Chihuahua: ensayo genealógico de estudiantes organizadas (1965-2024) *
Chihuahua: Genealogical Essay of Organized Students (1965-2024)
Nithia Castorena Sáenz , Guadalupe Miranda Sáenz
, Danaé Baylón González
Chihuahua: ensayo genealógico de estudiantes organizadas (1965-2024) *
Papel Político, vol. 30, 2025
Pontificia Universidad Javeriana
Nithia Castorena Sáenz a ncastorena@uach.mx
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Guadalupe Miranda Sáenz
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Danaé Baylón González
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Recibido: 15 noviembre 2024
Aceptado: 08 abril 2025
Publicado: 18 septiembre 2025
Resumen: Este artículo propone que en el estado fronterizo mexicano de Chihuahua se ha cristalizado una tradición de movilización estudiantil de mujeres que, si bien en sus inicios no se autoidentificó necesariamente con postulados feministas, sí proclamó continuamente la necesidad de defender, promover y enunciar en voz alta sus propios actos como mujeres jóvenes, estudiantes y de izquierda, en las décadas de los años sesenta y setenta. Dividido en tres secciones, el texto presenta los primeros movimientos estudiantiles que estuvieron alojados en la entonces Universidad de Chihuahua, lo que devino en la ocupación simbólica del espacio político y público por una voz estudiantil y las formas en que esto podría relacionarse con el surgimiento de una sede de la Escuela Nacional de Antropología e Historia en la capital, a finales de los años noventa. Finalmente, el texto cierra con la participación de quienes actualmente son estudiantes de Historia, pertenecientes al último movimiento estudiantil que se ha gestado en la Universidad Autónoma de Chihuahua, en 2024.
Palabras clave:movimientos estudiantiles, feminismos, movimientos armados, resistencia, memoria.
Abstract: This paper proposes that in the frontier and Mexican state of Chihuahua a tradition of student mobilization of women has crystallized, although in its beginnings it did not identify itself necessarily with feminist postulates, it did continually proclaim the need to defend, promote and enunciate in “high voice” their own actions as young women, students and left wing advocates in the 60’s-70’s decades. Divided into three sections, the text presents the first student movements housed in the former University of Chihuahua; then it presents the way in which this movements could be related to the creation of the ENAH-Chihuahua in the late 90’s; and finally closes with the participation of those who are currently students of history in the latest student movement that has taken place at the Autonomous University of Chihuahua in 2024.
Keywords: Student movements, Feminisms, Armed Struggle, Resistance, Memory.
Notas iniciales
Este artículo propone que en la ciudad de Chihuahua, capital del fronterizo estado con el mismo nombre en el norte mexicano, se ha cristalizado una tradición de movilización estudiantil de mujeres que, si bien en sus inicios no se autoidentificó necesariamente con postulados feministas, 1 sí proclamó continuamente la necesidad de defender, promover y enunciar en voz alta (Spivak, 1998) sus propias ideas y acciones como mujeres jóvenes. Se trató de personas que tenían entre sus labores el estudio y la militancia de izquierda desde las décadas de los años sesenta y que además simpatizaron, promovieron e, incluso, participaron en los grupos que fueron parte de lo que ahora se denomina Movimiento Armado Socialista de México. 2
Si bien los entrecruces entre una historia política y social son tantos como las aproximaciones y momentos que se revisen, en este texto se propone elaborar una revisión de tiempo medio (Braudel, 2019) en la que puedan ser “vistas” las influencias de una generación a otra, que es precisamente la medida del tiempo medio: las transformaciones y continuidades entre generaciones.
Ahora bien, como es ya conocido, la estructura social de género, que implica múltiples y confluentes estructuras de poder, opera en el tiempo largo, lo que significa que sus grandes transformaciones no logran apreciarse del todo en el tiempo medio. Sin embargo, y en los términos de Butler (2001), la iteración de performatividad tiene un punto de fuga en la repetición de los estereotipos, lo que permite que los sujetos alteren de forma sutil, constante y “performativamente” la estructura de género establecida.
A partir de lo anterior es que se plantea una propuesta epistemológica y metodológica que permita analizar la respuesta de mujeres estudiantes de la Licenciatura en Historia, ante la gesta y las acciones de un movimiento estudiantil de la Universidad Autónoma de Chihuahua, que desarrolló sus acciones durante 2024. La búsqueda se concentra en la trazabilidad al pasado inmediato anterior de estas estudiantes, o sea, sus antecedentes generacionales. A partir de esto, se espera contar con los elementos necesarios para valorar si es posible considerar la existencia de cierta continuidad entre las organizaciones y acciones de mujeres estudiantes, desde las décadas de los años sesenta y noventa en relación con la del 2024. Se analizan las posturas críticas con las que se integraron al movimiento autodenominado Insurgentes-UACH, el cual promovió la gratuidad de la educación superior en la capital de Chihuahua.
Para este efecto, se plantea elaborar una línea de continuidad exclusivamente en los espacios de las instituciones de educación superior existentes en la ciudad de Chihuahua, específicamente aquellas dedicadas a disciplinas relacionadas con las humanidades y las ciencias sociales, en el periodo que va de 1960 hasta la actualidad. Para esto, la pauta será generacional, entendida esta como el periodo de una vida adulta, concentrándose exclusivamente en aquellas estudiantes que se sumaron a los movimientos sociales más fuertes de tres momentos históricos: los años sesenta, los años noventa y el presente. Además de estas categorías, y dado que esta es una reconstrucción que se elabora en el presente, en el contexto de la participación de estudiantes de la Licenciatura en Historia en un movimiento estudiantil actual, son ellas el punto de partida de esta búsqueda hacia el pasado, las formas en que su generación se encuentra con la generación anterior y esta, a su vez, con la generación anterior. Por último, en cuanto a estas precisiones metodológicas, aunque los movimientos sociales y movilizaciones estudiantiles estuvieron integrados por hombres y mujeres, este texto se concentra específicamente en las acciones y presencia de las mujeres.
Partimos de la idea de que en el espacio físico de las escuelas ocurre una parte importante de la reproducción cultural, social y política que conforma el entramado de las sociedades y que esta es necesaria no solo en el intercambio de ideas, sino para la reflexión colectiva y profunda y, sobre todo, para la organización de la acción política, específicamente, de los activismos estudiantiles. Además de esto, es un espacio potencial para la transformación de ideas y estereotipos, entendidos ambos como parte de las grandes luchas de los feminismos desde sus orígenes.
En el ánimo de presentar una secuencia cronológica, se inicia el texto por el peldaño más lejano de la reconstrucción histórica: la década de los años sesenta. En el cierre del artículo es en el que se presentan, a partir de las herramientas de la autoetnografía, las reflexiones de las estudiantes participantes del movimiento estudiantil del 2024. Proponemos que estas sean consideradas como un primer momento de una serie de reflexiones que habrían de hacerse en el ánimo de una comprensión más profunda de lo ocurrido en y con el último movimiento estudiantil de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
Por último, se precisa que este es un artículo escrito a tres plumas. Partimos de la propuesta de Norma Blázquez Graf (2011), con la que se reconoce que la incorporación de las mujeres en la elaboración científica transforma no solo a la ciencia, sino a sus hallazgos. Sobre la metodología que hemos construido para las reflexiones aquí presentadas, partimos de la noción de que
los métodos son procedimientos para recolectar evidencia o datos, para recabar información, o una manera de proceder para recabarla […]; estas técnicas de recopilación de información pueden ser de tres tipos: a) examinar vestigios y registros históricos; b) observar el comportamiento y, c) escuchar (o interrogar). Las investigadoras feministas emplean cualquiera de estos tres métodos, tal y como ocurre en cualquier investigación androcéntrica tradicional, pero existen notables diferencias en la manera como se aplican los métodos de recolección de información. (Blázquez Graf, 2011, p. 107)
Así pues, recolectamos información a través de formas documentales, de archivo y hemerográficas, así como de fuentes orales, para los procesos organizativos de la primera generación que aborda este artículo (entre los años sesenta y setenta). Se informó a las personas entrevistadas de nuestro interés por reconstruir las formas de organización y participación de las mujeres en los movimientos sociales de la época. Dado que el recorrido genealógico que se plantea inicia con las organizaciones estudiantiles y movimientos sociales de la década de 1960 en adelante, la participación de las mujeres se reconstruyó a partir de las herramientas que provee la historia oral. Así, se entabló un diálogo con las que se pudo entrevistar aún y, con quienes ya no fue posible hablar, se realizaron entrevistas sobre ellas a sus amistades y familiares. Para la segunda generación, ubicada temporalmente en la década de 1990, se elaboró un testimonio en primera persona, por parte de una de las autoras de este artículo. Y, por último, para abordar lo referente al movimiento estudiantil del 2024, se sostuvieron distintas discusiones durante seminarios internos. A partir de estas, dos autoras construyeron una postura crítica de lo que experimentaban en el interior del movimiento estudiantil y elaboraron un texto de su experiencia a partir de la utilización integral de las herramientas del diario de campo, la observación participante y la autoetnografía, para analizar críticamente su participación en este movimiento.
