Pedagogías políticas y prácticas artísticas en el movimiento feminista de Guayaquil*

Political Pedagogies and Artistic Practices in the Feminist Movement of Guayaquil

Pedagogias políticas e práticas artísticas no movimento feminista de Guayaquil

Ybelice Briceño Linares

Pedagogías políticas y prácticas artísticas en el movimiento feminista de Guayaquil*

Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, vol. 18, núm. 2, 2023

Pontificia Universidad Javeriana

Ybelice Briceño Linares **

Universidad de las Artes , Ecuador


Recibido: 19 enero 2023

Aceptado: 04 marzo 2023

Resumen: Este artículo es el producto de una investigación en curso en la cual se analiza el surgimiento, la trayectoria y las características del movimiento feminista y de mujeres en Guayaquil (Ecuador). Parte de la revisión de la composición interna del movimiento, de su discurso político y de las estrategias que ha desplegado para generar formas de articulación. Por otro lado, se analizan los repertorios de acción colectiva a los que el movimiento recurre, con énfasis en las políticas de cuidado y la valoración de las formas de lucha como espacios de encuentro, vínculo y goce. Por último, se ha prestado atención a las prácticas de activismo artístico que desarrollan las colectivas feministas que lo integran, defendiendo la idea de que no se trata de un uso instrumental de lenguajes artísticos (musicales, visuales, escénicos o performáticos), sino más bien de pedagogías que defienden la importancia de lo sensible y los afectos en el campo de la política. La investigación ha contemplado entrevistas a militantes, recopilación de material textual, gráfico y audiovisual del movimiento, así como el análisis del diario de campo que recoge la experiencia de la investigadora como activista.

Palabras clave:feminismos, movimientos sociales, arte y política, arte, política, activismo, acción política, acción política artística feminista, artes feministas.

Abstract: This article is the outcome of an ongoing research project that examines the emergence, development, and characteristics of the feminist and women’s movement in Guayaquil, Ecuador. It begins by exploring the movement’s internal composition, its political discourse, and the strategies it has employed to foster forms of articulation. Additionally, it analyzes the repertoires of collective action utilized by the movement, with a particular emphasis on care politics and the recognition of forms of struggle as spaces for connection, bonding, and enjoyment. Lastly, the article focuses on the artistic activism practices developed by the feminist collectives within the movement, arguing that these practices are not merely instrumental uses of artistic languages (such as music, visuals, theater, or performance), but rather pedagogies that advocate for the importance of the sensory and affective dimensions in the realm of politics. The research includes interviews with activists, the collection of textual, graphic, and audiovisual materials from the movement, as well as the analysis of the researcher’s field diary documenting her experiences as an activist.

Keywords: feminisms, social movements, art and politics, art, politics, activism, political action, feminist artistic political action, feminist arts.

Resumo: Este artigo é produto de uma pesquisa em andamento a qual analisa-se o surgimento, trajetória e as características do movimento feminista de mulheres em Guayaquil (Equador). Parte da revisão da composição interna do movimento, do seu discurso político e das estratégias desfraldadas para gerar formas de articulação. Por outro lado, são analisados os repertórios de ação coletiva a que o movimento recorre, com ênfase nas políticas de cuidado e na valorização das formas de luta como espaços de encontro, vinculação e fruição. Por fim, deu-se atenção às práticas de ativismo artístico desenvolvidas pelas coletivas feministas que o integram, defendendo a ideia de que não se trata de um uso instrumental de linguagens artísticas (musicais, visuais, cênicas ou performáticas), mas sim de pedagogias que defendem a importância do sensível e dos afetos no campo da política. A pesquisa incluiu entrevistas a militantes, recopilação de material textual, gráfico e audiovisual do movimento, bem como a análise do diário de campo que reflete a experiência da pesquisadora como ativista.

Palavras-chave: feminismos, movimentos sociais, arte e política, arte, política, ativismo, ação política, ação política artística feminista, artes feministas.

Introducción

Este trabajo se inspira en la propuesta de la investigadora feminista Rita Segato, a partir de su análisis de las violencias en el mundo contemporáneo (Segato 2016, 2018). Según la autora, en las últimas décadas, estamos asistiendo a nuevas modalidades de violencia, que denomina “nuevas formas de la guerra”. Estas contemplan prácticas de diverso tipo, como los feminicidios, las violaciones a mujeres y niñas, las violaciones colectivas, las vejaciones, laceraciones y agresiones cada vez más crueles que se aplican a los cuerpos feminizados.

Según Segato (2016, 2018), lo particular de estas modalidades es el encarnizamiento en contra del cuerpo de la mujer, la saña con la que es agredido, incluso, aunque se trate de un cuerpo sin vida. Pero también, y relacionado con lo anterior, la autora destaca la dimensión expresiva de esta violencia que convierte a esa acción en un hecho comunicativo, es decir, un acto que busca transmitir un mensaje. En ese sentido, se trata de prácticas semiótico-materiales que forman parte de una “pedagogía de la crueldad”. Estamos ante una pedagogía que delinea modelos de masculinidad hiperviolenta, que exalta la degradación y el desprecio hacia lo femenino, y que busca hacer de las mujeres sujetos temerosos, dóciles y sin agencia.

Paralelo al incremento de estas violencias en los últimos años, hemos presenciado el crecimiento de la movilización en torno a las agendas feministas. En distintos países de la región, asistimos al fortalecimiento de movimientos que se están consolidando como nuevos actores políticos y que están colocando los debates sobre violencia y desigualdad de género en el debate público (Carosio 2012; Gago 2019; Gago et al. 2020; Larrondo y Ponce Lara 2019).

