Cachivaches y macundales: el secreto del archivo*

Gadgets and Macundales: The Archive’s Secret

Rubí Carreño Bolívar

Cachivaches y macundales: el secreto del archivo*

Cuadernos de Literatura, vol. 27, 2023

Pontificia Universidad Javeriana

Rubí Carreño Bolívar a

Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile


Recibido: 20 octubre 2022

Aceptado: 24 noviembre 2022

Publicado: 30 diciembre 2023

Escribir después de morir. El archivo y el más allá (Metales Pesados, 2022), en palabras de su autor, Javier Guerrero, es un libro que responde a las siguientes cuestiones: “Cómo la autoría, el cuerpo y la obra pueden continuarse desde el más allá. Me pregunto, sin embargo, ¿cómo opera este tránsito?, ¿cómo la escritura se materializa, es decir, se hace materia después de la muerte?, ¿cómo el archivo produce una sobrevida material más allá de la fijeza de morir, morir de archivo?” (Guerrero 4; cursivas en el original).

El libro que nos convoca parte anulando la premisa del archivo como el lugar donde van a morir los elefantes y en el que el crítico buscaría estatuillas y brazaletes, en donde solo hay aparejos y alguna vez marfil. Descree, por tanto, de la crítica genética, del fetichismo, de la necrofilia, incluso de las autorías como proceso individual, y apuesta por que de verdad se pueda escribir más allá de la muerte y vivir una vez que el cuerpo ha sido entregado a la tierra o al fuego. ¿Cómo sería eso posible, es decir, burlar a la muerte? Decirle en su cara: “Olvídate de mi existencia que no seguiré tu huella que no deja huella”. Donoso, el padre, decía que no perseguía la fama, sino la gloria. El deseo de quien escribe sería entonces no hablar de la vida, sino ser vida, y, ya que estamos, ser vida eterna.

Guerrero escribe un ensayo en el que demuestra que la serie de disposiciones testamentarias, la red de afectos de los escritores, el encuentro con la materialidad de los archivos, que se topa con cuerpos sintéticos, restos orgánicos, otros textos, generaría una escritura que no es solo la de quien interpreta esos archivos. El relato de una planta dejada en la calle con una nota en los tiempos de la primera pandemia sostiene la hipótesis del texto: alguien vela, cuida, riega lo que hemos sido y somos. Seguimos al alero de ese amor, viviendo. Hay una sobrevida, que va más allá del tiempo biológico o de la preservación higienizada de los archivos, de la que este ensayo es en igual medida, arte y parte.

Hay que decir que este libro tiene un cuerpo, que se toca, se palpa, se admira en el magnifico diseño de Paula Lobiano Barría. La selección de las fotografías no solo prueba o acompaña lo escrito, sino que nos permite gozar de un erotismo que fue y que sigue siendo. La mano enguantada del archivista, puesta en un tono rosa, es la mano en látex de otros discursos visuales que tienen bastante más éxito que los académicos. Los cuerpos de los escritores y de sus amantes se ríen ante la llamada de cualquier virus que venga a interrumpir la fiesta. El amor se reparte en postales, el cuerpo masculino se adorna con anillos y pelucas, los amores se exhiben y relajan al sol, desnudos o en traje de baño. Es una muerte tan viva que le creemos a Guerrero, quien nos dice que es posible seguir viviendo cuando a uno lo ha aquejado la muerte de archivo.

Su libro se lee como un original trabajo con archivos de escritores, algunos alojados en museos y bibliotecas, como los de Severo Sarduy, Reinaldo Arenas, Delmira Agustini, Salvador Novo y otros, que se constituyen como tales por la intervención de la subjetividad de su autor, como es el caso del archivo anal-fabeto de Pedro Lemebel, las fotografías expuestas en pandemia de Paz Errázuriz y, en cierto modo, Correr el tupido velo de Pilar Donoso, un libro sobre los archivos de su padre. La función del lector-escritor-inventor de archivos es otorgar una casa bordada —como se ve en la portada de Nury González— a los cuerpos afectados por el SIDA, la discapacidad, la enfermedad, el exilio, la marginalización, la pobreza, incluso. Si el primer libro de Guerrero rehízo el canon de las literaturas nacionales, conformando una patria extendida, una Latinoamérica marica, siguiendo la expresión de Juan Pablo Sutherland, este otro otorga una casa a las subjetividades excepcionales, no normadas.

En este libro, el archivo es una caja de Schrödinger: ¿está vivo o muerto? La repuesta es siempre la misma: ¡náguara!, vivísimo. ¿ To be or not to be? Ser poh, de todas maneras.1 Los gestos de reparación literaria que realiza Guerrero a través de su libro prodigan una imaginación tan lúcida como cálida: son madrigales amorosos. Así, por ejemplo, Pilar Donoso dejaría de ser una versión de su madre o la niña no tan secreta de Donoso y su padrino, Mauricio Wacquez, y recuperaría su nombre para sí misma, al velar y novelar las cajas de José Donoso. Guerrero la rescata del nicho de suicida o de ser la hija de, y la reconoce en derecho propio como escritora. Advierte que el epitafio de José Donoso, escritor, se desdibuja frente al de Pilar, que también se nombra escritora en la lápida. Agrego que quizás la letra les da a ambos un linaje posible que escapa al cuerpo y a la biología, y que les permite ser parientes legítimos de tinta-sangre.

