China e India: dos grandes potencias rivales en el orden global y regional*

China and India: Two Rival Big Powers in the Global Order and Regional Order

Papel Político, vol. 24, núm. 2, 2019

Pontificia Universidad Javeriana

Diana Andrea Gómez Díaz a

Universidad Nacional de Colombia, Colombia


Recepción: 04 Febrero 2019

Aceptación: 06 Mayo 2019

Fecha de publicación: 30 Diciembre 2019

Resumen: El propósito de este artículo es explicar, en primer lugar, los recursos de poder que han dado origen a China e India como potencias globales en el mundo contemporáneo. Ambos Estados tienen convergencias y posturas similares en materia de política, tanto exterior como doméstica. Sin embargo, la rivalidad y la competencia entre China e India se evidencian en tres ámbitos: 1) la escalada de la disputa fronteriza entre China e India; 2) la desconfianza de la política china hacia Asia del Sur por parte de la India. En el centro de dicha desconfianza está el afianzamiento de la alianza estratégica entre China y Pakistán, a la cual también está asociada la rivalidad entre China y la India por el control del Océano Índico; 3) la iniciativa de la nueva ruta de seda china o BRI (Belt and Road Initiative), por sus siglas en inglés, se constituye en un motivo de zozobra creciente entre China e India. Estos factores generan profundas tensiones para estas dos grandes potencias en el orden orden global y regional.

Palabras clave:relaciones China-India, potencias globales, geopolítica, Asia.

Abstract: This article is intended to explain firstly the power resources allowing China and India to become global powers in the contemporary world. These two countries have convergences and similar stances in their national and international politics. However, the rivalry and competence between China and India is evinced in three fields: 1) the escalation in the Chinese-Indian border dispute; 2) the fact that India does not trust the Chinese politics regarding the issues in South Asia, being the strategic alliance between Pakistan and China the core of this mistrust, which is also related to the rivalry between China and India to get control over the Indian Ocean; 3) the Belt and Road Initiative by China or BRI (Belt and Road Initiative) is becoming a worrying issue between China and India. These factors bring about a great tension between these two powers both in the global and regional order.

Keywords: China-India relations, global powers, geopolitics, Asia.

China e India se erigen como dos grandes potencias del siglo XXI, caracterizadas por tener economías estables y en crecimiento, converger en perspectivas afines en los escenarios internacionales de primer orden, en proyectos bancarios, políticas de ciencia, tecnología e innovación, además de establecer alianzas estratégicas en el ámbito de la seguridad. No obstante, el resurgimiento de China como potencia en el orden mundial le ha implicado sostener una relación con India que denota una gran rivalidad: para la maximización del poder chino en la región, India es un actor que representa un obstáculo frente a las pretensiones de hacer realidad los megaproyectos chinos y fortalecer las alianzas y las relaciones de vecindad, lo cual es correspondido con iniciativas del gobierno indio, que confrontan los planes de China y compiten con ellos. El presente artículo se enfoca en las tensiones entre China e India, las cuales evidencian la rivalidad existente entre las dos grandes potencias en el orden global y regional.

En la primera parte de este artículo se analizan los factores que explican las razones que evidencian por qué China e India son dos grandes potencias en ascenso desde inicios del siglo XXI, destacando semejanzas en términos de los recursos de poder que las catapultan como potencias. El concepto de potencia desde el cual se trabaja este artículo proviene de la perspectiva de Nicholas Spykman y los criterios con los cuales se puede identificar que un Estado es una potencia. Posteriormente, se explican los factores de tensión que complejizan la relación China-India en el orden geopolítico y geoeconómico, como la escalada de la disputa fronteriza entre China e India, y la profunda desconfianza de la política china hacia Asia del Sur por parte de la India. En el centro de dicha desconfianza está el afianzamiento de la alianza estratégica entre China y Pakistán, a la cual también está asociada la rivalidad entre China y la India por el control del Océano Índico. La iniciativa de la nueva ruta de seda china o BRI (Belt and Road Initiative), por sus siglas en inglés, se constituye en un motivo de tensión creciente entre China e India.

China e India en el escenario global

La relación de China con el continente asiático tiene una larga historia vinculada con su papel, desarrollado durante siglos como actor central del sistema internacional de Asia (Yang, 1968; Garder, 2016; Kissinger, 2012; Scott, 2008, Gernet, 2005), donde los vínculos históricos con sus vecinos han sido particularmente relevantes, pues han recibido una importante influencia china a nivel cultural, político y económico (O’Dowd, 2007; Abdulgani, 1981).

En el mundo contemporáneo, tal como lo sostiene el autor estadounidense Robert D. Kaplan, una Gran China puede estar emergiendo política, económica y militarmente en Asia Central, en el Océano Índico, en el sudeste de Asia y en el Pacífico occidental (Kaplan, 2010), como resultado del proceso de construcción de la República Popular China (RPCh) como potencia global.

Para el propósito de este artículo, se entiende el concepto de “potencia global” desde la perspectiva del geógrafo Nicholas Spykman (1944), quien señaló diez factores de poder que son característicos de las potencias: superficie del territorio, naturaleza de las fronteras, volumen de la población, presencia o ausencia de materias primas, desarrollo económico y tecnológico, potencia financiera, homogeneidad étnica, grado de integración social, estabilidad política y espíritu nacional.

