Aprender a conjurar el miedo: relatos del proceso Grabar en la memoria con las Madres de Falsos Positivos (Mafapo)*

Learning how to conjure fear: stories of the process Recording in the memory with the Mothers of False Positives (Madres de Falsos Positivos Mafapo)

Aprendendo a conjurar o medo: relatos do processo Gravar na memória com as Mães de Falsos Positivos (Mafapo)

Eduard Andrés Barrera Mateus

Aprender a conjurar el miedo: relatos del proceso Grabar en la memoria con las Madres de Falsos Positivos (Mafapo)*

Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, vol. 20, núm. 2, 2025

Pontificia Universidad Javeriana

Eduard Andrés Barrera Mateus

Universidad Pedagógica Nacional (UPN), Colombia


Recibido: 15 enero 2025

Aceptado: 03 marzo 2025

Publicado: 01 julio 2025

Resumen: A partir de relatos autobiográficos enmarcados en una sistematización de experiencias, se presenta una reflexión educativa sobre el proyecto de formación en arte y memoria histórica Grabar en la memoria con las Madres de Falsos Positivos (Mafapo). El narrador devela cómo, en el tránsito de la experiencia, se enfrentan miedos a la muerte y al olvido, tejiendo relaciones entrañables entre los participantes de la experiencia en cinco relatos, para, finalmente, revisar en el corolario las relaciones entre arte, educación y memoria histórica. El primer apartado es sobre el inicio del proyecto en relación con la obra De lejos parecen moscas identificando los actores y las motivaciones. El segundo apartado comparte una mirada más cercana a Mafapo, lo que enmarca históricamente la lucha que moviliza a estas madres. En busca de resignificar las memorias relatadas, la tercera parte se concentra en traer la voz de las madres durante los encuentros de cada miércoles en el taller de grabado, permitiendo que el análisis se concentre en la diferencia entre una actividad educativa en artes y una actividad artística durante la experiencia, el rol de la fotografía como dispositivo didáctico y el grado de relación, sentido y significado en la creación. Por último, se relata la forma en que el desarrollo del proyecto trasciende las fronteras del taller y se vincula con la cultura universitaria durante el paro nacional de 2019 y termina en la graduación de los participantes.

Palabras clave:Mafapo, educación artística, grabado, educación para la paz.

Abstract: Starting from autobiographical stories framed in a systematization of experiences, an educational reflection is presented concerning the art and historical memory training project titled Recording in the memory with the Mothers of False Positives (Madres de Falsos Positivos Mafapo). The narrator unveils how, in the transit of the experience, fears of death and oblivion are faced, weaving close relationships between the participants of the experience in five stories to, finally, review in the corollary the relationship between art, education and historical memory. The first section is about the beginning of the project in relation with the play From afar they seem like flies identifying the actors and the motivations. The second section shares a closer look to Mafapo, which frames historically the fight that mobilizes these mothers. Searching to resignify the memories recounted, the third section focuses in bringing the voice of the mothers during the encounters every Wednesday in the printmaking workshop, allowing for the analysis to be focused in the difference between an educational activity in the arts and an artistic activity during the experience, the role of photography as a didactic device and the degree of relation, meaning and significance in creation. Finally, the way in which the development of the project transcends the borders of the workshop and is linked to the university culture during the national strike of 2019 and ends with the graduation of the participants is recounted.

Keywords: Mothers of False Positives (Mafapo), art education, printmaking, peace education.

Resumo: Com base em relatos autobiográficos enquadrados numa sistematização de experiências, apresenta-se a reflexão educativa sobre o projeto de formação em arte e memória histórica Gravar na memória com as Mães de Falsos Positivos (Mafapo). O narrador desvenda como, no trânsito da experiência, são enfrentados medos à morte e ao esquecimento, tecendo relações entranháveis entre os participantes da experiência em cinco relatos, para, por fim, rever no corolário, os relacionamentos entre arte, ensino e memória histórica. A primeira seção fala sobre o começo do projeto em relação à obra De longe parecem moscas identificando os atores e as motivações. Na segunda seção compartilha um olhar mais atento sobre Mafapo, o que enquadra historicamente a luta que mobiliza essas mães. Em procura de ressignificar as memórias relatadas, a terceira parte foca-se em trazer a voz das mães durante os encontros de quarta-feira na oficina de gravura, permitindo que a análise se foque na diferença entre uma atividade educativa em artes e uma artística durante a experiência, o papel da fotografia como dispositivo didático e o grau de relação, sentido e significado na criação. Por fim, narra-se a forma em que o desenvolvimento do projeto transcende as fronteiras da oficina e se vincula com a cultura universitária durante a greve nacional de 2019 e termina na formatura dos participantes.

Palavras-chave: Mafapo, educação artística, gravura, educação para a paz.

Introducción

> Me paralicé con su respuesta, sentí cómo las entrañas se contrajeron y un corrientazo me atravesó la espina dorsal en sentido contrario a la gravedad. Al levantar la mirada, me encontré sonriendo de manera cómplice con los que estábamos en esa mesa. Blanquita, de sesenta y tantos, sonrió con la seguridad de no haber hecho una broma, volvió a su postura particular de concentración, sacó la lengua hacia un lado y la apretó entre los labios, tomó unas de sus gubias y sacó un bocado de madera de manera experta. Fue en octubre de 2019, para el resto de la jornada, la frase de Blanquita me quedó rondando en lo que ha de ser el alma: “Yo solo sé grabar”.

Como era costumbre desde marzo de este año, todos los miércoles al finalizar el día, se organiza y cierra el taller de grabado de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). Mónica, la guarda de seguridad que recibe el taller, revisa todo de forma entrenada, dirige su mirada a unas pruebas de Estado que están colgadas secando la tinta y exclama: “¡Están quedando muy chéveres!”. Agradezco los elogios y me despido: “Hasta la próxima semana”. Camino a casa, no puedo evitar pensar que, en definitiva, fue un gran día. De nuevo, la sonrisa recurrente y el comentario mental: “Yo solo sé grabar”.

Recordar esas palabras es recordar que Blanquita es una verdadera heroína que ha logrado, junto con sus compañeras, lo que hoy serán quince años de lucha, buscando verdad y justicia por el asesinato de sus hijos a manos del Ejército Nacional. Su hijo fue uno de los casos de los mal llamados falsos positivos de Soacha y Bogotá, y he visto en su sonrisa una experiencia con la que se ha conjurado el miedo a la muerte, al olvido y a la injusticia.

