Vivienda social: programa, familias y nuevos modos de habitar. Aportes desde la complejidad del proyecto*

Social Housing: Program, Families and New Ways of Living. Contributions from the Complexity of the Project

Habitação social: programa, famílias e novos modos de habitar. Contribuições desde a complexidade do projeto

Diego Fiscarelli

Vivienda social: programa, familias y nuevos modos de habitar. Aportes desde la complejidad del proyecto*

Cuadernos de Vivienda y Urbanismo, vol. 15, 2022

Pontificia Universidad Javeriana

Diego Fiscarelli a

Universidad Nacional de La Plata, Argentina


Recibido: 07 marzo 2020

Aceptado: 27 enero 2021

Publicado: 20 septiembre 2022

Resumen: Este trabajo problematiza nociones e instrumentos de la praxis proyectual de las operatorias recientes de construcción de vivienda social en Argentina. Se hipotetiza que existe una relación directa entre el alcance del programa arquitectónico y la capacidad funcional de los modelos habitacionales para asimilar las transformaciones sociales recientes en materia de dinámicas del habitar. ¿Cómo han entrado en crisis los patrones tradicionales para caracterizar a los destinatarios, y qué dimensiones debería interpelar desde las significaciones imaginarias, la construcción programática de la vivienda social en la actualidad?

Desde los recientes avances en relación con un campo epistemológico específico para la producción de conocimiento disciplinar —el Programa Complejo para la Investigación Proyectual— y articulando voces especializadas en familias, cambios sistémicos y nuevos modos de habitar, se propone una discusión bibliográfica orientada a identificar los parámetros aún vigentes que determinan límites en la relación programa-proyecto.

Palabras clave:vivienda social, arquitectura, familia, sociedad contemporánea.

Abstract: This work problematizes notions and instruments of the project praxis of the recent operations of construction of social housing in Argentina. It is hypothesized that there is a direct relationship between the scope of the architectural program and the functional capacity of housing models to assimilate recent social transformations in the dynamics of living. How have traditional patterns entered into crisis to characterize the recipients, and what dimensions should the programmatic construction of social housing today question from imaginary meanings?

From the recent advances in relation to a specific epistemological field for the production of disciplinary knowledge —the Complex Program for Project Research— and articulating specialized voices in families, systemic changes and new ways of living, a bibliographic discussion is proposed aimed at identifying the parameters still in force that determine limits in the program-project relationship.

Keywords: social housing, architecture, family, contemporary society.

Resumo: Este trabalho problematiza noções e instrumentos da práxis projetual das recentes operatórias de construção de habitação social na Argentina. Hipotetiza-se que há uma relação direta entre a abrangência do programa arquitetônico e a capacidade funcional dos modelos habitacionais de assimilar as transformações sociais recentes em matéria de dinâmicas do habitar. Como os padrões tradicionais entraram em crise para caracterizar os destinatários, e quais dimensões questionar desde as significações imaginárias, a construção programática da habitação social na atualidade?

Desde os recentes avanços em relação a um campo epistemológico específico para a produção de conhecimento disciplinar —o Programa Complexo de Pesquisa Projetual— e articulando vozes especializadas em famílias, mudanças sistémicas e novos modos de habitar, propõe-se uma discussão bibliográfica visando identificar os parâmetros ainda em vigor que determinam limites na relação programa-projeto.

Palavras-chave: habitação social, arquitetura, família, sociedade contemporânea.

Introducción

Como arquitectos gozamos con la idea de nuevos modos de residencia, pero cuando los realizamos pensamos en estos hipotéticos modos como constituyendo algún tipo de ruptura radical con todas las formas preexistentes de habitar

Frampton, K

A pesar de la disponibilidad de un significativo cúmulo de experiencias proyectuales, que constituyen un corpus de conocimientos útiles para la formulación de programas funcionales con apertura hacia diversas modalidades de organizaciones convivientes, se verifica que la concepción tipológica de la vivienda social en Argentina remite a soluciones habitacionales de superficie mínima, destinadas exclusivamente al alojamiento y con escasa o nula capacidad para asimilar actividades vitales no prefiguradas. Lo que este trabajo pretende exponer remite a que la persistente conceptualización, diseño y construcción de la vivienda de producción estatal como un objeto arquitectónico rígido, definitivo y tipificado, cuyos ámbitos se organizan a partir de actividades únicas y específicas, constituye cada vez más un evidente equívoco frente a la diversidad y variabilidad de requerimientos que surgen durante el lapso de la vida útil de la vivienda como consecuencia de la dinámica natural de los grupos de convivencia y sus modos de habitar, en un marco de transformaciones globales continuas y aceleradas. En términos conceptuales, la aparente contradicción entre vivienda estática —condicionada en su capacidad de modificación física y/o de uso— y requerimientos humanos variables señala la necesidad de producir, desde el proyecto, un margen de compatibilidad entre ambos polos de esta tensión. Aún desde el proyecto urbanístico, la rigidez y permanencia propias de la concepción tradicional de la ciudad y de sus parámetros asociados —control, crecimiento, estabilidad— han cedido ante la indeterminación y mutabilidad de las ciudades contemporáneas, permeables en mayor medida a incorporar mecanismos abiertos con capacidad de evolución, transformación y adaptación.