El proceso de reforma y apertura emprendido desde 1978 por la RPCh y sus políticas tendientes al mejoramiento incontestable de las condiciones de vida de su inmensa población en un territorio de tamaño continental, su desarrollo económico con un énfasis creciente en el fomento a la tecnología, la ciencia y la innovación, así como su papel en el sistema financiero internacional, entre otros, han arrojado resultados contundentes (Bell, 2008; Yifu Lin, 1996), que junto a una política exterior abierta al mundo se han traducido en un jugoso dividendo geopolítico (Ferguson, 2012, p. 414), el cual ha sido aprovechado en los escenarios internacionales y en la relación con otras potencias del orden mundial. En la práctica, sus relaciones estratégicas le significaron a China tres triunfos concretos en política exterior: la adhesión como miembro de la Organización Mundial del Comercio, el control geopolítico de Asia Central a través de la Organización de Cooperación de Shanghai (Aris, 2011), y un papel mucho más dinámico en escenarios multilaterales como el G-20 y la banca internacional.

En ese contexto, las relaciones de China con el continente asiático no pueden ser abordadas sin tener en cuenta los aspectos mencionados anteriormente y la presencia de una potencia rival vecina del sur, la cual también es catalogada como una potencia de tamaño continental: la India (Kissinger, 1995, p. 805) que, como la RPCh, es una antigua civilización reencarnada como república moderna a partir de mediados del siglo XX (Malone y Mukherjee, 2010). India es una potencia global reemergente, con una silla en el G-20, en instituciones financieras internacionales de creciente influencia, con entrada al club de los Estados nucleares, y con una actitud reconocida en la ONU respecto al mantenimiento de la paz mundial (Sidhu, Mehta, y Jones, 2013, p. 3) 1 . India se reforma económicamente después de 500 años en el escenario global (Madison, 2001), y ejercerá una gran influencia en la política internacional, la economía y en el ámbito militar (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, 2018; Shamsi, Panhwar, Iqbal, y Cheema, 2014). Así mismo, su gran distintivo en el sistema internacional ha sido el albergar en su seno una democracia vibrante, multiétnica y multicultural (Sidhu et al., 2013).

A esta sociedad aglutinada a partir del hinduismo se le adjudica haber sido el primer gran taller textil del planeta cuando en el siglo XVIII, bajo el dominio británico, exportaba el 60% de las manufacturas del mundo, donde el algodón, las muselinas y los percales eran productos muy solicitados por ser considerados de lujo en Europa (Darwin, 2012, p. 217). Sin embargo, a diferencia de China, India tenía unas muy limitadas posibilidades de establecer una economía integrada, dada la carencia de vías fluviales que fueran navegables y una constante inestabilidad del poder político (Hall e Ikenberry, 2007). Igualmente, la difusión de los conocimientos técnicos, aspecto fundamental del desarrollo tecnológico, era limitada por las barreras instauradas por el sistema de castas (Darwin, 2012, p. 217). No obstante dichas barreras, aún presentes en la actualidad, India es la economía de más rápido crecimiento en el mundo entre las economías de gran tamaño (PwC, 2019), con la población en edad productiva más grande del mundo —una media de población que frisa los 28,1 años (casi 10 años más joven que la china con 37,7 años) (Agencia Central de Inteligencia, 2019)—, que tiene vastas extensiones de tierra para la agricultura, posee grandes reservas en recursos naturales como petróleo y gas (Shamsi et al., 2014), y es un país con un alto desarrollo del sector servicios, especialmente en la industria aeroespacial, de la informática y la alta tecnología (Wouters, 2013, p. 7).

En 2015 China fue catalogada como la primera economía del mundo por paridad de poder adquisitivo, mientras India, en ese mismo año, ya ocupaba el tercer lugar en dólares ajustados por la paridad de poder de compra, según el Fondo Monetario Internacional (2015). China registró una de las tasas de crecimiento económico anuales más altas del mundo durante el período 2001-2010 (10,5% en promedio), incluso durante la crisis financiera global, no obstante, desde comienzos de 2012, el crecimiento de su economía se comenzó a desacelerar, hasta alcanzar un 7,4% en 2014 y un 6,8% en 2015 2 , en todo caso, un ritmo de crecimiento alto, más aun teniendo en cuenta el tamaño de la economía china. India, por su parte, registró una tasa de crecimiento económico superior al 7,5% del 2000 al 2010, una tasa superior al 9% del 2004 al 2007, y del 8,5% del 2004 al 2010 (Parikh, Ghosh, y Binswanger-Mkhize, 2018). La estabilidad macroeconómica y las perspectivas de crecimiento han mejorado en años más recientes. El crecimiento del PIB real indio se estima en un 7,2% en 2017-2018 y en un 7,23% en 2018-2019 (Jha, 2019), un crecimiento ubicado en un rango muy alto comparativamente con cualquier potencia del mundo industrializado. Por ende, ambas se constituyen en dos de las economías más estables y de mayor crecimiento en el mundo.

Por otra parte, Beijing y Nueva Delhi tienen un factor a favor: las tendencias macroeconómicas indican que a medida que los países de ingresos altos continuaron tratando de aliviar los efectos de la crisis financiera global iniciada en 2008, los países con economías emergentes como China e India se han desplazado paulatinamente al sector de los servicios y ascenderán en la cadena de valor en las industrias manufactureras, potenciando aún más la estructura de un mundo multipolar (Fan, 2014). Una de las razones para este orden multipolar, en el caso específico de China e India, es que tienen un continuo potencial de desarrollo y un importante horizonte de expansión. La otra razón es el crecimiento lento de las economías industrializadas. Así lo demuestran las cifras de organismos como el Banco Mundial (BM), que para el año 2030 pronostica que los países en desarrollo tendrán una contribución equivalente a las dos terceras partes del crecimiento mundial (sería del 40%, si se excluye a China), representarán la mitad de la producción del planeta (30%, omitiendo a China), y serán el principal destino del comercio mundial. Las más grandes potencias globales actuarán como polos de crecimiento adicionales en una economía mundial multipolar 3 (Banco Mundial, 2013, pp. 6-7).

