Heterogeneidad de la estructura ocupacional, desigualdad distributiva y obstáculos a la equidad en la Argentina (1974-2014)*

Heterogeneity in the Occupational Structure, Distributive Inequality and Obstacles to Equity in Argentina (1974-2014)

Papel Político, vol. 25, 2020

Pontificia Universidad Javeriana

Agustín Salvia

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina


Santiago Poy a

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina


Julieta Vera

Universidad Católica Argentina, Argentina


Recibido: 06 Diciembre 2018

Aceptado: 25 Abril 2019

Publicado: 29 Junio 2020

Resumen: El artículo examina el comportamiento de la desigualdad de la distribución del ingreso familiar bajo los distintos regímenes macroeconómicos vigentes en las últimas cuatro décadas en la Argentina, y evalúa los factores que explican sus cambios. Se examina la hipótesis de que en el período mencionado se habría consolidado una matriz de desigualdad asociada a la persistente heterogeneidad estructural del sistema socio-ocupacional, incluso en un contexto de activas políticas distributivas. Para abordar esta hipótesis, se lleva adelante un modelo de descomposición del coeficiente de Gini, distinguiendo el aporte de los ingresos de distintos sectores económicos en la desigualdad de ingresos familiares. La información se construyó a partir de la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos de Argentina, correspondientes al Área Gran Buenos Aires, por ser la única para la que existe información durante el conjunto del período. Los hallazgos revelan que la mayor desigualdad distributiva se explica por la mayor inequidad de los ingresos laborales, la mayor concentración de ingresos por parte de los sectores económicos más modernos, y por un empobrecimiento del sector de baja productividad.

Palabras clave:desigualdad económica, heterogeneidad estructural, mercado de trabajo, Argentina.

Abstract: This paper examines the behavior of inequality in the distribution of family income under the different macroeconomic regimes in force during the last four decades in Argentina. It also evaluates the factors explaining the changes thereof. This work examines the hypothesis that during the said decades an inequality matrix associated with a persistent structural heterogeneity in the social-occupational systems would have been established, even though if there was a context of active distributive policies. To prove this hypothesis, a model is developed to decompose the Gini coefficient, distinguishing the income contribution to the family-income inequality by different economic sectors. The information is gathered by using the Household Permanent Survey of the Argentinian National Institute for Statistics and Census, specifically, the one applied to the Great Buenos Aires as it was the only one having complete information for the study term. The findings reveal that the highest distributive inequality is explained with a higher inequity in labor earnings, higher concentration of income by the most upgraded economic sectors and the impoverishment of the low-productivity sector.

Keywords: economic inequality, structural heterogeneity, labor market, Argentina.

Presentación

Existe consenso en que América Latina continúa siendo la región más desigual del mundo (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2017). Luego de que la primera década de los 2000 se caracterizara por la reducción de la desigualdad distributiva, el debilitamiento reciente de esta tendencia (Gasparini et al., 2016; López-Calva y Lustig, 2010) otorga renovada centralidad a la cuestión de la inequidad persistente. De allí la relevancia de examinar los componentes estructurales que subyacen a la recreación de una matriz de desigualdad económica en la región. Con ese propósito, este artículo examina el patrón de desigualdad en la Argentina durante las últimas cuatro décadas, otorgando prioridad a los factores productivos y laborales que organizan la acumulación y la distribución en una economía periférica.

Existen numerosos antecedentes de investigaciones sobre la desigualdad distributiva en la Argentina (Salvia, 2012; Salvia y Vera, 2013; Altimir y Beccaria, 2001; Benza y Calvi, 2005; Cruces y Gasparini, 2009a; Groisman, 2013, 2014; Trujillo y Villafañe, 2011). No obstante, si bien existen algunos estudios que han incorporado una perspectiva de largo plazo (Salvia y Vera, 2013; Cruces y Gasparini, 2009a; Groisman, 2013), ha sido poco frecuente la consideración articulada del modo en que se ligan los cambios político-económicos —en la estructura productiva y en la dinámica laboral— con el patrón de desigualdad distributiva.

El caso argentino es pertinente para este tipo de análisis porque durante los últimos cuarenta años se sucedieron transformaciones de signo opuesto en el régimen de acumulación (Torrado, 2010). A partir de mediados de los años setenta, se asistió a la progresiva desarticulación del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), a la apertura comercial y a la desregulación económica. Durante los noventa, una serie de políticas ortodoxas profundizaron los procesos precedentes. Luego de una crisis aguda, a partir de los años 2000 se registró un período de crecimiento bajo políticas heterodoxas, aunque sin cambio estructural del régimen de acumulación, que siguió siendo dependiente de los commodities, y fuertemente extranjerizado.

Desde un enfoque estructuralista, este artículo discute la hipótesis de que en las últimas cuatro décadas se habría consolidado una matriz de desigualdad —no sin poca variabilidad socio histórica— asociada a la persistente “heterogeneidad estructural” del régimen de acumulación, incluso en el contexto de activas políticas de ingresos de carácter redistributivo por parte de las autoridades. Estas condiciones de heterogeneidad estructural explicarían los límites de la convergencia socioeconómica. Durante los años estudiados persistiría una estructura económico-ocupacional con funcionamiento segmentado, con una parte significativa de la fuerza de trabajo ocupada en un sector microinformal heterogéneo, y porciones crecientes de unidades económicas de baja productividad, lo cual sería expresión de inequidades estructurales en materia de progreso técnico, competitividad y remuneraciones laborales.

El siguiente apartado presenta el enfoque teórico-metodológico de la investigación, la relación entre heterogeneidad estructural y desigualdad, y una descripción de los distintos períodos político-económicos identificados en el estudio. El tercer apartado examina la relación entre los cambios político-económicos y la evolución de la estructura económico-ocupacional. El cuarto apartado analiza la relación entre heterogeneidad de la estructura económico-ocupacional y desigualdad económica en el caso argentino, y presenta un modelo de descomposición del coeficiente de Gini que considera el papel de distintas fuentes de ingreso en los cambios de la desigualdad. El último apartado presenta las reflexiones finales que sintetizan los hallazgos a la luz de las preocupaciones que originaron este artículo.