Estos movimientos emergen en respuesta a las pedagogías de la crueldad, exigiendo justicia, reparación y sanción. Con estrategias políticas de muy diverso cuño, están desplegando “contrapedagogías políticas” que buscan rescatar la agencia y defender la dignidad de las mujeres y de los cuerpos feminizados.

Los activismos feministas de la región en su accionar diario están haciendo propuestas sobre cómo hacer política, las cuales en muchos aspectos son diferentes e, incluso, opuestas a las formas de politización que imperaban anteriormente.

En este artículo, presentaré un análisis del movimiento feminista y de mujeres en Guayaquil (Ecuador). Me interesa defender la idea de que se trata de un movimiento cuyas prácticas y estrategias pueden entenderse como nuevas pedagogías políticas. Para ello, iniciaré contextualizando el surgimiento del movimiento, revisaré su composición interna y su discurso político. En segundo lugar, identificaré lo que en la literatura de movimientos sociales se llama repertorios de acción colectiva (Tarrow 2012; Tilly 2002). Finalizaré con la revisión delas acciones que hacen uso de lenguajes artísticos (musicales, visuales, escénicos o performáticos),que forman parte de estas nuevas maneras de hacer política, las cuales serán abordadascomo formas de activismo artístico (Expósito et al. 2012; Longoni 2009).

 Manifestación del 8 de marzo de 2020
Figura 1.
Manifestación del 8 de marzo de 2020


Fuente: Fotografía del Movimiento de Mujeres Diversas en Resistencia.

Desde el punto de vista metodológico, es preciso dejar claro que este trabajo es producto de un proceso de investigación que se inscribe en la corriente denominada investigación activista o investigación militante, que parte de una presunción de no neutralidad de la investigación (Malo 2004) y que cuestiona la falsa idea de universalismo, para reconocer el conocimiento como parcial y localizado (Haraway 1995).1

En esa medida, se reconoce la participación y el involucramiento de la investigadora con el tema de estudio como un hecho que aporta riqueza al trabajo, siempre que suponga procesos de análisis y reflexividad en torno a esta implicación.

En virtud de esto, hay que mencionar que la estrategia metodológica ha supuesto la realización de entrevistas semiestructuradas a integrantes de organizaciones y colectivas feministas,2 así como la recopilación de material textual, visual y gráfico producido por el movimiento. Del mismo modo, el diario de campo y la sistematización de la experiencia de la investigadora en tanto activista feminista que participa en el movimiento han aportado elementos importantes para la interpretación del objeto de estudio.

El Movimiento de Mujeres Diversas en Resistencia: surgimiento, composición y características

El campo del movimiento de mujeres y los feminismos en Guayaquil se ha visto renovado y fortalecido enormemente en los últimos tiempos, en especial desde 2018. A partir de la emergencia de nuevas colectivas y de la articulación de distintas organizaciones, se ha generado en la ciudad un clima de creciente politización en torno a agendas feministas.

Manifestación por la despenalización del aborto, 28 de septiembre de 2021
Figura 2.
Manifestación por la despenalización del aborto, 28 de septiembre de 2021


Fuente: Fotografía de Andrés Loor.

Marcha del 8 de marzo de 2019
Figura 3.
Marcha del 8 de marzo de 2019


Fuente: Fotografía de Andrés Loor.

Este movimiento, a pesar de no ser tan masivo como en Quito o como en otras ciudades de la región, es muy significativo a la luz del ethos fuertemente conservador y patriarcal de esta ciudad. Recordemos que Guayaquil, principal centro comercial del país, ha sido un bastión de la derecha política (que ha gobernado la ciudad por más de treinta años consecutivos), de los poderes económicos, y también un enclave importante de la Iglesia católica (que han cooptado parte importante del sector educativo) y de diversas Iglesias cristianas.3

Como en muchas otras ciudades de la región, la convocatoria a la Huelga Internacional Feminista en 2018 marcó un hito importante en la composición del movimiento de mujeres y disidencias de la ciudad. A partir de este año, surgieron nuevas organizaciones y colectivas, se fortalecieron otras existentes y se crearon espacios de articulación y coordinación que han permitido la realización de acciones conjuntas de mayor impacto.

En 2019, la red de organizaciones feministas y de mujeres de la ciudad asumió el nombre de Movimiento de Mujeres Diversas en Resistencia4 y estableció los principios fundamentales que lo orientan. Entre 2019 y 2020, el movimiento fue adquiriendo mayor fuerza y capacidad de movilización posicionándose en redes, realizando manifestaciones de calle, así como actividades de incidencia institucional. Fue en 2020, justo antes de la pandemia por covid-19, que logró realizar la manifestación más numerosa, a propósito de la conmemoración del 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora (figura 5). Este crecimiento se detuvo debido de la crisis del covid-19, la cual, si bien no inmovilizó del todo a las colectivas y activistas, sí supuso un quiebre en los procesos de articulación, en las dinámicas de encuentro y, sobre todo, en la protesta de calle. La imposibilidad de realizar reuniones presenciales y acciones callejeras, así como la precariedad económica y la desmovilización que trajo consigo la pandemia afectaron significativamente al movimiento durante 2020 y parte de 2021.