De lejos parecen moscas

Para diciembre de 2018, me convocaron a una reunión con el propósito de compartir un proyecto del que querían fuera parte. La maestra Martha Ayala Rengifo, en ese momento decana de la Facultad de Bellas Artes de la UPN, me presenta a Alexander Ruiz Silva, docente de la Facultad de Educación de la UPN. Tras los saludos protocolares sin rodeos, como es propio de su carácter, la maestra menciona una obra de grabado de gran formato de la que hice parte junto con el colectivo de estudiantes que coordino y que quiere que explique un poco de qué se trata. La obra en mención es De lejos parecen moscas, un trabajo de grabado en madera (xilografía) en el que en seis tablas de 1,20 × 0,60 m se tallaron los rostros de líderes colombianos asesinados, todos con la característica de haber sido docentes, porque los que tallamos somos docentes. La ficha técnica de la obra expuesta en ARTBO 2019, en la exposición Ecologías entre el 11 de mayo y el 21 de junio, rezaba:

De lejos parecen moscas es una categoría basada en un cuento de Borges que se retoma como metáfora en esta obra, para trastornar las superficies ordenadas de la historia del conflicto colombiano, provocando, en alguna medida, una vacilación e inquietud en nuestra práctica de lo mismo y lo otro, en la práctica mediática de un muerto más, un muerto de otros, actores sociales que a la distancia caen como moscas. (ARTBO | Salas 2019 2019)

Les conté en aquella reunión cómo tallamos a Manuel Quintín Lame, Elsa Alvarado, Mario Calderón, Ana María Cortés Mena, Yolanda Maturana y Juan de Jesús Moreno, cómo fueron grabados en una matriz de gran formato de madera, para aparecer una y otra vez en el papel, en los muros, en la ciudad y en la memoria de la sociedad por la que dieron sus vidas desempeñando el papel de enseñar. Nuestras moscas, que ya no son tan lejanas porque tienen nombre y rostro, volaron en varias exposiciones en Argentina, Chile y Barcelona, y aún me estremece hablar de ellas.

—¡Del carajo! —dijo el maestro Ruiz Silva—. Continuó diciendo que la UPN se había comprometido a hacer parte de la Cátedra Unesco en Artes, Educación y Cultura de Paz 2018. Para esta ocasión, no querían que fuera una cátedra de académicos para académicos.

—Queremos que participen organizaciones que están construyendo cultura de paz —aseguró Alexander—. Hemos pensado trabajar con las Madres de Falsos Positivos de Soacha y Bogotá, la maestra Martha me habló de ti y lo que vienes haciendo con el colectivo que coordinas. ¿Será que podemos hacer algo así como lo de las moscas con ellas?

Me quedé en silencio un momento pensando en la inconmensurable oportunidad de trabajo que tendríamos, en la posibilidad de ampliar con las madres lo que Jelin (2002) llamó “memorias y contramemorias políticas”. De esas que están en oposición, memorias de resistencia, memorias disidentes, memorias rivales, memorias que quieren ser desterradas y, una vez más, asesinadas. Es la oportunidad para sumarnos a ellas y reconfirmar que en este país no hay una memoria, ni una verdad única, que habitamos laberintos que deben ser re-explorados para ver todo el panorama, que, como rompecabezas, tienen que ser armados de manera paciente y perseverante.

Creo haberme inclinado a tomar un poco de agua y dije:

—¡Claro! Pero no sería lo mismo, ellas son las que deben tallar, y el tiempo, esto no se hace en un mes, son gran formato, esto no puede ser un taller común, debe ser a la luz de un laboratorio de creación.

Mi mente estaba desbocada, es la emoción de una nueva idea surgiendo desde el hipotálamo, creo haber puesto un número de problemas, con su respectiva solución inmediata.

—¿Qué tenemos y qué se necesita? —dije inmediatamente.

—¡Voluntad! —sentenció la maestra Martha—. Las instituciones involucradas no tienen dinero para este proyecto, la UPN brinda los espacios de trabajo y la Unesco, pues, el nombre.

Mi mandíbula no cayó al suelo porque está sujeta al cráneo, daba igual, ya estaba comprometido con la idea, prometí trabajar en la propuesta para iniciar en 2019 un laboratorio de cocreación en arte y formación en memoria histórica.

Para marzo de 2019, ya teníamos la propuesta afinada y se había solucionado la mayoría de los trámites burocráticos entre las instituciones, los permisos de ingreso, la convocatoria y el taller. Cada uno de los actores de esa reunión de diciembre logró resolver según sus contactos y responsabilidades. El 14 de marzo, el primer miércoles del laboratorio, teníamos a nuestra disposición el taller de grabado de la UPN de 2:00 p. m. a 5:00 p. m. Junto con los estudiantes de la Lic enciatura en Artes Visuales que hacían parte del colectivo Arbitrio conseguimos los materiales para recibir a las madres. No las conocíamos, habíamos hecho un acercamiento a la organización por noticias y memorias de trabajos previos, pero, insisto, no las conocíamos.

2:15 p. m. Mónica, la guarda de seguridad de los talleres de artes, dice en voz alta mientras sostiene el radioteléfono:

—Que hay en la puerta de la 72 unas señoras que vienen a un taller de arte.

—¡Es para acá! —grité con la emoción que producen las cosas que te van a cambiar la vida. Aún no lo sabía, ni me lo imaginaba, yo solo corría en busca de las señoras.

—¡Buenas tardes, bienvenidas!

Gloria, Beatriz y Soris ingresaron conmigo al taller, las presenté por sus nombres a los compañeros de Arbitrio, y les pregunté por las demás madres:

—No sabemos, profe, nos dijeron a todas que a las 2:00 p. m., pero, hum, quién sabe si vengan más.

Esperamos un rato más y decidimos sacar una matriz de De lejos parecen moscas. Al parecer, había una enseñanza más para nosotros de parte de nuestros homenajeados en esta obra. Les mostramos las matrices de madera talladas, varias capas de tinta demostraban su uso y les hacían brillar, sellos gigantes que trajeron silencio al taller de grabado mientras los tocaban; al parecer, en sus texturas estaba la historia de cada uno grabada, como una especie de braille para el alma.

—Pero casi no se entiende —dijo una de ellas.

—Están al revés —dijo otra.

—Es que hay que imprimirlas, hay que imprimir —aseguró uno de los miembros de Arbitrio.

—¿Se puede? —preguntó Beatriz.

—Para eso son —respondimos en coro.

