Sobre las escrituras pantanosas y los murmullos vegetales en La amortajada de María Luisa Bombal*

On the Swampy Writings and the Vegetal Murmurs in “La amortajada” by María Luisa Bombal

Soe Sánchez Monje

Sobre las escrituras pantanosas y los murmullos vegetales en La amortajada de María Luisa Bombal*

Cuadernos de Literatura, vol. 27, 2023

Pontificia Universidad Javeriana

Soe Sánchez Monje a

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Recibido: 30 enero 2023

Aceptado: 11 marzo 2023

Publicado: 30 diciembre 2023

Resumen: Este texto quiere mostrar algunos de los efectos teóricos que surgen al vincular la escritura con la vida y forma del pantano. Me detengo en ciertos momentos fundamentales de La amortajada (1975) de María Luisa Bombal para mostrar que leer con ojos vegetales permite descubrir nuevas relaciones textuales que contemplan la existencia de otras vidas en la literatura y que estimulan nuevas maneras de hablar del mundo. También propongo que la aparición de los fenómenos vegetales en la novela tiene alcances políticos importantes, pues Bombal enriquece el escenario de la escritura vegetal al darle agencia textual a la materia los reinos Plantae y animal. En este marco de ideas, la teoría, la creación literaria y la investigación se unen en una tríada poderosa gracias a los efectos de pensar a partir de la imagen del pantano.

Palabras clave:pantano, escritura vegetal, María Luisa Bombal, ecosistemas literarios.

Abstract: This text wants to show some of the theoretical effects that arise when linking writing with the life and form of the swamp. I review some fundamental moments of “La amortajada” (1975) by María Luisa Bombal, to state that reading with vegetable eyes allows us to discover new textual relationships that contemplate the existence of other lives in literature and that stimulate new ways of speaking about the world. I also propose that the appearance of plant (vegetal) phenomena in the novel has important political and environmental implications, since Bombal enriches the setting of plant-writing by giving agency to matter and to plant and animal kingdoms. In this sense, theory, literary creation and research come together in a powerful triad thanks to the effects of thinking from the image of the swamp.

Keywords: Swamp, Vegetal Writing, María Luisa Bombal, Literary Biomes.

En la orilla (o el agua primera)

Fundamento(2022)
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Figura 1.
Fundamento(2022) 1


Fuente: fotografía de Soe Sánchez Monje.

En el contexto de las literaturas vegetales y de las investigaciones sobre las aguas de encuentro —o estuarios— entre las letras y las plantas, quiero proponer, con el ánimo de alimentar el camino hacia la consideración de la escritura como un sistema que interviene, como una higuera, diversos paradigmas del antropocentrismo, lo siguiente: el texto literario puede entenderse como un ecosistema, es decir, como un espacio de interacción múltiple entre varias especies, cuerpos y materias. En particular, quiero pensar que la escritura se asemeja a un territorio de aguas milenario: el pantano.

Cuando se habla de escrituras vegetales se gestan diferentes panoramas de investigación. Uno podría rastrear, por ejemplo, aquellos textos y sistemas de pensamiento que han considerado las relaciones entre la naturaleza y la literatura desde varias perspectivas (Figura 1). En general, en la historia de la literatura latinoamericana hay mucho por indagar y rastrear al respecto; por ejemplo, los diarios de Cristóbal Colón son soportes de letras que permiten observar de qué manera los ojos de las ansiedades imperiales observaban la naturaleza americana y cómo, a partir de la narración de la misma, se empezó a pensar en su sistema de dominación. Así, se podría rastrear una línea de voces múltiples que han pensado las relaciones entre el mundo humano y el reino de las plantas. En este caso, no obstante, me interesa otra cosa, pues no quiero (solo) hallar la presencia de las plantas en un texto y analizar sus propósitos, cosa que se ha hecho ya de manera exhaustiva y asombrosa: propongo, ya desde otra rama de este atlas vegetal, que el pantano es un territorio que permite pensar la escritura como un ejercicio necesario para cuestionar la institución dominante de los discursos del Antropoceno, a partir de la articulación de relaciones vegetales en el texto desde un sistema de aguas vital para la vida en el trópico.

