Metamorfosis del pensamiento en contabilidad *

Metamorphosis of Accounting Thought

Metamorfose do pensamento na contabilidade

Rafael Franco Ruiz

Metamorfosis del pensamiento en contabilidad *

Cuadernos de Contabilidad, vol. 26, 2025

Pontificia Universidad Javeriana

Rafael Franco Ruiz a

Universidad Libre de Colombia - Sede Bogotá, Colombia


Recibido: 29 enero 2025

Aceptado: 22 junio 2025

Publicado: 20 diciembre 2025

Resumen: Este estudio propone transformar el pensamiento contable, removiendo los obstáculos que han limitado su desarrollo en la modernidad. El conocimiento económico se fundamenta en la idea de progreso, basada en rupturas en la relación sujeto/objeto; primero, con la aplicación del método científico impulsado por Francis Bacon; luego, con la relación individuo/pensamiento, del racionalismo cartesiano, y, finalmente, con la tercera ley mecánica de Newton, que trasladó a las ciencias sociales ideas de la mecánica aplicada en ciencias naturales. A partir de un análisis crítico, se identifican obstáculos lógicos como el principio del tercero excluido, originador de la división del conocimiento por especialidades, que invisibilizan la realidad. En la misma línea, se señalan las relaciones socionaturales concebidas desde la dualidad sujeto/objeto que manipulan la naturaleza bajo el paradigma de la primera ley termodinámica: la “materia y energía se transforman, no se destruyen”, lo que a su vez genera la ilusión de inagotabilidad de los recursos. Todas estas ideas económicas determinan los ejes del conocimiento contable que se reorienta generando desplazamientos: primero, un desplazamiento ontológico desde la especialidad a la totalidad; luego, uno metodológico desde la linealidad a la complejidad; uno temporal, incorporando influencias del tiempo en la construcción de pensamiento, y, por último, uno praxeológico, integrando factores éticos en la formulación de una tecnociencia eliminadora de segregaciones y secuencias. De este modo, se plantea un nuevo camino para la construcción del pensamiento contable integral.

Palabras clave:metamorfosis, pensamiento contable, totalidad, tecnociencia, contametría.

Abstract: This study proposes a transformation of accounting thought by removing the obstacles that have limited its development in modernity. Economic knowledge is grounded in the idea of progress, conceived through successive ruptures in the subject-object relationship: first, with the application of the scientific method advanced by Francis Bacon; then, with the individual-thought relation of Cartesian rationalism; and finally, with Newton’s third law of mechanics, which introduced into the social sciences concepts derived from natural science mechanics. Through a critical analysis, the study identifies logical obstacles such as the principle of the excluded middle, which fostered the fragmentation of knowledge into specialized fields that obscure reality. Along these lines, it highlights socio-natural relations framed within the subject-object duality, which manipulate nature under the paradigm of the first law of thermodynamics: “matter and energy are transformed, not destroyed,” thereby fostering the illusion of inexhaustible resources. These economic ideas shape the foundations of accounting knowledge, which can be reoriented through several displacements: an ontological shift from specialization to totality; a methodological shift from linearity to complexity; a temporal shift by incorporating time as a determinant in the construction of thought; and a praxeological shift by integrating ethical factors into the development of a technoscience that overcomes segregation and sequential reasoning. In this way, the study outlines a new path for the construction of integral accounting thought.

Keywords: Metamorphosis, Accounting Thought, Totality, Technoscience, Contametry.

Resumo: Este estudo propõe repensar o pensamento contábil, abordando as barreiras que têm limitado o seu desenvolvimento na modernidade. O conhecimento econômico avançou historicamente por meio de rupturas na relação sujeito–objeto: primeiro, com a defesa do método científico por Francis Bacon; depois, com a ênfase cartesiana no pensamento racional; e, por fim, com a terceira lei da mecânica de Newton, que transferiu princípios mecânicos para as ciências sociais. Uma análise crítica revela obstáculos lógicos, como o princípio do terceiro excluido, que favoreceram a fragmentação do conhecimento em especializações estreitas e obscureceram a realidade em sua totalidade. De modo semelhante, as relações socio-naturais, estruturadas pelo dualismo sujeito-objeto, reforçaram a exploração da natureza sob o paradigma da primeira lei da termodinâmica (“a matéria e a energia se transformam, mas não se destroem”), alimentando a ilusão de recursos inesgotáveis. Essas concepções moldaram os fundamentos do saber contábil. Para superá-las, o artigo propõe uma série de deslocamentos: ontológico (da especialização para a totalidade), metodológico (da linearidade para a complexidade), temporal (reconhecendo o tempo na formação do pensamento) e praxiológico (integrando considerações éticas em uma tecnociência que resiste à segregação e ao sequencialismo). Em conjunto, esses deslocamentos traçam um novo caminho rumo a uma concepção holística do pensamento contábil.

Palavras-chave: metamorfose, pensamento contábil, totalidade, tecnociência, contametria.

Introducción

La pretensión de este texto es clarificar algunos inconvenientes de los discursos ortodoxos, como la idea de progreso. Primero, develándolos y, luego, señalando procesos para su reconocimiento y examen en la construcción de representaciones de la realidad como totalidad. Esta presentación del problema hace necesario realizar un ejercicio crítico hermenéutico que sitúe conceptualmente la necesidad de reconocer los factores omitidos por la ortodoxia contable en la construcción de representaciones sociales.

Tal pretensión solo es posible mediante un cambio de enfoque que implique desplazamientos alejados de los métodos tradicionales de construcción de conocimientos, ya sea por acumulación o por deconstrucción, siempre dependientes en lo previo. Se requiere, entonces, un cambio discursivo total que aquí denominaremos metamorfosis porque implica una transformación total de características, como ocurre con las orugas que al transformarse en libélulas dan origen a un ser diferente y evolucionado (Beck, 2017).

El trabajo crítico se aborda en dos niveles fundamentales. El primero se refiere a la naturaleza de la contabilidad, según los paradigmas y lenguajes de su ortodoxia (Franco, 2024), que la consideran instrumento de la economía. El segundo se refiere a sus estructuras intrínsecas en sus diferentes elementos: los factores instrumentales y los contenidos informativos que configuran las representaciones contables en su tradicionalidad social y funcional. Dichas representaciones contables son mensajes observacionales construidos con base en teorías que develan propósitos en la vida social y configuran un saber estratégico (Ortiz, 1988). A la vez, contienen ocultamientos que obstaculizan una conciencia plena de la realidad como totalidad, al incorporar intereses derivados de prácticas de especialización que fragmentan el conocimiento y lo limitan a partes aisladas, desconociendo el todo.