Tomamos a Elsa Alvarado y Mario Calderón, los maestros investigadores del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), que Rosario Saavedra llamó “pioneros en la utopía y la concepción de verdad del medio ambiente, constructores de todas las reservas en Tierra Alta y en la Reserva de Sumapaz” (citado en Llinás Aragón 2020). Fueron ellos quienes emergieron para recordarnos que el trabajo con comunidad se da en el hacer, en el compartir, en el untarse de la tinta de la vida. Ellos, Mario y Elsa, nos ayudaron a mostrarle a esas tres madres que llegaron el primer día que nuestro trabajo no buscaba extraer su dolor, que no íbamos a tomar sus relatos de manera descuidada e irresponsable, que nuestro objetivo no era hacer obras de arte para ganar fama a costa de enterrarlas en el relato de muerte. Quiero creer que fueron esas moscas, cuyo relato era distante, al estar cerca, las que asumieron rostro e historia, ya no eran un muerto más, un muerto de otro. Fuimos nosotros rearmando la vida, haciéndola emerger en un gesto de cuidado y memoria. Fueron Elsa y Mario, sus incipientes arrugas y líneas de identidad talladas en una tabla, las que convencieron a nuestras visitantes de una propuesta, que, más que un trabajo, era un diálogo.

Las tres se dispusieron a entintar, les enseñamos a extender la tinta con rodillos de goma. Ellas pasaban por los rostros de nuestros maestros con el cuidado propio de una madre, prestando atención a la historia que les contaban. Cubrimos con paciencia toda la matriz mientras hablábamos de lo intempestivo de la muerte y de lo macabro que es cuando se la impones a otro de forma violenta e injusta. Del horror, del miedo. El papel blanco sobre la matriz para cubrir y descubrir, no hay prensa de ese tamaño, solo manos dispuestas y unas cuantas cucharas de palo para sacar la reproducción, hicimos memoria en ese instante, con cada frotar y presionar, con cada gesto de amor que no rompía el papel ni manchaba el recuerdo de su trabajo. Después de unos minutos, o tal vez horas, retiramos el papel con cuidado, frente a nosotros salió la mejor copia de De lejos parecen moscas que hayamos sacado, una copia llena de orgullo de tres mujeres que luchan porque sus hijos no sean más una cifra, un número con el que se valió un día de descanso. Manuel, Elsa, Mario, Ana María, Yolanda y Juan de Jesús no fueron más moscas, ni cayeron, ni se fueron volando, ni murieron, ese día nos unieron con las madres en la dignidad (figura 1).

Sobre Mafapo

Aunque el camino profesional me ha llevado a trabajar con comunidades y víctimas del conflicto, debo reconocer que en ese momento no sabía mucho de Mafapo, más allá de lo que significó para el país que el Ejército matara jóvenes empobrecidos y hacerlos pasar como bajas en combate. En ese momento, aún no era conocida la cifra de 6402 casos y mucho menos que en toda Colombia había sido una práctica común, una exigencia para las Fuerzas Armadas, excepto San Andrés y Providencia, único departamento donde no se dio este modus operandi. Le propuse al maestro Ruiz Silva un par de encuentros para que me contara la razón del trabajo con ellas. Lo primero que me comentó es que la organización se denomina Mafapo, 1 constituida por madres y hermanas de jóvenes que fueron objeto de crímenes de Estado, específicamente de ejecuciones extrajudiciales por parte de las fuerzas militares, hechos dados entre 2002 y 2008.

Mafapo y las moscas. De izquierda a derecha Gloria, Elsa, Mario, Soris, Beatriz.
Figura 1
Mafapo y las moscas. De izquierda a derecha Gloria, Elsa, Mario, Soris, Beatriz.


Fuente: Fotografía de Nicolás Espitia (2019).

Su lucha es por restituir el buen nombre de sus hijos, por esclarecer la verdad de lo sucedido, porque se haga justicia. Durante los encuentros semanales que tuvimos por más de un año, algunas de estas madres y hermanas de víctimas directas nos contaban cómo han sido amenazadas de muerte, otras han sufrido atentados contra sus vidas y casi todas han vivido alguna forma de persecución o intimidación. Las acompañamos después de duras jornadas en los estrados judiciales donde fueron y han sido damnificadas directas de una interminable seguidilla de dilaciones. Allí se ha hecho alarde de las más macabras prácticas leguleyas que este país conozca, entre ellas la inoperancia de jueces, las artimañas de abogados de la contraparte, los aplazamientos injustificados de las audiencias, el cambio repentino de sede de sus procesos y, finalmente, la migración inconsulta de sus casos de la justicia ordinaria a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). 2 Los tres poderes de la democracia más antigua de América les han fallado. A cambio de reconocimiento de su dignidad y protección, de sus derechos, han sido tratadas con humillación y desinterés.

Podemos afirmar, siguiendo a Ruiz Silva (2024), que “la víctima perfecta es esa persona que padece los efectos devastadores de las acciones violentas de otros, lo que explica su pasividad, su silencio, su confinamiento, su resignación” (8). Desde que el peor crimen empezó a reverberar en sus cicatrices, estas madres y hermanas se oponen a ser víctimas; así, han salvado muchas vidas, quizás tantas como las que se perdieron. En nuestras conversaciones con un café fuera del taller, suponíamos, con frecuencia, que la cantidad de “falsos positivos” se mitigó, particularmente, debido a sus denuncias públicas. Nos gusta creer que miles de jóvenes, en especial, de sectores marginados, no sabrán jamás que deben su vida a la acción valiente de este puñado de mujeres de origen humilde, y cuando se los decíamos, no lo reconocían simplemente por pudor.

Después de compartir con ellas, logré entender que su lucha no es sencilla ni unidireccional, que su organización se ha resistido al olvido y el silencio, al asesinato moral, que tiene tantas aristas como la justicia misma, la cual demanda, desde el punto de vista de la reivindicación, el buen nombre y la honra de las víctimas, así como la exigencia de verdad de lo sucedido en cada caso; la demanda de juicios y condenas, con criterios de proporcionalidad, a los perpetradores y responsables directos e indirectos de los crímenes; la compensación simbólica, social y económica ante sus pérdidas; la sanación y reconciliación, entre otras.