Este es un artículo vivo en la medida en la que permite —y sobre todo incentiva— que la escritura se deje transformar por el objeto que piensa. En este marco de ideas, mostraré, no una desambiguada definición del pantano a partir de los ojos de la ciencia, sino su movimiento teórico en acción. Este texto es un lugar pantanoso en el que la tierra de la recepción de la novela La amortajada (1975), de María Luisa Bombal (1910-1980), se une, necesariamente, con la fauna de la investigación sobre otros temas que en ella aparecen y la vegetalidad de la escritura creativa que naturalmente surge en ese contacto de la lectura y el viaje de la interpretación. Pensar desde las vidas vegetales y desde el reino de la materia permite que la escritura supere el abismo de sí misma y se convierta, por la acción de la metamorfosis, en agua, polen, musgo, bosque.

La imaginación del pantano tropical

¿Cómo podríamos ignorar el

poder de la materia y las formas en que se materializa

en nuestras experiencias ordinarias

o no reconocer la primacía de la materia en nuestras teorías?

“Introducing the new materialisms”, Diana Coole y Samantha Frost

¿Usted se imagina un mundo sin flores? Es decir, ¿usted ha pensado cómo era la vida en el trópico hace ciento cuarenta millones de años, cuando los dinosaurios vivían rodeados de plantas sin esas estructuras reproductivas a las que el mundo humano está tan acostumbrado y del que depende en gran medida? El escenario supone la ausencia de la gran mayoría de animales con los que compartimos el planeta y la existencia de otros de tamaños abismales que hoy se han reconstruido como imágenes, gracias al hallazgo de esos depósitos que petrifican su pasado: los fósiles. Además de la fauna, imaginar un mundo sin flores implica pensar otros ecosistemas y paisajes, otras relaciones entre organismos, otras temperaturas y otros fenómenos.

Hoy en el neotrópico tenemos tres ecosistemas que surgieron por accidente: los bosques húmedos tropicales, las sabanas y los bosques andinos. Todos han sido fruto de ese contratiempo milenario: la aparición de las flores y el fenómeno de la polinización. Con esto busco decir que narrar la naturaleza desde la literatura supone, además de la escritura del pasado y presente del mundo en sus múltiples formas, un compromiso con la transformación de la Tierra y con la vida de otros seres. Las letras que conciben la existencia de organismos no humanos hacen de la literatura un espacio que quiere dejar de pensar al hombre como el centro (vital, sensorial y epistémico) del mundo. En esta medida, pensar la escritura desde las plantas implica el advenimiento de nuevas formas de relaciones dentro y fuera del texto y, además, una intimidad entre las letras y el “yo que escribe” que tiene la capacidad de contemplar el fenómeno de la vida como una manifestación horizontal, y no como una red de relaciones de poder y dominación sometida al impulso de la destrucción y devastación humana.

El pantano es un espacio en el que las aguas y el fango se unen. A causa de este encuentro, las criaturas que allí viven comparten las habilidades del mundo acuático y del terrestre. Generalmente, las plantas que dominan estos lugares flotan a merced de las suaves corrientes propiciadas por el viento, los ríos cercanos y la misma actividad de los movimientos de la tierra. Para mi tesis de maestría, que se titula Así pasa el tiempo cuando como hojas. Escrituras abisales sobre aguas pantanosas (2022), estudié una ciénaga al norte de Colombia, cerca de los dominios de Mompox, y un pantano del río Amazonas, que conocí a unas horas de Leticia. A través de las aguas, escribí un diario de viaje a la par que leía una recopilación de textos de Clarice Lispector y María Luisa Bombal. Así, empecé a crear un pantano textual en el que florecían —accidentalmente, como la aparición de las angiospermas en el planeta— una serie de relaciones entre las letras de ambas escritoras, el paisaje cenagoso y mi propia escritura. Esa tríada, es decir, esa trinidad que configuran la investigación, la escritura creativa y la lectura, fue posible por la obra del pantano. Solo los sistemas de raíces y bulbos que se encontraban en las aguas pantanosas, los raptos de los peces por obra de las garzas, los enfrentamientos entre pirañas y los balbuceos del gran pirarucú, y la caída apocalíptica de las hojas de los guayacanes sobre la humedad de la tierra y las raíces del subsuelo, me ofrecieron las imágenes y los vínculos vegetales que pude encontrar en los textos y en mi propia escritura (Figura 2).