En este orden de ideas, se abren las puertas de la construcción del proceso de metamorfosis del pensamiento contable en el sentido definido en este texto. Un proceso que se entiende como la necesidad de construir desplazamientos cosmológicos, epistemológicos, ontológicos, metodológicos, lógicos y lingüísticos para abordar la construcción de un pensamiento contable integral, hiperdisciplinario, más allá de disciplinas, interdisciplinas y transdisciplinas, propio del pensamiento complejo; es decir, orientado a la totalidad en la construcción de representaciones. Esto conduce a una estructura de tecnociencia, la contametría (Franco, 2014), que alcanza niveles más elevados que en formulaciones anteriores.

La metamorfosis contable crea escenarios de esperanza: la posibilidad de construir elementos inexistentes (Han, 2024) que construyen nuevos campos de conocimiento de hechos sociales, más allá de los mercados, dado que estos constituyen el mayor obstáculo a la autodeterminación (Varoufakis, 2024). Se trata de un factor clave en la construcción de un saber emancipatorio, en un escenario real del reconocimiento surgido de la diferenciación entre economía y política para consolidar argumentaciones sobre la naturaleza política de la contabilidad.

Además, la metamorfosis habilita la crítica y la acción frente a anomalías y enigmas de la contabilidad, al tiempo que impulsa luchas por el reconocimiento. No se buscan soluciones dentro de escenarios de ciencia normal (Kuhn, 1986), sino en grietas que deben profundizarse e interconectarse (Holloway, 2011) para alcanzar una nueva dimensión del conocimiento contable como ciencia política.

Metodología

El presente escrito es producto de una investigación con enfoque cualitativo, entendido en los términos de Arroyo (2020, p. 74). Se realiza un proceso de análisis documental con base en las propuestas de Galeano (2012, pp. 113-144) y en el marco de la complejidad de Morin (2007).

El punto de partida es la categoría de metamorfosis, trabajada por Beck (2017) y Morin y Delgado (2017), entendida como transformación del saber y del hacer. Con ella se busca, desde diferentes autores, una forma de comprender una necesidad expresa en el conocimiento, que llama la atención sobre la construcción constante de la realidad, dando la posibilidad de una comprensión cercana a los hechos y no desde la visión rancia de las perspectivas inamovibles de teorías y prácticas que no quieren ceder a las situaciones propias del cambio social, como ocurre con la contabilidad.

En este sentido, autores como Foucault (2002), Strange (2009) y Varoufakis (2024) son determinantes para concebir la contabilidad como un saber estratégico; mientras que Han (2013, 2022, 2023, 2024) y Harari (2016, 2024) permiten fundamentar la importancia de la narrativa, desvirtuando la tradicional visión contable centrada en los datos. Por su parte, autores como Olive (2008), Rifkin y Howard (1990), Rifkin (2022), Durkheim (2014, 2016) y Honneth (2009) fundamentan algunos de los componentes esenciales de la metamorfosis contable aquí propuesta. Por último, pero no menos importante, Nepomuceno (2021), Tinker (1986), Lopes (1992), García (2001) y Holloway (2011) establecen afirmaciones críticas sobre la contabilidad y justifican la necesidad de su transformación.

Crítica del pensamiento contable ortodoxo

Estas notas sobre el pensamiento contable pueden resultar rápidas e incompletas. En general falta profundizar sobre asuntos significativos, especialmente en lo referido a la segregación de este conocimiento en elementos importantes como la creación de contabilidades, a partir de la Revolución Industrial, marcada por una división interna y externa; la absolutización de esa contabilidad externa, impulsada por diversos intereses, y las cuestiones vinculadas con la contabilidad de gestión en el ámbito interno (Franco et al., 2024).

Crítica relativa a las ciencias económicas ortodoxas

En un primer examen, se aborda la generalidad de las ciencias económicas, como consecuencia de la naturaleza encarnada por la contabilidad: primero, subordinada al derecho (Cerboni, 2010) por su énfasis en la descripción de la propiedad y, luego, a la economía (en un desplazamiento por economía de empresa y economía financiera) (Masi, 1943). En este plano, se establece que las ciencias económicas, en la modernidad, estuvieron enfocadas en la idea de progreso como elemento central de sus formulaciones teóricas.

La idea de progreso no es originaria de la modernidad. Se concibió como un tránsito hacia la perfección humana y, en tal condición, estuvo ligada a las creencias de diversas corrientes religiosas como el budismo, el confucianismo y las religiones hebraicas, esa taxonomía no se aborda en este texto. Como ejemplo, en el caso del cristianismo, Agustín de Hipona, en la Ciudad de Dios, presenta una promesa de paraíso, de perfección, en una ciudad hipotética en la que el hombre se realiza por una acción de redención y salvación (Pachón, 2010). Esta idea de progreso, como en las obras místicas, es subjetiva. Está al margen de la realidad material y vinculada a la promesa de un más allá o de un camino de reencarnaciones hacia un nirvana, lo cual no implica su descarte de los discursos económicos, en especial los de la justicia económica propios del pensamiento escolástico.

En la modernidad, la idea de progreso experimentó un desplazamiento en su comprensión: se redefinió de manera objetiva, como un proceso de mejoramiento permanente e infinito de la vida material. El progreso pasó a entenderse como el camino del caos al orden alcanzable al dominar la naturaleza. Según la moderna visión del mundo, la historia es una línea constante de progreso en la que los excedentes de cada periodo proporcionan el margen de tiempo libre para inventar nuevas herramientas y tecnologías, que a su vez producen mayores excedentes materiales, dejando tiempo libre para descubrir herramientas y tecnologías más avanzadas, proporcionando más excedentes y más tiempo de ocio (Rifkin y Howard, 1990).

El progreso se consolida como el proceso de mejora la calidad de vida del individuo y la realización de sus derechos en la búsqueda de la felicidad. Este ideal se hace posible gracias al desarrollo de la ciencia y la tecnología, que permiten sustituir la energía humana por energías más eficaces.

La clave del progreso es, entonces, el desarrollo del conocimiento, motor de la ciencia y la tecnología, pero este ya no se concibe en las dualidades platónicas, en la iluminación agustiniana, ahora se determina por la relación de dominio del hombre sobre la naturaleza. La ciencia moderna está anclada en unas variables determinadas y determinantes: el método, la razón, la matematización y la mecánica. En este contexto, emergen pensadores que aportan nuevas condiciones del desarrollo del conocimiento, como Francis Bacon, René Descartes, Isaac Newton y John Locke.

Francis Bacon introduce el método científico, que concibe las relaciones entre los elementos de la naturaleza bajo la linealidad causa/efecto: “La ciencia del hombre es la medida de su potencia, porque ignorar la causa es no poder producir el efecto. No se triunfa de la naturaleza sino obedeciéndola” (Bacon, 1984, p. 33). El método científico se absolutiza: solo él produce conocimiento válido y restringe las posibilidades de obtener saber por otros métodos. El planteamiento de Bacon, además, establece la separación de sujeto/objeto en el proceso investigador; el sujeto no puede generar modificaciones en el objeto, lo observa de manera aséptica, en ausencia de prejuicios y preconcepciones, para conocerlo y dominarlo.

