Espabilar conversas hacia un arte ecopolítico

Sparking conversations towards eco-political art

Incentivar conversas em direção a uma arte ecopolítica

Ana María Lozano Rocha, Lisa Blackmore

Espabilar conversas hacia un arte ecopolítico

Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, vol. 17, núm. 2, 2022

Pontificia Universidad Javeriana

Ana María Lozano Rocha *

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Lisa Blackmore **

University of Essex, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte


(AM) 20 de abril. Esta semana ha llovido muchísimo, medio país está inundado. Bogotá, como muchas ciudades colombianas, está construida sobre humedales. Algo similar ocurre con las poblaciones asentadas en riberas y litorales. Parecemos olvidar que las aguas buscan re- cobrar sus antiguos dominios, que las crecientes o las mareas altas no son fenómenos de excepción. El diálogo con el agua forma parte del saber de los pueblos hídricos, para los que el río, la marea, la creciente, son parte de la vida. Estos pueblos reconocen los ciclos del agua, tejidos en las prácticas cotidianas. Estos saberes, despreciados por el desarrollismo, fueron borrados de la vida urbana.

A fuerza de interrogar ese tropo problemático que es el Antropoceno, Eduardo Merino Gouffray en “Las aguas/ los bosques: en el pozo-jardín”, se pregunta si es posible pensar en el Antropoceno sin ser finalmente antropocéntricos, si sería posible pensar lo humano sin hacer lo humano. Buscando la respuesta, decide dejar la teoría un poco de lado y en diálogo con una quebrada; aprendiendo del gesto que ha dejado la inundación reciente cerca de su casa en La Calera, realiza una serie de experimentos/diálogos con el terreno, con las aguas, con los habitantes del entorno. Merino Gouffray busca ser huella, crear huella, como las que hacen los bosques y las aguas, huellas que no tapan otras huellas, rastros que crean aperturas. En el sucederse de estas microacciones acontecidas en el monte, el cuerpo humano es vehículo de accionares distintos que participan de redes de posibilidades vitales diversas.

(LM) 22 de abril. Hoy es el Día Internacional de la Madre Tierra (son todos los días, lo sé) y están transmitiendo en vivo el XI Diálogo Interactivo de la Asamblea General sobre Armonía con la Naturaleza desde las Naciones Unidas en Nueva York. Ponente tras ponente articula la urgencia de adoptar paradigmas jurídicos no antropocéntricos que planteen el bienestar y los derechos como conceptos planetarios y no solo humanos aun ante la complejidad de implementarlos

Las posibilidades de co-creación simpoética a partir de ex- presiones culturales (ya no delimitados como (pre)ocupa-ciones humanas) es el aporte propositivo de la investigación en “improvisación interespecífica” que recuenta Simón Castaño Ramírez en “Zooetnografías musicales multiespecie: cauces metodológicos de las músicas interespecíficas”. Los ensayos musicales relatados buscan activar la disolución de límites taxonómicos y jerárquicos entre lo humano y lo “natural”, al tomar la música como un canal de comunicación sonora en el que varias especies animales (incluso los humanos) participan del hecho compositivo. La improvisación interespecífica contribuye al desafío mayor de crear metodologías de interrelación que reconfiguran campos tradicionalmente antropocéntricos, desafío que enfrentan múltiples esferas de la vida y de los saberes, incluso, el arte ecopolítico. Estas metodologías que se gestan de la semiótica pos-natural (la producción más-que-humana de sentidos y saberes) siembran en los campos sensibles de inminente extinción en el Antropoceno estéticas del “resurgimiento de culturas de interdependencia”, para decirlo con Isabelle Stengers (2020).

(AM) 25 de abril. No ha dejado de llover. En la calle, al borde de la hipotermia, pasan personas arrastrando sus carritos. Adentro echan los desperdicios reutilizables de nuestros consumos. En Colombia, los llamamos “los recicladores”, como si de una casta se tratara. Duermen donde los coge el día, comen en los andenes, hacen sus necesidades en los antejardines. Su vida está expuesta, en varios sentidos. Muchos de ellos, dicen, son venezolanos. Se han unido a las filas de desempleados y al trabajo informal, componente gigantesco de la economía colombiana. Una economía empobrecida por los delirios del capitalismo global, inviable.