Acerca de la heterogeneidad estructural y su relación con la desigualdad económica

En esta investigación se aborda la cuestión de la desigualdad distributiva persistente —un rasgo común de muchas economías latinoamericanas— a partir de un enfoque teórico estructuralista. De acuerdo con esta perspectiva, las inequidades que atraviesan a las sociedades periféricas se asocian con un determinado modo de funcionamiento de la estructura productiva, del mercado laboral y de la distribución del ingreso (Salvia, 2012; Bárcena y Prado, 2016; Infante, 2011; Rodríguez, 2001). A su vez, la configuración del patrón de desigualdad no es independiente de las políticas socioeconómicas desplegadas (Bárcena y Prado, 2016) ni de los comportamientos que despliegan los agentes sociales, en especial, los hogares, los que procuran optimizar su balance reproductivo (Cortés, 2001)[1].

Desde el enfoque estructuralista clásico, se comprende la desigualdad persistente y significativa a partir de la reproducción de una matriz productiva heterogénea y desequilibrada (Pinto, 1976; Prebisch, 1949, 1967). La heterogeneidad estructural remite a la existencia de ostensibles brechas de productividad entre sectores, de manera que en algunas actividades o ramas la productividad promedio es similar a la internacional, y en otras es muy reducida (Rodríguez, 2001). Su origen radica en el tipo de incorporación de los países periféricos al mercado mundial, en posiciones subordinadas como productores especializados en bienes primarios (Pinto, 1976). La heterogeneidad productiva se plasma en la heterogeneidad de la estructura ocupacional: la insuficiente absorción de fuerza de trabajo por parte de los sectores más modernos de la economía conduce a la reproducción de un amplio sector de microunidades y diversas expresiones de autoempleo (Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe, 1978).

En el contexto de una economía periférica que se abre al exterior —tal como se verificó en el caso argentino a partir de mediados de los setenta—, puede verificarse un aumento de la inversión de capital, pero también de la oferta excedente de fuerza de trabajo, frente a un crecimiento poco significativo de la demanda laboral por parte de los sectores más dinámicos de la economía. Por consiguiente, se acentuaría el funcionamiento segmentado del mercado de trabajo, y se incrementarían los excedentes de fuerza de trabajo (Rodríguez, 2001). En este marco, el aumento de los diferenciales de productividad a favor de los sectores más dinámicos acentuaría la concentración económica, afectando en forma negativa a la distribución del ingreso. La implementación de políticas de tipo heterodoxo —tal como ocurrió en la Argentina en los años 2000— podría evitar la profundización de estos comportamientos, pero sería insuficiente para revertir sus tendencias en ausencia de un cambio sustantivo en la matriz estructural del subdesarrollo.

Este trabajo examina la adecuación de esta tesis teórica al caso argentino, centrándose, por razones de disponibilidad de información, en el Gran Buenos Aires[2]. Para ello, se propone articular los cambios ocurridos en los distintos sectores económico-ocupacionales —como expresión de la heterogeneidad de la estructura laboral— con los efectos sobre la distribución de los ingresos familiares. Se asume que los ingresos que obtienen los hogares a través de sus integrantes ocupados pueden ser clasificados según el tipo de espacio económico en el que se generan, enfatizando la composición, organización y el nivel de productividad laboral “aproximada” de la unidad económica donde se desarrolla la actividad laboral remunerada.

Se retoma la clasificación sectorial propuesta por el Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe (1978), que considera el tamaño del establecimiento, el carácter público o privado de las unidades económicas y la calificación de las tareas para construir un proxy del tipo de inserción económico-ocupacional de los trabajadores. Ello permitió definir: a) posiciones en el sector microempresario o microinformal: incluyen a trabajadores independientes no profesionales (patrones y cuentapropistas) y a los ocupados en empresas de hasta cinco trabajadores; b) posiciones en el sector formal privado, que involucran a trabajadores independientes profesionales, a patrones y asalariados de establecimientos de más de 5 ocupados; c) posiciones en el sector formal público, que incluyen a los ocupados en establecimientos estatales[3].

La información se construyó a partir de los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que releva el Instituto Nacional de Estadística y Censos (2003). Los ingresos reportados por las ocupaciones de los trabajadores corresponden al “ingreso corriente de bolsillo” (es decir, neto de obligaciones fiscales) proveniente de fuentes laborales (salarios de obreros y empleados, remuneraciones al trabajo por cuenta propia y utilidades patronales) y no laborales (rentas e intereses, jubilaciones y otros ingresos de fuentes públicas y privadas)[4]. A lo largo de la serie, la EPH tuvo diversos cambios metodológicos. Entre los más relevantes, cabe consignar el que tuvo lugar a partir del segundo semestre de 2003, cuando se abandonó la modalidad “puntual” (dos relevamientos anuales) a la “continua” (cuatro relevamientos y cambios en la estructura de solapamiento). Por este motivo, en el análisis descriptivo se tomaron en cuenta los microdatos de mayo de 2003 (EPH “puntual”) y del cuarto trimestre del mismo año (EPH “continua”). En los modelos de descomposición del coeficiente de Gini se utilizaron los microdatos correspondientes a mayo de 2003 para la descomposición de los cambios con respecto a los años setenta, ochenta y noventa, y los del cuarto trimestre de 2003 para las descomposiciones con respecto a los años 2000.

Durante los últimos cuarenta años, es posible reconocer una serie de cambios en la historia político-económica argentina, asociados con diferentes ciclos, coyunturas y dinámicas de carácter estructural. En este artículo se apela a la identificación de tres grandes fases en el modelo de desarrollo argentino reciente:

1) Fase final del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) e inicio del ajuste ortodoxo (1974-1988): tras la crisis de los años treinta se expandió en la Argentina un modelo basado en la industrialización sustitutiva de importaciones que condujo a la configuración de una “estructura productiva desequilibrada” (Diamand, 1972), con una limitada capacidad exportadora y una industria demandante de importaciones con escasas oportunidades de insertarse en el comercio exterior. El carácter cíclico de este modelo y los cambios en la economía mundial condujeron a partir de los años setenta a la aplicación de políticas de ajuste, estabilización y cambio estructural (Basualdo, 2010). Las medidas ortodoxas provocaron endeudamiento externo y tuvieron un efecto regresivo sobre la estructura productiva y el mercado de trabajo (Poy, 2017). Durante los ochenta, la crisis del modelo sustitutivo desembocó en un escenario de desequilibrios estructurales. Tras diversos intentos de estabilización (como el Plan Austral o el Plan Primavera, en 1985 y 1988), sobrevino un período de recesión e hiperinflación.

