Experiencias de activismo feminista en la ciencia y tecnología argentina como forma de resistencia epistémica *

Experiences of Feminist Activism in Argentinean Science and Technology as a Form of Epistemic Resistance

María Victoria Cano Colazo

Experiencias de activismo feminista en la ciencia y tecnología argentina como forma de resistencia epistémica *

Papel Político, vol. 30, 2025

Pontificia Universidad Javeriana

María Victoria Cano Colazo a

Universidad de Buenos Aires, Argentina


Recibido: 14 noviembre 2024

Aceptado: 13 marzo 2025

Publicado: 18 septiembre 2025

Resumen: El objetivo de este artículo es explorar las experiencias de activismo feminista dentro del sector de la ciencia y tecnología en el contexto argentino y postularlas como una forma de resistencia epistémica. En primer lugar, se analiza la relación entre la academia, el activismo y el feminismo, examinando cómo las investigadoras feministas desafían las estructuras de poder y las desigualdades de género en el ámbito científico. En segundo lugar, se define el activismo tecnocientífico feminista como aquel que busca transformar la realidad del sector de acuerdo con una perspectiva de género y se presentan ejemplos de redes y colectivos de científicas que actúan como espacios seguros y promueven la inclusión, la denuncia y la creación de políticas de equidad. El propósito final es que, a través de testimonios de las científicas, se evidencien las experiencias personales que las llevaron a comprometerse con el feminismo en el ámbito científico, destacando la importancia de reconocer y valorar la labor del activismo tecnocientífico feminista como una forma de resistencia que busca transformar la producción de conocimiento y construir un mundo más justo e igualitario para combatir la violencia patriarcal y promover la inclusión en la ciencia.

Palabras clave:activismo, resistencia epistémica, epistemología feminista, activismo tecnocientífico feminista.

Abstract: This article explores the phenomenon of feminist techno-scientific activism in the Argentinean context as a form of epistemic resistance. It first analyzes the relationship between science, activism, and feminism, examining how feminist researchers challenge power structures and gender inequalities in science. It then defines feminist techno-scientific activism as that which seeks to transform the sector’s reality from a gender perspective and presents examples of networks and collectives of feminist scientists in Argentina that act as safe spaces and promote inclusion, denunciation, and the creation of inclusive policies. Likewise, the final objective is to reveal, through the testimonies of women scientists, the personal experiences that led them to engage in feminism in science and to highlight the importance of recognizing and valuing the work of feminist techno-scientific activism as a form of resistance that seeks to transform the production of knowledge and build a more just and egalitarian world, to combat patriarchal violence and promote inclusion in science.

Keywords: Activism, Epistemic Resistance, Feminist Epistemology, Feminist Techno-Scientific Activism.

Introducción

En muchas ocasiones, la condición para ingresar al mundo académico es dejar todo tal y como está. Sin embargo, es relevante señalar la importancia que posee el activismo dentro de la academia, como fuerza emergente significativa dentro de los ámbitos tecnológicos y científico, ya que esta enfrenta las normas establecidas y aboga por la transformación y la búsqueda de la equidad. Este compromiso con la justicia social se ha vuelto particularmente crucial en la lucha contra la desigualdad de género en la ciencia y la tecnología, debido a que es un campo amplio y multidisciplinar en el que confluyen el compromiso político y el rigor académico.

En este artículo se analiza el activismo feminista en el ámbito científico y tecnológico, específicamente dentro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). 1 La relación entre activismo feminista y ámbito científico y tecnológico se considera como una forma de resistencia epistémica, que busca tensionar hegemonías por dentro y por fuera de la academia, transformándola con el propósito de proponer nuevas formas de entender la realidad desde una perspectiva feminista, la cual desempeña un papel clave en la creación de un conocimiento emancipador (Harding, 1996), dado que desafía los cimientos del saber establecido, promoviendo una visión más amplia del mundo. En este contexto, el activismo tecnocientífico feminista se presenta como una forma poderosa de resistencia a las estructuras de poder existentes, enfrentándose a los paradigmas dominantes con marcados sesgos androcénticos, en busca de una ciencia revolucionaria que tiene el objetivo de “reformar la mala ciencia” (Harding, 1996, p. 95).

Este trabajo, por tanto, se centra en experiencias de algunas investigadoras del Conicet, para evidenciar cómo conjugaron la praxis y teoría feminista dentro del sector de la ciencia y la tecnología. Es así que, muchas de ellas, incluso algunas veces no conscientes de ello, han tomado explícitas posturas políticas en sus trabajos y vidas privadas. Por ello, no tenemos miedo a equivocarnos en afirmar que viven una vida académica feminista (Ahmed, 2021). No obstante, afirmamos lo anterior sin olvidarnos que aún prevalecen inequidades y violencias en el mundo académico del que participan, producto de una larga historia de opresión y de deudas pendientes del sistema institucional científico en relación con la vida de las mujeres y las disidencias sexo-genéricas.

