: las causas de esto incluyen fundamentalmente unos pocos, pero intensos terremotos —de los que tenemos noticia sobre todo por la documentación referente a Huamanga— y los incendios.

Durante la colonia se produjeron terremotos en 1708 y 1719, que causaron la destrucción de buena parte de la ciudad [de Huamanga] y obligaron a la reconstrucción de casonas y templos. El sismo de 1719 fue el más fuerte y destruyó parcialmente el local del Cabildo y la Catedral, así como redujo a escombros otras construcciones civiles y religiosas. Otros fuertes temblores también produjeron parcial destrucción de inmuebles en la ciudad [...] en los años 1604, 1687 y 1746. (Gonzáles Carré et al., 1995, p. 154)

El terremoto de Ayacucho de 1914 también debe contarse entre estos eventos especialmente significativos.

Por otra parte, los incendios de las cubiertas serán, como veremos, determinantes en todo momento para el mantenimiento de la configuración tradicional, en casos que, a diferencia de los edificios religiosos, no están típicamente documentados.

Arquitectura religiosa del valle del Sondondo

Frente a la relativa frecuencia de transformación que se puede observar en la arquitectura residencial, los edificios religiosos muestran una mayor permanencia de sus características en el tiempo. Esto es un factor crítico que nos permite estudiar la arquitectura religiosa dentro del universo más amplio del virreinato del Perú por extenso que sea, y que se da por la relación de estos edificios con ritos de culto que cambian muy lentamente, ello unido a un sentido de apropiación de los propios templos por toda la comunidad 6 (Ramos, 1992).

Todas las iglesias tutelares del valle del Sondondo se encuentran en la plaza mayor de los asentamientos principales, y la mayoría ocupa el lote con la nave del templo perpendicularmente ubicada respecto a estas plazas 7 . La única excepción la constituye Ccecca, posiblemente el conjunto de mayor antigüedad, que presenta su fachada más larga, dando la cara exterior al espacio público, y se separa además por el plano de un alto muro perimetral 8 . Al tratarse de “pueblos de indios”, podemos permitirnos suponer que los evangelizadores principales en la región ayacuchana durante el virreinato, los franciscanos, fueron los encargados primeros de las iglesias en Sondondo, aunque no exista información específica a este respecto.

Los materiales utilizados en la construcción de las iglesias son los tradicionalmente usados en la región: cimientos y sobrecimientos de piedra, anchos muros de piedra o adobe (o una mezcla de ambos), cubiertas de madera con una torta de barro y teja andina. Arcos y refuerzos en las aristas son comúnmente hechos en piedra. Los portones en las fachadas son de madera, algunos con clavos de fierro de sección trapezoidal; y podemos saber que los que presentan esta particularidad corresponden probablemente a fechas anteriores al siglo XIX. Como corresponde al clima, a la forma y a los materiales utilizados, los vanos son pocos y las ventanas lo más restringidas posible, con derrames para maximizar la entrada de luz.

El paso del tiempo ha significado el derrumbe de algunas estructuras, y los años en que esta región se vio golpeada por el terrorismo contribuyeron al deterioro y abandono de varias de estas iglesias. En muchos casos, a esto se agregan los problemas económicos locales y un cierto deseo de “modernización”, que ha significado reemplazar a la teja por láminas de calamina —metal ondulado en planchas, generalmente acero zincado— con consecuencias negativas, tanto en cuanto a la inercia térmica, como a la armonía estética deseable.

No hemos encontrado documentación específica para todas las iglesias del valle que permita hacer una comparación histórica propiamente dicha, pero una revisión crítica a sus elementos formales y estructurales consentiría un análisis capaz de establecer una cronología de construcción relativa. Por ejemplo, la configuración ya mencionada de Ccecca, con su campanario aislado, es un valioso indicador de antigüedad.