El segundo protagonista del pensamiento moderno es René Descartes. Este filósofo, reconocido como fundador del racionalismo, afirma que el conocimiento se origina en la razón mediante formulaciones a priori, derivadas de una intuición rigurosa. En principio, parece contradictorio con ideas que basan el conocimiento en la observación, pero el pensamiento racionalista de Descartes crea una segunda distinción que consiste en la separación del cuerpo y la mente, “res extensa y res cogitans”, aportando un elemento determinante de matematización (formalización) del conocimiento. De esta manera, se afirma que quien domina la matemática puede extenderla a todo conocimiento humano para procurar certeza, pues todas las ciencias no son más que momentos de una sola, y en ellas actúa por igual la operación de la razón.

El tercer protagonista es Isaac Newton, quien formula los principios de la mecánica, entre los cuales el más importante para el conocimiento moderno establece que toda acción genera una reacción de igual intensidad. De este principio se desprende, sin dificultad, la base de la ley de oferta y demanda y la mano invisible de Adam Smith, como ley natural. El pensamiento de Newton se refuerza con otro elemento de la física: la primera ley de la termodinámica que afirma que todo se transforma, nada se destruye, y que se refiere a materia y energía, inspirando así la idea de progreso permanente, ilimitado.

El paisaje paradigmático del progreso se ve enriquecido por John Locke en dos frentes: el filosófico y el político. En el primero, desarrollado en Ensayo sobre el entendimiento humano (Locke, 2018), retoma las ideas de Bacon al sostener que el lenguaje constituye la base del conocimiento, el cual se origina en la experiencia. De este modo niega el innatismo defendido por Descartes y formula la célebre metáfora de la tabula rasa, según la cual el ser humano nace sin conocimientos y aprende a partir de la experiencia. En el ámbito político, Locke defiende la instauración de un Estado monárquico parlamentario sustentado en un contrato social que garantice los derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad, además del derecho a defenderlos. En el plano económico, desarrolla la teoría del “trabajo-propiedad” (Locke, 1959).

Tal es la idea de progreso de estos insignes pensadores de la modernidad, variopintos en sus ideas, identificados en objetivos que finalmente conciben el mundo como una máquina continuamente perfeccionada y ampliada para que las vidas humanas sean cada vez más cómodas y seguras. Ignoran que la modernidad también es un campo de ruinas éticas y culturales.

Con base en esta idea de progreso fundamentan el saber económico en el marco de unas características que integran: especialización, eficiencia, productividad, consumo, escasez y régimen.

Estas condiciones condenan a los ciudadanos a construir sus propias soluciones, bajo la convicción de que sus problemas se originan en un exceso de Estado y en la pérdida de valores. Se impone así una realidad marcada por la indiferencia, la desconfianza, el egoísmo y la salvación individual, condenando al ciudadano a la soledad. Esta soledad es fortalecida por la eliminación del encuentro personal en la educación y en el trabajo, impidiendo el acercamiento para la construcción de soluciones colectivas; esto es el imperio de la soledad (Hertz, 2022).

Un aspecto final en esta perspectiva es que las ciencias económicas han desarrollado un discurso con cierto nivel de coherencia para responder a un interés, que intenta presentarse como un valor en sentido ético. Este se conoce como interés público y busca alimentar la creencia de que favorece a toda la comunidad, es decir, a una idea de bien común. Este elemento debe ser abordado con cuidado, recordando que la idea de bien común concentró los desarrollos de la justicia económica y la modernidad es una reacción frente a ese concepto. La idea de la economía basada en la posibilidad de satisfacer las necesidades humanas desarrollada desde los tiempos de Aristóteles hace agua en la nueva forma de organización social.

Bernard de Mandeville abonó el sendero de cambio, a comienzos del siglo XVIII, con la publicación del texto La fábula de las abejas o los vicios privados hacen la prosperidad pública (1997). En él, Mandeville postula que el progreso solo puede desarrollarse sobre la base del vicio determinante de la economía, la avaricia. Argumentó que la avaricia del vendedor satisface las necesidades de los compradores, idea asumida por Adam Smith, al afirmar que “no es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio” (1996, p. 46). Esta tesis formó una dualidad ética de los ciudadanos que puede generar peligrosas patologías y fundó las bases morales del capitalismo o, tal vez, la renuncia de la economía a consideraciones morales. El interés público es el interés del mercado y es distinto al bien común, de ahí la diferencia entre el hombre honorable y el hombre virtuoso, el honorable actúa de acuerdo con los intereses del grupo social, de los agentes del mercado, el virtuoso lo hace por la práctica de valores morales. El conocimiento económico se construye en el marco del hombre honorable.

Crítica al pensamiento contable ortodoxo

Se han planteado afirmaciones acerca de fundamentos y efectos de los discursos económicos de la modernidad; en consecuencia, la contabilidad, concebida como servidumbre de la economía, ha seguido rigurosamente su mismo sendero. De este modo, toda crítica formulada en general a las ciencias económicas puede extrapolarse como crítica particular de la contabilidad. Se requieren estudios complementarios en este proceso sobre asuntos muy especiales en el estudio crítico de la contabilidad.

La contabilidad ha sido objeto de la herestética y, por tanto, ha estructurado espacios especializados (fragmentados), en la construcción de sus discursos y representaciones. Se encuentra una disección interna y externa. La primera produce información útil para la administración de las organizaciones y la segunda, para terceros interesados, especialmente inversionistas.

En la primera aparecen contabilidades referidas a la productividad, la competitividad, la logística, la estrategia, el talento humano y un largo etc. En la segunda, aparecen especialidades como la contabilidad forense, regulatoria y financiera. Este ejercicio herestético hace muy extensa la pretensión de una crítica en los límites de este texto y obliga a realizar algunas simplificaciones o exclusiones determinadas por el propósito, para poder centrarse en la contabilidad financiera.

El trabajo crítico (Tabla 1) se ordena en cuatro ejes ontológicos, a saber: a) político/regulativo, b) económico, c) espacial y d) temporal. Estos ejes pueden desagregarse en elementos lógicos, epistemológicos, metodológicos y retórico/gramaticales. En cada uno de esos elementos se tipifican anomalías, enigmas y grietas que cuestionan la validez de la disciplina como conocimiento estructurado.

Tabla 1.
Crítica del pensamiento contable ortodoxo
Crítica del pensamiento contable ortodoxo


Fuente: elaboración propia.

En el eje político/regulativo, se identifican problemas lógicos en relación con sistemas normativos en competencia. Esta condición se ha generado por una especie de contienda institucional entre estado/nación, organismos internacionales y regímenes económicos; cada uno emite su propio modelo normativo en ausencia de procesos de armonización o convergencia, originando un escenario de contradicciones, similitudes y desigualdades sobre las formas de construir representaciones, todo lo cual da lugar a condiciones de anomia (Durkheim, 2014). Este es un término acuñado para concebir una sociedad sin normas, pero transformado en su interpretación para significar la ausencia de provisión de normas a un individuo para lograr un objetivo social.