El nuevo contexto producido por los avances en el ámbito de las comunicaciones, los desarrollos tecnológicos y los cambios sociales, ha repercutido significativamente en los modos de habitar, incidiendo en los modos y criterios de conformación de la vivienda. Por una parte, puertas adentro, en cuanto a la necesidad de nuevos espacios y en las nuevas formas de definición y materialización de los mismos; por otra parte, puertas afuera, en cuanto al rol y a su articulación con el resto de los componentes del tejido urbano. (Fisch et al., 2014, p. 151)

Por su parte, las investigaciones recientes de voces calificadas del área de las ciencias del territorio como Cravino (2008) y Del Río (2015) coinciden en señalar que, en el marco de las recientes políticas habitacionales de vivienda1, las operatorias de construcción masiva acarrean un saldo deudor respecto del abordaje cualitativo que involucra al proyecto arquitectónico como especificidad de la disciplina. El proceder generalizado expone un accionar que

[…] parece no haber podido internalizar otra modalidad de concepción de vivienda2 que la de un número determinado de dormitorios agrupados en torno a un núcleo sanitario y cocina. No se ha podido internalizar otra modalidad alternativa para concebir la variable tiempo en el proceso de consolidación del habitar, a pesar de las adaptaciones que realizan los usuarios. (Del Río, 2012, p. 145)

Como en otros países del Cono Sur americano, los promotores estatales replican una serie de prototipos que aún no han reconocido, como parámetros de la habitabilidad, los aspectos que desde abordajes próximos a la complejidad (Morín, 1998), la disciplina arquitectónica y urbanística articula desde la noción de proyecto como programa complejo (Sarquis, 2007). Entre otros factores que quedan excluidos como condición de partida encontramos las transformaciones estructurales y de tamaño que se suceden durante el ciclo vital familiar (Torrado, 2003), las cuales, tensionando la configuración físico-espacial de las unidades, exponen adecuaciones funcionales, constructivas y dimensionales de carácter espontáneo3.

En el marco de estas observaciones, este trabajo retoma las hipótesis del proyecto de investigación LATEC FAU-UNLP Estrategias para un abordaje del hábitat urbano desde la complejidad del proyecto: territorio/región, ciudad/vivienda, tecnología/resolución constructiva4, en tanto las soluciones habitacionales en territorio nacional, no encuentran con el tradicional programa de necesidades5 eficientes canales para interpretar y traducir al espacio de la vivienda, ni las nuevas demandas del habitar en la actualidad.

Marco teórico

Haciendo foco en los instrumentos de la disciplina, la investigación proyectual6 resulta una matriz epistemológica válida para abordar el problema planteado, en los términos que demanda una investigación en arquitectura. Desde su posicionamiento en el campo específico de la producción de conocimiento útil a los fines disciplinares, expone la noción de programa complejo como alternativa para interpelar la vigencia de los instrumentos que conducen a miradas reduccionistas respecto de la concepción proyectual de la vivienda social. El Dr. Arq. Sarquis define al programa complejo como aquel que atiende al conjunto articulado de elementos objetivos —también llamados determinados y subjetivos o sensibles, e incorpora en su estructura los aspectos formales, espaciales, las inquietudes tectónicas, además de los programas de actividades. Este concepto (figura 1) recupera los tres polos vitruvianos —utilitas, firmitas . venustas—, interpelados dese los conceptos de real, imaginario . simbólico de Jacques Lacan.

En los tres aspectos del Programa Complejo se trabaja tanto en sus dimensiones manifiestas o explícitas acerca de la historia del trío vitruviano, sus datos objetivos, su vigencia actual, etc., así como su dimensión imaginaria y las significaciones que con ella se aporta:

Dimensiones vitruvianas del programa complejo
Figura 1.
Dimensiones vitruvianas del programa complejo


Nota: elaboración propia con base en Sarquis (2007)

En el sentido anterior, la propuesta de Sarquis interpela desde la complejidad la concepción tradicional y en cierta medida reduccionista del programa de necesidades, no solo habilitando una multiplicidad de actividades, sino ofreciendo una matriz o plataforma teórica7 disciplinar que facilita los entrelazamientos del programa de usos, en lo que refiere tectónico-material y de forma-espacial. Pero el aporte fundamental consiste en que la diversificación programática propuesta se ve interrogada por las expresiones imaginarias, individuales y colectivas, tanto de los usuarios como de los proyectistas, a las cuales se denomina como significaciones (Sarquis, 2005).

Para explicar el concepto significaciones sociales imaginarias recurriremos a Esther Díaz:

El imaginario social interactúa con las individualidades. Se constituye a partir de las coincidencias valorativas de las personas. Pero también de las resistencias. Se manifiesta en dos dimensiones: lo simbólico —lenguaje y valores—, y en el accionar concreto entre las personas —|prácticas sociales. Cuando el imaginario se libera de las individualidades, cobra forma propia. Y por una especie de astucia del dispositivo se convierte en un proceso sin sujeto. Tiene una dinámica propia. Se instala en las distintas instituciones que componen la sociedad. (Díaz, 1985, p. 24)

En relación con ello, Savransky (2005) aporta:

[…] la problemática de imaginario remite a dos tipos de investigación diferenciados. El que se refiere al sitio y coincide con el modo de ser efectivo, con lo que el usuario ya es (sea de su satisfacción o no), y el que se refiere a lo que el usuario quiere, desea o puede llegar a ser, es decir, al terreno de lo posible, cuya satisfacción está en manos del proyectista. Ambos constituyen un marco significativo para el proyecto. (p. 105)