Pero sería peligroso establecer referentes absolutos: investigadores como Antonio San Cristóbal (1993, p. 161) indican que estudios “posteriores a Wethey han señalado la coexistencia asincrónica de estilos desfasados en los mismos edificios virreinales”. San Cristóbal menciona esta asincronía en el marco de su intento de definición de las escuelas arquitectónicas peruanas, con los ejemplos principales de sus valores e influencia en las áreas de Lima, Cusco, Arequipa o Puno. Y aunque tradicionalmente —con personajes como el mencionado Wethey o Kubler— se asociaba a una zona geográfica con la sucesión ordenada de estilos europeos, San Cristóbal sostiene que “la combinación de un estilo con una zona geográfica no produjo necesariamente homogeneidad de manifestaciones estilísticas” de tal modo que se requieren “otras precisiones complementarias para llegar a definir la arquitectura de una región” (1993, p. 162).

Por otra parte, debemos considerar que el valle del Sondondo se encuentra muy alejado de las áreas principales de las escuelas propuestas por San Cristóbal. Sin embargo, este autor considera que

la subordinación de las arquitecturas rurales a las de las ciudades virreinales como zonas dependientes y receptoras de los modelos creados en las ciudades daría lugar a una simplificación de los períodos evolutivos de la arquitectura virreinal peruana, en cuanto que solo habrían sido las escuelas radicadas en las ciudades las que habrían marcado el ritmo de la arquitectura virreinal peruana. (1993, p. 165)

Este razonamiento, que resulta perfectamente válido para zonas de características tan claramente definidas como el valle del Colca o la arquitectura planiforme de la ribera del lago Titicaca, parece no concretarse del todo en el caso del valle del Sondondo, tradicionalmente más modesto en sus expresiones construidas.

Por otra parte, en las grandes ciudades virreinales

durante la primera mitad del siglo XVII comenzaron a reconvertirse en plantas basilicales de traza barroca las viejas iglesias peruanas de estilo gótico-isabelino [...] las cubiertas continuaron siendo bóvedas vaídas de crucería del gótico tardío español, ya abandonadas en España, o también armaduras mudéjares. (San Cristóbal, 1993, p. 161)

En las regiones más rurales era frecuente que este cambio hacia el barroco no se diera, y en el caso de Sondondo persisten hasta el presente en todas las iglesias de los pueblos del valle las naves únicas, rectangulares y alargadas. Las cubiertas, como en las ciudades, mantuvieron las características más tradicionales, y pueden aún leerse como estructuras atijeradas en madera —frecuentemente del tipo llamado “de par y nudillo”—, con clara influencia mudéjar.

Aquí es importante tomar un momento para considerar el cambio que significó la reforma de la liturgia católica por el Concilio Vaticano II, entre 1962 y 1965 (Sacra Congregatio Rituum, 1964, pp. 877-900). Además de aspectos como la substitución del latín en el que se oficiaba por las lenguas vernáculas, el concilio fue determinante para algunos aspectos puntuales de la configuración física de los templos. Por ejemplo, la misa, que se daba con el sacerdote de espaldas al público y por tanto mirando al retablo al que entonces se encontraba adosada la mesa de altar, se da desde entonces hacia este último, y por tanto la mesa del altar se separa del retablo y se vuelve un elemento aislado en medio del presbiterio. El cambio de orientación del oficiante también determinó el cambio de los lados donde, en los ambones, se leían fragmentos del evangelio (a la derecha del oficiante) y de las epístolas (a la izquierda del oficiante), con lo cual cambió también la nomenclatura que identificaba a uno y a otro lado como “lado del evangelio” o “lado de la epístola” de la iglesia. Los púlpitos, que se ubican canónicamente en el lado “del evangelio” hubieron de cambiarse de lado para estar acordes a la nueva liturgia. Sin embargo, no siempre se llegó a contar con los medios o agentes para realizar esta modificación. Por ejemplo, en Aucará el púlpito hoy se conserva en su lugar original en el moderno lado de la epístola, que antes era el del evangelio.