El movimiento está constituido por militantes y organizaciones con características muy diversas. En este, confluyen colectivas con un perfil explícitamente feminista, cuya agenda está vinculada al cuerpo y al derecho a decidir (grupos como Aborto Libre Guayaquil o Las Comadres), con organizaciones que trabajan en la defensa de derechos de las mujeres o por demandas sociales más amplias, como Unión Nacional de Trabajadoras Remuneradas y Afines (UNTHA). Han formado parte de este algunos grupos focalizados en la lucha contra la violencia machista, como el Centro Ni una Menos Valdivia o el Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam), organización con mucho reconocimiento y trayectoria institucional. Y también han participado organizaciones con un perfil artístico o cultural, como las batucadas La Cubeta o Batambá, la Colectiva Entretejidas, Desviadas Collective y Lxs de (de artes escénicas), o el colectivo Revo.luz.zion (de artes visuales).

Asimismo, se han vinculado a este colectivas que trabajan en el campo de las disidencias sexuales como la Casa de Acogida Trans o el colectivo Guayaqueer, así como otras redes de organizaciones más amplias como Coordinadora de Organizaciones Sociales del Guayas o la Vigilia por las Niñas #InfanciaSinAbuso (que articulan, a su vez, a distintos grupos sociales). La organización de mujeres lesbianas Mujer y Mujer fue también durante los primeros años un actor clave para la creación de puentes y el diálogo entre distintas colectivas del movimiento.

Como podemos apreciar, estamos ante una pléyade de colectivas muy diversa, por un lado, en cuanto a su discurso, nivel de organización, demandas y trayectoria. Pero también en cuanto a su composición interna, pues hay activistas de diferentes clases sociales, edades, procedencias, adscripción racial, nivel de formación, experiencia política e identidad sexo-genérica.

Inicialmente, para dar cuenta analíticamente de esta gran diversidad, he propuesto clasificarla en dos grandes bloques. El primer bloque estaría compuesto por mujeres (casi siempre de mayor edad), pertenecientes a organizaciones populares de diversa índole: mujeres rurales, mujeres trabajadoras del hogar, colectivos de barriadas populares, mujeres afrodescendientes.






Algunos de estos colectivos no poseen un discurso abiertamente feminista ni se autodefinen como tales y se articulan en torno a demandas como derechos laborales, reivindicaciones sociales o contra la violencia de género (figura 3).

Y otro grupo de activistas más jóvenes, compuesto por colectivos con menos trayectoria política, así como por individualidades, entre las que hay personas vinculadas al campo artístico, estudiantes y miembros de colectivos LGBTIQ+ (lesbiana, gay, trans,bisexual, intersexual y queer). Hablamos, en general, de personas con menor experiencia organizativa y política, pero con un discurso más claramente feminista y con demandas más vinculadas a la autodeterminación, el cuerpo, la sexualidad y la crítica a la heteronormatividad (figura 2).5

A pesar de esta profunda heterogeneidad, el movimiento ha sido capaz de realizar un trabajo político, que podríamos denominar, con Ernesto Laclau (1996), una operación de articulación. Esto no solo en el sentido de crear espacios de organización y de coordinación para realizar actividades conjuntas, sino también en el sentido de construir un discurso común, a partir de estas demandas particulares.

Para Laclau (1996), los sujetos políticos no son preexistentes a su discurso o a su demanda. Es a través de la enunciación de esta demanda que se constituyen en tales, posicionándose ante una situación y ante otros actores políticos. En este caso, lo que le ha dado identidad política al movimiento es su posicionamiento como feminismo, popular, anticapitalista, no partidista, que es la manera consensuada de nombrarse que ha asumido esta red de organizaciones, luego de numerosas reuniones, conversaciones y debates.

La noción de feminismo popular no partidista ha funcionado como definición que posiciona el movimiento y que lo distingue de otras perspectivas más “burguesas”, cercanas a un feminismo liberal, por un lado, o de fracciones feministas (y de mujeres) de partidos políticos o instituciones del Estado, por otro.

Este enunciado opera en el movimiento como lo que Laclau (1996) ha denominado un significante vacío, es decir, un paraguas que arropa las luchas particulares de las distintas colectivas. Es el puente que permite conectar demandas particulares de todos estos grupos y establecer un lenguaje común, un territorio semiótico compartido entre esa gran diversidad etaria, y contextos sociales y de mundos de vida tan disímiles.

Marcha del 8 de marzo de 2019
Figura 4.
Marcha del 8 de marzo de 2019


Fuente: Fotografía de Andrés Loor.

La consigna feminismo popular no partidista funciona como un significante amplio y compartido, pero cuya definición está en disputa entre distintos actores. Y, en esa disputa por llenarlo de contenido, se establecen distintas cadenas de equivalencia o asociaciones desde distintas definiciones y posicionamientos políticos.

De este modo, considero importante reconocer el valor político que tiene haber logrado esa articulación, que permite construir una posición de sujeto colectivo y que en lo práctico permite la realización de acciones coordinadas. Pero, a la vez, creo que es posible entender o pensar el movimiento como un campo de tensión, un campo en el que se generan disputas que implican lecturas distintas del feminismo, de la sociedad y de los sentidos de la acción colectiva (figura 4).

A lo largo de estos años, y a partir de diversas coyunturas que se han vivido en el país, las organizaciones y sus activistas se han posicionado de maneras distintas en torno a diferentes debates. Sin embargo, quiero defender la idea de que detrás de esta diversidad permanecen algunas constantes. Esto me permite identificar dos ejes contrapuestos en torno a los cuales se alinean o gravitan las distintas colectivas, que marcan un vector de tensión en el movimiento.