A partir de estas nociones teóricas, la investigación proyectual reconstruye el campo de lo subjetivo como elemento central en la interdependencia de los aspectos que registran los programas arquitectónicos. Como consecuencia de ello podemos señalar:

Si asumimos que la vivienda social como proyecto debe dar respuesta a un usuario que se presenta como incognoscible en su individualidad, cuestión que en sí misma representa una gran complejidad para la disciplina, ¿cómo asimilar entonces esta constelación de variables determinadas e indeterminadas, renunciando a simplificaciones operativas? Respecto de esto, Sarquis expone:

La necesidad de complejizar los programas y superar la idea banal de que el usuario puede estar representado y cumplimentar con sus exigencias con el tan difundido programa de necesidades, realizado desde el propio saber disciplinar; cuando en realidad, se repiten fórmulas estereotipadas y abstractas, que nada dicen del usuario real. En tal sentido, es un conocimiento para el saber disciplinar la necesidad de incorporar a la disciplina las ciencias humanas [citadas], para la construcción de los programas y operar en la dimensión latente o de los imaginarios. (Sarquis, 2007, p. 194).

Ahora bien, asignando al programa arquitectónico el rol de instrumento eje de la praxis arquitectónica en el marco de la construcción masiva de viviendas, y con la intención de desplazar el tradicional anclaje de “vivienda tipo” para una “familia tipo”, ¿cuáles son las constantes en distribuciones funcionales típicas, que en relación con el programa de necesidades configuran los cuadros más restrictivos en torno de los imaginarios sobre los destinatarios? ¿Qué variables, en relación con las nuevas dinámicas del habitar, deberían interpelar, desde las significaciones sociales, una construcción programática compleja para la vivienda social en la actualidad?

Metodología

En términos metodológicos, se propone una investigación exploratoria que, haciendo foco en los instrumentos de la disciplina, se configura posteriormente como propositiva. Comprende tres fases:

a. Discusión bibliográfica

Se plantea un desarrollo teórico sobre cómo han variado en los últimos años los modelos de organización familiar, las dinámicas personales y los acuerdos vinculares. Con el objeto de identificar las dimensiones que registran estos procesos, e interpelar las vacancias programáticas de la vivienda social, se convoca a la literatura específica de tres investigadoras del campo de la sociología —Dras. Wainerman, Verbauwede y Jelin—, en diálogo con otros reconocidos académicos del campo de las ciencias sociales.

b. Identificación de las variables de análisis

Retomando en términos metodológicos la organización de la investigación, según niveles de integración (Samaja, 1993), se procede a identificar las variables como nivel de anclaje. Las mismas referirán a transformaciones vinculadas con familias, dinámicas del habitar y modalidades de relación alternativas.

c. Construcción de los indicadores

Como parte del nivel sub-unitario, se interpelarán las organizaciones funcionales típicas y su distribución espacial9 desde los indicadores asociados con los cambios en las prácticas sociales del habitar en la actualidad.

Desarrollo

Desde los años ochenta, las transformaciones sociales, económicas y, fundamentalmente, culturales, promovieron la necesidad de discutir el programa de la vivienda con relación a los nuevos modos de vida, esfuerzo que se extiende hasta el día de hoy. Retomando datos de los últimos registros censales en Argentina, algunos de los parámetros que han entrado en significativa mutación se corresponden con la prolongación de la expectativa de vida, la diversificación de las estructuras familiares, cada vez más reducidas en número de integrantes, y un relativo descenso de la natalidad. Pero existen otros aspectos que transcurren en paralelo con el vertiginoso discurrir de una fase tecnológica del capitalismo post-industrial global, cada vez más depredador: el incremento de las personas que optan por vivir en soledad o en comunidad, el gradual atraso de los jóvenes que pueden independizarse y abandonar la casa de sus progenitores, el incremento de la edad promedio en la que se concreta la unión por matrimonio y la disminución del lapso etario dedicado a la reproducción (Mazzeo y Bocchicchio, 2019). En particular, algunos habilitan directamente consideraciones de orden arquitectónico en la tarea por proyectar la vivienda para los nuevos modos de vida. Para colaborar con el abordaje de este desafío, podríamos comenzar por señalar que el comportamiento individual y propio de cada uno de los miembros de las unidades domésticas presenta en la actualidad ciertas diferencias respecto del patrón tradicional.

A diferencia del periodo que abarca los primeros años del siglo XX hasta su segunda mitad, en el que las formas diferenciales de asociación familiar surgían de las nuevas realidades sociales y económicas, en la actualidad —primeros años del siglo XXI—, los modos alternativos de convivencia parecen surgir además de una creciente libertad para decidir voluntariamente cómo se quiere vivir, en un contexto de relaciones de independencia entre mujeres y varones, nuevas tecnologías reproductivas, aceptación de la sexualidad por fuera del matrimonio, de la menor adhesión a redes de apoyo basadas en el parentesco y en la comunidad en beneficio de las basadas en la elección personal.

La vivienda no es una unidad funcional y estanca dentro de un sistema colectivo, sino un espacio para la experiencia de nuestra singularidad. Es preciso idear espacios habitables que incorporen nuevos ámbitos de intimidad para el individuo, así como maneras de agrupación más permeables o ambiguas. (Fisch et al., 2014, p. 25)

En este sentido, la arquitectura, y fundamentalmente el urbanismo, no se han mantenido al margen de esta serie de transformaciones. Los sociólogos de la Escuela de Chicago10 ya afirmaban que los patrones tradicionales de vida habían quedado destruidos por el impacto de la ciudad moderna11.