En el caso de las iglesias del valle del Sondondo, estas modificaciones condicionadas por la liturgia pueden estar relacionadas además con otra particularidad observable actualmente: en muchos casos existe un “doble desnivel” en el pavimento, además del canónico de tres o más escalones que separa el presbiterio de la nave. Este desnivel “extra”, típicamente de un solo escalón, se encuentra en el tercio final de la nave, creando un espacio diferenciado: ¿podemos asociarlo a una extensión del presbiterio, cuando este funcionaba a más distancia del retablo mayor? Su propósito no es claro hoy, pero lo repetitivo del elemento es digno de consideración.

Hacia el exterior, analizaremos las fachadas de las iglesias del Sondondo, fundamentalmente en cuanto a dos de sus elementos estructuralmente componentes: las portadas y los campanarios.

Las portadas que existen en el valle son uniformemente modestas, con trazos sencillos, y se ubican invariablemente primero en el muro de pies. Sin embargo, es posible relacionar sus características con las de las presentes en la ciudad de Huamanga. Allí, a las portadas renacentistas anteriores al último tercio del siglo XVII les siguieron estructuras que no corresponden a las portadas-retablo que tanto éxito tuvieron en Lima y Cusco: se trata de calles independientes, separadas las laterales de la central con el vano de la puerta principal, con entablamentos desvinculados. El diseño tiene un componente planista que San Cristóbal (1996) identifica como de ascendencia renacentista (p. 135), al tiempo que señala “la desadecuación entre la portada de dimensiones reducidas y la amplitud del muro con espacios libres planos” (p. 132). La desarticulación de los elementos componentes del diseño de las portadas es visible claramente en los casos del valle del Sondondo, que se leen como presencias “parchadas” alrededor de los arcos que enmarcan con unas pocas molduras las puertas.

Por otro lado, los “aparatos de campanas” son especialmente interesantes en los templos de Sondondo. Ya San Cristóbal (1993) reflexiona sobre estas estructuras para el caso específico de Huamanga, al indicar que

durante el siglo XVIII se cumplió la reconversión de algunas iglesias y la construcción de otras en Ayacucho. Constituyó una actividad eminentemente estructural, pues estuvo desprovista de realizaciones ornamentales; su creación externa más destacada consistió en los dobles campanarios que conforman una escuela específica de estas construcciones. En cierto modo, también se formó en Ayacucho una escuela barroca de difusión periférica. (p. 175)

En el Sondondo, solo la iglesia de Aucará presenta un doble campanario. Los otros ejemplares estudiados cuentan uniformemente con una única torre, con la notable excepción de Cabana, que tiene una espadaña, un modelo anterior para solucionar esa necesidad específica, como señalan tanto Mesa y Gisbert (1985) como San Cristóbal (1996, p. 129) 9 . El otro caso notable es el campanario de Cecca, aislado y con una elegante escalera de acceso a eje, en obra. Ambos ejemplos son testimonio de la antigüedad de las construcciones originales, a pesar de las modificaciones sufridas en el tiempo.

El estudio de las características de las torres-campanario en Sondondo permite observar algunas peculiaridades respecto a los modelos huamanguinos, además de la obvia de tratarse comúnmente de una torre y no de dos: por ejemplo y significativamente, los cubos de las torres son mucho más macizos que los observables en los esbeltos campanarios de la capital departamental. Además, los entablamentos que marcan la línea donde terminan los cubos de las torres y empiezan los cuerpos de las campanas no enlazan con las cornisas que delimitan en lo alto el muro de pies —en algunos casos ni siquiera existen—, algo que sí sucede en Huamanga.

Por otra parte, sí encontramos cosas en común: San Cristóbal (1996) describe a los campanarios ayacuchanos —refiriéndose a Huamanga— como diferenciándose de los de las escuelas de Lima y Cusco en “la eliminación total de los soportes de pilastras no solo en los cuerpos bajos [...], sino también en los cuerpos de las campanas” (p. 132). Coinciden, además, la mayor parte de los casos del valle del Sondondo en presentar “cubos lisos y rectangulares terminados en elementos rectilíneos, en los que se perforan los vanos de campanas, uno por cada frente delantero, sin marcar las impostas de base y sin señalar las roscas de los arcos” (1996, p. 132). Modificaciones en casos específicos, como las sufridas por Chipao —que agrega inexplicablemente un cuerpo menor, de calidad inferior, sobre el cuerpo de las campanas— o Andamarca —reconstruido en gran parte— muestran excepciones que a pesar de todo no escapan demasiado de la regla unificadora general.

