Si a Jacinto le mató el cuerpo, al mío lo hará danzar*

If It Killed Jacinto’s Body, It Will Make Mine Dance

Se o corpo do Jacinto foi morto,vai fazer o meu dançar

Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, vol. 15, núm. 2, 2020

Pontificia Universidad Javeriana

Juan Sebastián Gómez García **

Universidad Nacional de Colombia, Colombia


Recibido: 11 Noviembre 2019

Aceptado: 26 Abril 2020

Publicado: 01 Julio 2020

Resumen: Este artículo es una reflexión intertemática sobre lugares investigativos en los que me fui encontrando cuando como bailarín y pensador busqué la palabra “aire” en Google, y también sobre los distintos usos que le doy al “aire” como concepto y sensación para la improvisación en danza. A través del aire, el lector puede hacer un viaje que pasa por una película de Hayao Miyasaki, el huracán Mitch de 1998, dos pinturas de atardeceres y los fenómenos físicos de los colores del cielo y la transmisión del sonido. Su objetivo se develó hacia el final y resultó configurarse como la intención de compartir un proceso de investigación que, tomando al aire como excusa, pudo llegar a distintos temas históricos, sociales y científicos que generaron inspiración para la improvisación en mi propia danza. Asimismo, invita a reflexionar sobre la importancia de pensar el aire como asunto político, como testigo histórico de la vida, que en tiempos contemporáneos nos hemos encarnizado como humanidad globalizada y capitalista en apuñalarlo con sevicia.

Palabras clave:aire, viento, movimiento, danza, improvisación, mitología, ecología, geopolítica.

Abstract: This paper is an inter-thematic reflection about the research places in which I found myself when, as a dancer and thinker, I Googled the word “air”; it is also a reflection about the different uses of “air” as a concept and sensation for improvisation in dance. Through air, the reader can travel through a Hayao Miyasaki movie, Hurricane Mitch of 1998, two paintings of sunsets and the physical phenomena of the colors of the sky, and the transmission of sound. The aim of this paper was revealed towards the end of the paper, and it was the intent to share a research process that, using air as an excuse, was able to reach different historical, social and scientific topics that generated inspiration to improvise in my own dance. It also encourages us to reflect on the importance of thinking about air as a political issue, as a historical witness to a life that, in contemporary times, we have insisted on stabbing cruelly as a globalized and capitalist humanity.

Keywords: air, wind, movement, dance, improvisation, mythology, ecology, geopolitics.

Resumo: Este artigo é uma reflexão inter-temática sobre lugares de pesquisa em que me encontrei quando, como dançarino e pensador, procurei a palavra “ar” no Google; e também sobre os diferentes usos que dou ao “ar” como conceito e sensação de improvisação na dança. Através do ar, o leitor pode fazer uma jornada que passa por um filme de Hayao Miyasaki, o furacão Mitch de 1998, duas pinturas de pores do sol e os fenômenos físicos das cores do céu e a transmissão do som. O objetivo deste artigo foi revelado no final da redação e revelou-se a intenção de compartilhar um processo de pesquisa que, tomando o ar uma desculpa, pudesse alcançar diferentes tópicos históricos, sociais e científicos que geraram inspiração para a improvisação da minha própria dança. Também nos convida a refletir sobre a importância de pensar no ar como uma questão política, como um testemunho histórico da vida de que, nos tempos contemporâneos, nos tornamos ferozes como humanidade globalizada e capitalista ao esfaqueá-la com crueldade.

Palavras-chave: ar, vento, movimento, dança, improvisação, mitologia, ecologia, geopolítica.

Por allá Apolo se enamoró de un tal Jacinto, al cual consideraba muy bello, siendo él mismo uno de los dioses más bellos del Olimpo. Y como a Apolo le gustaba tirar el disco, un día se desnudó junto a Jacinto y se untaron en aceite, Apolo lanzó un disco con tanta fuerza que desgarró una nube, y cuando caía, Jacinto corrió a cogerlo antes de que cayera al suelo, pero, para su infortunio, el disco le golpeó la cabeza. Apolo corrió a socorrerlo, pero el rojo de la sangre y la palidez de su rostro le hicieron saber que Jacinto ya entonces debiera estar pagándole al barquero Caronte para cruzar el Estigia. Afligido Apolo, sostuvo a Jacinto en sus brazos, mientras su sangre se derramaba sobre la hierba, y de la hierba surgieron unas flores de morado intenso, que se llamarían después Jacintos, que simbolizarían la caducidad de las cosas bellas que hay en la Tierra.

Pero resulta que, en otra versión, fue el dios del viento del oeste Céfiro el que desvió el disco para romperle la cabeza al pobre de Jacinto, porque Céfiro también amaba a Jacinto, y en un ataque de celos, causó tal tragedia. Así fue que murió Jacinto.