Por esta razón, el artículo se estructura de la siguiente manera: en primer lugar, explora el contexto del activismo en la academia, seguido de un análisis del feminismo en la academia. En segundo lugar, realiza una descripción y conceptualización del activismo tecnocientífico feminista como resistencia epistémica. Posteriormente, examina ejemplos concretos de redes y colectivos científicos feministas en Argentina. Finalmente, en las conclusiones, discute las implicancias del activismo tecnocientífico feminista para la transformación del sector científico-tecnológico y cómo esta articulación contribuye a una mejor ciencia.

Academia y activismo

Sara Ahmed, en su libro Vivir una vida feminista (2021), condensa los resultados de años del trabajo realizado en su blog Feminist Killjoys, 2 en el cual se inicia un diálogo muy fructífero entre ella y las personas que comentaban sus entradas, quienes hacían diversos tipos de intervenciones. Pero, además, la publicación refleja el resultado de un momento fundamental en su vida académica: cuando renuncia a su trabajo en la universidad, luego de haber advertido que muchas de las denuncias por comportamientos sexistas y racistas en esta no eran escuchadas y que en esa institución universitaria —y seguramente en otras también— lo que realmente pasaba era que se habían institucionalizado prácticas hacia estas problemáticas, como si se atendieran esas cuestiones. De acuerdo con los testimonios de estudiantes y de académicas que fue recogiendo, se evidencia que la universidad no implementó una escucha real, activa, concreta y productiva con respecto a esas situaciones. Entonces, como un gesto propio de denuncia, Ahmed presenta la renuncia a su cargo y, por ende, a la vida universitaria, académica, formal e institucional.

En este suceso también podemos constatar una reflexión filosófica sobre el papel que tienen las intervenciones feministas cotidianas en las vidas e instituciones, como lo expresa Ahmed en aguafiestas feministas, tal como lo había desarrollado antes en su artículo “Killing Joy: Feminism and the History of Happiness” (2010). Es decir, la filosofía feminista 3 en las universidades sigue teniendo un papel muy relevante, ya que las feministas en las instituciones dedicadas a la educación superior formal realizan un desarrollo filosófico y conceptual que posibilita volver más sofisticadas las intervenciones en el espacio público. A la vez, las intervenciones cotidianas concretas de las feministas en reuniones familiares, cuando van al cine u obras de teatro, entre otros lugares, también suponen un aporte a la elaboración conceptual, ya que existe una construcción filosófica y de pensamiento según los feminismos. Es significativo subrayarlo, porque lo anterior tiene que ver con el modo en que la autora entiende la filosofía: no solo al papel que desarrolla esta disciplina, sino también cómo se concibe. Y en este sentido es que nos parece relevante señalar la importancia que posee el trabajo del activismo académico. Como señala Yuderkys Espinosa Miñoso (2022):

Si la teoría feminista y los estudios de género y sexualidad solo sirven para instalar un nuevo campo de especialización de conocimientos, si solo vale para la producción y el surgimiento de una nueva elite de profesionales al servicio de los sistemas de pensamiento desarrollados y exportados desde los centros de poder; si lo que de esta intrusión obtenemos es una nueva separación de las esferas de conocimiento y de la vida, creo que habremos perdido el sentido profundo que justificó la necesidad de creación de espacios de estudios feministas, de la mujer o de género dentro de la universidad. (p. 150)

Una publicación interesante para referenciar, que aborda el tema de la investigación académica y el activismo desde una mirada multifacética, es la realizada por Charles Hale en Engaging Contradictions: Theory, Politics, and Methods of Activist Scholarship(2008), en la que elabora un amplio y multidisciplinar volumen, con destacados/as académicos/as y activistas que trazan el terreno en el que confluyen el compromiso político y el rigor académico, en que se exploran las complejidades y desafíos de la investigación académica comprometida con el activismo social. A lo largo de sus páginas, se abordan diversas perspectivas y enfoques sobre la relación entre la teoría, la política y los métodos en la investigación científica comprometida.

