Reconfiguración productiva, estrategias de reproducción y capital social en espacios rurales: un análisis exploratorio en el noroeste del Estado de México*

Productive Reconfiguration, Reproduction Strategies and Social Capital in Rural Spaces: An Exploratory Analysis in Northeast Mexico

Cuadernos de Desarrollo Rural, vol. 17, 2020

Pontificia Universidad Javeriana

Carlos Alejandro Custodio González a

Universidad Nacional Autónoma de México, México


Recibido: 21 Marzo 2019

Aceptado: 06 Marzo 2020

Publicado: 20 Diciembre 2020

Resumen: Este artículo explora la relación que mantienen las estrategias de reproducción social con las características socioeconómicas, actividades agrícolas y no agrícolas, así como el capital social de las unidades domésticas campesinas. Mediante un estudio de caso fundamentado en una encuesta aplicada en la comunidad de Mavoro, localizada al noroeste del Estado de México, se identificó la complementariedad entre las actividades agrícolas y no agrícolas, como la principal estrategia de reproducción. Sin embargo, la complementariedad productiva, cumple funciones diferenciadas entre los hogares rurales, resultado de factores como: tamaño de la parcela, escolaridad, edad, capital social de vinculación y capital social de puente.

Palabras clave:estrategias de reproducción social, complementariedad productiva, relaciones socio-productivas, unidades domésticas campesinas.

Abstract: This work explores the relationship between the social reproduction strategies and the socioeconomic characteristics, farming and non-farming activities as well as the social capital of the peasant household units. Thanks to a case study based on a survey applied to the Mavoro community, in Northeast Mexico, the complementarity was identified as the main reproduction strategy between the farming and non-farming activities. However, the productive complementarity has a differentiated impact on the rural households because of factors like plot size, schooling, age, social capital of involvement, and bridging social capital.

Keywords: social reproduction strategies, productive complementarity, social-productive relationships, peasant household units.

Se pueden identificar dos posturas analíticas opuestas respecto a la dinámica socio-productiva de los espacios rurales. La primera, plantea la existencia de una crisis prolongada del campo y de la economía campesina. La segunda, destaca el éxito de los procesos de modernización tecnológica, la reestructuración e incremento de la productividad. Más allá de la oposición de estas perspectivas, la realidad muestra que ambos procesos coexisten, son complementarios e inherentes al desarrollo de una economía capitalista subdesarrollada, caracterizada por la incapacidad de ofrecer fuentes de empleo necesarias a la población (De Grammont, 2010).

En México, el contexto de dichos procesos es resultado de las políticas económicas instrumentadas a partir de la segunda mitad del siglo XX. Es por eso que la política de cambio estructural entre los años 1950 a 1970, basada en la inversión pública para infraestructura, ampliación de la frontera agrícola, innovación tecnológica y trasferencia de tecnología, fue reemplazada desde 1980, por la formulación de políticas de desarrollo rural que privilegiaron modelos de desarrollo basados en el sector empresarial, tales como: la reducción del presupuesto destinado a programas productivos, la desestructuración del sistema de instituciones oficiales para el servicio agrícola, la liberalización de los mercados y las nuevas formas de competencia en el sector agroalimentario (Bonnal et al., 2003; Macías, 2013; Guzmán y León, 2014; Martínez et al., 2017).

En los espacios rurales mexicanos, la liberalización económica favoreció la aparición de dos modelos de aprovechamiento y uso diferenciado. En primer lugar una agricultura agroexportadora, competitiva e integrada a los mercados, sustentada en nuevas técnicas de producción, mejoramiento de los predios vía la fertilización y el riego, al igual que el desarrollo de medios de acondicionamiento y comercialización. En segundo lugar, una agricultura campesina y familiar mayoritaria, acotada por políticas de austeridad y la tendencia a la baja de la rentabilidad de los productos tradicionales (Reyes et al., 1974; Bonnal et al., 2003; Cepal, 2006; Vargas, 2009, De Grammont, 2010), condición que reconfiguro las formas tradicionales de organización para la producción agrícola.

La reconfiguración productiva descrita, acentuó la aparición de fenómenos que complejizan y modifican irreversiblemente (Guzmán y León, 2014), la vida social y económica de los espacios rurales: 1) flexibilización y feminización del trabajo agrícola; 2) intensificación de los procesos migratorios; 3) nuevas conexiones rural-urbanas, sustentadas en medios y vías de transporte; así como en las recientes tecnologías de la comunicación; 4) la inserción en empleos fuera de los predios que acrecentaron la importancia del ingreso no agrícola para la reproducción social y productiva de las unidades doméstico campesinas (Kay, 2009; Matijasevic y Ruiz, 2013; Hernández et al., 2014; Martínez et al., 2017).

Para los espacios y la mayoría de los hogares rurales, estos fenómenos representan las respuestas a las presiones del contexto socioeconómico, que buscan reducir su vulnerabilidad (Santacoloma, 2015), constituyendo un conjunto de estrategias de reproducción social de los hogares rurales.