Y pues si a Jacinto el viento le mató el cuerpo, al mío lo hará danzar.

Aire: del origen universal a la destrucción del orden

A la mezcla de gases en la atmósfera de la tierra le hemos llamado aire, y a su movimiento, viento. Todos hemos sentido esa fuerza que choca contra las pieles cuando el viento sopla y empuja el cuerpo, experiencia que se ha citado muchas veces en la literatura y en el cine como una sensación corporal que acompaña un pensamiento o una acción reveladora, inspiradora, satisfactoria, trascendental o melancólica. Cuando esto pasa, el pelo vuela y la ropa también, a veces la sombrilla se invierte y la basura se desplaza por las calles, las hojas se caen, la ropa se tumba del tendedero, la teja se vuela, la tierrita se le mete a uno en el ojo, las casas se vuelan y hasta la gente se muere.

El aire nos inunda, es omnipresente, no hay vacío. El aire es combustible para nuestro cuerpo orgánico, le da oxígeno y lo oxida. Está compuesto por la mezcla perfecta para la vida, aunque esta mixtura se daña en las grandes urbes, y luego la gente comienza a morir por problemas cardiovasculares producidos por años de contacto con el material particulado que la industrialización comenzó a esparcir por el globo desde las revoluciones industriales por allá en el siglo XVIII. El capitalismo y el neoliberalismo nos han cambiado el aire, nos han vuelto consumidores de autoveneno.

El aire que nos incubó a los seres humanos y que ha sido testigo de toda nuestra historia, sin discriminar geografía alguna, fue un aire que nació de las condiciones más improbables de reacciones químicas y físicas, que se remonta a miles de millones de años atrás. Movimientos, energías y espacio-tiempos fueron componentes perfectamente combinados que permitieron la evolución de la vida, tan grande y diversa, como impensable. Se trata de la historia de las dinámicas interactivas de esos componentes físico-químicos que hacen que usted lea ahora y que yo escriba. La fracción milésima de parpadeo que significa la temporalidad del ser humano existiendo con respecto a la temporalidad del universo, desde su materialidad sobre la materialidad de la Tierra, ha llegado a convertirse en detrimento preocupante, trágico e irremediable para el aire. Tanto tiempo para regalarnos la existencia, y tan poco tiempo para apuñalarlo de vuelta.

El aire en movimiento es viento, y el viento es energía, el viento mueve muchas cosas y, en general, de forma desordenada. Cuando el viento sopla muy fuerte, le quita el orden a las maquetaciones y arquitecturas que se inventa la humanidad occidentalizada para organizar la naturaleza: el viento reclama un orden anterior a la cultura, y eso nunca lo vamos a entender. A veces “exagera”, como en el caso del huracán Mitch en 1998, que dejó más de 19 000 muertos en el Caribe. Al aire en movimiento hay que tenerle respeto.

El aire que se mueve también deja huellas, porque lo que a su paso está cambia de forma o posición, y esto me hace recordar las llamadas piedras navegantes: unas piedras que encontraron en Racetrack Playa, un lago seco en el Valle de la Muerte en el estado de California, en los Estados Unidos. Estas piedras están en una superficie lisa y detrás de ellas hay unos caminos que pareciera

Fotografía de piedras navegantes en Racetrack Playa, Valle de la Muerte, California, Estados Unidos, tomada por Scott Beckner.
Figura 1
Fotografía de piedras navegantes en Racetrack Playa, Valle de la Muerte, California, Estados Unidos, tomada por Scott Beckner.


Flickr, https://www.flickr.com/photos/piratescott/467447878/.

que fueron producidos por alguien que las movió en ciertas direcciones, porque suele variar la trayectoria del rastro de una misma piedra. Se supone que las ráfagas de viento fuerte han hecho que estas rocas se desplacen de esta forma tan peculiar; sin embargo, aunque los científicos han hecho muchos estudios sobre las condiciones específicas que permitirían realizar estas transferencias, este fenómeno todavía tiene un “aire” misterioso (Kletetschka et al. 2013) (figura 1).

Viento: de la relación entre el ser humano y su entorno al animismo global

El ser humano ha intentado constantemente dar orden a la realidad, encontrar significado sobre la relación entre lo que perciben los sentidos de su cuerpo y los estímulos del ambiente. El aire ha sido omnipresente en el espacio-tiempo de la historia terrenal de la humanidad, por lo cual ha sido objeto de mitos, historias y experimentos para encontrar el porqué de su

Jan Brueghel el Viejo, Abundance with the Four Elements. 1606.
Figura 2
Jan Brueghel el Viejo, Abundance with the Four Elements. 1606.