“La vinculación emocional con la otredad como posibilidad de transformación subjetiva hacia la inclusión: el caso de Mi maestro el pulpo”, de Elsa María Beltrán-Luengas, Viviana Osorno Acosta y Alejandro Villaneda Vásquez, establece un diálogo transdisciplinar entre biología, antropología y diseño. Desde ese diálogo de saberes, tomando como objeto de experimentación el documental Mi maestro el pulpo (2020), se explora el concepto de emoción como categoría de estudio, recurriendo a planteamientos de Martha Nussbaum. El artículo se despliega en dos niveles de reflexión: por una parte, busca entender, desde una cultura política, qué tipo de negociaciones entran en juego en la relación entre el humano y el pulpo hembra. Por otra parte, reflexiona sobre las emociones experimentadas por los/as autores/as ante el documental. En esa medida, el filme mismo, como dispositivo expresivo y sensible, se encuentra en el centro de la cuestión. Este revela las posibilidades de movilizar imaginaciones morales, que ofrezcan vías para la elaboración emocional y la reflexión que den apertura al establecimiento de afectos entre seres diversos”. Es ahí donde se exploran las posibilidades de imaginar una política interespecie comprometida con el bienestar del otro radical.

(LB) 22 de abril. Caminando por el páramo Berlín, en Santander, hace unos años, una de las personas del grupo en que iba comentó que era como “bucear en la tierra”. Sea en el mar o la alta montaña, hay algo en la inmersión que suspende nuestros gestos y percepciones automatizados para que nos movamos de modo más consciente y en articulación con otrxs. Es así que recuerda la importancia del cuerpo como primer territorio de la producción de saberes y parentescos con vidas diversas.

En ese ecosistema acuoso del páramo, la artista Eulalia De Valdenebro Cajiao realiza prácticas de relacionamiento entre su cuerpo y el de un frailejón. Desplaza en esa interacción el ocularcentrismo y la cartografía (dos legados epistémicos cartesianos, al servicio de la Ciencia) a favor de una proliferación sensible de un sentipensar distinto. En “Mapa de relaciones táctiles escala 1:1”, contextualiza el proceso de trazar un mapa crítico-especulativo de saberes botánicos y anatómicos donde la medición de partes del cuerpo humano se traduce a una escala de equivalencia con partes del homólogo vegetal: el frailejón. La anatomía más-que-humana que De Valdenebro elabora es un proceso simpoético que afirma el potencial propositivo de cartografiar las relaciones de poder, tal como lo concibe Rosi Braidotti cuando afirma que “una cartografía es un recuento del presente anclado en la teoría y la política que busca trazar la producción del cono- cimiento y la sujetividad” y que “también comprenden la creatividad: nos ayudan en el proceso de aprender a pensar diferente sobre nosotros, en respuesta a la complejidad de nuestros tiempos” (Braidotti 2019).1

(AM) 29 de abril. Desde septiembre de 2021, varias familias indígenas, fundamentalmente pertenecientes a la etnia emberá-chamí, se instalaron en el Parque Nacional. Desplazadas por la violencia, se rehúsan a retornar a sus territorios. En este problema complejo que el país no logra resolver, se entreveran múltiples factores, entre ellos la presencia de grupos armados, la movilización a causa de desplazamientos climáticos y la presencia de multinacionales realizando extractivismos en las selvas de las que es originaria esta comunidad.

En “Aproximaciones des-antrópicas: contrarrelatos, desobediencias y visualidades otras”, Alejandro Vázquez Estrada y Eva Natalia Fernández confrontan críticamente el mito moderno que erige al hombre en centro y modelo del planeta, y en su lugar proponen pensar la noción de aproximación des-antrópica, que plantea un principio desde el que se habla de la cooperación entre distintos seres y entidades, vivas e inertes, que responde de manera acertada, diríamos, a la lógica vital del planeta. Para desarrollar ese discurso otro, acuden al mito, pues podría ser posible cambiar el mito de la excepcionalidad humana por otro, de simbiosis y solidaridad entre vivientes y no vivientes, dado que los mitos de origen tratan con comodidad de tiempos sin tiempo en que los binarios separatistas no tienen lugar. Los autores asignan un papel vinculante al bioarte como escenario creativo, de suyo dialógico, que en América Latina ha sido plataforma desde la cual se han producido obras que interrogan el humanismo, volteando el paradigma antrópico. El bioarte puede tener la potencia de establecer relaciones, dar visibilidad, mostrar redes de comunicación y de vida, presentes en la “naturaleza”.

