Metodologías participativas para la transformación de espacios públicos: el barrio de Las Palmeras *
Participatory methodologies for transforming public spaces: Las Palmeras neighbourhood
Metodologias participativas para a transformação de espaços públicos: o bairro de Las Palmeras
Francisco-Javier Martínez-Carranza
, Encarnación Pedrero-García
, María Mar Delgado-Serrano
Metodologías participativas para la transformación de espacios públicos: el barrio de Las Palmeras *
Cuadernos de Vivienda y Urbanismo, vol. 18, 2025
Pontificia Universidad Javeriana
Francisco-Javier Martínez-Carranza a javiermartinez@uco.es
Universidad Pablo de Olavide y Universidad de Córdoba, España
Encarnación Pedrero-García
Universidad Pablo de Olavide, España
María Mar Delgado-Serrano
Universidad de Córdoba, España
Recibido: 07 febrero 2025
Aceptado: 30 mayo 2025
Publicado: 15 septiembre 2025
Resumen: El artículo examina el impacto de metodologías participativas en la transformación de espacios públicos en el barrio de Las Palmeras, Córdoba. Se investiga cómo la participación en procesos de codiseño, coejecución, cogestión y coevaluación influye en la regeneración urbana y en el fortalecimiento del tejido social. La metodología se basa en la investigación acción participativa, integrando talleres, entrevistas y observación directa para identificar necesidades y cocrear soluciones. Los resultados indican mejoras en apropiación del espacio, cohesión social, empoderamiento, sentido de pertenencia, orgullo comunitario y resiliencia, pese a desafíos en el mantenimiento y en la implicación homogénea de la comunidad. El estudio concluye que la participación activa promueve intervenciones sostenibles y refuerza el compromiso ciudadano, estableciendo un modelo replicable en entornos urbanos vulnerables.
Palabras clave:apropiación, cohesión social, empoderamiento, participación, regeneración urbana, resiliencia.
Abstract: The article examines the impact of participatory methodologies on the transformation of public spaces in the Las Palmeras neighbourhood, Córdoba. It investigates how involvement in processes of co-design, co-execution, co-management and co-evaluation influences urban regeneration and strengthens social cohesion. The methodology is based on participatory action research, integrating workshops, interviews and direct observation to identify needs and co-create solutions. The results indicate improvements in space appropriation, social cohesion, empowerment, sense of belonging, community pride and resilience, despite challenges in maintenance and uneven community involvement. The study concludes that active participation promotes sustainable interventions and reinforces citizen commitment, establishing a replicable model in vulnerable urban environments.
Keywords: Appropriation, Empowerment, Participation, Resilience, Social Cohesion, Urban Regeneration.
Resumo: O artigo examina o impacto de metodologias participativas na transformação dos espaços públicos no bairro Las Palmeras, em Córdoba. Investiga como a participação em processos de co-design, co-execução, co-gestão e co-avaliação influencia a regeneração urbana e fortalece a coesão social. A metodologia baseia-se na Pesquisa-Ação Participativa, integrando oficinas, entrevistas e observação direta para identificar necessidades e cocriar soluções. Os resultados indicam melhorias na apropriação do espaço, na coesão social, no empoderamento, no senso de pertencimento, no orgulho comunitário e na resiliência, apesar dos desafios relacionados à manutenção e à participação desigual da comunidade. O estudo conclui que a participação ativa promove intervenções sustentáveis e reforça o compromisso cidadão, estabelecendo um modelo replicável em ambientes urbanos vulneráveis.
Palavras-chave: apropriação, coesão social, empoderamento, participação, regeneração urbana, resiliência.
Introducción
La mejora de los espacios públicos no solo transforma los entornos físicos, sino que también fortalece el tejido social (Anderson et al., 2017). En barrios vulnerables, como Las Palmeras en Córdoba, estos espacios ofrecen una oportunidad clave para reconstruir la identidad comunitaria y reforzar los lazos entre los residentes. Este estudio explora el impacto de las metodologías participativas en la transformación de estos espacios.
Desde los años sesenta, Las Palmeras ha enfrentado situaciones de precariedad, aislamiento y estigmatización, con una notable carencia de áreas verdes y de socialización, lo cual limita la interacción social, perjudicando el bienestar físico y mental de sus habitantes. Frente a este contexto, se plantea el uso de estrategias participativas —codiseño, coejecución, cogestión y coevaluación— para promover la apropiación comunitaria y mejorar la calidad de vida (Raphael et al., 1999; Tadele et al., 2020). La hipótesis de este estudio propone que la participación de los residentes en el diseño y la gestión de los espacios públicos transforma no solo el entorno físico, sino también la percepción y el comportamiento hacia estos espacios, promoviendo soluciones sostenibles y alineadas con las necesidades locales.