Finalmente, nuestra propuesta metodológica es buscar las herramientas y estrategias metodológicas adecuadas que permitan urdir tres generaciones de activismos estudiantiles de mujeres en la capital de este estado fronterizo. La fotografía que obtenemos de resultado nos permite observar con mejores oportunidades la historia del tiempo medio y el tiempo largo que propuso Braudel (2019).
Hemos decidido escribir con una pluma impersonal en la medida de lo posible; sin embargo, las reflexiones nos interpelan en experiencias personalísimas, por lo que consideramos que la narración en primera persona no solo es parte de un ejercicio metodológico, sino que es además una postura política que nos permite posicionarnos en la reflexión sobre nuestras propias experiencias. Con el ánimo de mantener la postura colectiva, no consideramos necesario señalar cuál experiencia es de cada una de nosotras.
La Universidad de Chihuahua: génesis de las organizaciones estudiantiles en la capital
La Universidad de Chihuahua se inaugura en 1954, sin la categoría de autónoma aún, 3 la cual sería adquirida hasta 1968 durante la administración estatal del licenciado Óscar Flores Sánchez Pareja (1968 a 1974), mismo año en el que el movimiento estudiantil a nivel nacional sería reprimido violenta y fatalmente en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968. En Chihuahua, la naciente universidad apenas habría alcanzado a cumplir sus primeros diez años cuando las convulsiones sociales que ocurrían a su alrededor ya la habían alcanzado. Así, por ejemplo, los materiales de difusión que se hacían para informar sobre los principios y luchas del Grupo Popular Guerrillero (GPG), 4 que habría llevado a cabo el asalto al cuartel de Madera en la madrugada del 23 de septiembre de 1965 en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, eran reproducidos y repartidos por estudiantes de esa casa de estudio.
Víctor Orozco (2003, p. 250), por ejemplo, ha hablado de un grupo que tenía sus reuniones en la colonia Santo Niño de la capital chihuahuense. Este grupo funcionó como un ala urbana del GPG y se dedicó a escribir y publicar las revistas de la Editorial Línea Revolucionaria, además de participar dentro de grupos de estudio, hacer colectas y enviar mensajes o “paquetes” a los guerrilleros que habían decidido “subirse” a la Sierra. 5 Este bastión urbano estuvo integrado también por mujeres estudiantes de la Universidad de Chihuahua y de otras escuelas de nivel superior. Entre ellas estuvieron de la Escuela de Derecho (UCH) las estudiantes Francisca Urías Hermosillo, Irma Campos Madrigal y Cristina González Tejeda; de la Normal de Saucillo, Guadalupe Jacott, y de la Preparatoria de la UCH, Margarita Urías Hermosillo.
No es complicado imaginar las circunstancias en que surgió este grupo de estudiantes de izquierda en un estado norteño, fronterizo y al que era posible considerar lejano de la capital del país (tanto geográfica como políticamente), en especial cuando vivían con un gobierno local cuyo titular, el militar Práxedis Giner Durán, diría meses después: “Quieren tierra, pues denles hasta que se harten”. Estas palabras las diría haciendo alusión a fosa común en la que fueron sepultados los restos de los integrantes del Grupo Popular Guerrillero que habrían asaltado el cuartel militar del serrano municipio de Madera. Luego de la desafortunada gestión de este gobernador, le siguió Óscar Flores Sánchez Pareja, que continuó con singular frenesí la política violenta en contra de los grupos y organizaciones juveniles, incluidas las estudiantiles, sin importar si estas habían optado por las armas, o no.
Las personas jóvenes en la ciudad de Chihuahua no eran para nada una población menor ni en el estado ni en la capital. Según los censos de la época, la década de 1950 a 1960 había representado en Chihuahua la tasa más grande de crecimiento poblacional en todo el siglo XX. Esto implicaría que los años posteriores a esa década significaran un enorme reto para el Estado, en cuanto a satisfacer las necesidades educativas de una numerosa y joven generación. Como ocurrió en otros lugares, esta necesidad se cubrió sobre todo en las ciudades capitales, lo que implicó la migración desde las zonas rurales de familias completas y, en algunos casos, de jóvenes que llegaban a albergarse en casas de estudiantes. Entre otros muchos y complejos factores, es posible advertir que esta constancia de la socialización entre las y los estudiantes facilitó su gestión y organización para, como en este caso, acompañar la lucha armada de los grupos que se accionaban a su alrededor.
Un caso peculiar de organizaciones estudiantiles femeninas es el de la Sociedad Femenil Rosa Luxemburgo, 6 fundada en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chihuahua (1966) por jóvenes estudiantes identificadas con una línea política de izquierda. Algunas de ellas se habían integrado con anterioridad a otro grupo político (Sociedad Ignacio Ramírez, conocida como “Los Nachos”), sin embargo, decidieron formar un grupo exclusivo de mujeres como una estrategia de reivindicación de sí mismas, de las acciones y de las ideas que ellas deseaban exponer. En entrevistas con algunas de sus integrantes, estas compartieron que en “Los Nachos” habían sentido su participación política limitada, no solo en cuanto a los planteamientos políticos, sino cuantitativamente, ya que las mujeres estaban muy lejos de representar siquiera la mitad en este grupo de la Escuela de Derecho.
Fue ese agitado año de 1965 que ingresaron a la Licenciatura en Derecho alrededor de doce mujeres, entre las que se encontraba Cristina González Tejeda. Ella cuenta lo que les comentó el entonces director de la Escuela:
El licenciado Óscar Ornelas nos dice que qué estamos haciendo ahí, que nos vayamos a la casa a lavar pañales y a tener hijos […]; él quería puros hombres, las mujeres que estaban ahí es porque se le habían colado. 7
Las jóvenes estudiantes no tenían a su favor los números de representatividad, como para argumentar que por proporcionalidad tendrían que encontrarse presentes en las discusiones y participaciones políticas organizadas colectivamente. Sin embargo, tenían la certeza de que aquello no tendría por qué restarles voz e iniciativa.
La Sociedad Femenil Rosa Luxemburgo se encargó de promover acciones políticas y de estudio alrededor de una ideología de izquierda. Sin embargo, es posible inferir de las entrevistas realizadas que sus integrantes desconocían tanto la trayectoria como los textos de la extinta Rosa Luxemburgo. Al respecto, Cristina González menciona lo siguiente: “Nunca supimos en general ni la biografía de Rosa Luxemburgo […]; era tan inicial la cosa”. 8 Se sabe que el nombre fue propuesto por Irma Campos, y es posible que haya sido resultado de la recomendación de un docente, el licenciado Ernesto Lugo, influencia importante para estudiantes que se identificaban con ideas de izquierda en la Escuela de Derecho.
La claridad de posicionar a las mujeres y darles un papel central siempre estuvo presente en sus procesos. “Las Rosas”, como les llamaban en la universidad, se concentraron en promover la participación femenina en términos más igualitarios, además de apoyar e involucrarse con la operación de grupos armados en Chihuahua entre 1965 y 1972.
Existe una fotografía de sus integrantes, publicada en la sección de sociales del periódico El Heraldo de Chihuahua (9 de marzo, 1967). Todas se encuentran alrededor de una mesa de montada con platos y cubiertos. Son diecinueve mujeres jóvenes con peinados de la época. El pie de página reza: “Con motivo de la celebración del ‘Día de la Mujer’, las alumnas de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chihuahua se reunieron ayer en céntrico restaurante, para festejarlo”. Aparecen en la fotografía, tomada por alguien identificado como “Pérez”, Cristina González, Virginia Terrazas, Martha Fierro, Irma Campos, Blanca I. Ornelas, María Luisa Pérez, Yolanda Martínez, Gloria Carrasco, Virginia Ramos, María del Socorro García, Tina Rubio, Cecilia Wong de Maspulez, Elisa Mendoza, Emma Cervantes, Norma Jiménez, Norma Ordoñez, Cecilia Millán y Avelina Gallegos.
Por su parte, Irma Campos Madrigal ingresó a la Escuela de Derecho en 1962. Ella cuenta que en ese entonces ya existía la Sociedad Ignacio Ramírez, más conocida como “Los Nachos”, pero que es cuando
entró la generación anterior a mí [que] le empezaron a dar una connotación de izquierda muy radical, por ejemplo, Rubén Aguilar, Gilberto Ordoñez. El grupo básicamente estaba en la lucha porque la facultad tuviera una visión más de izquierda, traían conferencistas, cuidaban que los maestros o rectores no favorecieran a los grupos de derecha. 9
Es decir, el antecedente de organización estudiantil basada en ideas claramente de izquierda germinó incluso en la otrora Escuela de Derecho. La influencia del grupo de “Los Nachos” no fue para nada menor: la misma Irma Campos reconoció que es gracias a sus gestiones y organización que “quitaron los exámenes de admisión” y agrega:
Los exámenes se aplicaron cuatro años y al quinto año ya no se pudieron aplicar porque los impedimos nosotros. Combatimos muchas conductas e ideas muy burguesas del abogado; por ejemplo, en la escuela había un cuadro grande con jeans y estaba tachado, y en seguida estaba un chavo muy trajeado. En una huelga lo primero que se hizo después de aprobar la huelga fue salir y quebrar el cuadro y quemarlo. En aquel entonces la Escuela de Derecho estaba donde hoy es Filosofía y Letras. 10
Ahora bien, la perspectiva crítica de la Sociedad Femenil Rosa Luxemburgo se hizo evidente en el momento en que disintieron de la Sociedad Ignacio Ramírez, aunque esta hubiese alcanzado algunos de sus objetivos y que tuviera tanta influencia, no solo ahí en la escuela de derecho, sino en toda la universidad. Sin embargo, en ese grupo no lograron el tipo de participación política que les interesaba, es decir, una en la que ellas mismas decidieran el tono y ritmo de sus acciones, al tiempo que fueran las ejecutoras de las estas.