La expresión estrategias de reproducción se ha mantenido por casi cinco décadas en el plano de la investigación empírica (García et al., 2016). Se define como el recurso que en las unidades domésticas satisface las necesidades de alimentación, vivienda, educación, salud y vestuario (Hintze, 2004; Massa, 2010), con el objetivo de mantener o cambiar la posición en el sistema social de los sujetos que las realizan (Rojas et al., 2013). Por tanto, las estrategias de reproducción remiten a la idea de la vinculación entre la producción (actividades productivas) y el consumo (satisfacción de necesidades). En consecuencia, las estrategias son un rasgo social distintivo de los hogares rurales, para adaptarse al contexto de vulnerabilidad social y económica, representan una forma de organización para alcanzar la subsistencia material, así como la reproducción social.

De acuerdo con Bourdieu (2011), las estrategias de reproducción se clasifican en cinco tipos: 1) estrategias de inversión biológica, las cuales permiten asegurar el linaje; 2) estrategias sucesorias que apuntan a garantizar la transmisión del patrimonio material; 3) estrategias educativas que buscan producir agentes sociales dignos, capaces de recibir la herencia material e inmaterial del grupo; 4) estrategias de inversión económica que tienden a perpetuar o aumentar el capital bajo sus diferentes formas (material, humano, social y simbólico); 5) estrategias de inversión simbólica que apuntan a conservar y aumentar el capital de reconocimiento social.

Los cinco tipos de estrategias se entrelazan para conformar un sistema de estrategias de reproducción (Bourdieu, 2011), dicho sistema se organiza en torno a una racionalidad social y productiva (Herrera, 2015), para la toma de decisiones. Esta racionalidad se agrupa en dos lógicas o ejes: supervivencia-autoconsumo y en menor medida a la acumulación (Landini, 2011; Guzmán y León, 2014). Ambas lógicas tienen como finalidad la conformación de la base material de los hogares rurales, representada por el ingreso económico.

Las lógicas mencionadas, introducen una diferenciación en cuanto a la función y el tipo de estrategias de reproducción con las que disponen las unidades domésticas campesinas. Dicha diferenciación es producto de: 1) la relación entre los procesos macroeconómicos y las especificidades contextuales de las comunidades; 2) las características sociodemográficas de los grupos domésticos; 3) las relaciones sociales con las que disponen; y 4) el saber personal (Massa, 2010; Tomé et al., 2014; Cerón, 2015).

En relación con las especificidades contextuales de las comunidades, la literatura (Ramírez, 2008; Kay, 2009, Vargas, 2009; Salas y González, 2014; Tomé et al., 2014; Martínez et al., 2018) ha identificado un conjunto de recursos presentes en las unidades domésticas campesinas que determinan la diferenciación en la función y el tipo de estrategias de reproducción: 1). la disponibilidad de recursos productivos (propiedad y superficie de la tierra); 2). acceso a recursos financieros (activos económicos: ahorros y créditos); 3). cualidades del capital humano al interior de la unidad doméstica (conocimientos, educación y capacitación); y 4). la densidad del capital social (pertenencia a asociaciones o redes sociales). De ahí la necesidad de profundizar en el análisis de la forma en que estos recursos, se combinan para generar funciones y tipos diferenciados de estrategias de reproducción.

El presente artículo tiene como objetivo principal explorar la relación que mantiene las estrategias de reproducción social con los recursos productivos, humanos, actividades agrícolas, actividades no agrícolas y capital social de las unidades doméstico-campesinas.

Metodología

Área de estudio

El estudio se realizó en la comunidad de Mavoro, perteneciente al municipio de Jocotitlán (Figura 1), ubicado al noroeste del Estado de México. El municipio forma parte de la Zona Metropolitana del Valle de Atlacomulco integrada por los municipios de Ixtlahuca, San Felipe del Progreso y Atlacomulco. Así mismo, Jocotitlán tiene cercanía física con la Zona Metropolitana del Valle de Toluca. De acuerdo con el más reciente censo de población y vivienda 2010, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI] (2018), Mavoro está habitado por 1576 personas que representan el 20,8 % de la población total de Jocotitlán.

Localización de la comunidad de Mavoro, Jocotitlán, Estado de México
Figura 1
Localización de la comunidad de Mavoro, Jocotitlán, Estado de México


Fuente: elaboración propia

La comunidad basa su estructura productiva en el desarrollo de actividades agrícolas. Sin embargo, desde hace 40 años, la comunidad ha afrontado procesos de reconfiguración laboral y reconversión agrícola, como resultado de su proximidad geográfica con la zona metropolitana del valle de Atlacomulco y la zona metropolitana del valle de Toluca. La cercanía a estas zonas metropolitanas favoreció el desplazamiento laboral de los productores agrícolas hacia actividades no agrícolas como los servicios y la industria.

Esta condición se expresa en el porcentaje de personas ocupadas (PO) en el sector secundario y terciario, los cuales concentraron el 45,58 % y el 41,35 % respectivamente. Mientras que el sector agrícola representó el 13.08 % de las PO, las cuales se agrupan en doce actividades agrícolas, entre las que destacan: maíz grano, tomate, avena forrajera y maíz forrajero al concentrar el 97,75 % del total de la producción agrícola anual (SIAP, 2017).

