Un palimpsesto para Brasil – Reseña sobre Brasíl caníbal, de Florencia Garramuño*

A Palimpsest for Brazil – a Review of Florencia Garramuño’s Brasil cannibal

Cuadernos de Literatura, vol. 26, 2022

Pontificia Universidad Javeriana

Paloma Vidal a

Universidad Federal de São Paulo, Brasil


Recibido: 09 Agosto 2021

Aceptado: 26 Septiembre 2021

Publicado: 15 Abril 2022

Brasil caníbal, de la crítica y ensayista argentina Florencia Garramuño, está fechado en enero de 2019. Mientras comienzo a escribir estas líneas, estoy en São Paulo, Brasil, en abril de 2021. Hace dos semanas dejé de leer cualquier noticia que tenga que ver con este país, mi país, en el que vivo desde los dos años, cuando mis padres se exiliaron en Rio de Janeiro viniendo de Buenos Aires. Lo hice porque sentí que las informaciones que se repiten, con pocas variaciones, todos los días, ya no nos hacen entender nada sobre el desastre que estamos viviendo. No fue una decisión fácil, y solo la pude tomar después de ver una charla de la filósofa Jeanne-Marie Gagnebin —nacida en Suiza, que vive en Brasil más o menos desde la misma época que yo y que llegó más o menos con la misma edad con que mis padres llegaron— en una de las tantas lives que se hacen hoy en día. No tiene sentido que retome acá sus argumentos extraídos de una relectura de Si esto es un hombre, de Primo Levi, porque obviamente escaparía a los propósitos de esta reseña, y dejándome llevar podría correr el riesgo, que ella elude, de sugerir una equivalencia sin matices entre lo que se narra en ese libro espeluznante y nuestra condición actual. En todo caso, lo que se me aclaró después de escucharla fue la sensación vivida cotidianamente de una disociación entre entendimiento y transmisión, entre razón y narración, en el sentido de que, con eso que es, al mismo tiempo, imposible de entender y absolutamente evidente, hay que hacer otra cosa que no tiene que ver con la reiteración de las noticias, sino, como me sugirió la relectura de Gagnebin, con la transmisión que se da por el acto de narración que no cede, como dice ella, a la “ingenua omnipotencia” de la razón.

Si hago este desvío antes de entrar propiamente al libro de Garramuño es porque ella comienza, por la propuesta misma que da sentido a su libro, reflexionando sobre el desafío de “entender el Brasil” y sobre las posibilidades de hacerlo a través de sus manifestaciones y problemas culturales. Lo que queda bloqueado por la razón reiterativa de la información, puede liberarse como complejidad reflexiva y sensitiva cuando se entretejen al recorte de los acontecimientos históricos conocidos, la invención y la imaginación crítica y artística. Ese entretejido es lo que el libro de Garramuño realiza a lo largo de sus cinco capítulos, renovando la posibilidad de una transmisión. Es ejemplar en este sentido que en la “Última escena” del libro ella narre un recuerdo de noviembre de 2018, después de la victoria de Jair Bolsonaro, en el que está en Brasil, en la ciudad de Belém do Pará, participando de un congreso, y en un paseo por el río Guamá testimonia justamente un momento de transmisión en que un “profesor mayor” aconseja a una “profesora joven” que sufrió una amenaza en el aula. Escribe Garramuño: “A orillas del Guamá, el grupo de jóvenes escucha atentamente al profesor experimentado. Algo aprieta las gargantas, pero no las sofoca. Al contrario: un hilo invisible los une en la angustia, pero también los sostiene” (154).

Justo antes de estas líneas había aparecido la figura de Walter Benjamin, con la alusión a la insurgencia de las anécdotas como “el verdadero método para hacer presente un pasado” (154). Además de los innumerables intérpretes —críticos y artistas— de Brasil, Benjamin es una de las referencias centrales de este libro, no tanto porque aparezca citado muchas veces, sino porque el movimiento reflexivo que ahí se construye se esfuerza benjaminianamente en cuestionar cualquier cronología lineal que entienda a la historia como un continuum, y en poner en evidencia momentos de supervivencia que conectan tiempos distintos, lo que posibilita que algo se transmita. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando Garramuño aborda juntos, en el Capítulo 4, el modernismo brasileño de los años veinte y la tropicália de los sesenta y setenta a través de la “supervivencia de la actividad antropofágica” (88), metáfora de una práctica cultural que se conecta con un rito indígena específico. Al analizar estos dos momentos fundamentales de la cultura brasileña, lo que le interesa a Garramuño es señalar un modo de inserción internacional que se da como problematización de la idea de lo “propio”, al exponer una relación conflictiva entre local y universal que fundamenta la búsqueda por un lugar de diferencia en la cultura mundial. Entre un momento y otro —cuyas diferencias en sentidos culturales, políticos, sociales y económicos no se dejan de destacar— se identifica la supervivencia, que hace necesario su retorno, de la imagen de la deglución del otro como catalizadora de un deseo de solucionar impases de una sociedad marcada por la colonización, lo que significa incluir a esa cultura en un mapa más amplio en el que podría ocupar un lugar de protagonismo. Las relaciones entre ambos momentos son evidentes, aunque atravesadas por múltiples discontinuidades, como lo muestra una escena significativa que rescata Garramuño: cuando Hélio Oiticica, cuya instalación de 1967, Tropicália, diera el nombre al movimiento, retorna de su temporada de dos años en Estados Unidos, en 1972, retoma la antropofagia modernista traduciendo al inglés el Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade; pero en ese entonces el tropicalismo se acercaba a su fin, con el suicidio de Torquato Neto y el retorno del exilio de Caetano Veloso y Gilberto Gil.