Con todo ello, mientras San Cristóbal (1996, p. 136) enfatiza la “graciosa verticalidad” que consigue el diseño de las fachadas de Huamanga, en Sondondo el resultado final es de una solidez muy clara, una estructura visualmente más pesada que la lograda por sus referentes.

Sobre los templos en específico

Ccecca

Muro pretil del conjunto
de la iglesia de Ccecca, valle del Sondondo
Figura 1
Muro pretil del conjunto de la iglesia de Ccecca, valle del Sondondo


Fuente: elaboración propia (2017)

La advocación moderna de esta iglesia corresponde a San Pedro y San Pablo. La expresión local asegura que “el Sondondo es hijo de Ccecca”, y efectivamente las características del conjunto permiten considerar muy posible que se trate de la fundación más antigua del valle. En ese sentido resultan determinantes la presencia de elementos como los poyos que discurren a todo lo largo de los lados de la nave en el interior, la cubierta en vigas rollizas y tejas, y sobre todo la existencia de la excepcional torre campanario exenta, en el extremo del espacio delimitado del atrio-cementerio. Al igual que en Aucará, la iglesia presenta un ábside ochavado. No se conserva un púlpito, ni ha sido posible saber si existió o no. No tuvo nunca coro alto. La fachada ha sido muy modificada.

Los habitantes del pueblo refieren la antigua presencia de un convento anexo, que ya no existe. Se trata de un tema de difícil comprobación, pues como en otros casos en el valle, mucha documentación ha desaparecido, producto de la inestabilidad en la región causada por el conflicto terrorista en décadas pasadas.

Cabana

Fachada de la iglesia de Cabana
con su espadaña
Figura 2
Fachada de la iglesia de Cabana con su espadaña


Fuente: elaboración propia (2017)

Esta iglesia, originalmente intitulada a San Cristóbal, resulta notable sobre todo por dos aspectos: su gran espadaña, y la copiosa pintura mural que se conserva en su interior. La primera es el único importante ejemplo remanente del tipo que existe al presente en el valle, y podemos presumir que se trata de un elemento original, no solamente por su diseño y configuración, sino además por el material —piedra y ladrillo, sin presencia de cemento— que resulta visible 10 . De lo segundo resulta particularmente interesante la inscripción que fecha la reconstrucción del edificio, que comienza en 1710, con lo que se entiende que existía un edificio anterior en el siglo XVII. Existe además un complejo motivo decorativo de tarjas con inscripciones latinas, más reciente, que rodea un pequeño retablo en una capilla adosada.

Como Sondondo, esta iglesia se encuentra sobre una plataforma que la eleva más de un metro por encima del nivel de la calle. Cabana, Sondondo y Chipao fueron cabezas de curatos desde el establecimiento de los corregimientos de Soras, Lucanas y Andamarca en 1612, cuando se separa la administración política y religiosa de Huamanga de la de Cusco.

Detalle interior
de la iglesia de Cabana, retablo y pintura mural
Figura 3
Detalle interior de la iglesia de Cabana, retablo y pintura mural


Fuente: elaboración propia (2017)

Aucará

La iglesia de la Inmaculada Concepción de Aucará, fundada originalmente en la primera mitad del siglo XVII, estuvo inicialmente dedicada a otra devoción, posiblemente San Miguel Arcángel 11 . Además de esos dos cultos, desde el siglo XX es centro de la devoción regional al Señor de Untuna, y la parroquia principal del valle.