Las unidades de análisis fueron las unidades doméstico campesinas, las cuales se conceptualizan como una organización social o red social familiar con dos propósitos específicos: mantenimiento y reproducción (Ramírez, 2008; Lanza y Rojas, 2010), a partir de un proceso que vincula la producción con el consumo. Para recopilar la información se diseñó un cuestionario, conformado por doce preguntas, las cuales se organizaron en tres secciones: 1). características socioeconómicas, que contiene a un conjunto de variables para describir los recursos productivos y capacidades del capital humano de los hogares rurales; 2). estrategias socioproductivas, esta sección integra al conjunto de estrategias socioproductivas de reproducción realizadas por las unidades domésticas; y 3). capital social, esta sección describe las relaciones sociales que emergen de las interacciones socioproductivas en los hogares rurales (tabla 1).

Tabla 1.
Variables incluidas en el instrumento de recopilación de información
Variables incluidas en el instrumento de recopilación de información


Fuente: elaboración propia

Al ser un estudio exploratorio, el universo de estudio se definió utilizando una muestra intencional, en la que se tuvo en cuenta como criterio de selección aquellos jefes de familia que formaban parte de una organización de productores. Se realizaron 43 cuestionarios en total, estos fueron aplicados durante los meses de agosto y septiembre de 2018. Una vez recabada la información, los datos fueron tratados a partir de técnicas de estadística descriptiva, empleando el programa InfoStat (Balzarini et al., 2008).

Resultados

Caracterización socioeconómica del área de estudio

La tabla 2 muestra la frecuencia relativa porcentual de las variables: edad, escolaridad, tipo de agricultura, principales cultivos, tamaño de la parcela y tenencia de la tierra. Dichas variables describen las características socioeconómicas de las unidades domésticas campesinas encuestadas.

En relación con la edad, los datos empíricos muestran que los entrevistados se agruparon en tres conjuntos de edades: el primero con un rango de 44 a 53 años, que representó el 28 %; el segundo de 64 a 73 años que concentró al 23% de las personas; finalmente, el tercer grupo que abarcó un intervalo de 34 a 43 años e íntegro al 19% de los entrevistados. Respecto a la variable escolaridad, el 37% de los entrevistados, tiene estudios de secundaria; el 30% estudió hasta la preparatoria; mientras que el 24% cuenta con estudios de primaria; por último, solo el 9% cuenta con estudios de nivel superior.

Tabla 2.
Características socioeconómicas de las unidades domésticas campesinas
Características socioeconómicas de las unidades domésticas campesinas


Fuente: elaboración propia

En cuanto a las características de los recursos productivos con los que cuentan los productores, el 51% tienen parcelas de más de una hectárea, en tanto el 26% tiene entre 2500 y 5000 m2, el 16% cuenta con parcelas cuyo tamaño es inferior a un cuarto de hectárea. Siendo el ejido, el régimen de propiedad más representativo con el 86%. Por lo tanto, se asume que la estructura productiva de Mavoro, se caracteriza por ser de pequeños productores al contar en promedio con superficies de producción inferiores a las cinco hectáreas (Dias y Franco, 2018).

En relación con la disponibilidad de agua, el 56% de la población realiza agricultura de riego y temporal, el 28% desarrolla agricultura de temporal y el 16.0 % lleva a cabo agricultura de riego. Respecto a los principales cultivos, en Mavoro el maíz es el cultivo agrícola más importante, al concentrar al 49% de los encuestados. Así mismo, en torno a este cultivo, emergen siete sistemas de producción, dentro de los que destacan: Maíz-Avena y Maíz-Trigo-Avena, los cuales integran respectivamente al 19% de los encuestados.

Diversificación y complementariedad productiva como estrategias de reproducción social

La vida rural, tradicionalmente asociada a las actividades agropecuarias, abriga ahora una diversidad de actividades y relaciones sociales. De acuerdo con Niehof (2004), la diversificación productiva se conceptualiza como el proceso por el cual los hogares construyen diversos modos de vida, utilizando diferentes recursos y bienes para asegurar su sobrevivencia. Si bien la diversificación no es un hecho nuevo en la agricultura, anteriormente la variedad de actividades se daba dentro del predio familiar o relacionado con éste. En la actualidad, la diversidad incluye actividades extrafinca (Ramírez, 2008), y constituye una de las principales estrategias de reproducción con la que cuentan los hogares rurales para hacer frente a la crisis del sector agropecuario, el alza de los precios agrícolas, la disminución del ingreso, el riesgo por cambio climático, los altos costos de transacción o una estrategia de combate a la pobreza extrema (Perevochtchikova et al., 2018).

En el caso de México, tal es la importancia de la diversificación que, del total del ingreso rural, entre el 50% y 75% las remesas y actividades fuera de la granja lo integran, mientras que el 25% restante lo proporciona el trabajo agrícola (Kay, 2009; Perevochtchikova, et al., 2018). Estos datos indican que los hogares rurales económicamente dependen menos de la agricultura y cada vez más de la diversidad productiva o pluriactividad (De Grammont, 2008).

