“Fuga con Pajarillo”1: trayectorias femeninas de la migración venezolana en tránsito hacia la frontera sur en Colombia*

“Fuga con Pajarillo”: Female Trajectories of Venezuelan Migration in Transit to the Southern Border in Colombia

Liz Johana Rincón Suárez

“Fuga con Pajarillo”1: trayectorias femeninas de la migración venezolana en tránsito hacia la frontera sur en Colombia*

Papel Político, vol. 27, 2022

Pontificia Universidad Javeriana

Liz Johana Rincón Suárez a

Universidad Autónoma de Occidente, Colombia


Recibido: 03/febrero /2021

Aceptado: 05/mayo /2021

Publicado: 30/octubre /2022

Resumen: Este artículo tiene como objetivo comprender la experiencia y las trayectorias de migración de mujeres venezolanas asentadas de manera transitoria en la ciudad de Cali, Colombia. Parte de la pregunta: ¿cómo mujeres venezolanas en tránsito significan la experiencia migratoria y en qué medida dichos significados articulan procesos de agencia y de ejercicio de derechos? Los datos presentados son el resultado de un ejercicio etnográfico con treinta familias caminantes en el campamento de refugiados del terminal y caminantes en la Vía Panamericana en Cali, y de cinco entrevistas en profundidad realizadas a mujeres entre los 23 y 36 años. Los resultados se analizaron a la luz de los enfoques teórico-críticos de las migraciones que vinculan los conceptos de trayectoria, migración pendular y mundos de la vida cotidiana. La conclusión final del análisis considera que la migración en tránsito es una experiencia que expresa múltiples violencias para las mujeres, pero al mismo tiempo produce confrontaciones en los significados y prácticas culturales. Estas confrontaciones devienen en nuevas subjetividades que impactan los universos de sentido de la sociedad de origen y de acogida. Las trayectorias de las caminantes dan cuenta de la necesidad de comprender la migración de tránsito como migración de refugio, lo cual implica la construcción de una política migratoria que supere las miradas Estado-céntricas sobre la ciudadanía.

Palabras clave:migración de tránsito, género, migración pendular, etnografías de la migración, migración venezolana, caminantes.

Abstract: This article aims to understand the migration experience and trajectories of Venezuelan women settled in transit in the city of Cali, Colombia. It starts from the question: how do Venezuelan women in transit signify the migration experience and to what extent do these meanings articulate processes of agency and the exercise of rights? The data presented are the result of an ethnographic exercise with thirty families walking in the refugee camp of the terminal and walkers on the Via Panamericana in Cali, and five in-depth interviews conducted with women between 23 and 36 years of age. The results were analyzed in the light of critical-theoretical approaches to migration that link the concepts of trajectory, pendular migration and everyday life worlds. The final conclusion of the analysis considers that migration in transit is an experience that expresses multiple violences for women, but at the same time produces confrontations in cultural meanings and practices. These confrontations result in new subjectivities that impact the universes of meaning of the society of origin and host society. The trajectories of the migrant women show the need to understand transit migration as refugee migration, which implies the construction of a migration policy that overcomes state-centric views on citizenship.

Keywords: transit migration, gender, pendular migration, ethnographies of migration, Venezuelan migration and walkers.

Somos unas aves que nos abrieron la jaula para caminar, para conocer, para ver qué era

nuestro país. Qué era lo que teníamos y no nos dábamos cuenta, muchas nos dimos cuenta

cuando estábamos emigrando de nuestro país. Ese pájaro que estaban alimentando ahí, no

sabía el tesoro que tenía en nuestro país, no sabía porque esa jaula era tan rica que no se dio

cuenta (Valentina, comunicación personal, enero de 2021)

Pajarillo, pajarillo, vuela si quieres volar

Yo te recorté las alas para verte caminar

Me dijiste que eras libre

Como la palma del llano

(Pajarillo, canción tradicional del llano venezolano)

Introducción

Las carreteras principales de Colombia han sido ocupadas por largos cordones de migrantes venezolanos conocidos como “los caminantes”. Para enero de 2021 la Organización de las Naciones Unidas proyectó el paso de 162.000 personas cruzando el país hacia Ecuador, Perú y Chile. En los últimos dos meses de 2020 fueron ubicados en carreteras colombianas más de 18.000 migrantes venezolanos y se estima que diariamente, solo por Norte de Santander, más de 200 migrantes intentan ingresar de manera irregular al territorio nacional (Migración Colombia2, 2020).

Este artículo se basa en los resultados preliminares de la etnografía “Fuga con Pajarillo”, situada en el contexto del circuito de desplazamiento de “los caminantes” en la ciudad de Cali desde diciembre de 2020 hasta julio de 2021. Bajo la perspectiva etnográfica de análisis de trayectoria, se identifican los siguientes hechos fundantes en las experiencias de las migrantes: primero, el paso por las trochas de Cúcuta y Arauca; segundo, el cruce del Páramo de Berlín en el norte colombiano; luego, el tránsito de la zona central y eje cafetero; finalmente, la permanencia en la ciudad de Cali, en el asentamiento espontáneo, “campamento del terminal”.

Topos de tránsito
Figura 1
Topos de tránsito


Fuente: elaboración propia basado en El incierto retorno venezolano (El Tiempo, 2020)

El fenómeno que comenzó como una situación de casos aislados hoy alcanza cifras dramáticas, constituyéndose como una evidencia en toda la geografía nacional. Los caminantes hacen parte de un tipo de migración definida como pendular o de tránsito3. La tipología es una agenda de análisis reciente para el contexto colombiano, la cual toma mayor apertura con la coyuntura de la crisis humanitaria venezolana. Cabe resaltar distintos estudios (Aliaga Sáez et al., 2017; Iranzo, 2018; Palma, 2015; Rodríguez y Ramos, 2019) que abordaron con anterioridad sus características en las zonas transfronterizas.

La migración de tránsito se aborda como un tipo de movilidad estacionaria que está marcada por la temporalidad y la voluntad de no permanencia del migrante. El tránsito está relacionado con el derecho a la libre circulación y con las tensiones derivadas del derecho a entrar y a salir de un Estado nación (Delgado, 2013). Actualmente, los flujos de tránsito, en el caso colombiano, se vinculan al éxodo de refugiados y a los hechos violentos asociados a ello, como la trata de personas, el reclutamiento forzado por parte de actores armados ilegales o el paso transfronterizo en los cerca de 32 cruces ilegales en la frontera colombo-venezolana, denominados por los migrantes como “trochas”. Este hecho ha transformado las dinámicas del tránsito, que en el pasado aludía a “una interacción con la sociedad de destino de diferente naturaleza, en un espacio donde migrantes y no migrantes interactúan en pro de un fin propio como el del comercio legal o ilegal” (Masferrer, 2012, citado en Palma, 2015, p. 16).

El perfil sociodemográfico de las personas en tránsito ha cambiado en los últimos tres años. Los diagnósticos confirman una importante frecuencia de mujeres y niños circulando por los corredores migratorios y liderando “las manadas” de caminantes (Bolívar, 2021; Tribín-Uribe et al., 2020). Según Migración Colombia (2021), para marzo de 2021 la cifra total de varones venezolanos fue de 877.395, mientras las mujeres fueron 852.142, de tal manera que la población femenina va igualando el porcentaje.

Este proceso de feminización de la migración de tránsito lleva a la necesidad de comprender cuáles son las dimensiones del fenómeno a través de la relación entre las trayectorias y el género, pero también de los estudios críticos de las migraciones que tensionan la frontera y el Estado nación, con el derecho a la libre circulación de las personas. En efecto, esta mirada no pretende generar una homogenización de la experiencia de las mujeres; al contrario, constituye una mirada etnográfica y situada sobre el presente, es decir, en la coyuntura dada por la firma del Estatuto Temporal de Protección a Migrantes Venezolanos y por la pandemia del virus COVID-19.