Fachada
principal de la iglesia de Aucará, con campanarios de
torres gemelas
Figura 4
Fachada principal de la iglesia de Aucará, con campanarios de torres gemelas


Fuente: elaboración propia (2017)

Se trata de un edificio mantenido con cuidado, donde se ha buscado preservar las características tradicionales de la construcción a pesar de las renovaciones. Son importantes aquí las dos torres campanario (las únicas del valle que siguen el modelo pareado de Huamanga, aunque se trata de cubos más macizos que los de la capital departamental) y el coro alto en madera rolliza, donde los troncos de los árboles utilizados presentan una deformación tendencialmente torsional que se ha aprovechado para crear la impresión de columnas salomónicas. Esta madera está, además, profusamente pintada, lo que deja abierta la posibilidad de la utilización del color en la carpintería en las iglesias más ricas del valle.

Interior de la iglesia de
Aucará, mostrando el coro alto en madera
Figura 5
Interior de la iglesia de Aucará, mostrando el coro alto en madera


Fuente: elaboración propia (2017)

Sondondo

San Cristóbal de Sondondo perdió su antigua cubierta a causa de fuertes lluvias, a inicio de la década de 1970. Como las otras iglesias del valle con la excepción de Ccecca, muestra evidencias de un coro alto en madera, hoy perdido. En el cubo de la torre campanario se observan dos cabecitas y modillones sin línea de continuidad.

Fachada de la iglesia de Sondondo
Figura 6
Fachada de la iglesia de Sondondo


Fuente: elaboración propia (2017)

Como en Cabana, Aucará y Andamarca, la proyección del techo a dos aguas hacia la fachada crea la sensación de una especie de “arco cobijo” enmarcado en los anchos muros laterales que sobresalen de la fachada, casi como contrafuertes.

Andamarca

La Santísima Trinidad de Andamarca es la viceparroquia del valle, fundada posiblemente en la última década del siglo XVII. En 1931 se “rehizo” la torre campanario, según la inscripción presente en esta. Hacia 1956 se hicieron otras importantes renovaciones, entre ellas el cambio de la cubierta de teja —aparentemente caída— por calamina. La población consultada asegura que en ese momento se realizó también el traslado del púlpito, y se cambió el lado según las instrucciones del Concilio Vaticano II, pero debe tratarse de una confusión puesto que dicho concilio se realizó un lustro después.

 Fachada de la iglesia de Andamarca
Figura 7
Fachada de la iglesia de Andamarca


Fuente: elaboración propia (2017)

La fachada ha sido igualmente modificada, y decoración con molduras, sustancialmente planas, agregada al imafronte.

Chipao

El templo de Santiago Apóstol de Chipao ha sido extraordinariamente modificado. Los anchos muros laterales que se proyectan a la fachada permiten especular sobre la configuración similar a las otras iglesias del valle en cuanto a la sensación de “arco cobijo”, pero la nueva cubierta no ha sido construida con suficiente alero como para que esta percepción funcione.

La modificación más llamativa se ha dado en la torre campanario, con la adición de un cuerpo sobre el de las campanas, que distorsiona completamente la estructura formal del elemento.

Fachada de la
iglesia de Chipao
Figura 8
Fachada de la iglesia de Chipao


Fuente: elaboración propia (2017)

Mayobamba, Chiricre y las capillas de Huayllahuarmi

Mayobamba es una iglesia en el cañón del mismo nombre, con una única nave en los materiales originales —piedra, tierra, los mismos de los pueblos ya mencionados— y una hermosa torre campanario. Desafortunadamente, parte de la fachada del templo ha sido forrada en mayólica celeste brillante, y el resto pintado en colores igualmente llamativos, con lo cual la relación del edificio con el entorno ha cambiado determinantemente.

Por su parte, el templo de Chiricre es el edificio más importante del anexo en que se encuentra, y es una versión muy pequeña del tipo arquitectónico que se halla en todo el valle del Sondondo: presenta, en efecto, la única torre campanario en piedra, una nave en la configuración gótico-isabelina típica y los gruesos muros laterales que se prolongan hasta sobresalir desde la fachada como dos contrafuertes que definen un espacio sobre el ingreso, con la proyección de la cubierta a dos aguas.