En Mavoro, el sistema de estrategias de reproducción social para la formación del ingreso económico, ha evolucionado de la diversificación hacia la complementariedad productiva entre las actividades agrícolas y no agrícolas, generando un proceso de indivisibilidad entre ambas. Es decir, a partir del desarrollo de actividades no agrícolas, los hogares rurales en Mavoro tienen acceso a una mayor cantidad de recursos financieros, los cuales son transferidos o invertidos para el desarrollo de las labores agrícolas requeridas en cualquiera de los siete sistemas productivos, identificados a partir del análisis socioeconómico. Por tanto, es a partir de la suma de actividades agrícolas y no agrícolas, que la subsistencia se hace posible y no pudiendo ser alcanzados por ninguna de ellas de manera independiente (Landini, 2011).

En cuanto a las características productivas de las actividades agrícolas, en Mavoro, independientemente del sistema productivo que se desarrolle, los cultivos requieren de cinco labores agrícolas: 1) limpieza de la parcela productiva; 2) siembra del cultivo; 3) fertilización; 4) control de plagas a partir del uso de pesticidas y herbicidas; 5) cosecha del cultivo. Cada una de las labores representa la base de la división social del trabajo, donde la familia es el eje principal de la asignación de las funciones productivas agrícolas (Salas y González, 2014; Montes de Oca, 2017).

El jefe de familia, es la persona de mayor importancia productiva, ya que participa en las cinco labores agrícolas. La participación del jefe de familia destaca en labores como la siembra en el 90% de los casos y en la cosecha en el 86%. En segunda instancia, la responsabilidad productiva recae en los hijos, que tienen como funciones principales: la limpieza de la parcela (40% de los casos), la fertilización (42% de los casos) y el control de plagas (33% de los casos). El resto de los integrantes de la familia: madre, hijas, nueros y yernos, tienen incidencia en la cosecha.

Por su parte, las actividades no agrícolas se desarrollan en el 86% de los hogares rurales encuestados. La pluriactividad se concentra en: el sector servicios en actividades como: la albañilería, el trabajo doméstico, la jardinería y la educación; el sector comercial en actividades como la venta de abarrotes; el sector industrial, el cual tiene presencia importante en las unidades domésticas campesinas. Lo anterior es el resultado de la proximidad geográfica de Mavoro con las zonas metropolitanas de Atlacomulco y Toluca, las cuales han presentado una tendencia a la industrialización desde la década de los sesenta.

Caracterización de las relaciones sociales de la producción agrícola en Mavoro

Las relaciones sociales son una de las categorías de análisis empleadas por el enfoque del capital social, para describir la forma con la que un grupo expresa y regula intercambios de recursos económicos, culturales y simbólicos (Carpiano y Fitterer, 2014; Carrillo y Riera, 2017). El enfoque del capital social comenzó a discutirse en la década de los ochenta, a partir de trabajos empíricos desarrollados en países capitalistas avanzados (Capdevielle, 2014). El enfoque se sustenta en el paradigma de la integración social que retoma la tesis de Émile Durkheim sobre la importancia de las relaciones sociales en la cooperación social como fuente de la solidaridad en las sociedades modernas (Forni et al., 2004). Sin embargo, es hasta la década de los noventa que el concepto de capital social es empleado de manera profusa en las ciencias sociales, a partir de los trabajos teóricos de Bourdieu, Coleman y Putnam.

Para Bourdieu (1986), el concepto de capital social hace referencia al agregado de recursos reales o potenciales, vinculados a la pertenencia a una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuo. Putnam (1993) entiende el capital social de aquellas características de la vida social, traducidas en la forma de normas de reciprocidad, redes, asociatividad, confianza y compromiso cívico que mejoran la eficacia de la sociedad facilitando la acción coordinada. Por su parte, Coleman (2000) define al capital social como el conjunto de recursos o medios que facilitan ciertas acciones de los actores dentro de la estructura social para la consecución de sus intereses, es la estructura que emerge del intercambio de favores entre individuos que forman parte de la misma estructura social.

Las aproximaciones conceptuales expuestas, encuentran diferenciación en torno a las pautas de interacción entre los individuos que dan lugar a las relaciones. En tal sentido, la conceptualización de Coleman y Putnam se inserta en la teoría de la acción racional (Capdevielle, 2014), donde las relaciones que entabla un individuo con el resto, se determinan por los beneficios que puede obtener éste del colectivo o de forma individual. Es por eso que las relaciones sociales para el individuo tienen un contenido funcional.

Por el contrario, la noción de capital social de Bourdieu (1986), hace hincapié en las relaciones de poder y conflicto que emergen de una estructura social. Es decir, el capital social es una construcción, que supone inversiones materiales y simbólicas, lo que convierte relaciones contingentes (vecindad, parentesco y familiares), en relaciones necesarias y electivas, que conllevan obligaciones institucionales, comunicacionales y sentidas tales como respeto, amistad y gratitud (Hintze, 2004).