Hale destaca la manera en que enfrentan las tensiones inherentes entre el papel que ocupan en la academia y su compromiso con la justicia social, profundizando en la complejidad ética y política de esta dualidad, a la vez que analiza los desafíos y posibilidades de comprometerse con la teoría, la política y los métodos desde una perspectiva activista. Del mismo modo, el autor aborda la importancia de la reflexión crítica sobre cómo el conocimiento se construye, se politiza y se aplica en la práctica. Menciona que los/as académicos/as se encuentran cada vez más atrapados/as entre la academia, con sus exigencias de rigor y objetividad, y el compromiso directo con el activismo, en el que algunos/as abogan en nombre de las comunidades que estudian; otros/as incorporan los conocimientos y el liderazgo de sus informantes directamente al proceso de producción de conocimientos, destacando cómo la investigación activista puede contribuir al cambio social y la transformación política.

También el trabajo Activist Scholarship (2001) de Richard Lempert refiere la convergencia entre la academia y el activismo, en el cual destaca la necesidad de que los/as académicos/as se involucren activamente en cuestiones sociales y políticas, utilizando sus habilidades y conocimientos para influir en el cambio. Señala que ser activista académico/a implica un compromiso intencional de colaborar e incluir en las investigaciones, enseñanzas y publicaciones a las comunidades o grupos afectados, ya que el preocuparse profundamente por una problemática es un gran estímulo para realizar un mejor trabajo.

El autor resalta la importancia de unir la academia y el activismo para abordar desafíos colectivos, utilizando la investigación como una herramienta para comprender, criticar y transformar las estructuras de poder. Revela que este enfoque no solo contribuye al avance del conocimiento, sino que también ejerce un impacto tangible en la sociedad al buscar soluciones a problemas reales. En síntesis, promueve la integración de la investigación académica con la acción comunitaria, abogando por un compromiso activo de los/as académicos/as en la búsqueda de la equidad y la justicia en la sociedad.

Marta Lamas, antropóloga mexicana, en su libro Dimensiones de la diferencia. Género y política, publicado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) en 2022 dentro de una colección de antologías esenciales, presenta dos artículos en los cuales se posiciona sobre la intersección entre el activismo y la academia, cuestionando la dicotomía tradicional entre la objetividad académica y la subjetividad del activismo y propone una reflexión sobre cómo los/as investigadores/as pueden y deben implicarse con temas sociales sin arriesgar la rigurosidad académica. Señala que este compromiso no debería invalidar la objetividad en la investigación, sino que puede enriquecerla al brindar una perspectiva más completa y ética. Asimismo, invita a los/as académicos/as a considerar cómo su trabajo puede lograr impacto en la sociedad y a buscar formas de articulación, sin perder la calidad y validez del conocimiento producido.

En el otro texto, “De la investigación circunstancial al activismo académico. Una reflexión post facto” (Lamas, 2022), analiza su propia experiencia, que va desde una investigación inicialmente circunstancial hacia un activismo académico más comprometido. Señala de qué manera su labor investigativa sobre la situación de las mujeres en México la llevó a involucrarse activamente en la defensa de los derechos de las mujeres. La autora explora de qué manera los/as académicos/as pueden y deben trascender la mera observación pasiva de la realidad y exponerse por la lucha hacia la equidad y la justicia. Por un lado, destaca la importancia de que las investigaciones no solo documenten problemáticas sociales, sino que también se conviertan en instrumentos para generar cambios y transformaciones. Por otro lado, aboga por un enfoque que integre la rigurosidad académica con un posicionamiento ético y político hacia la sociedad, promoviendo un activismo académico que enriquezca y contribuya al desarrollo humano.

Entonces, como síntesis, ¿qué podemos entender del concepto de activismo y posteriormente su relación con la academia? Podemos decir que el activismo trasciende las meras acciones individuales o grupales; representa un desafío a las estructuras de poder arraigadas, una voz que clama por la justicia y la igualdad en un mundo marcado por la desigualdad y la opresión. Desde esta perspectiva, el activismo se vislumbra como un proceso dinámico, una red intrincada de interacciones entre individuos, grupos u organizaciones que comparten una identidad colectiva y una visión de cambio de índole social o política (Mut Montalvá, 2016).