Posicionando estos elementos en torno a la vivienda contemporánea, cierta lógica prefigurada en el oficio del arquitecto encuentra dificultades para trascender el modelo de familia tradicional, pues no desarrolla herramientas para descifrar los códigos de la organización posmoderna. Tal vez el punto de partida radique en comprender que la unidad doméstica no es un conjunto indiferenciado de individuos, sino:

[…] una organización social, un microcosmos de relaciones de producción, de reproducción y distribución, con una estructura de poder y con fuertes componentes ideológicos y afectivos que cementan esta organización y ayudan a su persistencia y distribución. [No obstante …] Dentro de ella también se ubican las bases estructurales del conflicto y la lucha, ya que al tiempo que existen tareas e intereses colectivos o grupales, los miembros tienen deseos e intereses propios, anclados en la propia ubicación dentro de la estructura social. (Jelin, 2006, p. 27)

La Dra. Jelin señala que el proceso de autonomía personal que inicialmente fuera patrimonio de los hijos —adultos, jóvenes, adolescentes— por liberarse del poder del padre, se ha extendido a la relación de géneros, dando lugar a la acentuación de los procesos de individuación, los cuales caracterizan las transformaciones sociales y económicas de la cultura occidental en los últimos tiempos, y en última instancia ponen en crisis un cierto carácter generalizador y reduccionista respecto de modalidades habitacionales masivas.

En diálogo con estas afirmaciones, el Dr. Alejandro Scherzer concuerda con la descripción de aspectos que atomizan los deseos particulares de los miembros de las unidades domésticas, definiéndolos como “fuerzas hasta ayer consagradas a la procreación que se liberan en pos de una inaplazable autorrealización personal” (Scherzer, 1994, p. 51). El mismo autor aporta su visión de la institución de la familia en el marco de algunos debates actuales, y precisa:

No es posible entender la familia actual sino como un grupo humano de tamaño reducido, estructura frágil y vínculos transitorios. Se trata de una institución que poco se parece ya a aquellas otras que se regían por la lógica de la razón doméstica; una institución de la que nuestros contemporáneos comienzan a prescindir durante periodos cada vez más largos de sus vidas. No es extraño que el ciclo vital incluya ahora etapas enteras a lo largo de las cuales se evita incurrir en el compromiso de las relaciones familiares. (p. 52)

Por su parte, y respecto de estos procesos, la Dra. Viviana Verbauwede señala que existe una nueva complejidad en la familia, y que se ha ido desplegando un abanico de variantes y sutiles diferenciaciones de formas de convivencia que no tienen cabida en las categorías usuales de asociación —uniones de hecho, solteros con pareja estable, parejas homosexuales, familias monoparentales, parejas sin convivencia, nuevas formas de paternidad y maternidad ofrecidas por la tecnología, entre otras. Verbauwede, a partir de Elizabeth Beck-Gersheim (2003), describe cómo afecta el impulso de la individualización de los últimos decenios a la familia, el matrimonio o la paternidad, anticipando que tras el fin de la familia lo que viene es una single-society. Atento a estas cuestiones, el Dr. Jorge Brodsky plantea:

En nuestro propio país, el crecimiento de los llamados hogares unipersonales no ha cesado de aumentar. En 2001, 1.100.000 individuos daban forma a este tipo de hogares en la Argentina, pero desde entonces el incremento fue superior al 50 %. En 2003, había cerca de 1.700.000 individuos que vivían solos —el 17 % del total de los hogares del país—, una cifra que llegaba al 7 % en 1960 y al 10 % en 1980. Según las proyecciones hechas en ese momento, la gente que vive por las suyas debió haber llegado al 22 % de los hogares totales en la Argentina en 2010. (Brodsky, 2011, p. 85)

Por su parte, la Dra. Catalina Wainerman contextualiza los datos anteriores y expone que:

En 1980, la población residente en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) vivían cerca de 2.750.000 hogares particulares. La mayoría absoluta de estos arreglos residenciales —casi 90 %— eran “familias”, es decir sus miembros estaban vinculados por lazos de parentesco. El resto eran unidades domésticas “no familiares”, formadas por personas viviendo solas —unipersonales— o por personas no emparentadas que compartían la misma vivienda —amigos, compañeros de trabajo, u otros. Los hogares unipersonales representaban el 10,3 % del total de hogares mientras que los segundos, denominados “multipersonales”, no alcanzaban ni el 1 %. Hacia el año 2001, con una mayor población, los hogares particulares, familiares y no familiares, habían crecido hasta cerca de 3.600.000 y, debido al aumento de los hogares unipersonales (15,9 %), el total de hogares familiares perdió algo de su peso relativo (83,3 %). (Wainerman, 2003, p. 90)

Para Jelin (2006), estas perspectivas en el curso de vida individual responden a dos cambios básicos que se han manifestado en la sociedad argentina en los últimos años, en relación a las tendencias de fecundidad y mortalidad: un aumento considerable de la expectativa de vida y la disminución del lapso etario dedicado a la reproducción. Al respecto, la autora expresa que:

Ambas modificaciones implican que hay muchos años más de vida adulta para ser dedicados a otras cosas. Al mismo tiempo que la edad de la primera unión marital no está cambiando de manera significativa, lo que sucede es que el número de años de duración potencial del matrimonio aumenta notoriamente. Si en épocas de alta mortalidad, la viudez era la manera más común de quebrar el vínculo matrimonial, participamos ahora de una expectativa de 50 a 60 años, lo cual conlleva el aumento de la probabilidad de que el matrimonio acabe en divorcio o separación. (p. 86)

Tal como ha quedado expuesto, no solo se han reestructurado las responsabilidades en términos colectivos, sino que se han relativizado los lazos, situación que se vislumbra en las búsquedas individuales manifiestas en los hábitos cotidianos, como usos y horarios diferenciados entre miembros de una misma unidad doméstica. Podemos afirmar entonces que, en la actualidad, la relación cotidiana entre los miembros de la familia y su “hogar” es variable, ya que, si bien el vínculo como grupo sigue siendo el punto de referencia, cambia el tipo de actividades compartidas, su frecuencia y los grados de autonomía personal en las tareas de automantenimiento.