Tanto la ausencia de normas como la concurrencia de normas contradictorias producen inestabilidad en las relaciones sociales e impiden la concordia, generando caos. Esta es precisamente la situación que se vive en el plano político/regulativo de la contabilidad, donde se crean condiciones de liberticidio o anulación del ejercicio de la libertad como libre albedrío en el marco de las normas. Los sistemas normativos en cuestión se caracterizan además por la fragmentación de la realidad, encargándose de elementos determinados por intereses particulares, ignorando al resto de la sociedad. No es casual que el método aplicado para determinar la estructura normativa sea el consenso hegemónico, lo que contribuye a consolidar la contabilidad como un saber estratégico.

La pretensión regulativa busca construir un discurso retórico con apariencia de coherencia y sentido, que implique una relación de autonomía/obediencia por parte del sujeto. Sin embargo, estas pretensiones fracasan a consecuencia de las antinomias y anomalías incorporadas. Por tanto, fallan en la pretensión de construir una dogmática sólida. Un efecto general de las normas consiste en la congelación de los hechos regulados en el tiempo, como si este se detuviera, afectando el ritmo de avance del conocimiento, ignorando las modificaciones de las relaciones sociales que las determinaron. La regulación es conservadora, el conocimiento es dinámico, la norma es un dispositivo de congelación del tiempo (Holloway, 2011).

En relación con el eje económico del análisis crítico, cabe señalar que la contabilidad siempre trató de estar en la cúspide de las ciencias sociales y por ello se apeló a prácticas de construcción teórica que igualaran los avances de estas. La construcción de modelos contables osciló entre determinaciones empíricas y exigencias regulatorias. Desde los tiempos en que los lenguajes legales dominaban el campo, se introdujeron categorías que terminaron por convertirse en guías de clasificación, los llamados elementos de los estados financieros: activos, pasivos, patrimonio, ingresos y gastos. Estos últimos dos se consideran componentes del patrimonio, aunque se clasifican por separado para facilitar las simulaciones de liquidación periódica que sustentan la distribución de ganancias.

A partir de estas categorías, se realizaron inventarios de prácticas generalmente aplicadas, una forma de inducción, como máximo, y cuando las ciencias sociales se constituyeron como estructuras hipotético-deductivas, se realizó una nueva maniobra para aparentar cientificidad: se superpuso al inventario una serie de “principios” o “postulados” que en apariencia representaban hipótesis del modelo, cuando realmente eran justificaciones de las prácticas, con serias deficiencias lógicas relativas a las reglas de identidad y no contradicción, mientras que la regla del tercero excluido fue aplicada para dar origen a nuevas contabilidades.

Más tarde aparecieron los modelos teleológicos en las ciencias sociales y la contabilidad se puso un nuevo sombrero. Bajo el paradigma de la utilidad, priorizó su objetivo determinando que la información financiera fundamenta las decisiones de los inversionistas (Franco, 1998). Esta nueva manifestación de su valor estratégico ha sido controvertida hoy en día, pues parece más un recurso de la gerencia para movilizar títulos en los mercados de valores.

Desde luego, este enfoque, engañosamente vestido como normativismo condicionado (Mattessich, 2003), ha tenido mutaciones en su evolución para llegar a los niveles del actual paradigma de utilidad (Franco, 2002). Las últimas tienen que ver con problemas de medición y valoración, subordinados a los criterios de la economía. Sin embargo, es justo reconocer las afirmaciones de Smith y Max-Neef (2014), sobre que el conocimiento de la economía tiene que ver con el uso, mientras el cambio corresponde a la crematística, según las definiciones de Aristóteles (1988).

En este siglo XXI, la contabilidad parece acoger la idea del estagirita al optar por valoraciones de uso y valor razonable. Un análisis riguroso muestra el carácter estratégico de esta mutación; se moderó el énfasis patrimonial de la información financiera al reconocer recursos generadores de beneficios económicos futuros (valor de uso). Sin embargo, el objetivo estratégico se mantuvo en la optimización de la ganancia mediante la práctica que determina los precios no en relación con los costos incurridos, sino al futuro optimizado del oferente, quien establece subjetivamente el monto de los beneficios futuros y con base en ellos determina costos y precios, lo que resulta en un ejercicio altamente especulativo.

Los fundamentos metodológicos de estas construcciones son monistas, basados en la relación causa efecto, la cual está basada en una realidad determinada por los flujos de dinero y no por flujos de datos que concentran otros elementos (Harari, 2016). La expresión técnica de esta lógica se expresa en la confusión de procesos de medición y valoración, ignorando el carácter objetivo de la primera y subjetivo de la segunda. Así, las representaciones contables adquieren la apariencia de una máscara que oculta la realidad; el material para la construcción de la máscara es el dinero, tomado como unidad de medida para ocultar o desfigurar la realidad representada.

El dinero tiene una estructura dual de significado: es equivalente universal de intercambio, materialización del valor de cambio como precio, pero también representa relaciones sociales basadas en confianza y justicia (Varoufakis, 2024). Cuando la información se expresa únicamente en unidades monetarias, se ocultan las relaciones sociales que la originan, como el trabajo abstracto: la fuerza de trabajo comprada a trabajadores “libres” y el tiempo al que corresponde tal intercambio. Ese es el origen objetivo de las ganancias y el dato determinante para saber si corresponden a rentas o beneficios, para saber si el capitalismo está en progreso o en una crisis originada por el debilitamiento real de los mercados.

En este siglo, además, se determina la sustitución de la medición del beneficio por la creación de valor y en ese proceso se oculta el incremento del patrimonio con base en rentas (revalorización basada en valor razonable) e incluso se introduce una nueva forma de dinero: la moneda funcional, que no es dinero fiduciario, no es medio de cambio, es una moneda de cuenta (IFRS, 2021). La función del dinero como máscara se refuerza con el uso simultáneo de diversas formas monetarias, transaccional, transicional, de mercado actual y funcional, como si todas fueran equivalentes.

Por otra parte, la contabilidad financiera desconoce transacciones económicas no financieras, es decir, la generación de recursos no producidos en transacciones monetarias de intercambio, como es el caso de intangibles formados que contribuyen a la generación de ganancias, tal vez en forma de rentas. El asunto llama la atención de algunos críticos funcionales que ven en esta condición el fin de la contabilidad (Lev y Gu, 2017) una señal adicional del enmascaramiento de la realidad a través del dinero.