China e India comparten una perspectiva similar en materia de políticas nacionales enfocadas en el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación. De ahí que, después de varios años de crecimiento, estos dos Estados hayan comenzado a surgir no solo como superpotencias económicas, sino también como superpotencias tecnológicas (Sharif, 2015; Sigurdson, Jiang, Kong, Wang, y Tang, 2011; Sharif, 2015; Nirmalya, 2012). En efecto, tanto China como la India tienen gobiernos profundamente comprometidos en la economía digital. El gobierno de Xi Jinping apunta a construir un sistema de defensa cibernética “inexpugnable”, a otorgarse una mayor voz en la gobernanza de Internet, fomentar más compañías de clase mundial y liderar el mundo en tecnologías avanzadas. Un documento del Consejo de Estado de julio de 2017 apunta a posicionar a China como el líder mundial de inteligencia artificial para el 2025. Entre tanto, las autoridades de la India se han centrado en el acceso de bajo costo a las herramientas digitales y la creación de una infraestructura abierta que abarca todo, desde las “autopistas” de banda ancha hasta la gobernanza electrónica y la alfabetización digital. También hay planes para establecer 100 “ciudades inteligentes” en toda la India, en colaboración con agencias públicas y empresas privadas, así como grandes megaproyectos urbanos que unen corredores industriales. Al igual que China, la India también tiene una base de datos de ciudadanos que no está dedicada solamente al control social, sino que su propósito es establecer una forma de identificación universalmente aceptada para promover el acceso inclusivo a una variedad de servicios (Chakravorti, 2018). Lo anterior evidencia que estos grandes Estados reemergentes vienen llevando el crecimiento económico de la mano con el desarrollo en la ciencia, la tecnología y la innovación, para dar lugar a lo que se ha denominado una “economía del conocimiento” 4 .

En los años 80 del siglo pasado, en el marco de la estrategia global de hacerle contrapeso al creciente dominio económico en Asia por parte de Estados Unidos y Japón, la RPCh inició la cooperación con India (Deng, 2007, p. 863), dentro de la cual el primer paso significativo fue la visita a Beijing del primer ministro indio Rajiv Gandhi, a fines de 1988, con miras a impulsar de manera considerable la relación bilateral. Ambos países, China e India, han asumido una actitud mutuamente vigilante, y en lugar de denigrar la reputación internacional de uno al otro, se han aliado públicamente a través de su asociación estratégica, lo que les ha representado una maximización de su poder en escenarios internacionales con incidencia política y económica como el G-20, las Naciones Unidas y los Brics, entre otros. A su vez, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos pronostica que para 2030 China e India representarán el 39% de la economía mundial, y que en 2060 esa proporción subirá al 49% (Banco de Desarrollo de América Latina, CAF , 2016). A su vez, ambos Estados han desempeñado un papel cada vez más dinámico y protagónico en los estudios y proyecciones realizados desde los escenarios financieros internacionales del más alto nivel (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) y en la nueva banca multilateral, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) y el Nuevo Banco de Desarrollo (fundado por las naciones integrantes del grupo Brics).

Otro punto de convergencia que al sumarse en ambos casos genera un enorme contrapeso frente a otras potencias es el tema demográfico. China e India representaron el 19% y el 18%, respectivamente, de la población total mundial en 2019 (UN, 2019, p.12). Es de tener en cuenta que a partir del 1° de enero de 2016, el gobierno chino permite que las familias tengan dos hijos, aboliendo así la política de un solo hijo que caracterizó a la RPCh desde finales de la década del 70 del siglo pasado (Karklis y Johnson, 2015). El peso demográfico se constituye en un recurso de poder incontestable para China y para India, ya que, desde el punto de vista de las políticas económicas, las decisiones tomadas en escenarios como los Brics, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) o la ASEAN + 6 implican un rango de acción sobre más de 3000 millones de personas, es decir, cerca del 40% de la población mundial.

Entre las convergencias de ambos países cabe destacar también que Xinjiang y Cachemira son provincias que en su mayoría albergan población musulmana, y desde el 9/11 los gobiernos nacionales de los dos países han visto estas provincias desfavorablemente como los epicentros del Islam radical 5 . Para China ha sido de gran interés desplegar una política enfocada precisamente en la provincia de Xingjiang tendiente a atacar las denominadas por su gobierno como “las tres fuerzas malignas”: separatismo, extremismo y terrorismo. Por parte de India, la confrontación por motivos religiosos —en lo que se ha bautizado como comunalismo— ha contrapuesto diferentes facciones religiosas, pero principalmente ha puesto en la mira a población musulmana. El nacionalismo hindú, representado por el Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio), ha formado parte de la coalición de gobierno en los últimos años junto a 14 partidos regionales, y se le acusa de que en su interior alberga algunos grupos radicales con ideologías abiertamente comunalistas, directamente enfocadas en atacar blancos islámicos.

Los territorios de importancia energética son en ocasiones los más inestables, por lo que una cooperación conjunta entre dos países de gran influencia podría ser determinante para mantener la estabilidad. Este es uno de los propósitos de las acciones emprendidas en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), a la que peretenecen India y China. De otro lado, evidencia de su papel en la esfera de la colaboración militar son los cada vez más frecuentes ejercicios militares conjuntos de miembros de la OCS. Este foro multilateral ha identificado en numerosas ocasiones la lucha antiterrorista como su objetivo prioritario, a través de la cooperación policial y de inteligencia entre sus países miembros. Y este objetivo básico ha servido a su vez de catalizador de una creciente cooperación entre estos dos países en ámbitos como el energético y el cultural (Vidales, 2016).