(LB) 26 de abril. Escribo hoy desde Río de Janeiro. Imposible olvidar que aquí durante Eco-92 se acordó oficialmente que “el mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados, en el nivel que corresponda”. Frente a las elecciones presidenciales, la democracia ambiental brasileña hoy está en jaque. Mientras la deforestación de la Amazonía avanza, este mes casi 6000 personas de 172 etnias ocuparon “Terra Livre” en Brasilia en protesta a reformas que liberalizarían el uso de agrotóxicos y de tierras indígenas para minería.

Como contra-nomenclaturas del término “Antropoceno”, el “plantacionoceno” y el “capitaloceno” buscan resaltar la racialización de las múltiples violencias asociadas a la presente crisis ecológica.2 A partir del vía crucis del sistema-mundo que planteó la pandemia de covid-19 a partir de finales de 2019, en “Políticas culturais antirracistas e crise pandêmica: estratégias de fortalecimento das capacidades criativas de artistas pretos”, Victor Hugo Neves de Oliveira enfoca la dimensión étnico-social de la crisis epidemiológica. Sitúa las acciones solidarias del Fórum de Artistas Pretas e Pretos na Paraíba como continuación de las luchas de movimientos sociales en los que, por décadas, ecologistas, ambientalistas y comunidades ancestrales protestan contra la comodificación de la vida, los discursos predatorios del desarrollo y los impactos ambientales del consumo incesante. Enfoca la pandemia como un fenómeno que dejó palpables racismos estructurales que son apenas las más recientes expresiones de lo que Neves de Oliveira llama el “cuerpo en crisis” que se manifiesta en Brasil, como en otras regiones de legados coloniales y esclavistas.

(AM) 1 de mayo. Leo con interés y sorpresa al respecto del Mar Menor que desde una iniciativa ciudadana, el pasado 5 de abril, el Congreso de los Diputados aprobó la tramitación de una ley para otorgarle a la laguna personalidad jurídica. Lo que se sigue es la redacción, según marcos jurídicos españoles y de la Unión Europea (UE), del documento jurídico. Este escenario de reconocimiento de derechos a un ecosistema, si este proceso llega a buen término, sería único en Europa y, seguramente, constituirá jurisprudencia.

Si “Políticas culturais antirracistas e crise pandémica” problematiza los discursos predatorios desarrollistas en clave étnico-social, “La catástrofe del Mar Menor: catarsis educativa desde lo sonoro y lo visual”, hace ello en clave socio-ambiental. Un cúmulo de acciones antropogénicas de abuso ecosistémico han llevado a la albufera de mayor tamaño de Europa, el Mar Menor, ubicada al sureste de Murcia, España, a un punto de no retorno y de sufrimiento ambiental. Ante ello, Juan Carlos Montoya Rubio, Juan Jesús Yelo Cano y Luis Soler Valcárcel revisan las posibilidades que pueda llegar a tener el ecoarte para transformar maneras de actuar y de pensar, que entiendan el operar humano en y con el territorio. Así, ponen a andar un ejercicio pedagógico con dos grupos de estudiantes de Bachillerato en Arte, en el en- tendido de que es posible imaginar acciones antropogénicas que conecten con el ecosistema, para trabajar con él de forma simbionte. Uno de los factores que los autores tienen en cuenta a la hora de dar inicio al ejercicio, que contiene exploraciones tanto visuales como sonoras, es el hecho de que la población de estudiantes participante pertenece al territorio y con él han establecido vínculos de arraigo y afección.

(LB) 26 de abril. Pienso en los muchos cuerpos quebrados. En la ola de homicidios contra activistas ambientales que buscan proteger conexiones vitales con la Tierra. Hoy, luego de aplazarla varias veces, el Senado colombiano aprobó la primera votación de los cuatro debates requeridos para ratificar el Acuerdo Escazú, primer tratado multilateral ambiental en América Latina y el Caribe que promueve el acceso a la información, la participación comunitaria y el cumplimiento de la justicia ambiental. La noticia se recibe con entusiasmo y con recelo. Ante el panorama actual, algunos especialistas en derecho dudan de su alcance.