La contabilidad se ha concentrado en procesos de medición y valoración, en la construcción de datos e información que sustituye los relatos sobre los hechos. Con ello elimina los vínculos narrativos que históricamente han sido constitutivos en la formación de comunidades. La sustitución de relatos por datos convierte a la contabilidad en un instrumento de control, ya no por la regulación, sino ahora por la vigilancia (Harari, 2024). Esto es coherente con la sociedad de la información caracterizada por la prevalencia de los datos sobre los relatos, en la cual la inteligencia (decisión entre datos para un propósito) sustituye a la racionalidad en la construcción del conocimiento, eliminando al otro, profundizando la soledad. La diversidad de mecanismos para construir datos multiplica la información y esta incrementa la desconfianza (Han, 2022). La información narra nada, es historia sin comienzo ni futuro, carece de ser y sentido, no tiene la potencia transformadora del relato (Han, 2023).

En el plano lingüístico, se pretende consolidar un lenguaje universal, una especie de esperanto contable, como dispositivo de estandarización de las prácticas, nuevamente motivado por consideraciones de mercado en un contexto global. Esta tendencia desconoce particularidades locales que, en ciertos casos, han resistido, como ocurre con los cargos financieros en países islámicos. El mantenimiento de las mismas palabras para describir cosas distintas ha conducido a la emergencia de disonancias cognitivas, eliminando posibilidades de comprensión y generando conflictos que incluso pueden llegar a ser patológicos a nivel individual o constituir incluso patologías sociales (Honneth, 2009).

En relación con el eje espacial de la crítica, la contabilidad se ha reducido a la empresa, o en un sentido más amplio, a la organización, considerándola un sistema cerrado, una máquina de producir ganancias, eficiente en cuanto sus partes funcionen con armonía, rapidez, exactitud y precisión. Estas características desde luego se conocen por procedimientos cuantitativos, las partes deben tener un comportamiento normal que mantenga el todo y por ello se han establecido enfoques axiomáticos de la contabilidad en que se determinan los componentes financieros y se mide su funcionamiento (relaciones financieras) para su normal accionar (Betancur y Franco, 2020, pp. 278-285).

El lenguaje contable se estructura como un maquinismo matematizado. Se evalúan probabilidades de reconocer influencias del entorno, se consideran reportes de los efectos del entorno y a ello se lo denomina información no financiera, pero realmente lo que consideran no es más que efectos financieros por amenazas y oportunidades de la naturaleza y la sociedad. En términos objetivos, la contabilidad carece de un objeto descriptivo propio, toma como suyo el ente económico. La contabilidad puede dar cuenta de entes diferentes a la organización y al romper con los cerramientos del dinero, dar cuenta de fenómenos sociales relacionados con otras formas de entidad no vinculadas a la ganancia.

El nuevo lenguaje contable se ancla en la idea de transparencia, generando la ilusión de verdad advierten investigadores críticos (Nepomuceno, 2021; Tinker, 1986). La transparencia busca eliminar la negación evadiendo conflictos, contradicciones, controversias y ocultamientos. Lo hace a través de la revelación de los algoritmos de construcción de los datos, pero estos no tienen relación directa con la verdad, solo pretenden eliminar la opacidad. Igualmente, la transparencia cambia la temporalidad, elimina el pasado y el futuro, colocando la información en un presente continuo, sin exterior, sustituyendo lo público por lo publicado (Han, 2013).

El último eje de la crítica corresponde a la dimensión temporal. La contabilidad la ha reducido al periodo contable, un tiempo subjetivamente delimitado para simular la liquidación de una empresa en marcha y decretar la distribución de ganancias. Cada periodo se convierte en un objeto de información, y la única relación entre ellos se establece mediante el análisis financiero denominado dinámico, un mecanismo de comparación de eficiencias temporales sincrónicas.

Esta perspectiva ignora la relatividad del tiempo, que tiene sus propias lógicas de acuerdo con hechos y fenómenos específicos. Si el asunto se ejemplifica en tiempos de la organización, es fácil identificar como en ella conviven diferentes periodos: los del ejercicio contable, los diversos de obligaciones fiscales e incluso diversos de rendiciones de cuentas disímiles a la que se presenta a los propietarios.

El tiempo, como otros conceptos encierra un carácter dual (Varoufakis, 2024), existe un tiempo cualitativo y un tiempo cuantitativo. El tiempo cuantitativo es abstracto, se incorpora en la mercancía y se remunera con dinero. Aunque su esencia es enmascarada, permanece presente como factor determinante de la eficiencia expresada en la productividad y la velocidad.

El tiempo cuantitativo se convirtió en un eje del capitalismo, a través de la maquinización, la automatización y la robotización de la producción, así como en la implementación de sistemas de control y en la periodización de rentas para la provisión de recursos, entre otros procesos. Sin embargo, este tiempo ha sido ocultado por la contabilidad financiera, aunque debe reconocerse que es una variable importante en contabilidad de gestión. En contraste, el tiempo cualitativo, el tiempo útil para personas físicas y organizaciones se desconoce; en él se construye el futuro, la esperanza (Han, 2024), la emergencia de realidades nuevas derivadas del conocimiento y la innovación, la continuidad o supervivencia.

El propósito de la información financiera es generar confianza, y lo hace mediante dos acciones funcionales: la simplificación de la complejidad y el incremento de la credibilidad. La confianza se deposita en algo que se considera verdad, con todos los problemas que este concepto conlleva. Podría suponerse que esa verdad proviene de un conocimiento riguroso de la realidad, pero los elementos aquí expuestos generan dudas sobre la capacidad de la contabilidad para expresar la verdad, lo que produce escepticismo. En este sentido, resulta pertinente recordar:

Nosotros repetimos la pregunta de inicio. No dice: ¿qué es aquello que nos proporciona a nosotros el conocimiento del mundo y de la sociedad?; sino más bien: ¿cómo es posible aceptar las informaciones sobre el mundo y sobre la sociedad como si se tratara de informaciones sobre la realidad, cuando se sabe cómo se produce esta información? (Luhmann, 2000, p. 173)

La contabilidad financiera ha llegado a ser un puro simulacro. Según Platón, los objetos tienen tres componentes: el fundamento, lo pretendido y el pretendiente. El primero corresponde a la idea; el segundo, a la materialización de la idea, y, el tercero, al constructor del objeto. Así, la idea y lo pretendido (la copia) se identifican y establecen una relación mimética entre gnoseología y ontología (Flores, 2025).

En la contabilidad financiera, la idea corresponde a la representación de la situación y el flujo financiero pretendido es la construcción de reportes relativos a tal idea. Sin embargo, en el proceso de construcción emerge el simulacro: un objeto desvinculado de la idea, que crea una apariencia mediante narrativas, ilusiones y artilugios para fingirla, transformarla o deformarla. De este modo mantiene la ilusión y produce una imagen sin semejanza, aunque con apariencia sensible. El simulacro porta la potencia de lo falso: una docuficción que difumina las fronteras entre lo verdadero y lo falso (Flores, 2025) al servicio de un interés particular desvinculado de lo general.