Por un lado, identifico un eje que se articula en torno al significante antipartidista. Para las colectivas que allí se sitúan, la crítica a los partidos e instituciones políticas tradicionales es fundamental. Esta crítica recoge el descontento, el malestar y la desconfianza compartida hacia estos actores políticos. Se le da poca relevancia a la distinción izquierda/derecha y, frecuentemente, desdibuja la diferenciación entre la política y lo político.6

En mi opinión, estas colectivas corren el riesgo de acercarse a una lectura neoliberal del ordenamiento social. No se percibe que detrás de cierto antipartidismo se amparan discursos y lógicas tecnocráticas (la idea del experto que gestiona lo social), así como lógicas economicistas, que presentan el mercado como espacio de pureza (eficiente, no corrupto, no clientelar).

Por otro lado, estarían las colectivas que se articulan en torno al significante feminismo popular, más vinculadas a la tradición de lucha contra de la desigualdad social. Aunque son críticas a los movimientos de izquierda tradicionales, recuperan algunos de sus símbolos y se reconocen como parte de su genealogía. Se movilizan también en torno a otras luchas sociales, anticapitalistas, antineoliberales y antimperialistas.

En relación con estas, podríamos señalar, si recuperamos la nomenclatura de Guattari y Rolnik (2006), que a este tipo de organizaciones les resulta más familiar la práctica y el discurso que opera en lo macropolítico. Es decir, su manera de hacer política consiste en enarbolar demandas al Estado, que apuntan a transformar las estructuras o a exigir derechos sociales. Pero les cuesta más entender la importancia del trabajo micropolítico, es decir, comprender las prácticas que apuntan a subvertir el orden simbólico, transformar las subjetividades, trasgredir las normas sexuales y desestabilizar los patrones de género.

Repertorios de la acción colectiva: nuevos modos de hacer política

El espectro de acciones a las que recurren los colectivos del Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia de Guayaquil es bastante amplio. Este incluye, desde las movilizaciones de calle o la incidencia institucional, hasta las prácticas de activismo artístico y la presencia en redes y espacios virtuales.

La protesta y movilización callejera es probablemente el tipo de acción más potente y masiva del movimiento. Desde 2018, se han organizado de manera contante marchas y plantones a propósito del Día de la Mujer Trabajadora (8M) y del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25N) (figura 1 y 5).

Pero también se han realizado manifestaciones de calle a partir de otras coyunturas como feminicidios o violaciones que han conmocionado al país (como los casos de Martha y de Diana [2019] o el de María Belén Bernal [2022]) por decisiones en lo legislativo, como la negativa a despenalizar el aborto por violación por la Asamblea (2019) o el veto al Código Orgánico de Salud (2020) para realizar demandas ante el sistema de justicia (como la solicitud de despenalización del aborto por violación ante la Corte Constitucional [2021]), entre otras.

Estas acciones de calle, ya se trate o de plantones, de tomas de espacios públicos, o de manifestaciones que atraviesen la ciudad, son las acciones más potentes y demuestran mayor capacidad de movilización y articulación. Pero también tienen un significado en sí mismas. La acción callejera, el acto de ocupar la plaza pública en una ciudad como Guayaquil, es no solo un medio de presión para posicionar determinadas demandas al Estado o la sociedad. Es un acto político en sí mismo, como señala Butler (2017), por el solo hecho de plantarse en el espacio público y reclamar su derecho a aparecer, en virtud del contexto fuertemente conservador, misógino y homofóbico de esta ciudad. Lxs activistas suelen señalar que estar en la calle en una ciudad como Guayaquil es un asunto insoslayable en la lucha feminista y de las disidencias (Briceño Linares 2018).

Por otro lado, las redes y los espacios virtuales han sido un territorio de agitación y activismo por parte del movimiento y sus colectivas. Han permitido tanto socializar contenidos en páginas, perfiles y sitios web, como utilizar las redes para la organización interna y la convocatoria a movilizaciones y acciones (Briceño Linares 2020).

Concentración al final de la manifestación del 8 de marzo de 2020
Figura 5.
Concentración al final de la manifestación del 8 de marzo de 2020


Fuente: Fotografía del Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia.

Del mismo modo, el movimiento ha recurrido a acciones de incidencia institucional en diversas ocasiones. Ha participado brindando testimonio ante representantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por los actos de represión violenta del Gobierno durante el paro de 2019; en julio de 2020, realizó una postulación conjunta de representantes de la sociedad civil ante ONU Mujeres. Y en abril de 2021 presentó un recurso jurídico (amicus curiae) ante la Corte Constitucional, por la despenalización del aborto por violación, cuyo resultado fue exitoso.

Pero, más que detallar cada una de las estrategias a las que se recurre, me gustaría centrarme en dos elementos que desde mi perspectiva ilustran cómo el movimiento feminista está ensayando maneras de hacer política diferentes de las formas de acción de otros momentos y organizaciones (como los movimientos de izquierda, que se articularon en torno a la lucha de clases). Recupero, entonces, la idea de que estos despliegan contrapedagogías políticas, es decir, nos enseñan a través de su práctica diaria cómo operar políticamente desde otros lugares y con otras lógicas.

Para visibilizar estos nuevos modos de hacer política del movimiento feminista en general y del Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia de Guayaquil en particular, quiero poner en contraste sus prácticas con la política de los movimientos revolucionarios o de izquierda latinoamericanos.