Para abordar esta problemática, se adoptó la metodología de investigación acción participativa (IAP) en el marco del proyecto europeo H2020 IN-HABIT (acrónimo de Inclusive Health and Wellbeing in Small and Medium Size Cities - Salud y bienestar inclusivos en pequeñas y medianas ciudades). Este es un proyecto de investigación financiado por el programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, cuyo objetivo es investigar qué acciones relacionadas con recursos infrautilizados como la naturaleza, la cultura y el patrimonio, los vínculos entre humanos y animales, el medio ambiente o la alimentación, promueven salud y bienestar en la población desde una perspectiva inclusiva de equidad, género y diversidad.
El trabajo realizado se ha estructurado en cinco fases: detección de necesidades, codiseño de soluciones, coejecución de intervenciones, cogestión y coevaluación continua. Este enfoque promueve una participación integral de la comunidad, fomentando tanto la apropiación como la sostenibilidad de las intervenciones urbanas. La aplicación de esta metodología de trabajo en el barrio de Las Palmeras ofrece un ejemplo de los resultados obtenidos mediante la aplicación de estas metodologías, pudiendo generar espacios inclusivos y equitativos, fortaleciendo el sentido de pertenencia y promoviendo la cohesión social. Este análisis busca contribuir al conocimiento sobre el impacto de las estrategias participativas en los procesos de regeneración de espacios públicos en contextos urbanos, especialmente en los más vulnerables.
Marco teórico
Espacios públicos y desarrollo urbano sostenible
Los espacios públicos como plazas, parques y calles son fundamentales para la vida urbana, ya que facilitan la interacción social, el esparcimiento y el ejercicio, contribuyendo al bienestar general de las comunidades (Godwyll y Buzinde, 2023; Mehta, 2014). En los procesos de urbanización contemporánea su relevancia aumenta, especialmente cuando se configuran como espacios verdes que buscan promover la cohesión social, el desarrollo económico local y la calidad ambiental (Aelbrecht y Stevens, 2023; Wan et al., 2021), además de suponer un atractivo a la hora de elegir el lugar de residencia y trabajo (Andersson, 2016).
El crecimiento urbano acelerado, las tendencias a la urbanización del espacio y desafíos globales como el cambio climático y las desigualdades sociales exigen un replanteamiento de la concepción de los espacios públicos, pues resulta crucial que sean sostenibles desde una perspectiva social y climática, destacando su papel como motores de inclusión, bienestar y resiliencia. Su calidad y uso dependen de factores como accesibilidad, seguridad, inclusividad, multifuncionalidad y diseño (Chen et al., 2016; Mutawe y Asfour, 2022), que además dan el marco para su percepción y su configuración social y cultural (Oliynyk, 2021). En ese sentido, diseñar espacios que respondan a las necesidades locales fomenta su habitabilidad y utilidad, fortaleciendo el tejido social y cultural (Kelkar y Spinelli, 2016).
Las tendencias actuales en el diseño de espacios públicos están cada vez más vinculadas con la sostenibilidad y la resiliencia urbana (Anderson y Baldwin, 2017; Xu y Xue, 2017), a través de la implementación de infraestructuras sostenibles como estrategia clave adoptada para mitigar los efectos del cambio climático y promover entornos urbanos más resilientes (Orsetti et al., 2022). Con esto no solo se contribuye al equilibrio ambiental, sino que también se ofrecen oportunidades para el fortalecimiento de la cohesión social y el desarrollo económico local. La configuración de entornos urbanos sostenibles y resilientes requiere a menudo un proceso de resignificación y reinterpretación de los espacios existentes, incorporando a diferentes grupos en su planteamiento, diseño y ejecución (Anderson y Baldwin, 2017), con el fin de integrar a la comunidad en el diseño, uso y gestión de los espacios públicos, reconociendo que la participación de los residentes es fundamental para crear entornos que respondan verdaderamente a sus necesidades y aspiraciones (Remesar, 2021).
Metodologías participativas para la transformación urbana
La IAP destaca como una metodología clave en la transformación urbana que promueve la colaboración activa entre investigadores y miembros de la comunidad en todas las etapas del proceso investigativo (Jacobson, 2008; Kidd y Kral, 2005; Shirk et al., 2012). A través de ella se busca no solo entender las problemáticas locales, sino también cocrear soluciones prácticas y sostenibles, involucrando a los actores con el objeto de generar un cambio social (Greenwood et al., 1993; Whyte, 1989). Este enfoque empodera a los participantes, al implicarlos directamente en el proceso de cambio, asegurando que las intervenciones estén vinculadas a las realidades y necesidades locales (MacDonald, 2012; Wallerstein y Duran, 2010; Whyte et al., 1989). Al combinar acción y reflexión, la IAP facilita la generación de conocimientos relevantes y aplicables, fortaleciendo el tejido social y promoviendo una transformación genuina de los espacios públicos (Aldridge, 2017; Leask et al., 2019; Moser y Korstjens, 2022).