El escenario de la contabilidad financiera demuestra la construcción de confianza con base en creencias y no en conocimiento, aunque para algunos el conocimiento origina creencias. Se parte de reconocer la creencia, la docuficción, como un estado de la mente normalmente originado por la influencia de un tercero que podría ser la religión, una ideología política, o simplemente el interés individualista o una disposición; en síntesis, la creencia no pasa los requisitos rigurosos del conocimiento, su origen suele ser más liviano.

La crítica desarrollada, junto con las características de la educación y la profesión contable, inducen a pensar que la confianza surgida de la información financiera se origina en creencias disposicionales, derivadas de determinadas regulaciones para comportarse de una manera en las relaciones sociales o funcionales, como el rol causal que desempeñan.

La metamorfosis de la investigación contable

Se ha presentado una síntesis crítica y simplificada del conocimiento contable que, como elemento básico de transformación, debe desplazarse del simulacro hacia la metamorfosis. En gran medida, las carencias de este conocimiento se originan en la cosmovisión desde la cual fue estructurado. Una cosmovisión ampliamente aceptada en el mundo ha sido la mística o religiosa, centrada en la promesa de un porvenir mejor, que permite afrontar la realidad material con resignación y tolerancia frente a las carencias y dificultades, bajo la creencia de que los sufrimientos presentes serán recompensados en una vida eterna.

En la modernidad han competido otras cosmovisiones, por ejemplo, las filosóficas que establecen relaciones de idea y materia para construir saber, la de las ciencias naturales que postula la relación de dominio del hombre sobre la naturaleza y el universo. Pero entre todas ellas, emergió una muy especial: la de las ciencias sociales y dentro de ellas, la economía. Los economistas siempre quisieron el reconocimiento que alcanzaron los físicos con la determinación de leyes o principios de funcionamiento de la naturaleza y pretendieron emularlos, de ahí la influencia del pensamiento físico en el pensamiento económico. Como los físicos, buscaron tener un referente del funcionamiento del mundo y su relación con el hombre y recurrieron a la representación de relaciones naturales a través de la matemática, convirtiéndose en caricaturas de esos pensadores, y postulando que la economía es el cosmos en que el hombre vive y el que comprende.

Los economistas establecieron que su disciplina se gobierna por unas leyes y matematizaron tales principios, construyendo la creencia de que el cosmos es la economía, la economía es el mercado y en él actúan diversos microcosmos como la sociedad, el derecho, los recursos naturales y por supuesto la contabilidad, como instrumento auxiliar del derecho y la economía. Esta cosmovisión ha determinado durante siglos el desarrollo del conocimiento, sustentado en la idea de progreso; una concepción que hoy debe superarse y que exige, precisamente, una metamorfosis.

La teoría de la metamorfosis va más allá de la teoría de una sociedad en peligro: no se trata de los negativos efectos secundarios de lo bueno, sino de los positivos efectos secundarios de lo malo. Esos efectos crean nuevos horizontes comunitarios y nos impulsan más allá del marco nacional, en dirección a un panorama cosmopolita. ¿en qué mundo estamos viviendo en realidad? Mi respuesta es la siguiente: en la metamorfosis del mundo. Sin embargo, esta respuesta requiere que el lector esté dispuesto a arriesgar la metamorfosis de su cosmovisión. (Beck, 2017, p. 9).

La sociedad está acostumbrada a una forma de construcción de conocimiento dentro de la lógica de su cambio en términos de evolución, revolución y transformación, pero la pura idea de cambio no permite la construcción de un conocimiento de nuevo tipo, se necesita algo diferente para comprender el mundo y esto requiere un cambio de cosmovisión.

El cambio implica que algunas cosas cambian, pero otras siguen igual: el capitalismo cambia, pero algunos aspectos del capitalismo permanecen inalterables. La metamorfosis implica una transformación mucho más radical, mediante la cual las viejas certezas de la sociedad moderna se desvanecen mientras surge algo completamente nuevo. Para comprender esta metamorfosis del mundo hay que explorar los nuevos comienzos, centrándose en lo que surge de lo viejo e intentando comprender las futuras normas y estructuras que caracterizan la confusión del presente. (Beck, 2017, p. 17)

La cosmovisión que considera a la economía como macrosistema impide conocer todas las relaciones y comportamientos de hechos y fenómenos, porque parte de una fragmentación de la realidad que solo permite conocer elementos de un segmento, ocultando aspectos no considerados en sus formulaciones. Un ejemplo de ello es la regla del ceteris paribus, que desconoce las diferencias, del mismo modo en que se omiten las externalidades que no contribuyen a la idea de progreso. Así se abre un abismo entre conocimiento y realidad.

Parafraseando a Morin, la alternativa al abismo es la metamorfosis, pero esta no llegará sin acciones concretas. Es el momento de actuar y habilitar los accesos que conducen a cambiar la vía (Morin, 2014). Entre las acciones necesarias, resulta perentorio encontrar diálogos fructíferos entre conocimiento, educación y política, entre academia y dirigentes. Estos no pueden estar de espaldas a la ciudadanía, sino hacerse con ella. La metamorfosis no se logrará sin un cambio profundo que reinvente el conocimiento para que sea posible identificar y encontrar soluciones a los problemas fundamentales (Morin y Delgado, 2017).

El primer elemento de la metamorfosis es, entonces, el cambio de cosmovisión. Esto exige una comprensión nueva que permita la eliminación de las fragmentaciones. El sistema es la naturaleza, toda, lo cual incluye la biósfera, pero también los elementos no vivos; y ese sistema integra a su vez subsistemas jerarquizados: la sociedad y, dentro de ella, la economía, el derecho, la contabilidad y otros.

En esta nueva cosmovisión, la contabilidad se entiende como un saber autónomo capaz de conocer elementos de diversos sistemas y subsistemas, la naturaleza, la sociedad, la economía o el derecho. Esta cosmovisión supera los límites de la disciplinariedad, la interdisciplinariedad e incluso la transdisciplinariedad para buscar un nuevo campo, la hiperdisciplinariedad. El cambio de cosmovisión incorpora enormes transformaciones en el conocimiento contable, lo coloca en el nivel de la metamorfosis, no en el plano del cambio.