A su vez, la conferencia periódica sobre Medidas para la Construcción de Confianza e Interacción en Asia (CICA), que cuenta con 26 países miembros y 14 estados observadores, es un foro de diálogo y consultas sobre cuestiones de seguridad regional en Asia en el que tanto China como India participan activamente con el propósito de mejorar la cooperación a través de medidas multilaterales de fomento de la confianza. Otros escenarios donde China e India confluyen y lideran iniciativas son el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), donde India es el segundo mayor accionista, y el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), que es socio de China, dos entidades financieras con gran proyección internacional para los próximos años. No obstante, existen factores estructurales que complejizan el rol de India y China en el orden mundial, de donde se desprenden sus relaciones de antagonismo.

La escalada de la disputa fronteriza entre China e India

El punto más espinoso de la relación bilateral ha tenido que ver principalmente con la delimitación de territorios ubicados en el Tibet, Arunachal Pradesh y Aksai Chin. China reclama que la provincia autónoma del Tíbet está y continuará estando dentro del territorio chino, además de 96 mil kilómetros cuadrados del territorio de Arunal Pradesh y 38 mil kilómetros cuadrados de territorio en la meseta de Aksai Chin en la región Ladakh. Existe una cuarta disputa de 2000 km de territorio cerca del estado indio de Uttarakhand. Adicionalmente, un área fronteriza clave que es la denominada Tawang, la cual China refuta concederle a India por ser una zona de gran significado histórico y religioso para el budismo tibetano (Paul, 2018).

China considera como legítimo su control sobre el Tíbet desde el siglo VII 6 , empero, la distancia, lo accidentado de la zona y la cultura nómada de los tibetanos hicieron muy difícil la sinización total. No obstante, la reclamación de estos territorios por parte de China se relaciona con la llegada de Mao Zedong al poder en 1949, quien, entre sus primeras acciones una vez en el mando del gobierno, envió ejércitos para salvaguardar las fronteras del territorio chino, teniendo como referente cuando este había llegado a tener su máxima extensión, lo cual data de la época de la dinastía Qing (1644 a 1912). Lo anterior chocó con los intereses de la India, que pretendía salvaguardar las propiedades de todo lo que obtuvo durante la ocupación británica (Fonseca, 2011, p. 33).

Una vez las fronteras de China fueron reafirmadas por el Ejército Popular de Liberación, a inicios del mandato del presidente Mao Zedong, resurgió el conflicto territorial entre India y China por el Tíbet, y Mao declaró la guerra a India en 1962 para combatir por la zona sur de ese territorio. China sustentó su postura en el no reconocimiento de la validez de la firma de un documento suscrito entre Gran Bretaña y el Tíbet en 1914, que delineaba la frontera por la parte occidental, denominada Línea McMahon. La China de Mao sostuvo que el Tíbet no tenía derecho a ejercer soberanía, y que hacía parte de territorio chino, y tampoco reconoció la administración india de esa área, porque cuando India declaró su independencia de Gran Bretaña, no proclamó la independencia de las reivindicaciones territoriales británicas, donde se incluían Aksai Chin y la Línea McMahon. Por tales razones, China consideró inválida la firma (Kissinger, 2012, p. 201-209).

El área definida tras la guerra de 1962 no quedó propiamente demarcada, lo que explica que permanece como un área en continua tensión para ambas potencias. A esta realidad se suma el hecho de que los reclamos territoriales chinos respecto al Tíbet, desde la segunda mitad del siglo XX, están íntimamente relacionados con los intentos chinos de negar al Dalai Lama y sus seguidores cualquier área de este lugar. Esta negativa china se sustenta en el hecho de que Beijing acusa al Dalai Lama de haber contraído una autoridad con respaldo político, aunque estaba restringida al poder religioso. Al buscar respaldo político, el Dalai Lama contraviene las políticas del Partido Comunista Chino en el sentido de que la religión debe guardar sus límites y no sobrepasar la esfera de la política. Esta postura se ha reafirmado aún más bajo el mandato del presidente Xi Jinping.

Pero el enfrentamiento por la zona en disputa al sur del Tíbet surgió por las interpretaciones que tanto China como India tienen desde antes de la historia colonial. China ha reivindicado las fronteras que su imperio tuvo en el momento de máxima extensión, lo cual abarca la parte del Himalaya que los chinos denominan Tíbet Sur, mientras para la India esta zona corresponde a la frontera establecida durante el mandato británico y está circunscrita dentro del Estado de Arunachal Pradesh (Kissinger, 2012, p. 202). No obstante, hoy se cuestiona que Beijing ha aumentado la migración de la etnia mayoritaria Han a la región, y atenta contra la cultura tibetana a través de la reforma educativa bilingüe que institucionalizó al idioma chino mandarín como el medio de instrucción en las escuelas primarias, con el tibetano como lengua complementaria (Sehgal, 2010). Esta política, proyectada en el mediano plazo, muy seguramente dará como fruto una pérdida de elementos identitarios de la cultura tibetana con la lengua como principal perjudicada.

Otras estrategias económicas empleadas por China involucran el uso de recursos no energéticos. Es el caso de acciones como la desviación ex professo de los caudales de agua en la región en disputa fronteriza con la India para el beneficio exclusivo de China (Casarini et al., 2016).

La tensión fronteriza en la relación China-India es un factor de permanente preocupación de ambas partes, porque como lo asevera el profesor Thazha Varkey Paul de la Universidad McGill en su libro The China-India Rivalry in The Globalization Era, la historia ha demostrado que cuando dos grandes potencias en ascenso comparten una frontera, la relación es volátil y potencialmente peligrosa. La relación entre India y China enfrenta, en tal sentido, una serie de desafíos, entre los cuales las disputas fronterizas pueden llegar a escalar a un punto de no retorno, teniendo en cuenta las posturas políticas de Beijing y Nueva Delhi, que tienden a ser más enfáticas y afirmativas en años recientes respecto al tono del discurso de sus líderes, que han venido abandonando el referente del Sur e incorporando posturas más acordes con la condición de grandes potencias, a lo que se suma la creciente tendencia a mostrar que grandes potencias emergentes deben tener una capacidad militar acorde con su peso en el orden mundial.