En esta investigación se utiliza la IAP como punto de partida para la aplicación de metodologías participativas de codiseño, coejecución, cogestión y coevaluación, que buscan fomentar la participación y reflejar las necesidades y aspiraciones de la comunidad. Estas metodologías destacan como estrategias efectivas en circunstancias concretas para fomentar la participación de la población y convertir las intervenciones en actuaciones basadas en las experiencias de las personas y las comunidades (Trischler et al., 2019).
El codiseño se refiere a un proceso colaborativo en el cual los residentes y participantes se involucran activamente en la creación de soluciones (Melles, 2021). Este enfoque, principalmente basado en principios de inclusión y participación, puede contribuir a que los resultados sean prácticos y reflejen las necesidades y deseos reales de la comunidad (Moser y Korstjens, 2022). Al empoderar a los residentes para participar en la toma de decisiones que afectan su entorno, se busca mejorar la calidad del diseño final y la incorporación de diversas perspectivas y conocimientos. Además, el codiseño busca fomentar la innovación, permitiendo que surjan soluciones creativas derivadas de la colaboración entre múltiples actores y que reflejen el conocimiento de la comunidad en las acciones a llevar a cabo (Leask et al., 2019).
La coejecución implica la participación directa de la comunidad en la implementación de las soluciones co-diseñadas, con un compromiso activo que fortalece el sentido de propiedad y responsabilidad de los residentes hacia los espacios públicos, promoviendo un uso y un mantenimiento más sostenibles en el tiempo (Haim-Litevsky et al., 2023).
La cogestión se refiere a la administración compartida de los espacios públicos entre la comunidad y otras partes interesadas, como autoridades locales u organizaciones, y su incorporación a los procesos de cuidado, mantenimiento, toma de decisiones o nuevos modelos de gobernanza (Bingham et al., 2005). Este modelo de gestión colaborativa permite una mayor adaptabilidad y respuesta a las necesidades cambiantes de la comunidad, asegurando que los espacios públicos sigan siendo relevantes y útiles.
Finalmente, la coevaluación es un proceso continuo de retroalimentación en el cual la comunidad participa en la evaluación y mejora de los espacios públicos. A través de herramientas como encuestas, talleres y reuniones comunitarias, se recogen las percepciones y sugerencias de los residentes, permitiendo ajustes y mejoras iterativas. Este enfoque garantiza que las intervenciones no solo sean efectivas en el corto plazo, sino que también evolucionen para satisfacer necesidades emergentes, generando un cambio de actitud (Michie et al., 2018).
En conjunto, estos procesos participativos promueven una nueva forma de entender los espacios públicos, viéndolos no solo como infraestructuras físicas, sino como plataformas para la construcción de capital social y cultural (Ferilli et al., 2016; Sacco et al., 2019). Al fomentar la participación de la comunidad, se generan entornos que son sostenibles económica y socialmente, respondiendo a los desafíos actuales y fortaleciendo el tejido social de las ciudades. Esta nueva comprensión reconoce el potencial de estos espacios para ofrecer soluciones a múltiples problemas urbanos, desde la desigualdad social hasta la degradación ambiental. Así, los espacios públicos sostenibles y socialmente inclusivos pueden servir como catalizadores para el cambio social positivo, promoviendo comunidades más saludables, cohesionadas y resilientes (Biondi et al., 2020).
Beneficios de la implicación de la comunidad en el diseño urbano
Además de promover una nueva forma de entender los espacios públicos, la aplicación de metodologías participativas como la IAP y los procesos de codiseño, coejecución, cogestión y coevaluación impactan significativamente en la comunidad. Por esto, este estudio ha identificado siete aspectos clave para la transformación social de una comunidad en riesgo de exclusión social y vulnerabilidad: empoderamiento, cohesión social, sentido de pertenencia, orgullo, apropiación del espacio, resiliencia y capital social. El empoderamiento surge cuando los miembros de la comunidad se involucran activamente en la transformación de su entorno (Coy et al., 2021), lo cual aumenta su confianza y habilidades para influir en la comunidad, incrementando su autoestima y percepción de competencia (Harrington et al., 2019; Sebastien, 2020; Stedman, 2002). Al sentirse empoderados, los residentes están más dispuestos a afrontar desafíos y colaborar en la resolución de problemas comunitarios, generando un ciclo de compromiso y mejora continua. Además, el empoderamiento fomenta la inclusión social, permitiendo que diversos grupos, especialmente los tradicionalmente marginados, tengan voz en el proceso de toma de decisiones.
La cohesión social se fortalece a través de la interacción y colaboración que se genera en los procesos participativos. La implicación en el codiseño y otras etapas promueve la creación de redes sociales más sólidas, aumentando la confianza y generando vínculos entre los miembros de la comunidad (Haim-Litevsky et al., 2023; Sanoff, 2011). Este fortalecimiento de las relaciones contribuye a una comunidad más unida y colaborativa, capaz de trabajar conjuntamente hacia objetivos comunes.