2) Reformas estructurales bajo un régimen de convertibilidad (1988-2003): la salida de la crisis hiperinflacionaria se resolvió, a comienzos de los años noventa, a través de un sistema de convertibilidad fija con el dólar y un paquete de reformas estructurales orientadas a la liberalización financiera y del comercio exterior, la desregulación de los mercados y el traspaso de los monopolios públicos al sector privado mediante privatizaciones (Gaggero et al., 2014). Si bien se alcanzó un ciclo inicial de fuerte crecimiento económico, las políticas de reconversión productiva hicieron crecer el desempleo y aumentaron la precariedad laboral (Salvia, 2012). Tras el “efecto tequila”, en 1995 la economía enfrentó una recesión que elevó los niveles de desempleo a cifras récord. Luego de una recuperación, a partir de 1998, las crisis financieras globales restringieron el financiamiento externo, lo que condujo a una prolongada recesión con efectos sociales regresivos. La fuerte crisis social e institucional condujo a un default de la deuda externa a fines de 2001, y al abandono del régimen de paridad cambiaria. En lo inmediato, la crisis de 2001-2002 dio lugar a un abrupto aumento del desempleo y de la pobreza (Lindenboim, 2012).

3) Ciclo de crecimiento bajo políticas heterodoxas (2003-2014): la devaluación de 2002 condujo a una nueva fase de crecimiento económico (Gaggero et al., 2014). La salida de la convertibilidad estimuló la producción local, lo cual se combinó con el aumento de precios de los productos de exportación. Ello se tradujo en una intensa recuperación del PIB y de la demanda de empleo (Kulfas, 2016). Sin embargo, el perfil productivo del país mantuvo los rasgos heredados de la década previa: alta concentración, dependencia tecnológica y exportaciones de bajo valor agregado (Fernández Bugna y Porta, 2008; Gaggero et al., 2014). El Gobierno implementó políticas de ingresos, aumentó el salario mínimo y amplió su actividad regulatoria sobre el mercado laboral (Beccaria y Maurizio, 2012; Centro de Estudios para el Desarrollo, 2010; Cruces y Gasparini, 2009b). Sin embargo, a partir de 2007, el aumento de la oferta de bienes y servicios por debajo de la demanda agregada, y el crecimiento de los precios de exportación generaron un proceso inflacionario, lo cual dio lugar a desequilibrios del balance comercial y condujo a la reaparición de la “restricción externa” (Gaggero et al., 2014). Como resultado, descendió el ritmo de crecimiento y se implantó un sistema de control de cambios que hizo declinar aún más la tasa de inversión y el ritmo de creación de empleo. El resultado fue un nivel menor de crecimiento en el período 2008-2014 (Kulfas, 2016).

Cambios macroeconómicos y mutaciones de la estructura económico-ocupacional

Esta sección considera las mutaciones de la estructura económico-ocupacional del Gran Buenos Aires durante distintas fases macroeconómicas. Este análisis ofrece un marco de referencia para el estudio de la incidencia de las condiciones de heterogeneidad estructural sobre la pauta de desigualdad distributiva de los ingresos familiares.

Tabla 1.
Participación de los sectores y categorías económico-ocupacionales en la distribución de fuerza de trabajo. Gran Buenos Aires 1974-2014. En porcentaje sobre el total de activos
Participación de los sectores y categorías económico-ocupacionales en la distribución de fuerza de trabajo. Gran Buenos Aires 1974-2014. En porcentaje sobre el total de activos


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Tanto los procesos de reestructuración productiva inducidos por el programa económico del gobierno militar como el estancamiento de los ochenta propiciaron una reducción del peso del sector formal público y privado en la estructura ocupacional (que pasó de 62,4% a 56,5% entre 1974 y 1988). Como correlato, aumentó la participación del empleo en el sector microinformal y de la desocupación abierta (tabla 1). Las políticas de ajuste estructural implementadas durante la fase de reformas estructurales (1988-2003) condujeron a una nueva retracción de la participación del sector formal público y privado en la estructura social del trabajo. El sesgo en la demanda laboral del sector formal hacia fuerza de trabajo altamente calificada, la destrucción de empresas pequeñas y medianas, y la saturación del sector microinformal se plasmaron en la renovada incidencia del desempleo abierto en el mercado de trabajo[5]. Durante el ciclo de crecimiento bajo políticas heterodoxas (2003-2014) se verificó una recomposición de la participación del sector formal público y privado en la estructura económico-ocupacional (que pasó de 40,1% a 53,2% entre puntas del período), principalmente por la mayor incidencia de asalariados de establecimientos privados. A la vez, se retrajo la incidencia del desempleo abierto y se mantuvo inalterada la participación del sector microinformal en la estructura social del trabajo.

Desde el enfoque teórico expuesto, la heterogeneidad estructural remite a la existencia de ostensibles brechas de productividad entre sectores económicos, lo cual tiende a expresarse en las remuneraciones de mercado alcanzadas por los trabajadores, dependiendo del tipo de inserción económico-ocupacional. Por consiguiente, cabe examinar lo ocurrido en materia de brechas de ingresos horarios de los ocupados (como proxy de productividad) bajo las diferentes fases político-económicas consideradas (tabla 2).

Tabla 2.
Brechas de la remuneración horaria real de la ocupación principal. Gran Buenos Aires 1974-2014a. Ingreso medio horario = 1
Brechas de la remuneración horaria real de la ocupación principal. Gran Buenos Aires 1974-2014a. Ingreso medio horario = 1

Nota. (a) se excluyó a los ocupados cuya ocupación principal es un plan de empleo.


