Elementos del confucianismo en el desarrollo de la economía china, 1949-2012*

Elements of Confucianism in the Development of the Chinese Economy, 1949-2012

Papel Político, vol. 24, núm. 2, 2019

Pontificia Universidad Javeriana

David Castrillón a

Universidad Externado de Colombia, Colombia


Lina Álvarez

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Recepción: 21 Febrero 2019

Aceptación: 09 Mayo 2019

Fecha de publicación: 30 Diciembre 2019

Resumen: La transformación de la economía china como resultado de las características del país ha sido un elemento de profunda reflexión en las últimas décadas. Varios estudios sugieren, además, que las economías del este de Asia como Japón y la República de Corea deben su crecimiento al legado confuciano. En este siglo China ha puesto nuevamente en escena al confucianismo como componente de la retórica de los gobernantes de avanzar hacia una “sociedad socialista armoniosa”. En este documento se busca señalar los posibles elementos confucianos en las políticas de desarrollo de la República Popular China desde sus inicios, mediante el análisis de las resoluciones quinquenales del congreso nacional del PCCh. Se concluye que el confucianismo ha tenido una incidencia central y positiva en el desarrollo económico de China, desde los tiempos de Mao Zedong hasta los primeros años de la actual administración de Xi Jinping, donde se destacan la relación gobernante-súbdito, y el pragmatismo y la ética confucianos como elementos claves.

Palabras clave:confucianismo, reforma y apertura, modelo económico chino, desarrollo.

Abstract: The transformation of the Chinese economy as a result of their national characteristics has been the object of a deep reflection in the last decades. In addition, different studies suggest that the economies in East Asia like Japan and South Korea owe their growth to the legacy of Confucius. In this century China puts Confucianism in the spotlight once again as a component of the ruler’s rhetoric for advancing to a “harmonious socialist society”. This work aims to pin down the building blocks of Confucianism in the development policies of the People’s Republic of China since their beginnings. This work is based on the analysis of the five-year resolutions issued by the National Congress of the CPC. It is concluded that Confucianism has influenced deeply and positively the economic development of China from the times of Mao Zedong to the first years of the current ruling by Xi Jinping. In this context, the relationship governor-subject, the pragmatism and Confucianism ethics stand out as the key building blocks.

Keywords: Confucianism, reform and openness, Chinese economic model, development.

Elementos del confucianismo en el desarrollo de la economía china, 1949-2012

La transformación económica experimentada por China en los últimos 40 años 1 —periodo en que pasó de ser un país con serios vacíos de desarrollo a tener una sociedad relativamente acomodada— ha sido verdaderamente sorprendente. Tanto en crecimiento, como en reducción de pobreza, mejoras en la calidad de vida y modernización, las cifras hablan de una China que se encuentra en el camino hacia el desarrollo. Estos cambios parecen aún más asombrosos cuando consideramos los retos estructurales, políticos y otros a los que se ha enfrentado el país, sobre todo en sus primeras décadas, entre estos, una población numerosa y creciente, el doloroso legado del “Siglo de Humillación” y un ambiente internacional frecuentemente hostil. Este éxito económico ha atraido la atención tanto de académicos como de tomadores de decisiones en países en vía de desarrollo que buscan replicar el éxito chino.

Las discusiones a nivel global sobre el surgimiento de China ocurrieron en el mismo periodo en que el confucianismo fue reintroducido en la retórica política de los gobernantes chinos. Desde el 2002, el gobierno de Hu Jintao empezó a hacer llamados de avanzar hacia una “sociedad socialista armoniosa”, el lema para una China en contacto, tanto con sus raíces culturales antiguas como con sus convicciones socialistas contemporáneas. Por ende, no es extraño que se suscite tanto interés por parte de Occidente como de Oriente en la posible incidencia del confucianismo en el desarrollo económico de China. Caben los interrogantes sobre si el llamado milagro económico chino se podría atribuir parcialmente a las raíces confucianas del país —de ser así, sería vital identificar los elementos específicos del confucianismo que han hecho que China sea tan exitosa—, y sobre las lecciones que pueden tomar los países en vía de desarrollo de la experiencia china.

Después de hacer un recorrido por las políticas del gobierno desde la creación de la República Popular China, analizando la posible relación entre estas y algunos elementos del pensamiento de Confucio, se concluye que el confucianismo ha tenido una incidencia central y positiva en el desarrollo económico de China, desde los tiempos de Mao Zedong hasta los primeros años de la actual administración de Xi Jinping. Tres elementos en particular que se podrían describir como confucianos han sido decisivos para el desarrollo del país: en primer lugar, la relación entre gobernante y súbdito; segundo, el pragmatismo confuciano; por último, la ética confuciana. Cada uno de estos elementos ha sido adoptado en diferentes períodos por los dirigentes chinos y ha tenido un rol central en la toma de decisiones en los más altos niveles de gobierno.

Para probar la hipótesis propuesta en este trabajo, se analiza la evolución del uso de características, preceptos y valores confucianos en importantes declaraciones y decisiones políticas publicadas entre el octavo y decimoctavo congreso del Partido Comunista de China (PCCh), con énfasis en las resoluciones de los congresos nacionales del PCCh que cubren el periodo 1958-2012.

Esta investigación revela que el confucianismo ha impregnado la toma de decisiones en China, y que su relevancia ha crecido gradualmente en tres periodos específicos. La creencia común dice que el confucianismo solo ha tenido una mayor importancia desde el comienzo del siglo XXI, pero en esta investigación se encuentra que las características del confucianismo han estado presentes desde que se fundó la República Popular. De 1949 a 1978, la característica confuciana predominante es la relación entre el gobernante y el súbdito, que permite que el PCCh —y especialmente Mao Zedong— se establezca como el poder centralizado y dominante del país, con todo el peso de la toma de decisiones en sus manos; el pueblo, por su parte, sigue las decisiones de su líder. Esta característica será clave para mantener la cohesión nacional y permitir que el Partido adopte planes económicos y políticos radicales que tendrán un impacto duradero en la estructura económica de China.