El sentido de pertenencia se incrementa cuando los residentes desarrollan una conexión más profunda con los espacios que han ayudado a crear. La teoría del sentido de lugar sostiene que la participación activa en el diseño contribuye a que los individuos vean los espacios, no solo como áreas funcionales, sino como partes integrales de su identidad y vida diaria. Este vínculo emocional fortalece la relación entre los individuos y su entorno, promoviendo un cuidado y mantenimiento continuo de los espacios públicos (Stedman, 2002).
El orgullo comunitario es una consecuencia natural de ver resultados en el entorno físico derivados de los esfuerzos combinados. Este sentimiento positivo eleva la autoestima colectiva y motiva a los miembros de la comunidad a involucrarse en futuras iniciativas y proyectos, reforzando el compromiso con su entorno y con los demás residentes y promoviendo la autoestima y el bienestar (Husk et al., 2016).
La apropiación del espacio se manifiesta cuando la comunidad hace un uso activo y valora los espacios públicos. Así, los espacios diseñados participativamente tienden a ser más utilizados y apreciados, ya que reflejan las necesidades y deseos reales de los usuarios (Dewantara, 2023). Esta apropiación fomenta un entorno más habitable y valorado por todos, donde la comunidad se reúne, interactúa y se fortalece.
La resiliencia de la comunidad y los residentes se ve reforzada a través de estos procesos participativos (Miles, 2018), dado que una comunidad empoderada, cohesionada y con un fuerte sentido de pertenencia es más capaz de adaptarse y recuperarse ante desafíos sociales y ambientales. La implicación en la transformación de su entorno mejora la capacidad colectiva para afrontar adversidades, contribuyendo a la estabilidad y continuidad del tejido social (Bromley et al., 2017).
Por último, el capital social, entendido como el conjunto de redes, normas y relaciones de confianza que facilitan la coordinación y cooperación para beneficio mutuo (Putnam et al., 1994), se incrementa notablemente mediante la participación comunitaria. Las metodologías participativas fomentan el establecimiento y fortalecimiento de relaciones entre los miembros de la comunidad, creando un sentido de interdependencia y apoyo mutuo. Este aumento en el capital social contribuye a la capacidad de la comunidad para movilizar recursos, resolver problemas y alcanzar metas comunes.
En conjunto, el uso de estrategias participativas puede fomentar todos estos elementos, generando procesos que potencian el sentido de pertenencia, el orgullo por el espacio construido y la cohesión comunitaria (Dewantara, 2023; Fang et al., 2016; Haim-Litevsky et al., 2023). Al centrarse en estos aspectos, se evidencia que la participación de la comunidad es esencial para crear entornos que respondan verdaderamente a sus necesidades y aspiraciones (Bromley et al., 2017), lo cual refuerza la importancia de las metodologías participativas en la transformación efectiva y sostenible de los espacios públicos, promoviendo comunidades más saludables, cohesionadas y resilientes.
Metodología
Caso de estudio
Esta investigación se ha llevado a cabo en el barrio de Las Palmeras, situado en la periferia de la ciudad de Córdoba, España, y uno de los más pobres del país (con un ingreso medio anual de 5507 €) (Instituto Nacional de Estadística, 2024), lo que pone de manifiesto los desafíos socioeconómicos que afronta esta zona, en donde son comunes los altos niveles de abandono escolar y desempleo, el tráfico y consumo de sustancias, la violencia doméstica, y donde los residentes dependen en gran medida de las ayudas y el asistencialismo (Delgado-Serrano et al., 2022).
El barrio surgió en los años sesenta como una solución de viviendas temporales para víctimas de inundaciones, quienes posteriormente se reubicaron en esa misma zona, pero creando las infraestructuras hoy existentes. Fruto de esta reubicación, de los continuos conflictos por la propiedad del suelo y del origen del barrio, a lo largo del tiempo se han dado diversas situaciones que han contribuido a la permanencia de las condiciones de precariedad, aislamiento, estigma, infraestructuras inadecuadas, servicios públicos deficientes, edificios deteriorados debido a materiales de baja calidad y acceso insuficiente a servicios esenciales. Una característica importante es la falta de espacios verdes y espacios públicos para la socialización, lo que limita las actividades al aire libre y la interacción social, impactando negativamente en el bienestar físico y mental de los residentes. Para abordar estas problemáticas, se implementaron intervenciones en dos áreas específicas del barrio: una plaza central, transformada mediante la incorporación de mobiliario urbano, vegetación y acciones de embellecimiento, y una zona abandonada y degradada que se convirtió en un espacio renaturalizado con áreas de esparcimiento.