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Durante la fase final de la ISI e inicio del ajuste estructural (1974-1988), los procesos regresivos en materia laboral antes apuntados coexistieron con una profundización de las brechas de remuneraciones de los trabajadores según su posición económico-ocupacional. Los trabajadores del sector formal público y privado se distanciaron del ingreso laboral horario promedio como resultado de lo ocurrido con los no asalariados de dicho sector. En contrapartida, el sector microinformal inició un proceso de empobrecimiento relativo, que afectó tanto a los asalariados como a los no asalariados. Durante la fase de ajuste estructural (1988-2003), luego de una retracción inicial se profundizaron las tendencias precedentes. En particular, los no asalariados mantuvieron la distancia relativa precedente (con una leve disminución en la etapa inmediata posdevaluación, en 2003) y los trabajadores del sector público profundizaron su distancia con respecto al conjunto de la fuerza laboral. Por último, el período de crecimiento bajo políticas heterodoxas (2003-2014) dio lugar a una doble tendencia. Por un lado, los trabajadores del sector microempresario mantuvieron su posición desfavorable en materia de remuneraciones horarias. Mientras que los no asalariados conservaron el patrón de bajos ingresos que se había consolidado en los años previos, se incrementaron los ingresos de los asalariados. A su vez, en el sector más dinámico, los asalariados de establecimientos formales privados redujeron su distancia con respecto al promedio de ingreso (al igual que los no asalariados), mientras que las remuneraciones horarias de los trabajadores del sector público tuvieron un comportamiento opuesto[6].

El análisis presentado revela que durante el conjunto del período se consolidaron desigualdades ligadas a la heterogeneidad de la estructura económico-ocupacional del Gran Buenos Aires. Al respecto, cabe subrayar dos patrones significativos. Por un lado, las políticas de apertura y reestructuración económica implementadas a partir de los setenta propiciaron una duradera profundización de la heterogeneidad de la estructura laboral urbana. Ello se evidenció en la magnitud alcanzada por el sector de microunidades en el volumen total del empleo, en la progresiva ampliación de la desocupación abierta y en la ampliación de las brechas de remuneraciones horarias entre distintas categorías económico-ocupacionales. Por otro lado, durante el ciclo de crecimiento bajo políticas heterodoxas se produjo un fuerte proceso de absorción de fuerza laboral, y se interrumpió la tendencia a la profundización de las disparidades en las remuneraciones, aunque ello no se plasmó en un proceso de convergencia en términos de remuneraciones horarias entre sectores económico-ocupacionales.

Heterogeneidad estructural y distribución del ingreso familiar

El propósito de este apartado es examinar el aporte de los distintos sectores económico-ocupacionales (formal privado, público y microinformal) a la desigualdad distributiva de los ingresos familiares, evaluada a partir del coeficiente de Gini. Esta estrategia permite revisar la injerencia de las condiciones de heterogeneidad económico-ocupacional, así como sus cambios en el tiempo, sobre el patrón distributivo de los hogares. Con este propósito, se apela a un modelo de descomposición del coeficiente de Gini propuesto por Lerman y Yitzhaki (1985), el cual guarda relación con los planteamientos de Kakwani (1977) y Shorrocks (1982), y ha sido utilizado por distintos investigadores a nivel local e internacional (Salvia, 2012; Salvia y Vera, 2013; Leibbrandt et al., 1996; Cortés, 2000; Medina y Galván, 2008; Trujillo y Villafañe, 2011).

La tabla 3 presenta la evolución del coeficiente de concentración de Gini de los ingresos familiares laborales, no laborales y totales durante los distintos períodos político-económicos examinados. Por su predominancia en los presupuestos familiares, lo sucedido con los ingresos laborales resultó central para la evolución de la desigualdad general. En correspondencia con los hallazgos de otros estudios (Cruces y Gasparini, 2009b; Judzik et al., 2017), se observa que la desigualdad de ingresos laborales tendió a crecer a partir de mediados de los setenta y, especialmente, en los años noventa. En contraste, la desigualdad de ingresos laborales se redujo en los años posreformas estructurales. La desigualdad de ingresos no laborales tuvo una tendencia diferente. También se incrementó a partir de los años setenta, pero los niveles de inequidad en esta fuente se estabilizaron a partir de los años noventa, y no hubo cambios significativos en el plano agregado que traduce esta medida sintética[7].

Tabla 3.
Coeficiente de Gini del ingreso total familiar, del ingreso laboral y no laboral (a). Gran Buenos Aires, 1974-2014 (b)
Coeficiente de Gini del ingreso total familiar, del ingreso laboral y no laboral (a). Gran Buenos Aires, 1974-2014 (b)

Nota. (a) los ingresos laborales aquí considerados son netos de planes sociales de empleo; (b) se reportan los límites superiores e inferiores de los intervalos de confianza del 95%.


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

La introducción de un modelo de descomposición del cambio del coeficiente de Gini permite evaluar qué papel les correspondió a las condiciones de heterogeneidad de la estructura económico-ocupacional en la evolución de la desigualdad. El método propuesto permite especificar el aporte que realizan diferentes fuentes de ingreso en el nivel de desigualdad total. Formalmente, el coeficiente de Gini familiar puede expresarse del siguiente modo:

(1)

A partir de (1) y distinguiendo las fuentes de ingreso que son de interés, el valor del coeficiente de Gini de ingresos de los hogares puede ser descompuesto de la siguiente forma:

(2)

En (2), . representa el coeficiente de desigualdad de Gini de ingresos familiares. DILt simboliza la desigualdad generada por los ingresos del mercado de trabajo, y se descompone en aquella que proviene de ingresos monetarios de perceptores ocupados en el sector formal privado —DILSFt —, en el sector formal público —DILSPt —, y en el sector microinformal —DILSIt —. A su vez, DINLt representa la desigualdad proveniente de los ingresos no laborales. El subíndice . simboliza el tiempo.