Museo del Prado, https://www.museodelprado.es/en/the-collection/art-work/abundance-with-the-fourelements/78f43e05-4bd7-4f3e-b6f7-6219e938c110.

existencia. Un humano mira al cielo, siente el viento, siente el calor o el frío, lo escucha, ve el movimiento de los objetos que por él se movilizan. Y, entonces, ¿cómo esto se ha significado? Pues es imposible hacer una genealogía o historiografía de los cientos de mitos, leyendas y teorías que se han creado para dar significado al aire y su movimiento, y a pesar de que estos puedan ser de los fenómenos más cotidianos de la vida, es verdad que ha inspirado muchísimas historias mitológicas y cosmogónicas sobre él.

En nuestro contexto occidentalizado y colonizado por la historia europea, cuyos orígenes beben de distintas geografías y genealogías míticas, hemos nombrado varios conceptos relacionados con el aire y el viento con palabras que usaron los antiguos griegos. Por ejemplo, a lo “eólico” como la energía eólica se le llama así por el dios comandante de los vientos en Grecia llamado Eolo, que provenía de una isla llamada Eolia. Este personaje comandaba a los anemoi, palabra con la que denominaban a los vientos. Había unos buenos y otros malos, y se les relacionaba con distintos fenómenos climáticos que iban desde el granizo hasta las ventiscas fuertes. Al viento del norte se le llamaba Bóreas (de ahí lo “boreal”, como las auroras boreales), al viento del sur se le llamó Noto o Austros (de ahí todo lo llamado “austral”, lo que está en el sur, como Australia), etc. (Cero 2016). Las historias sobre el agua, el fuego y la tierra se remontan a la doctrina de los cuatro elementos que formulaba Empédocles de Agrigento, y que los caracterizaba como elementos indestructibles y eternos, como fuerzas que originaban todo lo que existía, cada materia compuesta por la combinación en ciertos porcentajes de estos elementos (García 1996). Esta fue una concepción de la realidad que se mantuvo hasta la modernidad y que tuvo mucha importancia, por ejemplo, en las técnicas de la alquimia (figura 2).

Por otro lado, uno más cercano, en la tradición oral andina también caracterizaban unos vientos buenos y otros malos. Por ejemplo, el viento Wayra puede estar influido por deidades y espíritus que pueden afectar o beneficiar el cuerpo, y de aquí que existan gran variedad de nomenclaturas para definirlos por su proveniencia geográfica o los síntomas que produce (Delgado Sumar). Wayra Tata es un dios quechua asociado a los huracanes y las lluvias; Xie Feng es el dios chino del viento, un dragón que lleva los aires en movimiento en una mochila; Feng Po Po, también se asociaba a los vientos en la mitología china, un ser que monta un tigre a través de las nubes; Fūjin es el dios japonés del viento, un mago demoniaco que lleva piel de leopardo y una maleta llena de vientos; Hine-Tu-Whenua es el dios del viento para los polinesios, pero Fisaga es el de los vientos suaves y placenteros; La’a Maomao es el dios del viento para los hawaianos, y también es el dios del perdón; para los maoríes, Tāwhirimātea es el dios del trueno, el rayo, el viento y las nubes; Rudra lo es en el Rigveda indú, así como Vayu, pero este proviene del zoroastrismo.

Así pues, el movimiento del aire ha inspirado historias sobre grandes seres dotados de poderes y personificados como benevolentes o maléficos, debido a los efectos que el propio viento tiene en los paisajes que habita el ser humano e, incluso, en la salud del cuerpo (figura 3).

Tres revelaciones

Ahora bien, me interesa exponer unos lugares específicos de la investigación a los que llegué después de dar ciertos clics en internet; teniendo al aire y al viento como una cúpula temática, llegaron a mi mente y a mis ojos algunas referencias que me parecieron interesantes para relacionar. No me interesó, principalmente, construir una estructura de sentido global en que cada tema tuviera estricta relación con el objetivo del texto, pues este fue bastante flexible y maleable a lo largo del proceso de escritura. Propongo una especie de collage referencial e intertextual.

Ogata Korin, Wind God and Thunder God. Siglo XVIII.
Figura 3
Ogata Korin, Wind God and Thunder God. Siglo XVIII.


Kyoto National Museum, https://www.tnm.jp/modules/r_collection/

Primera revelación (Miyasaki)

En 風立ちぬ, Kaze tachinu, The Wind Rises . El viento se levanta, Hayao Miyasaki (2013) anima la historia de Jirō Horikoshi, un hombre que diseñó el avión Zero, modelo que sería usado en el ataque a Pearl Harbor en la Segunda Guerra Mundial. Me fijé en esta película porque siempre he pensado que en los filmes de Miyasaki la animación del viento es muy especial, sin embargo, también puse mi atención en ella porque incluye la palabra “viento” en su nombre. 風 (kaze) significa viento, y se refiere a las cosas que se expanden y tienen libertad de movimiento, también se relaciona con el crecimiento de la mente cuanto más se conoce y se experimenta. El viento de esta película, que va de mover las hojas de los paisajes de Miyasaki a mover aparatos enormes en el aire, es en general un viento que da una experiencia visual de mucha serenidad (figura 4).