La metamorfosis, por el contrario, desestabiliza las certezas de la sociedad moderna; desplaza la atención desde “estar en el mundo” y “ver el mundo” hasta determinados procesos y acontecimientos que son involuntarios, que suelen pasar desapercibidos y que imperan más allá de los dominios de la política y la democracia como efectos secundarios de la radical modernización técnica y económica. Desencadenan una conmoción primordial, un cambio drástico que hace estallar las constantes antropológicas de nuestra existencia anterior y nuestra comprensión del mundo. Metamorfosis, en este sentido, significa sencillamente que lo que era impensable ayer es real y posible. (Beck, 2017, p. 13)

El cambio de cosmovisión permite retomar discusiones inconclusas, enigmas del conocimiento como el relativo a la idea de totalidad anclada en la dialéctica y la complejidad. Se trata en cierto modo de una ruptura con las tradiciones de fragmentación, y con el criterio de especialización. “La totalidad viene a ser entonces un constructo imaginario y a la vez necesario para una comprensión crítica de la realidad” (Charry, 2017). El viejo paradigma no logra enfrentar esta idea de totalidad, pues se centra exclusivamente en el progreso como aumento de las satisfacciones, según las afirmaciones de estudios sobre la entropía.

Dentro de ese paradigma, se emula la física para explicar la crematística, renombrada Economía. Así, el progreso es infinito en concordancia con la primera ley de la termodinámica y su funcionamiento se explica con las teorías de la mecánica. De este modo, se desconoce la finitud de los recursos y se omiten las externalidades entrópicas, en consecuencia, se desconoce la idea de totalidad y la contabilidad ignora la existencia de males públicos.

Los valedores del paradigma newtoniano no pueden admitir estas ideas. Según ellos, las nuevas tecnologías cada vez más complejas siguen creando una mayor abundancia al sustituir la energía humana, poco eficaz, por la más eficaz energía no humana, cosa que redunda en una continua mejora de las condiciones de vida. En eso consiste el progreso, al fin de cuentas. (Rifkin y Howard, 1990, p. 37).

La nueva cosmovisión abre caminos en el conocimiento. Requiere una serie de desplazamientos gnoseológicos en diversos elementos, tales como lo epistemológico, lógico, ontológico, metodológico y filológico, y también en aspectos político/regulativos, económicos, espaciales y temporales. En suma, la nueva cosmovisión requiere una metamorfosis (Tabla 2).

En el aspecto político/regulativo son muchos los elementos que se deben metamorfosear, dado que la representación en la nueva cosmovisión debe revelar la metamorfosis del mundo y esta se encuentra al margen de las normas. Estas deben ajustarse a la realidad y no esta a ellas, como se pretende; “[La] metamorfosis del mundo es algo que sucede de manera espontánea; no se trata de un programa. Metamorfosis del mundo es una expresión descriptiva, no normativa” (Rifkin y Howard, 1990, p. 23).

Tabla 2.
Metamorfosis en acción
Metamorfosis en acción


Fuente: elaboración propia.

En la tradición social dominada por el positivismo, con sus criterios de observación, verificación y exclusión metafísica por prevalencia del fisicalismo, se ha desarrollado una forma particular de regulación en la que conviven sistemas paralelos. Por un lado, unos derivados de la institucionalidad político-administrativa que regula las relaciones entre ciudadanos y entre estado y ciudadanos y, por otro lado, otros conocidos como poder disciplinario derivado de la técnica pretendiendo el dominio del cuerpo y la mente de los humanos. El poder disciplinario apunta a la conversión de los seres humanos en seres dóciles en relación con los procesos productivos (Foucault, 2002).

Entre estas dos manifestaciones de lo político/regulativo, en la vida cotidiana prevalece la dimensión disciplinaria, que suele agredir la libertad. No construye democracia, sino una forma de tiranía corporativa, directa o indirecta, anclada en el saber técnico. En los espacios que requieran regulación debe prevalecer el saber práctico y la normatividad democrática: la fuente de las reglas no puede ser determinada por la dimensión instrumental, lo ha de ser por la dimensión emancipadora (Ureña, 1978).

Se ha afirmado que las normas “congelan” el tiempo y en consecuencia el avance del conocimiento. Es necesario limitar la influencia de la regulación en el conocimiento contable, incluso excluirla de la práctica investigativa. La regulación es útil para dar armonía a las relaciones sociales es una decisión política, el conocimiento quiere conocer la realidad. Por ello, deben separarse para propiciar el desarrollo del conocimiento y dar marcos limitantes para la regulación y, por tanto, esta debe circunscribirse a permitir la convivencia, facilitar la intervención del Estado y coadyuvar a optimizar las relaciones sociales.

En relación con el eje gnoseológico, la metamorfosis será radical. Se incorporan elementos relativos a la naturaleza de la contabilidad. Durante mucho tiempo fue considerada un instrumento auxiliar de la economía, lo que supuso un retroceso. Sin embargo, la contabilidad nació antes que el dinero, para contar y controlar bienes necesarios para satisfacer necesidades humanas, contemplando variables como población, cultura, tiempo y naturaleza y, en ese sentido, se caracteriza como una ciencia social, sin establecer clausuras determinadas por el mercado y el dinero, sus rasgos de familia se encuentran en la teoría de la sociedad y sus construcciones conceptuales parten del concepto de comunidad, fundamentada en la identidad, soportada en factores como economía, territorio, cultura y población (Franco, 1998).

Algunos investigadores contables han advertido y sustentado la necesidad de superar los cercamientos del dinero en la construcción de conceptos contables, proponiendo —incluso desde perspectivas positivistas— la ampliación del objeto de conocimiento hacia elementos de la naturaleza y de la sociedad (Lopes, 1992; García, 2001). En estas condiciones, la contabilidad se concibe como un sistema de representación y/o comunicación de hechos sociales que simplifica la complejidad en el proceso de construcción de confianza, factor fundamental de convivencia y resiliencia.

Estos desplazamientos epistemológicos permiten fortalecer el conocimiento contable, en un nivel de tecnociencia (Olive, 2008). La fragmentación del saber impuesta por la modernidad determinó una segmentación entre las categorías de teoría, tecnología y ética como elementos constitutivos de jerarquías o autonomías; sin teoría no habría tecnología y la ética se consideraba un asunto independiente, subordinado al uso que los individuos dieran a la ciencia y a la tecnología.

En contraste, la metamorfosis posibilita la construcción de una estructura tecnocientífica en la que teoría, tecnología y ética se interrelacionan de manera simultánea en los procesos de conocimiento. Esta integración elimina fronteras que evitan su emergencia como las reglas de la lógica que impusieron el criterio de tercero excluido, al tiempo que el objeto de conocimiento se desplaza de los hechos financieros hacia los hechos sociales.

Estos hechos sociales se entienden como acciones o construcciones externas al individuo, que inciden en su accionar, conservando o modificando las características del entorno en aspectos vinculados con la cultura, la población, el territorio y la economía en sentido amplio, es decir, más allá de los mercados. Esta definición difiere de la planteada por Durkheim, quien en algunos aspectos reconocía a los hechos sociales elementos normativos e institucionales para orientar a los individuos en su conducta y predisponerlos a pensar y actuar de cierto modo, haciéndolos reconocerse como integrantes del grupo social (Durkheim, 2016).