Las conceptualizaciones expuestas, dan cuenta de que el capital social, se encuentra en un proceso de construcción teórico-conceptual. Sin embargo, a nivel metodológico y empírico, el desarrollo de los estudios que emplean el enfoque de capital social, ha permitido identificar tres elementos o componentes persistentes que lo estructuran (Serra y Poli, 2015; Banda et al., 2016; Gordon y Hernández, 2018): 1) la red social como la estructura relacional que sustenta al capital social; 2) las normas de confianza y reciprocidad que regulan las relaciones; y 3) los recursos que emergen de las relaciones de una red social —los cuales Bourdieu clasifica en: económicos, materiales, culturales y simbólicos— (Carpiano y Fitterer, 2014; Capdevielle, 2014).

En relación al capital social presente en espacios rurales, este se puede definir como las relaciones sociales que se originan de la interacción entre actores rurales: agricultores, proveedores de bienes y servicios agrícolas, agentes de comercialización, y agentes de transformación (Lugo, 2013), que se concretiza entre grupos, comunidades, familias e individuos diversos y diferentes (Gutiérrez, 2016).

En cuanto a las relaciones sociales que surgen de las actividades agrícolas, estas se caracterizan por vincular el carácter social (dimensión sociocultural) y productivo (dimensión económica). Por tanto, las relaciones caracterizadas fueron las emergidas de la interacción entre estas dos dimensiones: cooperación; innovación; organización para la gestión de programas y recursos gubernamentales; y organización para la comercialización de productos agrícolas (tabla 3).

Tabla 3.
Características de las relaciones sociales en la producción agrícola identificadas en Mavoro, Jocotitlán, Estado de México
Características de las relaciones sociales en la producción agrícola identificadas en Mavoro, Jocotitlán, Estado de México


Fuente: elaboración propia

El 60% de los encuestados reportó que reciben ayuda de otros productores, la cooperación proviene principalmente de: amigos 23,5 %, vecinos 19% y familiares 16%. En cuanto a las relaciones de innovación productiva, los encuestados informaron que un alto porcentaje (77%) aprende de otros productores tales como: amigos 23,5 %, técnicos agrícolas 19% y familiares 16%.

Por su parte, la organización entre productores para la gestión de programas y recursos gubernamentales, es limitada, solo el 44% de los encuestados mencionó que se asoció con otros productores para obtener apoyos gubernamentales. Los encuestados informaron que se organizaron entre amigos 26%, vecinos 9% y familiares 5%. En cuanto a las relaciones para la comercialización de productos agrícolas, solo el 16% de los encuestados se han organizado para comercializar en conjunto sus productos. Los productores realizaron comercialización conjunta con: amigos 10%, amigos y familiares 2%, amigos, familiares y vecinos 2% y familiares 2%. En tanto el 84% de los encuestados informaron que nunca han establecido relaciones de organización para la comercialización.

Discusión

Condicionantes socioeconómicas de las estrategias de reproducción

La escolaridad es un factor asociado al manejo de conocimiento codificado, el cual se refiere al reconocimiento y asimilación del mismo expresado con palabras y números, se comunica en forma de datos, fórmulas y procedimientos. En la práctica, el conocimiento codificado favorece el manejo de técnicas y aplicación de nuevas tecnologías para el proceso productivo (Páez, 2012). Por lo tanto, a partir de la información recabada, se puede afirmar que el capital humano presente en la localidad de Mavoro, tiene un alto grado para interpretar y aplicar conocimiento codificado, ya que el 67% de los entrevistados cuenta con estudios de secundaria o preparatoria.

El tamaño de la parcela determina el tipo de aprovechamiento y el sistema de cultivo, en tal sentido, en Mavoro se presentan dos grupos de productores; por un lado se encuentra aquellos que combinan la agricultura comercial con la agricultura de autoconsumo, que representan el 51% de los entrevistados. Mientras que el segundo grupo se desarrolla en la agricultura de autoconsumo, concentrando al 49% de los entrevistados.

Para las unidades domésticas campesinas, el maíz representa el eje central de la producción agrícola, al cumplir con tres funciones esenciales para la reproducción de los hogares rurales: 1) permite disponer de granos para el autoconsumo que asegura la reproducción biológica en su dimensión de alimentación (Salas y González, 2014; García et al., 2016); 2) el uso de una parte de los granos para la alimentación de animales de traspatio, de esta manera, la unidad doméstica campesina integra de manera consistente la agricultura con la ganadería (Osorio et al., 2015), como estrategia de inversión económica y biológica, ya que recurre a su ganado como fuente de alimentación y recurso económico disponible a largo plazo; 3) la comercialización de los granos sobre todo para los productores del sistema Maíz-Avena-Trigo, lo que representa una fuente importante de ingresos agrícolas para las unidades domésticas.