Método
La metodología utilizada en esta investigación fue una adaptación de la IAP para codiseño, cogestión, coejecución y coevaluación de las acciones desarrolladas por el proyecto IN-HABIT. Este enfoque busca fomentar la participación y la implicación activa de la comunidad en cada etapa del proceso, generando una apropiación integral del diseño, la implementación y el seguimiento de las intervenciones urbanas realizadas.
El trabajo se estructuró en cinco fases principales. En la primera, se llevó a cabo la detección de las necesidades sentidas por los habitantes del barrio mediante talleres participativos, sesiones con entidades y colectivos locales, entrevistas y grupos focales. Durante esta etapa, los miembros de la comunidad identificaron los problemas y las necesidades más urgentes de su entorno, relacionados con el ámbito de acción del proyecto y con sus posibles repercusiones en términos de salud y bienestar. Adicionalmente, se integraron herramientas como análisis del discurso y registro sistemático de observaciones sobre las dinámicas comunitarias y el uso del espacio público. Este enfoque permitió abordar cuestiones vinculadas a la salud, el bienestar y las condiciones urbanas, conectando directamente las necesidades identificadas con los objetivos del proyecto.
Posteriormente, se procedió al codiseño de soluciones, permitiendo a los residentes proponer y colaborar en la creación de intervenciones que respondieran a dichas necesidades. Para esto, se trabajó tanto a nivel individual como grupal, considerando las opiniones de vecinos, asociaciones y colectivos. Las propuestas se analizaron y refinaron de manera colaborativa, utilizando herramientas visuales como mapas participativos y proyecciones para facilitar la comprensión de las ideas y fomentar el diálogo. Además, la observación participante y el registro de las dinámicas grupales permitieron evaluar las interacciones entre los participantes y la viabilidad de las propuestas en el contexto urbano.
La tercera fase se centró en la implementación de las soluciones codiseñadas, involucrando directamente a la comunidad en actividades prácticas como la preparación del terreno, la instalación de infraestructuras y la plantación de vegetación. Este proceso se documentó a través de diarios de campo, registros fotográficos y entrevistas informales, permitiendo registrar tanto los avances físicos como los cambios en las dinámicas sociales. La colaboración activa entre técnicos, investigadores y residentes aseguró que las intervenciones se adaptaran a las necesidades locales.
La fase de cogestión se enfocó en el mantenimiento y la administración compartida de los espacios transformados, promoviendo la sostenibilidad de las intervenciones a largo plazo. Se implementaron estrategias de participación que integraron a los residentes en actividades de cuidado y gestión de los espacios públicos. Asimismo, se establecieron canales de comunicación permanentes, como encuestas periódicas, grupos focales y talleres comunitarios, para tener una retroalimentación continua y en tiempo real, a partir de lo cual fue posible ajustar las estrategias y fortalecer el compromiso de los participantes.
Finalmente, la coevaluación estuvo presente durante todo el proceso como un mecanismo de evaluación continua, combinando enfoques cualitativos y cuantitativos para medir el impacto de las intervenciones y ajustar las estrategias conforme surgieran nuevas necesidades. Se emplearon diversos instrumentos, incluyendo entrevistas semiestructuradas, grupos focales, encuestas y cuestionarios pre-pos, escalas de medición y observación participante. Estas herramientas facilitaron la recopilación de opiniones, percepciones y experiencias de los residentes sobre los cambios realizados, además de evaluar indicadores clave como la percepción del espacio, el bienestar y la cohesión social. La retroalimentación obtenida no solo identificó áreas de mejora, sino que también se incorporó en las fases de codiseño, coejecución y cogestión, asegurando que las intervenciones fueran efectivas, relevantes y sostenibles.
Dado el enfoque cualitativo y participativo de esta investigación, las herramientas aplicadas (encuestas, observaciones, entrevistas y grupos focales) fueron analizadas de forma integrada para identificar transformaciones perceptivas, sociales y emocionales dentro del proceso. El objetivo no fue obtener datos estadísticamente representativos, sino construir una comprensión situada de los cambios producidos, integrando las voces y experiencias de los participantes como eje central de la evaluación.
Para la valoración del impacto del proceso, se tomaron en cuenta las siete dimensiones mencionadas en el marco teórico: empoderamiento, cohesión social, sentido de pertenencia, orgullo, apropiación del espacio, resiliencia y capital social. Estos elementos permitieron analizar no solo los cambios físicos en los espacios intervenidos, sino también las transformaciones sociales y emocionales experimentadas por la comunidad. La medición de estos aspectos facilitó una comprensión más profunda de cómo la participación en el proyecto influyó en la percepción del entorno, las dinámicas sociales y el bienestar de los residentes, proporcionando una base sólida para futuras intervenciones urbanas con enfoques similares.