Buena parte de la izquierda latinoamericana, que activó y se disputó el campo político en las décadas de 1960 y 1970, se articuló según dos modelos de acción y de organización: el modelo del Partido Comunista y el del movimiento insurgente o de la lucha armada.

A pesar de sus diferencias, estos dos tipos de organización tenían en común cierto imaginario y ciertas maneras de hacer política. La estructura vertical, la toma de decisiones desde los altos mandos, la lógica de obediencia debida, la censura y la sanción de la disidencia y la crítica eran algunas de estas.

También sostenían una disociación medios/fines, según la cual lo importante no era lo que se estaba haciendo en el momento (estrategias y acciones), sino la sociedad que se pensaba construir una vez que se tomara el poder. En ese sentido, la reflexión de la propia práctica sobre cómo se tomaban las decisiones, cómo se establecían las vocerías y cómo se distribuían las tareas era un asunto absolutamente ausente.

Por último, ambos modelos han alimentado un imaginario cuya figura central era el revolucionario, heroico, masculino, estoico, valeroso, que lucha por el pueblo y que deja de lado su vida e intereses personales (sus deseos, sus afectos y temores), que eran percibidos como “desviaciones pequeño-burguesas” (Vidaurrázaga y Ruiz 2018).

En contraste, los feminismos emergentes actualmente se articulan y organizan de manera más horizontal. En el Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia de Guayaquil, las decisiones se toman en asambleas (presenciales o virtuales) en las que participan todxs lxs activistas. Las asambleas son espacios en los que se debaten distintos aspectos, algunos más políticos (o de fondo), como posicionamientos frente a distintas coyunturas, y otros más operativos. Como señala Gago (2019), dentro de los feminismos actuales la asamblea es un espacio central. Esta es una instancia de producción de saberes, donde se elabora un diagnóstico político sobre las violencias y las relaciones de poder que nos afectan, pero también donde se despliegan conocimientos prácticos organizativos y de logística.

El Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia de Guayaquil suele abrir espacios para la revisión de las acciones realizadas y la autoevaluación. Existe una inquietud por la distribución del trabajo y de la extensión de las reuniones, para no sobrecargar a lxs participantes e intentar garantizar que el espacio no sea desgastante. Esto no siempre se logra, evidentemente, pero sí se mantiene como un principio de autocuidado, lo cual demuestra que los valores del movimiento no solo se vinculan a la sociedad que se quiere construir (su horizonte utópico), sino que también está presente en el día a día del quehacer político.7

Cuidados y afectos: las redes nos sostienen

Como sabemos, la teoría y el movimiento feminista en el mundo ha puesto sobre la mesa el debate sobre el cuidado y los afectos. Ha elaborado teóricamente propuestas que cuestionan la valoración exclusiva del trabajo en el campo productivo e invisibilizan el plano de lo reproductivo y de los cuidados (Federici 2013; Tronto 1993). Ha desplegado estrategias políticas para visibilizar ese trabajo (como la huelga de mujeres). Y ha ampliado el reconocimiento de las prácticas de cuidado al plano de los afectos y del vínculo social.

El Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia ha recogido ese debate y ha incorporado el reconocimiento del trabajo de cuidado como parte de sus demandas. Tanto es así que la marcha del 8 de marzo de 2020 fue bautizada como “huelga de cuidados: manifestación contra las políticas del descuido”. En el manifiesto político elaborado ese año, se señala:

Sabemos que el cuidado de la naturaleza, la creación de lazos sociales y los vínculos afectivos, que están en manos de las mujeres, son centrales en una sociedad que apueste por el buen vivir […] Defendemos la autorganización, el trabajo colectivo, las redes de colaboración y el cuidado entre mujeres. Apostamos por la valoración social de los cuidados (de las personas y la naturaleza) como principal camino para avanzar hacia sociedades justas, democráticas y sustentables. (Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia 2020)

Plantón frente a la Fiscalía General del Estado el 28 de abril de 2021
Figura 6.
Plantón frente a la Fiscalía General del Estado el 28 de abril de 2021


Fuente: Fotografía de Fernando Bastias.

La importancia de los cuidados para el movimiento no solo está en el plano declarativo, sino también en las prácticas. Durante varios años, se ha abierto un espacio para el cuidado antes de la realización de las manifestaciones en el que se persigue trabajar con los cuerpos y afectos de las participantes (figura 6). En algunas de las reuniones, se ha buscado realizar dinámicas para atender a esa dimensión corporal y emocional del activismo. E, incluso, este tipo de prácticas se ha llevado a cabo en un contexto de mucha tensión y conflictividad política, como en el estallido social de 2019. En el ámbito de las protestas sociales y de la fuerte represión desplegada por el Gobierno, algunxs activistas tuvieron la iniciativa de crear un espacio para la contención emocional y el cuidado.8

Este modo de actuar, como he venido sosteniendo, muestra cómo para el movimiento feminista lo que se hace en la práctica cotidiana tiene que ver con el mundo que queremos construir. No se disocian los medios y los fines. Y el campo de los afectos y el cuidado forma parte de las cosas por las que luchamos. Es en ese sentido que hablamos de pedagogías políticas, que renuevan y transforman la organización y la acción social.