En el segundo periodo, de 1978 al 2002, se encuentran tanto características de la relación gobernante-súbdito, como de la premisa confuciana del pragmatismo. Durante este periodo, la relación gobernante-súbdito cambia levemente al seguir ideas confucianas, con el PCCh aún firmemente en control (expresado en los Cuatro Principios Cardinales 2 ), pero más preocupado por representar de una manera justa los intereses del pueblo chino (los principios orientados al pueblo de este gobierno se cristalizan en la teoría de las Tres Representaciones). Esta reforma institucional política será importante al fortalecer el poder y legitimidad del Partido durante un período de cambios paradigmáticos a nivel doméstico e internacional.

Además de los cambios en la relación gobernante-súbdito, este segundo período también cuenta con grandes reformas institucionales al sistema económico, facilitadas por el pragmatismo confuciano. El pragmatismo, un precepto inherente al confucianismo, será el motor principal que facilita la decisión del PCCh de iniciar la política de reforma y apertura; la teoría de socialismo con características chinas y los conceptos de “emancipación de la mente,” “buscar la verdad en los hechos” y “aplicar la teoría a la práctica” son las expresiones más claras del pragmatismo confuciano en la retórica política china durante este período.

Finalmente, en la tercera fase, que inicia en el 2002 hasta el presente, se observan nuevos cambios en la comprensión de la relación gobernante-súbdito y en la aplicación del precepto del pragmatismo confuciano, al mismo tiempo que los valores confucianos se reintroducen formalmente en el diálogo político chino bajo el rubro de “construir una civilización espiritual socialista”. Los tres elementos del confucianismo jugarán un rol central para lograr avances en el desarrollo económico de China y en corregir muchos de los desequilibrios —entre ellos la corrupción e inequidad— generados después de tres décadas de reforma.

Siguiendo el orden presentado en los párrafos anteriores, esta reflexión sobre el confucianismo en el cambiante modelo de China se divide en tres secciones, una para cada uno de los periodos antes mencionados.

El confucianismo en el cambiante modelo de China

Una lectura detallada de las once resoluciones de los congresos del PCCh, promulgadas desde el establecimiento de la Nueva China, muestra la existencia de elementos confucianos que guían la toma de decisiones de los dirigentes chinos, y que han contribuido directamente al desarrollo económico del país. Estos elementos son introducidos gradualmente, acumulándose periodo tras periodo. Así, encontramos que, en el primer periodo, la relación gobernante-súbdito es el elemento confuciano que incide directamente en el modelo económico de China, lo que permite que el gobierno tome decisiones absolutas que a largo plazo prueban beneficiar a la economía del país; al mismo tiempo, el partido legitima su gobierno al decir que está al servicio de las clases patrióticas y trabajadoras. A finales del primer periodo, encontramos indicios del inicio de la reintroducción del pragmatismo a la toma de decisiones de los dirigentes chinos: la decisión de Mao de reentablar relaciones con Estados Unidos es el ejemplo más contundente. Con el inicio del segundo periodo y el ascenso de Deng Xiaoping al poder, el pragmatismo se despliega a lo largo de todo el modelo económico, político y social de China. Este pragmatismo aún se apoya sobre la relación gobernante-súbdito antes mencionada, aunque el PCCh, para este segundo periodo, busca una mayor legitimidad al declarar, a través de las Tres Representaciones, ser el partido de todo el pueblo chino, no solo de los campesinos y obreros. En el tercer periodo, el gobierno refina estos dos elementos y los cristaliza, al apropiarse de valores que hacen parte de la ética confuciana, un tercer elemento del confucianismo que incide en el modelo económico del país. Al promover la concepción científica del desarrollo, la sociedad socialista armoniosa y el sueño chino, el PCCh trae los valores del confucianismo al primer plano.

Primer periodo: 1949-1978

Al estudiar el proceso de desarrollo económico de China sería fácil caracterizar los años que enmarcan este primer periodo como de caos y de crisis. En términos económicos, se podría pensar en este periodo como un momento fallido debido a los errores cometidos durante el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural; 3 sería igualmente fácil desestimar la relevancia del confucianismo durante estos años gracias al conservatismo ideológico de los dirigentes chinos y a las campañas nacionales contra el confucianismo. Sin embargo, un estudio de las políticas adoptadas y de los factores que permitieron que el PCCh llegara al centro de poder demuestra lo contrario.

En las primeras tres décadas de existencia de la República Popular se forman las bases para el futuro crecimiento del país. La economía china durante este periodo avanzó principalmente sobre cuatro frentes: reunificación nacional, redistribución de la tierra, industrialización y desarrollo educacional, medidas que a largo plazo contribuirían al desarrollo económico del país.

Es de notar que, en la mayor parte de este periodo, el llamado Gran Timonel estuvo a la cabeza de la toma de decisiones, es decir, que las políticas antes mencionadas fueron aprobadas por él. Ya que a Mao se le ha tildado de fanático anticonfucianista (Moody Jr., 1974) —aun lanzando una fuerte campaña contra Confucio y sus enseñanzas durante la Revolución Cultural— ¿cómo podríamos decir que el confucianismo incidió en el desarrollo económico de China durante este periodo?

Un repaso de las tres resoluciones del congreso nacional del PCCh para el periodo muestra que el confucianismo jugó un papel vital en el desarrollo económico del país en los años de Mao, específicamente, que permitió que el partido tuviera un alto grado de flexibilidad en su toma de decisiones y en su movilización del pueblo. Esto se da de dos maneras: primero, de la manera en la que el partido se posiciona al centro de la llamada dictadura democrática popular; y segundo, de la manera en la que el partido legitima su gobierno, caracterizándose a sí mismo y a sus líderes, particularmente a Mao, como ideológicamente puros.