Para avanzar en la comprensión del tránsito como coyuntura, se retoman las perspectivas de Hall (1987) y Glick Schiller (2020), en las cuales los autores la conceptualizan como “el análisis de los múltiples cambios interrelacionados en la reorganización global y en una perspectiva reflexiva sobre cómo pensamos acerca de estos cambios” (p. 4, traducción de la autora). Con este fin, la lectura de los contextos de tránsito donde opera la coyuntura permite observar fuerzas, tendencias y relaciones de dominación en las trayectorias de los migrantes, en este caso de las mujeres caminantes.

Esta investigación tiene su contexto en la ciudad de Cali, Colombia, un nodo de recepción de migrantes que se desplazan hasta la frontera con Ecuador. La cercanía de la ciudad ha generado la creación de estaciones o puertos que son reconocidos como “campamentos venezolanos”, tanto en el terminal de transporte como en uno de los parques principales de la zona céntrica, el Parque del Perro.

Los datos fueron obtenidos a partir de etnografías de contacto, que suponen un continuo proceso reflexivo entre las migrantes del “campamento del terminal” y la investigadora, y que exigió un trabajo de escucha y de cuestionamiento de la mirada desde la posición que Gregorio Gil enuncia como “un acto total que implica cuerpo, mente, razón y emoción de manera indisoluble, como una práctica de reconocimiento de la configuración de las relaciones de poder” (Gregorio Gil, 2006).

La etnografía partió del análisis de los significados y las prácticas como elementos definitivos del sentido de la experiencia migrante (Simmel, 2012). Los hallazgos parten de interpretar los mundos de la vida cotidiana4 del tránsito y los universos de sentido que derivaron en prácticas de agencia para las mujeres. La coyuntura del COVID-19 y de la socialización del Estatuto de Protección que promete la regularización de la población migrante documentada, tensionó la idea del tránsito, de tal manera que en coherencia con Willers “no se deja describir como un viaje unidireccional en un tiempo definido, sino más bien como un camino que implica varias idas y vueltas, e incluso puede tener fases de asentamiento temporal que a veces se convierte en definitivo” (Willers, 2016, p. 186).

Con el fin de observar estas fases de la experiencia, se usa el concepto de trayectoria como una “serie de posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente (o un mismo grupo) en un espacio en sí mismo en movimiento y sometido a incesantes transformaciones” (Bourdieu, 2007). Para el caso de las mujeres, las trayectorias de tránsito exigen una lectura interseccional, es decir, un abordaje de las imbricaciones y conexiones de las relaciones de poder (Viveros Vigoya, 2016) que, retomando el análisis con Glick Schiller (2020), involucra categorías como el género y el ciclo vital.

La experiencia del andar engloba las subjetividades de las mujeres migrantes y sus confrontaciones con los mundos sociales que transitan. El contacto con las adversidades y la sociedad de acogida (la colombiana), da cuenta de los cuestionamientos, las afirmaciones, los sometimientos y el continuum de violencias que permanecen incorporadas en sus trayectorias vitales. En este sentido, analizar la experiencia de las mujeres supone “un acceso a lo real” en tanto el relato de los andares constituye una fuente confiable de conocimiento (Scott, 1992; De Lauretis, 1984).

Para el caso del “campamento del terminal”, se han tomado cuatro trayectorias para el análisis del tránsito como experiencia situada. Alana, que representa el tipo ideal del refugio y el desplazamiento estacionario; Valentina, que ha profesionalizado el andar y se erige como un caso de migración pendular; Milagros, quien hace parte de la migración en tránsito cuyo destino fue la ciudad de Cali; y Mar, recién llegada al campamento y con la ambigüedad del deseo de permanencia, debido a la coyuntura del Estatuto de Protección. Todas las mujeres se encuentran en el rango etario de 26 a 36 años, arribaron a la ciudad de Cali por las trochas ilegales y son madres.

La trocha y el páramo

Alana, de 36 años, alista el megáfono y se ubica en el sector de Pance, en la ciudad de Cali. Antes de iniciar su relato toma un poco de agua que le pasa Nicol, su hermana menor.

Señores, llevamos diecisiete días caminando, nos robaron nuestro equipaje, vamos rumbo a la ciudad de Quito, agradecemos cualquier colaboración, mi hermana y yo estudiábamos medicina en Maracay y tuvimos que salir por nuestros hijos, por favor, nos robaron el equipaje, cualquier ayuda que nos brinden lo agradecemos, sabemos hacer uñas, manicure, pedicure, viajamos con cuatro niños pequeños, agradecemos al pueblo caleño por su hospitalidad.

Nicol sostiene a Luis Miguel, el hijo de Alana, porque quiere que su madre lo atienda e irrumpe en llanto. “Ya papi, ya”, le susurra Nicol; su hija de cuatro años la mira detenidamente mientras le abraza la pierna. Luego de recibir bolsas con mercado entregadas por empleadas del servicio, en su mayoría de origen afrocolombiano o indígena, el esposo de Alana se acerca y me dice, “Cali es lo mejor que nos ha pasado”.

En 2016, la migración de tránsito de caminantes era una excepción de las clases menos favorecidas en Venezuela. Se concentraron en la ciudad de Cúcuta, Norte de Santander, donde permanecían periodos de varios meses para recolectar dinero y enviar remesas o comprar medicamentos. En las trayectorias de las cuatro mujeres, 2018 marcará un antes y un después en las formas de migrar. La imposibilidad de obtener el pasaporte para lograr la salida por las fronteras legales, sumado al cerramiento de estas por los conflictos entre ambos países, decantó en que se activara el paso por las trochas controladas por los actores armados ilegales. La emergencia en la ciudad de Cúcuta llevó a cientos de venezolanos a iniciar éxodos motivados por las redes vecinales y familiares hacia las demás capitales de Colombia.

Desde 2016, las carreteras colombianas fueron conquistadas por los primeros caminantes, pero en 2018 el éxodo masivo logró abrir corredores migratorios y vías, a las que, según el testimonio de Valentina, se llegaba preguntando a los conductores y habitantes de los pueblos que iban emergiendo en el camino. En los relatos de las treinta familias que hoy habitan el campamento, los primeros tramos fueron conquistados por migrantes varones, pero con el paso del tiempo y la agudización de la crisis económica en Venezuela, posteriormente las mujeres se aventuraron a pasar los senderos, primero solas y luego con sus hijos.

El paso de las trochas está marcado por un ensamblaje de múltiples violencias. Por un lado, el cobro de “vacunas”5 a los migrantes por parte de grupos armados ilegales, que en varias ocasiones no son identificados con un grupo específico. Para algunas mujeres fueron las guerrillas colombianas, para otras la guardia venezolana y para otras tantas los paramilitares, sin que en el relato haya coherencia de los actores.

Cuando uno pasa por la trocha, lo que hay es guerrilla colombiana y es muy duro. Sí demasiado porque si tú traes dólares, ellos te lo quieren quitar y si tú pasas mucha mercancía, entonces te revisan y te quieren decomisar la mitad de lo que tú llevas. Mis hijos de catorce y de quince, decían “Mami, yo tengo miedo” y yo les decía “tranquilo que no les va a pasar nada mientras usted no mire lo que no tienen que mirar”. Sí, porque le digo que, si uno es muy bonito y un paraco se enamora de ti, ahí te tienes que quedar con ellos hasta que a ellos le dé la gana. Eso es horrible, a las que son bonitas las tienen ahí para ellos y no las sueltan, sino hasta que ellos ya se cansan de usarlas. La quiere para él, ya pues nadie puede decirle nada porque en la trocha, no es el gobierno, no es ni la guardia venezolana, ni la policía colombiana, no, ya a los muchachos jóvenes que ellos ven que son acuerpados, qué broma, ellos los quieren como qué para ellos. Yo les decía “hijo no vea para los lados, hijo, no vea esto hijo” porque lo llame diga “no, no puedo”. Porque muchas madres hemos perdido nuestros hijos aquí en Colombia. (Valentina, comunicación personal, 22 de enero de 2021)

Los cuerpos, tanto de mujeres como de adolescentes, se erigen como mercancía para los actores armados. Este hecho, que es frecuente en los tránsitos de migrantes no regulares, tiene especificidades en el caso de la frontera venezolana, pues no solo se trata, como en el estudio de Izcara Palacios (2017), de una labor asociada al coyotaje6 , sino que además constituye mano de obra militar para las confrontaciones del conflicto armado colombiano. En las trochas, donde tradicionalmente se da la trata de personas y el contrabando de mercancías, los actores armados imponen el reclutamiento forzado tanto para servicios sexuales como para grupos armados ilegales, o como la misma Valentina relata, para usarlos como carnadas en las operaciones militares que diseñan. En algunos casos, las mujeres fueron conducidas por camiones de grupos que se autodenominaban como “Águilas Negras”, sin que ellas pudieran darle mayor significación o relevancia por el desconocimiento del conflicto armado colombiano.