La política como encuentro y espacio de goce

Un elemento que está presente en los llamados nuevos movimientos sociales en general y en el feminismo en particular es el lugar especial que se le da a lo lúdico, al encuentro de los cuerpos y a lo festivo en el accionar político. En ese sentido, las manifestaciones feministas (figura 7 y 8) son especialmente creativas y se caracterizan por recurrir a gran diversidad de símbolos y los lenguajes. Se trata de movilizaciones particularmente vistosas en las que no solo se hace uso de pancartas y banderas, y se apela a recursos visuales (color lila, pañuelo verde, puño feminista, como símbolos ya consolidados y de carácter transnacional), sino en las que también destaca la utilización del cuerpo como lienzo, como el uso de distintos recursos (pintura roja, ataúdes, bolsas negras, cruces con nombres de asesinadas) en alusión a la violencia, los feminicidios, el dolor y el duelo, así como la importancia de la música, el baile y lo festivo (figuras 7 y 8).

Manifestación del 28 de septiembre de 2021
Figura 7.
Manifestación del 28 de septiembre de 2021


Fuente: Fotografía de Andrés Loor.

Acción del 25 de noviembre de 2020, Plaza Paola Guzmán Albarracín
Figura 8.
Acción del 25 de noviembre de 2020, Plaza Paola Guzmán Albarracín


Fuente: Fotografía de Ybelice Briceño Linares

Acción de renombrar plazas el 8 de marzo de 2019
Figura 9.
Acción de renombrar plazas el 8 de marzo de 2019


Fuente: Fotografía de Alejandra Bueno.

Por otro lado, el movimiento ha desplegado una política de la memoria, que implica la construcción de un archivo que recupera los nombres y las historias de víctimas de feminicidios como operación simbólica de reparación y como recurso para elaborar el dolor ante la muerte y el duelo. Las acciones contemplan escribir los nombres de las fallecidas sobre el asfalto en carteles o en altares, la utilización de las fotografías, y el acto de dar la palabra a sus familiares implica un trabajo que apunta a esa dirección.

Pero también se busca construir una la memoria social con perfil feminista al recuperar a figuras no reconocidas en la historia oficial (la figura de mujeres luchadoras de Guayaquil), cuyos nombres han sido invisibilizados. En cada una de las marchas realizadas por el movimiento, se realiza la acción de renombrar una plaza de la ciudad, rescatando el legado de mujeres cuya trayectoria social o política es importante en su contexto. Así, se va revirtiendo poco a poco la violencia simbólica que invisibiliza a todxs aquellxs que no sean figuras masculinas (blancas, ilustradas, heterosexuales) (figura 9).

“Las vulvas”, acción de Desviadas Collective durante la marcha del orgullo gay en junio de 2019
Figura 10.
“Las vulvas”, acción de Desviadas Collective durante la marcha del orgullo gay en junio de 2019


Fuente: Fotografía de Silvia Marcos

Prácticas de activismo artístico

En este último apartado, quiero defender la idea de que el movimiento feminista de Guayaquil entre sus formas de acción colectiva recurre a prácticas que pueden concebirse como formas de activismo artístico. Entendemos, por ello, con Ana Longoni (2009), “producciones y acciones, muchas veces colectivas, que abrevan en recursos artísticos con la voluntad de tomar posición e incidir de alguna forma en el territorio de lo político”.

A lo largo de estos cuatro años, el fortalecimiento del movimiento ha ido de mano de la emergencia (o consolidación) de colectivas que utilizan los lenguajes del arte o que trabajan desde el lugar de la práctica artística.

En el campo de la música, por ejemplo, cabe mencionar que ya existen dos batucadas en la ciudad que componen sus propias canciones e interpretan cantos y consignas feministas. En el área de las artes escénicas y la performance, destacan las acciones de colectivas como Desviadas Collective, Entretejidas o Lxs de (figura 10). Mientras en el área de las artes visuales podemos mencionar el trabajo del grupo La Gallina Malcriada o de la colectiva Revo.luz.ion de activismo lumínico y proyecciones en el espacio público.

Estas agrupaciones suelen participar en las acciones de calle del movimiento, tales como marchas, plantones y tomas del espacio público. Además, en estos eventos comúnmente se incorporan artistas invitadas cercanas al movimiento, como cantantes, intérpretes, raperas, poetas o narradoras.

Estas acciones amplían el repertorio de la protesta y trascienden el lenguaje político de la denuncia a través de la incorporación de poéticas visuales, musicales y escénicas. A mi entender, estas pueden ser consideradas formas de activismo artístico más que arte político, en la medida en que, si bien recurren a herramientas y lenguajes artísticos, privilegian la protesta social a la búsqueda estética o la experimentación estrictamente formal.

En ese sentido, es útil recuperar la categorización elaborada por Expósito et al. (2012) en su análisis de los activismos artísticos latinoamericanos de la década de 1980. Según lxs autores, podemos hablar de activismos artísticos y no de arte político, en primer lugar, cuando se prioriza la intención política a la noción de autonomía del arte, es decir, cuando el objetivo principal no es crear una obra de arte que sea reconocida como tal, que circule por espacios de ese campo y destaque por su exploración estética, sino utilizar lenguajes artísticos para enviar un mensaje político.

En segundo lugar, se señala que los activismos artísticos suelen renunciar a la idea de autoría y buscar, por el contrario, interpelar e incorporar a la gente común en sus acciones. Para ello, se recurre a performances, happenings o interpretaciones musicales que sean potencialmente apropiables y replicables por activistas o por transeúntes, todo lo cual se traduce en el desdibujamiento de la frontera entre artistas y espectadorxs.