Por otro espacio y por otro tiempo, hacia el Caribe y hacia finales del siglo XX, en 1998 pasó por Honduras el huracán Mitch, un “viento” que dejó cerca de 19 000 muertos. Cuando uno busca “huracán Mitch”, se muestra repetidamente en los resultados una fotografía que ilustra en primer plano a unas 27 personas bajo sombrillas que miran el paso del agua que arrastra cualquier construcción y objeto que no estuviera suficientemente enraizado en la tierra. En el plano medio, está el gran cuerpo de agua que se desplaza de izquierda a derecha de color café profundo; en el siguiente, se alcanzan a ver varias construcciones inundadas que resisten el movimiento del agua. Al fondo de la fotografía, se ve el cauce que el agua hizo a través de la ciudad. En esta fotografía, el agua ocupa cerca del 70 % de su área (figura 5).

Estos son dos paisajes visuales que traen viento en su imagen y significado, y quise traer esta relación porque pienso que el aire es un factor que da movimiento a la vida, muchas cosas se mueven por el aire o se ven afectadas por él, y aunque esto pueda que no sea nada sorprendente, si se analiza con detalle, puede generar un descubrimiento sobre la belleza de las cosas simples, como cuando Amélie (Jeunet 2001) mete sus manos todos los días en sacos de granos y se ve fascinada por esta sensación tan simple pero placentera.

Entonces fue el aire el que movió los pelos a los personajes de Miyasaki junto a sus aviones y también el que movió esa cantidad tan impresionante de agua que destruyó poblados enteros en las islas del Caribe. Esto a mí me parece tan hermoso y potente, porque descubrir que el aire puede ocasionar tanta destrucción y tanto movimiento, pero a la vez tanta belleza y serenidad, a mí simplemente me deja los ojos, la boca, la mente, la ventana y las cortinas… abiertas.

Segunda revelación (color)

Por el fenómeno físico de la dispersión de la luz es que el amanecer a veces es rosado o celeste claro, el mediodía azul brillante junto con el sol amarillento, y el atardecer entre rojizo y anaranjado. Primero que todo, el sol no es amarillo, porque la luz que nos llega de él es blanca (luz con sus longitudes de onda intactas), pero eso no hay que decírselo a los niños, ya que sería muy triste no poder pintar los soles de los libros infantiles de amarillo, y dejarlos así, simplemente sin color. El sol debe seguir siendo amarillo.

Hayao Miyasaki. The Wind Rises. 2013, póster.
Figura 4
Hayao Miyasaki. The Wind Rises. 2013, póster.


https://www.elantepenultimomohicano.com/2013/06/the-wind-rises-trailer.html

17 años del devastador huracán Mitch en Honduras.
Figura 5.
17 años del devastador huracán Mitch en Honduras.


La Prensa, https://www.laprensa.hn/inicio/893564-417/fotografías-17-a%F1os-deldevastador-hurac%E1nmitch-en-honduras.

Por otro lado, el cielo es azul, porque, cuando la luz solar llega a la atmósfera, las partículas que existen en el aire tienen la capacidad de dispersar esta luz. Cuanto menos distancia tenga que recorrer la luz a través de la atmósfera hasta nuestros ojos, la dispersión es menor, y va desmembrando las longitudes de onda más débiles, es decir, las azuladas; por eso, vemos el cielo de este color. Y, en el atardecer, debido a que por la rotación de la Tierra nos alejamos aún más del sol, aumenta la distancia que recorre la luz a través de la atmósfera hasta nuestros ojos; la luz entonces pierde más longitudes de onda y deja solo las más resistentes, es decir, las rojizas; por eso, vemos el atardecer de este color (Del Mazo 2016).

La puesta de sol número once, la de Diego Rivera, una de las veinticinco que pintó en 1956, deja ver para mis sentidos visuales y percepción estética una expresión profunda de un atardecer. La pintura está dividida por una línea horizontal: arriba el cielo y abajo el mar. En el cielo casi no hay azul pero sí amarillo y naranja, una pequeña circunferencia descolorida deja ver el sol cercenado por el horizonte, sin embargo, el relleno del sol se ve descolorido, porque quiero creer que el protagonista no es el sol, sino los colores del cielo y el mar. El mar tiene más azul, pero también deja ver pinceladas rojizas, que a veces se mezclan con él y forman morados muy leves. En general, se pueden distinguir siempre los dos colores separados, porque el mar refleja, como un espejo, los colores del cielo, y el cielo no se vuelve morado al atardecer (figura 6).