Si bien en la mayoría de los casos y para la mayoría de las actividades se da una permanencia considerable del grupo social que comparte la domesticidad, y una coincidencia significativa de este grupo y el grupo conviviente, las situaciones ambiguas y los límites borrosos son mucho más frecuentes de lo que habitualmente se reconoce. (Jelin, 2006, p. 57)

Esto quiere decir que no todos los miembros comparten las actividades en torno al hogar con la misma asiduidad. En el marco de prácticas cotidianas habituales de las clases medias actuales, aparecen desde quienes comen en sus lugares de trabajo hasta los jóvenes que, aunque viven solos, delegan tareas del trabajo doméstico —llevar ropa sucia a la casa materna para su lavado, comer allí, llevarse comida preparada. Aquí “las responsabilidades de los vínculos de parentesco aún no han desaparecido. Estas siguen acompañando y co-determinando las oportunidades y el campo de elección personal, aun cuando posiblemente sean más laxas y difusas, y haya más opciones para cumplir con ellas” (Jelin, 2006, p. 71).

Sin embargo, en términos de relaciones intergeneracionales entre padres e hijos adolescentes y jóvenes, la dinámica contemporánea presenta particularidades en los sectores de menores recursos económicos:

[…] en las clases populares, la existencia de oportunidades para el trabajo asalariado —ligado inclusive a la migración rural-urbana— es una fuente de autonomía importante, aunque a menudo, especialmente con las migrantes mujeres, los lazos de responsabilidad hacia la familia de origen son fuertes y la subordinación en el empleo doméstico urbano tiende a ser muy alta. (Jelin, 2006, p. 28)

Confrontando esta situación, el carácter determinista de los esquemas organizativos, sumado a la reducción de las superficies al mínimo, atenta directamente contra la posibilidad de apropiación y adaptación de los ámbitos de la vivienda a demandas particularizadas cuando trascienden lo establecido como norma12.

Tomando por caso la forma con que se producen las interacciones e informaciones no deseadas entre los miembros de las unidades domésticas, en el caso de la vivienda social, esto remite a garantizar categorías de privacidad (Harrison, 1979); no obstante, ni siquiera la noción de privacidad se consolida como un cuadro estable del habitar en la actualidad, cuando se cruza con la dimensión temporal, y a lo largo del ciclo vital familiar13 cambian las demandas, capacidades, experiencias, deseos y sentimientos y, por consiguiente, la búsqueda de su verdadero sentido.

El niño nace sin [el sentido de privacidad], pero a temprana edad lo adquiere en forma espontánea, normalizándose luego con respecto a los patrones sociales. El adulto se integra y depende en gran parte del orden social, y es capaz de controlar su conducta. El anciano se desprende de la responsabilidad social, ya que su condición física y sus necesidades de privacidad decrecen, aumentando el deseo de interactuar para compartir sus experiencias. (p. 45)

Podemos ver entonces como el sentido de la privacidad de cada uno de los miembros de la unidad doméstica toma diferentes expresiones, según la evolución etaria de los integrantes. En el contexto de cada grupo conviviente, las interacciones adoptan diferentes facetas en el tiempo, dadas por los ciclos diarios, semanales y anuales, y en función de ello cambia la organización y uso de los ámbitos de la vivienda. En el caso de los prototipos de producción estatal, todavía persiste la intención de controlar la privacidad por reglas, a partir de una interpretación de las costumbres y de la programación del tiempo. Esto conlleva que un ficcional ciclo diario de uso de las habitaciones construya cánones ciertamente restrictivos: por ejemplo, el dormitorio de los padres puede tener un uso comunitario durante el día, pero al caer la noche se transforma en el lugar privado de la pareja. Incluso el baño, en momentos de gran demanda, podría interpelar los gradientes de privacidad. Lo que podemos reconocer, desde la óptica del proyecto, es la importancia de que la vivienda social aún asigna a las interacciones entre miembros de las unidades familiares en torno de las comidas, lo que redunda en que el comedor lleve el carácter de máxima comunidad. En síntesis: “No solo el individuo progresa a través del ciclo vital, sino la sociedad a través del tiempo, y los patrones de privacidad pueden entrar en conflicto con nuevas formas de vida, modos y tecnologías” (Harrison, 1979, p. 34).

Al igual que la privacidad, como variable intrínseca de los modos de habitar, el concepto en jaque de familia normal ofrece sus últimos estertores. La actualidad nos invita a reconocer que aquello que antes era visto como “desviación de una norma”, se está aceptando y comprendiendo como algo “normal”. Como consecuencia, las normas y las expectativas sociales están cambiando, así como los criterios para la definición social de lo normal y lo desviado, o de lo aceptable o inaceptable socialmente.