Cúcuta fue difícil porque duramos cinco días. Yo por lo menos sé hacer uñas, uñas acrílicas, dictaba cursos en Venezuela de uñas y traía mi morral con todo, pero eso era un morral que cuando veníamos saliendo de Venezuela nos pararon fue por ese morral y todo eso lo perdí, tantos años de esfuerzo comprando todas mis cosas, todo lo perdí. Tuvimos que pasar por la trocha, por el río. Te cobran 70 dólares por persona, tienes que estar pendiente que no se vayan a caer a plomo unos con otros y gracias a dios no nos pasó nada. Era más el temor que traíamos desde allá porque como está cerrada la frontera no nos dejaron pasar, eso lo abren como por ratos. Si no te matan los paracos, te ahogas en el río. (Alana, comunicación personal, 19 de enero de 2021)

En el caso de la totalidad de mujeres entrevistadas, la intensidad de los relatos se agudizaba en el testimonio del paso por las trochas, la pérdida de los documentos o las angustias padecidas en los diferentes tramos, que constituían una total fractura del sentido para las mujeres y sus familias.

Frente a estos acontecimientos violentos, las mujeres desarrollan estrategias de resistencia y resignificación a partir de valores de lo femenino, como la figura de la madre-guerrera y de la promesa del futuro que buscan conseguir. Al respecto del segundo hito más importante en el primer tramo del desplazamiento, Mar narra:

El trauma más grande de todo venezolano es “pasar por Berlín”. El refugio que está en Berlín, no nos abrió la puerta, nos dejó afuera con niños, según ellos porque no tenían capacidad, (…) habíamos veinte venezolanos afuera y los hombres decían “hay dos mujeres con dos niños y otra que tiene niños grandes también, deberían dejarle un espacio para ellas y nosotros los hombres nos quedamos acá afuera durmiendo y así no la dejen pasar con los bolsos déjenla dormir con los niños”. Pues no nos dejaron pasar, entonces la gente de la comunidad y la policía ahí de Berlín, nos dieron unos plásticos, pero el plástico no era muy grande e hicimos un cambuche así como el que está acá y nada más acostamos a los diez niños, los envolvimos con todas las cobijas que teníamos e hicimos tres fogatas, pero el frío era insoportable. Entonces hubo uno de los muchachos que empezó a sangrar por la nariz y no había atención médica, nosotros estábamos asustados. Estábamos mal por la hipotermia, los niños llorando, para nosotros esa fue la noche más larga porque nosotros mirábamos la hora y no pasaba la noche, era horrible yo decía “Dios mío cuando irá amanecer”. (Mar, comunicación personal, 11 de febrero de 2021)

En el transcurso del páramo de Berlín, entre los departamentos de Norte de Santander y Santander, las mujeres relataron cómo se van estableciendo redes de cooperación y solidaridad. Es imposible poder superar el camino sin que exista la creación de una malla de cooperación que prioriza a las mujeres, a los ancianos y a los niños. En las narraciones de las mujeres, emerge la primera confrontación entre la cultura de origen y la experiencia que los atraviesa en el tránsito, pues como ellas definen, el tejido social y las redes de colaboración entre connacionales se habían visto afectadas en las ciudades de origen por la grave situación en materia de necesidades, por patrones culturales derivados de las políticas asistencialistas y por la fragmentación de familias y comunidades en la huida.

Sin embargo, para muchas, este conocimiento se activó con el desplazamiento masivo. En estos tramos se tejen amistades entre vecinos provenientes de un mismo estado y entre las mujeres madres. Los migrantes que logran atravesar la trocha con teléfonos celulares han creado grupos de Whatsapp para comunicarse y advertir sobre refugios, retenes, controles migratorios o episodios de xenofobia. Estas redes de información han creado grupos cohesionados que son fundamentales a la hora de plantear nuevos tránsitos migratorios, caminos o destinos para la permanencia.

Alana: No, ahí no había peleas. Lo más fue cuando perdimos nuestro equipaje, saber quién se lo llevó y si tú te conseguiste una maleta y no la agarró nadie, yo me la llevo, así. Ahí no hay peleas, en la cuestión del caminante como que, si todos fuéramos hermanos, como que si todos fuéramos familia. Lo único que nos preguntamos unos con otros es de dónde eres y en serio, yo soy de tal lado y los unos de un estado y los otros de otro, pero de resto ahí todos somos familia. Todos nos ayudamos. Si a uno se le terminó el agua, así sea de a gotica en gotica con un gotero nos ayudamos, ahí aplicamos la de Jesucristo, el pancito picadito para todos.

Mar: Nosotros nos topábamos con amistades, pasábamos la noche y empezamos a hablar de las anécdotas. Por ejemplo, qué aspiraciones tiene, que de dónde vienen y es bonito porque mira yo nunca había conocido gente de otros estados, muy poco y ahora con esto pues conozco muchas amistades. Estoy en un grupo de Whatsapp que hicimos de migrantes de cada estado y nos saludamos. (Alana y Mar, campamento del terminal, 11 de febrero 2021)

Es evidente que el cierre de fronteras en marzo de 2020 por parte del Estado colombiano, tuvo como consecuencia que las familias acosadas por el desabastecimiento cruzaran por los puntos irregulares (Bolívar, 2021). Este hecho ha agudizado la vulneración de derechos de las familias que están obligadas a migrar. Las mujeres relatan cómo, frente a los retos que implica el caminar de las manadas, era casi imposible tener acceso a tapabocas o normas de bioseguridad, imposibles de cumplir cuando se atraviesa en las condiciones que lo hacen.

Una vez superados tanto los pasos irregulares como los páramos de la entrada a Colombia, las mujeres comienzan un proceso de apropiación de diferentes prácticas para caminar. En este punto, comienzan las confrontaciones entre la distancia y la proximidad, así como el contacto con la población de origen y la creación de conocimientos en materia de mecanismos de supervivencia.

No sabíamos que éramos ricas, sabíamos que éramos guerreras

La migración de tránsito en el contexto de la migración forzada de mujeres es significada como un hecho violento. Parte de esta significación supone la fractura de los sentidos de la vida cotidiana en la sociedad que expulsa. Al respecto, tanto las mujeres como las conversaciones etnográficas con compañeros y amigos varones, argumenta una transformación de los valores culturales. Estas rupturas en los significados se dan a partir del hito histórico del régimen chavista y el aprendizaje sobre el Estado paternalista.

Es común girar sobre tropos comunes del significado que, en este caso, giran alrededor de la premisa “no sabíamos que éramos ricos”. Este lugar de enunciación se tensiona en diferentes maneras de asumir las relaciones con las comunidades de acogida. Por un lado, para las mujeres, un descubrimiento del camino es el reconocimiento del desplazamiento forzado interno como un fenómeno precarizado, con dificultades incluso mayores que las atravesadas por el mismo éxodo venezolano; por otro lado, se encuentra la identificación de una cultura colombiana que es hospitalaria en los mundos cotidianos, pero con dificultades en la aplicación efectiva de las políticas sociales y migratorias.