El método de descomposición también permite examinar los comportamientos subyacentes que intervinieron en los cambios del patrón distributivo. El aporte que una determinada fuente de ingreso k —en un tiempo t— haga a la desigualdad general habrá de depender de cuánto participe en el ingreso total (Sk,t), cuán desigual sea su distribución (Gk,t) (cuanto más inequitativa sea, mayor será su aporte a la desigualdad), y en qué medida el ingreso generado en esa fuente se correlaciona ordinalmente con la posición relativa del hogar en la distribución general (Rk,t) (cuanto mayor sea su correlación positiva, mayor será su aporte regresivo a la desigualdad). Dado que la ecuación de descomposición asume la forma expresada en (1), según demuestra Cortés (2000), el cambio entre dos índices de Gini que expresen diferencias temporales, uno referido al tiempo t (Gt) y otro al tiempo 0 (G0), puede descomponerse de acuerdo con la siguiente ecuación:

(3)

Según la ecuación (3) la contribución de una determinada fuente al cambio general de la desigualdad estará determinada por: i) los cambios en la correlación entre la distribución del ingreso familiar de un determinado origen con respecto a la distribución total del ingreso (Rk); ii) el cambio en la concentración relativa del ingreso por parte de cada fuente considerada (Sk); iii) los cambios que registre la desigualdad al interior de cada fuente (Gk); y iv) el efecto de cada una de las interacciones de primer y segundo orden entre estos factores (las que carecen de significación analítica). El factor común que reúne la suma (R0,k S 0,k .0,k ) representa la magnitud del aporte de cada uno de estos factores a la formación del índice de Gini del ingreso familiar en el tiempo base[8]. Por su parte, rk,, gk y sk son las tasas de variación de los componentes Rk, Sk y Gk [9].

Este modelo de descomposición del índice de Gini aporta elementos para un análisis articulado de dos procesos económico-sociales: los cambios y continuidades en términos de heterogeneidad de la estructura económica-ocupacional, y la evolución de la desigualdad en la distribución de ingresos entre los hogares. Si bien la técnica empleada no cuantifica el aporte de las desigualdades entre sectores a la desigualdad total[10], permite visibilizar las características de cada sector económico-ocupacional, a través de sus componentes (participación, desigualdad interna y correlación con la distribución general) y su aporte a la desigualdad.

Durante la fase final del modelo sustitutivo e inicio del ajuste ortodoxo (1974-1988), el coeficiente de Gini del ingreso familiar en el Gran Buenos Aires pasó de 0,3662 a 0,4400 (tabla 4), un deterioro significativo que expresó los efectos del programa de ajuste militar y de los progresivos shocks que profundizaron la heterogeneidad estructural e incrementaron el desempleo. A lo largo de este período, se observó que el aporte relativo de los ingresos laborales al coeficiente de Gini se redujo levemente (pasando de 96,6% a 95,6%), mientras que aumentó la participación de los ingresos no laborales (3,4% a 4,4%).

Ahora bien, más allá de esta modificación, el aumento del coeficiente de Gini entre 1974 y 1988 (de 0,0738, el incremento más importante de toda la serie histórica) estuvo ligado, en un 90,7%, a lo ocurrido con los ingresos laborales. Cabe señalar que el programa económico de la dictadura militar tuvo como uno de sus principales efectos el incremento de la inequidad salarial (Cimillo, 2000). Al mismo tiempo, tanto los ingresos provenientes de ocupaciones en el sector formal privado (77%) como en el sector microinformal (13,7%) contribuyeron positivamente a la desigualdad, pero el primero desempeñó el rol predominante (tabla 4).

Tabla 4.
Coeficiente de Gini familiar, descomposición según aporte de cada fuente de ingreso y contribución de cada fuente al cambio. Gran Buenos Aires, 1974-1988. En puntos del coeficiente de Gini y porcentaje respecto al total
Coeficiente de Gini familiar, descomposición según aporte de cada fuente de ingreso y contribución de cada fuente al cambio. Gran Buenos Aires, 1974-1988. En puntos del coeficiente de Gini y porcentaje respecto al total


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

El modelo de descomposición propuesto —a partir de la ecuación (3)— permite examinar qué factores explican los cambios en la desigualdad distributiva. Entre 1974 y 1988, los ingresos laborales redujeron su participación relativa en el ingreso familiar, pero se volvieron crecientemente desiguales a su interior, lo que explica su contribución a la desigualdad general (tabla 5). Los ingresos provenientes de ocupaciones en el sector formal público y privado aportaron positivamente a la desigualdad por el efecto combinado de tres procesos: si bien redujeron su participación en el ingreso total familiar (S) (lo que es consistente con la menor participación de este sector en el volumen total del empleo, como se analizó anteriormente), se volvieron crecientemente desiguales (G), y se correlacionaron con la distribución general de ingresos (R). Los ingresos provenientes de ocupaciones del sector microinformal tuvieron un comportamiento inverso en términos de participación, pero también aumentaron su desigualdad interna —lo que remitiría a la creciente heterogeneidad del sector (Poy, 2017)— y su correlación con la distribución general. Este fenómeno expresa el rol “amortiguador” que el sector informal habría desempeñado en los años ochenta en el mercado laboral, y el hecho de que no estaba asociado de forma unívoca a la subsistencia durante este período (Beccaria et al., 2000).

Tabla 5.
Descomposición del cambio absoluto del coeficiente de Gini familiar según fuente de ingresos. Área Gran Buenos Aires, 1974-1988. Variación interanual en valores absolutos/puntos del coeficiente de Gini
Descomposición del cambio absoluto del coeficiente de Gini familiar según fuente de ingresos. Área Gran Buenos Aires, 1974-1988. Variación interanual en valores absolutos/puntos del coeficiente de Gini


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Durante los años de reformas estructurales bajo un régimen de convertibilidad (1988-2003), la apertura comercial y la desregulación económica volvieron a profundizar los desajustes estructurales y, de manera más general, desfavorecieron la creación de empleo. Expresión de ello fue la evolución seguida por el coeficiente de Gini familiar, que pasó de 0,440 a 0,4867 (tabla 6). El aporte absoluto, tanto de las fuentes laborales como no laborales a la desigualdad, se incrementó; sin embargo, cambió sensiblemente el aporte relativo de estas fuentes: los procesos vinculados con el mercado de trabajo redujeron su importancia (pasando de 95,6% en 1988 a representar el 91,8% del coeficiente de Gini en mayo de 2003), mientras que lo inverso se verificó en el caso de los ingresos no laborales (4,4% a 8,2%).