La flexibilidad de la que gozó el partido es evidente al momento de estudiar el intervalo 1949-1978: este sería un periodo de grandes cambios, de experimentación y de movilización en masa. Así, por ejemplo, al momento de la publicación de la resolución del octavo congreso nacional del PCCh en septiembre de 1956, China se encontraba inmersa en un proceso de crecimiento moderado pero sostenible, basado en el éxito de la política de la redistribución de la tierra, de la naciente cooperación entre miembros de diferentes clases, del creciente acercamiento con la Unión Soviética, y del primer plan quinquenal, entre otros. Solo 13 años después, en la publicación de la resolución del noveno congreso, el partido describiría las dinámicas violentas y revolucionarias de la Revolución Cultural: la revolución como instrumento para comandar y promover la producción acelerada y la necesidad de mantener una revolución permanente para eliminar a aquellos elementos contrarrevolucionarios que amenazaban el progreso de China. Cuatro años más tarde se publicaría la décima resolución, en un periodo de consolidación ideológica y económica para el país.

Es claro, entonces, que a lo largo del periodo el partido gozó de una flexibilidad raramente concedida en otras sociedades. Es aún más claro que sin esa flexibilidad, el partido difícilmente pudiera haber llevado a cabo las políticas antes mencionadas. ¿Qué factores lo permitieron?

En primer lugar, es de notar que para el periodo el partido gobernó usando una mezcla de medidas autocráticas y consensuadas. Y es de esperar: después de todo, la membresía del partido siempre ha representado solo una minoría del pueblo chino, lo que implica la necesidad de tener cierta legitimidad ante la vasta mayoría de la población. La octava resolución lo dice claramente: “Los comunistas, en todo momento, constituyen una minoría del pueblo. Por ende, tienen la obligación de cooperar con personas no miembros del partido bajo todo tipo de circunstancias” (Liu, 1956, sección IV, párr. 16).

La cooperación de la que se habla acá no es simple retórica vacía: de hecho, la vemos aplicada a la práctica. En la misma resolución, por ejemplo, se habla del proceso de transformación del capital industrial y el comercio privado hacia el socialismo. En vez de nacionalizar toda la industria y convertirla en un bien público —algo que, parece posible, el partido pudo haber hecho unilateralmente en aquel momento—, la resolución habla de un proceso gradual en dos pasos. El primer paso, del capitalismo puro al capitalismo de Estado, consiste en fomentar la cooperación e interdependencia de los dos; en este paso, completado en 1954, “le permitimos a la burguesía nacional un periodo de tiempo necesario para aceptar gradualmente la trasformación, bajo el liderazgo del estado y de las clases trabajadoras” (Liu, 1956, sección II, párr. 28). En el segundo paso, del capitalismo de estado al socialismo, el gobierno paga intereses a los capitalistas durante un tiempo acordado por su inversión original y les encuentra un trabajo acorde a sus habilidades a cambio de la nacionalización de la industria. Esto demuestra que, aún al tratar con clases que podrían ser vistas como incompatibles con el comunismo, el partido buscó gobernar con la voluntad de sus ciudadanos.

A este gobierno híbrido entre el absolutismo y el consentimiento popular, el partido dio el nombre de dictadura democrática popular. Su premisa es que en la antigua sociedad, la minoría, es decir los burgueses, mantenían una dictadura absoluta sobre la mayoría del pueblo. Con la revolución y el establecimiento de la Nueva China, el poder cambiaría de manos, con la mayoría del pueblo finalmente gobernando sobre las minorías, en consecución de sus intereses propios. Como el representante de las fuerzas productivas avanzadas de la sociedad, el partido gobierna en nombre de ellos, con poder absoluto, pero, en teoría, bajo su supervisión:

solo cuando el proletariado, a través de su vanguardia, el Partido Comunista de China, ha usado este instrumento de poder estatal [la dictadura democrática popular] sin impedimento alguno y se ha solidarizado cercanamente con todos los trabajadores y todas las otras fuerzas que están preparadas para aceptar el socialismo, para conjuntamente implementar los patrones de política del proletariado y, por una parte, construir la vida económica y cultural en el camino del socialismo y, por otra, acabar con la resistencia de las clases reaccionarias y los cliques y defenderse contra la intervención del imperialismo extranjero, podrá él [el proletariado] cumplir esta tarea seria y compleja. (Liu, 1956, sección IV, párr. 5)

El concepto de representar a las fuerzas productivas avanzadas de la sociedad china y sus intereses se mantiene de resolución a resolución, aunque la definición de aquellas fuerzas avanzadas cambia en ocasión. En la octava resolución (Liu, 1956, sección IV, párr. 4), la dictadura les pertenece no solo a los trabajadores, campesinos y otros obreros, sino también a todos aquellos que apoyan el socialismo y aman a su país. En contraste, en la novena y décima resolución, la dictadura solo abarca a aquellos individuos que verdaderamente creen en el marxismo-leninismo y las enseñanzas de Mao Zedong: aún dentro del partido se puede encontrar a individuos contrarrevolucionarios que “ondean la bandera roja para oponerse a la bandera roja”. 4 Durante la era de Jiang Zemin, bajo su política de las Tres Representaciones, el partido finalmente pasaría a representar la mayor parte del pueblo chino, incluyendo a representantes de la clase capitalista, pero esto será mencionado en una sección posterior.

La flexibilidad de la que gozó el partido no solo dependió en parte de la voluntad de ciertas secciones de la población general, sino también de la legitimidad que construyó para sí mismo como defensor del pueblo chino, expulsor de las fuerzas imperialistas, fundador de la Nueva China, liberador de la mujer y del campesinado de siglos de injusticia y arquitecto de la industrialización del país. Todo esto vendría, diría el partido, de su adhesión al marxismo-leninismo.

Las resoluciones recurrentemente basan la legitimidad del partido en esta pureza ideológica: “La fuerza de liderazgo del Partido Comunista de China se basa en el hecho que está armado ideológicamente con el marxismo-leninismo” (Liu, 1956, sección VI, párr. 2). Ya que el marxismo-leninismo provee al partido y a sus miembros con una perspectiva correcta del desarrollo de las fuerzas productivas del país, permea a sus miembros de una conciencia de la clase revolucionaria y les permite cristalizar los intereses del pueblo en la implementación de políticas, el PCCh, como poseedor único de este conocimiento, es el único líder legítimo del pueblo chino.