Por último, según Expósito et al. (2012), este tipo de prácticas suele realizarse en el espacio público y no en los tradicionales circuitos del arte, por un lado, en virtud de que su objetivo no es la obtención de reconocimiento en el campo artístico, sino alcanzar un efecto político. Y, por otro, debido a que realizar sus acciones en la calle y en los espacios abiertos de la ciudad les permite alcanzar mayor visibilidad y tener un efecto más directo entre la población (figura 11).

Acción de Revo.luz.ion del 8 de marzo de 2021
Figura 11.
Acción de Revo.luz.ion del 8 de marzo de 2021


Fuente: Fotografía de Cinthia Paredes

El Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia de Guayaquil ha realizado diversas acciones de activismo artístico performáticas, poéticas, musicales o visuales, dentro de sus protestas y movilizaciones de calle; sin embargo, en este trabajo, me gustaría mencionar dos de ellas. La primera es la realización de la performance Un violador en tu camino, a partir de la convocatoria mundial lanzada por el colectivo Las Tesis (en noviembre de 2019), en el contexto de la revuelta social chilena.

Luego de solo dos días de preparación, el movimiento feminista de Guayaquil logró sumarse a esa convocatoria replicando la acción en dos puntos emblemáticos de la ciudad (el Malecón 2000 y la Plaza San Francisco), el 29 de noviembre en horas de la noche. La acción obtuvo un importante nivel de participación (sobre todo de activistas jóvenes), a pesar del corto tiempo que se dispuso para organizarla. La performance implicó una adaptación parcial de la melodía y la coreografía inicial de Las Tesis en función del contexto de Guayaquil (figura 12).

Esto evidenció una muy rápida capacidad de respuesta, convocatoria y organización, así como flexibilidad para insertarse en un llamamiento trasnacional, realizando adaptaciones a la realidad local.

La performance Un violador en tu camino en Guayaquil fue reseñada en medios y viralizada en redes, y alcanzó un impacto importarte en la opinión pública durante esos días. Con este, se logró posicionar la violencia de género, las violaciones y el abuso sexual en la agenda local.

La resonancia de esta acción, en mi opinión, obedeció más a la naturaleza de la performance y al carácter pegadizo de la melodía que al contenido mismo de las demandas, que, de haberse realizado con acciones de protesta más tradicionales, habrían pasado desapercibidas.

Pero, por otro lado, considero que la presencia de grupos de mujeres en las calles de la ciudad, ataviadas con ropa de fiesta, que podríamos calificar como “sensual” (vestidos cortos, escotes, transparencias), caminando, bailando y gritando consignas libremente, enviaba un mensaje potente en sí mismo. No solo constituía un momento catártico en el que las activistas se apropiaban de la ciudad y la transitaban sin miedo, experimentando la fuerza de lo colectivo, sino que también desafiaba con fuerza y alegría callejera el moralismo y conservadurismo de esta sociedad, en respuesta al argumento que sanciona y culpabiliza a la mujer que está en la calle de noche o que usa ropa “provocadora”.

Otra de las acciones artísticas potentes realizadas por el movimiento es la aparición de Las criadas.9 Esta performance, organizada por activistas de la colectiva Aborto Libre Guayaquil, se ha realizado en distintos espacios de la ciudad, a propósito de coyunturas y debates en torno a la despenalización del aborto (en especial durante 2019).

Se trata de un desfile silencioso de una decena de mujeres en actitud sumisa, vestidas con el atuendo de las criadas de la novela: una capa roja y un sombrero blanco que les impide mirar a los lados. Las chicas van caminando lentamente, de dos en dos, con la cabeza baja, en absoluto silencio. En algunos casos, si es de noche, llevan una vela encendida. Luego, se detienen en fila, siempre con la actitud de obediencia y pasividad. El silencio y el ritmo lento de la acción contrasta con el ambiente caótico y estridente de la ciudad. Al final de la performance, las criadas sacan carteles en defensa del aborto libre y los sostienen frente a ellas.

La sola presencia en las calles de las criadas caminando es sumamente desconcertante. Por ello, logra atraer eficazmente la atención de los transeúntes que se detienen a observar y comentar. Independiente de que se conozca o no la novela a la que se hace referencia y la cita que contiene la acción (que se refiere al control absoluto de las mujeres y su degradación a simples cuerpos reproductores), la performance tiene una potencia visual que la hace llamativa e inquietante. Esta logra construir una atmósfera que interpela a lxs espectadores en el plano sensible, que cierra su sentido al final con el mensaje explícito de los carteles.

Performance Un violador en tu camino, 29 de noviembre de 2019
Figura 12.
Performance Un violador en tu camino, 29 de noviembre de 2019


Fuente: Fotografía del Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia.

Performance de Las criadas. Plaza San Francisco, agosto de 2019
Figura 13.
Performance de Las criadas. Plaza San Francisco, agosto de 2019


Fuente: Fotografía de Andrés Loor.

La potencia de esta acción tan sencilla se hace evidente en la respuesta violenta que ha suscitado en algunas ocasiones, tales como la Feria del Libro de Guayaquil de 2019, cuando Las criadas aparecieron y fueron objeto de agresiones verbales, persecución e insultos misóginos por parte de algunos asistentes (figura 13).

Hacerse presente en la ciudad a través de marchas, plantones y movilizaciones, pero también recurriendo a acciones performáticas, visuales, musicales y poéticas, ha permitido que el movimiento incursione en otros modos de hacer política en los cuales el trabajo con los símbolos tiene un lugar importante.