Complementariedad productiva como estrategia de reproducción

En Mavoro, la producción agrícola tiene como eje al jefe de familia que participa en cada una de las labores agrícolas. Seguido por los hijos, quienes desarrollan funciones complementarias (limpieza del terreno) o funciones que por edad no pueden ser realizadas por el jefe de familia (fertilización y control de plagas). Mientras que el resto de la familia se emplea como fuerza laboral en la última fase del ciclo productivo, la cosecha. Por tanto, la estructura de la división del trabajo en Mavoro refleja un sistema de autoridad donde los distintos miembros de la familia ocupan posiciones diferentes con relaciones y responsabilidades diferenciadas (Lanza y Rojas, 2010).

Un elemento a destacar dentro de las actividades no agrícolas, es la diferenciación en las actividades que desarrollan cada uno de los integrantes de las unidades domésticas. Del 86% de los hogares que realizan actividades no agrícolas, el jefe de familia desarrolla actividades como la industria donde el 8% de los encuestados reportó que se integró a esta actividad y la albañilería y la jardinería que concentraron al 2,6% de los encuestados. Las actividades que realizan los hijos se ubican en la industria 29% de los casos y la albañilería 10,5% según los encuestados. Mientras que el 2,6% de los encuestados reportó que los hijos se dedican a la comercialización de abarrotes y a la prestación de servicios educativos como el profesorado.

Las hijas se desempeñan en actividades no agrícolas como el trabajo doméstico 13,2% de los casos, la industria 11% de las unidades domésticas, la educación 5,3% de los encuestados y la comercialización de abarrotes con el 2,6% de los hogares. En relación con las actividades no agrícolas realizadas por las madres, estas se concentran en la comercialización de abarrotes en el 7,9% de los hogares y el trabajo doméstico en el 2,6%. Para las madres, la incorporación a actividades no agrícolas representa la posibilidad de combinar las tareas del hogar con el trabajo pagado.

Para Tomé et al. (2014) y Osorio et al. (2015) existen dos factores asociados con la forma en que las actividades no agrícolas desempeñan un papel diferenciado en las unidades domésticas campesinas, por un lado, se encuentra la extensión de la parcela productiva y por el otro, la escolaridad. Una mayor superficie agrícola favorece la diversidad de producción, en consecuencia, se incrementan la posibilidad de introducir cultivos de mayor rentabilidad. En este contexto las actividades no agrícolas tienen la función de acrecentar los recursos monetarios que se asignan a los cultivos, pues un mejor nivel educativo, permite a los miembros de la familia emplearse en actividades extrafinca de mayores ingresos.

En Mavoro, las características socioeconómicas muestran que, el 51% de los encuestados cuentan con una superficie mayor a una hectárea, esto explica la diversidad productiva que se refleja en los siete sistemas de producción asociados con el maíz. Para este grupo de unidades domésticas, las actividades no agrícolas favorecen la diversificación de la producción agrícola, al representar un ingreso que se invierte en el desarrollo de cultivos no tradicionales: avena, trigo y tomate.

En consecuencia, para la comunidad de Mavoro, la complementariedad productiva entre las actividades agrícolas y no agrícolas, representa una estrategia de reproducción que asegura el autoconsumo, la supervivencia y la acumulación para el 51% de los hogares, característica que coincide con otras investigaciones como la de Osorio et al. (2015), quienes identificaron a la complementariedad productiva entre actividades agrícolas y no agrícolas, como estrategia empleada por los hogares rurales del Valle de Puebla, México, para asegurar su subsistencia.

Condicionantes del capital social para los espacios rurales

De acuerdo con Lugo (2013), en los espacios rurales las estrategias de reproducción están sustentadas en relaciones socioproductivas, inmersas en dos grupos de relaciones sociales diferenciadas. El primer grupo integra aquellas que están sustentadas en el parentesco y la amistad. Dentro de este tipo de relaciones se encuentran la confianza y la cooperación. Las relaciones de confianza, se refieren a intercambios de información o recursos cimentados en el reconocimiento social y la amistad entre las personas. Las relaciones de cooperación, son producto de acuerdos entre dos o más personas para intercambiar información de interés o recursos materiales.

El segundo grupo de relaciones, emerge de motivaciones económicas. A este conjunto pertenecen relaciones como la negociación, subordinación y el conflicto. Las relaciones de negociación se refieren a un proceso de intercambio entre dos partes con el propósito de conseguir un arreglo. Las relaciones de subordinación son arreglos asimétricos o de dominación, donde el poder en forma de dependencia y la jerarquización se hace presente. Las relaciones de conflicto emergen del desacuerdo entre dos o más personas, resultado de arreglos asimétricos y ausencia de confianza entre los individuos.

En el caso de Mavoro, las relaciones de cooperación se sustentan en el capital social de vinculación o de base —Bonding— que emerge de las conexiones sociales entre individuos socialmente similares (Carrillo y Riera, 2017; Glanville y Story, 2018), y que liga a familias entre sí. Estos vínculos se construyen en torno a la cercanía geográfica (Granberry, 2014), la frecuencia de interacción (Capdevielle, 2014) y la confianza mutua entre familiares, amigos y vecinos (Gericke et al., 2018). Mediante las relaciones de cooperación, los productores han recibido orientación para mejorar el rendimiento del cultivo principal, orientación para introducir nuevos cultivos, ayuda para la labor de cosecha y préstamo de maquinaria agrícola. Insumos productivos, a los cuales no podrían acceder de manera individual por su alto costo, reflejando una alta cohesión social, lo que significa un grado importante de cercanía y solidaridad en la comunidad (Carrillo y Riera, 2017).