El respeto al PCCh como representante máximo del marxismo-leninismo solo crecería durante la Revolución Cultural, con el surgimiento del culto a Mao Zedong. La octava resolución, publicada más de una década antes de la Revolución Cultural, menciona a Mao cuatro veces, y lo hace de la manera más favorecedora: como impulsador de la expansión a nivel nacional de la colectivización de la agricultura, como líder infalible del Comité Central desde 1935, como miembro del partido que conoce personalmente los intereses del pueblo chino y como ideólogo respetado dentro del partido.

Esas cuatro menciones serían insignificantes al compararlas con el total de 194 en la novena y décima resolución; estas mismas exaltarían al pensamiento de Mao Zedong, el maoísmo, como la aplicación del marxismo-leninismo al contexto único de China, y emendarían la constitución del partido para incluirlo en el panteón de ideologías guía.

La representación de Mao en este periodo como el gran faro de la revolución comunista sería aún mayor debido a la ruptura sino-soviética de finales de la década de los 50. Citando a Mao, la novena resolución dice: “Colaborando estrechamente, el revisionismo soviético y el imperialismo americano han hecho tantas cosas detestables y malvadas que las masas revolucionarias en todo el mundo no dejarán que se salgan con las suyas. Las personas de todos los países se están levantando. Un nuevo periodo histórico contra el imperialismo americano y el revisionismo soviético ha empezado” (Lin, 1969, sección VII, párr. 23). En este nuevo periodo de lucha, Mao tomaría el lugar de líder legítimo del movimiento comunista, no solo dentro de China sino en el mundo.

Ungido como la encarnación física máxima del marxismo-leninismo, sumergido en la experiencia revolucionaria de China, y representando fielmente los intereses de las fuerzas productivas avanzadas de la sociedad, al PCCh —es decir, a Mao— se le daría la flexibilidad para movilizar al pueblo a cumplir sus objetivos, por lo tanto, se le daría carta blanca para gobernar a nombre del pueblo.

Las resoluciones hacen referencia a esta libertad de acción absoluta por parte del gobierno, usualmente dándole el nombre de centralismo democrático, que consiste no solo en la habilidad del gobierno de dictar al pueblo lo que tiene que hacer, sino también en la certeza que el pueblo sí seguirá las órdenes del gobernante, y en el hecho de que no existen otros centros de poder que compitan contra el partido. La décima resolución lo describe así: “De los siete sectores —industria, agricultura, comercio, cultura y educación, el Ejército, el gobierno y el Partido— el Partido es el que ejerce el liderazgo” (Chou, 1973, sección On the Situation and our Tasks, párr. 19).

Lo anterior demuestra que los aportes al desarrollo económico de China a largo plazo hechos durante este periodo —la reunificación nacional, la redistribución de la tierra, la industrialización y la reforma educativa— no hubieran sido posibles si el partido no hubiera desarrollado correctamente su relación con el pueblo. ¿Y a qué se debe eso? Se puede atribuir parcialmente a la herencia confuciana, específicamente a la noción de relaciones gobernante-súbdito del confucianismo.

El confucianismo —por lo menos en su interpretación menciana— parte de la idea que todos los humanos nacen siendo buenos por naturaleza. El caos que se encuentra en la sociedad proviene no de características inherentes del ser humano sino de su relacionamiento incorrecto con otros miembros de la sociedad.

De esta idea nace uno de los fundamentos del confucianismo: las llamadas cinco relaciones, que se deben dar entre 1) gobernante y súbdito, 2) padre e hijo, 3) esposo y esposa, 4) hermano mayor y hermano menor y 5) amigos. Estas relaciones, dice el confucianismo, son jerárquicas (la quinta es la excepción), donde los primeros sujetos de cada par están socialmente por encima de los segundos. Aunque jerárquicas, las relaciones son simbióticas: cada parte depende de la otra para existir. Por esta razón, hay una expectativa que estas relaciones deben basarse en la humanidad, los rituales, la piedad filial, la lealtad y el respeto, entre otras virtudes.

Partiendo de las cinco relaciones, el confucianismo también discute la noción del mandato del cielo. De acuerdo con este, un gobernante se encuentra en poder no solo por su linaje real sino también por la legitimidad de su gobierno. Cuando el pueblo sufre de hambre y violencia, cuando la corte se encuentra consumida por la decadencia y la ineptitud, cuando desastres naturales azotan al país, es en ese momento que el pueblo puede sugerir que el gobernante ha perdido el mandato del cielo y derrocarlo, imponiendo un nuevo gobierno justo que siga las virtudes confucianas.

La relación gobernante-súbdito y la noción del mandato del cielo son los elementos confucianos que se ven representados en las políticas tomadas durante este primer periodo, que contribuirían al desarrollo económico de China. Estas mismas continuarían siendo importantes durante el segundo periodo, de 1978 al 2002, y aún en el periodo actual. Pero estas nociones serían nutridas por otros elementos confucianos: el pragmatismo durante el segundo periodo y la ética confuciana en el tercero. Es a estos elementos a los que nos referimos en la siguiente sección.

Segundo periodo: 1978-2002

La implementación de políticas encaminadas a la reforma y la apertura fue posible gracias a la creciente aceptación por parte del partido del pragmatismo enunciado popularmente por Deng Xiaoping en 1979: “No importa si el gato es negro o blanco con tal que cace ratones”. 5 Este pragmatismo, sin embargo, no llegaría a tomar una posición central dentro de la toma de decisiones china gracias a la influencia de un solo hombre, sino que hace parte de un trasfondo cultural milenario que parte del confucianismo. A este le damos el nombre de pragmatismo confuciano.

El pragmatismo puede ser entendido como la base epistemológica del confucianismo: es la manera en la que el confucianismo entiende al mundo. Esta epistemología parte de ciertas premisas. Entre ellas, la más importante es su carencia de la metafísica característica de las religiones de occidente. Esta visión no-religiosa hace del confucianismo una “tradición viva” (Ames, 2010), creada por personas para personas, es decir una que responde efectivamente a las cambiantes circunstancias y necesidades de sus practicantes. Al hablar de pragmatismo confuciano, hablamos del confucianismo como una filosofía práctica creada para resolver los problemas reales a los que se enfrentan los seres humanos en su vida diaria: dado que las circunstancias cambian, el confucianismo también lo hace. Esto explica por qué el confucianismo ha servido como la guía ideológica de China y países vecinos por más de dos mil años, sin importar el tipo de gobierno al mando del país: de no ser práctico, ya hubiera sido descartado.