La Sociedad Femenil Rosa Luxemburgo tuvo fama entre el estudiantado de la escuela de derecho. Las estudiantes que la formaron eran egresadas de escuelas locales, como el Instituto Femenino, el Colegio América, el Colegio Chihuahuense 11 y las secundaria y preparatoria de la universidad.12
Como es de esperarse, dada la época y la región, no es posible encontrar planteamientos claramente feministas en las elaboraciones de Las Rosas; sin embargo, la certeza de que había que posicionar a las mujeres, darles y darse ellas mismas un papel central fue evidente en sus acciones. Irma Campos Madrigal menciona que las fundadoras decidieron integrarse en un grupo exclusivo de mujeres por una cuestión de reivindicación, “ya que en ‘Los Nachos’ casi no se tomaba en cuenta la situación de las mujeres y tampoco a nosotras se nos reconocía el liderazgo”. 13
El evento con el que iniciaron sus actividades públicas en el interior de la Escuela de Derecho fue una “Serie de Conferencias” sobre “problemas filosóficos, económicos y políticos contemporáneos”, 14 llevadas a cabo el 20 de febrero de 1967.
Por último, en cuanto a la Sociedad Femenil Rosa Luxemburgo, si bien varias de sus integrantes estuvieron involucradas en el apoyo urbano ―de múltiples formas― a los grupos armados que se gestaron y accionaron en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, fue solo una de ellas, Avelina Gallegos, quien se integró de lleno a estos grupos y decidió cambiar su vida a la clandestinidad para comandar el que sería el Grupo N o Los Guajiros, 15 responsable de la triple expropiación bancaria ocurrida en Chihuahua capital el 15 de enero de 1972 y en la cual Avelina perdería la vida, a los veintiséis años y siendo estudiante del quinto año de la Licenciatura en Derecho.
Avelina había llegado unos años atrás a Chihuahua para ingresar a la escuela de derecho. Para entonces ya era maestra normalista. De su vida en la frontera existe una constancia de la Escuela Preparatoria Federal Nocturna por Cooperación de Ciudad Juárez, que está fechada el 12 de julio de 1966. Escribieron su nombre con b, en lugar de v: Abelina. En aquel momento, el ciclo preparatorio para la universidad se hacía en dos años y en su caso esto ocurrió entre 1964 y 1966. Lourdes Estrada, su prima hermana que residía en la capital del estado, menciona que Avelina llegó a Chihuahua para realizar los trámites de titulación como normalista y que fue en ese inter que decidió ingresar a la Licenciatura en Derecho, en la entonces Escuela de Derecho de la Universidad de Chihuahua. 16 Sin embargo, el hecho de haber cursado la formación preparatoria de noche, al tiempo que culminaba sus estudios en la Normal, parecía indicar que ella ya tenía el plan elaborado de estudiar una licenciatura que no podría cursar a menos que contara con el ciclo preparatorio certificado.
En las décadas de 1960 y 1970, la radicalización de las luchas sociales, estudiantiles o no, había sido una transición común, derivada principalmente de la represión violenta que los gobiernos locales habían llevado a cabo contra los grupos sociales organizados, conformados principalmente por personas jóvenes. Además, el entorno geopolítico del momento contribuía a la ebullición de las ideas de izquierda. En este sentido el triunfo de Revolución cubana fue completamente paradigmático. 17 Aunado a esto, el reciente asalto al cuartel de Madera el 23 de septiembre de 1965, vivido en tiempo real por toda una generación chihuahuense, sería un precedente inconmensurable para las y los jóvenes estudiantes que soñaban con la posibilidad de un mundo distinto.
Entre muchas de las enseñanzas que es posible ubicar en la historia de vida de Avelina Gallegos se encuentra la de desmitificar la radicalización como un acto violento en el que no intermedia la reflexión. Este estereotipo de la radicalización se hace bastante evidente, por ejemplo, en la portada del comic Traición a la patria, publicado por José Guadalupe Cruz en 1971, en el contexto de una detención masiva de integrantes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR); 18 en la portada de la publicación aparece una mujer de piel blanca y cabello rubio corto, adornado con una diadema tricolor, vestida con una túnica blanca y descalza, que sostiene en su mano derecha un pergamino. Tras de ella, hay un grupo de cinco hombres “zombificados”, de gestos perdidos, ojos rojos, todos en tonos de sombras oscuras y armados con escopetas, dagas y cuchillos. Buscan atacarla, pero ella parece imperturbable. Claro, la patria que requiere ser protegida, aquella que está a punto de ser traicionada por la violencia e irracionalidad de una izquierda representada, en este caso, con las banderas del Partido Comunista y de Corea del Norte.
Ahora sabemos que, en muchos casos, la radicalización era otra de las formas del compromiso social, de pensar la lucha por la justicia como un imperativo moral cuya exigencia se consideraba ineludible. Existe una fotografía, tomada en el ciclo escolar que va de 1964 a 1965, en la que aparece Avelina al frente del grupo de primer año B de una primaria municipal en Juárez. Siete niños sostienen frente a sí un pizarrón con escritura en gis. El grupo son treinta en total, veintiséis niños y cuatro niñas. Una de ellas está justo junto a la pizarra, en cuclillas, y voltea a otro lado por lo que su rostro no se distingue por completo. Junto a Avelina, la estudiante normalista, se encuentra el niño más alto de todos. Ella lleva el cabello recogido, con unos chinos sueltos al frente, un suéter blanco y una chaqueta oscura.
Escuela Nacional de Antropología e Historia, Unidad Chihuahua: los años noventa y los puentes construidos
Luego de un intenso trabajo de diagnóstico y gestión se fundaría en Chihuahua, en 1990, una unidad de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Fue desde la década de los años ochenta que dos de sus fundadores movieron su residencia a la capital del Estado norteño para dedicarse al trabajo de investigación y diagnóstico que justificaba la instalación de esta en la ciudad. Emiliano Urteaga Urías 19 lo cuenta de este modo:
A finales de 1980, Augusto se mueve hacia Chihuahua para impulsar, junto con sus colegas de la ENAH, Juan Luis Sariego y Luis Reygadas, la creación de la Escuela de Antropología del Norte de México (“fundador” es una de esas etiquetas que Augusto rechazaría), esfuerzo al que se integró Margarita Urías y posteriormente se fueron sumando diferentes personas de Chihuahua y otros lugares, desde la antropología, las ciencias sociales, el magisterio o el patrimonio cultural. Algunos de ellos conocidos y amigos de Augusto desde principios de los setenta. (Almanza et al., 2021, p. 42)
Amén de que puedan existir una multiplicidad de formas de reconstruir este periodo y el papel de la ENAH-Chihuahua en los movimientos estudiantiles, interesan particularmente los siguientes dos: uno, la figura de Margarita Urías Hermosillo no solo como académica fundadora de esta institución, sino en cuanto a su activo papel político en los movimientos armados de izquierda en Chihuahua durante la década de 1960 (Pardo Urías, 2017). Dos, la posibilidad de apertura que esta escuela significó para la organización estudiantil, de tal modo que un grupo importante de sus estudiantes fue parte de la Unión Latente Estudiantil, colectivo de colectivos que se organizaría y funcionaría desde un momento incierto de 1997 hasta mediados del 2001.
En cuanto al primero, de los reiteradamente citados fundadores de esta institución, a saber: Juan Luis Sariego, Augusto Urteaga Castro Pozo, Luis Reygadas Robles Gil y Margarita Urías Hermosillo; esta última es la única que era originaria de Chihuahua. Aunque el origen pueda ser más bien un accidente circunstancial sobre el que no tenemos mayor capacidad de incidencia, es oportuno anotar que ella no solo era chihuahuense, sino hija de Luis Urías Balderraín, conocido profesor normalista y anterior director de la Escuela Normal del Estado de Chihuahua. 20 Ahora bien, también esto podría ser una cuestión circunstancial, pues nadie puede elegir a su padre o madre, sin embargo, y, por último, Margarita había sido políticamente activa desde la preparatoria de la universidad, cuando había decidido sumarse a los grupos urbanos de apoyo del Grupo Popular Guerrillero, antes y después del asalto al cuartel de Madera, aquella madrugada del 23 de septiembre de 1965. Este ímpetu de compromiso social puede tener gran parte de su génesis en la crianza de su hogar, pues ella no fue la única hija del profesor Urías involucrada en movimientos sociales. 21
Luego de esta participación, Margarita Urías Hermosillo se habría integrado al Movimiento 23 de septiembre (M23S), 22 grupo armado que integró en sus filas a algunas de las personas que participaron originalmente en el GPG. Aunque ninguno de ellos participó del asalto, habían sido parte del movimiento urbano de apoyo que entre otras responsabilidades estaba encargado de la elaboración y reproducción de las publicaciones de la editorial Línea Revolucionaria.