Durante ese año me encontré con una serie de narraciones y expresiones públicas constantes e ininterrumpidas que han sostenido a lo largo de los años, sus exigencias enlazan la vida y la muerte de 19 jóvenes de Soacha y Bogotá, así como comprenden desde marchas con pañuelos blancos y las fotos de sus hijos por el centro de Bogotá, hasta encuentros periódicos en la plaza de Soacha exigiendo verdad y justicia, y desde 2015 en el Centro de Memoria Paz y Reconciliación (CMPR). A punta de perseverancia han logrado reconocimiento público y hasta disculpas de uno que otro senador de la república cada año bisiesto. Reconocerlas nos llevó a entender que hay distintas formas de contribuir a la paz en una sociedad, incluso hasta arriesgar la propia vida para prevenir que muchas otras se extingan, que muchas otras sean cegadas en nombre de una idea de lo que ha de ser el Estado. Alzar la voz como forma de exaltar la vida, o como dijo alguna vez Luz Marina Bernal: “Yo parí a mi hijo para la vida, pero él me parió para la lucha” (Zamudio 2017). Una lucha que busca entablar procesos judiciales contra los autores, relatar lo sucedido así se quiebre la voz para que muchos otros se sumen a sus demandas de justicia; crear y sostener una organización solidaria con ciudadanos defraudados por el establishment hace de estas mujeres gestoras de memoria y constructoras de paz, sin modo víctimas. Por mantenerse en pie de lucha y por el amor a sus hijos, a sus familiares y a sí mismas, las madres de Soacha y Bogotá son las protagonistas de este relato.

Encuentros

Encuentro 26 con 24

Sentados en mesa redonda, cara a cara los colectivos se encontraban por primera vez. Mafapo y Arbitrio compartían el mismo lugar, fue un viernes en el CMPR. Un par de días antes, Gloria, Beatriz y Soris habían estado en el taller compartiendo con Mario y Elsa en un diálogo de silencios. La consigna era simple: no irnos de allí hasta tener la seguridad de que todas llegaran a la UPN el miércoles siguiente. Si Mahoma no va a la montaña… Nos presentamos uno a uno y una a una, fue algo sencillo, los chicos, los estudiantes pertenecientes al colectivo, no superan los 23 años y son los más nerviosos, apenas suscitan palabra para demostrar el entusiasmo por conocerlas. Están estudiando para ser profesores de artes visuales, sin estar muy seguros de lo que eso significa y qué los diferencia de ser artistas que trabajan con víctimas del conflicto armado. Saben, por ahora, que lo poco que pueden compartir es su amor por el grabado y la gráfica; ellas siendo madres los escuchan con prudencia.

—Bueno, ahora que nos presentamos, me gustaría que Gloria, Beatriz y Soris les cuenten a las demás cómo les fue el miércoles en la UPN, qué vieron, qué hicieron. Ellas, con la mesura que han aprendido en la vida, comentan, grosso modo, lo que allí sucedió. Hasta que Gloria con su sonrisa encantadora pidió la palabra y se deshizo en elogios por el trabajo que se hizo en homenaje a los líderes sociales, de su encuentro con Elsa y Mario, y que les íbamos a enseñar a hacer eso con sus hijos, a tallar y a hacer grabados, que iban a ser estudiantes de la UPN. Soris y Beatriz asintieron con la cabeza. Seguido de esto les compartimos la metodología de enseñanza-aprendizaje que íbamos a usar.

—En este espacio que hemos abierto para ustedes, no va a haber un solo profesor, todos los que estamos acá somos profesores, y es momento de que cada una de las madres decida con cuál de los arbitrios quiere trabajar, es el momento de que cada una elija a su profesor o profesora.

Hubo sorpresa por mi propuesta. Aunque se habla de la necesidad de personalizar la construcción de conocimiento, nos resistimos a que eso pase. Momento de silencio… Las interpelo:

—Escucharon qué les gusta y cómo se llaman, ahora elijan con quién les gustaría trabajar, cada una tendrá un profesor y cada profesor tendrá una estudiante.

La forma de selección me llamó la atención: “Voy con él, que monta tabla”; “Con él, que gusta experimentar con la cocina”; “Con ella, porque está solita”; “Con él, que es grande y serio”; en fin, las duplas quedaron armadas. Cristian con Soris, Fredy con Beatriz, Gloria con Rubén, Carmenza con Caliche, Jaqueline con Johan, Blanca con Alex, Yeferson con Ana, Doris con Nicolás, Sergio con Rubiela y Lorena con Idalí. Diez parejas que se encontrarán para enseñar y aprender a hacer memoria y arte, encuentros en un taller de grabado (figura 2).

El siguiente miércoles, cerrando marzo, estábamos con el taller lleno, fueron llegando una a una, esta vez no fui quien las recibió en la entrada, fueron cada uno de los profesores quienes asumieron ese rol de acompañantes y guías de la UPN, las llevaron por las canchas, el restaurante y la plaza de la memoria, se conocieron un poco más y cada profesor le entregó a cada una un kit de grabado, una bolsa de tela con dos juegos de gubias, unas para madera, otras para linóleo, y un pedazo de linóleo de 10 × 13 cm.

 Encuentro
Mafapo y Arbitrio.
Figura 2
Encuentro Mafapo y Arbitrio.


Fuente: Fotografía de Eduard Andrés Barrera Mateus.

El primer día tallaron su nombre en ese pedazo de linóleo, se encontraron con un nombre al revés, en espejo. Una necesidad técnica básica del grabado para existir. Pero una necesidad educativa para configurar un encuentro de enseñanza-aprendizaje, pues esta actividad no estaba pensada en el seno de la producción de objetos artísticos, sino, como hemos dicho (Barrera Mateus 2024), era una actividad educativa en artes que se constituye desde la necesidad de poner en acción el funcionamiento sociocultural de las artes, sus usos, sus objetivos y la diversidad de formas del saber que el arte moviliza en la sociedad. ¿Pues qué implica interrogar el nombre? Interrogar cada letra que lo compone. ¿Cómo se ve al revés y al derecho? Encontrarse con lo desconocido en aquello que se ha dado por hecho, la extrañeza de lo incógnito y la capacidad humana por solucionar un problema para finalmente nombrarse, enunciarse. Parece un ejercicio pueril, de adaptación a la técnica, un ejercicio menor en el arte, y así puede ser para los estándares expositivos de una obra; pero esta experiencia le da lugar al sujeto que aprende, le da lugar a Doris, a Ana, a Carmenza, no son de forma genérica “las madres”, les permite identificarse en el terreno de lo vivo que es el taller de artes, es la posibilidad de no morir junto con sus hijos.

No hubo necesidad de hacer reflexiones profundas ese día. Simplemente debían asumir un reto y lo cumplieron. Marcaron la bolsita de tela que llevará sus materiales durante las siguientes semanas, de pequeño a grande. Paso a paso, se abría el camino de entender quiénes somos en la ausencia de los hijos y hermanos, pero en la presencia del encuentro con otros, en el encuentro con los lenguajes del arte para volver a tener un nombre en la bolsita de materiales para estudiar.