Shusterman le da al confucianismo el título de filosofía humanística, la cual él define como una filosofía que “inevitablemente ha tomado forma gracias a la condición humana y a propósitos humanos y que debe estar principalmente enfocada hacia preservar, cultivar y perfeccionar la vida humana” (Shusterman, 2004, p. 17). En su estudio, que compara al confucianismo con el pragmatismo del filósofo John Dewey, Daniel J. Stephens (2009) traza una línea de diferenciación entre el confucianismo y las filosofías occidentales: estas últimas se han quedado atrapadas discutiendo las mismas ideas filosóficas que eran argumentadas en su infancia durante la civilización griega, mientras que el confucianismo se ha adaptado a los tiempos, y ha tomado un carácter utilitario. Esta flexibilidad inherente del confucianismo ha permitido que continúe siendo relevante, aún hoy, cuando China tiene un tipo de gobierno con características diferentes a las de gobiernos anteriores.

El caso histórico más representativo del confucianismo como una filosofía práctica es el que encontramos en las últimas décadas de la dinastía Qing (1644-1911 AD). Al encontrarse en un momento de crisis, asaltado por amenazas externas por parte de los países imperialistas de Occidente y por amenazas internas como la Rebelión Taiping, dirigentes políticos y militares chinos como Zeng Guofan, Zuo Zongtang y el Príncipe Gong acudieron al confucianismo para justificar la implementación del movimiento de autofortalecimiento y del tiyong (体用), procesos por los cuales China empezaría a adoptar de manera selectiva ciertas características prácticas de occidente como sus técnicas militares, modelos económicos, instituciones y materias educacionales, y hasta su forma de vestir y actuar. Su implementación sería tardía y China no llegaría a prevenir la ocupación de su territorio por fuerzas foráneas, pero la introducción de nuevos conceptos empezaría un proceso que culminaría con la victoria de las fuerzas comunistas en 1949.

A partir de 1978, con el ascenso de Deng Xiaoping a las altas esferas de poder chino, volvemos a encontrar al pragmatismo confuciano tomando su posición central tradicional. Después de décadas en las que el gobierno chino se guió casi absolutamente por razones ideológicas más que prácticas, la flexibilidad de los años dengistas resultaría reconfortante y aparentemente nueva para un observador común. Es de notar, sin embargo, que la transición de Mao a Deng no representa un salto marcado del no-pragmatismo al pragmatismo absoluto. Aún en los últimos años de Mao encontramos señas claras del inicio de un proceso encaminado hacia el pragmatismo. El ejemplo más evidente es la decisión del gobierno chino en 1970-1971 —es decir, en el punto más álgido de la Revolución Cultural— de reestablecer relaciones políticas y económicas con su antiguo enemigo, los Estados Unidos de América. Esta tendencia hacia el pragmatismo luego sería aprovechada e impulsada al máximo con la entrada del nuevo gobierno post-maoísta.

De la misma manera en que encontramos rastros de pragmatismo en los últimos años maoístas, también notamos que la llegada de Deng al poder no implica el abandono absoluto y marcado de las políticas maoístas ya existentes: la China actual, relativamente afluente y abierta al comercio mundial, no se construyó en un solo día. El pragmatismo confuciano no solo se basa en la flexibilidad a circunstancias cambiantes, sino también en gradualismo y experimentación.

El proceso chino de reforma y apertura se ha contrastado en varias ocasiones con el proceso seguido por Rusia después de la disolución de la Unión Soviética. Este segundo, en los primeros años de la década de los 90, se dedicó a desmantelar por completo los vestigios comunistas en la economía y planteó la implantación de un sistema económico de mercado moderno como el objetivo principal; a esto se le ha dado el nombre de “reforma big bang” (Naughton, 2007, p. 86-88). China, por su lado, tomaría una aproximación cautelosa y gradual, al experimentar con nuevas políticas económicas, y difundirlas al resto del país solo cuando probaban contribuir al nuevo objetivo del gobierno: promover el desarrollo de China.

¿Cómo se ve expresado el pragmatismo confuciano en las resoluciones entre 1978 y 2002? Se plantea continuar con la lucha ideológica bajo la dictadura del proletariado, y así fortalecer la unidad del país. Sin embargo, los resultados de la Revolución Cultural y la actuación de la Banda de los Cuatro 6 evidencian luchas existentes dentro del Partido, que preocupan a muchos. Por estas mismas fricciones se llama reiterativamente a la unidad y a fortalecer el liderazgo del Partido, al tomar medidas como elegir al Vicepresidente del Comité Central y al Primer Ministro del Consejo de Estado para prevenir nuevas divisiones internas. De esta forma también se propone promover la democracia y fortalecer el centralismo democrático, siempre considerando las jerarquías en las que el individuo está subordinado a la organización, la minoría a la mayoría, el nivel menor al mayor y todo el Partido al Comité Central.

Así, después de la caída de la Banda de los Cuatro, se propone alcanzar la estabilidad y la unidad, a pesar de que en un principio se señala que esto no significa abandonar la lucha de clases. La unidad se torna en un concepto importante y se habla de ella no solo entre los miembros del Partido, sino también del ejército y de las personas de todas las nacionalidades.

El panorama mundial también era positivo para China en el sentido que veía cómo otras naciones estaban luchando contra los poderes hegemónicos por su independencia. Además, a nivel internacional, utilizó el argumento de usar todos los medios para ayudar al triunfo comunista en otros países, inclusive aliados temporales que son inestables, poco confiables o condicionales. Sin embargo, destaca la autonomía que tienen los diferentes Partidos Comunistas y se separan las relaciones que se tienen entre los Partidos y los Estados. Así, se afirma que se apoya la lucha de los países del Sudeste Asiático, África y Latinoamérica, mientras se fortalecen las relaciones con Estados Unidos tras el anuncio del Comunicado de Shanghái de 1972. 7

A nivel económico, la revolución se incluye como un elemento clave para continuar con la construcción de una economía socialista bajo la dictadura del proletariado. Esta revolución incluye elementos en ámbitos culturales 8 y educativos, donde se busca mejorar la vida material de las personas mediante el aumento gradual de la producción. Para lograr estos avances es vital movilizar y utilizar todas las fuerzas disponibles.