La Ceiba en el pantano (2022)
Figura 2.
La Ceiba en el pantano (2022)


Fuente: fotografía de Soe Sánchez Monje.

Antes de saltar, como una rana, a La amortajada, quiero detenerme en esta foto. Sobre la aparente quietud de un pantano reposa una ceiba de unos cien años —quizás más, pues ¿cómo hablar de las edades de los árboles?— al lado de otros organismos de la selva. Cuando puse los pies sobre el fango, el agua me llegaba a la altura del corazón. Abajo, en toda la extensión terrestre que no podía ver, había miles de raíces y masas de materia sin forma. Esta foto es anfibia porque captura un ecosistema de dos mundos que mutan y se transforman en una conexión profunda; aquello que sucede entre el aire y las ramas altera necesariamente lo que ocurre en el mundo subacuático. Todos los organismos del pantano están relacionados con su morada entera. El bagre amazónico que se alimenta de las plantas en descomposición bajo el agua, se comunica con el oso perezoso que duerme en la copa de un yarumo de manos gigantes. En otras palabras, quiero decir que la red vital y material que surge en el entorno de las aguas pantanosas implica que cada uno de los seres que viven de él sean un microcosmos del ecosistema en general. Así sucede, por ejemplo, con las hojas. Cada una de ellas es un mapa de información de la vida del árbol y del medio en el que crecen. El sistema de nervaduras, pues, de las hojas de la ceiba de la foto es de suyo una de las miles bases de datos del pantano en el que sus raíces se extienden. No hay que olvidar, además, que quienes estamos atravesados por la instancia de la vida en el planeta compartimos también el fenómeno milenario de la extinción, pues “todas las especies, incluida la nuestra, se originan y extinguen a lo largo del tiempo geológico, es decir, a lo largo de miles y millones de años” (Jaramillo y Oviedo 13). Vale la pena recordar, en este sentido, que el pantano neotropical también nos une con ese pasado en el que las titanoboas y algunos dinosaurios caminaban en pantanos extintos. Así, con esta sensación en el cuerpo —que ya para entonces también era pantanoso— durante mi viaje empecé a leer la novela ya mencionada de María Luisa Bombal y a escribir sobre ella.

Aguas, vegetales y materias en La amortajada

La amortajada se abre a la par de los ojos de Ana María, una mujer que ha muerto y reposa en su lecho en medio de su casa. Sin embargo, y aún en su velorio, ella sabe todo lo que acontece a su alrededor y mira con pausa aquello que, como en un pequeño teatro, se presenta. La primera imagen de su cuerpo da cuenta de su certero estado de lucidez aún en el arrullo de la muerte y de una completa atmósfera de júbilo dulce: “Tendida boca arriba en el amplio lecho revestido ahora de las sábanas bordadas, perfumadas de espliego —que se guardan siempre bajo llave—, y se ve envuelta en aquel batón de raso blanco que solía volverla tan grácil” (Bombal 117). La novela empieza con la voz de varios de sus recuerdos y con un recorrido pausado sobre los rostros, los cuerpos, los sonidos y los fenómenos que la acompañan en su despedida. Ella revisita diferentes momentos de dolor y, por medio de la narración, perdona a aquellos que alguna vez le procuraron heridas. También se revisa a sí misma en varias instancias, sobre todo en aquellas en las que ubica gran parte de su desencanto con el mundo humano: el amor represivo, dominante y violento de los hombres hacia ella. La muerte le permite revisar aquellos momentos de su vida que la ataban, como parásitos, al dolor como humana. Toda la narración de esa primera parte es un contrapunteo entre aquello que acontece en su velorio y lo que ella elige recordar y perdonar en la narración. De esta manera, la escritura va y viene entre el presente y el pasado de Ana María con una actitud semejante a la del plancton a la deriva de las olas. Esta elegía compone entonces la conciencia de la metamorfosis de su conciencia (porque el recuerdo, además, se transforma para esfumarse) y su autenticidad como un organismo que está próximo a descomponerse dentro del reino de la materia.