En cuanto a las relaciones de innovación, estas se sustentan en la combinación del capital de vinculación y el capital puente. El capital Bridging, se refiere a la conexión social que un individuo realiza con otros individuos socialmente disimiles o pertenecientes a colectivos o territorios externos (Banda et. al, 2016; Esparcia et al., 2016; Glanville y Story, 2018), dando como resultado relaciones físicamente distantes, menos estrechas y más diversas (Saz y Gómez, 2016), las cuales posibilitan el acceso a información y recursos novedosos.

En Mavoro, el capital puente para la innovación productiva emerge de las relaciones de negociación entre productores y técnicos agrícolas, estos últimos proporcionan información sobre nuevas de semillas, fertilizantes y maquinaria agrícola. Sin embargo, no todos los productores tienen acceso a esta información, sus recursos productivos (superficie y tipo de cultivo), así como sus recursos financieros, condicionan el acceso a las relaciones puente con los técnicos agrícolas, dando origen a relaciones asimétricas o de subordinación (Esparcia et al., 2016) entre productores.

Por su parte el capital de vinculación sustentado en familiares y amigos, tiene un papel de replicación y verificación de nuevos conocimientos. Es decir, a partir de la introducción de un nuevo cultivo, una nueva semilla, o un nuevo fertilizante, los productores adquieren información que les permite incorporar nuevos aprendizajes a las labores agrícolas. Dicha información es compartida haciendo uso de las conexiones fuertes, resultado de la cercanía física y confianza mutua (Saz y González, 2015).

Respecto a las relaciones de organización para la gestión de programas y recursos gubernamentales, estas se sustentan en el capital de vinculación: capacidad de organización con amigos, vecinos y familiares. Los apoyos obtenidos han sido diversos fertilizante y semillas, fertilizante y maquinaria agrícola, fertilizante, semillas e infraestructura para ganado, créditos para riego, compra de animales de granja, herramientas agrícolas y la construcción de una bodega para el almacenamiento de granos.

Sin embargo, este tipo de relaciones se encuentran limitadas, muestra de ello fue que el 56% de los encuestados, informó que nunca se han asociado con otros productores para la obtención de apoyos gubernamentales. Las razones de la ausencia de organización son: 1) al final del proceso de gestión no se consigue el apoyo solicitado lo que desmotiva a los individuos; 2) ausencia de coordinación entre las personas para definir las prioridades en los apoyos a solicitar; 3) desconocimiento de los programas y recursos gubernamentales; 4) el egoísmo y oportunismo de algunos individuos al momento de definir los apoyos a solicitar.

Finalmente, las relaciones de comercialización se caracterizan por ser escasas y sustentarse en el capital de vinculación donde los amigos, familiares y vecinos son los actores con los que se pueden establecer procesos de negociación. Existen dos motivos mencionados por los productores por los cuales se han establecido relaciones para la comercialización en conjunto: la primera consiste en que se facilita la comercialización porque se divide el costo de transportación de los productos y la segunda se remite a que al dividirse el costo de transportación se facilita el acceso a los mercados regionales.

Las razones que limitan las relaciones de organización para la comercialización consisten en que: 1). la producción es de autoconsumo, el 16 % de los encuestados informo que la producción agrícola que realizan está destinada para reproducción biológica de la unidad doméstica campesina; 2) el egoísmo y oportunismo, el 25,5 % de los encuestados mencionó que al momento de establecer vínculos para la comercialización en conjunto detectan en sus pares, actitudes de egoísmo y oportunismo, lo que reduce la confianza; 3) el 9% de los encuestados mencionó que la comercialización de forma individual es más redituable; y 4) el 2% de los encuestados que no establecen vínculos para la comercialización, reportaron que no lo hacen porque la venta de sus productos está comprometida con un comprador frecuente.

Conclusiones

Durante los últimos 70 años, los espacios rurales mexicanos se han transformado social y productivamente, resultado de los modelos de desarrollo instrumentados por el Gobierno Nacional. Las transformaciones se reflejan en la aparición de dos realidades socioproductivas diferenciadas. Por un lado una agricultura agroexportadora e integrada a los mercados. Por el otro, una agricultura campesina y familiar mayoritaria, dedicada a la producción de autoconsumo y/o a la producción agrícola de baja rentabilidad.

En este contexto, las unidades domésticas campesinas han desarrollado un conjunto de estrategias para reducir su vulnerabilidad socioeconómica. La complementariedad entre actividades agrícolas y no agrícolas, constituye una de las principales estrategias que articulan la racionalidad de los hogares rurales para asegurar su reproducción. Sin embargo, la complementariedad productiva cumple funciones diferenciadas entre los hogares rurales, resultado de factores como tamaño de la parcela, escolaridad, género, capital social de vinculación y capital social puente. Evidencia esta afirmación, son los resultados obtenidos por esta investigación en la comunidad de Mavoro, los cuales se pueden considerar como punto de partida para diferentes contextos rurales latinoamericanos.