Igualmente, remitiéndose nuevamente al pensamiento de Mao, en el que señala que se debe buscar la verdad en los hechos, se busca incentivar el estudio y la investigación con el objetivo de lograr la economía socialista. Además, consideran que se debe utilizar la experiencia del Partido a través de los años y corregir los errores, pues tiene gran importancia purificar sus filas, y un trabajo en equipo con las tres generaciones que pertenecen al Partido. De esta forma, se ve una evolución en 1982, en la que se habla de la construcción de un Estado moderno. Además, se le da prominencia al concepto de la emancipación de la mente, por lo que se empieza a hacer de lado la lucha de clases.

Así, para lograr la modernización del gobierno se proponen metas claras de crecimiento económico, incluyendo el papel suplementario del mercado en la economía planificada. Es así como empiezan una serie de transformaciones en los diferentes sectores económicos, como la reforma a los precios y al sistema de planeación rural, la implementación del sistema de responsabilidad familiar y la posibilidad de invertir capital privado como medidas para incentivar una mayor producción. Otra política dirigida a lograr un mayor crecimiento fue la apertura, que a su vez implicó la creación de nuevas instituciones para regular el nuevo sistema, y la posibilidad de proyectar a China como una economía global mediante una futura entrada a la Organización Mundial del Comercio en 2001. Adicionalmente, se hace uso de la educación, la ciencia y la tecnología con objetivos diferentes a los ideológicos. Por otro lado, empieza a vislumbrarse una preocupación por los índices sociales y se apela al control del crecimiento de la población. Para alcanzar estas metas, señalan que se debe continuar con los principios de ajuste, reforma, rectificación y mejoramiento. Conjuntamente a las metas propuestas de crecimiento, se señalan los errores del pasado, por lo que ahora incluyen temas como el control de precios y del crédito, con referencia a la estabilidad necesaria para que la economía crezca.

De igual forma, se enfatiza en la importancia de mejorar las relaciones con otros países, considerado que el crecimiento económico va a estar limitado en un país en autarquía. En este sentido, se cita el concepto de socialismo con características chinas, en el que se genera un desarrollo económico mientras se mantiene la adherencia a los Cuatro Principios Cardinales, y se persevera en la reforma y la apertura.

Con la transformación de las políticas del gobierno, en las que la economía gana importancia para continuar con la consolidación del país, los miembros del Partido observan cómo nuevas clases sociales que surgen de este proceso reclaman una mayor participación en el poder, por lo que se presenta una adaptación que se contempla en las Tres Representaciones, concepto acuñado por Jiang Zemin en el 2000. Por medio de estas, se busca incorporar a la vida política del país a los llamados sectores emergentes de la sociedad, que incluyen a los empresarios, capitalistas y la clase media. De esta forma, en el décimo sexto Congreso del Partido se incluye este término como una teoría para mantener la unidad nacional y seguir en el camino a la modernización, justificándola como un camino para sobrellevar las contradicciones sociales básicas.

Tercer periodo: 2002-2014

El 2002 marcaría el ascenso de Hu Jintao, junto con Wen Jiabao, al liderazgo del PCCh y, con ellos, una reorientación de los objetivos del Partido hacia la construcción de una sociedad socialista armoniosa, el nuevo enfoque en la doctrina de la concepción científica sobre el desarrollo y, con la llegada de Xi Jinping en el 2012, el llamado “sueño chino”. La introducción de nuevos conceptos como estos a la retórica del partido marca una nueva etapa de incidencia confuciana en el modelo económico de China. En este nuevo periodo, ciertos aspectos de lo que llamamos “la ética confuciana” inciden en la visión del gobierno. ¿Qué queremos decir con ética confuciana?

Ya se ha mencionado que el confucianismo parte de una epistemología pragmática. De ahí, una primera premisa: que el confucianismo es una filosofía sin pretensiones metafísicas sobre el “más allá”; por el contrario, es una filosofía práctica que responde a circunstancias cambiantes con el propósito de facilitar la vida cotidiana y las relaciones entre personas. Una segunda premisa del confucianismo es que, por ser una filosofía en cambio constante, aquellas características que considera como valores no son estáticas, sino que, al igual que la filosofía que los advoca, cambian dependiendo del contexto. No obstante, ello no significa que el confucianismo no se apoye sobre ciertas bases fundamentales: la humanidad, el ritual, la justicia, la piedad filial, la armonía, todos estos son elementos propios y verdaderos por los que él advoca; lo que cambia es su interpretación, particularmente por parte del gobierno. Para este tercer periodo, entonces, al hablar de ética confuciana nos referimos a apropiaciones de valores confucianos por parte del gobierno chino, usualmente con fines políticos.

Esto es importante cuando intentamos comprender cómo es que el PCCh —que durante un periodo de más de una década buscó erradicar y difamar al confucianismo de manera activa— hoy usa conceptos confucianos como el de la armonía, aun cuando entiende este concepto de una manera muy distinta a como la hubiera entendido Confucio.

¿Cómo vemos la ética confuciana que se revela en el periodo 2002-2012? La identificamos en el uso y desarrollo de dos lemas: primero, la doctrina de la concepción científica sobre el desarrollo y, segundo, la sociedad socialista armoniosa.

La concepción científica sobre el desarrollo fue introducida al diálogo chino y a la constitución del país por la resolución del 17 congreso del PCCh en el 2007, cuando entró al panteón de teorías socialistas con características chinas, que incluye a la teoría de Deng Xiaoping y las Tres Representaciones: “La Concepción Científica sobre el Desarrollo lo toma como su esencia, poner al pueblo en primer lugar como núcleo de su misión, el desarrollo balanceado y sostenible como su requisito básico y la reflexión general como su aproximación fundamental” (Hu, 2007, p. 10). La concepción científica sobre el desarrollo, entonces, constituye la cristalización de las lecciones del partido desde el establecimiento de la Nueva China, incluyendo los dos elementos confucianos ya mencionados, es decir el relacionamiento correcto entre gobierno y pueblo y el nuevo enfoque en el desarrollo económico como expresión del pragmatismo. Al mismo tiempo, la teoría representa la estrategia del gobierno para responder al nuevo periodo en el que se encuentra el país, uno en el que la contradicción principal de la sociedad es entre “las crecientes necesidades materiales y culturales del pueblo y los bajos niveles de producción social” (Hu, 2007, p. 10).