La casa de seguridad que este grupo había montado en el entonces Distrito Federal fue allanada por la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en enero de 1967. Ahí fueron detenidos Pedro Uranga Rohana (alias Jorge Treviño), un personaje popular de entonces en Chihuahua por ser hijo del doctor Pedro Uranga, ampliamente conocido por la población, 23 pues, además, había fungido como director de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chihuahua. 24 Fue detenida además María Cristina González Tejeda (†), hija del doctor Ignacio González Estavillo, quien, además de dirigir el Hospital Neuro Psiquiátrico, había fungido como rector de la Universidad de Chihuahua y había sido dirigente local del Movimiento de Liberación Nacional, convocado por Lázaro Cárdenas en 1961. Margarita Urías Hermosillo (†), conocida también en la ciudad de Chihuahua por ser la hija de Luis Urías Balderraín, director de la Escuela Normal del Estado de Chihuahua. Otros de los integrantes fueron Juan Fernández Carrejo (alias Sergio Maciel), Saúl Ornelas Gómez (alias Camilo Montes Chavarría), Juan Gallardo Moreno (alias Andrés Fierro Hernández) y Martha Cecilia Ornelas Gil (alias Clara Treviso), también conocida en la pequeña ciudad de Chihuahua en aquel momento por ser la hija del doctor Julio Ornelas Küchle, primer director de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chihuahua en 1954. 25
Al momento de su detención, la DFS incautó los documentos que el grupo tenía en el departamento y a partir de ellos concluyó que el M23S era una organización de tipo “revolucionario comunista, que sigue la línea de Mao Tse Tung”. 26 Agregan que su estrategia de lucha se basaba en la creación de focos insurreccionales en diferentes lugares del país a través de la concientización; para posteriormente integrarlos a un levantamiento de masas por el que tomarían el poder mediante las armas “a fin de llevar a cabo ‘el cambio estructural que el país requiere’, y señalan que las condiciones de vida materiales actuales del pueblo de México, así como las contradicciones ideológicas existentes, se prestan para esta finalidad”(Informe Dirección Federal de Seguridad, 1967, p. 11).
Según el mismo informe de la DFS, los directivos principales del M23S fueron: comandante en jefe Pedro Uranga Rohana (alias Jorge Treviño), jefe del Estado Mayor Juan Fernández Carrejo (alias Sergio Maciel), miembro del Estado Mayor con el grado de capitán Saúl Ornelas Gómez (alias Camilo Gómez Chavarría) y capitana del Estado Mayor Martha Cecilia Ornelas Gil (alias Clara Treviso).
En el caso de Margarita Urías Hermosillo (†), la referencia con la que se cuenta es la de su hija Luisa Pardo Urías, quien dice que su madre siempre fue muy hermética en cuanto a sus emociones. Sin embargo, Luisa está al tanto de los pormenores sobre los eventos vividos durante su detención, por ejemplo, vivir la tortura física por parte del Estado, así como ser obligada a presenciar la tortura de sus compañeros y, desde la perspectiva de Luisa, eso fue algo que le afectó mucho. 27
Es oportuno anotar que Margarita no aparece nombrada en ninguna parte del informe de la DFS elaborado por Fernando Gutiérrez Barrios y no se cuenta con información suficiente para inferir las razones de esta omisión. Sin embargo, con las acusaciones de represión y desaparición en contra de este personaje durante su desempeño en la DFS, puede ser probable que Margarita hubiese estado en un alto riesgo de desaparición. Son aún desconocidas las circunstancias que hicieron que fuera entregada a la Procuraduría Federal y presentada en Santa Martha Acatitla, luego de cinco días de su detención arbitraria (Informe Dirección Federal de Seguridad (1967, pp. 12-13).
Ahora bien, que una fundadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia haya sido guerrillera no implica, en absoluto, una consecuencia inmediata que establezca que por ello dicha escuela se dedicaría a ver nacer organizaciones sociales, estudiantiles o incluso armadas. Es bastante más complejo que eso. Sin embargo, igual de complejo sería negar tajantemente que esa fundadora o el resto de fundadores no albergaran una noción de posturas críticas, de enseñanza y de aprendizaje del pensamiento complejo, de libertad de ideas, que contribuyeran, durante la formación profesional, a hacerse parte del entorno que les alberga, a buscar incidir en este, a transformarlo.
En diciembre de 1997, el sureste mexicano se estremeció con la matanza de Acteal, en el estado de Chiapas. El Frente Zapatista de Liberación de Nacional y el Comité de Madres y Familiares de Desaparecidos en Chihuahua convocaron a un plantón por tiempo indefinido en la Plaza Hidalgo. La exigencia era que el gobierno del Estado de Chihuahua se posicionara respecto a los hechos ocurridos y que exigiera a su homónimo en Chiapas las investigaciones necesarias para dar con los responsables de los cuarenta y cinco asesinatos cometidos y de las veintiséis personas gravemente heridas en el ataque.
A continuación, ofrezco mi propio testimonio (Nithia) para hablar de este periodo y los colectivos que en él existieron en la ciudad de Chihuahua.
Ahí conocí a Martha De los Ríos que ahora pienso que tal vez estaba un poco nerviosa por ver a alguien de 16 años dispuesta a quedarse a dormir en la plaza. Ella me introdujo con Abril Olmos Loya, estudiante de la ENAH-Chihuahua y activista involucrada en la manifestación. Abril me presentaría con Alicia de los Ríos Merino, hija de una mujer del mismo nombre, detenida-desaparecida desde 1978. Recuerdo que me impresionó mucho saber de una experiencia de vida tan dolorosa, y pensar que aún así era posible sonreír con el tamaño de la sonrisa que caracteriza a Alicia. Pensé, también, que debía ser muy fuerte para ser así. Ambas me invitaron a unirme al ULE (Unión Latente Estudiantil), que era un colectivo de colectivos que buscaba hacer trabajo político de base, uno de sus ejes de acción más importantes era el relacionado con el apoyo al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Un número importante de integrantes del ULE eran, en ese momento, estudiantes de la ENAH-Chihuahua.
Había mucho trabajo siempre. Organizábamos lo que llamábamos Tianguis Culturales, que implicaban una secuencia de actividades artísticas (música, danza, gráfica, poesía) que promovieran y que provocaran la reflexión sobre las desigualdades sociales que identificábamos como estructurales. Recuerdo además algunos círculos de estudio en los que revisábamos lecturas. Todas, todos, eran mayores que yo. Y, aunque las discusiones eran bastante apasionadas, sabíamos que teníamos coincidencias en lo esencial: la necesidad de organizarnos y de sumar a más gente.
En esos años, Alejandra Esparza Marín (alumna de la ENAH-Chihuahua) me invitó a unirme a un colectivo que había nacido con otras de sus compañeras estudiantes, que buscaba ser un colectivo feminista. Decidimos llamarnos Colectivo Germen de Ekidad y comenzamos a trabajar con mucha emoción en distintas propuestas y proyectos en torno al tema de género y de los derechos sexuales y reproductivos. Era 1998. Ese mismo año nos buscaron del Sistema Estatal de Salud para ofrecer un taller de género a funcionarias y organizaciones sociales. Entre las asistentes a ese taller estaban Diana Álvarez e Irma Campos, conocidas activistas feministas.
Seguimos trabajando mucho como colectivo, y en la red de colectivos. Montamos una casa de cultura que nombramos Neourbana, que instalamos en un edificio que llevaba más de veinte años deshabitado. Nosotros lo limpiamos, nos instalamos y ahí seguimos trabajando. Participamos como casa de cultura en la intervención del desfile del 20 de noviembre del 2001 en la ciudad de Chihuahua, en la que se denunció frente al entonces gobernador Patricio Martínez la falta de acciones y de compromiso con la protección de la vida de las mujeres, luego del hallazgo de los cuerpos de mujeres asesinadas en Campo Algodonero. Luego participaríamos en el éxodo de mujeres, una marcha a Ciudad Juárez organizada por varias organizaciones locales, para denunciar la violencia contra las mujeres en aquella ciudad capital.
A través del colectivo Germen de Ekidad llevamos a cabo distintos talleres y cursos de capacitación sobre género y derechos sexuales y reproductivos. Para estos fines, decidimos elaborar un fanzine que titulamos El Akelarre, del cual hubo diez números.
Y así fue, hasta que ya no fue más. Hubo diferencias y ritmos de vida que se impusieron, y volvieron irreconciliable el trabajo colectivo tanto en la Casa de cultura, como en el Colectivo Germen de Ekidad. Ambos se desgajaron como se desgaja una naranja, con tanta facilidad que el final parecía previamente dispuesto.