Para las unidades domésticas, las actividades no agrícolas, cumplen dos funciones principales: permite complementar los ingresos familiares y les permite contar con recursos financieros que son invertidos para el desarrollo de actividades agrícolas. En tal sentido, el tipo de actividad no agrícola desarrollada por los integrantes de los hogares rurales, permite llevar a cabo estrategias de reproducción con dos diferencias lógicas: lógica de supervivencia; lógica de acumulación. La lógica de las estrategias de reproducción seguida por las unidades domésticas, está asociada con la edad y nivel de escolaridad. Los miembros de la familia más jóvenes y con mayor grado de escolaridad, se emplean en una mayor cantidad de actividades no agrícolas, más redituables.

En relación con las actividades agrícolas, para los agricultores de Mavoro, el maíz es el eje central de la producción agrícola. En torno a él, se desarrollan siete sistemas productivos, entre los que destacan Maíz-Avena y Maíz-Avena-Trigo. Por tanto, se reconoce que la agricultura mantiene importancia alimentaria, así como económica para los hogares rurales de Mavoro.

La importancia alimentaria, radica en que, a partir del desarrollo de la agricultura, los hogares disponen de granos básicos para el autoconsumo al igual que la alimentación de animales de traspatio. La importancia económica, se vincula con la diversificación de la producción agrícola, superficie de producción y actividades no agrícolas desarrolladas. Una mayor diversidad de cultivos comerciales (trigo, avena, tomate), aunado a una mayor superficie en conjunto con actividades no agrícolas más redituables, representan para la unidad doméstica campesina, la posibilidad de desarrollar actividades agrícolas más rentables, incrementando las posibilidades de reproducción.

Las relaciones socioproductivas, que caracterizan el capital social de las unidades domésticas en Mavoro, son las relaciones de cooperación e innovación. Ambas se sustentan en el capital social de vinculación el cual emerge de los lazos entre familiares, amigos y vecinos. En este contexto la confianza particular, la identidad, así como la proximidad geográfica, constituyen factores articuladores de las relaciones de cooperación e innovación productiva.

A partir de las relaciones de cooperación, fluyen recursos intangibles tales como la información sobre la mejora del rendimiento del cultivo principal al igual que la introducción de nuevos cultivos. Por su parte, los recursos tangibles asociados a la cooperación consisten en la ayuda para la labor de cosecha y el préstamo de maquinaria agrícola.

En cuanto a las relaciones que propician la innovación productiva, los vínculos, son producto de la combinación entre el capital social de vinculación y el capital social puente. La innovación que emerge del capital de vinculación, se sustenta en la replicación de conocimientos entre familiares, amigos y vecinos sobre la introducción de materias primas, al igual que de fertilizantes y técnicas para el control de plagas.

Por su parte, la innovación que surge del capital puente, es producto de relaciones de negociación entre productores, así como técnicos agrícolas. El tipo de cultivo, superficie de producción y recursos financieros hacen parte de los condicionantes para acceder a este tipo de capital. Los productores con mayor diversificación agrícola, superficie al igual que de recursos financieros, acceden con más facilidad a los conocimientos de técnicos agrícolas, generando vínculos asimétricos en cuanto a la disponibilidad de información productiva para la innovación.

Las relaciones de organización para gestión de programas, así como recursos gubernamentales en conjunto con las relaciones de organización para la comercialización, son los vínculos menos frecuentes entre las unidades domésticas campesinas de Mavoro. En relación con la organización para la gestión de programas, los encuestados mencionaron que este tipo de vínculos se encuentran limitado por las relaciones asimétricas entre productores. Es decir, aquellos productores cuyo capital puente con autoridades gubernamentales es mayor, son los que tiene acceso a información sobre los programas y recursos disponibles, facilitando la gestión de estos.

En cuanto a los vínculos de organización para la comercialización, estos se encuentran condicionados por el tipo de agricultura desarrollada en Mavoro, caracterizada por ser una producción para el autoconsumo con pocos vínculos con el mercado. Solo una pequeña porción de los encuestados, mencionó que ha construido relaciones para la comercialización haciendo uso de su capital de vinculación con familiares. La función principal que tiene este tipo de vínculos dentro de las relaciones socioproductivas, consiste en ocupar mercados regionales para la venta de cultivos no tradicionales.

Agradecimientos

Este documento recibió financiación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Instituto de Investigaciones Sociales. “UNAM. Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, Becario del Instituto de Investigaciones Sociales, asesorado por la doctora Alma Estela Martínez Borrego”.

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Notas

* Artículo de investigación

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: carloscustodio@sociales.unam.mx

Información adicional

Cómo citar este artículo: Custodio González, C. A. (2020). Reconfiguración productiva, estrategias de reproducción y capital social en espacios rurales: un análisis exploratorio en el noroeste del Estado de México. Cuadernos de Desarrollo Rural, 17. https://doi.org/10.11144/Javeriana.cdr17.rper

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