Tabla 6.
Coeficiente de Gini familiar, descomposición según aporte de cada fuente de ingreso y contribución de cada fuente al cambio. Gran Buenos Aires, 1988-2003. En puntos del coeficiente de Gini y porcentaje respecto al total
Coeficiente de Gini familiar, descomposición según aporte de cada fuente de ingreso y contribución de cada fuente al cambio. Gran Buenos Aires, 1988-2003. En puntos del coeficiente de Gini y porcentaje respecto al total


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Como resultado de estos cambios, una parte significativa del incremento del coeficiente de Gini familiar verificado entre 1988 y 2003 (de 0,0467 puntos) se debió a procesos externos al mercado de trabajo (un 44,5%). Ahora bien, la reducción del aporte relativo de las fuentes laborales al coeficiente de Gini se debió, principalmente, a la retracción verificada por los ingresos familiares provenientes de ocupaciones en el sector microinformal (21% a 17,3% entre 1988 y 2003); mientras que el aporte de los ingresos del sector formal se mantuvo casi inalterado (74,6% y 74,4% entre puntas del período) (tabla 6). De este modo, los ingresos provenientes de ocupaciones en el sector formal público y privado aportaron significativamente a la desigualdad (72,6%), en tanto que los ingresos provenientes de ocupaciones en el sector informal tuvieron un papel opuesto (-17,1%), que “amortiguó” el efecto desigualador del sector formal[11]. Es decir, el aumento de la inequidad en el mercado laboral tuvo como principal factor explicativo el comportamiento de los sectores más dinámicos del empleo en proceso de modernización.

Tabla 7.
Descomposición del cambio absoluto del coeficiente de Gini familiar según fuente de ingresos. Área Gran Buenos Aires, 1988-2003. Variación interanual en valores absolutos/puntos del coeficiente de Gini
Descomposición del cambio absoluto del coeficiente de Gini familiar según fuente de ingresos. Área Gran Buenos Aires, 1988-2003. Variación interanual en valores absolutos/puntos del coeficiente de Gini


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

La tabla 7 describe los factores que explican los cambios en la desigualdad del ingreso familiar. Los ingresos laborales aumentaron su contribución a la desigualdad, principalmente, porque se volvieron más inequitativos (G). Este proceso afectó, en particular, a los ingresos provenientes de ocupaciones en el sector formal público y privado. Es decir, que durante estos años se profundizó un proceso iniciado con anterioridad, caracterizado por las fuertes inequidades internas en el mercado laboral. La contribución compensadora de la desigualdad, derivada de los ingresos por ocupaciones en el sector microinformal, se debió a su pérdida de participación en el ingreso familiar (S). Es decir que el sector microinformal contribuyó a la equidad por el empobrecimiento de aquellas actividades que, hasta los ochenta, habían resultado lucrativas, y no por ganancias en productividad que llevaran a la convergencia sectorial (Salvia y Vera, 2013). Por último, los ingresos no laborales nuevamente —al igual que había ocurrido en la etapa anterior— aumentaron su correlación con la distribución general (R). Esta tendencia se habría debido a los ingresos provenientes de políticas sociales y del sistema jubilatorio (Vera y Poy, 2017).

A diferencia de los períodos previos, el ciclo de crecimiento bajo políticas heterodoxas (2003-2014) fue el primero en el cual el coeficiente de desigualdad de Gini tuvo un comportamiento decreciente, pasando de 0,4753 a 0,3851 (tabla 8). Este proceso estuvo muy influido por la recuperación de los principales indicadores del mercado de trabajo, una activa política laboral y de ingresos por parte del Estado, y una expansión de los diferentes componentes del sistema de política social y previsional.

Tabla 8.
Coeficiente de Gini familiar, descomposición según aporte de cada fuente de ingreso y contribución de cada fuente al cambio. Gran Buenos Aires, 2014-2003. En puntos del coeficiente de Gini y porcentaje respecto al total
Coeficiente de Gini familiar, descomposición según aporte de cada fuente de ingreso y contribución de cada fuente al cambio. Gran Buenos Aires, 2014-2003. En puntos del coeficiente de Gini y porcentaje respecto al total


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Entre 2003 y 2014, descendió el aporte absoluto, tanto de los ingresos laborales como de los no laborales a la desigualdad. En términos relativos, creció levemente la contribución de las fuentes laborales al coeficiente de Gini general (de 93,1% a 94,4%). Ello se debió, exclusivamente, al mayor aporte que hicieron los ingresos provenientes de ocupaciones en el sector público (16,1% a 25,2%). En contraste, se redujo la contribución de los ingresos del sector formal privado (59,3% a 53%) y de los provenientes de ocupaciones en el sector microinformal (17,8% a 16,3%). La reducción de 0,0902 puntos del coeficiente de Gini se explicó, en un 12,4%, por lo ocurrido con los ingresos no laborales, y en un 87,6%, por la contribución de los ingresos laborales. Sin embargo, entre estos últimos, mientras que los ingresos de ocupaciones del sector formal privado y microinformal propendieron a una reducción de la desigualdad, los de posiciones en el sector público provocaron una mayor inequidad en la distribución del ingreso familiar.

¿Qué factores explican este comportamiento? Entre 2003 y 2014, los ingresos laborales provenientes del sector formal tuvieron tendencias disímiles según se trate del sector privado o del público. Los ingresos provenientes del sector formal privado contribuyeron a una reducción de la desigualdad, principalmente porque redujeron su desigualdad interna (G) y su correlación con la distribución general (R) (tabla 9). Es decir, que se interrumpió el proceso verificado en los ochenta y noventa, caracterizado por la expansión de la inequidad interna de ingresos en el sector más estructurado de la economía. Este comportamiento puede explicarse por la incorporación de fuerza de trabajo de baja calificación a establecimientos del sector formal privado y por una reducción de las “primas” por calificación (Beccaria y Maurizio, 2012), así como por un empeoramiento relativo de la posición de profesionales independientes (Poy, 2017; Dalle, 2012). En contraste, los ingresos del sector público contribuyeron a aumentar la desigualdad, por su mayor participación en el ingreso total (S), y por un aumento de su correlación con la distribución general (R), a pesar de haber reducido su desigualdad interna (G).

Tabla 9.
Descomposición del cambio absoluto del coeficiente de Gini familiar según fuente de ingresos. Área Gran Buenos Aires, 2003-2014. Variación interanual en valores absolutos/puntos del coeficiente de Gini
Descomposición del cambio absoluto del coeficiente de Gini familiar según fuente de ingresos. Área Gran Buenos Aires, 2003-2014. Variación interanual en valores absolutos/puntos del coeficiente de Gini


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Los ingresos provenientes de ocupaciones en el sector microinformal aportaron a la reducción de la desigualdad. Sin embargo, ello se debió a que perdieron peso en el total de ingresos familiares (S) (aun cuando no se registraron cambios significativos en su participación en el volumen del empleo), y redujeron su correlación con la distribución (R). Estos resultados sugieren que, durante el ciclo de crecimiento bajo políticas heterodoxas, mantuvo vigencia el proceso de empobrecimiento relativo que se había consolidado en los años noventa a la luz de las transformaciones estructurales, y que se registra una mayor concentración de ingresos del sector microinformal en los hogares más desfavorecidos de la estructura social.