Volviendo a la física, quiero pensar que el aire es una colectividad de moléculas que, según su naturaleza estructural, interactúa con la luz del sol y deja ver a nuestros ojos los colores. Vemos tantos colores, pero los hemos visto por tanto tiempo que decir que el cielo es azul, el amanecer violeta y el atardecer naranja parece el pensamiento más básico de todos; por eso, a los niños se les enseña a asociar estos colores con tales fenómenos. Decir que el cielo es azul y el sol amarillo corresponde al producto de procesos físico-químicos complejos de la naturaleza, es decir, que esto no es tan básico como pensamos. Detrás de la simplicidad encontramos inmensa complejidad.

Diego Rivera, Puesta de sol número 11. 1956.
Figura 6
Diego Rivera, Puesta de sol número 11. 1956.


Artsandculture, https://shorturl.at/cmwJR.

Quiero también citar el Shipwreck, pintado por Francis Denby en 1850, porque en esta pintura el atardecer expresa tanto poder que no puedo dejarlo por fuera de mi mente cuando pienso en los colores del cielo. En este cuadro, se repite otra vez un paisaje dividido por el horizonte, arriba el cielo y abajo el mar; sin embargo, en esta pintura, a diferencia de la de Diego Rivera, el cielo cubre un poco más de las dos terceras partes del cuadro. Un barco inclinado hacia la derecha del espectador, pero a la izquierda de los aterrorizados navegantes, parece estar agitado por las más poderosas olas del mar (que el viento ha debido engendrar). Aquí la escena muestra mucho movimiento, porque, por un lado, las olas tienen crestas y valles pronunciadísimos; el barco parece que está tan inclinado que nadie en cubierta hubiera podido permanecer de pie. A la derecha del navío, se ve un pequeño bote con todos o algunos navegantes que logran escapar, aunque las olas son tan grandes que da la sensación visual de que la frágil estructura seguirá su camino hasta abandonar el límite derecho de la pintura, continuando su naufragio a través de la pared donde está colgado. Por otro lado, el cielo no podría ser más hermoso y variado en color y textura, pues hacia el horizonte aparecen unas luces amarillas muy brillantes, un poco más arriba se ven naranjas apasionados, y aún más arriba, las nubes se pintan majestuosas y potentes dejando ver la dirección del viento que imprime movimiento a todo este conjunto de pinceladas, las cuales, aunque físicamente están estáticas, para mis sentidos no podrían estar más vivas. Se vislumbra, probablemente, un planeta o una estrella muy brillante, porque, como no titila en la pintura, no se puede saber exactamente qué es; y también se ve la luna, como un rastro de calma en la agonía (figura 7).

Francis Danby, Shipwreck. 1850.
Figura 7.
Francis Danby, Shipwreck. 1850.


FineArtAmerica, https://fineartamerica.com/featured/1-shipwreckfrancis-danby.html.

Tercera revelación (sonido)

Rossini, Strauss, Wagner, Puccini, Ravel y otros compositores europeos utilizaron máquinas que emulaban el sonido del viento en sus obras. El sonido que produce el viento ha sido importante para la creación y recreación de paisajes visuales y sonoros, pues, así como en el cine el viento suena, en este caso, en la música también. El eolífono era este instrumento que se construía en un tambor cubierto por una tela de algodón que producía el sonido del viento cuando giraba.

Ahora bien, en el apartado anterior tratamos de la luz, pero sin hablar de su física compleja, de la explicación relativista o cuántica de su naturaleza, porque, en general, siento que se desvía un poco del tema principal de estas reflexiones, aunque los fenómenos cuánticos de la luz no podrían estar llenos de más misterios. Sin embargo, para hablar del sonido del viento, sí es importante saber que, para que el sonido se desplace desde un punto de origen hasta nuestros oídos, es necesario que exista un medio material por el cual este pueda propagarse. El sonido se transmite por medio de ondas que se producen cuando un medio vibra, y desde una perspectiva minúscula, cuando la onda se origina, comienza a afectar las moléculas del aire, hace que unas choquen contra otras y que la onda se desplace en líneas rectas (Rocamora 2006). Esto quiere decir que escuchamos porque el aire nos inunda: el aire permite el paisaje sonoro, la tradición oral y la contaminación auditiva de las ciudades. Pero esto significa también que en el vacío no existe el sonido, y que en el vacío del espacio no suenan láseres ni explosiones como en la película Star Wars (Abrams 2019), y, además, que un astronauta no escucha nada: ¡qué sensación más inimaginable!