Aunque su relación desgastada con los hombres es un espacio de reproche en varios recuerdos que salen a flotar en la novela como lentejas de agua, generalmente todos desembocan en la intelección del mundo vegetal. Incluso antes de su muerte, Ana María sentía el llamado de los sauces, las hojas y la niebla. Los fenómenos vegetales y materiales del mundo fueron siempre los escenarios que más le llamaban la atención, no para la mera contemplación de los mismos, sino para su inteligibilidad y comprensión. De hecho, en ciertas partes de la narración es la misma naturaleza (o la muerte) la que la llama al modo de un eco biológico: “—Vamos, vamos. […] Alguien, algo, la toma de la mano, la obliga a alzarse. Como si entrara, de golpe, en un nudo de vientos encontrados danza en un punto fijo, ligera, igual a un copo de nieve” (Bombal 135). Esta suerte de eco, que aparece allí donde Ana María podría estancarse y nublar su natural camino hacia la muerte, es el sonido que la lleva —cual Beatriz a Dante— a su reposo en el sueño final. Esa fuerza, que surge en la escritura como un deus ex machina e interrumpe la primera persona del relato y el imán mismo del recuerdo, rescata, como un navegante, a la ficción y la vuelve a ubicar en el presente. El pantano que reposa a las afueras del cementerio y las cortezas de los árboles vecinos la llaman con sed, como si estuvieran esperando su llegada desde hace miles y miles de años. Quiero fijar la atención, por ello, en esta tendencia de la escritura de María Luisa Bombal de vivir entre un umbral o en el medio de una ligera fractura que separa dos ecosistemas.

La amortajada es un animal de letras anfibio que vive entre dos mundos (vida y muerte; agua y tierra; ataúd y subsuelo; pasado y presente, etc.) y que atraviesa el proceso biológico de la transformación. El llamado de la naturaleza (que es a su vez el de la muerte definitiva, el de la transformación de la materia) lanza la atención de la narración, ya no hacia la vida humana del personaje, sino a la vida y a los sonidos del bosque. Y así, en ese cambio de piel, incluso como lectores y lectoras, le permitimos caer definitivamente en la muerte de los muertos. Poder morir, para Bombal, es poder liberarse de ciertos recuerdos y ataduras —los relatos de la vida misma— y entregarse, en esta medida, a un presente más auténtico. Con la caída definitiva al mundo subterráneo, el cuerpo de la humana se reencuentra con ese reino en el que las raíces de los árboles, las bacterias y los hongos observan los movimientos secretos de las placas tectónicas y el aliento milenario de los dinosaurios. Como entregarse a la muerte —es decir, a la tierra misma— es purgar todos los afectos, las cargas y las culpas del mundo humano, el entierro final es la llegada a la liberación absoluta del personaje. La muerte bajo tierra es la consumación de la plenitud vegetal.

Más allá, pues, de la revisión de las dinámicas hostiles del mundo patriarcado —que, repito, están manifiestas en el texto—, María Luisa Bombal investiga, como una botánica, todo aquello que ocurre durante el último aliento entre la vida a la muerte. Esto, como he dicho, desde ese limbo en el que la conciencia se desprende del mundo humano y se entrega a la materia orgánica. No quiero dejar de lado el debate de la situación material de las mujeres en el universo de Bombal, sino, más bien, llevarlo hacia otra perspectiva. Durante la construcción de mi tesis descubrí que algunos estudios críticos2 interpretan que la protagonista de La amortajada vive una suerte de alienación y enajenación con respecto al mundo social. En este contexto, piensan que vincular la vida íntima con los fenómenos naturales y materiales del mundo aleja a las personajes del contexto social y que le pertenece, casi que por instinto, al entorno de la feminidad. Este pensamiento alimenta una perspectiva sexista del personaje, pues supone que, a causa de la represión patriarcal, las mujeres fabrican una realidad alienada que en nada se relaciona con “los asuntos de los hombres” y sí con lo doméstico y los espacios naturales. Esta desvinculación tiene dos peligros profundos que me interesan en el contexto de los debates en cuestión. Por un lado, convierten el mundo de la mujer en un escenario de ficciones, delirios y locuras y la ubican en un universo aparte incluso del mundo literario. Por otro lado, refuerzan la perspectiva antropocéntrica (y sexista, por lo demás) que piensa que hablar del reino Plantae es de suyo hablar solo de sensibilidad y nunca de conocimiento, como si no se pudiese hablar de ambos fenómenos a la vez y con un sentido mucho más amplio acerca de lo vivo.