Parte que me conmovieron a mí y lo voy a decir con toda sinceridad, aquí en Colombia también hay personas que están pasando trabajo y necesidad y hambre y el gobierno no lo ve. Yo considero que hay muchas personas pasando hambre y necesidad. Aquí también hay personas pobres, que no tienen pero que tampoco son capaces de salir a la calle y hacer esto, tal vez por miedo a que no les colaboren o por pena de que nunca estaban acostumbrados a hacer eso, pero aquí creo que eso fue una de las cosas que más me conmovió porque hubo pueblitos muy humildes de verdad. No recuerdo el nombre, pero pasamos y había personas que decíamos ¡pero si están peor que nosotros! (Alana, comunicación personal, 16 de enero de 2021)

En concordancia con estos significados, las mujeres relatan que uno de los mayores aprendizajes, tanto en el tránsito como en la cotidianidad de las que han decidido permanecer, ha sido la administración del recurso y del dinero. La práctica de la adquisición de recursos, bien sea proveniente de la asistencia humanitaria, confronta los valores del desperdicio contra los de la administración de los recursos, del despilfarro contra el ahorro y de la ruptura del eterno presente hacia la planeación sobre el futuro. Así, también, las mujeres resaltan cómo la negociación y el enfrentamiento con las adversidades ha transformado la manera como dan sentido a sus valores y prácticas cotidianas.

Nosotros aquí tenemos que pagar luz, tenemos que pagar agua, tenemos que pagar una pipa de gas, pero en Venezuela malgastábamos el agua, teníamos los bombillos todo el día prendidos, el equipo, el bombillo, el ventilador, la nevera, el aire, abrías la llave y tenías todo el día botando el agua, o sea no valoramos lo que teníamos, aquí venimos a un país que no es el de nosotros y tenemos que pagarlo todo y sin embargo los que vivimos arrendados lo hacemos. (Milagros, comunicación personal, 23 de febrero 2021)

Diversos estudios sobre migraciones han reconocido el papel de la feminización de la migración en los procesos de agencia en las subjetividades de las mujeres (Amorós y Hernández, 2017; Bermúdez, 2013; Castiblanco Moreno, 2016; Pacecca, 2012; Willers, 2016). Estos eventos se encuentran ampliamente documentados, así como las sociedades de acogida o tránsito abren con mayor frecuencia las estructuras de oportunidad laboral para las mujeres, debido a sus conocimientos en las economías del cuidado. En el caso de las migrantes venezolanas, se reconoce cómo la asistencia por parte de los ciudadanos colombianos se concentra en las mujeres y los niños, por obvias razones, pero este hecho deriva en la desprotección y la sobrecarga de las jornadas de caminata para los varones.

En ese momento llegamos súper tarde por lo del tráfico duramos dos horas para llegar a Piedecuesta y ya no estaban las mulas, ya habían salido a las cinco y media, seis de la mañana, empezamos a caminar como dos kilómetros y nos paró una volqueta y nos llevó hasta el peaje de Pescadero, eso es entrando al cañón del Chicamocha, a la montaña. Bueno, de ahí nos quedamos parados y paró un camión, una turbo y me dijo, “los llevo a ustedes porque tienen a los niños, los hombres no los puedo montar”, los montaron y nos dejaron en pueblo que se llama Aratoca. (Mar, comunicación personal, 23 de febrero de 2021)

Las mujeres evalúan las prácticas en el camino como eventos de complejidad tanto para los varones como para las mujeres, pues resaltan que los aprendizajes del género de sus predecesoras madres y abuelas, les dieron herramientas para asumir las adversidades. Sin embargo, al mismo tiempo reconocen que los varones padecen el tránsito por las configuraciones de las mujeres como víctimas o como sujetos vulnerables que deben ser protegidos. No obstante, es importante resaltar que, pese a que las violencias se imprimen tanto a los varones como a las mujeres, en términos de las dominaciones que narran las mujeres en el proceso migratorio, sí se puede advertir una mayor afectación al grupo femenino respecto al reclutamiento forzado, la trata, el robo de niños y la responsabilidad del cuidado del núcleo familiar durante el proceso migratorio.

Ellos (su esposo y su hermano) primero nos suben a nosotras sin importarles si se quedan. Pero no, yo soy de las que así los tengamos que agarrar por la camiseta y los guindamos. Ah, pero sí primero tienen la prioridad más que todo, los hombres de subirnos a las mujeres y a los niños. Eso pasó como el Titanic, (…) primero mujeres y niños y luego ellos. Todas las demás personas también lo hacían, primero su esposa y los niños y ellos decían que no les importaba si se quedaban y se fueran caminando, que ya saben que nos vemos en Cali y bueno, así. Pero claro, nosotras de igual manera con temor. Un momento donde nos fuimos a subir en una mula y ya había muchos y vimos que no cabíamos y nos vamos para abajo todos, nunca intentamos abandonarnos unos con otros, no, si no se van todos, no nos vamos ninguno. (…) te digo que paramos muchísimo por los niños. Aquí hay muchos venezolanos que llegaron a Cali, un muchacho se puso a llorar y decía “ya me eché desde Cúcuta hasta aquí siete días sin parar con mi hermano” y él decía: “como éramos hombres nadie nos quería colaborar”. (Alana, comunicación personal, 19 de enero de 2021)

Para las familias que habitan el campamento del terminal, el liderazgo de las mujeres ha sido decisivo en la experiencia migratoria. En términos de afirmación de los patrones culturales de origen, las entrevistadas aseguran que el aprendizaje de la resistencia y la agencia femenina es transmitido de sus madres como un rasgo de la cultura venezolana. Este rasgo de la lucha y la iniciativa pone de manifiesto la auto-imagen poderosa y capaz, incluso de llevar a cabo múltiples viajes con el fin de guiar a la totalidad de las familias7. En los relatos del camino obtenidos para esta investigación, hombres y mujeres resaltan cómo las mujeres son las encargadas de recolectar ayudas, administrar los recursos y parar en determinadas estaciones, dependiendo de las necesidades de los niños.

Siempre he dicho que las mujeres venezolanas somos más guerreras que los hombres, porque yo siempre he guerreado con mis hijos sola. Ahora yo tengo el apoyo del papá de mi hija, pero yo el papá de los mayores no he tenido el apoyo y yo me vine sola con mis hijos y con mi hermana que era menor de edad y con la niña en brazos que es la hija de ella. Tenía la responsabilidad de mis hijos, de mi hermana que era menor y de la hija de mi hermana, nosotras nos consideramos por eso, porque somos guerreras, luchadoras, trabajadoras, yo le digo a mi pareja, yo parezco más el hombre de esta relación que tú y la gente que me ve aquí me dice, no chama tu pareces más un hombre, tu cargas, tu montas, tu arreglas, si se daña la sombrilla tú la arreglas, si tienes que cargar tú cargas, yo sí, porque mi mamá me enseñó a ser así desde pequeña, mi mamá me enseñó que así yo no tenga marido, uno tiene que trabajar por lo de uno, uno no tiene que esperar que el marido trabaje para darte, si a él le da la gana de darte te da, si no, no te da. Mi mamá me enseñó que uno debía ser independiente, no dependiente, siempre me enseñó eso. (Milagros, comunicación personal, 23 de enero 2021)

Las valoraciones de la madre guerrera pueden encontrarse en diferentes narraciones de las migrantes en tránsito. Frente a estas afirmaciones, también se encuentran las violencias de género, que constituyen memorias e hitos dentro de la comunidad de caminantes; especialmente aquellas vinculadas con el reclutamiento de las niñas para el servicio sexual de los actores armados y las relacionadas al tráfico de niños asociados a las necesidades de las familias y al embarazo adolescente.