Al dar cuenta de hechos sociales, la contabilidad abandona la clausura de la moneda como unidad de medida e incorpora factores de diversidad: múltiples sistemas de medición, múltiples sistemas de valoración y múltiples taxonomías para la representación de múltiples objetivos de información y múltiples entes contables. En ello consiste el desplazamiento ontológico: la evolución de sistemas cerrados hacia sistemas abiertos, del énfasis en los objetos al reconocimiento de las relaciones, en las que las propiedades sistémicas emergen mediante patrones dinámicos de interacción (Rifkin, 2022).

La estructuración de la tecnociencia contable requiere un desplazamiento metodológico. Se abandonan los frenos del método científico basado en la relación causa-efecto, la separación de sujeto/objeto, la consecuente dicotomía entre cuerpo y mente para optar por un campo de complejidad en el que prevalecen las relaciones en red, los análisis multicausales de los efectos y los multiefectos de las causas. El conocimiento conceptual y práctico se estructura en red. Igualmente, hay metamorfosis en el plano filológico, pues se superan las representaciones eminentemente cuantitativas, se diferencian claramente los instrumentos de medición y valoración, se separan de su expresión exclusiva por medio de datos y se reconstruyen en el nivel de narrativas, evolucionando de la medición a la captación y evaluación de la complejidad, de la observación a la intervención (Rifkin, 2022).

En el eje espacial, la metamorfosis permite la emergencia de sistemas integrales de información que superan el fraccionamiento y el compartimiento organizacional como objeto exclusivo de representación. Los entes contables ya no se limitan a las organizaciones o a sus partes y grupos internos, sino también a entes integrantes de la sociedad y la naturaleza, como pueden ser grupos étnicos, comunidades culturales, cuencas hidrográficas, ecosistemas, con lo que la contabilidad amplía sus horizontes. Los objetos de información se sitúan más allá de la institucionalidad, ubicándose en el ámbito de la naturaleza y la sociedad (Franco y Betancur, 2024). La clausura en organizaciones se abre a la consideración de sistemas socio ecológicos adaptativos complejos como objetos de representación (Rifkin, 2022).

En el eje temporal se configurado un encerramiento creado por conveniencia para sostener simulaciones en la información. Sin embargo, el tiempo constituye un elemento vital del conocimiento contable: puede afirmarse que fue el origen de prácticas destinadas a controlar de consumo de recursos y, al mismo tiempo, es hoy una dimensión determinante en la tecnociencia contable. Es necesario construir representaciones sobre el pasado, pero también sobre el presente y el futuro. Es indispensable incorporar la dimensión temporal, no solo en lo relativo al tiempo cuantitativo, sino también al tiempo cualitativo, así como las relaciones con el tiempo abstracto. Todo esto constituye un gran desafío.

Los males públicos representan riesgos, es decir, posibilidades de ocurrencia de hechos futuros como consecuencia de acciones u omisiones del pasado y el presente o por las dinámicas propias de la naturaleza. Esos males públicos deben ser gestionados, lo que exige evolucionar de la predicción a la anticipación y a la adaptación (Rifkin, 2022).

En consecuencia, la contabilidad debe asumir la totalidad del tiempo, sin exclusiones entre momentos en los que la información de un periodo se sacrifica en función de otro, de acuerdo con intereses estratégicos. El tiempo integral constituye el cuarto eje de la tecnociencia contable, hasta ahora ignorado en la evolución de otras tecnociencias.

¿Es la memoria, siempre y necesariamente, algo bueno, y el olvido una maldición absoluta? ¿Permite el pasado comprender mejor el presente o sirve, más a menudo, para ocultarlo? ¿Son recomendables todos los usos del pasado? (Todorov, 2002, p. 12)

Conclusiones

Este estudio no está terminado. Está estructurado y requiere nuevos espacios para abordar elementos relacionados con la taxonomía de los recursos para la prosperidad y para los males públicos. Por ahora, es importante destacar los principales elementos del camino recorrido.

La metamorfosis no emerge como una iluminación de tipo agustiniano, se parte de repensar el conocimiento contable, sus paradigmas y lenguajes que son determinantes de características funcionales de la contabilidad en la historia. Se busca reconocer cómo, a pesar de los desarrollos del positivismo y la idea de progreso, la disciplina ha sostenido históricamente compromisos éticos, manteniendo su carácter de ciencia prudencial, ligada a su reconocimiento como ciencia política.

Los elementos construidos por la contabilidad ortodoxa se someten aquí a un examen crítico que permite develar asuntos de carácter general y específico. En el plano general, se muestra cómo la contabilidad ha respondido a la idea de progreso y ha reivindicado las condiciones del interés público mediante la fragmentación cognitiva derivada de la especialización, al tiempo que ha diseñado mecanismos de control social como la productividad y la competitividad. En este proceso ha sostenido ilusiones contrarias a la realidad, con el fin de justificar intereses de mercado, como ocurre con el concepto de escasez: un concepto que en la práctica ha desaparecido ante la sobreproducción generada por los avances de la ciencia y la tecnología. Para mantener la idea de escasez, el discurso evolucionó de la satisfacción de necesidades al goce de deseos.

El ejercicio crítico que se llevó a cabo permitió identificar obstáculos en los planos político/regulativo, gnoseológico, espacial y temporal en aspectos epistemológico, lógico, metodológico y comunicacional constituidos como infranqueables para la evolución del conocimiento contable mediante el cambio.

Por estas circunstancias se hace necesario abrir caminos a la metamorfosis del conocimiento contable, una transformación que requiere de la reinvención para integrar y profundizar las grietas, eliminar anomalías, enigmas y obstáculos identificados y quizás otros no manifiestos. Este proceso se inicia con la incorporación del concepto de totalidad que permite el conocimiento pleno de los hechos y fenómenos sociales, incluidas las externalidades tradicionales y la implementación de desplazamientos epistemológicos, lógicos, metodológicos y filológicos que definen a la contabilidad como un conocimiento social autónomo capaz de dar cuenta de diversos objetivos y diversos entes contables.

En estas condiciones, la contabilidad puede asumir la construcción de representaciones que incorporan factores naturales, económicos, políticos y sociales relativos a la economía más allá del mercado, la población, la cultura y el territorio. De esta manera podría conectar los recursos para la prosperidad con los males públicos, pues juntos constituyen la realidad y permiten conocer la verdad como palanca de construcción de conciencia que puede determinar estrategias de gestión de esos males y producir unos informes de transición de recursos para la prosperidad a males públicos y viceversa. En otras palabras, la representación real de la realidad. El camino señalado por la metamorfosis de la contabilidad incorpora la potencia de anular las plagas que amenazan la estructura de su pensamiento (Franco, 2009).

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Notas

* Artículo de reflexión.

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: investigar1@gmail.com

Información adicional

Cómo citar: Franco Ruiz, R. (2025). Metamorfosis del pensamiento en contabilidad Cuadernos de Contabilidad, 26. https://doi.org/10.11144/Javeriana.cc26.mpec

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