Aunque más allá de la generalidad expuesta, sí es sabido que en el vacío existe gas interestelar, tan poco denso que la propagación del sonido es casi nula. Y un dato interesante es que el agujero negro Chandra, a 250 millones de años luz de la Tierra, generó un sonido detectado por un satélite de la National Aeronautics and Space Administration (NASA) en 2003, sonido que es 57 octavas más graves que el do central de un piano. Es la nota más profunda detectada proveniente de cualquier objeto en el universo. La nota de este agujero negro es un si bemol (La Sexta 2019).

Entre el aire y el cuerpo

Cualquier proceso de investigación es un tránsito constante entre lo que se sabe, las preguntas que uno tiene, las preguntas a las que uno va llegando y los descubrimientos generados. Esta relación existe, en el mejor de los casos, a través de una geometría fractal. Es decir, que en cualquier lugar que ocupa el cuerpo que se pregunta e intenta encontrar respuestas dentro de un proceso investigativo se engendra un punto de llegada y a la vez un punto de partida: es resultado final y a la vez comienzo potencial. Por eso, me pareció importante escribir aquellas tres revelaciones, que, precisamente, se me pusieron en la pantalla de la mente cuando sobre el aire comencé a buscar en Google. Fueron importantes estas revelaciones, porque para mí la investigación es un proceso de búsqueda, encuentro, destrucción, deconstrucción y construcción de conexiones constantes entre información sabida e información encontrada. Es como si varios conceptos, referentes y recuerdos comenzaran a hacer match en el Tinder de la información. Es una sensación expansiva y placentera.

El objetivo de este artículo se fue configurando a medida que iba escribiendo, y cuando escribí esta —palabra— que justo usted acaba de leer, comencé a sentir que entendía para qué había escrito todo lo anterior. Y me parece que, de igual modo, es bueno que los objetivos se desvelen según los descubrimientos, así la investigación se mantiene abierta y puede devenir libre. Escribir brevemente sobre el historial del aire, la mitología del aire, el uso gráfico-simbólico del aire, el color del cielo y el fenómeno físico del sonido fueron islas bellas que encontré en un océano de información. Siempre con una presunción positiva sobre sus utilidades y trascendencia para hablar del cuerpo, del movimiento, de la danza o también de dramaturgia, en fin, para hablar de creación.

Ahora bien, siguiendo el sentido de la anterior reflexión, lo que sigue es tratar de la danza: del cuerpo que se mueve, del cuerpo entendido como corporeidad que desplaza sus partes a través del espacio-tiempo en el medio gaseoso del aire y en las planicies de las emociones y las ideas. Se trata del movimiento del cuerpo dentro de la materialidad del aire, porque en el vacío solo se ha podido danzar dentro de un traje espacial, pero nunca se ha podido sentir el vacío con la piel. Danzar es una experiencia corpórea por la cual es difícil transitar por medio del lenguaje lectoescrito, porque, como experiencia desde el cuerpo, se sustenta sobre un conocimiento que guarda el cuerpo-en-movimiento con infinito recelo, ocultándoselo a la razón. Para hablar de danza en este contexto de fotografías, pinturas, colores, sonidos, etc., no hace falta tratar de ella en un sentido referencial o intertextual con respecto a lo que han dicho otros pensadores, sino más bien cómo estos referentes me han hecho evaluar el uso que le he dado al concepto de aire . viento a lo largo de mi carrera como bailarín. Quiero escribir sobre la danza como un ejercicio de plantear y replantear lo que mi cuerpo experimenta en ella junto con los pequeños descubrimientos que en esta investigación he realizado.

Para lo anterior, quiero exponer algunas reflexiones muy breves sobre algunos puntos que recordé cuando pensé en la relación entre la actividad formal de la danza y el aire como concepto/sensación. Recordé que en muchos ejercicios de improvisación se usan imaginarios sobre el aire para dotar al cuerpo de ciertas calidades específicas de movimiento, de ciertas dinámicas rítmicas y de ciertos imaginarios por los cuales el cuerpo puede imaginar que su materialidad muta en otras más gaseosas.

Devenir aire

Devenir aire ha sido un ejercicio físico-conceptual con el que me he encontrado desde que comencé a tomar clases académicas de danza. Sobre todo, para improvisar, devenir aire siempre se me planteó como una metáfora corporal que permitiría realizar movimientos suaves y continuos, como si se flotara, como si el cuerpo se volviera un gas. Por esto, veo necesario reflexionar un poco sobre este tema: cómo y para qué el cuerpo puede devenir aire.