La desconfianza de la política china hacia Asia del Sur por parte de la India

El segundo aspecto tiene como centro a Pakistán, que es un socio estratégico muy valioso para China en su rivalidad con la India por su ubicación geográfica, influencia en la región del Océano Índico, y como corredor continental que conecta con el Índico.

Mapa de Pakistán en Asia
Figura 1.
Mapa de Pakistán en Asia


Fuente: Huntington Archive (s. f.).

La posición geográfica de la India ofrece fácil acceso a las principales rutas de transporte de petróleo desde Oriente Medio hasta el Pacífico, cerca de los cuellos de botella de navegación del Estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico y el Estrecho de Malaca, a la entrada del Mar del Sur de China y el Océano Pacífico. La zona costera de China, por el contrario, ofrece acceso directo solo a los mares que desembocan en el Pacífico, tras el paso por el estrecho de Malaca, el cual los buques deben recorrer para llegar a Ormuz por el cruce de todo el Océano Índico y el Mar Arábigo, lo que implica realizar largos y costosos trayectos marítimos. En ese contexto, Pakistán representa una ruta mucho más corta para acceder al Océano Índico, y esta es la razón por la cual el puerto de construcción china de Gwadar en Baluchistán, al este del Golfo Pérsico, en Pakistán, es punto estratégico para el comercio marítimo y una de las prioridades de la nueva ruta de la seda china, la denominada “One Belt, One Road (OBOR), o la Iniciativa del Cinturón y la Ruta conocida como BRI, por sus siglas en inglés. Constituye, a su vez, para China una plataforma para sus ambiciones económicas en Asia Central, el Sur de Asia y el Medio Oriente (Ahmad y Singh, 2017, p. 136). Gracias a este puerto, China, que hoy es el mayor importador de petróleo del mundo, va a tener acceso al crudo del golfo Pérsico sin tener que pasar por el estrecho de Malaca. A su vez, las aguas marítimas de las inmediaciones de Gwadar son tan profundas como para acomodar submarinos y portaaviones (Cai, 2017, p. 5), lo cual le permite a China mantener informadas a sus autoridades sobre los movimientos de Estados Unidos en el golfo Pérsico y la India, la cual posee, no muy lejos de allí, dos importantes bases navales, en Mumbai y en Gujarat. Cabe mencionar que Gwadar es, precisamente, el punto en el que la Franja y la Ruta se encuentran, es decir, los trayectos terrestre y marítimo de la nueva ruta de seda.

Para Pakistán, con quien China tiene relaciones desde hace 60 años, las inversiones de ese país en su territorio han sido numerosas, principalmente en materia de infraestructura. En términos estratégicos, ambas naciones se han vuelto interdependientes, lo que ha representado un desafío a la soberanía de la India, manifestado en hechos como el sucedido en agosto de 2010, en la frontera occidental, cuando Pakistán permitió la entrada de entre 7000 y 11.000 soldados chinos para entrar a Cachemira, y a la disputada región de Gilgit-Baltistán para ayudar en la construcción de un tren de alta velocidad y la vía de comunicación desde el este de China al puerto naval de Gwadar (“Pak Handing over De-facto Control”, 2010). Estas obras de infraestructura hoy día hacen parte del denominado “Corredor Económico China-Pakistán”, un proyecto de gran envergadura que contempla diferentes megaobras para facilitar el comercio desde China hacia el Océano Indico, solo atravesando Pakistán. Entre ellas se destacan tres: la construcción de uno de los aeropuertos de mayor altitud del mundo en Tashkurgán; la carretera transnacional más alta del mundo —en medio de la cadena montañosa del Karakórum—, que conecta la frontera china con el puerto de Gwadar; y el ferrocarril de Khunjerab, una línea de gran altitud que correría al lado del Karakorum y enlazaría el noreste de Pakistán con la ciudad china de Kashgar.

Los proyectos viales de China en Pakistán
Figura 2.
Los proyectos viales de China en Pakistán


Fuente: Siddiqui, Sabena, 2015. China Pakistan Economic Corridor: a Gamechanger. Al-Rasub. Recuperado de: https://www.alrasub.com/china-pakistan-economic-corridor-a-gamechanger/

Con miras a asegurarse un futuro con Pakistán como gran aliado, China lo ha blindado con armamento, constituyéndose en el primer comprador de armas de China. Cabe decir que China es el 5 mayor exportador de armas del planeta. En el periodo 2014-2018 el 37% de la armas exportadas desde China al mundo tuvieron como destino Pakistán, un primer lugar que viene ocupando desde 1991 (Stockholm International Peace Research Institute, 2019, p. 5). India, por su parte es el segundo mayor importador de armas del mundo después de Arabia Saudita, y el primer importador de armas en Asia con un 15% del mercado, le siguen China y Pakistán (Stockholm International Peace Research Institute, 2019, p. 6). Lo anterior es un indicador del clima de zozobra en la relación entre China e India, lo que se explica por las tensiones persistentes entre Pakistán e India, donde el interés nacional de preservar territorios que ambos reclaman ha generado una carrera armamentista y una política de contención mutua, lo cual dificulta una salida pacífica y en el corto plazo para ambos Estados. En efecto, el Estado de Pakistán, fundado en 1947, producto de una ola separatista del territorio indio, representa el asunto de política internacional más sensible para la India. La separación de una porción de su territorio junto con el quebrantamiento de la unidad nacional significó un hecho de peso que tiene como corolario la existencia de territorios fronterizos que están aún en disputa como la región de Gilgit-Baltistán en Cachemira, lo que ha motivado múltiples enfrentamientos y hechos de violencia entre ambos Estados, y genera constantes tensiones en la zona fronteriza.