Alicia de los Ríos es ahora docente de la Facultad de Filosofía y Letras, en la Licenciatura y en la Maestría en Historia. Yo también. Y, en la práctica docente, en la postura ética que ésta implica, pienso que, tal vez, aunque no compartamos con nuestras alumnas, directa y explícitamente estas experiencias de organización y movilización, no las abstraemos del todo. Es que ¿podríamos abstraernos completamente de ellas, como para asegurar que no han influido en nuestra forma de docencia? ¿Es posible eso cuando nuestras clases están dedicadas a la formación de historiadoras e historiadores? Ahora bien, aunque diéramos por válido que nuestras experiencias de vida se transmiten de alguna forma —involuntaria o inconsciente— a nuestros grupos, ¿esto sería suficiente para decir que nuestras alumnas se han activado políticamente gracias a lo que han aprendido en las aulas? Creo que en todas las preguntas la respuesta es no.
No es posible abstraer nuestra propia experiencia para que, sobre todo en la forma más que en el fondo, esta no influya en nuestros estilos de docencia. Además, el tiempo, el espacio, las condiciones materiales, una pandemia de escala mundial, un cambio de administración o una fallida implementación de un modelo educativo en su universidad, amén de todas las vicisitudes de la vida misma, son por fuerza factores contingentes que continuamente se manifiestan y se activan para determinar quiénes son ellas y cómo enfrentan la realidad que les toca vivir, y en la que coincidimos.
Movimiento estudiantil Insurgentes UACH, 2024
El grupo Insurgentes UACH se conformó desde inicios de 2024 y, para el 16 de mayo de ese año, ya había elaborado y publicado un pliego petitorio que constó de quince puntos, de los cuales cinco refieren a cuestiones de género (es decir, un 30ͦ%), entre estos están los siguientes: 8) una materia obligatoria y de calidad sobre género con perspectiva feminista, lgbtttiq+, neurodivergencia y derechos humanos en todas las facultades de la UACH; 9) la contratación de psicólogas con perspectiva de género; 28 10) la creación de un Comité de Universitarias Feministas de cada facultad; 29 11) la reforma de la Defensoría de los Derechos de los Estudiantes; 30 12) la promoción efectiva y constante de campañas, programas y protocolos de género; 31 15) cero tolerancia de acosadores sexuales y violadores dentro de la universidad. 32
En el movimiento estudiantil Insurgentes UACH participan estudiantes de las distintas facultades que conforman la universidad. Entre estos se encuentra un grupo de estudiantes de la Licenciatura en Historia, que ahora buscan comprender y reflexionar sobre las implicaciones de esta experiencia en sus vidas, siempre desde la perspectiva histórica.
Autoetnografía 1 33
Fui una niña de seis años, residente de una ciudad situada en un estado fronterizo, grande, olvidado, omitido tal vez por ser enorme o porque hay una singularidad en este territorio que provoca en las multitudes que se sitúan en él un olvido mecánico o suspensión del juicio (Arendt, 1995) colectivo o incapacidad de parte de todos para afrontar una realidad que parece no tener raíz para cortarla. En la imaginación ―la mía― de un ser humano con escasos seis años de vida, tengo pesadillas con cuervos negros que picotean cadáveres de mujeres ―como lo que soy yo― asesinadas que aparecen en las faldas de los cerros, en las carreteras, en casas cercanas a la mía. Y esto no es porque yo dimensioné las implicaciones sociales de esta ola de violencia en mi ciudad, sino porque es lo que veo a todas horas, es lo que escucho en el radio, en la televisión, en las conversaciones de la gente a mi alrededor.
Y, cuando pasaba con mi mamá por las calles del centro de la ciudad de Chihuahua, tomábamos el camión en una parada que está justo después de una barra de acero pintada en color rosa y azul. Esa barra metálica me provocaba miedo, se encontraba llena de clavos. Sobre estos, batas que parecen de doctor, pero son de maquileras y muchos nombres de mujeres que leía despistadamente sin que mi mamá se diera cuenta. Sabía que no debía hablar mucho sobre ese tema, incluso sentía vergüenza de mencionarlo, así que prefería quedarme callada.
Discretamente volteaba e intentaba husmear con la mayor minuciosidad posible cada detalle de ese lugar. Me preguntaba quiénes son las muertas de Juárez. Hay maniquíes de mujeres en partes enterrados entre rocas y arena desértica. Sobre los clavos, una cruz de madera que tiene la frase “¡Ni una más!”, oración que leía con dificultad sin entenderla. A veces había fotos de mujeres. Cuando pasábamos a la parada por detrás de esa barra tan imponente, percibía también imágenes que me asustaban. Un collage del cuerpo desnudo de una mujer al que no se le alcanzaba a ver su cabeza; 34 era un dibujo muy abstracto que no comprendí, pero parecía una mujer sollozante que sostenía a su hija muerta; 35 una fotografía a blanco y negro de una mujer desnuda, acostada, que es observada por muchos hombres; 36 hay otra pintura de dos calaveras que están gritando. 37
Con cada año que pasa siento el mismo miedo, miedo al ver lo que luego supe que era un memorial, un antimonumento titulado “La cruz de clavos”, colocado por el Grupo Feminista 8 de Marzo. 38 Y me sigue produciendo el mismo miedo al día de hoy, en el presente. Ahora hay una placa conmemorativa colocada justo frente al Palacio de Gobierno. Es la placa dedicada a conmemorar la vida de Marisela Escobedo Ortiz, asesinada el 16 de diciembre del 2010 en las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua, por exigir justicia en el feminicidio de su hija Rubí.
La construcción de la frontera México-Estados Unidos se erige a partir de elementos que generan relaciones de poder en los que se establecen rutinas y modos de vida violentos. En la frontera históricamente se ha gestado una actividad de intercambio de productos, ideas, cultura y personas; en este sentido, el imaginario de la violencia se vuelve parte necesaria para comprender la vida fronteriza (Cerbino y Macaroff, 2010, p. 171). Anudado a las experiencias adquiridas que parten de ser una mujer en México, también germinan vivencias que particularizan la experiencia: ser una mujer en el México fronterizo. Para formar parte de un reclamo social, con frecuencia se toma como referente un factor que desencadena la decisión de movilizarse o no: el miedo. Y ser mujer provoca miedo. Por esto, el relato anterior fue reflexionado para establecer una premisa: las mujeres inherentemente contamos con el factor miedo, lo que nos provoca ―o no― movilizarnos.
Estrada Saavedra (2012) rescata de Luhman que los movimientos de protesta se forman a partir del agrupamiento de personas que se niegan a normalizar problemas sociales en las que una o más personas sean violentadas y que principalmente suelen potenciarse por el miedo que emerge de lo social. Las movilizaciones sociales se crean y se fortalecen a partir de costumbres que el binomio justicia-injusticia impulsa.
Como mujer historiadora, fronteriza y universitaria en México, he observado de cerca el fenómeno de las movilizaciones sociales con una óptica histórica, pero también personal. Puesto que he tenido acceso a comparar mi realidad con las que son pretéritas, me he adentrado en diversas movilizaciones sociales, porque sé que, aunque los activismos implican riesgos, también evalúo que en mi presente puedo contemplar puntos a favor que ciertamente en el pasado no hubiesen aplicado para mí, por mi condición. También sé que, en el siglo XXI, el activismo feminista se encuentra en una escala global y por ello es usual que converja con los movimientos estudiantiles y que dentro de las necesidades que hay en estos espacios académicos se ponderan aquellas que pauten una perspectiva de género. Si bien es dentro de estas dimensiones que se puede acceder al cuestionamiento de la posición de las mujeres en la educación, también en las universidades se ejercen dispositivos normativos de las violencias que experimentan mujeres por parte de compañeros, maestros y personal universitario. El hecho de que los movimientos estudiantiles se manifiesten no los exenta de que, en estos mismos márgenes de lucha en contra de violencias totalizantes, se ejerzan microviolencias. Entonces, ¿qué posición ocupamos las mujeres en una realidad contemporánea dentro de las movilizaciones sociales?
Autoetnografía 2
Según mi experiencia personal, las movilizaciones sociales que he presenciado van desde levantamientos ambientalistas, anticapitalistas y feministas hasta, lo más reciente, universitarios. Y por ese mismo criterio que he formulado a partir del estudio de la disciplina histórica he participado como mujer, universitaria y resistencia en manifestaciones, colectivas, comités y asambleas.
En los últimos años, pocos movimientos sociales en Chihuahua han acaparado la atención mediática y social como el Movimiento Estudiantil Insurgentes UACH, formado en los jardines de la Facultad de Filosofía y Letras por un grupo de jóvenes que buscaban exigir derechos y esclarecimiento de irregularidades en la universidad. Menciono esto debido a que uno de los principales detonantes de esta atención mediática fue que las movilizaciones comenzaron en vísperas de las elecciones presidenciales de 2024 y la prensa de la ciudad salpicó de connotaciones partidistas y de intenciones poco legítimas al levantamiento. Partiendo de una necesidad por buscar la gratuidad universitaria y mejorar las condiciones no solo del mobiliario, sino también de formar espacios seguros para las mujeres, se realizó un pliego petitorio por estudiantes de las facultades de Filosofía y Letras, Contaduría y Administración, Artes, Derecho y Ciencias Políticas y Sociales.