Por un lado, uno más que todo físico, pienso que devenir aire implica no solo moverse suavemente, sino también pensar que el cuerpo físico en su totalidad adquiere intención simultánea de movimiento, como si todas las partes del cuerpo fueran las moléculas de un gas. Si uno aísla una masa de aire, ninguna partícula está estática, sino que todas están en constante interrelación dinámica, encontrándose y desencontrándose. Mover todas las partes del cuerpo podría ser fácil, por ejemplo, si se tiembla; pero, en este caso, los motores de la tembladera no pasan por todo el cuerpo, porque uno no le puede dar la orden consciente simultánea de temblar a todas las partes del cuerpo a la vez, sino que, cuando unas tiemblan, las otras resuenan. Llegar a esta cualidad de movimiento gaseoso se podría lograr a través de una consciencia activa de movimiento sobre partes del cuerpo, una consciencia que va y viene de una parte hacia otra, pero que nunca se encuentra activamente en todas a la vez. Es decir, que uno puede ejercitar el envío de impulsos de movimiento hacia varias partes del cuerpo, de tal forma que los impulsos van y vienen entre cada una con una velocidad suficiente que permitiría que, si una parte se mueve conscientemente, otras resuenen, y cuando se pasa el impulso consciente de movimiento a otra parte del cuerpo, las partes que resonaban dejan de moverse mientras que las nuevas partes resonantes adquieren movimiento comandado. En este caso, uno puede acercarse sensorialmente a un cuerpo que se desmiembra y fragmenta, un cuerpo que se comunica entre sus partes y establece relaciones comunicativas físicas a través del movimiento, como las moléculas del aire. Se trata de aumentar la consciencia sobre la composición de un cuerpo desde su fragmentación, y, así, la cualidad del gas puede ir llegando poco a poco.

El cuerpo que danza es Armatodo o Jenga: después de alguna construcción, todas las partes deben separarse, encontrar nuevas conexiones y reconstrucciones para seguir jugando y para seguir danzando. Así, uno puede siempre desarrollar su danza en el espacio-tiempo, procurando transitar, transformar y mutar desde el movimiento creativo y creador. Se trata de la transmutación del cuerpo que se retroalimenta cada vez que danza, y esto se hace muy explícito en las técnicas de la improvisación. Por otro lado, no hay que tener miedo a contradecir lo que en el pasado uno creyó, creó o movió, pues es placentero ver cómo un escritor o un artista produjo cosas tan distintas al final de su vida, comparándolas con lo que hizo en sus inicios, porque así uno se da cuenta de que el creador pensó sobre sí mismo, se dejó influir por su contexto fluido y cambiante, y por ende, trascendió sus ideas para darle cabida a la generación de nuevas.

Danzar es un proceso de constante fragmentación y armado del cuerpo, en tanto la experiencia del movimiento brinda repertorio emocional, mental, físico y espiritual. Este proceso se sitúa constantemente entre la experiencia pasada, la experiencia presente y las motivaciones futuras de cada cuerpo en relación con la identidad corporal de movimiento que busca un bailarín.

Esculpir el aire

En otras prácticas de danza, se me pidió que cercenara o esculpiera el aire, o que imaginara que, al moverme a través del espacio, el aire alrededor se volvía un material más denso, de tal forma que el movimiento se volviera mucho más pesado y tónico. El aire se puede volver lienzo, donde el cuerpo pinta con sus superficies, es decir, que entre el aire y la piel se establece una relación de contacto que permite desarrollar trayectorias, dinámicas, calidades e, incluso, velocidades específicas para el movimiento. Esto es, que, en mi imaginación, el aire devenía otros materiales: gelatina, brea o piedra. Para el cuerpo que danza, siempre afloran nuevas sensibilidades producto de nuevas formas de imaginar. Así que, en muchas ocasiones, para mi cuerpo en movimiento, el aire no ha sido aire, sino una materia sujeta a un modelado y transmutado físico de infinitas posibilidades.

Oxidarse por el aire

Respirar, respirar y respirar: el aire también nos hace viejos, y por la oxidación es que, cuanto más años los cuerpos tienen, mayor es el desgaste y peores son los dolores. ¡Y qué particular! Pero el aire, cuando se conjuga con el tiempo que pasa implacablemente sin retorno, también va limitando las posibilidades de nuestros cuerpos para que se muevan. Así que el aire se vuelve una especie de compañero eterno, que se involucra constantemente en la toma de oxígeno para vivir, pero también para envejecer y, por consiguiente, morir. Cuanto más respiramos, más morimos.