Abandonos y divorcios que casi siempre implican hogares sin padre, convivencia con otras generaciones, o vuelta al hogar paterno, niños cuidados por otros parientes y no por sus padres, segundas y terceras uniones que constituyen familias ensambladas, muertes, migraciones, todos estos —y muchos otros— difícilmente puedan seguir siendo considerados como accidentes en un curso normal. (Jelin, 2006, p. 69)

La Dra. Viviana Verbauwede apunta sobre estos conceptos útiles para confrontar el tradicional programa de la vivienda:

Sobre el criterio de normalidad familiar prevalece el concepto de familia nuclear con roles fijos; en la imagen del “deber ser”, la familia debe ser de una determinada manera. [Y basada en Alberti et al. (2001) plantea] … en esto se funda su imperio, en la perspectiva de concebirse a sí mismo como la razón y de considerar a lo extraño como lo sin razón.

De acuerdo a lo expuesto, es importante señalar que el cambio social no se produce en dirección a abandonar los lazos familiares como criterio de convivencia, sino a partir de una frecuencia mayor de mudanzas y cambios en la composición y estructura del grupo familiar: “Lo que está ocurriendo es un cambio importante en la estabilidad temporal de la composición del hogar” (Jelin, 2006, p. 9). En el marco del contexto reciente, en el que la realidad actual incluye mucho más variabilidad, imprevisibilidad y por sobre todo temporalidades más cortas, aún la noción de ciclo vital familiar (Torrado, 2003), que se expone a partir de transiciones previsibles y duraciones largas de cada etapa —infancia y adolescencia en familia nuclear completa con papá, mamá y hermanos, matrimonio y hogar de pareja sola hasta el nacimiento de los hijos, familia nuclear completa hasta que los hijos se casan, luego pareja sola (“nido vacío”), viudez y muerte—, se presenta de algún modo como un modelo idealizado. La Dra. Jelin interpela la definición de Torrado y plantea:

[…] más que seguir hablando de ciclo de vida —que implica previsibilidad, etapas claras, repetición caso a caso— el curso —más que el ciclo— de vida implica numerosas transiciones de una a otra situación, casi siempre en familia. Si la estabilidad de los matrimonios, la autonomía de los hijos y la mayor movilidad geográfica de la población conllevan más a menudo el cambio de hogar y de grupo conviviente, esto no ocurre a costa de vínculos familiares, que siguen ligados a la cercanía y contención afectiva, al cuidado de los que necesitan protección, a la sexualidad y a la procreación. (Jelin, 2006, p. 96)

Asimismo, Torrado aporta precisiones, tomando como caso a los sectores de menores recursos económicos:

En los sectores populares, el propio ciclo de vida se ha vuelto flexible: entre los jóvenes, por la prolongación de una adolescencia vivida como cultura de lo aleatorio, como imposibilidad de trazar un proyecto de vida; entre los adultos, por las vicisitudes de una vida profesional más dura e inestable; entre los mayores, por una vida post-profesional careciente que suele extenderse desde una salida prematura del empleo hasta los límites, en continuo retroceso, de la muerte. (Torrado, 2003, p. 63)

Dimensiones, variables e indicadores a partir de la discusión bibliográfica
Figura 2.
Dimensiones, variables e indicadores a partir de la discusión bibliográfica


Nota: elaboración propia

Por su parte, Verbauwede analiza lo expuesto por la psiquiatra Silvia de Riso (2001) para expresar que los medios de comunicación —especialmente la televisión— operan sobre la familia sustituyéndola con amplia fuerza en la transmisión de normas, costumbres, símbolos, códigos y valores, así como en la inducción directa o indirecta de conductas o fenómenos colectivos, cuya multicausalidad excede la responsabilidad adjudicable a los mismos. En la actualidad, plantea la autora, tanto para la pareja como para los hijos, la familia opera más que como principio de estabilidad relacional, como un “sistema precario de intercambios, a la vez provisorio y amenazado, que conduce a hablar de ‘familia insegura’, siendo acompañada esta fragilidad por el deterioro de las redes de sociabilidad popular”. Es así como esta frágil y relativamente inestable estructura organizativa que identificamos como familia, que multiplica sus posibilidades combinatorias —nuclear, ampliada, ensamblada, de jóvenes viviendo juntos, o de ancianos convivientes, entre otros— reclama a la arquitectura de la vivienda social la necesidad de reinventar(se) en pos de una actualización y problematización ante las nuevas demandas.

Resultados y discusión

Se propuso identificar las dimensiones, variables e indicadores a las que debería atender el programa de vivienda social como instrumento disciplinar, mediando las significaciones sociales imaginarias. Por lo expuesto en la discusión bibliográfica, y a partir de los autores señalados como recorte, las interrelaciones entre programa y transdisciplina resultan fundamentales desde el paradigma de la complejidad, pudiendo sintetizarse en el cuadro de la figura 2.

Todas las dimensiones identificadas encuentran al factor tiempo como variable principal, tanto en los procesos de realización personal como en los de construcción de los vínculos relacionales. A partir de este panorama, las necesidades que constituyen el programa no pueden determinarse a partir de caracteres absolutos sino, muy por el contrario, desde demandas específicas y situadas. En materia de vivienda, el contexto interactúa con una cultura del habitar que, en principio, ofrece rasgos estableces para una caracterización, pero que también se presenta tensionada por el factor tiempo.