Gran parte de la viralización de esta acción colectiva fue también debido a la toma de la Rectoría Universitaria durante quince horas, el día 16 de mayo de 2024, posterior a una manifestación. La toma de este recinto universitario se dio gracias a Diálogo: un tronco que aludió a la falta de diálogo y disposición por parte de las autoridades universitarias y que ayudó a las y los estudiantes a derribar la puerta principal de las instalaciones. Analizando esto, Gayatri Spivak (1998) establece esta problematización del silencio: las y los subalternos hablan, pero sus enunciaciones no generan un diálogo con el dominante, puesto que los dominados no son sujetos que ocupen una posición discursiva desde la que se pueda hablar y responder. Y justo en ese estadio se situaron las y los estudiantes pertenecientes a este grupo. No traigo a colación esta idea únicamente aludiendo a la subalternidad que las estudiantes y, especialmente, los estudiantes experimentaron el día de la movilización por parte de la institución; la subrayo también por la experiencia avasalladora de otros estudiantes dentro de las asambleas en los días posteriores por verticalidades que, como en todo movimiento social, eventualmente se manifiestan. Verticalidades que parten justamente de una falta de diálogo e inactividad en cuanto a temas que atiendan perspectivas de género, invalidez de las experiencias y voces femeninas.
Como dije en líneas anteriores, el feminismo en la actualidad se encuentra en una escala global, por esto, para lograr congruencia, es necesario adaptar en estos sitios de diálogo y lucha una perspectiva de género que haga frente a las opresiones, pues nos encontramos en un punto de rechazo categórico a las violencias de género, no solo las que vengan del exterior de las luchas sociales, sino también las que se emitan dentro de estas.
El Movimiento Estudiantil Insurgentes UACH no es el único grupo que se ha gestado en las líneas combativas chihuahuenses que exigen la gratuidad universitaria, la mejora de condiciones mobiliarias y que atiendan las violencias de género. Universitarias en Resistencia, consolidadas y autodefinidas como acompañantas, defensoras y voceras a víctimas de violencia en el área educativa y Movimiento de la Voz Estudiantil, autodefinido como un movimiento apartidista, democrático, transparente y con perspectiva de género también son parte de la militancia dentro de estos espacios.
En un movimiento estudiantil, como mujer, aprendes, observas y estudias las resistencias de los pares y también tu misma resistencia dentro de ese movimiento. Es por eso que las mujeres ocupamos una posición aún de resistencia, incluso en esta realidad contemporánea que nos permite acceder a universidades y validar nuestra voz a través de nuestra participación como militantes de movimientos estudiantiles y hacer frente a las violencias y silencios a los que somos sometidas incluso dentro de movilizaciones creadas por estudiantes.
En otra experiencia de una estudiante de la Licenciatura en Historia, con respecto al Movimiento Estudiantil Insurgentes UACH, es posible conocer lo siguiente: mi acercamiento al grupo estudiantil de Insurgentes UACH se dio gracias que compañeras y compañeros me hicieron saber que se estaba formando, nuevamente, un grupo de personas que estaban cansadas de la falta de empatía por parte de administrativos, las grandes y significativas ausencias de ciertos docentes, las aulas e instalaciones deplorables y cada vez con mayor riesgo, la falta de suministros básicos de higiene en las áreas de los baños y de aires acondicionados que sean funcionales para tomar clases durante el verano, ya que las temperaturas sobrepasan los 38 grados centígrados, entre muchas otras inconformidades que se viven dentro de las instalaciones de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
La inconformidad no es reciente, pero, desde que la comunidad estudiantil de la Facultad de Odontología decidió alzar la voz para exigir condiciones mínimas para poder atender a sus respectivos pacientes, la llama de la inconformidad se comenzó a propagar en diversas facultades, sobre todos en aquellas que comparten espacio en el campus I.
Después de la marcha de la Facultad de Odontología hacia Rectoría para exigir el cumplimiento de su pliego petitorio, la Facultad de Artes buscó realizar lo mismo. No obstante, alguien dentro del movimiento avisó a administrativos de dicha facultad y se evitó otra marcha. Se propuso por parte de administración crear una junta en conjunto para que se diera a conocer el pliego petitorio y tratar de llegar a acuerdos inmediatos y a largo plazo.
De esta manera, para finales de octubre 2023, por parte de las entonces consejeras universitarias se dio a conocer que en la Facultad de Filosofía y Letras se llevaría a cabo una asamblea con el director, la Secretaría Académica, otro administrativo y los representantes de grupo de cada salón de todas las licenciaturas. El motivo: una asamblea en la que los administrativos escucharían las quejas y peticiones de la comunidad estudiantil para evitar una posible huelga o marcha.
Me encontraba abierta y dispuesta a entablar un diálogo. En mi salón había llevado a cabo un tipo “buzón de quejas y sugerencias” para que mis compañeras y compañeros pudieran comunicarme qué habían detectado dentro de su experiencia universitaria que pudiera ser compartido y buscar soluciones. Sin embargo, durante la primera intervención del director, me di cuenta de que en ese momento no estaban buscando llegar a acuerdos o escucharnos, sino que estaban tratando de culparnos por las deficiencias de la facultad y que éramos nosotros el problema.
Ahora bien, desde hace años me he visto inmersa en distintas colectivas feministas que buscan espacios seguros en encuentros de estudiantes y en las mismas instalaciones de la universidad; esto me ha abierto el panorama y me ha permitido formar la persona que soy hoy en día. Por ello mi participación en el movimiento Insurgentes UACH estuvo guiada por una mirada más analítica y crítica, principalmente hacia las actuaciones de integrantes clave dentro del movimiento. Esto implicó evitar reaccionar ante la urgencia y darme el tiempo de elaborar mis posturas y decisiones en el interior del grupo, sobre todo en el desahogo de las asambleas.
La fecha en que se creó el grupo —primera semana de mayo— significaba para mí invertir tiempo que estaba contado y me fue imposible reorganizar para acudir a las juntas iniciales.
La colectiva feminista estudiantil Universitarias en Resistencia compartió en su página de Instagram una publicación de posicionamiento respecto al movimiento estudiantil Insurgentes UACH, dejando en claro que ellas permanecerían fuera del movimiento, debido a que a lo largo de los años han luchado por espacios seguros para las estudiantes dentro de cualquier ámbito de la universidad y que, si bien apoyaban la causa desde lo lejos, no estaban dispuestas a verse involucradas y compartir espacio con integrantes señalados y denunciados. Esto me hizo cuestionarme quiénes estaban dentro del movimiento y qué habían hecho para hacer que la colectiva se posicionara de esa forma.
La respuesta no tardó en llegar, dos de los cuatro “líderes” del movimiento fueron señalados —antes de que naciera la iniciativa del movimiento— en redes sociales por abuso o violación. Que perfiles de este tipo fungieran como nuestros representantes no solo no me hizo sentir cómoda, sino que puso en alerta mi reciprocidad hacia el movimiento: ¿de verdad hubiera querido comprometerme e involucrarme completamente dentro de un movimiento con ellos? Sobre todo, porque mi activismo en los últimos semestres de mi cursada de la Licenciatura en Historia lo dediqué al acompañamiento de compañeras para presentar denuncias por acoso, abusos u hostigamiento en contra de estudiantes de la misma Universidad Autónoma de Chihuahua e, incluso, de otras universidades del país con las que tenemos relación a través de los Encuentros Nacionales de Estudiantes de Historia.
De igual forma, en el pliego petitorio se mencionaban en cinco de las quince peticiones asuntos referentes a la equidad, la capacitación y la contratación de personal con perspectiva de género y se pedía una política de cero tolerancia a acosadores sexuales y violadores dentro de la universidad. Este último punto estaba dirigido hacia estudiantes, docentes y administrativos. Es aquí cuando comencé a cuestionarme si podía convivir y tolerar a personas señaladas y denunciadas de estos actos y que fueran ellas la voz del movimiento. Para mí, la respuesta aun no es clara, aunque evidentemente me he inclinado hacia la negativa. No obstante, mediante el grupo de la comunidad me he percatado de que para la mayoría de las personas esto no supone un problema, incluso se ha mencionado en varias ocasiones que ellos son indispensables para el funcionamiento del movimiento, que ellos han estado desde el inicio y que ahora no es momento de “fijarnos en eso y dividirnos”. ¿No es acaso eso lo que se pide en el pliego: espacios seguros para todas las estudiantes?