Las reflexiones vinieron después. Una muestra de ello son seis tesinas de pregrado de estudiantes participantes del laboratorio de creación. Particularmente Castillo Hernández (2020) señala:

La primera impresión que hicimos no fue con una matriz, papel y mucho menos con tinta, la primera se hizo con la mirada, los gestos, la voz y los movimientos corporales, que fueron proyectados por mi futura compañera de grabado y, por supuesto, por mi reacción ante ellos. Fue por medio del encuentro y el diálogo, el escuchar atentamente, el compartir unas onces, llevarle un durazno o unas galletas, tomar un tinto, fumar un cigarrillo, coger la gubia, quitar material de las matrices, parar, descansar, volver a salir, trabajar un poco más, para posteriormente despedirnos ese día. La primera impresión fue con el reencuentro de cada 8 días, con el beso y el abrazo, con el hecho de hablar de cosas tristes, pero también de soltar una que otra carcajada, de ir construyendo una relación cercana, de confianza y de respeto. (80)

Encuentro 72 con 13

—Doris, ¿qué está haciendo ahí, esto es lo que ha aprendido durante un mes?

Doris bajó los brazos rápidamente y se escondió tras Nicolás, su profesor, sonrió y la abracé.

—Muéstreme, pues —le dije con más suavidad. Un poco tímida extendió una calcomanía que decía “Doris fuerte”, una reproducción adhesiva de unas 15 que tenía en las manos y que pegaba por toda la UPN con una agilidad impresionante. Doris habla de sí misma en tercera persona, como si fuera otra a la que admira después que asesinaran a su hijo por quienes debían protegerlos. “Doris valiente”, se lee en otra calca, porque después que lo mataran y siendo 2019 seguía buscando el cuerpo de su Oscar, 3 por eso, lo lleva en forma de tatuaje en uno de sus brazos, es el símbolo de una valentía que le permite hacer calcas y pegarlas por donde camina, así como exigirle al Estado respuestas. Es Doris que sonríe haciendo pilatunas en el taller. Don Darío, su esposo, dice que es capaz de dejarlos sin almuerzo los miércoles por salir corriendo a la UPN. Doris estudia Artes en la UPN.

—¡Ti, ti, ti ti, ti, tiii! —se oye en los pasillos frente al taller de grabado. Es doña Soris llamando a su profe Cristian que está montando tabla en las canchas del bloque C. Fuera del taller son “Ti, ti”, o “Mi flaco”, o “Cali”; con gubias en mano son “Profe”. En menos de tres meses, las relaciones entre las Mafapo y los arbitrios se han consolidado de tal forma que se perciben códigos únicos entre ellos, signos cifrados para el resto de los mortales, el ambiente de aprendizaje es la complicidad y la fraternidad, las jornadas intensivas de talla se superan sin mirar el reloj. Se había planeado trabajar de 2:00 p. m. a 5:00 p. m., algunas llegan desde las 12:00 para almorzar con los chicos en el restaurante de la UPN, le hacen el quite a la rutina discutiendo cuál foto va mejor para la siguiente matriz y se retiran a las 6:00 p. m. o 7:00 p. m., todo depende de lo adelantadas que estén o de que el Transmilenio pase vacío después de la hora pico.

Esto podría ser tomado como una situación sui géneris si se contempla desde la anécdota; sin embargo, recordemos que esta experiencia es configurada desde un sentido educativo, tanto para las participantes de Mafapo como para los estudiantes de profesores en Artes que hacen parte de Arbitrio. Esto es cardinal porque las prácticas docentes en la formación profesional dan cuerpo a que el arte es parte de la experiencia humana y de las prácticas culturales que la constituyen en fenómeno social. Para la formación docente, hemos recalcado que esto implica reconocer que las artes se inscriben en una multiplicidad de interacciones que se entrelazan no solo con la materialidad, sino con el contexto en el que se embulle (Barrera Mateus 2024). Así es como, en esta experiencia, el ejercicio profesional de los profesores en Artes (en formación) no se entendió únicamente desde la producción de objetos artísticos, sino desde la necesidad de configurar un entramado de posibilidad para el desarrollo de las madres, como sujetos en ejercicio de su pensamiento complejo, acercándolas más a la dimensión cultural de la imagen que a la de la memorización de datos sobre artistas del grabado y sus habilidades técnicas. Esto se logra en la medida en que se mantuvo en el horizonte educativo, desde el cual entablar relaciones e interacciones con la dimensión artística es fundamental en el desarrollo humano. Es decir, no basta con recrear actividades artísticas en el aula, pues estamos fomentando la comprensión y apreciación de una dimensión que hace parte de la vida de todos y cada uno de nosotros sin importar que nos dediquemos al arte como profesión. (Barrera Mateus 2024, 29; figura 3)

Encuentro: “Las fotos, profe”

—Bueno, doña Soris, ¿qué fotos trajo? —pregunta Cristian—. Emocionada, saca un cuaderno argollado con tapa de ositos y flores, cuatro fotos de Mathias que pone sobre la mesa y sentencia:

—Bueno, mi profe, ¿cuál queda mejor? Ayúdeme a escoger porque hoy debo iniciar que ya estoy colgada —señalando con la mirada a las compañeras que están tallando imágenes de sus hijos en tablas de no más de 20 × 20 cm. Para sorpresa nuestra, las cuatro fotos de Mathias fueron tomadas mientras prestaba el servicio militar. Él amaba su ejército, fue una de las épocas que más disfrutó porque se puso buen mozo, ya después ellos mismos me lo mataron —nos cuenta Soris mientras pasa los dedos por las fotos. No había nada qué decir, uno aprende a guardar silencio cuando la realidad supera la elocuencia. Porque, aunque sabemos del potencial de la imagen, la revisión del archivo fotográfico con las madres fue fundamental en nuestra propuesta, no solo porque las invitamos a mirar con atención en la figura de sus hijos o hermanos, sino porque cada fotografía contiene mundos por develar que, al ser traídos a nuestro taller, en relación con las actividades educativas como artefactos culturalmente complejos, 4 aportaron al desarrollo del pensamiento de cada una de ellas y de su colectivo social. Nunca preguntamos directamente por la muerte de sus hijos, dejamos que, en el proyecto de construir memoria, surgiera como parte de ellas, sin condiciones ni exigencias, sin revictimización ni pesar, mas sí con un profundo respeto por quienes son, por su presente y su futuro, porque su tarea del día fuera escoger en cuál foto se veía buen mozo para alimentar su entereza, demanda de justicia y su habilidad para hacer un grabado de mayor complejidad.