Cuando eso el Puente de Cúcuta estaba abierto por encima, mucha gente compraba niños. En dos millones, tres millones de pesos por un niño recién nacido. Digo, mujeres jóvenes hoy en día que salen embarazadas y no anhelan tener ese niño y prefieren regalarlo por buscarle una mejor familia, para que no sufran con ellas, prefieren regalar a sus hijos. Hubo muchas familias colombianas que compraron hijos. Lo que más le daban era 3 millones de pesos o un millón quinientos mil pesos, porque en ese tiempo era suficiente plata para Venezuela. Eso fue en el 2016, que hubo esa manada de niños en la frontera de Cúcuta. En ese tiempo. Eso fueron muchos, uf. Muchos niños regalados ahí y vendidos. Porque esos no fueron vendidos, esos fueron regalados, prácticamente. (Valentina, comunicación personal, 16 de enero 2021)

Las confrontaciones de sentido con los significados también tienen que ver con la decisión de la tenencia de los hijos para las migrantes del campamento. Para las mujeres entrevistadas, llama la atención cómo las mujeres colombianas postergan el embarazo, mientras que las mujeres venezolanas inician la maternidad desde la etapa adolescente. Para ellas es muy notorio que existan tantas madres mayores de treinta años y que el número de hijos no pase de dos o tres. Las trayectorias migratorias demuestran la relevancia de la familia y de la figura de la madre para el pueblo venezolano, y cómo uno de los factores de la continuidad de la migración de tránsito que deriva en una migración de carácter más pendular, tiene que ver con la búsqueda de la unidad familiar, fragmentada en los primeros viajes que son llevados a cabo por las mujeres con los niños más pequeños.

Uno de los mayores riesgos en el camino es el estado de salud de las familias migrantes. Muchos de ellos pasan largas horas de trayecto con apenas una comida diaria, que es racionada para el grupo familiar. Desde 2020 aumentó considerablemente el número de caminantes en las fronteras de Colombia y Brasil. La pandemia generó un reflujo de personas que retornaron desde Ecuador o desde Cali para recoger a sus seres queridos que aún permanecían en el territorio e iniciar el viaje conjunto para establecerse en las ciudades de destino (Bolívar, 2021).

Una de las narrativas más comunes en la cotidianidad caleña, durante la primera fase de la pandemia, fue la de asociar la propagación del virus con la presencia de los caminantes. Sin embargo, no se pudo establecer si realmente los contagios subían por causa de la movilidad de los migrantes. Lo que queda claro es que la población caminante se encuentra en mayor riesgo de contagio no solo por su constante movilidad, sino también porque la mayoría se encuentran inmunodeprimidos o en estado de desnutrición.

El campamento del terminal, existir en la vulnerabilidad

El terminal de buses de Cali está ubicado en el norte de la ciudad y constituye un paso obligado para los migrantes que buscan la ruta de la frontera sur de Colombia, hacia Ecuador, Perú y Chile. La Avenida de las Américas es la vía que comunica el terminal con la ciudad de Cali y esta vía está dividida por un amplío separador y un puente peatonal que ha servido como escenario para el levantamiento de las carpas, cambuches y cocinetas de las familias en tránsito.

Cuando llegamos la primera vez en el 2018 vivíamos en los rieles del tren, ¿sabes? Ahí nos dejaban dormir, pero eso sí teníamos que ir levantando a las 5:00 am porque a esa hora abrían las oficinas, ahí todos los niños a las 5:00 de la mañana los teníamos que levantar, porque ya no podíamos estar ahí. Después yo me mudé hacia allá, frente al parqueadero yo tenía mi campamento y muchos estaban por allá debajo del puente y algunos estaban por allá, pero yo siempre alejadito. Después el año pasado que sacaron a toda la gente de aquí, se fueron todos debajo del puente. En noviembre cuando vino la alcaldía que prestó la ayuda, los sacaron a todos y no había nadie. Ahora que volvió a llegar gente nueva porque ha llegado bastante gente pues empezaron a explotar el campamento ahí. Pero siempre han estado ahí. (Milagros, comunicación personal, 23 de febrero de 2021)

Durante la crisis de la pandemia por COVID-19, se establecieron retornos voluntarios que fueron subsidiados por el gobierno de Cali. Este proceso fue denominado por algunos funcionarios como “corredores humanitarios”, aunque estos retornos, lejos de ser una iniciativa humanitaria, constituían una especie de “limpieza” de venezolanos y deportaciones casi que voluntarias. Para algunos venezolanos esta iniciativa fue importante, pues facilitaba la llegada a las ciudades de destino por transporte terrestre.

El campamento ha sido intervenido en diferentes ocasiones por los organismos gubernamentales de la ciudad de Cali, pero es un escenario donde se conjugan las múltiples violencias, marginalidades y los ciclos más bien circulares de migración pendular. Pese a los esfuerzos de las organizaciones por acompañar a la población migrante a salir de la condición de calle, las familias retornan al campamento frente a la imposibilidad de sostener los arrendamientos, el acceso a alimentos y la manutención de los niños. A esta realidad se suma el “efecto llamado” a las ciudades de Cali e Ipiales, por causa de eventos crueles de xenofobia contra la migración venezolana en países como Perú o Chile. De tal forma, muchos venezolanos retornados del sur se concentran en el terminal, un nodo que soporta diferentes flujos y tipologías migrantes.

Los cambuches o chabolas8 apenas podrían resistir los climas invernales de la ciudad de Cali. A menudo los niños son azotados por insectos y momentos de intenso calor. Las familias son lideradas por las mujeres, que a su vez conforman la mayoría poblacional en esta franja. Una de las mayores confrontaciones de las migrantes recién llegadas es conocer la decisión de las familias que han optado por permanecer en situación de calle. La permanencia en el campamento es posible por lo que ellos denominan la hospitalidad de la ciudad de Cali, pero también por el temor a seguir caminando frente a hechos como las deportaciones masivas en Chile o los asesinatos en el Perú.

Para muchos, el campamento es un medio de subsistencia. Sin embargo, esa subsistencia está marcada por el continuum de las situaciones narradas en las trochas, sumado a la explotación laboral y episodios aislados pero recurrentes de xenofobia.

Mucha gente viene aquí a los cambuches a buscar gente, mujeres para trabajar en casas de familia, hombres para trabajar en la construcción, hombres para trabajar en una finca y les ofrecen plata. Las fincas nunca me han gustado. Se los llevan a trabajar con coca por ahí, algunos vuelven, algunos no. Hace unos días llegaron unos a buscarlos, que estaban pagando una plata para Buenaventura, para trabajar con la guerrilla. (…) El que tiene la oportunidad de salir con vida, lo hace, el que no, dios sabrá qué hace, si lo matan, si lo dejan, si qué hacen con su cuerpo. Tuve una amiga que se la llevaron para una finca y ella me dice que era por seis meses. Estuvo seis meses incomunicada sin hablar con nadie y cuando el contrato se le terminó, la sacaron encapuchada hacia un pueblo. Ahí raspaban coca, les pagaban su sueldo, pero entran con una capucha en la cara para que no sepas cuando entras e igualmente te tiran en un pueblo, ahí tú tienes que buscar la manera de salir de ese pueblo rápido, porque si no, de ahí ellos mismos te mandan a matar. Ahí vienen a buscar mucha gente y el que esté necesitado de plata se va. Algunas veces abusan de la necesidad de nosotros porque somos venezolanos, porque andamos indocumentados. (Conversación etnográfica, 16 de febrero de 2021).

Es así como mientras las familias venezolanas recurren al terminal para lograr recolectar la mayor cantidad de recursos para seguir el camino hacia el sur, las vidas de muchos corren peligro frente a una multiescalada de vulnerabilidades. La guetización9 de los venezolanos aporta mano de obra fácilmente ubicable para la explotación laboral o para las actividades de las mafias locales. Tal como refiere un funcionario de una organización de atención al migrante:

En el municipio de Argelia, Cauca, hubo un desplazamiento masivo de población venezolana, eran casi 1300 personas que fueron desplazadas y que se movilizaron entre Popayán, el Sur y Cali. Claro eran disputas de terrenos, o sea, creo que esta población venezolana en la gran mayoría estaba trabajando, en fincas haciendo cultivo ilícito, entonces nada, les tocó irse pues, por las amenazas. (Funcionario de organización de atención al migrante, comunicación personal, diciembre de 2021)

Diferentes hechos marcan las trayectorias, eventos de re-victimización de la población en tránsito que llegan hasta asesinatos y desplazamientos intra-urbanos, debido al microtráfico de droga o a los controles de los grupos armados ilegales. Al mismo tiempo, cabe resaltar la ambigüedad de la política gubernamental que, en algunos casos, actúa como protectora e incluso facilita el tránsito y en otros, como represora.

