El libro que reseñamos a continuación no es casual ni está desconectado de un proyecto mayor. A ciencia cierta, es el segundo volumen publicado por los miembros de la Red Internacional de Etnografía con Niños, Niñas, Adolescentes y Jóvenes (RIENN) sobre etnografía colaborativa y niñez, compilado por varias de las mismas autoras y Michael Higgins (
Ciertamente, esta posición se aleja del trabajo etnográfico que en Latinoamérica se ha venido desarrollando en los últimos años, sobre todo en Brasil y Argentina, con los estudios de los dispositivos jurídico-burocráticos de atención a la infancia pobre e infractora (
De ahí que este texto tenga como premisa —por eso su título— que los bordes, los límites y las fronteras asociados con la investigación en colaboración con los NNA son ante todo una construcción social, cultural e histórica, y que su validez oficial varía y es posible ponerla en entredicho en distintos contextos, infancias y problemáticas. Y es que, dejando de lado las prácticas puntuales de etnografía colaborativa que componen el libro, como, por ejemplo, los primeros cinco capítulos, que tienen lugar en Oaxaca, Oregón, Santiago de Chile, Buenos Aires, La Plata y Jujuy, lo que es realmente prometedor del texto es la reflexión que surge de ellas y las rupturas que provoca el acompañamiento de los NNA en los investigadores, en las categorías utilizadas y en la forma de adelantar la investigación a la hora de hacerse el trabajo de campo.
En esa medida, el libro le permite acercarse al lector a la oportunidad de repensar el concepto de otredad clásico que ha tenido la antropología, es decir, considerar a los NNA como
Por otra parte, otra ventaja del libro es su postura metodológica y, por ende, cómo se posiciona ante las discusiones al respecto. Partamos de que en la relación etnográfica con la infancia lo habitual ha sido un contínuum de formas de observación caracterizadas por la nula relación del investigador con los NNA, a saber, por la puesta en marcha de un “rol puramente observacional en el que el investigador se sienta fuera de la actividad y no interactúa con los sujetos” (
Así pues, el mérito de este libro consiste en reunir un grupo de investigaciones arriesgadas y desatadas de los preformatos hegemónicos sobre la infancia, que en definitiva invitan a quien lea sus páginas a acercarse a las formas, los retos y las oportunidades que ofrece el crear conocimiento con los NNA por medio de la coinvestigación etnográfica. Además, el texto también brinda un recordatorio y una sensación de apoyo una vez se termina de leer: que el conflicto que nos genera el adultocentrismo se puede superar y tratar siempre y cuando entendamos que los bordes, los límites y las fronteras teóricos y metodológicos que le legitiman, inclusive en nuestros proyectos de investigación y en nosotros mismos, se entroncan en representaciones sociales que se perpetúan cada vez que las aceptamos como naturales, obvias y suficientes para la producción de conocimiento.
En el capítulo I, Ángeles Clemente reflexiona acerca de los cambios que se dan en las representaciones sociales de género, edad y clase social, entre otras, en un grupo de estudiantes de la Licenciatura de Inglés en Oaxaca durante una etnografía en colaboración con el otro, en este caso los NNA reclusos o en situación de calle.
El capítulo II, escrito por Maria Dantas-Whitney y Carmen Cáceda, indaga los temas del poder y de la identidad a través de una etnografía en colaboración con un grupo de jóvenes extranjeros que estudian inglés como segunda lengua en la universidad de Oregón, y que experimentan relaciones conflictivas con los “otros” compañeros y profesores.
En el capítulo III, Andrea Valdivia-Barrios describe la otredad del mundo adulto desde el punto de vista de un grupo de adolescentes que participaron en encuentros de creación audiovisuales en una escuela de Santiago de Chile.
Linda S. Khodr, en el capítulo IV, presenta una investigación en colaboración para entender las acciones políticas de los estudiantes de una escuela secundaria en la provincia de Buenos Aires para defender el nombre de su escuela: “‘Che’ Guevara”.
En el capítulo V, Alejandra Otaso y Santiago Sburlatti ponen en diálogo dos investigaciones en las cuales la colaboración con los NNA permitió resignificar la frontera entre la escuela y sus afueras.
Los últimos dos capítulos toman en consideración los cambios que la colaboración con los NNA produce en los investigadores y en la investigación.
En particular en el capítulo VI, Alba Lucy Guerrero y Diana Milstein relatan acerca de un diálogo espontáneo con Lorena, una niña de 11 años, que se transformó en un encuentro etnográfico cuando Alba Lucy Guerrero reconoció a Lorena como un otro coproductor de conocimiento y puso en discusión su categoría teórica acerca del fenómeno estudiado, el desplazamiento forzado en Colombia.
Finalmente, el último capítulo considera el papel del adulto y de su forma de relacionarse con los coinvestigadores NNA, desde la experiencia de trabajo de campo de Diana Milstein, María Teresa Pujó y Jesús María Jaramillo con un grupo de NNA en un barrio popular de Neuquén, en Argentina.