Diamela, ampliamente citada y aludida en el libro, me comentaba, como también expresó en algunas entrevistas, que preparar las cajas para Princeton había sido, entre otras cosas, un enfrentamiento con su mortalidad, lo mismo que un ejercicio de responsabilidad hacia quienes la precederían. Ella se refería a esos textos, fotos y originales avaluados en muchos dólares como “los cachivaches”. También me contó que acompañó algunas veces a Donoso al correo a dejar algunos de sus diarios, y que este gesto estaba teñido de la vida más cotidiana: “Con la plata compraré esto o aquello, me servirá para esto otro”.

Asimismo, Diamela me dejó como albacea del Archivo Eltit-Rosenfeld, donado a las estudiantes de Chile, y, por cierto, tuvimos una conversación sobre cómo sobrevivirían esos materiales a su vida —y, en cierto punto, también a la mía—, por lo que decidimos dejar en el escrito, en lo que a mí respecta, la indicación “mientras viva”, por una delicadeza de Diamela, que no me quiso poner en ese trance, o que apostó por mí en una vida casi tan larga como la de sus cajas. Así que, sin gloria ni fama, también me vi envuelta en esas redes amorosas, según la expresión de Guerrero, que rodean los archivos, y que determinan su sobrevida.

¿Y cómo se conoce el más allá? ¿Cómo se va y se vuelve, mas encima, para contarlo? Este imposible es una empresa del deseo, un triunfo de la imaginación, de la pluma, que vuela de reino en reino, para el gozo de este mundo. Es Dante y Mistral, los exiliados, que vienen de la muerte a contarnos lo mucho y qué duele, cuando se está muerto.

Hablar de la conservación de las reliquias profanas que constituyen un archivo de artistas implica también pensar en su contrario. Perder la memoria; perder un país; perder un ojo, la familia, la salud y la vida; perder los macundales en una pira de odio e ignorancia en la frontera; perder lo que ayer se daba por sentado en cualquier conversación, y que hoy tambalea como una cáscara de nuez en una tempestad de fascismo e intolerancia.2 Andar sobre rastrojos de difunto y sin consuelo o escribir un libro. Volver como fantasma sin tierra en el Poema de Chile, recuperarlo letra a letra, como en la Divina comedia.

¿Cuál es el secreto del archivo? Por un lado, se diría que todo archivo se construye para el más acá, para la vida: la supervivencia concreta del autor o sus descendientes; el traspaso de conocimiento a las nuevas generaciones o el deseo de entregarlo todo, dejar sin obligaciones a los que quedan, antes de partir con destino incierto. Y, por otro lado, es una verdad que se revela de manera más o menos literal: la muerte no existe. Es lo que guerrea este ensayo-novela. Polvo seremos, polvo enamorado. Quien ha hecho de su escritura una casa bordada, una patria extendida para todos, tendrá la alegría de dejar sus cachivaches y macundales donde quiera. Bienvenido, Javier.

Referencias

Dante, Alighieri. La divina comedia. Editorial Océano, 2011.

Guerrero, Javier. Escribir después de morir: el archivo y el más allá. Metales Pesados, 2022.

Mistral, Gabriela. Poema de Chile. La Pollera, 2015.

Anexos

La llamada
Anexo 1.
La llamada


Fuente: fotografía polaroid de Scott Hauser. Colección privada de René Cifuentes, Cuban Heritage Collection, University of Miami Libraries, Coral Gables, Florida. En Javier Guerrero, Escribir después de morir. El archivo y el más allá, Metales Pesados, 2022, p. 321.

Reinaldo Arenas, archivo
Anexo 2.
Reinaldo Arenas, archivo

Nota: en la fotografía aparecen Reinaldo Arenas (margen superior izquierdo), María Badías (margen superior derecho), Roberto Valero (margen inferior derecho) y René Cifuentes (margen inferior izquierdo).



Fuente: fotografía polaroid de Scott Hauser. Colección privada de René Cifuentes, Cuban Heritage Collection, University of Miami Libraries, Coral Gables, Florida. En Javier Guerrero, Escribir después de morir. El archivo y el más allá, Metales Pesados, 2022, p. 139.

Notas

1 Náguara es una expresión coloquial venezolana que expresa admiración; poh y de todas maneras son expresiones chilenas que se usan para expresar énfasis.

2 Macundal es una expresión venezolana que significa ‘enseres’, del mismo modo que cachivache. La escena de la pira alude al vergonzoso y lamentable suceso de la quema de pertenencias de migrantes venezolanos en la frontera chilena.

* Reseña

Notas de autor

a Autora de correspondencia. Correo electrónico: rcarrenb@uc.cl

Información adicional

Cómo citar: Carreño Bolívar, Rubí. “Cachivaches y macundales: el secreto del archivo”. Reseña de Escribir después de morir. El archivo y el más allá, de Javier Guerrero. Cuadernos de Literatura, vol. 27, 2023. https://doi.org/10.11144/Javeriana.cl27.cmsa

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