El movimiento, después de la marcha y la toma de la Rectoría el pasado 15 de mayo de 2024, volvió a verse inmerso en situaciones que siguen alejándome aun cuando quiero seguir dentro. Con el cierre de campaña de las candidatas y el candidato a la presidencia de México en puerta, se solicitó otra asamblea en la cual se votó que se acudiría a cada uno de los mítines, pero no se realizaría ningún tipo de acercamiento, discurso o interacción con ninguna de ellas ni con él. No obstante, la disconformidad colectiva de la comunidad explotó cuando en el primer mitin los “líderes” subieron al podio con la candidata, rompiendo de esa manera los pactos establecidos por las y los integrantes del movimiento.
Momentos después del evento, se solicitó una asamblea de urgencia para ese mismo día y en las horas más cercanas posibles. De esta manera, decidí asistir para escuchar de primera mano a los “líderes”, conocer a las personas que integran el movimiento y, en caso de que fuese necesario, dar mi opinión respecto a la decisión tomada por estos. Fue ahí cuando me di cuenta de dos aspectos importantes que me llevaron a distanciarme un poco más y, tal vez —por el momento—, separarme del movimiento.
La primera de ellas fue inmediata: la forma en que empleaban el lenguaje los “líderes”. Por una parte, las constantes palabras altisonantes de uno de ellos hacia quienes no éramos representantes nombrados y, por otra parte, la división monumental que existía entre ellos . nosotras(os/es). Es decir, cuando uno de los “líderes” hablaba, remarcaba en cada momento que había una diferencia entre ambas partes: ellos habían estado desde el inicio del movimiento armando los amparos, ellos habían sido expuestos ante los medios de comunicación, ellos —algunos— contaban con órdenes de aprehensión por parte de las autoridades; mientras que nosotras(os/es)no teníamos que quedarnos hasta las dos de la mañana trabajando, nosotras(os/es) no teníamos miedo de salir a la calle, nosotras(os/es) no habíamos hecho ruido suficiente para llamar la atención de los medios nacionales, y por tal motivo ellos decidieron subir con la candidata aun sabiendo la posición apolítica del movimiento.
El otro aspecto ocurrió por parte de nosotras(os/es), cuando se señaló que estábamos inconformes por la decisión tomada, varias personas decidieron nombrar como “infanterías”, “chiplerías” y “berrinches” a las quejas que tuvimos respecto la decisión arbitraria de ignorar el pacto de la asamblea anterior. Esto me llevó a cuestionar si habrán sido llamadas así las estudiantes de la colectiva Universitarias en Resistencia por no sumarse al movimiento.
Si tachaban de “berrinches” el posicionamiento de queja e inconformidad hacia los “líderes” por las acciones cometidas, ¿sería también considerado un “berrinche” la posición de negarse a que las personas que me representen sean personas denunciadas de violación, acoso u hostigamiento?, ¿es normal o congruente compartir con el movimiento los mismo ideales y sentirme identificada plenamente con el pliego petitorio, pero no sentirme cómoda con las personas que me representan y cómo lo hacen?, ¿es normal sentir culpa por no apoyar plenamente el movimiento cuando una parte de mí necesita hacerlo, pero la otra me dice que no mientras el espacio no sea seguro para todas?
Conclusiones
Aunque el cuestionamiento sobre cómo se relaciona la militancia política feminista y de izquierda, en los espacios académicos y en las calles, sigue vigente después de esta exposición, los ejemplos que aquí se han presentado nos permiten advertir que el proceso de conciencia política de una identidad feminista crítica se cristaliza con el tiempo. Es decir, se deviene feminista de forma colectiva, a través de las reflexiones y experiencias que se construyen a lo largo de un periodo de tiempo largo, en términos de Braudel (2019). Esto implica que las reflexiones alcanzadas y las premisas afianzadas en el transcurso de generaciones no pueden ser individuales ni aisladas, sino que se conforman colectivamente a lo largo de complejos procesos sociales que son a la vez localizados y temporales y que son perceptibles en las experiencias evidentes —aunque también en las inadvertidas— que concurren entre una generación y otra, en todo tipo de espacios: académicos y de investigación, de organización social, de protesta, de formación política (escolarizada o no), de gestión cultural.
En los casos de las mujeres que participaron de alguna forma para, con y en los grupos armados de Chihuahua en las décadas de 1960 y 1970, en su mayoría, no se asumían feministas en ese entonces, y ha sido gracias a las reflexiones individuales y colectivas que han transcurrido en un tiempo determinado que se descubrieron a sí mismas como feministas, baste el ejemplo de la formación del Grupo Feminista 8 de Marzo, liderado por Irma Campos Madrigal.
Por su lado, ni el grupo Insurgentes UACH, ni sus dirigentes se asumen como feministas en pleno siglo XXI, sin embargo, es posible reconocer el uso conveniente del discurso en torno a las causas promovidas por los grupos feministas desde hace más de cincuenta años, para manejarlo como capital político en la redacción del 30ͦ% de sus puntos petitorios. Si a eso se suma la falta de congruencia entre dicho pliego petitorio y las acusaciones que pesan sobre algunos dirigentes del grupo, el resquemor sobre lo genuino de estos planteamientos aumenta. Sin embargo, es preciso acotar que ninguna de estas observaciones es privativa de este grupo estudiantil, sino de toda la sociedad donde este existe. Además, y lo establecemos de manera indiscutible, de ninguna forma la violencia ejercida contra estudiantes por parte de autoridades puede considerarse justificada ni debe repetirse en ninguna circunstancia. 39
Ahora bien, entendida la estructura de género en los términos de Bourdieu (1998), esta es estructurada y estructurante, y es posible apreciarla en los términos de las transformaciones culturales de una larga duración. Según esta perspectiva es posible discernir el cambio radical que se ha dado en el discurso de los movimientos estudiantiles que ahora ya refieren directamente a las tensiones e injusticias derivadas de estructuras de género; sin embargo, esta conciencia no resuelve las tensiones en el interior del grupo.
El texto propone una forma de trazar, al menos de generación en generación, la conocida idea de “sentar precedentes”. No en su sentido vulgar de asumirse únicas engendradoras políticas de las siguientes generaciones de mujeres activas, sino en el de asumir la suave forma en la que las acciones de un momento y de una forma de vida tienen consecuencias y potencias más allá de la experiencia individual de una persona.
Irma Campos Madrigal, integrante de las Rosas de Luxemburgo (1966-1968), dijo en una entrevista de 2008: “Ustedes ahora tienen referentes, nosotras entonces no teníamos ninguno”. Tal vez sea eso lo más importante de lo que aquí se ha reflexionado: la posibilidad de rastrear estos precedentes de una generación a otra y la potencia política que esto significa para las siguientes generaciones.
Referencias
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Bourdieu, P. (1998). Capital cultural, escuela y espacio social. Siglo XXI.
Braudel, F. (2019) El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. FCE.
Butler, J. (2001). Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Cátedra.
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Cerbino, M. y Macaroff, A. (2010). Heridas abiertas en la frontera México-Estados Unidos: Migración, feminicidio y narco-cultura. Íconos. Revista de Ciencias Sociales, (39).
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Spivak, G. Ch. (1998). ¿Puede hablar el subalterno? Revista Colombiana de Antropología, 30, 297-364. https://www.redalyc.org/pdf/1050/105018181010.pdf
Entrevistas
Carlos Fernández Baca, realizada por Nithia Castorena-Sáenz el 23 de febrero del 2013 en Chihuahua, Chihuahua.
Cristina González Tejeda, realizada por Nithia Castorena-Sáenz el 23 de abril del 2013 en Chihuahua, Chihuahua.
Francisca Urías Hermosillo, realizada por Nithia Castorena-Sáenz, el 13 de abril del 2013, Ciudad de México, Distrito Federal.
Irma Campos Madrigal, realizada por Nithia Castorena-Sáenz, 14 de octubre del 2008, Chihuahua, Chihuahua.
Lourdes Estrada Gallegos, realizada por Nithia Castorena-Sáenz el 12 de enero del 2013 en Chihuahua, Chihuahua.
Luisa Pardo Urías, realizada por Nithia Castorena-Sáenz el 18 de enero del 2013 en Chihuahua, Chihuahua.
Pedro Uranga, realizada por Carlos Montemayor, S/F. Consultada en Archivo de la Biblioteca Central, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Fondo Carlos Montemayor, Sección: Analista Político, Serie: Ataque Cuartel Madera, Exp. 21.18, F.18 .
Notas
*
Artículo de investigación
1
Expresados en voz alta al menos. Sin embargo, y como es conocido, es posible interpretar las acciones como un discurso.
2
El interés por el estudio especializado de las formas de participación de las mujeres en estos grupos ha conseguido la formación de espacios como el del Seminario de Historiografía y Género, coordinado por la doctora Martha Patricia Castañeda Salgado y el doctor Francisco Ávila Coronel, convocado desde el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (Ceich) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en dos ocasiones (2023 y 2024).
3
Formalmente, debe su origen al Decreto n.° 171 de 1954, promovido ante el Congreso del Estado por Óscar Soto Maynez (gobernador constitucional del estado de Chihuahua de 1950 a 1956). Sus instalaciones eran las del Instituto Científico y Literario de Chihuahua.