Resumen de hallazgos y reflexiones finales

La persistencia de la desigualdad económica y de marginaciones sociales en América Latina justifica los esfuerzos por comprender los factores que explican la configuración del patrón distributivo en la región. Este documento centró su interés en los componentes estructurales que subyacen a la recreación de una matriz de desigualdad económica persistente en la Argentina. Desde una perspectiva teórica, basada en el estructuralismo latinoamericano, se otorgó prioridad analítica a la manera en que el comportamiento de la estructura productiva y el mercado laboral organizan pautas de concentración, acumulación y distribución en una economía periférica.

Con este propósito, se analizó la distribución del ingreso familiar en el Gran Buenos Aires, bajo distintas fases político-económicas. El abordaje teórico-metodológico desarrollado permitió ligar el comportamiento de distintos agregados sectoriales económico-ocupacionales (establecimientos modernos, sector público y sector microinformal de baja productividad) con su aporte a la desigualdad distributiva. A partir de la consideración de los sectores económico-ocupacionales, en los que participa la fuerza de trabajo de los hogares. fue posible examinar el papel de las condiciones de heterogeneidad estructural sobre la pauta distributiva del ingreso familiar.

Se discutió la hipótesis de que, durante las últimas cuatro décadas, se habría consolidado una matriz de desigualdad asociada a la persistente “heterogeneidad estructural” del régimen de acumulación. Estas condiciones explicarían los límites de la convergencia socioeconómica, incluso en el contexto de activas políticas de ingresos de carácter redistributivo —como las verificadas en los años 2000—. A lo largo del período se habría consolidado una estructura económico-ocupacional de funcionamiento segmentado y una parte significativa de la fuerza de trabajo permanecería ocupada en un sector microinformal de baja productividad.

Un primer conjunto de evidencias permitió caracterizar la consolidación de una estructura económico-ocupacional heterogénea y surcada por desigualdades relevantes. Las políticas de apertura y reestructuración productiva, implementadas desde mediados de los setenta y profundizadas en los noventa (que desarticularon el modelo ISI preexistente), profundizaron la heterogeneidad de la estructura laboral urbana. Por una parte, se incrementó la participación del sector microinformal en el volumen del empleo, y aumentó el desempleo. Por otra parte, se ampliaron las brechas de remuneraciones horarias (tomadas como proxy de la productividad sectorial) entre distintas categorías económico-ocupacionales. Al respecto, si bien durante el ciclo de políticas heterodoxas no se profundizaron las inequidades previas, tampoco se verificó un proceso de convergencia en términos de productividad ni una reducción sustantiva de la participación del sector microinformal en la estructura social del trabajo.

Un segundo conjunto de evidencias ligó este comportamiento económico-ocupacional con sus implicancias en términos de desigualdad del ingreso familiar. Con este propósito, se desarrolló un ejercicio de descomposición del cambio del coeficiente de Gini en las distintas fases político-económicas, tomando en cuenta la contribución de los ingresos provenientes de distintos sectores económico-ocupacionales a la desigualdad.

Durante la fase final del ciclo de sustitución de importaciones e inicio del ajuste ortodoxo (1974-1988), tanto los ingresos laborales como los no laborales contribuyeron a aumentar la desigualdad, pero los primeros tuvieron un rol dominante. El principal factor explicativo de la mayor desigualdad en el Gran Buenos Aires fue que los ingresos laborales provenientes del sector formal público y privado se hicieron más inequitativos y, además, aumentaron su correlación con la distribución general.

A lo largo del ciclo de reformas estructurales bajo un régimen de convertibilidad (1988-2003), también se incrementó la desigualdad distributiva, y lo ocurrido en la estructura económico-ocupacional fue relevante en dicha evolución. Al respecto, se dio cuenta de dos procesos divergentes. Por un lado, aumentó la inequidad del ingreso laboral proveniente de ocupaciones en el sector formal público y privado, principalmente como resultado de un incremento de las “primas” por calificación en contexto de intensificación del cambio tecnológico y demanda laboral especializada. Ello promovió un incremento de la desigualdad general. Por otro lado, el sector microinformal aportó hacia una mayor igualdad, pero por razones opuestas a las que cabría esperar en un proceso de desarrollo: se empobreció en términos relativos y perdió participación en el ingreso.

El ciclo de crecimiento bajo políticas heterodoxas (2003-2014) dio lugar a una retracción de la desigualdad distributiva. Los ingresos provenientes de ocupaciones en el sector privado formal contribuyeron a reducir la desigualdad, principalmente como resultado de la menor inequidad interna de estos ingresos y su menor correlación con la distribución general. Sin embargo, el sector público contribuyó en sentido contrario, propiciando una mayor desigualdad. El sector microinformal mantuvo un comportamiento similar al precedente, en tanto que aportó a una reducción de la desigualdad por su pérdida de participación en el ingreso total, y por su menor correlación con la distribución, a la vez que se volvió más desigual en su interior.

De esta manera, el artículo ofreció un conjunto de evidencias sobre los factores que subyacen a la matriz de desigualdad distributiva en la Argentina. Bajo distintas fases político-económicas, los sectores modernos de la estructura económico-ocupacional —públicos o privados— tuvieron comportamientos asociados a la inequidad distributiva. Simultáneamente, una porción significativa de la fuerza de trabajo de los hogares permanece ligada a actividades de baja productividad e ingresos. Estas actividades microinformales se empobrecieron —en términos relativos— durante las últimas décadas, perdieron participación en el ingreso, se tornaron más heterogéneas y se concentraron en los hogares más desfavorecidos de la estructura social.

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Anexos

Se presentan a continuación resultados desglosados que constituyen insumos para las tablas 4,5,6,7,8,9.