Resultados
Fase de diagnóstico
Durante esta fase, se llevaron a cabo 14 reuniones con colectivos y entidades del barrio de Las Palmeras, así como 17 entrevistas con actores clave pertenecientes a entidades y colectivos sociales y 22 entrevistas individuales con vecinos de la zona. Este proceso permitió recopilar información fundamental sobre las principales carencias y necesidades del lugar. Entre los problemas identificados, destacan la falta de zonas verdes y espacios de socialización, el deterioro de la infraestructura, la escasa inversión pública, deficiencias en el saneamiento y el acceso a servicios básicos, así como la baja cohesión social.
Fase de codiseño
En esta fase, vecinos y colectivos colaboraron para desarrollar soluciones basadas en el diagnóstico. Se definieron intervenciones que considerasen el contacto con la naturaleza, la promoción de lugares de encuentro o de cohesión social. Fruto de estos talleres, surgieron ideas para la creación del merendero y la transformación de la plaza central del barrio, ambos espacios diseñados para fomentar la convivencia, el encuentro y el uso comunitario del espacio público, mediante la implementación de zonas verdes y de espacios para la sociabilización.
En el caso del merendero, a través de seis talleres se seleccionó el espacio a utilizar, su distribución, se propuso la limpieza de la zona, la creación de estructuras con mesas y bancos, considerando orientación, posibles usos del lugar, elementos de seguridad y delimitación y nuevos ambientes de sombra y vegetación. Se propuso también la ubicación de otros elementos como plantas, arbustos o delimitantes. La plaza se seleccionó a partir de su consideración como espacio neutral dentro de las dinámicas sociales del barrio. Se propuso la incorporación de colores vivos a la obra dada la monotonía de colores existentes en el barrio (según las participantes en esta sesión, “el barrio está lleno de hormigón, gris, y ladrillo”), así como de elementos vegetales de mayor y menor porte para dar sombra y frescor, la reutilización de elementos urbanos existentes (como una pérgola) y la habilitación de espacios para la sociabilización, como bancos y jardineras. Todo esto se hizo considerando elementos culturales propios de la zona, como la ubicación de los puntos de reunión de otros colectivos y factores tradicionales muy arraigados en el barrio.
Fase de coejecución
Se realizaron en conjunto 13 actividades para la preparación del terreno, la instalación de infraestructuras y la plantación de vegetación, a través de empresas del barrio o con una alta implicación en él. En el caso del merendero, se instalaron 6 zapatas para las respectivas mesas y 12 bancos, junto con 2 carteles señalizando la zona, así como papeleras y rocas como sistema de delimitación del espacio. Se plantaron 30 especies arbustivas, 1200 plantas y 15 árboles. En el caso de la plaza, se plantaron 14 árboles, 14 arbustivas trepadoras, 350 plantas decorativas (plantadas por los niños del barrio, alumnos de los colegios y participantes en las actividades de las asociaciones y colectivos) y 25 arbustivas. Se pintó toda la pérgola, los bancos y las jardineras, atendiendo a indicaciones vecinales, con colores vivos. Se crearon 14 jardineras, respetando los espacios ya utilizados, y se repararon los bancos deteriorados. El progreso de esta fase quedó documentado en registros fotográficos, diarios de campo y entrevistas informales, evidenciando tanto los avances físicos como los cambios en las dinámicas sociales.
Fase de cogestión
En esta etapa, la comunidad, junto con empresas locales y organizaciones, asumió la administración compartida de los espacios públicos transformados. Fruto de esta cogestión, se ha conseguido que ningún elemento coejecutado haya sufrido daños o haya sido vandalizado desde el inicio de las intervenciones, siendo un aspecto muy positivo y valorado por los residentes del barrio (“Aquí siempre se destrozaba todo, y fíjate, ¡nos han dado una lección!”; “Esto lo están respetando más de lo que nos imaginábamos”). Son los propios residentes quienes, por iniciativa propia, mantienen limpio el espacio y promueven el respeto por unos lugares que ellos mismos han creado.
Evaluación continua
Las evaluaciones pre y post intervención fueron cruciales para medir el impacto de las acciones y ajustar las estrategias según las necesidades de la comunidad. Como parte de este proceso, se organizaron ocho talleres y grupos focales en los que los participantes compartieron emociones y percepciones sobre los espacios antes (Figuras 1 y 2), durante (Figura 3) y después de las intervenciones (Figuras 4, 5 y 6). Antes de las transformaciones, estos lugares eran asociados con sentimientos de abandono y dejadez. Durante el codiseño y la ejecución, se observó un aumento en la esperanza y el entusiasmo, mientras que, después de las intervenciones, los participantes reportaron orgullo, satisfacción y apropiación de los espacios públicos. Las respuestas recogidas a través de cuestionarios pre-pos reflejan un cambio en la percepción del entorno, con una transición de términos negativos como “abandono” y “dejadez” hacia expresiones de valoración positiva como “orgullo” y “lugar de encuentro”.