En este entramado conceptual, figuras como la de Judith Butler aportan una perspectiva única al concepto de activismo al enfatizar la importancia del reconocimiento, la performatividad, 4 la agencia de identidades no hegemónicas y la resistencia contra los marcos normativos. Su marco teórico retrata a los individuos como socialmente interconectados a través de la dependencia mutua y la vulnerabilidad, fomentando un sentido de solidaridad y apertura a las alianzas a través del activismo. Además, en su libro Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea (2017), enfatiza en la importancia del activismo en los cuerpos aliados, al proponer una teoría de la performatividad en el ensamblaje que involucra la política corpórea y la formación de alianzas entre poblaciones consideradas precarias. El trabajo de Butler profundiza en la noción de abyección politizada y destaca de qué manera el cuerpo abyecto puede servir como una entidad políticamente subversiva, alterando las normas establecidas y desafiando los límites simbólicos, situación en la que la acción política puede ser en ocasiones mucho más efectiva cuando se plantea desde los márgenes o desde las sombras, y este es un aspecto importante que no debe olvidarse. En este sentido, la autora aboga por la configuración de alianzas basadas en vulnerabilidades compartidas que fomenten una redefinición de los cuerpos como agentes activos en la búsqueda del cambio social y la justicia. En su enfoque de la política como resistencia, Butler incorpora los conceptos de vulnerabilidad y dependencia mutua entre los individuos para dar cuenta de que las identidades no solo se conforman a través de la performatividad, sino desde posiciones vulnerables y dependientes. Somos seres precarios pero a la vez actuantes y, en la actuación, producimos un sentido de interconexión y solidaridad en la vulnerabilidad, en el interior de los movimientos activistas.

En este sentido, el activismo trasciende las barreras del tiempo y el espacio, sirviendo como un faro de resistencia contra la opresión en todas sus formas. A través de la intersección de diversas perspectivas y experiencias, el activismo emerge como una fuerza poderosa para el cambio, una voz colectiva que desafía las injusticias arraigadas.

Por su parte, el activismo académico surge con fuerza en la arena educativa, enfrentando las normas sociales instituidas y abogando por el cambio dentro del entorno académico. Esta práctica implica el pacto de académicos/as, educadores/as y estudiantes en la promoción de los derechos humanos en las plataformas académicas. En su esencia, el activismo académico busca desmantelar las estructuras opresivas dentro de las instituciones de educación superior y científicas, así como promover un examen crítico de los sistemas existentes para lograr la liberación y la transformación social.

Los/as académicos/as comprometidos/as con este tipo de activismo no solo desafían las normas establecidas, sino que también incorporan experiencias subjetivas a la producción y difusión del conocimiento, cuestionando valores académicos tradicionales como la objetividad. El activismo académico profundiza en este esfuerzo por cuestionar la visión tradicional en la que la ciencia aplica métodos con el objetivo de dotar de explicaciones a los fenómenos observados, formulando enunciados verdaderos o generalizables, con la neutralidad de los valores e imparcialidad social, sostenido, además, por una idea basada en que el sujeto de conocimiento puede ser reemplazado por cualquier otro, produciendo el mismo resultado (Keller, 1991; Harding, 1996). Se puede apreciar que el pensamiento feminista ha cuestionado particularmente las reglas de la razón y las pretensiones de objetividad, neutralidad y universalidad del conocimiento. Esta área de estudios no se proyecta como una continuidad gradual dentro de los estudios de la filosofía de la ciencia, sino que emerge de las necesidades planteadas por el movimiento feminista. En ese sentido, el feminismo demuestra que los sujetos son generizados y sexuados, es decir, determinados a través de las construcciones sociales y culturales de género que cada sociedad establece y permean la forma en que ven el mundo y enmarcan las preguntas de investigación, desarrollando teoría, y la aplicación de herramientas y formas de llegar a conclusiones y descubrimientos. Además, muestra que la ciencia tiene una deuda con las mujeres porque no les concede voz o autoridad cognitiva; también porque las representaciones de la mujer y la feminidad por parte de diferente teorías y disciplinas ayudaron a justificar su inferioridad frente a los hombres y su subordinación (Maffía, 2007).

Esta ruptura entre la erudición tradicional y el activismo se ve respaldada por la energía personal y la pasión de los/as investigadores/as, como indica Lempert (2001). Como consecuencia, el activismo académico no solo es una respuesta a las injusticias sociales, sino que también genera nuevas comprensiones de fenómenos de interés.

Claudia Korol, reconocida educadora popular y feminista, ejemplifica esta integración de la teoría y la práctica, articulando dimensiones pedagógicas, epistémicas, anticapitalistas y anticoloniales en su praxis teórico-militante. Esta intersección entre el activismo y la investigación académica no solo es necesaria para crear las condiciones propicias para proyectos de investigación específicos, sino que también enriquece la comprensión de fenómenos sociales complejos y la búsqueda de soluciones transformadoras (Fernández Hasan, 2020).