La potencia de las acciones de activismo artístico reside, entre otras cosas, en que construyen su discurso con herramientas distintas de los enunciados lingüísticos que operan en el orden de la argumentación y de la racionalidad política, en que trabajan con otros materiales provocando efectos en el campo de lo sensible y generando afectaciones en el cuerpo y los afectos, y en que invitan a la población a involucrarse en lo que está sucediendo, pero desde otro lugar, más cercano a lo emotivo y lo sensible que a la conciencia y la razón.

Considero que, al combinar modos de acción más tradicionales (como marchas, llamamientos institucionales, elaboración de manifiestos) con este tipo de prácticas, el movimiento ha mostrado su versatilidad y habilidad para recurrir a un amplio espectro de lenguajes. Ha demostrado que, a pesar de su corta trayectoria, tiene capacidad de movilización y posibilidad de impactar la opinión pública. Pero, además, ha venido enseñando/nos cómo el plano de los afectos, de lo simbólico y de las subjetividades es importante en lo político, es decir, cómo el mundo que queremos construir hay que empezar a edificarlo desde hoy. Eso es pedagogía política.

Conclusiones

En este trabajo, hemos revisado cómo ha sido el proceso de conformación y el fortalecimiento del Movimiento de Mujeres y Disidencias Diversas en Resistencia de Guayaquil en los últimos años. Hemos analizado su compleja y heterogénea composición, así como las estrategias discursivas elaboradas para crear demandas comunes, articular estrategias de lucha y construir un perfil propio como movimiento. Y hemos revisado algunas de las prácticas que forman parte de su repertorio de acción colectiva.

A partir de ese análisis, sostenemos la idea de que el movimiento está desplegando pedagogías políticas que cuestionan y trascienden los modos de hacer política tradicionales, tanto de los grupos de poder como de los partidos de izquierda clásicos. Las formas de organización horizontal, la importancia de las formas de acción política (que no es solo vista como un medio para un fin), la cuestión de los cuidados en el accionar diario y la lucha social como espacio de goce y de encuentro son algunos de los elementos que marcan esa diferencia.

Por último, sostenemos que, al combinar modos de acción más tradicionales (como marchas, llamamientos institucionales, elaboración de manifiestos) con prácticas de activismo artístico (visuales, musicales o escénicas), el movimiento ha mostrado su versatilidad y habilidad para recurrir a un amplio espectro de lenguajes. Ha demostrado que, a pesar de su corta trayectoria, tiene capacidad de movilización y posibilidad de impactar la opinión pública. Pero, además, ha venido enseñando/nos cómo el plano de los afectos, de lo simbólico y de las subjetividades es importante en lo político, es decir, cómo el mundo que queremos construir hay que empezar a edificarlo desde hoy, a partir de la manera en que nos relacionamos y actuamos.

REFERENCIAS

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Notas

* Artículo de investigación.

1. El proceso de investigación se ha desarrollado en diferentes fases desde 2018 hasta la actualidad, con el apoyo de la Universidad de las Artes.

2. Se han realizado 17 entrevistas semiestructuradas a activistas de colectivas diversas, entre 2018 y la actualidad.

3. En ese contexto que el movimiento haya logrado dar un salto de los pequeños plantones en plazas, en 2017, que involucraban a no más de 50 activistas, a manifestaciones capaces de ocupar las calles, con cerca de 1000 personas, movilizadas de manera absolutamente autónoma, sin el apoyo de ningún partido político ni instituciones del Estado, es algo significativo.

4. En 2022, a partir de la reflexión sobre la existencia de disidencias sexuales en sus filas, se decide cambiar el nombre a Movimiento de Mujeres Diversas y Disidencias en Resistencia.

5. Esta propuesta de clasificación en bloques, que inicialmente parecía dar cuenta de la heterogeneidad del movimiento, ha ido perdiendo utilidad en el último año y medio a partir de la incorporación de nuevxs miembros.

6. Asumimos la distinción establecida por Mouffe (2007) según la cual la política corresponde a la esfera institucional (de los actores políticos establecidos y los espacios de gobierno), mientras lo político constituye una dimensión más amplia de la social, propia de la vida en colectivo, que supone la existencia de diferentes posiciones frente a lo común y, por tanto, el antagonismo, la negociación y el conflicto.

7. En este sentido, es pertinente el planteamiento de Rovira Sancho (2018), quien señala que el movimiento feminista practica más una política prefigurativa que programática (propia del ethos moderno); más centrada en el aquí y el ahora que en la planificación de un futuro utópico.

8. Ese espacio que se abrió nos dio la oportunidad de detener el tiempo y de robarle un momento a la violencia. Nos permitió encontrarnos, abrazarnos y hablar de nuestros miedos y nuestras esperanzas, en un momento tan convulso como ese. Para aquellxs que venimos de una tradición política distinta, como los movimientos de izquierda, un acto como este marcó una diferencia radical y constituyó una demostración de cómo se puede hacer política dándole un lugar al cuerpo y a los afectos.

9. Se alude a la novela El diario de la criada, de Margaret Atwood, un relato distópico sobre un mundo en el cual las mujeres somos solo vientres útiles para la procreación.

Notas de autor

** Socióloga por la Universidad Central de Venezuela, magíster en Sociología y doctora en Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Docente e investigadora de la Universidad de las Artes. Miembro de la Red Iberoamericana Políticas y Estéticas de la Memoria.

Información adicional

CÓMO CITAR: Briceño Linares, Ybelice. 2023. “Pedagogías políticas y prácticas artísticas en el movimiento feminista de Guayaquil”. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas 18 (2): 84-105. https://doi10.11144/javeriana.mavae18-2.pmfg

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