Encuentros Mafapo y
Arbitrio
Figura 3
Encuentros Mafapo y Arbitrio


Fuente: Fotografía de Eduard Andrés Barrera Mateus.

Cinco meses después ya habíamos pasado por matrices pequeñas de palabras o símbolos para adaptarse a la talla, cruzamos metáforas para representar las pérdidas y sus demandas, hicimos carteles y experimentamos imprimiendo en telas. En el taller, los protagonistas en las paredes eran los rostros de sus hijos, un trabajo incansable de buscar sus miradas y recuerdos, ya no más la foto de cédula hierática, impávida e inmóvil, queríamos sus verdaderos rostros, los relatos que sostienen la imagen, sus características en vida, pues, en esos momentos, estaban vivos, esos momentos que ellas conocen mejor que nadie. Entre todos buscamos y decidimos, acordamos y recordamos, incluso Carmenza, quien se reprochaba en silencio con Caliche. Este último, el grandote y serio de Arbitrio, se me acerca y me dice:

—Eduard, tenemos un problema —lo miro y me acerco donde Carmenza. Ella, después de pasar el nudo en la garganta que tenía atravesado, levanta la voz y dice:

—Casi no tengo fotos de John, en las dos que tengo no me gusta como se ve. En una era diciembre y quedó con cara de borracho y en la otra quedó con los ojos cerrados y no tengo más fotos. Profe, es que lo quiero tallar a él porque de Víctor sí tengo varias cosas, pero de John no. Carmenza no perdió un solo hijo sino dos, John desaparecido con falsas promesas de trabajo y presentado como guerrillero dado de baja, mientras Víctor fue asesinado por sicarios dos semanas después de acompañarla a recuperar los restos de John en una fosa común en Ocaña (Santander). Víctor, en medio del dolor de ese momento, habría increpado y “amenazado” a los militares de alto rango que presenciaron la exhumación de la fosa común en Ocaña.

—¿Qué hacemos, profe? Miré a Caliche, y pensando que la vida se crea, y que la mirada está en el recuerdo de una madre, fuimos a la sala de sistemas y, con ayuda de un programa de edición de imágenes, vimos cómo John abría una vez más los ojos.

En otras palabras, identificar y decidir dentro del acervo fotográfico que se usan imágenes en el proceso del grabado es la puerta de entrada para entender que no es solo el objeto plástico, sino que, al situarlo en el contexto particular del taller durante 2018 en Colombia, hay relaciones socioculturales potentes para aprender de memoria histórica y de transformación de relatos propios, pues, en este proceso de selección y revisión, se pusieron en acción saberes artísticos en un marco multicultural que va más allá del relato hegemónico del conflicto armado y las víctimas. Asumir este ejercicio de mirar atentamente el archivo fotográfico/relato significó fraguar una plataforma para enfrentar la muerte y el olvido, y nos llevó a comprender que no es suficiente enseñar contenidos sobre fotografía y grabado, o datos sobre el conflicto armado en Colombia, también es esencial contextualizar las imágenes para relacionarlas con las experiencias vividas de cada uno de los participantes del laboratorio, para, finalmente, conectarlo con sus entornos culturales. En este sentido, todas trajeron sus álbumes fotográficos, todas corrían sacando copias o ampliaciones, compartiendo entre ellas sus avances y lo bien que les quedó su hijo, como si los hubieran parido de nuevo y levantaran en brazos su mayor orgullo que estaba más vivo que nunca (figura 4).

Encuentro intersemestral

—Profe, ¿y para nosotras también hay vacaciones? —preguntó Jaqueline, líder de las madres. Porque acá se terminó el semestre.

—Pues, Jaquie, por eso, les pedí su atención un momento, quiero comunicarles que la UPN, teniendo en cuenta el trabajo tan importante que estamos haciendo acá, y lo que nos falta, extendió el acuerdo de voluntad que tiene con nosotros para el uso del taller de grabado por lo que queda del año.

—Qué bueno, porque yo sin mi taller me aburro mucho —expresó Blanquita—. Esta es mi psicología.

—Para nosotras venir acá es como estar de vacaciones, nos divertimos mucho y la pasamos muy bien, acá nos relajamos, nosotras seguimos, profe. Y por las onces no se preocupe, nosotras nos encargamos. ¿No era más, podemos seguir ya? —dijo Ana. (Risas) (figura 5)

A parar para avanzar

Pasaban los miércoles y todos soñamos despiertos con una exposición y hacerla grande, conseguirle presupuesto y llevarla por toda Colombia, hasta cubrimiento de los periódicos tradicionales colombianos habíamos tenido (Ávila 2019; Torrijos 2019), soñamos con la posibilidad de extender el proyecto a una fase de multiplicadores y enseñarles a otras organizaciones a hacer memoria, grabando, tallando, haciendo arte, laboratorios de creación en los que las madres enseñen a otras organizaciones a grabar en la memoria. Ese día me recordaron que no estamos para hacer empanadas.

Le metimos el acelerador. Los primeros en terminar la talla fueron Cecilia y Sergio, a mediados de octubre sacaban pruebas de artista de su xilografía de 1,20 × 0, 60 cm. Cecilia había sido la primera en terminar y la última integrante de Mafapo en haber llegado al taller. En mayo, como un trueno, llegó para no irse. Con una dedicación envidiable y una facilidad natural para tallar, consiguió, junto con su profe, una composición con el fondo de un tronco de árbol. Tres retratos son centrales en la obra: su hermano, su esposo y su madre están acompañados por una mariposa que es ella, revoloteando y recordándolos mientras se cumple el tiempo para reunirse en la eternidad.

Carmenza, J y V
Figura 4
Carmenza, J y V


Fuente: Fotografía de Eduard Andrés Barrera Mateus.

De izquierda a derecha Cristian, Cecilia, Diego, Doris. Abajo Cecilia y Cristian.
Figura 5
De izquierda a derecha Cristian, Cecilia, Diego, Doris. Abajo Cecilia y Cristian.


Fuente: Fotografía de Eduard Andrés Barrera Mateus

—Yo me quedé solita después del asesinato de mi hermano, una detrás de otra se me fueron mis compañías, ahora estoy viendo que me quedaron muy lindos. ¿Cierto, profe?

—Me confiesa Cecilia mientras mira el resultado.

Me siento culpable por no entenderle, que, aunque estén muertos, ahora en esa imagen, no solo están juntos, sino que están vivos y ella es una mariposa. Con su carácter decidido y solidario, siguió apoyando a sus compañeras los miércoles así ya hubiera terminado.

—Es que esto es del colectivo —decía mientras tallaba. Una lección más antes del paro nacional (figura 6).