La estrecha relación y el apoyo permanente de China a Pakistán, especialmente en materia militar, son motivados en gran medida para lograr los objetivos chinos y contener las pretensiones de la India en la región. China ha apoyado el programa nuclear pakistaní y ha ejercido presiones internacionales para limitar las ambiciones nucleares de India, país que desde hace varias décadas ha impulsado el desarrollo de su propio programa de armamento nuclear, y para defenderlo, abiertamente se ha referido a “la amenaza china” (Deng, 2007, p. 151).

El cambio más significativo en la evaluación de las intenciones de China lo demostró India en 2008, cuando el Ministro de Defensa indio hizo un llamado a las fuerzas armadas para pedirles que se prepararan para una guerra “en dos frentes”, contra China y Pakistán (Unnithan, 2010, p. 21), debido a que analistas de defensa de la India consideran que China está siguiendo una estrategia prolongada de contener a India en el subcontinente, y que el centro de esta estrategia gira en torno a la alianza entre China y Pakistán. La “doctrina de los dos frentes” requiere que el ejército de la India mejore su capacidad militar para lograr la superioridad en el combate sobre Pakistán, y para disuadir o, si es necesario, defenderse contra un ataque de China en el mediano o largo plazo, así como proteger los intereses geopolíticos de la India en la región del Océano Índico. En efecto, India también está comprometida en crear una poderosa presencia naval en el Océano Índico. Para ello se ha hecho a dos portaviones, tres submarinos Arihant de propulsión nuclear construidos en India (Khan, 2009) 7 , planea tener tres grupos de aeronaves de ataque a portaaviones en 2022, y espera construir o adquirir seis nuevos submarinos y treinta y un nuevos buques de guerra. En continuidad con dichas iniciativas, en 2018 se hizo pública la decisión del Ejército de la India de llevar a cabo reformas extensas y de gran alcance con el objetivo de mejorar sus capacidades de combate de guerra y enfrentar con eficacia todos los desafíos posibles que enfrenta la India a lo largo de sus fronteras con China y Pakistán. En el frente marítimo, la Armada reforzó significativamente su presencia de buques de guerra en la región del Océano Índico, y llevó a cabo un total de 35 ejercicios marítimos multilaterales y bilaterales solo en el año 2018, lo que constituye una cifra muy alta. Según datos oficiales, 33 barcos de la Armada de la India en promedio están desplegados allí todos los días. El gobierno también está considerando establecer una base naval en la isla Asunción en las Seychelles (“Significant steps towards modernization”, 2019).

Por su parte, el Exim Bank de China ha financiado préstamos de bajo costo para la ejecución de cuatro áreas clave: el Puerto de Gwadar, energía, infraestructura para el transporte y cooperación industrial. Estas áreas clave se traducen en proyectos de infraestructura, como ampliar la carretera del Karakorum y las carreteras de enlace, para extender las líneas de ferrocarril, la construcción de puentes y presas hidroeléctricas y ampliar la cobertura de las telecomunicaciones, para lo cual ya en 2010 se habían contratado 122 empresas chinas (Corredor Económico Chino-Pakistaní, 2019). El objetivo central de China en su proyecto globalizador que la vincula con Pakistán es reducir sustancialmente su dependencia en el estrecho de Malaca para continuar proveyéndose del suministro de petróleo de Oriente Medio, pero reduciendo sustancialmente los costos y tiempos de desplazamiento. Cabe decir que los barcos que surcan el mar desde China para pasar por dicho estrecho deben atravesar primero el Mar del Sur de China, lo que explica también por qué esta es otra zona de alta tensión y de disputa para China y sus vecinos de la región.

La iniciativa de la nueva ruta de seda china o BRI

India se encuentra geográficamente ubicada en una zona estratégica de conectividad de China con Oriente Medio y África. En el marco del BRI, en la actualidad China cuenta con 6 rutas terrestres, marítimas y ferroviarias. Al sur las rutas se conectan con India y Pakistán, al igual que las rutas marítimas que se dirigen hacia África y Europa. La posibilidad que tiene China en la actualidad, para evitar cualquier tensión o amenaza en los puertos de la India, es abrir alternativas en la isla de Sri Lanka y directamente en Pakistán, zonas de gran sensibilidad para India.

De hecho, China ha afianzado vínculos con el Sur y Sudeste Asiático a través de proyectos e iniciativas concretas en su proceso de apertura económica, lo cual ha eclipsado el poder de India en la región. En 2007, China respondió a las solicitudes de Sri Lanka para la construcción del proyecto del puerto de Hambantota en la unión del mar Arábigo y la Bahía de Bengala. También construyó el puerto de aguas profundas de Kyauk Phyu en el oeste del estado de Rakhine de Myanmar, cerca de los campos de gas de Shwe, que se cuentan entre las mayores reservas naturales del mundo. Myanmar trabajó en la construcción de un oleoducto y ferrocarril que unen Kyauk Phyu y la provincia de Yunnan, al suroeste de China. Por otra parte, empresas chinas, japonesas y coreanas invirtieron en el Proyecto Dawei de Desarrollo, otorgado por el gobierno de Myanmar a un conglomerado con sede en Bangkok, el plan es suministrar energía para Tailandia (“Unblemished Coastline in Myanmar”, 2010). Bangladesh también recibió apoyo de China para construir un puerto de aguas profundas en Sonadia y la autopista Chittagong-Kunming a través de Myanmar.