Una vez que estábamos en la calle, estaban unos muchachos que estaban echando bromas allá y en ese momento nosotros íbamos a buscar los niños. Toda la gente corrió hacia allá y un policía le quería pegar a mi hijo y yo se lo quité y lo puse detrás de mí y le dije al policía, “si usted le quiere pegar a mi hijo, me va a tener que matar”. El policía me dio y me rajó la cabeza, mira [señala una cicatriz] y me tuvieron que coger puntos, me dio golpes y golpes y golpes, yo no dejé que le pegaran a mi hijo en ningún momento [se quiebra]. Me quitaron esta uña a punta de palo, me golpearon los brazos, me patearon la cabeza. Cuando el policía vio el baño de sangre, agarró la moto y se fue, pero no dejé que me tocaran a mi hijo. Si el día que mataron a mi hijo yo hubiera estado ahí, te lo juro que yo pongo el pecho para que me hubieran matado a mí y no a mi hijo. [Silencio] Mis hijos son mi vida [Silencio]. (Testimonio conversación etnográfica, comunicación personal, 18 de febrero de 2021).

El sentido que las mujeres dan a las pérdidas y a las adversidades demuestra un alto nivel de resiliencia. Estos sentidos son posibles gracias a su participación en los espacios de socialización, aportados por las organizaciones no gubernamentales y, en particular para este caso, por la Pastoral Migrante de Cali. Es así como la mayoría de mujeres comienza a confrontar las formas de explotación laboral, los efectos negativos de la permanencia en situación de calle y la necesidad de integrarse a través de la regularización, con el fin de no nutrir las estructuras de subclase en la ciudad, al tiempo que elabora los hechos violentos del proceso migratorio, de manera colectiva.

La promesa del Estatuto Temporal de Protección al Migrante

El 5 de mayo de 2021, el gobierno colombiano puso en marcha el Estatuto Temporal de Protección al Migrante. Según Migración Colombia (2021),

es un mecanismo complementario al régimen de protección internacional de refugiados, que permite llenar los vacíos existentes en este régimen, con base en la realidad migratoria y la capacidad de respuesta que tiene el país en materia institucional, social y económica.

Este mecanismo tendría una vigencia de diez años para los migrantes que han cruzado las fronteras de manera regular. La desinformación que se ha generado en los últimos meses acerca del estatuto ha fortalecido el “efecto de llamado”, que se señaló con anterioridad, y que consiste en el retorno de migrantes venezolanos desde los países del sur hacia la zona del sur-occidente colombiano. Para los migrantes de tránsito, que se encontraban en la ciudad de Cali para el mes de diciembre de 2020, la obtención de la regularización se erige como una esperanza para mejorar las condiciones de vida.

Diferentes rumores circulan en el campamento sobre la posible “nacionalización”, como ellos lo denominan. Sin embargo, el estatuto es un mecanismo temporal de regularización que, si bien impacta en el acceso a derechos laborales y de salud, no representa la nacionalización de los ciudadanos venezolanos en el territorio colombiano. La opción de permanencia se basa en la evaluación de los altos niveles de hospitalidad de la sociedad caleña frente a otras ciudades como Bogotá o Medellín.

Las medidas tomadas por el Estado colombiano ponen en discusión las tensiones sobre la ciudadanía. Es claro que el estatuto logra la atención de un mínimo de derechos sociales, pero sigue evidenciando la distancia entre la universalidad de los derechos y el goce de los mismos por el particularismo de la pertenencia a una nación (Mezzadra, 2012). Una de las principales talanqueras del estatuto y otras formas temporales de regularización, consiste en la exclusividad que representa el acceso al mecanismo, solo obtenido a partir del cruce de frontera “legal”, en el argot de los funcionarios estatales locales. Esta diferenciación produce que cientos de venezolanos, que han migrado a través de las trochas, no obtengan el acceso a derechos sociales y continúen en el trabajo esclavo. Tal como lo señala el estudio de Tribín-Uribe et al. (2020), este hecho activaría la economía colombiana, mejoraría los procesos de acumulación del capital de los grandes empresarios, pero desmotivaría a los trabajadores colombianos y, en palabras de Sassen (2014), aportaría a la construcción de una subclase empobrecida de trabajadores inmigrantes, es decir, mantendría las lógicas de explotación global del capitalismo.

Para los funcionarios de las organizaciones de atención a los migrantes, el estatuto tiene diferentes zonas grises. Una de ellas, consiste en que la mayoría de las personas que han cruzado la frontera lo han hecho por las vías ilegales y que no cuentan con salvoconductos o incluso con el pasaporte. Otro punto de discusión consiste en una débil infraestructura de atención institucional de llegada y tránsitos en los territorios, que dificulta la aplicación efectiva de la política. En cualquier caso, las trayectorias de las mujeres se enlazan con la posibilidad de romper la experiencia de una vivencia anclada en la temporalidad del presente, para lograr proyectarse a una visión del futuro.

Para mi hija, yo quiero todo de lo que yo me privé, que mi hija estudie, que sea lo que ella quiera ser siempre y cuando sea bueno para ella, bailarina, que tenga todas las posibilidades y que no le falte nada a ella, que cada uno se logre realizar, que elijan bien a la persona con la que se quieran meter, en esta época para encontrar una muchacha, yo no quiero que les pase lo que le pasó a mi hijo. Que cuando lleguen a Venezuela, sepan leer de corrido, que enseñen la cultura de Colombia y que yo llegue allá me digan, si vale la pena ir para allá, salir de aquí y llegar allá “sí vale la pena”, porque los niños tienen educación, son decentes, un futuro brillante. Yo digo que siempre y cuando uno pueda darle visión a la vida que uno tiene, uno tiene futuro donde esté y en Venezuela no hay posibilidades, en realidad no hay cómo, pero las habrá. (Milagros, comunicación personal, 16 de febrero de 2021)

Conclusiones

La tradición migratoria no existía de manera generalizada en Venezuela. La imagen del venezolano extranjero se limitaba a una minoría, sobre todo perteneciente a las élites o las clases medias, de allí la activación de redes migratorias masivas que emerge en 2016 y se acentúa en 2018 hasta la actualidad. En este proceso se han venido consolidando migraciones familiares que incluyen múltiples viajes para la reconstrucción de la familia fragmentada.

En concordancia con Blouin (2019), la relación de las experiencias de la migración venezolana con formas sistemáticas de vulneración de derechos plantea la revisión de la concepción del carácter voluntario de la salida, que no permite reconocer la categoría de refugio en esta población. Es claro que muchas de las familias han huido debido a la situación de inseguridad social, política y alimentaria, con lo cual las trayectorias evidencian un proceso de migración forzada que requiere una mayor protección por parte del Estado receptor.

Parte de este proceso de protección consiste en concebir la migración venezolana como refugio y, en esa medida, diseñar acciones tendientes a reparar los derechos vulnerados. Esta concepción aún no tiene asidero en Colombia, en tanto aún no se cuenta con una infraestructura política e institucional que atienda tanto el asilo como el refugio, ni siquiera en el caso de atención a sus connacionales que superan los 3.000.000 en diferentes destinos de exilio (Rincón, 2020).

Las experiencias que se tejen en el primer tramo del tránsito invitan a ampliar los análisis sobre el impacto del cerramiento de las fronteras, las afectaciones sobre la permanencia de los grupos armados ilegales como protagonistas del control fronterizo y la necesidad de asegurar la garantía de derechos de la población en tránsito. Al mismo tiempo, se concluye con la necesidad de avanzar de las perspectivas Estado-céntricas y nacionalistas a la construcción de fronteras más flexibles y organizadas, cuyas políticas no se centren en el cerramiento de las mismas, sino en un proceso de apertura que garantice los derechos de los migrantes y que facilite el intercambio simbólico, económico y político que representa la migración como capital social y como motor del progreso de las naciones receptoras (Portes y Dewind, 2006).