“Bombal por Bombal” (2021) es un testimonio autobiográfico que ella escribió justo antes de su muerte, a partir de largas entrevistas, preguntas y comentarios repetitivos que le hacían dentro del medio literario. Al principio del texto, Bombal revisita algunos momentos fundamentales de las historias y travesías de sus parientes hugonotes y de los dolores de aquellos que migraron a Chile para escampar de la dictadura de Juan Manuel de Rosas (1793-1877). En esta línea de huidas, viajes y traslados cuenta que fue por línea materna (germánica, además) que llegó al mundo de la literatura. Las lecturas en voz alta de los cuentos de Andersen y de los hermanos Grimm fueron la puerta de entrada al mundo nórdico y al amplio bosque de los relatos, las historias y los duelos en vida. También cuenta que su madre le decía en repetidas ocasiones y con el ánimo de cuidar con perseverancia su imaginación, “que todos los sapos son príncipes y llevan una corona en la cabeza y que, debajo de algunos caracoles, a veces se puede encontrar a una sirenita llorando” (Bombal 220). A esa sirenita la vemos, en efecto, en uno de sus cuentos, como una manifestación de lo sagrado, lo oculto y lo secreto. Porque todo aquello que se esconde entre la tierra, las conchas o las piedras, siempre tendrá algo por revelar; ese algo, claro está, se muestra en la escritura. En lugar de ingenio, a este tipo de lugares de asombro que propone Bombal (como al hecho de que, en La amortajada, sean los animales del subsuelo los que reciban a la muerta), lo han querido llamar “fantasía”, en esta línea de análisis que supone que todo el vínculo entre las mujeres y la naturaleza se gesta como una consecuencia obligatoria del patriarcado y que nos recluye específicamente al mundo de la “sensibilidad”. Tanto debieron insistirle a Bombal sobre estas divagaciones, que ella misma, en el texto que cito, niega que sea el propósito o la búsqueda de sus letras. Por ahora, quisiera dejar claro que, como Ana María, Bombal empieza a nutrir el relato de sí misma a partir de algunos recuerdos de su infancia (cosa que no debería sorprendernos, pues sabemos, por nuestra primera morada uterina, que los cuerpos acuáticos reviven nuestros primeros años) y que lo que han llamado fantástico, en la literatura de Bombal no es, como se ha querido, un concepto asociado a la alienación, sino, por el contrario, al asombro (es decir, a la concentración de la sorpresa, a la obsesión por la vida misma). Lo fantástico se revela en la inmersión de las profundidades y abismos de la realidad. Asombrarse es meterse a las aguas del mundo y hacerse cargo de la vida propia.

Bombal reconoce que su compromiso era otro y no necesariamente el que se esperaba de los escritores y escritoras en el contexto de las dictaduras; el suyo era más moral que político: “A mí me gusta este árbol, este río, voy a ir a la estancia, voy a ir a un concierto…¡que se frieguen los hombres! Ellos matan, yo me dedico a otras cosas” (225). Ella misma reconoce que durante sus años de juventud vivió como una adolescente burguesa y que en realidad nunca hizo parte de ningún movimiento político particular. Incluso más adelante, cuando entabló relaciones intelectuales y literarias dentro de los círculos de las letras en Argentina, continuó interesada por las complejidades del mundo humano, pero desde otras perspectivas, otros relatos, otras letras: “Escribíamos porque nos gustaba hacerlo y nos pagaban bien, pues era una época floreciente en las letras, tanto para los escritores como para los editores. La posición nuestra era muy natural y no vivíamos la carga del compromiso social” (227).