¿Qué pertenece a un territorio? ¿Son realmente inertes y sin-vida los artefactos ancestrales que materializan conexiones vitales entre personas y medio ambiente? ¿Cómo pueden los objetos des-contextualizados por la minería y la arqueología re-componer historias de territorios extractivos? En “Cuerpos-manglar: sedimentación, extracción y patrimonialización de las figuras cerámicas Tumaco-La Tolita”, José Gabriel Dávila Romero explora estas preguntas a través de una colección de piezas Tumaco-La Tolita, región colombiana con casi 800 años de ocupación, vorazmente desforestada por el cultivo de camarones, pastizales, monocultivos y la minería. Considera cómo estas actividades revuelven los sedimentos históricos y las estructuras racializadas, dejando expuestas dinámicas de depredación socioeconómica en la región. Problematiza el vínculo entre arqueología, nación, patrimonio e instituciones museísticas, postulando, con Elizabeth Provincelli (2016), que las distinciones entre lo vivo y lo muerto (las “geontologías”) se construyen según agendas que justifican la extracción de materiales considerados sin-vida. Reconocer las vidas en disputa de los “inorganismos” y las “culturalezas” es entrar en terrenos de terminología difusa, anfibia, donde las categorías taxonómicas se vuelven porosas y se da la oportunidad de pensar, incluso desde el fragmento arqueológico, la integración de otros cuerpos; en este caso, del cuerpo-manglar.

(AM) 28 de abril. En días pasados, murió el padre de una gran amiga. Antes, hubo de defender su derecho a una muerte digna ante una comunidad de médicos. Finalmente, lo dejaron irse a casa, donde partió rodeado de su familia. Antes del dominio biopolítico del cuerpo, las personas podían ser parte de su propia muerte o de la de sus seres queridos. Lo paradojal es que las políticas globales, directa o indirectamente, producen la muerte y enfermedad de millones de personas de forma diaria. Esta perturbada tensión entre dar muerte y prolongar la vida forma parte de la tanato-política del “capitaloceno”.

El original ensayo de Margarita Ortega Sáchica, “¿Por qué a mí? Vislumbres del trayecto a una humanidad terrestre”, pone su eje de atención en la enfermedad y cómo esta ha sido abordada en Occidente, en tanto acontecimiento fuera de lugar, adjunto a un cuerpo del cual debe ser desprendido. Ortega Sáchica, improvisadora de artes vivas, de forma repentina pasa del amor al movimiento a la necesidad de reposo, ante la aparición de una artritis reumatoidea. De ahí en adelante, muy de la mano del filósofo francés Jean-Luc Nancy, la autora pensará desde abordajes críticos la enfermedad, modificando su acercamiento a esta. En ese proceso, hay un sucederse del conocimiento de sí, una intelección de las posibilidades y límites del cuerpo. Para llevar a cabo estas reflexiones, “expande las escuchas”, estableciendo un diálogo que va, de los árboles de la reserva del Chulajuan (Cundinamarca), a la palmera de su sala, y de la palmera a ella misma, en búsqueda de resilvestrarse,3 de construir escuchas pacientes y atentas.

(LB) 5 de mayo. Hoy leí una nota del periódico local de la región donde enseño en Inglaterra. Desde la pandemia, cada vez más personas nadan en aguas abiertas. Vestidos de sirenas, un grupo de nadadores posó en las orillas del estuario con carteles de protesta contra las descargas de aguas negras en los ríos, producto de la privatización y pobre regularización, que han causado furor en los últimos meses. Los reclamos por ríos sanos, ríos vivos, suenan alrededor del mundo.

En “De cuando el presidente se bañaba en el río Tunjuelito”, Juan Camilo Escobar González plantea el deseo de (re)vitalizar tejidos afectivos, a partir de la memoria del río antes de su contaminación para estimular la imaginación de otros futuros posibles para ese (y otros) cuerpo(s) de agua. La metodología recorre caminos diversos, de crónicas personales, dibujos y acuarelas que se acercan a “ser río”, esa sensibilidad hacia la ontogénesis de cuerpos no humanos que el crítico Georges Didi-Huberman (2008) describe como el paso más allá del mimesis hacia el dynamis. El artículo refracta las aguas del Tunjuelito para encarar flujos de violencia que atraviesan otros ríos como un trauma, expresando la necesidad de rememorar y incorporar ese dolor. Así, los testimonios de personas ausentes que sí recordaron y vivieron los pulsos de un río Tunjuelo sano aparecen como espectros: aquellas presencias liminales y fragmentarias con quienes, planteó Jacques Derrida, es necesario conversar para deconstruir realidades aparentes fijas y abrir ambientes especulativos de otros ríos y otros modos de relacionarnos con ellos (Davis 2005).