La tabla 1 resume los cambios en las percepciones y emociones a lo largo de las diferentes fases del proceso. Estos resultados reflejan no solo el impacto físico de las intervenciones en los espacios, sino también un cambio significativo en las percepciones, las emociones y el sentido de pertenencia de la comunidad hacia su entorno. La tabla también refleja de manera cualitativa las emociones predominantes asociadas a cada fase del proceso, recogidas durante talleres y grupos focales. Las palabras registradas muestran una evolución desde sentimientos de abandono y de resignación hacia expresiones de orgullo, apropiación y arraigo. Aunque no se presenta su frecuencia exacta, estas categorías emergieron de forma reiterada en distintas actividades, lo que refuerza su relevancia en el análisis del impacto comunitario. El impacto positivo se observó en aspectos tanto tangibles, como la limpieza y funcionalidad de los espacios, como intangibles, como el orgullo y la cohesión social generados.







Discusión
Los resultados evidencian avances en los siete aspectos clave: empoderamiento, cohesión social, sentido de pertenencia, orgullo comunitario, apropiación del espacio, resiliencia y capital social. La participación de los residentes en todas las fases del proceso fortaleció su confianza y autoestima, promovió la colaboración comunitaria y generó un mayor cuidado y valoración de los espacios intervenidos; no obstante, persisten desafíos como la resistencia al cambio, el deterioro de algunos lugares por falta de mantenimiento y la falta de implicación de ciertos sectores de la comunidad. A pesar de estas dificultades, el proceso ha sentado las bases para una transformación a largo plazo, destacando la necesidad de estrategias sostenidas y flexibles para consolidar los avances y fomentar la regeneración comunitaria.
El trabajo en comunidad transforma no solo los espacios físicos, sino también la percepción del entorno y las dinámicas sociales (Garrett et al., 2017). Este estudio demostró que involucrar a los residentes en procesos de codiseño, coejecución, cogestión y coevaluación mejora los espacios públicos y refuerza el tejido social. Así, el barrio de Las Palmeras pasó de ser percibido como un área de abandono a convertirse en un centro de actividad y cohesión (Vidal et al., 2022). La colaboración estrecha con los residentes no solo incrementó su sentido de pertenencia, sino que transformó la manera en que perciben su capacidad para influir en su entorno, al conectarlos directamente con el espacio local a través de acciones participativas, que vinculan sus experiencias personales con el territorio. Además, la implementación de enfoques participativos en proyectos comunitarios promovió la cohesión social y el empoderamiento, proporcionando ámbitos donde los residentes pudieron expresar sus ideas y contribuir activamente en la toma de decisiones, fortaleciendo su papel dentro del barrio (Fang et al., 2016; Thurber et al., 2020).
El impacto del codiseño participativo fue especialmente notable en los siete aspectos clave analizados. La participación permitió que los residentes desarrollaran una mayor confianza en sus habilidades y voces, algo que se evidenció en frases recurrentes como “Esto es nuestro” o “Nos lo hemos ganado”. A través del proceso de participación, la cohesión social se fortaleció significativamente (Calvo y Sclater, 2021; Vargas et al., 2022), gracias a las actividades colaborativas que promovieron relaciones de apoyo mutuo y una visión compartida del barrio como lugar de colaboración. Además, el orgullo comunitario y la apropiación del espacio surgieron como consecuencias naturales de las transformaciones (Ghose y Pettygrove, 2014; Radywyl y Biggs, 2013), en la medida en que los residentes reconocieron el valor de sus esfuerzos colectivos y asumieron la responsabilidad del cuidado y mantenimiento de los espacios intervenidos.
A pesar de estos avances, el proceso no ha estado exento de dificultades. Aunque se han mejorado la apropiación y el cuidado del espacio, ciertos elementos han sufrido deterioro por el uso intensivo y la falta de mantenimiento, sin que ello pueda atribuirse a acciones humanas deliberadas. Estas situaciones evidencian la persistencia de dinámicas arraigadas que impiden una apropiación plena, ya que algunos residentes no han adoptado prácticas consistentes de respeto y cuidado. En algunos casos, las prácticas previas de uso del espacio han demostrado ser difíciles de modificar completamente, y ciertas dinámicas de deterioro y falta de apropiación siguen presentes (Grassi y Cognetti, 2023). La participación no ha sido homogénea en toda la comunidad, y algunos sectores han mostrado una menor implicación, lo que refleja la complejidad de generar un cambio sostenido en el tiempo (Tesdahl y Speer, 2015). No obstante, el proceso ha supuesto un cambio positivo en la gestión del espacio público, como lo indican expresiones tales como “Poco a poco vamos mejorando el barrio, y eso es un paso muy grande aquí”. Este cambio ha permitido visibilizar aspectos antes ignorados, fomentar la conciencia sobre el valor del espacio y estimular nuevas formas de cooperación que, pese a los retos, sientan las bases para un modelo más inclusivo y sostenible (“Esto era impensable hace unos meses”).