Al adoptar esta teoría, el gobierno chino reconoce tanto los avances importantes que se han hecho en las décadas desde el inicio del proceso de reforma y apertura, como los problemas que han nacido como consecuencia de ese proceso. Entre los reconocidos por el gobierno en la décimo séptima resolución (Hu, 2007, párr. 17) se encuentran el costo ambiental creado por el desarrollo acelerado, la desigualdad entre zonas urbanas y costeras, por un lado, y zonas rurales e interiores, por el otro, el desarrollo desacelerado de la agricultura china, los problemas sociales a los que se enfrentan muchos ciudadanos de bajos recursos, el atraso ideológico y moral de gran parte del pueblo y problemas de gobernanza y corrupción, entre otros.

El reconocimiento de los anteriores como problemas fundamentales de gobernanza se encuentra en línea con las enseñanzas de Confucio. La lucha contra la corrupción va acorde al llamado de Confucio a los dirigentes para ser personas caracterizadas por la virtud: “Por ello, el gobernante vigilará su propia virtud. Si él tiene virtud, él tendrá al pueblo consigo. Si tiene al pueblo, él tendrá territorio. Si tiene territorio, tendrá riqueza. Y si tiene riqueza, el país será rico” (Confucio, 1869, cap. 10). La importancia de la virtud sobre la búsqueda del enriquecimiento sería especialmente importante para el gobierno de Hu después de años exitosos de transición hacia una economía de mercado —especialmente bajo los años de Jiang Zemin— que había enriquecido a algunos círculos cercanos al PCCh, pero no a la mayor parte del pueblo; esta desigualdad podría poner en riesgo al partido, particularmente debido a su naturaleza no-democrática. Como dijo Confucio:

La virtud es lo más esencial y la riqueza es secundaria. Enfatizar la importancia de la riqueza sobre la virtud causaría que el gobernante luchara contra su pueblo por riqueza, lo que implicaría robo por parte del gobernante. Por tanto, un gobernante que depriva a su pueblo de riqueza probablemente amedrentaría a su pueblo y los incitaría a rebelarse contra él. De la misma manera, un gobernante que comparte su riqueza con su pueblo puede atraerlos naturalmente a que lo apoyen. (Confucio, 1869, cap. 10)

El reconocimiento de la inequidad como un gran problema social también sería reconocido por Confucio y sus seguidores, quienes afirmaron:

Yo siento fuertemente que un rey no debe preocuparse por la pobreza de sus súbditos. En cambio, él tiene que preocuparse sobre si hay o no una distribución desigual de la riqueza entre ellos. Una población hambrienta no le debe preocupar tanto como el desorden social. Esto es porque, con una distribución equitativa de la riqueza, la pobreza se desvanecerá. Buenas relaciones entre la clase gobernante y la clase gobernada son más importantes que la falta de población, y siempre que el pueblo viva en paz el país estará fuera de peligro. (Confucio, s. f., cap. 16)

Para afrontar estos problemas, el gobierno adoptó un segundo eslogan: la construcción de una sociedad socialista armoniosa. Esta nueva estrategia va encaminada hacia la búsqueda de un justo medio comprensivo similar al adelantado por Confucio, y en contraposición a los extremos ideológicos de los años maoístas y los extremos económicos de los primeros años de reforma. En vez de lucha entre clases, armonía social y estabilidad, tanto entre el partido y el pueblo como en las relaciones entre miembros del partido. En vez de relaciones conflictivas entre China y la comunidad internacional, relaciones gana-gana, desarrollo conjunto y coexistencia pacífica. En vez de desarrollo económico desmesurado, un desarrollo estable, equitativo y sostenible. En vez de un sistema social enfocado en la industrialización a todo costo, uno que cuide y promueva los intereses de los trabajadores, consumidores, y cuide al ambiente.

El comunicado del sexto pleno del 16 Comité Central del PCCh describe la sociedad socialista armoniosa de esta manera:

[...] la sociedad armoniosa representa la naturaleza intrínseca del socialismo con características chinas y es una garantía importante para la prosperidad del país, el rejuvenecimiento de la nación y la felicidad del pueblo […]. Construir una sociedad socialista armoniosa era la demanda intrínseca de construir un país socialista modernizado que es próspero, fuerte, democrático, civilizado y armonioso. También encarna la aspiración común de todo el Partido y las personas de todos los grupos étnicos. (Partido Comunista de China, 2006)

Esta apropiación del concepto confuciano de armonía es clara y ha sido efectiva para reforzar la percepción de legitimidad del partido por parte del pueblo.

Es así como en el tercer periodo se introduce un nuevo elemento del confucianismo, uno aún en proceso de desenvolverse. Aunque no hace parte del periodo bajo estudio, se observa en los primeros dos años de Xi en el poder, una continuación en las políticas del gobierno de la retórica de ética confuciana introducida por la administración Hu. En julio del 2013, por ejemplo, el gobierno promulgó una ley que obliga a los hijos a visitar a sus padres, bajo el riesgo de ser sancionados judicialmente si no lo hacen (Wong, 2013). Aunque la ley no hace referencia explícita a la piedad filial, la relación con el confucianismo es evidente. La promoción de los Institutos y Salones Confucio como instrumento de poder blando del Estado también sirven como ejemplo.