La antropofagia ya había aparecido en el Capítulo 1 en el contexto del análisis de la sobrevivencia de los pueblos indígenas, a pesar del genocidio sistemático desde la colonización, que se renueva intensamente con las políticas del gobierno actual. “La antropofagia brasileña no era un método de subsistencia, sino una práctica ritual de la sociedad tupinambá que consideraba que al comer el enemigo absorbía sus virtudes” (30). Como práctica ritual, la antropofagia se revela como uno de los elementos de “una cultura para la cual su fundamento es más su relación con los otros que la coincidencia consigo misma” (29). Ese modo otro de pensamiento y existencia se revela en la literatura amerindia, cuyos mitos y leyendas son parte fundamental de la cultura brasileña, incluso por la influencia, que retomará Garramuño, junto con los movimientos artísticos de vanguardia, y se actualiza en la centralidad del pensamiento indígena, como el del chamán y líder yanomami Davi Kopenawa, en un contexto de crisis ecológica planetaria.

El libro de Garramuño resalta estos saltos y vaivenes, conectando pasado y presente a cada paso atento a lo que sobrevive de un momento al otro, a las huellas que se borran y retornan como potencia creativa y crítica, no tanto en la forma de conceptos abstractos, sino como escenas concretas, ligadas a los cuerpos, a los lugares y a los procesos artísticos. Así es como aparece Hélio Oiticica, en otro momento, radicado en la favela de Mangueira, vistiendo sus parangolés, para actualizar “una de las grandes obsesiones brasileñas”, que es la relación entre la cultura popular y la erudita: “Constituidos por capas de tejido de colores, los parangolés son obras para ser vestidas que con sus movimientos en el espacio despliegan el color en el ‘arte ambiental’, que Oiticica definió a partir de sus experimentaciones en los años sesenta” (61). O cuando, volviendo a la favela, ahora desde la perspectiva de los cruces entre modernidad y marginación, se trata de los artistas que ese espacio mismo produjo, como la escritora negra Carolina Maria de Jesus: “Carolina vivía entonces en la favela de Canindé, en la ciudad de San Pablo, juntando cartones y papeles para vender, muchos de los cuales cosía con hilo y convertía en cuadernos donde durante años fue escribiendo su diario, además de novelas y poesías” (116).

De la favela de los años sesenta llegamos, unos párrafos después, a uno de los episodios más traumáticos de la historia brasileña reciente: el asesinato brutal de la concejala Marielle Franco, mujer negra, activista LGBTQX, habitante de la favela da Maré, en Río de Janeiro, en marzo de 2018, cuando volvía de un acto político, crimen hasta hoy impune, en el cual están involucrados milicianos, miembros de un poder paramilitar que domina las favelas cariocas y cuyas estrechas conexiones con el gobierno actual ya fueron comprobadas. De este momento Garramuño rescata asimismo la imagen de Marielle, que circuló mucho —y sigue circulando— después de su asesinato, como una “semilla” del empoderamiento de las mujeres negras, una de las grandes fuerzas políticas que sobrevive y resiste en nuestro presente.

Llegamos con estas imágenes al último capítulo del libro, “El país del futuro y la promesa que no fue”. Después de un recorrido por el “desarrollismo violento” de la dictadura iniciada en 1964, que impulsó la desigualdad y el extractivismo, y por los cambios sociales promovidos durante los años del Partido de los Trabajadores en el poder, las escenas finales de Brasil caníbal muestran fragmentos de un desastre en curso. Pero aunque este sea el punto de llegada inevitable de un libro sobre Brasil en este momento, lo que queda de su lectura es una visión de un palimpsesto de tiempos heterogéneos y discontinuos, en una convivencia paradójica que abre todavía a la imaginación de otro futuro.

Notas

* Reseña.

Notas de autor

a Autora de correspondencia. Correo electrónico: pvidal@unifesp.br

Información adicional

Cómo citar este artículo: Vidal, Paloma. “Un palimpsesto para Brasil – Reseña sobre Brasíl caníbal, de Florencia Garramuño”. Cuadernos de Literatura, vol. 26, 2022, https://doi.org/10.11144/Javeriana.cl26.pbrb

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