Pensar la naturaleza es una postura política. María Luisa Bombal no solo propone una teoría sobre la muerte, el mundo vegetal y la vida, sino que crea una obra en la que se manifiesta la agencia que la materia y el reino de lo vivo tienen sobre el mundo. Incluso en los pasadizos en los que regresamos al pasado de la protagonista, los fenómenos microscópicos de la brisa, las paredes y la niebla aparecen sin temor en el texto. Hay largos pedazos en los que la narración se entrega por completo a los movimientos de las plantas y a todas las similitudes entre reinos, familias y especies. Relegar este modo de narrar a un “sentimentalismo femenino”, además de ser una tergiversación desdeñable del texto, es la pérdida de una gran oportunidad para ver y analizar las múltiples maneras que tiene la literatura para pensar objetos de estudio comúnmente asociados a las llamadas ciencias exactas. En La amortajada la naturaleza tiene agencia, no solo en la historia que cuenta, sino en la transformación misma de la escritura. Si pensamos, por ejemplo, en el tiempo y espacio de la narración que están destinados, como microscopios, a los fenómenos naturales, diríamos que, aunque conviven con la conciencia y la lucidez de Ana María desde que abre los ojos, se potencian y se expanden —como si el texto se contagiara de una fila de hongos o de un grupo abismal de líquenes y esporas— cuando empiezan los cantos de la muerte (esos llamados deus ex machina) y, con ellos, la marcha fúnebre hacia la espesura del bosque y el cementerio.

La agencia de la materia y de los cuerpos vivientes es más amplia aún y su visibilidad en el mundo literario es de suyo un compromiso político. Pensar en un pantano, por ejemplo —y por no mencionar el caso de los bosques de niebla, los páramos o los arrecifes de coral, todos sujetos de derecho—, implica entender los ciclos de CO. en el planeta —pues son sus capturadores más importantes— y, por tanto, pensar en el surgimiento mismo de la vida y de las posibilidades de sobrevivencia —o no— de nuestra especie. Es curioso que, cuando ya se ha emprendido la marcha fúnebre y varios están caminando al lado del féretro en el que reposa Ana María, a ella le llama la atención (casi como si tuviera sed) un cuerpo de aguas pantanosas que vive cerca del cementerio. Paradójicamente, cuando se encuentra con el agua (la primera casa de la vida, que le dio nacimiento a los estromatolitos hace tres mil quinientos millones de años) en el camino hacia la muerte de los muertos, siento por primera vez, en toda la narración, la necesidad de ir a ese lugar y quedarse para siempre. En el pantano, que es un lugar de encuentro de aguas y de seres, también se unen necesariamente la vida y la muerte. El último deseo de Ana María es reposar allí, aunque no pueda. Porque dormir para siempre en un pantano implicaría estar conectada necesariamente con el sonido de todas las raíces y los estruendos del centro de la Tierra. María Luisa Bombal está comprometida con los secretos (y lo oculto) del mundo (Figura 3):

Ansias desconocidas la conmueven. ¡Oh, si la depositaran allí, a la intemperie! Anhela ser abandonada en el corazón de los pantanos para escuchar hasta el amanecer el canto que las ranas fabrican de agua y luna, en la garganta; y oír el crepitar aterciopelado de las mil burbujas del limo. Y aguzando el oído percibir aún el silbido siniestro con que en la carretera lejana se lamentan los alambres eléctricos; y distinguir, antes del alba, los primeros aleteos de los flamencos entre los cañaverales. ¡Ah, si fuera posible! (Bombal 176)

Las orejas del pantano (2021)
Figura 3.
Las orejas del pantano (2021)


Fuente: fotografía de Soe Sánchez Monje.