Ya en 2010, el reconocido analista geopolítico Robert D. Kaplan advertía que la presencia de la India puede contrarrestar la creciente influencia china en Myanmar y Tailandia, así como lo que algunos temen que sea la aspiración china para la consolidación de una “cortina de bambú” en el sudeste asiático (Kaplan, 2010, p. 127). Esto se correlaciona hoy día con los proyectos que China ha emprendido en la región en el marco del BRI. Se trata de puertos, aeropuertos, vías férreas y carreteables además de rutas marítimas y aéreas, así como redes de cable óptico que permitan la conectividad entre China y Asia, África y Europa (y más recientemente, América Latina). En el caso particular de los puertos, algunos gobiernos, y específicamente el Departamento de Defensa de los EE. UU, han criticado el hecho de que estos estén siendo ocupados también por bases militares chinas para blindar su proceso de expansión económica, al que han denominado el “collar de perlas”, el cual se extiende a lo largo de las costas del Océano Índico, donde los intereses chinos por el control de las rutas comerciales han generado que lugares estratégicos estén siendo ocupados por China. Es el caso de la transformación del mapa urbano de Sri Lanka, donde adyacente a Colombo, su capital, se está erigiendo una ciudad desde 2014, Colombo Port City, ciudad portuaria y distrito financiero en el corazón del Índico, que se proyecta estará terminada en 2022 y cuenta con el músculo financiero chino para su construcción.

Igualmente, la India se encuentra en territorios de rutas férreas estratégicas. La propuesta denominada la Red China Transcontinental atravesará tanto el norte como el centro de China, Asia Central e India con ramales que conducen hacia el Sudeste Asiático, Oriente Medio y los Balcanes, con destino hacia Europa. La importancia de la India para la consecución de este proyecto es fundamental (Casarini et al., 2016), por lo cual, en caso tal de que China consiga llegar a algún acuerdo con la India para lograr sus objetivos, seguramente India estará en condiciones inferiores a China en materia de control interno y marítimo a lo largo y ancho de su territorio.

Otras zonas que se encuentran en el marco del BRI son también estratégicas, como bien lo es la región de Asia Central. Esta área representa una zona de interés económico tanto para India como para China en la medida que suple las reservas energéticas necesarias para su crecimiento económico, siendo entonces considerada como una zona de alto interés geoestratégico. El control de los territorios de mayor riqueza en hidrocarburos del mundo, particularmente de gas, genera inestabilidad y es uno de los objetivos en disputa entre los países con mayor poder e influencia crecientes, ahora entre ellos, China e India. El simple hecho de que China genere mayores lazos de dependencia con esta región implica para la India una amenaza a su crecimiento económico futuro.

La lejanía entre ambos países puede ser perjudicial para los objetivos de la ruta, como bien lo es para la seguridad regional. A este respecto, China concibe como viable la participación de India en operaciones de seguridad conjuntas para proteger los territorios propensos a las disputas (Valderrey y Lemus, 2017). No obstante, persisten otros grandes obstáculos para China en su camino para lograr sus propósitos. Las tensiones directas de India con Pakistán implican que la región de Sri Lanka —y en adición, Myanmar— se haya convertido así en un espacio de influencia militar indio, por lo que la cercanía hacia estas zonas, o posiblemente un incremento del poder de China allí pueden redundar en una confrontación directa entre China e India.

Las nuevas rutas de la seda
Figura 3.
Las nuevas rutas de la seda


Fuente: Straits Times Graphics (2017).

Así mismo, respecto a la postura del gobierno indio frente a la iniciativa china de la Franja y la Ruta, India ha efectuado fuertes declaraciones según las cuales no considera al BRI como un esfuerzo verdaderamente multilateral. El gobierno indio, en cabeza del primer ministro Narendra Modi, ha manifestado abierta y públicamente su distancia crítica frente al gobierno chino y su iniciativa del BRI. De acuerdo con el Ministro de Asuntos Exteriores de la India, se trata de “una iniciativa nacional china”. En respuesta a la ruta marítima de la seda de China, la India dio a conocer el “Proyecto Mausam”, que tiene como objetivo volver a conectar y restablecer las comunicaciones, revivir rutas históricas y fortalecer vínculos culturales con países de todo el Océano Indico, “lo que conduciría a una mejor comprensión de los valores y preocupaciones culturales” (Gobierno de la India, 2018, p. 1). Este es un indicativo de la preocupación india por los alcances de China. Lo anterior se ve agravado por el hecho de que el BRI propuesto por Beijing correría a través de Gilgit-Baltistán, provincia de Pakistán, territorio que, como se explicó anteriormente, la India considera en disputa. Esto demuestra que los conflictos fronterizos están a la orden del día mientras se lleva a cabo la iniciativa china del BRI.

A su vez, recientemente India se ha vinculado al naciente proyecto “Indo-Pacífico” alentado por Japón, Estados Unidos y Australia, con miras a generar en el futuro un importante contrapeso a China al centrarse en afianzar relaciones a través de los océanos Índico y Pacífico, lo cual tiene un impacto en materia económica, pero su fondo es de un claro alineamiento en materia política. China debe enfrentarse así con los intereses indios en muy distintos frentes y niveles, lo cual significa que cada iniciativa China en el orden global y regional tiene serias implicaciones para India, y viceversa.