Recuperando el análisis que las oficinas técnicas estatales producen respecto de la vivienda social, y en particular, ponderando el programa como instrumento, podemos afirmar que la construcción de las significaciones sociales imaginarias respecto de los destinatarios queda oculta por una universalización autorreferencial (Wainerman, 2003). Desde una óptica disciplinar, la Dra. Arq. Anahí Ballent lo plantea en estos términos:

La emergencia de nuevas formas de organización familiar, juntos con cambios importantes en la tecnología hogareña, parecen estar modificando las demandas y representaciones sobre las formas de habitar en un proceso cuyas tendencias aún no están definidas, aunque pueda afirmarse que se distancia velozmente del universo construido en relación con la idea de la casa para todos. (Ballent, 2005, p. 45)

En este sentido, la praxis proyectual de modelación de configuraciones habitacionales típicas encontraría límites al verse interpelada por cada una de las variables y sus indicadores.

a. Privacidad y sus categorías

En referencia a la tradicional configuración de dormitorios para padres e hijos empaquetados en proximidad, que resultan de utilidad cuando la niñez de los hijos, pero incómodos en las adolescencias; además, no se consideran los dormitorios como ámbitos polivalentes para el desarrollo de las horas de la intimidad. Serían vitales en ese sentido los accesos independientes acordes con los nuevos acuerdos intergeneracionales, e incluso que se abandonaran las jerarquías dimensionales entre dormitorios para padres y para hijos. No obstante, en el marco de las series tipológicas, la diversidad de unidades solo remite a la cantidad de dormitorios.

b. Dinámicas de cohabitación

Como parte de la reasignación de tareas en el hogar, las cocinas cerradas restringen la visibilización de las labores productivas y reproductivas que recaen sobre las mujeres. Las formulaciones tipificadas a partir de programas de uso consideran solo el alojamiento como función principal y no habilitan las tareas laborales en el hogar, además de las educativas, de asistencia y cuidado, y sus consecuentes ámbitos.

c. Construcción de lo colectivo

Entran en crisis los planteos que insistan en posicionar el anclaje en una familia modélica —usualmente de cuatro integrantes—, y que no acepten otras organizaciones de miembros en convivencia eventual que demanden alojamiento. Las organizaciones distributivas aún remiten a cuadros estables asociados con sectores “sociales” y “privados”. El área de comedor —o estar, en los casos más favorables— encarna estos valores representacionales —y, por ende, la escasa utilidad concreta— de las organizaciones que comparten inevitablemente los horarios de comida y reunión.

Del mismo modo, los programas demandan ámbitos para actividades lúdicas, de gimnasia, pasatiempos, etc. Los mismos convocan a una posible personalización, en términos de construcción de las características formadoras de identidad.

d. Reconocimiento del ciclo vital familiar

Referido a formulaciones que no reconozcan las particularidades de cada grupo etario, tensionadas por las transformaciones que determina el tiempo. Las áreas asignadas a las individualidades deben considerar márgenes para transicionar sin traumatismos: por ejemplo, considerando que los adolescentes desarrollan actividades múltiples en sus dormitorios, e incluso comparten espacio con sus relaciones de vínculo afectivo.

Por otro lado, la accesibilidad sin barreras debería ser una constante programática, en los términos que reclaman las viviendas que resulten sensibles con los cambios del ciclo vital familiar.

Delimitada la incumbencia de la temática en el campo disciplinar, atravesando las dimensiones que la investigación proyectual establece para la formulación de un programa complejo, y analizados sus rasgos diferentes en relación con la vivienda social, este trabajo propuso una discusión con el objeto de producir aportes de conocimientos generalizables. Los indicadores señalados se constituyen en elementos alternativos para interpelar el alcance de los programas de necesidades:

Desde la vivienda colectiva de la modernidad, la figura del usuario emerge del programa que lo representa y cuya redacción es absolutamente elemental por parte de los arquitectos. […] El programa se presenta a sí mismo como producto de una construcción que realizan los arquitectos, la mayoría de las veces sin la consulta a los especialistas en el tema, especialmente de las ciencias humanas y sociales. (Sarquis, 2007, p. 85)

Se espera que los resultados de este estudio sean útiles para ajustar los parámetros que definen el aspecto cualitativo de la producción habitacional, y que puedan constituirse como un insumo para la elaboración de proyectos que articulen criterios de diseño y resolución constructiva, en pos de alcanzar estándares mínimos de adaptabilidad (Bertuzzi, 2007). Es decir, se busca que se multipliquen las posibilidades de adecuación física y de uso de las unidades de vivienda a lo largo de las diversas fases que expone el ciclo vital familiar.

Si bien se comprende que, desde el Estado, el proyecto de una vivienda no solo debe contemplar los aspectos más próximos a la temática, sino también un amplio número de factores entre los que se articulan aspectos económicos y urbanísticos relacionados con políticas de tierra y disponibilidad de suelo urbano, entre otros, también es cierto que la evolución del hábitat propio es una característica intrínseca a la especie humana: como primera instancia de relación con el ambiente, la vivienda es el medio donde el hombre expone la construcción de un modo particular de habitar, constituyendo un proceso dinámico que se agudiza en el tiempo con los avances tecnológicos y las transformaciones globales que las sociedades manifiestan en sus comportamientos urbanos.