A pesar de su deseo, y como ya los muertos no tienen la voluntad de los vivos, Ana María es enterrada en el mismo cementerio en el que dormían sus ancestros y ancestras difuntas. Ella habría de acompañar ese mundo bajo tierra que poco a poco se iba poblando de las nuevas generaciones humanas de resto de otros seres que también se convertirían en materias y minerales. Ahora bien, antes de citar el momento final, en el que su cuerpo baja —y regresa— como una araña en las babas del diablo hacia las profundidades de la tierra, es preciso mencionar lo siguiente: así como María Luisa Bombal entierra a su protagonista y la arroja al misterio de la muerte definitiva, también entierra la escritura. La narración se detiene con la sepultura porque ahí todo vuelve a empezar. Al final de la novela, salpican del texto imágenes vegetales porque las articulaciones de la escritura también sucumben ante el llamado de la muerte, las raíces de las hortalizas recientes y de los árboles de antaño; las madrigueras, escondites y túneles de animales diminutos; los caminos secretos de las lombrices y los cucarrones; los nacimientos de pequeños brotes de aguas y uno que otro fósil durmiendo, también para siempre, en las cobijas de las capas terrestres. Cito aquí, por justicia, un pequeño fragmento:

En la oscuridad de la cripta, tuvo la impresión de que podía al fin moverse. Y hubiera podido, en efecto, empujar la tapa del ataúd, levantarse y volver derecha y fría, por los caminos, hasta el umbral de su casa. Pero, nacidas de su cuerpo, sentía una afinidad de raíces hundirse y esparcirse en la tierra como una pujante telaraña por la que subía temblando, hasta ella, la constante palpitación del universo. (Bombal 185)

Al final de La amortajada, Ana María reposa para siempre con los murmullos del subsuelo y se contagia de todos los rumores de las eras geológicas que la antecedieron. Morir era de suyo volver a estallar en el big bang.

Cierro con el entierro y con el siguiente pensamiento: la escritura es un pantano porque, entre otras cosas, siempre cambia de forma. En ella viven los animales de las cavernas, las luces de los insectos de la oscuridad y los sonidos de las plantas y los reptiles. Dibujemos una cartografía vegetal de la literatura latinoamericana para ampliar la mirada teórica del campo literario, pues este mundo que vivimos también es la casa de otros organismos que piden espacio en las tierras, las aguas, el aire y en el amplio universo del texto.

Referencias

Adams, Ian M. Three Authors of Alienation: Bombal, Onetti, Carpentier. University of Texas Press, 1975.

Bombal, María Luisa. La última niebla / La amortajada. Seix Barral, 2021.

Coole, Diana y Samantha Frost. “Introducing the new materialisms”. New materialisms. Ontology, Agency and Politics. Duke University Press, 2010, pp. 1-43.

Colón, Cristóbal. Diario de Colón. Libro de la primera navegación y descubrimiento de las Indias. Yagües, 1962.

---. Los cuatro viajes del almirante y su testamento. Alianza Editorial, 1992.

Guerra Cunningham, Lucía. “María Luisa Bombal”. Escritoras de Hispanoamérica, compilado por Diane E. Marting, Siglo XXI, 1990.

Jaramillo, Carlos y Luz Estela Oviedo. Hace tiempo. Un viaje paleontológico ilustrado por Colombia. Instituto Alexander von Humboldt, Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, 2017.

Sánchez Monje, Soe. Así pasa el tiempo cuando como hojas. Escrituras abisales sobre aguas pantanosas. 2022. Pontificia Universidad Javeriana, tesis de maestría.

Notas

1 Todas las fotografías del texto son propias. Esta en particular es de mi diario. Las que siguen, son fotografías análogas y digitales de algunos viajes que emprendí por diferentes ecosistemas pantanosos en Colombia. Están publicadas en mi tesis de maestría titulada Así pasa el tiempo cuando como hojas. Escrituras abisales sobre aguas pantanosas (2022), de la Pontificia Universidad Javeriana.

2 Me refiero específicamente al de Lucía Guerra-Cunningham en su capítulo “María Luisa Bombal”, de la compilación Escritoras de Hispanoamérica (1990) a cargo de Diane E. Marting y al de Ian Adams en Three autors of alienation: Bombal, Onetti, Carpentier (1975).

* Artículo de investigación

Notas de autor

a Autora de correspondencia. Correos electrónicos: soe.sanchez@javeriana.edu.co / soe.sanchez@hotmail.com

Información adicional

Cómo citar: Sánchez Monje, Soe. “Sobre las escrituras pantanosas y los murmullos vegetales en La amortajada de María Luisa Bombal”. Cuadernos de Literatura, vol. 27, 2023, https://doi.org/10.11144/Javeriana.cl27.sepm

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