“A parar para avanzar. ¡Viva el paro nacional!”. Era el coro en los pasillos de la UPN, el movimiento estudiantil volcado en asambleas en apoyo al paro nacional. No había normalidad de clases y todos los salones cerrados, todos menos uno, el taller de grabado. La asamblea estudiantil decidió que era el único espacio que funcionaría, pues las madres tenían clase y a ellas no había que pedirles que lucharan por lo justo. El laboratorio de creación para ese momento no era una cosa de un proyecto de artes y un colectivo, era una identidad de los estudiantes de la UPN, un orgullo y un ejemplo de lo que tendría que ser una academia abierta a la gente, era un compromiso social y político que involucraba no solo a los estudiantes, sino también a las señoras de servicios generales que nos traían tinto a las 5:00 p. m. sin falta, o a los guardas de seguridad que preguntaban al terminar cada jornada “¿Cómo les fue, sí aprendieron?”. Un compromiso que trascendió los límites de la academia y llegó a las almas de todos los que compartieron así fuera por pocos instantes ese taller. Durante el final de octubre y noviembre, la efervescencia política y social de Colombia les dio un extra a las tallas de gran formato, recargó de esperanza a las madres de Soacha, como son conocidas, y llevó a que cada una sacara pruebas de Estado de sus matrices. Hasta que un toque de queda y enfrentamientos entre estudiantes y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) forzaron el cierre anticipado de la UPN.

 Blanca, Soris y Titi
Figura 6
Blanca, Soris y Titi


Fuente: Fotografía de Eduard Andrés Barrera Mateus.

“¡Las madres no se rinden, carajo!”

Finales de noviembre de 2019. De nuevo, estamos la maestra Martha Ayala, Alexander Ruiz Silva y yo. Un ejemplo del trabajo tan poderoso que debemos celebrar con un grado. Doris, tras meses de revisar su archivo fotográfico con su profe Nicolás, decide que aparece en la obra final, pues Doris es valiente y fuerte, y no descansará hasta encontrar a su hijo. Preparamos, entonces, un día de sesión fotográfica. Se hicieron varias tomas hasta que, con ella, se escoge la imagen en la que sale en plano medio sonriente. Sostiene en sus manos una tela que teje con amor y paciencia, la tela cae sobre sus piernas, y allí, en su regazo, juguetea Oscar de tres meses de nacido con el culo al aire y una sonrisa que hace pensar al espectador que también tiene una de esas fotos en el álbum de la mamá. La maternidad es el tema de esta imagen, ya no es solo el dolor de la pérdida, sino la alegría de ser madre, pero no es una madre joven, es la madre que lucha y lo sigue buscando, la fuerza de esa imagen radica en lo que la hace fuerte, su recuerdo, su sonrisa, lo que nunca le podrán arrebatar. La tabla es el cuerpo de Oscar que hasta ese momento no había podido recuperar.

Otro. Entre Ana y Yefer han hecho una imagen contramonumento. Me explicó:

—El Ejército Nacional, como uno de los ejercicios de reparación por los asesinatos de nuestros hijos, prometió hacer un mausoleo en memoria de los mal llamados falsos positivos; monumento que nunca sucedió. Así es como Ana y Yefer lo recrean, lo tallan y en el centro de este se encuentra de pie Ana, sosteniendo en las manos un retrato de su hijo, retrato que ella misma talló hace unos meses a partir de una foto. Esta imagen es una paradoja de la memoria, pues se construye de pedazos de otras imágenes, de posibilidades e imposibilidades, es una imagen del recuerdo vivo que se expresa en el presente, un presente que en el momento que es consciente ya es pasado. La memoria es una decisión consciente de recordar y el arte es el vehículo para que emerja como posibilidad, como relato que será repetido tantas veces como la voluntad y la matriz de madera lo permita.

En cuestión de días, la encargada de las ceremonias de grado de la UPN resuelve la logística del evento, ya había escuchado del proceso de Grabar en la memoria con las Madres de Falsos Positivos (Mafapo) y está feliz de aportar. A dos profesores de Música de la UPN se les eriza la piel cuando les contamos lo que ha sido la experiencia y quieren tocar en el grado, se imprimen unas invitaciones formales a grados en la UPN y se envían a las madres con la posibilidad de traer invitados (figura 7).

El tiempo de organización es relativo cuando las voluntades se juntan. Para el 18 de diciembre de 2019, estamos entre paños, vestidos, tacones y corbatas. Las homenajeadas principales son las madres, pero también sus profesores, docentes en formación que han sabido desarrollar su sensibilidad a niveles que muchos profesionales llenos de títulos jamás lograrán. Son las 3:00 p. m. y se abren las puertas de la UPN para que nos acompañen todos los que quieran. Se sigue el protocolo de una ceremonia de grados, himnos y saludos, hasta que llegan las palabras de parte de las homenajeadas, y ahí estoy, conmovido hasta los tuétanos, mirando las relaciones que se construyeron por casi un año, la potencia de la educación en función de la construcción de paz. Escucho lo significativo que es el espacio de creación para construir duelos y sanar heridas, celebro la alegría que nos reúne, pues hemos logrado convertir una idea en arte, un encuentro en educación y unos grabados en memoria histórica.

Esa tarde las madres de Soacha se graduaron del laboratorio de creación Grabar en la memoria con las Madres de Falsos Positivos (Mafapo). Para algunas, el único grado que han recibido y más en un auditorio tan grande y de la UPN. Para otras, como Beatriz, el grado que hubiera querido que su hijo recibiera. Así nos lo hizo saber cuando llevó su diploma a la tumba de su hijo y le dijo: “Hijo, me gradué de la universidad, este título es tuyo”. Por ellas, por ellos, gritamos a una sola voz: “¡Las madres no se rinden, carajo!”.

Grados
Figura 7
Grados


Fuente: Fotografía de Eduard Andrés Barrera Mateus.

Corolario

Este relato se propuso en dos vías. La primera para reflexionar sobre los talleres de artes, como espacios de educación artística, cuyos campos de acción y de prácticas configuran nuevas formas de entender la transformación de la sociedad, así como de habitar el mundo, si nos lo proponemos. Y la segunda, para no olvidar. No olvidar, entre otras cosas, que el enfoque planteado en esta experiencia se configuró desde la acción educativa, la memoria histórica y el trabajo cultural, terrenos de cruce interdisciplinares de las artes y la educación. Espacios que experimentan y dan lugar a formas alternativas de construir nuevos campos de acción y de aprender colaborativamente entre sujetos, situando la pedagogía crítica como eje articulador de la propuesta.