(AM) 7 de mayo. En estos días, la prensa señaló el regreso de tres turistas espaciales, provenientes del destino turístico más costoso, la Estación Espacial Internacional en órbita terrestre. La ciencia ficción imaginó la terraformación, de la cual este gesto parece un caricatural paso adelante. No puedo dejar de imaginarlos haciéndose selfies con la Tierra en el fondo. Mientras, acá, tratamos de nombrar una intrusión, la de Gaia (Stengers 2017), ese real planetario que se hace sentir cada vez con más frecuencia. Pripiat se formula como “la mirada” del otro radical. Desde su desolación tóxica y fértil, ausente de humanos, tan similar a la zona de Tarkovsky,4 o a Armero, el camposanto, se activa aterradoramente en el conflicto entre Ucrania y Rusia. Slavoj Žižek anuncia la imposibilidad humana de pensar el fin del capitalismo mientras diariamente imaginamos mil apocalipsis. En la mitad, surgen los neologismos, pues ¿cómo nombrar lo que adviene con palabras gastadas? Necesitamos de imaginación filosófica, política, ética, económica, para imaginar un giro ecoepistemológico, reconocedor inmutado de las redes de interdependencia que posibilitan una de las formas de Gaia, una que aún nos incluye.

“Mil floraciones: diversificación epistémica desde lo más que visual” se despliega en dos voces y tres interlocutores. Esta comunidad de escritura la conforman Alexander Caballero Díaz y Diego Orihuela Ibañez, y una Puya raimondii (planta de la familia de las bromeliáceas, endémica de Perú y Bolivia, actualmente en peligro de extinción). Lxs autorxs construyen una escritura que entrevera ficción y teoría, y en que participa un no humano, permitiendo que el discurso sea permeado por lo diverso. Ello puede resultar en un reencuadramiento del discurso, desde un lugar no antropocentrado.

En su curso, se van entrecruzando otras voces, conformándose una conversación que interroga la teoría de la excepción humana. ¿Cómo fue que el humano construyó un discurso en el que las fisuras constantes de la intrusión de Gaia fueron, vez tras vez, cuidadosamente suturadas? La praxis de vulnerar la escritura, de permitir que la mirada del otro no humano interpele la reflexión, para que lo Real planetario perfore nuestras descripciones del mundo, son estrategias y preguntas que se hacen esas voces, que, en alguna medida, participan también en la hechura del texto: Yuk Hui, Reza Negarestani, Claire Colebrook, Joanna Żylińska.

(LB) 11 de mayo. “Os branco se dizem inteligentes. Não o somos menos. Nossos pensamentos se expandem em todas as direções e nossos palabras são antigas e muitas … nos- sas palavras ficam gravadas dentro de nós. Por isso nossa memória é longa e forte”, expresa el chamán yanomami Davi Kopenawa en A queda do céu (La caída del cielo) (Kopenawa y Albert 2019, 75). Hoy se sostiene un poco más el cielo; la Universidade Federal de São Paulo acaba de anunciar que le otorgó Kopenawa, el doctor honoris causa. Bien merecido.

El dosier concluye con “Sub hyca chityn asucunynga (‘La voz de Suba en nuestro canto vivirá’): canto, territorio, comunidad y cuerpo en la Suba muisca”, de Alejandro Durán Velasco, Wilmer David Talero Martínez e Iván Francisco Mendoza Niviayo, que recuenta procesos colaborativos del colectivo Subana Chibtysqua que canta en el territorio y da voz al territorio en tierras muiscas. Explican cómo activan prácticas musicales de otros territorios indígenas, como los koguis y los u’wa, en talleres colaborativos, e incluyen testimonios de los participantes para mostrar en el canto la resiliencia bio- cultural. Analizan cómo las formas musicales se relacionan con el territorio, cómo sus letras (como chupqua, que significa “humedal”, “pezón”, “vientre”) expresan continuidades cuerpo-territorio, concibiendo la cultura como “una mata, un ser vivo” que resurge y brota cuando el territorio es partícipe de la música, no objeto de ella. Nuevos cantos, concluyen los autores, nutren arraigos ancestrales y alimentan la energía para co-crear futuros alternos como el plan de vida que cultiva la comunidad de la Suba muisca como alternativa a los planes de desarrollo estatales y corporativos. Cantar el territorio, en este sentido, abre canales parecidos a aquellos que Silvia Rivera Cusicanqui (2010) encuentra en la imagen, vías donde “la alteridad indígena que se opone al caos y a la destrucción colonial del mundo y de la vida” (33) nutre prácticas y discursos descoloniales que restauran mundos.