Finalmente, en Huayllahuarmi se encuentra la versión de estos espacios reducida a la mínima expresión: aquí no podemos hablar de una iglesia, sino propiamente de una capilla. Y en realidad se trata de dos: un antiguo, destartalado ejemplar que muestra los materiales y configuración tradicionales, con gruesos muros que definen un espacio cobijado particularmente profundo, y separada por una pequeña espadaña —en piedra, plausiblemente contemporánea con la capilla antigua—, una nueva construcción, con delatores muros delgados— la comparación es inmediata y extraordinariamente chocante— en cemento y ladrillo. Ambos edificios están ligeramente elevados del accidentado terreno, con tres escalones ya en piedra ya en concreto.

A modo de conclusión

La arquitectura virreinal del valle del Sondondo es, al mismo tiempo, típica y excepcional: por un lado, conserva las características que se presentaran en los Andes por extenso desde el siglo XVI e integra materiales y técnicas vernáculos e importados por la ocupación española del territorio, y configurando espacios de valor funcional y simbólico. De estos, los más interesantes y frecuentemente mejor conservados han sido los de las iglesias.

Tabla 1
Resumen comparativo. Iglesias principales del Valle del Sondondo
Resumen comparativo. Iglesias principales del Valle del Sondondo


Fuente: elaboración propia

Tabla 1 (cont.)
Resumen comparativo. Iglesias principales del Valle del Sondondo
Resumen comparativo. Iglesias principales del Valle del Sondondo


Fuente: elaboración propia

Los casos observables de estas en el Sondondo presentan una tipología particular, con reconocibles elementos comunes: plantas sencillas, rectangulares y de una nave, con capillas adosadas; cubiertas de par y nudillo; coros altos en madera; y torres-campanario donde la diversidad es mayor, pero por lo mismo presentando casos notables. Se trata de características que permiten reconocer una línea en común, incluso con iglesias de otros valles vecinos, un estudio que convendría explorar más desde las instituciones y desde la academia.

Sin embargo, la preservación de estos edificios no ha sido hasta el presente la más deseable. No pueden, por supuesto, ignorarse las dramáticas circunstancias del accionar terrorista y de la pobreza en la región, que causaron y causan pérdidas materiales e inmateriales de valor incalculable. Para el futuro, existe la esperanza de que la planeada declaratoria del valle como Paisaje Cultural de la Nación contribuya a que la situación mejore en todos los sentidos, pero se necesitará la participación de quienes viven allí y de quienes lo visitan. Nuestra mejor apuesta considera por la importancia cada vez más grande para el mundo de la conservación de la naturaleza, y de los procesos en los que la humanidad interactúa con ella. El caso del Sondondo es emblemático en cuanto a la continuidad de esta relación de siglos, que se conecta con los aspectos materiales e inmateriales de la identidad regional.

Referencias

Gonzáles Carré, E., Gutiérrez Gutiérrez, Y., y Urrutia Ceruti, J. (eds.). (1995). La ciudad de Huamanga. Espacio, historia y cultura. Huamanga: Universidad Nacional San Cristóbal de Humanga/Concejo Provincial de Huamanga/Centro Peruano de Estudios Sociales.

Hampe, T. (1979). Relación de los encomenderos y repartimientos del Perú en 1561. Historia y Cultura, 12, 81-115.

Mesa, J., y Gisbert, T. (1985). Arquitectura andina. Historia y análisis. La Paz: Embajada de España en Bolivia.

Ramos, G. (1992). Política Eclesiástica y extirpación de la idolatría: discursos y silencios en torno al TaquiOnqoy. Revista Andina, 19, 47-69.

San Cristóbal, A. (1993). Los períodos de la arquitectura virreinal peruana. Anales del Museo de América, 1, 159-181.

San Cristóbal, A. (1996). Las fachadas barrocas de Ayacucho. Anales del Museo de América, 4, 127-136.