Conclusiones

A pesar de las similitudes entre estas dos potencias en materia de recursos de poder —como poseer territorios de tamaño continental que albergan una población inmensa, un crecimiento económico estable, posturas políticas domésticas similares de mano dura, en este caso en relación con tendencias proclives al extremismo islámico; políticas de Estado que incentivan la ciencia, la tecnología y la innovación—, perviven aspectos que generan una gran rivalidad entre India y China, que atraviesan no solo sus relaciones bilaterales, sino también su política exterior más amplia, su política económica y sus relaciones políticas en el orden global. Se trata de factores que pueden mover fuertemente a posiciones de hostilidad entre ambos países. En ese sentido, son de resaltar como los más grandes desafíos para su relación, de una parte, las tensiones fronterizas aún abiertas a pesar de los acuerdos del pasado. Por otra parte, para la India el gran desafío en materia de seguridad y defensa lo constituye de manera incontestable la relación China-Pakistán. Y el escenario más volátil para el desarrollo de las tensiones es el Océano Índico noroccidental. Por eso también puede afirmarse que China pone en la mira a la industria naviera mundial, la cual registrará en los próximos años un incremento en su desarrollo y magnitud, y continuará impulsando el crecimiento económico de ese país y de sus potencias rivales como India. No obstante, Beijing deberá recurrir a una acción diplomática hábil pero contundente, un recurso de poder que le puede asegurar el dominio de rutas marítimas, alentado con su colosal músculo financiero, para, a través de estas, tener acceso permanente y estable a mercados vitales de energía y alimentos.

Si bien se entiende que el escenario de la Organización de Cooperación de Shanghai se caracteriza por un fuerte liderazgo por parte de China, dado que se constituye en una herramienta para la defensa de sus intereses nacionales, en la medida que la India sea percibida como un actor relevante dentro de la toma de decisiones y China disminuya su posición de amenaza, se podría llegar a estudiar la posibilidad de una alianza más pragmática entre ambos Estados.

La nueva ruta de la seda acarrea grandes desafíos, tanto para China como para el orden mundial, debido a que para la RPCh se constituye en su macroproyecto globalizador, lo cual se percibe para potencias como India como un factor amenazante para la estabilidad nacional y del orden internacional asiático. En efecto, para la India, el BRI significaría perder la posición de influencia que ha ido construyendo a lo largo del tiempo entre sus vecinos, donde se vería afectada en la región su posición hegemónica, tanto cultural como económica, así como la posibilidad de abastecerse de recursos energéticos en el Asia Central, el aumento de tensiones en los territorios fronterizos, las disputas constantes con Pakistán, y la disminución de capacidad de maniobra en el orden multilateral. Para China, la relación con India le representa un constante dilema, dado que es también una potencia, y de la cual es socio y rival, dependiendo del contexto: para la maximización del poder chino en la región es un actor que representa un obstáculo frente a las pretensiones de hacer realidad los proyectos chinos y fortalecer las alianzas y las relaciones de vecindad; mientras que, paradójicamente, es un gran socio con perspectivas afines en los escenarios internacionales de primer orden, en proyectos bancarios, en alianzas estratégicas del ámbito militar y del proceso de reconfiguración del orden mundial. Esta ambivalencia, pero principalmente la rivalidad y la competencia que caracterizan la relación China-India, está generando un alineamiento de Estados aliados de cada bando, como Estados Unidos y Japón, que se inclinan claramente hacia India; y Rusia junto a Estados pequeños, pero del área de influencia regional como Tailandia y Nepal, que le apuestan a China.

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Notas

1 India es uno de los mayores contribuyentes de tropas a las misiones de mantenimiento de la paz bajo el mandato de la ONU. A partir de agosto de 2015, es el tercer país en la lista de las tropas totales y los conocimientos técnicos proporcionados (total = 7960 efectivos), con lo que su aporte es mayor al del Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y China (Gupta, 2015).

2 Mientras grandes potencias occidentales critican el hecho de que desde 2014 la economía china venga desacelerándose, es importante observar que este fenómeno tiene su origen en su política económica denominada “La nueva normalidad”, centrada en un menor crecimiento de las exportaciones y un mayor aumento el consumo interno. La RPCh viene migrando desde un modelo de crecimiento basado en la inversión a otro basado en el consumo. Se llama “normalización” al paso de una nación recién industrializada a algo mucho más parecido a las economías maduras de Norteamérica, Europa Occidental y Japón. Por tal motivo, la reducción del crecimiento en China se tradujo en una significativa caída, no solo en la demanda externa por los productos primarios que se exportan a la RPCh, sino también en sus precios. Ver más en Lynn (2015).

3 A su vez, el Banco Mundial proyecta que, como consecuencia del rápido y continuo crecimiento de las economías emergentes, tendrá lugar una expansión sin precedentes de la clase media global. Se estima que, de menos de 1,8 mil millones de personas en la clase media en 2009, se ascenderá a alrededor de 5 mil millones en 2030, de los cuales casi dos tercios vivirá en Estados ubicados en Asia, en particular en India y China.

4 Como menciona Sundbo (1998, p. 1), “desde el punto de vista de la economía, la innovación es una actividad que crea un crecimiento económico”.

5 Sobre este tema, consultar Mukherjee (2015, p. 173).

6 La princesa china Wencheng se desposó con un rey tibetano, con lo cual esta región fue anexionada a China y el budismo penetró en ese país. Más tarde, la ocupación mongola sobre territorio chino y sobre el Tibet generó una mayor integración del Tibet bajo la dinastía Yuan (1279-1368), fundada por los invasores mongoles. Sobre este tema ver Feigon (1996), Grunfeld (1987) y Barnett y Akiner (1994).

7 Los arihant están armados con quince misiles capaces de transportar ojivas nucleares a una distancia de 750 kilómetros, para ser reemplazados en el futuro con misiles que tiene unos 3500 kilómetros de alcance (Khan, 2009).

* Artículo de reflexión

Notas de autor

a Autora de correspondencia. Correo electrónico: dianaandreagomez@gmail.com

Información adicional

Cómo citar este artículo: Gómez Díaz, D. A. (2019). China e India: dos grandes potencias rivales en el orden global y regional. Papel Político, 24(2). https://doi.org/10.11144/Javeriana.papo24-2.cigp

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