Este tercer periodo también encuentra una continuidad y refinación de los dos elementos antes mencionados. En cuanto a la relación gobernante-súbdito, la resolución más reciente aún enfatiza la supremacía del partido sobre el país y su papel de liderazgo en la toma de decisiones: “Debemos mantener el liderazgo del Partido… y garantizar que el Partido juegue un rol como el núcleo en el ejercicio del liderazgo total y en coordinar los esfuerzos de todas las partes” (Hu, 2012, p. 10). El traslado forzoso de cerca de 1,4 millones de personas para la construcción de la Represa de las Tres Gargantas (“China’s Three Gorges Dam”, 2012) es un ejemplo del poder que el PCCh aún mantiene. Pero su poder sobre el pueblo aún no es absoluto, pues es regulado por las responsabilidades que el primero tiene hacia el segundo, es decir, por el concepto del mandato del cielo. Para abordar esto, el partido crecientemente incluye referencias en las resoluciones sobre su responsabilidad hacia el pueblo: “poner al pueblo en primer lugar, gobernar de parte del pueblo y siempre mantener lazos cercanos con él” (Hu, 2012, sección XII, párr. 5). Bajo su gobierno, Hu llevaría esta relación a un nuevo nivel al promulgar sus Tres Principios del Pueblo: “el poder debe ser usado en beneficio del pueblo; las ganancias deben ser buscadas para el pueblo; y los sentimientos [de los cuadros del partido] deben estar atados a aquellos del pueblo” (Lam, 2009).

El pragmatismo, por su lado, se ve en la aproximación del partido a la realidad del nuevo periodo: la concepción científica sobre el desarrollo es la encarnación del pragmatismo para el nuevo milenio. Al reforzar que se encuentra guiado por la verdad y corrige sus errores, que busca adaptarse a nuevas circunstancias, que no se encuentra atado a ideologías obsoletas y que es innovador en su pensamiento el PCCh, declara su continuo apego al pragmatismo como guía en su toma de decisiones.

Conclusión

El resurgimiento económico de China en las últimas décadas ha llevado a la búsqueda de elementos que expliquen su ascenso. Recurrentemente, en las discusiones académicas, se ha presentado al confucianismo como uno de los ingredientes de la receta del éxito chino. En este documento se buscó constatar esta afirmación, al identificar los elementos confucianos que han incidido en el desarrollo económico del país.

Después de un análisis de las resoluciones del Congreso de PCCh para el periodo 1958-2012, se concluye que tres elementos confucianos están presentes a lo largo de la existencia de la República Popular. A pesar de que en algunos períodos el gobierno hizo declaraciones en las que culpaban al confucianismo como causa del atraso del país, la evolución en sus políticas permitiría afirmar que el pensamiento de los líderes chinos nunca estuvo en contraposición del pensamiento de Confucio; por el contrario, el confucianismo ha sido una guía en la propuesta de políticas económicas del gobierno.

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Notas

1 Acá reconocemos el momento paradigmático para el modelo económico chino que representó la muerte de Mao Zedong en 1976, y la puesta en marcha hacia la reforma y apertura iniciada por Deng Xiaoping en 1978. Con esto, sin embargo, no desconocemos los pasos importantes que ya se habían tomado en años anteriores para fundar las bases de desarrollo del país (en particular las industriales), desde los intentos de modernización de eruditos chinos a finales de la dinastía Qing (Yue, 1999), pasando por los primeros planes de desarrollo iniciados por Chiang Kai-Shek durante la Década de Nanjing (Kirby, 2017), hasta la política industrial de Mao, que se expone más adelante en este artículo.

2 En 1981, el PCCh publica un documento, la “Resolución sobre ciertos asuntos en la historia de nuestro partido”, que evalúa comprensivamente el legado histórico de Mao cinco años tras su muerte. La evaluación arroja resultados mixtos: Mao tomó tanto decisiones acertadas como erradas. El documento cierra estableciendo las normas bajo las que se debe regir el partido a partir de ese momento, entre estas los Cuatro Principios Cardinales: mantener en alto el socialismo, la dictadura democrática popular, el liderazgo del PCCh y el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao Zedong (Dittmer, 2009).

3 El Gran Salto Adelante (1958-1961) corresponde a un plan de medidas económicas y sociales propuestas por Mao Zedong para mejorar la producción industrial china que resultó en un desastre económico. La Revolución Cultural (1966-1976) se refiere a una lucha social entre Mao Zedong y ciertos líderes del PCCh por el poder, que terminó en un desastre social.

4 Slogan por el que se critica a individuos que dicen ser revolucionarios comunistas (“rojos”) para encubrir sus verdaderas intenciones de minar al partido.

5 Esta afirmación ya había sido utilizada en 1962 por el mismo Deng bajo un contexto económico crucial, como era el apoyo a la política experimental sobre la contratación de tierras por parte de los campesinos, política que Mao Zedong había realizado un año atrás en Anhui, y que demostró el pragmatismo de Deng al separar la política económica de la ideología, pero que a su vez sirvió para fuertes críticas contra él durante la Revolución Cultural.

6 Corresponde al grupo de cuatro líderes radicales en la etapa final de la Revolución Cultural: Jiang Qing, Zhang Chunqiao, Wang Hongwen y Yao Wenyuan. Ellos fueron condenados por crímenes de aventurerismo de izquierda tras la muerte de Mao.

7 En el comunicado de Shanghái, con la visita del presidente Nixon a China en 1972, se expresa la voluntad de los dos países de normalizar sus relaciones.

8 Entre los elementos culturales se encuentran mantener el orden público y disminuir la tasa de criminalidad. Además, contener prácticas negativas como buscar el interés privado a expensas de los intereses públicos, el desprecio por el trabajo, anteponer el dinero y la búsqueda sin escrúpulos de disfrute personal.

* Artículo de reflexión, producto de un trabajo interdisciplinario que se realizó junto a la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas y el Observatorio Asia-Pacífico de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, a la que agradecemos por su apoyo. Igualmente, agradecemos a los pares académicos, cuyas valiosas sugerencias ayudaron a fortalecer los argumentos de este artículo.

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: david.castrillon@uexternado.edu.co

Información adicional

Cómo citar este artículo: Castrillón, D., y Álvarez, L. (2019). Elementos del confucianismo en el desarrollo de la economía china, 1949-2012. Papel Político, 24(2). https://doi.org/10.11144/Javeriana.papo24-2.ecde

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