Sacra Congregatio Rituum. (1964). Instructio Inter oecumeniciadexsecutionem Constitutionis de sacra Liturgiarecteordinandam, Acta Apostolicae Sedis, 56, pp. 877-900.

Zapata, A., Rojas, R., y Pereyra, N. (eds.). (2008). Historia y Cultura de Ayacucho. Lima: UNICEF/Instituto de Estudios Peruanos.

Notas

* Artículo de investigación

1 La investigación que produjo este artículo se apoyó en el proyecto “Paisajes Culturales del Valle del Sondondo”, auspiciado por la Dirección de Gestión de la Investigación de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y contó con la colaboración de miembros del grupo de investigación Patrimonio Arquitectónico PUCP, especialmente María Lucía Valle Vera y Huber Arce.

2 Es decir, asentamientos prohibidos para los españoles, ni siquiera disponibles para los posesionarios de una encomienda. La idea era proteger a la población indígena de los abusos de los conquistadores, al tiempo que se les agrupaba para hacer más eficiente el proceso de evangelización y la recaudación de tributos. El sistema en general constituyó un choque terrible para el ordenamiento prehispánico, pues quebró los modelos indígenas y generó conflictos de todo tipo, por ejemplo, en cuanto a los derechos de regadío o en la disposición de la producción, al tiempo que grupos importantes de indígenas fueron desarraigados de sus tierras tradicionales.

3 Los especialistas discuten sobre si esta cultura preincaica, con origen en el moderno Ayacucho y con influencia en un amplio territorio, constituyó o no un caso de estado imperial en los Andes Centrales.

4 La mayor parte de la población aquí establecida eran mitimaes incas (una suerte de migrantes forzados), provenientes de variadas regiones.

5 Durante el trabajo de campo se pudo verificar esto último, especialmente en los pueblos de Sondondo y Andamarca, donde se coincidió con actividades comunales de preparación de adobes y canteo de piedras.

6 La importancia simbólica de los edificios religiosos es indiscutible: en los valles ayacuchanos en particular se trata de un elemento sobre el cual se ha reflexionado mucho en cuanto a su relación con la sociedad, desde la extirpación de idolatrías del siglo XVI hasta el papel de la iglesia en los años del terrorismo en la región, pasando por el complejo discurso del TaquiOncoy, aquí centrado.

7 En su crónica de 1557 (Relación general de la disposición y calidad de la provincia de Guamanga, llamada San Joan de la Frontera, y de la vivienda y costumbres de los naturales della), Damián de la Bandera señala que “En todos los pueblos principales hay plazas llanas, unas mayores que otras, conforme al tamaño del pueblo, y algunas hechas a mano por la aspereza del sitio; en mitad dellas tienen puestas cruces, y comunmente las iglesias están enmedio de las plazas y algunas á un lado dellas”.

8 Existe, sin embargo, un gran descampado hacia el frontis de la iglesia, donde se ha perdido el muro perimetral, delimitando la manzana.

9 San Cristóbal señala “un proceso generalizado de sustitución de las arcaicas espadañas renacentistas por los campanarios de torre cuadrada barrocos a los lados del muro de los pies” para todas las iglesias ayacuchanas.

10 El ecónomo de la iglesia indica que la cantera de arcilla que permitió la fabricación de los ladrillos usados en la espadaña, Quichipata —o Kichipata—, se encuentra aún en uso, al este de Cabana.

11 Los habitantes consultados sostienen que la fecha de fundación de la iglesia es 1635, siguiendo a documentos que estuvieron en su poder, pero que hoy ya no existen, perdidos durante el conflicto terrorista en la región. La fiesta de la Virgen Inmaculada se celebró en el Imperio Español desde 1644, bajo Carlos III.

Notas de autor:

a Autora de correspondencia. Correo electrónico: ascaletti@pucp.pe

Información adicional:

Cómo citar este artículo: Scaletti Cárdenas, A. N. (2019). Arquitectura virreinal en el Valle de Sondondo (Ayacucho, Perú). Apuntes, 32(1). https://doi.org/10.11144/Javeriana.apc32-1.avvs

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