Asimismo, si bien el caso de Las Palmeras ilustra el potencial de los procesos participativos en la regeneración de espacios públicos, su replicabilidad en otros entornos urbanos dependerá de múltiples factores, incluidos el contexto socioeconómico, la disponibilidad de recursos y el respaldo institucional (Kenton y Singha, 2018). En comunidades similares, estas metodologías pueden transformar el entorno y reducir el aislamiento social, pero requieren un compromiso a largo plazo de actores locales y externos. Además, el apoyo de políticas públicas y la coordinación con otros agentes son esenciales para integrar estos procesos en estrategias más amplias de desarrollo urbano y social (Altman, 1995; Israel et al., 2006; Ramanadhan et al., 2024).
En definitiva, el análisis de este caso sugiere que los procesos de codiseño y gestión participativa pueden incidir positivamente en la revitalización de los espacios públicos y en la cohesión social, aunque su impacto está condicionado por factores estructurales y contextuales que requieren una atención sostenida y estrategias a largo plazo.
Estos resultados coinciden con lo planteado por Garrett et al. (2017) y Fang et al. (2016), al mostrar cómo la implicación activa de los residentes transforma tanto el entorno físico como las dinámicas sociales y emocionales del barrio, favoreciendo procesos de arraigo, apropiación y resiliencia en comunidades tradicionalmente excluidas.
Conclusiones
Los hallazgos de este estudio sugieren que la aplicación de metodologías participativas en el codiseño, coejecución, cogestión y coevaluación de los espacios públicos puede contribuir a una transformación más sostenible y duradera tanto del entorno físico como de las dinámicas sociales de una comunidad. La experiencia en el barrio de Las Palmeras muestra que estos procesos pueden fomentar el sentido de pertenencia, el empoderamiento, la cohesión social y la resiliencia, fortaleciendo el capital social y promoviendo una mayor apropiación de los espacios por parte de sus habitantes.
Sin embargo, los efectos de estas intervenciones no son homogéneos ni lineales. Si bien se han identificado mejoras en la percepción del entorno y en la implicación de la comunidad, también persisten desafíos. Algunas dinámicas sociales profundamente arraigadas no han cambiado de manera sustancial y no todos los residentes han asumido un compromiso activo en la gestión y el mantenimiento de las intervenciones. Estos factores sugieren que, si bien los procesos participativos pueden generar impactos positivos, su efectividad y su sostenibilidad dependen de múltiples condicionantes, como la continuidad del acompañamiento técnico, el apoyo institucional y la capacidad de la comunidad para sostener estos cambios a largo plazo.
Asimismo, la experiencia de Las Palmeras permite reflexionar sobre la posible replicabilidad de estas metodologías en otros contextos urbanos con características similares. Si bien el modelo participativo ofrece herramientas valiosas para promover la regeneración urbana y social, su implementación requiere ser adaptada a las particularidades de cada entorno, considerando aspectos socioeconómicos, políticos y culturales que pueden influir en su desarrollo y en los resultados.
Por último, este estudio resalta la importancia de integrar mecanismos de evaluación continua en este tipo de intervenciones. La posibilidad de ajustar estrategias en función de las necesidades cambiantes de la comunidad puede contribuir a consolidar los logros alcanzados y a maximizar el impacto de estos procesos en el tiempo. Así, la planificación y gestión participativa de los espacios públicos no debe entenderse como un proceso acabado, sino como un modelo en constante evolución, que requiere flexibilidad y compromiso para responder de manera efectiva a los retos urbanos y sociales.
En línea con los hallazgos de Bromley et al. (2017) y Vidal et al. (2022), la experiencia en Las Palmeras confirma que los procesos participativos no solo mejoran los espacios urbanos, sino que también contribuyen al fortalecimiento del capital social y la salud comunitaria en entornos vulnerables.
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Notas
*
Artículo de investigación
científica
Origen de esta investigación
Esta
investigación ha sido financiada en el marco del proyecto IN-HABIT (Salud y
Bienestar Inclusivos en Pequeñas y Medianas Ciudades) como parte del Programa
Horizonte 2020 (Acuerdo de Subvención N.º 869227). El contenido de este
documento no refleja la opinión oficial de la Unión Europea. La responsabilidad
de la información y las opiniones expresadas en el mismo recae exclusivamente
en los autores.
Notas de autor
aAutor de correspondencia. Correo electrónico: javiermartinez@uco.es
Información adicional
Cómo citar: Martínez-Carranza, F. J., Pedrero-García,
E. y Delgado-Serrano, M. M. (2025). Metodologías
participativas para la transformación de espacios públicos: el barrio de Las
Palmeras. Cuadernos de
Vivienda y Urbanismo, 18. https://doi.org/10.11144/Javeriana.cvu18.mpte