La calidad del aire, como combustible para la vida, se relaciona también con el tiempo en el que un cuerpo puede existir materialmente. Y es que en estos tiempos en que el aire del mundo se ha contaminado de maneras preocupantes, el cuerpo sensible es llamado también a echar un vistazo al aire, no solo como materia de inspiración para el movimiento o para las artes en general, sino también como un hecho geopolítico contemporáneo que nos toca a todos. El aire que respiramos es un aire intervenido por la globalización, por la mercantilización, por la industrialización y por el capitalismo. Es un aire degradado, un aire tóxico, un aire letal, que en tiempos contemporáneos ha hecho que en muchas geografías la gente deba vivir menos tiempo, pues su salud es deteriorada cuanto más respiran.

Estos efectos también han caído sobre el agua y la tierra, extrayendo sus recursos y mutándoles su esencia vital. Y esto no es solo un discurso ambientalista como muchísimos otros, sino que se trata de una dinámica destructiva que simplemente le está restando tiempo al porvenir y al bienestar de la humanidad dentro de la Tierra. Y si como cuerpos sensibles no tomamos reflexividad aumentada frente a este problema, nadie lo hará. El aire es un asunto político.

Final

Quiero que este artículo pinte un paisaje conceptual que, si bien tiene áreas más detalladas que otras, es un paisaje resultado de la conjugación de algunas ideas que llegaron a mí cuando en Google busqué la palabra “aire” para este proceso investigativo. La intertextualidad es infinita, por lo cual tengo la esperanza de que las personas que lo lean puedan hacer un ejercicio similar de conexión entre sus propias ideas, emociones, sensaciones y recuerdos con algún tema específico, que no necesariamente deba ser un concepto complejo. Aquí fue el aire, una excusa para hablar de arte, física, cuerpo, danza y geopolítica.

Creo que muchos temas tratados me dejan gérmenes de inspiración para seguir investigando, buscando conectar, diseccionar, transformar, deconstruir y hacer ideas. Aquí se pensó, por ejemplo, en lo cotidiano o en las minucias de la vida (que en general son letalmente ignoradas), en cómo el aire se representa en las películas, en cómo el aire mueve la basura o en cómo el aire produce desastres naturales, en cómo el aire nos deja ver colores en el cielo, en cómo estos colores fueron retratados por pintores en escenas muy expresivas, en cómo el aire nos permite ser testigos del sonido. Se pensó en el aire como materia/concepto para la danza, para la improvisación a través del movimiento. El aire como material que interviene y es intervenido por lo corpóreo.

Hoy día, el aire es un asunto geopolítico que nos debe tener a todos con una consciencia más allá del horizonte de la cotidianidad. Envenenar el aire es construir un aparato de extinción masiva. No quiero saber ni dónde ni cuándo está la línea límite de no retorno, saber si ya se pasó o no, eso me aterra. A mí el aire de la ciudad me ha enfermado durante años y fue hasta mucho después que comencé a darme cuenta de ello. Por esto ahora vivo en frente de unos árboles hermosos que danzan y suenan todos los días impetuosamente por acción, precisamente, del viento. El viento me arrulla, me despierta y me asusta casi todos los días. El aire está allí para que juguemos con él y en él, para que nos inspiremos y aspiremos, para que lo cercenemos, moldeemos y empujemos. Pero también para que nos empuje y nos haga mover, y qué bella es la sensación cuando el cuerpo es movido por un viento fuerte, una sensación de poder externo e invisible. Si a Denby o Rivera, o a otros artistas, les inspiró el cielo para pintar, que el aire, el viento el cielo nos inspire para danzar. Y esto no implica un camino de pensamiento o creatividad poco riguroso en las dimensiones físico-mentales del cuerpo. En este camino, puede haber complejos entrelazamientos de ideas y tecnologías que beben de distintas artes y ciencias, occidentales y no occidentales.

Que el lector pueda hacer búsquedas creativas, impetuosas y hasta esquizofrénicas, también con el fuego, el agua o la tierra (o cualquier cosa). Creo que esto es lo interesante sobre las tecnologías contemporáneas de acceso masivo a la información: permitir relacionar cosas que aparentemente están distantes y realizar descubrimientos muy inspiradores, o investigar sobre fenómenos tan simples como el aire y el viento. Esto es intertextualidad e intersubjetividad, todo es “inter”, nada es “intro”, porque en internet encontramos información proveniente de múltiples cuerpos, y todo nos viene como el viento: millones de partículas que chocan contra nosotros a la vez y provocan la sensación de una fuerza homogénea. Que el aire nos siga dando la vida, y nos siga envejeciendo. No lo apuñalemos de vuelta cuando caricias nos da.

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Notas

* Artículo de reflexión.

Notas de autor

** Bailarín y artista. Antropólogo por la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.

Información adicional

Cómo citar: Gómez García, Juan Sebastián. 2020. “Si a Jacinto le mató el cuerpo, al mío lo hará danzar”. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas 15 (2): 16-33. https://doi.org/10.11144/javeriana.mavae15-2.sajl

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