4
Entre sus líderes se encontraban maestros normalistas y campesinos de la zona también. Es oportuno anotar, en cuanto a la conformación de los integrantes del GPG que atacaron el cuartel: el 75ͦ% de los hombres que murieron no eran campesinos (seis personas) ni tampoco lo eran el 40ͦ% de quienes sobrevivieron (dos personas). Es decir, el GPG fue, de manera importante, un grupo formado por solidaridades externas a la colectividad campesina que defendían (Castorena-Sáenz, 2019a).
5
Pedro Uranga menciona unas revistas que imprimían en un mimeógrafo, al parecer en el cuarto de servicio de su casa. Ahí mismo imprimieron las Resoluciones del “Segundo Encuentro de la Sierra Heraclio Bernal”, llevado a cabo en Torreón de Cañas, Durango. Entrevista a Pedro Uranga realizada por Carlos Montemayor, s/f. Consultada en Archivo de la Biblioteca Central, UACJ, Fondo Carlos Montemayor, Sección: Analista Político, Serie: Ataque Cuartel Madera, Exp. 21.18, F.18, p. 2.
6
Es posible encontrar un análisis amplio sobre la operación de esta organización estudiantil de mujeres en Castorena-Sáenz (2019b).
7
Entrevista a Cristina González Tejeda, realizada el 23 de abril del 2013 por Nithia Castorena-Sáenz, en Chihuahua, Chihuahua.
8
Entrevista a Cristina González Tejeda realizada por Nithia Castorena-Sáenz, el 23 de abril de 2013 en Chihuahua, Chihuahua.
9
Entrevista a Irma Campos Madrigal realizada por Nithia Castorena-Sáenz, el 14 de octubre del 2008, en Chihuahua, Chihuahua.
10
Entrevista a Irma Campos Madrigal realizada por Nithia Castorena-Sáenz, el 14 de octubre del 2008, en Chihuahua, Chihuahua.
11
Estos primeros eran colegios con formación eminentemente católica, “pero que llegan a un punto en el que el reclamo social los hace aportar lo que en ese momento tenían, que era una ideología, y salirse de los patrones”. Entrevista a Carlos Fernández Baca realizada por Nithia Castorena-Sáenz, el 23 de febrero de 2013, en Chihuahua, Chihuahua.
12
Como el caso de Irma Campos, que venía de la ciudad de Parral.
13
Entrevista a Irma Campos Madrigal realizada por Nithia Castorena Sáenz, el 14 de octubre del 2008.
14
Profesor Alberto Sáenz, señor Jaime García Ch., profesor Antonio Becerra, profesor José Luis Orozco, profesor Olac Fuentes M., volante de la Sociedad Femenil de la Escuela de Derecho, disponible en el archivo personal de Nithia Castorena Sáenz, donado por Cristina González Tejeda.
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Mote puesto al grupo por Lucio Cabañas, referido en Sueños guajiros. Diego Lucero y la guerrilla mexicana de los años 60 y 70 (Lucero Estrada, 2012), referido en la sección correspondiente al final de este texto. Sobre la experiencia de vida de Avelina Gallegos Gallegos como comandante de este grupo, es posible consultar Castorena-Sáenz, (2016).
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Entrevista a Lourdes Estrada Gallegos, realizada el 12 de enero del 2012 por Nithia Castorena-Sáenz, en Chihuahua, Chihuahua.
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Cristina González Tejeda, amiga de Avelina mientras fueron estudiantes en la Escuela de Derecho, integrante de la Sociedad Femenil Rosa Luxemburgo, dirá al respecto de la Revolución cubana lo siguiente: “A nosotros básicamente nos deslumbró el ejemplo de la Revolución cubana”. Entrevista a Cristina González Tejeda, realizada el 23 de abril del 2013 por Nithia Castorena-Sáenz, en Chihuahua, Chihuahua.
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Una edición única publicada el 14 de abril de 1971, a cargo de Ediciones José G. Cruz, S. A. La publicación incluía un discurso diseñado, evidentemente, por los órganos de gobierno. Además, contenía fotos de un grupo de integrantes del Movimiento de Acción Revolucionaria que habían sido detenidos apenas un mes antes de la publicación.
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Hijo de dos de sus fundadores: Augusto Urtega y Margarita Urías Hermosillo.
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En una entrevista con Luisa Pardo Urías, hija de Margarita Urías Hermosillo, ella cuenta lo siguiente: “Mi abuelo tenía ideas muy revolucionarias. O sea, desde la educación… Entonces, por muchos lados, yo siento que hubo una influencia muy fuerte para que mi mamá se lanzara a las armas, pues. Y además mi mamá vivía en una adoración por su padre muy cabrona”. Entrevista a Luisa Pardo Urías, realizada por Nithia Castorena-Sáenz el 18 de enero del 2013 en Chihuahua, Chihuahua.
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Se refirió en el apartado anterior la participación de Francisca Urías Hermosillo con las bases de apoyo urbano al Grupo Popular Guerrillero.
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Un análisis de la conformación y operación de este grupo se encuentra publicada, de forma amplia, en el texto de Nithia Castorena Sáenz (2019a).
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Entrevista a Carlos Fernández Baca realizada el 23 de febrero del 2013, en Chihuahua, Chihuahua.
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De 1955 a 1957 (“Historia”, s. f.).
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Fue director desde 1954 hasta 1955.
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Se refiere así al grupo en el informe de la Dirección Federal de Seguridad de enero de 1967. Este informe se dio a conocer más de treinta años después a partir de una entrega anónima en la revista de distribución nacional Nexos. Para más información, véase el Informe Dirección Federal de Seguridad (1967, p. 11).
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Entrevista a Luisa Pardo Urías el 18 de enero de 2012, Chihuahua.
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Y abundan solicitando que sean “suficientes y capacitadas para que brinden atención a toda la comunidad universitaria al igual que evaluaciones psicológicas a todos los docentes y estudiantes de forma semestral. Vinculante a ser posible o no su proceso de admisión o recontratación”. Todos los puntos de este pliego petitorio fueron publicados por @InsurgentesUACH, cuenta de Instagram, el 16 de mayo del 2024, disponible en https://www.instagram.com/p/C7D12MnLXXq/?igsh=MzZrNTN3OW1oNWVt, consultada el 16 de mayo del 2024.
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Desarrollado como sigue: “Con enlaces de género, defensoría de los derechos universitarios y equipo jurídico que sea visible y activo todo el año y elegible por la comunidad estudiantil”.
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Desarrollada de la siguiente forma: “En donde haya perspectiva de género de calidad, además de capacitación de todo el personal de la UACH. Además de dar a conocer más está [sic] institución de defensa dentro de la institución, puesto que mucha gente no conoce que puede hacer valer sus derechos como estudiantes dentro de la misma universidad”.
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Desarrollado así: “Para la atención y prevención necesaria para cualquier tipo de violencia, ya sea de género, laboral, institucional, etc.”.
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Desarrollado de la siguiente forma: “¡No toleraremos ni un solo caso más de acoso sexual en nuestras instituciones educativas. Exigimos medidas drásticas y efectivas para erradicar a los acosadores sexuales de nuestra comunidad universitaria. Exigimos que haya cero tolerancia a las personas que incurran en estas prácticas deplorables, que lo único que hacen es dañar a nuestra comunidad. Esto implica a maestros, alumnos y administrativos de la universidad. ¡La seguridad y dignidad de nuestros estudiantes están en juego!”.
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Esta narración, estipulada como experiencia propia, narra un fenómeno vivo, cambiante, circular y que se encuentra adscrito dentro de los espacios universitarios actuales en los que las estudiantes experimentan resistencias específicas, pero también totalizantes. Intentamos con esto cruzar experiencias como observadoras (una) y como participantes (otras), sobre el mismo movimiento estudiantil. Como se mencionó anteriormente, la narración se mantiene en primera persona, en el esfuerzo de elaborar un texto autoetnográfico que haga las veces de un primer momento de reflexión profunda sobre lo ocurrido.
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La pubertad cercana o
las pléyades, Max Ernst, 1921.
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Guernica, Pablo Picasso, 1937.
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Fotograma de Los Olvidados, Luis
Buñuel, 1950.
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El Grito, Francisco Toledo, 1994.
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La Cruz de Clavos es un antimonumento que se instaura en el año 2001
como llamada de la población al Estado por el problema de violencia de género y
feminicidios impunes en Chihuahua. El Grupo 8 de Marzo fue fundado por Irma
Campos Madrigal, activista que desde su época estudiantil fue parte de la
Sociedad Femenil Rosa Luxemburgo de la entonces Escuela de Derecho.
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Esto en relación a la toma de la Rectoría de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) en mayo de 2024. La manifestación, que duró quince horas, fue resuelta con un gran despliegue policiaco y terminó con el desalojo de los estudiantes. Para más, véase Rosales (2024).
Notas de autor
a Autora de correspondencia. Correo electrónico: ncastorena@uach.mx
Información adicional
Cómo citar: Castorena Sáenz, N., Miranda Sáenz, G. y Baylón
González, D. (2025). Chihuahua: ensayo genealógico de estudiantes organizadas
(1965-2024). Papel Político, 30. https://doi.org/10.11144/Javeriana.papo30.cege