La perspectiva me permite señalar que la educación artística no es parte complementaria o secundaria del proceso de producción cultural, y que asumirla como apéndice laboral del artista solo es empobrecerla, es una invitación a emerger como parte estructural de las construcciones y transformaciones sociales que tanto se anhelan. Colectividades constructoras de paz y reconciliación con y a través del arte. Fruto de ello es que el hecho pedagógico en este laboratorio de cocreación no se limita a la transmisión de saberes, es decir, lo pedagógico no se reduce a la impartición de conocimientos o a la realización de actividades educativas aisladas, por ejemplo, “talleres de manejo de gubias o xilografía como técnica”. Los principios educativos relacionados con la dimensión artística en este proceso responden al trabajo de conversaciones y negociaciones culturales, campos de saber entre el arte y la educación, creencias y saberes tradicionales, de memorias y relatos de vida resilientes, en las que surge una producción colectiva de conocimientos hechos arte que se estructuran y circulan en toda la red de participantes.

Los participantes nos entendimos como agentes productores de conocimiento sin definir entre artistas, víctimas, profesores y estudiantes, sino colectivos o trabajadores culturales de diversas procedencias en procesos de enseñanza-aprendizaje y creación artística de la memoria. El eje de trabajo fue el archivo fotográfico y la construcción de imagen como un otro relato de la muerte y de la ausencia, un relato de vida y presencia que se repite una y otra vez a partir de la experimentación con la técnica del grabado desde un conocimiento de vida situado. Este es un conocimiento que se produce y se genera en el escenario del taller de artes, entendiendo el taller como espacio para habitar y el ejercicio del grabado como metáfora de creación de la memoria. Grabamos para recordar, señalar, reproducir, reivindicar, resignificar y crear. Más que popularizar el grabado como técnica de producción artística, simplificarlo o hacerlo más accesible para las madres, este proyecto reconoce a Mafapo como agentes legítimos y portadoras de conocimiento, como “expertas locales” y, por ello, productoras de nuevo conocimiento cultural.

La pandemia

Durante los primeros meses de 2020 se logró terminar la talla de las obras, iniciamos la gestión de recursos para la exposición, hasta que llegó el covid-19 y nos dejó en pausa… La primera vez que se expusieron las piezas fue el 17 de julio de 2021, cuando el aliento del otro era aún peligroso. Pero esa es otra historia.

REFERENCIAS

ARTBO | Salas 2019. 2019. “Ecologías”. https://www.artbo.co/content/download/310443/file/ECOLOG%C3%8DAS.pdf?inLanguage=esl-CO&version=1.

Ávila, Carolina. 2019. “Grabar en la memoria, la transformación del dolor de las madres de Soacha”. El Espectador, 13 de septiembre. https://www.elespectador.com/colombia-20/paz-y-memoria/grabar-en-la-memoria-la-transformacion-del-dolor-de-las-madres-de-soacha-article/

Barrera Mateus, Eduard Andrés. 2024. “Urdimbre: Didáctica de las artes visuales en la formación de profesores”. Tesis de maestría. Universidad Pedagógica Nacional. http://repository.pedagogica.edu.co/bitstream/handle/20.500.12209/19927/URDIMBRE_Didactica%20de%20las%20artes%20visuales%20en%20la%20formacion%20docente.pdf?sequence=1&isAllowed=y.

Castillo Hernández, Cristian Stid. 2020. “Del olvido al recuerdo: Memoria, arte y educación desde una experiencia colectiva con la organización Madres de Falsos Positivos, Mafapo”. Tesis de pregrado. Universidad Pedagógica Nacional. http://repositorio.pedagogica.edu.co/bitstream/handle/20.500.12209/12966/del_olvido_al_recuerdo_memoria_arte_y_educacion_desde_una_experiencia_colectiva_con_la_organizacion_madres_de_falsos_positivos_mafapo.pdf?sequence=1&isAllowed=y.

Cole, Michael. 1999. Psicología cultural: Una disciplina del pasado y del futuro. Madrid: Morata.

Jelin, Elizabeth. 2002. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI.

Llinás Aragón, Paola. 2020. “23 años sin Mario y Elsa”. https://cinep.org.co/23-anos-sin-mario-y-elsa/

Ruiz Silva, Alexander. 2024. Horror y esperanza: Historias de las madres de Soacha. Colombia: Aurora.

Torrijos, Gustavo. 2019. “‘Tallar en madera ha sido una forma de sanar’: Madres de Soacha”. https://www.youtube.com/watch?v=pxmVMPETHLc

Zamudio Palma, Mario. 2017. “La historia de cómo la líder de las madres de Soacha se sembró en la Plaza de Bolívar”. https://dhcolombia.com/2017/07/31/la-historia-de-como-la-lider-de-las-madres-de-soacha-sesembro-en-la-plaza-de-bolivar/.

Notas

* Artículo de reflexión sobre el proyecto de formación en arte y memoria histórica Grabar en la memoria con las Madres de Falsos Positivos (Mafapo), desarrollado en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) en el marco de la Cátedra Unesco en Artes, Educación y Cultura de Paz 2018.

1 Desde 2008, año en el que se presentaron la mayoría de estos crímenes, hasta el momento actual, Mafapo ha contado con cerca de 19 integrantes activas. Su lucha reúne a miles de mujeres y familias de distintas regiones del país que han padecido una situación similar.

2 Las madres insisten en aclarar que no fueron consideradas en esa decisión.

3 Para junio de 2022, se recuperaron los restos de Oscar Morales Tejada en El Copey por la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD). Pasaron dieciséis años de búsqueda, pero continúan la exigencias.

4 Es relevante aclarar que el concepto de artefactos culturales(Cole 1999) lo hemos entendido en actividades educativas de las artes como dispositivos didáctico-disciplinares como parte de una investigación más amplia sobre la formación en didácticas de las artes visuales (Barrera Mateus 2024). Este concepto encuentra resonancia en la experiencia con Mafapo, pues “no son solo productos que expresan la cultura, sino que actúan como mediadores en la actividad humana, pues no solo reflejan la cultura en la que se producen, sino que también influyen en cómo las personas piensan, actúan y se relacionan entre sí” (60). Importar imagen 91

Información adicional

CÓMO CITAR: Barrera Mateus, Eduard Andrés. 2025. “Aprender a conjurar el miedo: relatos del proceso Grabar en la memoria con las Madres de Falsos Positivos (Mafapo)”. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas 20 (2): 72-91. https://doi.org/10.11144/javeriana.mavae20-2.mgmf

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