En este sentido el programa, como instrumento de proyecto y como condición de partida, es el encargado de formular el horizonte cualitativo de la propuesta habitacional, en términos del reconocimiento de las trayectorias del grupo habitante para el que se construye la vivienda: “El programa es una pregunta, una teoría, o al menos un conjunto de hipótesis. El proyecto es la respuesta —tan fragmentaria y provisoria como el programa mismo—, y como tal, excede y a la vez ignora aspectos de la pregunta, pero siempre abre nuevos interrogantes al programa” (Sarquis, 2007, p. 184).

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Notas

* Artículo de investigación científica

1 El trabajo refiere a los Programas Federales de Construcción de Viviendas (2003-2015) y al Plan Nacional de Viviendas (2015-2019).

2 Siguiendo a Yujnovksy (1984), entendemos por vivienda a la configuración de servicios —servicios habitacionales— que deben dar satisfacción a necesidades humanas primordiales: albergue, refugio, protección ambiental, espacio, vida de relación, seguridad, privacidad, identidad, accesibilidad física, entre otras. Adherimos de este modo a una concepción amplia de la noción de vivienda como hábitat o medio-ambiente.

3 Respecto de las transformaciones funcionales que las familias de escasos recursos operan sobre las unidades de vivienda social, considerar Fiscarelli (2016).

4 Proyecto de Investigación LATEC FAU UNLP Código U/164 Estrategias para un abordaje integral del hábitat urbano desde la complejidad del proyecto: territorio/región, ciudad/vivienda, tecnología/resolución constructiva. Acreditado por la Universidad Nacional de La Plata. Director: Arq. Carlos Gustavo Cremaschi. Laboratorio de Tecnología y Gestión Habitacional (LATEC), Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de La Plata.

5 Referimos a la construcción intelectual que subyace en la fase preliminar de ideación proyectual, y que en el marco de la producción habitacional estatal traduce en los futuros espacios de la vivienda actividades tipificadas como comer, dormir, asearse, asignando superficies particulares y condiciones distributivas constantes.

6 La investigación proyectual es una concepción epistemológica que se caracteriza por la revisión crítica de teorías, estrategias y prácticas establecidas en relación con el proyecto arquitectónico, y que reconoce como su especificidad la producción de conocimiento útil a los fines disciplinares. Formulada en el año 1991 por el Dr. Jorge Sarquis (Centro POIESIS FADU UBA), plantea que el acto investigativo en arquitectura posee, al menos, dos actividades básicas: una de reflexión, búsqueda y aplicación de criterios de evaluación coherente y sistemática para la formulación de teorías; y otra productora de conocimientos por experimentación u otros medios, y en consecuencia, creadora de innovación en alguna de sus variables. Desde este posicionamiento, el proyecto arquitectónico como instrumento cognitivo adquiere tres dimensiones: teoría, metodología y técnica.

7 Son productos intelectuales, constructos y efectos de desarrollo conceptual y filosófico que orientan el devenir y la praxis con propósitos explicativos. Es decir, se trata del conjunto de ideas, principios y propósitos capaces de orientar la actividad en un contexto determinado, ya sea social, cultural, político o científico. La plataforma teórica se corresponde con el corpus de reflexión y de posicionamiento conceptual que ubica al investigador respecto del mapa estelar de la filosofía y del conocimiento. La determinación del constructo teórico propio de las plataformas, y la respectiva validación del mismo, requiere de varias claves, entre las cuales destacan la ontológica y la epistemológica.

8 Sarquis retoma de la antropóloga Alicia Londoño el concepto de imaginario.

9 Nos referimos al modelo habitacional (prototipo) que se toma como base de la financiación de las operatorias de vivienda en Argentina, y que tiene como características principales un área de 55 m., dos dormitorios, baño único, cocina, un ámbito único comedor y un lavadero exterior.

10 La Escuela Sociológica de Chicago, también conocida como la Escuela Ecológica, remite al primer corpus principal de trabajos que emergieron en los años 1920 y 1930 especializados en sociología urbana y en la investigación del entorno urbano, articulando teoría y estudios etnográficos de campo en Chicago. Aunque recogía el trabajo de académicos de varias universidades de Chicago, el término se usa frecuentemente para referirse al Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago, uno de los más antiguos y prestigiosos. A partir de la Segunda Guerra Mundial apareció una segunda Escuela de Chicago, cuyos miembros, formados por las figuras de la primera, emplearon nuevas técnicas de análisis y métodos de investigación de campo, lo que produjo un nuevo cuerpo de conocimientos.

11 La división de mano de obra y su especialización alcanzó su más alto desarrollo con el urbanismo racionalista, desgastando las figuras clásicas de autoridad (el padre) y sustituyendo los lazos de solidaridad por mecanismos institucionales de control. La cooperación cedió el paso a la competencia y al individualismo; el control basado en las costumbres dio paso al control basado en la ley.

12 Resulta pertinente tener en cuenta la noción de habitus formulada por Bourdieu. 13 Ciclo vital familiar: Comportamientos relacionados con el calendario de vida de la familia nuclear; etapas por las que pasa la unidad familiar, desde su constitución hasta su disolución (Torrado, 2003).

13 Ciclo vital familiar: Comportamientos relacionados con el calendario de vida de la familia nuclear; etapas por las que pasa la unidad familiar, desde su constitución hasta su disolución (Torrado, 2003).

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: dfiscarelli@fau.unlp.edu.ar

Información adicional

Cómo citar este artículo: Fiscarelli, D. (2022). Vivienda social: programa, familias y nuevos modos de habitar. Aportes desde la complejidad del proyecto. Cuadernos de Vivienda y Urbanismo, 15. https://doi.org/10.11144/Javeriana.cvu15.vspf

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