Los relatos de las mujeres plantean retos en la comprensión de la frontera, ya que para los cientos de caminantes se desafía el poder y el control, tanto de los cerramientos o aperturas de los cruces regulares, como de las dinámicas de los actores armados que vigilan los cruces irregulares. La realidad demuestra que aunque el Estado colombiano defienda una concepción monolítica, tanto de la soberanía como de la ciudadanía, las familias migrantes continúan retando no solo los cruces, sino también el andar o el desplazamiento por todo el territorio colombiano.

Estas experiencias límite en el cruce de la fronteras son analizadas por Mezzadra (2012) a través del concepto de necropolítica. Este concepto se refiere a cómo bajo supuestos de defensa de la soberanía se decide quién debe morir y quién debe vivir, al mismo tiempo que justifica la violencia bajo las construcciones del enemigo. De tal modo que los relatos, no solo del cruce de los pasos o trochas, sino también de las experiencias de represión del Estado en el campamento del terminal, dan cuenta de un complejo entramado de concepción del migrante venezolano como un sujeto de ciudadanías de segunda, o incluso los despoja de su carácter de ciudadanos y los equipara al de invasores o enemigos.

Es una responsabilidad luchar contra los estigmas, pero se entiende perfectamente el marco en el que nos encontramos. Lo que queremos es que se nos brinde la oportunidad de cooperar. (…) En el caso particular del estatuto, debe verse con amplitud. Tenemos que cambiar la concepción de que los migrantes venezolanos no son humanos, somos seres humanos mucho más allá de una nacionalidad. Tenemos que gozar de este encuentro intercultural entre ustedes (colombianos) y nosotros. (Yanira, comunicación personal, abril de 2021)

En cuanto a los conocimientos y resignificaciones que se tejen en las trayectorias, puede observarse cómo el camino actúa como un espacio socializador de los modos de supervivencia. Este aprendizaje se da en mayor medida en los puertos de refugio, en los cuales se construyen procesos de solidaridad, intercambio de experiencias y autogestión de recursos. En estos espacios de socialización, “las manadas” comportan lógicas de protección a las mujeres y a los niños y priorizan los recursos a este segmento. Adicionalmente, crean procesos de información en redes de caminantes que aseguran efectos de llamado, retornos o demás flujos, que en la actual coyuntura se caracterizan tanto por la migración sur-norte como por la norte-sur, en busca de la promesa de la regularización.

Un conocimiento altamente significativo en las mujeres ha sido la administración del dinero y los recursos. Para las mujeres, uno de los mayores desafíos ha sido pasar de lo subsidiado a lo adquirido. En este punto, el capital social va a constituir un factor decisivo en los procesos de administración del dinero y de lo obtenido en el tránsito. La sensación de logro y de resolución de las adversidades ha producido transformaciones en la manera como se asumen. Sin embargo, este hecho no debe verse como una romantización de la dificultad, sino como una confrontación con los valores y las miradas sobre sí mismas, que se han experimentado como sujetos de dolor, pero que al tiempo han generado una autovaloración positiva de resistencia y resiliencia que tiene como resultado una mayor incorporación del derecho a la libre circulación y el concebirse como sujeto de derechos.

Este derecho a la libre circulación, más que un reconocimiento claro de las mujeres, es una vivencia dentro del marco del proceso migratorio. Más que exigibilidad de dicho derecho, la acción de migrar y de confrontar sus valores y sus concepciones sobre la nación las ha llevado a reflexionarse como sujetos de derechos. Es claro que este sentido no constituye una generalización en las mujeres caminantes, sino que constituye una experiencia situada de las caminantes que han participado en esta etnografía.

La mirada sobre el género en la migración venezolana implica que se revisen los procesos de re-victimización por parte de los actores armados, por un lado, pero por otro, requiere revisar cómo esta feminización de la migración decanta en la explotación de la economía del cuidado y en la ausencia de políticas diferenciales hacia las mujeres. La difícil situación de los caminantes y de los venezolanos con opción de permanencia, invita a que Colombia comprenda la migración venezolana como migración de refugio y desarrolle mecanismos de protección efectivos, más allá de la mirada asistencialista a corto plazo.

Finalmente, los reflujos producidos por las crisis sociales y la opción de permanencia de los migrantes en tránsito y pendulares debido a la promesa del Estatuto Temporal de Protección, plantean retos para el Estado colombiano en términos de comprender nuevas formas de ciudadanía que se desvían de las concepciones Estado-céntricas y que optan por ciudadanías urbanas. De igual forma, plantea retos en la concepción de la frontera como un espacio poroso y de tensiones no solo en términos de identidades, sino también en cómo se imprime el poder bajo significados de construcción del enemigo.

Referencias

Aliaga Sáez, F. A., Uribe Mendoza, C. J., Blanco García, J. E., Ballén Velásquez, D. A., y Robayo Cante, I. A. (2017). Imaginaries of the Return to Post-Conflict Colombia Discourses of Colombian Refugees in Ecuador. Digithum, (20). https://doi.org/10.7238/d.v0i20.3097

Amorós, M. D., y Hernández, P. C. (2017). Agencia femenina en los procesos migratorios internacionales: Una aproximación epistemológica. Empiria, (37), 75-99. https://doi.org/10.5944/empiria.37.2017.18977

Bermúdez, A. (2013). A Gendered Perspective on the Arrival and Settlement of Colombian Refugees in the United Kingdom. Journal of Ethnic and Migration Studies, 39(7), 1159-1175. https://doi.org/10.1080/1369183X.2013.778139

Blouin, C. (2019). Antes de la llegada: migración (forzada) de personas venezolanas. En Después de la llegada: realidades de la migración venezolana, pp. 13-22. Themis.

Bolívar, L. (2021). Caminantes de ida y vuelta. El flujo de caminantes venezolanos por el continente en tiempos de pandemia. Centro de Derechos Humanos Universidad Católica Andrés Bello.

Bourdieu, P. (2007). El sentido práctico. Siglo XXI Editores.

Castiblanco Moreno, S. E. (2016). Female entrepreneurship in a forced displacement situation: The case of Usme in Bogota. Suma de Negocios, 7(15), 61-72. https://doi.org/10.1016/j.sumneg.2016.02.004

De Lauretis, T. (1984). Alice Doesn’t. Feminism, Semiotics, Cinema. Indiana University Press. https://doi.org/10.1007/978-1-349-17495-9

Delgado, P. (2013). Apátridas, refugiados y migrantes: el derecho a la libre circulación. Fondo de Cultura Económica.

El Tiempo (2020). El incierto retorno venezolano. https://www.eltiempo.com/mundo/venezuela/retornados-a-venezuela-en-medio-del-covid-19-501154

Glick Schiller, N. (2020). Dispossession: A Conjunctural Analysis with Pandemic Preface. Conferencia: City University of New York, Anthropology Seminar.

Gregorio Gil, C. (2006). Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder. Revista de Antropología Iberoamericana, 1(1), 22-39. https://doi.org/10.11156/aibr.010104

Hall, S. (1987). “Gramsci and us”. Marxism Today, June, 16-21.

Iranzo, A. (2018). Los awá y la “diferencia” de pensar la paz desde los borderlands del Estado. En A. Iranzo y W. Louidor (eds.), Entre la guerra y la paz: los lugares de la diáspora colombiana, pp. 121-142. https://doi.org/10.2307/j.ctv893j4r.8

Izcara Palacios, S. P. (2017). El coyotaje visto desde la mirada de mujeres migrantes centroamericanas. Perfiles latinoamericanos, 25(49), 77-95. https://doi.org/10.18504/pl2549-004-2017

Mezzadra, S. (2012). Capitalismo, migraciones y luchas sociales: La mirada de la autonomía. Nueva Sociedad, 237, 159-178.