(AM-LB) En este dosier, propusimos hacer juntanza de ideas, poniendo en diálogo formas de pensar y hacer distinto, menos antropocentradas y no binarias, que brotaran de un arte ecopolítico en cruce con otros saberes. Los ensayos rehabilitan formas de convivencia con entidades y ecosistemas, reconociendo lo humano como perteneciente a una red de vida. Dan cuenta de los trances simpoéticos y disbióticos de la colaboración, que se expresan en la diversidad de escrituras y metodologías que atraviesa el conjunto.

Así como lxs autorxs concibieron posibilidades de escribir/ experimentar desde formas indeterminadas y negociaciones constantes, eso mismo hicieron/hicimos las editoras.

REFERENCIAS

Braidotti, Rosi. 2019. “A Theoretical Framework for the Critical Posthumanities”. Theory, Culture & Society 36, n.º 6: 31-61. https://doi.org/10.1177/0263276418771486.

Davis, Colin. 2005. “Hauntology, Spectres and Phantoms”. French Studies 59, n.º3: 373-379. https://doi.org/10.1093/fs/kni143.

Didi-Huberman, Georges. 2008. “Ser río”. En Ser cráneo: Lugar, contacto, pensamiento, escultura. Traducido por Gustavo Zalamea, 41-50. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Haraway, Donna. 2015. “Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Chthulucene: Making Kin”. Environmental Humanities 6, n.º 1: 159-165. https://doi.org/10.1215/22011919-3615934

Kopenawa, Davi y Bruce Albert. 2019. A queda do céu: Palavras de um xamã yanomami. São Paulo: Editora Companhia das Letras.

Provincelli, Elizabeth. 2016. Geontologies: A Requiem to Late Capitalism. Durham: Duke University Press.

Rivera Cusicanqui, Silvia. 2010. Ch’ixinakax utxiwa: Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Buenos Aires: Tinta Limón.

Stengers, Isabelle. 2017. En tiempos de catástrofes: Cómo resistir a la barbarie que viene. Barcelona: Ned.

Stengers, Isabelle. 2020. “We are divided”. e-flux, n.º 114. https://www.e-flux.com/journal/114/366189/we-are-divided/.

Notas

1. Las traducciones son nuestras.

2. Sobre estos otros términos, ver: Donna Haraway, “Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Chthulucene: Making Kin”, Environmental Humanities, vol. 6 (2015): 159-165.

3. Este neologismo lo emplea la autora para hacer referencia a una relación con el planeta que no sea antropocéntrica.

4. No dejo de sorprenderme con la fecha de realización de Stalker (1979), casi siete años antes del acontecimiento en Chernóbil. Armero es una ciudad del departamento del Tolima, en Colombia, que fue arrasada por un alud de barro y piedras, debido a la actividad de un volcán. Aun cuando los vulcanólogos habían anunciado la actividad del volcán, el Gobierno de turno no hizo nada. Eso ocurrió en 1985.

Notas de autor

* Maestra en Artes Plásticas por la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Estudios Culturales por la Pontificia Universidad Javeriana y doctoranda en Arte y Arquitectura, Línea Crítica y Estética en la Universidad Nacional de Colombia. Sus temas de interés son arte y poshumanismo, decolonización de la historia del arte y feminismo e historia del arte. Investigadora, curadora de arte contemporáneo colombiano, docente de la Pontificia Universidad Javeriana y de la Universidad Nacional de Colombia. ORCID: 0000-0001-6900-020X. Correo electrónico: lozano-ana@javeriana.edu.co

** Licenciada en Idiomas Modernos y Medievales por University of Cambridge, magíster y doctora en Estudios Culturales Latinoamericanos por Birkbeck College. Trabaja en las intersecciones de prácticas creativas e investigaciones académicas, combinando la escritura sobre las artes, la ecología y la memoria, con proyectos curatoriales y audiovisuales en la red de investigacióncreación entre—ríos. Profesora asociada de Historia de Arte y Estudios Interdisciplinarios en la University of Essex. ORCID: 0000-0002-0472-9419. Correo electrónico: lisa.blackmore@essex.ac.uk

Información adicional

Cómo citar: Lozano Rocha, Ana María y Lisa Blackmore. 2022. “Espabilar conversas hacia un arte ecopolítico” Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas 17 (2): 8-13 https://revistas.javeriana.edu.co/index.php/cma

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