Anexo a.
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 1974 (octubre)
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 1974 (octubre)


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Anexo b.
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 1988 (octubre)
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 1988 (octubre)


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Anexo c.
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 2003 (mayo)
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 2003 (mayo)


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Anexo d.
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 2003 (IV trimestre)
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 2003 (IV trimestre)


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Anexo e.
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 2014 (IV trimestre)
Componentes del Coeficiente de Gini y descomposición del índice según fuente de ingreso. Gran Buenos Aires, 2014 (IV trimestre)


Fuente: elaboración propia con base en microdatos de la EPH (Instituto Nacional de Estadística y Censos, s. f.) para los períodos indicados

Notas

[1] La perspectiva conceptual prioriza el papel de la heterogeneidad estructural en la desigualdad económica. Para el caso argentino, se han estudiado otros condicionantes del patrón distributivo, como los sistemas tributarios (Rossignolo, 2016) y las políticas redistributivas y de ingresos (Groisman, 2014; Judzik et al., 2017; Maurizio, 2014) que no se enfatizan aquí.

[2] Según el Censo Nacional de 2010, esta área reúne a más de 30% de la población total del país. En 2013 el Producto Bruto Geográfico de la Provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires representaba 53,4% del PIB del país. Otros estudios que adoptan una ventana temporal de largo plazo también enfrentaron esta limitación (Groisman, 2013). Las alusiones referidas a los cambios en el régimen de acumulación —cuyo alcance es nacional— deben ser consideradas a la luz de esta restricción.

[3] Por restricciones en la fuente de datos, solo se distingue el sector público para los años ventana posteriores a 1988.

[4] Dado que la EPH no pregunta por las características de ocupaciones secundarias, los ingresos provenientes de estas se asignaron a la ocupación principal de los entrevistados. A su vez, al tratarse de una encuesta de hogares, la EPH captura principalmente ingresos no laborales provenientes de los sistemas de protección social (jubilaciones, pensiones y transferencias), mientras que cabe suponer una menor capacidad para captar rentas patrimoniales de los segmentos más altos de la estructura social (Jiménez y Rossignolo, 2019).

[5] La tabla 1 evidencia también la expansión de los ocupados en planes de empleo. Aunque tuvo antecedentes a comienzos de los noventa (“Programa Intensivo de Trabajo” y “Trabajar”), la expansión más significativa se registró en 2002 con el “Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados” (PJJHD), que llegó rápidamente a casi dos millones de beneficiarios.

[6] Al respecto, si bien la literatura señala una reducción de las primas educativas (por ejemplo, Beccaria y Maurizio, 2012) durante el ciclo 2003-2014, no podría descartarse un creciente subregistro de ingresos, tal como sugiere la comparación con los registros administrativos disponibles (Sánchez et al., 2016), en especial, entre los estratos más altos de la distribución.

[7] Cabe recordar que los planes sociales de empleo se incorporan en la categoría de ingresos no laborales con el propósito de diferenciar la dinámica de los ingresos del mercado de trabajo más allá de la acción estatal directa. Es esta decisión teórico-metodológica la que explicaría una evolución relativamente constante del coeficiente de Gini de ingresos no laborales durante el período 2003-2014 —cuando se expandieron los programas de transferencia de ingresos, en especial, las no condicionadas (como la Asignación Universal por Hijo)—, al incluir en dicha categoría los ingresos provenientes de la ampliación masiva de los programas de empleo durante el período 2002-2003 (el ya referido “Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados”).

[8] Tal como se desprende de la ecuación (3), los efectos i) a iv) estarán influidos por el signo del aporte de la fuente a la desigualdad en t. (R0,k .0,k .0,k). Mientras S0,k y G0,k, son siempre positivos y menores a 1, R0,k puede tomar valores dentro del intervalo (-1, 1). Si la correlación de una fuente k toma valor negativo (como la ordenación de los hogares según el ingreso total y la ordenación según la fuente específica de ingresos es inversa) las interpretaciones de los efectos señalados en la ecuación (3) cambiarán de signo. Los coeficientes de Gini y los modelos de descomposición se computaron en las bases de microdatos de hogares con el Paquete DASP (Distributive Analysis Stata Package) para Stata, antes de agregar las distintas fuentes de ingreso de los perceptores individuales. En el Apéndice Estadístico pueden consultarse los resultados completos de la descomposición para los años extremos de los períodos considerados.

[9] El modelo de análisis dinámico de descomposición adoptado aquí, que sigue a Cortés (2000), no es el único posible. Helfand et al. (2009), Hoffman (2006), Soares (2006), Milanovic (1998) y Trujillo y Villafañe (2011) apelan a otras estrategias. En particular, el componente de intradesigualdad (G) y el de correlación (R) quedan integrados bajo un único factor —denominado factor concentración o “pseudo-Gini” (Medina y Galván, 2008)—, término que está también presente en el trabajo de Shorrocks (1982).

[10] En este sentido, algunos estudios empíricos para Argentina apelaron a una descomposición del índice de Theil para evaluar la desigualdad entre y dentro de diferentes grupos (Altimir y Beccaria, 1999; Calderón y Massini, 2003; Trujillo, 2017). Este tipo de técnicas pueden considerarse complementarias de los análisis aquí desarrollados.

[11] Durante los años más intensos del período de reformas estructurales (es decir, hasta 1998), los cambios en el mercado de trabajo jugaron un papel importante en el aumento del coeficiente de Gini. La literatura señala los efectos que tuvieron los procesos de flexibilización del mercado de trabajo, la liberalización de las importaciones y la vigencia de un tipo de cambio sobrevaluado, lo cual deterioró el entramado productivo local y afectó particularmente al sector menos competitivo de la economía (Salvia, 2012; Altimir y Beccaria, 2001). Todo ello promovió la desigualdad salarial e incrementó los “retornos” educativos a la fuerza de trabajo más calificada, y tuvo un efecto significativo en la evolución de la desigualdad (Cruces y Gasparini, 2009).

* Artículo de reflexión

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: santiago_poy@uca.edu.ar

Información adicional

Cómo citar este artículo: Salvia, A., Poy, S., y Vera, J. (2020). Heterogeneidad de la estructura ocupacional, desigualdad distributiva y obstáculos a la equidad en la Argentina (1974-2014). Papel Político, 25. https://doi.org/10.11144/Javeriana.papo25.heod

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