Migración Colombia (17 de diciembre, 2020). “Diariamente ingresan a colombia cerca de 200 migrantes venezolanos de manera irregular”. Migración Colombia [Comunicado de prensa]. https://www.migracioncolombia.gov.co/noticias/diariamente-ingresan-a-colombia-cerca-de-200-migrantes-venezolanos-de-manera-irregular-migracion-colombia?highlight=WzMwMF0=

Migración Colombia (2021). ABC del Estatuto Temporal de Migración – Migrantes Venezolanos. https://www.migracioncolombia.gov.co/infografias/abc-estatuto-temporal-de-proteccion-migrantes-venezolanos

Pacecca, M. I. (2012). La migración de mujeres en clave de género y derechos en tres relatorías especiales de las Naciones Unidas. Mora (Buenos Aires), (18), 81-96. https://doi.org/10.34096/mora.n18.328

Palma, M. (2015). ¿País de emigración, inmigración, tránsito y retorno? La formación de un sistema de migración colombiano. OASIS, 21(enero-julio), 7-28. https://doi.org/10.18601/16577558.n21.02

Park, E., y Wirth, L. (1999). Ensayos de Ecología Urbana. Ediciones del Serbal.

Portes, A., y Dewind, J. (2006). Un diálogo transatlántico: el progreso de la investigación y la teoría en el estudiode la migración internacional. International Migration Review, (23), 7-31. http://rimd.reduaz.mx/coleccion_desarrollo_migracion/repensando/Repensando_1undialogo.pdf

Rincón, L. (2020). Fases del exilio colombiano: del Estatuto de Seguridad a la Operación Europa. En F. J. Patiño Prieto (coord.), Todos Somos Migrantes, pp. 104-123. Unimonserrate, CLACSO.

Rodríguez, R., y Ramos, F. (2019). Colombia de cara a los desafíos y oportunidades que representa la migración venezolana. En E. Pastrana (ed.), La Crisis Venezolana: Impactos y Desafíos, pp. 547-578. Fundación Konrad Adenauer. https://isfcolombia.uniandes.edu.co/images/2019-intersemestral/17_de_junio/La_crisis_venezolana._Impactos_y_desafos-546-577.pdf

Sassen, S. (2014). Expulsions: Brutality and Complexity in the Global Economy. Harvard University Press. https://doi.org/10.4159/9780674369818

Schütz, A., y Luckmann, T. (2003). Las estructuras del mundo de la vida. Amorrortu.

Scott, J. W. (1992). El problema de la invisibilidad. En C. Ramos Escandón (ed.), Género e historia: la historiografía sobre la mujer, pp. 38-65. Mora.

Simmel, G. (2012). El Extranjero: sociología del extraño. Sequitur.

Tribín-Uribe, A. M., Adhvaryu, A., Anzola-Bravo, C., Ávila-Montealegre, O., Bonilla-Mejía, L., Castro-Fernández, J. C., Flórez, L. A., Grajales-Olarte, Á., Guarín-López, A., Hamann-Salcedo, F., Hermida-Giraldo, D., Khanna, G., Lasso-Valderrama, F. J., Medina-Durango, C., Melo-Becerra, L., Méndez-Vizcaino, J. C., Morales, L., Nyshadam, A., Ospina-Tejeiro, J. J., … Velásquez, S. (2020). Migración desde Venezuela en Colombia: Caracterización del fenómeno y análisis de los efectos macroeconómicos. Ensayos Sobre Política Económica, (97), 1-74. https://doi.org/10.32468/espe.97

Viveros Vigoya, M. (2016). La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación. Debate Feminista, 52, 1-17. https://doi.org/10.1016/j.df.2016.09.005

Willers, S. (2016). Migración y violencia: las experiencias de mujeres migrantes centroamericanas en tránsito por México. Sociológica (México), 31(89), 163-195. http://www.scielo.org.mx/article_plus.php?pid=S0187-01732016000300163&tlng=es&lng=es

Notas

* Artículo de investigación científica.

1 Fuga con Pajarillo (2006) es un concierto para flauta, oboe, clarinete, corno y fagote del compositor venezolano Aldemaro Romero. Una fuga en música clásica se refiere a una composición en la que tres o más voces se suceden como una especie de “persecución”.

2 Migración Colombia es la institución gubernamental encargada de ejercer control como autoridad migratoria a ciudadanos nacionales y extranjeros en el territorio colombiano de manera técnica y especializada, brindando servicios de calidad, en el marco de la Constitución y la ley. [3] “‘Personas en tránsito’ se refiere a los migrantes y refugiados en movimiento - desde Venezuela hasta su destino final en un país de acogida, de un lugar a otro dentro de un país de acogida, o de un país de acogida a otro. La gente en tránsito incluye a los caminantes, pero también a las personas que viajan en transporte privado o público” (ACAPS, informe temático 2021).

3 “‘Personas en tránsito’ se refiere a los migrantes y refugiados en movimiento - desde Venezuela hasta su destino final en un país de acogida, de un lugar a otro dentro de un país de acogida, o de un país de acogida a otro. La gente en tránsito incluye a los caminantes, pero también a las personas que viajan en transporte privado o público” (ACAPS, informe temático 2021).

4 El mundo de la vida cotidiana es un concepto de Alfred Schütz (Schütz y Luckmann, 2003) que se refiere a cómo los sujetos construyen sentido en el día a día. Simmel recoge este concepto para comprender cómo el extranjero es interpretado a través de estas estructuras de sentido, pero al mismo tiempo interpreta el nuevo contexto con sus conocimientos particulares.

5 Las vacunas son formas de extorsión llevadas a cabo por los actores armados en Colombia. Fueron impuestas por los ejércitos guerrilleros para financiar su lucha, como una especie de tributo o impuesto de los comerciantes de las regiones. Posteriormente, los ejércitos paramilitares adoptaron el término para mantener las extorsiones en sus zonas de control. Tal como la palabra lo indica, “vacunarse” significaba para los ejércitos guerrilleros una especie de protección a quienes pagaban el monto en especie o en dinero.

6 El coyotaje se refiere a la contratación de personas que conocen los puntos de paso irregular y cobra por llevar grupos de migrantes a través de sus circuitos. Es importante resaltar que los migrantes venezolanos denuncian además el reclutamiento forzado durante las jornadas del Paro Nacional iniciado el 28 de abril de 2021, para llevar a cabo actividades de vandalismo en las manifestaciones pacíficas.

7 No pudo encontrarse evidencia de este patrón cultural específico en los estudios de género de Venezuela. Como en el caso colombiano, puede ser que las prácticas patriarcales hayan decantado en subjetividades femeninas empoderadas, al menos en la resolución de problemas del ámbito privado, no tanto en las decisiones del ámbito público. La capacidad para la toma de decisiones de las caminantes, podría estar relacionada con que las familias migrantes en las últimas olas de 2020-2021 son lideradas por madres con sus hijos, con lo cual el liderazgo se concentra en ellas como figura central en la guía y orientación de sus hijos pequeños y adolescentes.

8 Los cambuches son refugios construidos con plásticos, palos o cobijas para guarnecerse en la noche. En este caso los caminantes construyen sus cambuches cerca de las demás familias venezolanas como protección contra la inseguridad de la noche y la xenofobia. Estos campamentos no son regulados o constituyen una iniciativa del Estado colombiano, son, por el contrario, espontáneos.

9 La guetización es un concepto creado por Park y Wirth (1999) para analizar los procesos de segregación espacial de las poblaciones migrantes en Chicago.

Notas de autor

a Autora de correspondencia. Correo electrónico: lrincon@uao.edu.co

Información adicional

Cómo citar este artículo: Rincón Suárez, L. J. (2022). “Fuga con Pajarillo”: trayectorias femeninas de la migración venezolana en tránsito hacia la frontera sur en Colombia. Papel Político, 27. https://doi.org/10.11144/Javeriana.papo27.fptf

Contexto
Descargar
Todas