Un punto crucial de este análisis, relacionado con lo expuesto anteriormente y digno de ser recalcado, es el papel esencial de las emociones en el conocimiento en general. Cuando se hace mención a esta forma de abordar el trabajo académico, también es importante tener presente y analizar el papel que las emociones desempeñan como impulsoras en la construcción del conocimiento científico, en lugar de considerarlas como una barrera u obstáculo. Esto implica no solo enfocarse en cómo las emociones influyen e impactan en los procesos de investigación, es decir, en la influencia emocional de aquellos/as involucrados/as en la ciencia, sino también en cómo el proceso mismo afecta emocionalmente a quienes investigan. Las emociones suelen ser pasadas por alto en la investigación científica para proteger la objetividad de los datos. Considerar a las emociones como coautoras del conocimiento también ha generado tensiones y resistencias, por ende, la propuesta es no solo comprender las emociones, sino también adquirir conocimiento a través de ellas, reconociendo su verdadero impulso motivacional. 5

Siguiendo este hilo de pensamiento, en el que se busca trascender el estudio meramente objetivo de las emociones y el conocimiento, García Dauder y Trejo (2021) sugieren que centrarse en las emociones y en cómo acompañan los procesos de investigación puede presentar diversas ventajas, categorizadas en cuatro puntos clave:

  1. Consideraciones éticas: reconocer las emociones y subjetividades de los sujetos investigados es crucial para establecer una relación sensible, fomentando un vínculo afectivo necesario para el desarrollo de investigaciones sin causar daños.

  2. Motivos prácticos, metodológicos e instrumentales: las emociones influyen en los procesos de investigación y en el trabajo de campo. Pueden impulsar el interés en un tema o método específico, pero también pueden paralizar o hacer que se abandone un proyecto.

  3. Aspectos políticos y efecto sanador: reconocer el papel de las emociones, especialmente al trabajar con temas sensibles (como la violencia sexual), puede ayudar a enfrentar emociones negativas y prevenir somatizaciones, así como generar conciencia y denuncia.

  4. Razones epistémicas: en lugar de interferir en la investigación, las emociones se consideran herramientas y fuentes de información. Pueden ser consideradas como datos interpretativos y mejorar la calidad de la investigación. Actúan como motores de transformación social, sobre todo en perspectivas feministas, en las cuales las voces subalternizadas pueden cuestionar los valores dominantes.

La crítica a la epistemología patriarcal a menudo desencadena acusaciones de emotividad excesiva, relegando a las mujeres y otros grupos a una posición de supuesta irracionalidad. Sin embargo, el conocimiento se construye a partir de la unión entre emociones y razón. Hay muchas versiones de teorías cognitivas de las emociones, baste aquí señalar el punto que todas ellas tienen en común: la participación necesaria de un elemento cognitivo en la generación de emociones. En ese sentido, es esencial reivindicar los aspectos emocionales de la racionalidad para contrarrestar estas acusaciones.

El ámbito público, en el cual reside la ciencia, ha sido asociado con características meritocráticas y sesgos tradicionalmente masculinos, excluyendo automáticamente a mujeres y otros grupos marginados. Es crucial, entonces, cuestionar y transformar los modos habituales de sentir, desmontando subjetividades para evitar reproducir sistemas binarios y excluyentes. La crítica a esta epistemología binaria requiere una transformación profunda, también, del imaginario afectivo.

Activismo, academia y feminismo. ¿Dónde está el feminismo en la academia?

Volviendo hacia esta confluencia entre activismo y academia, pero en particular en relación con el feminismo, se puede citar el texto “¿Has Feminism Changed Science?” (2000) de Londa Schiebinger, que aborda la influencia del feminismo en el ámbito científico y, además, examina cómo el feminismo ha impactado la práctica científica a lo largo del tiempo, analizando cambios en la metodología, las preguntas planteadas y la inclusión de perspectivas de género en la investigación científica. Destaca de qué modo el feminismo ha promovido la visibilización de la contribución de las mujeres en la ciencia, así como la importancia de reconocer y contrarrestar los sesgos de género en el ámbito científico. Además, Schiebinger discute la relevancia de abordar la diversidad y las inequidades de género en la ciencia para promover una investigación más inclusiva y objetiva.

En Latinoamérica, una referente y que en esta temática particular ha realizado aportes fundamentales es la historiadora feminista Dora Barrancos. En “Anotaciones feministas sobre la ciencia” (2018), escrito en coautoría con Paula Andrea Lenguita, ambas académicas exploran la relación entre feminismo y ciencia. Analizan cómo la ciencia ha sido históricamente influenciada por patrones patriarcales y cómo el feminismo ha desafiado y transformado estas estructuras. Se centran en contemplar de qué manera las perspectivas feministas han cuestionado la objetividad y neutralidad aparente de la ciencia, revelando cómo los prejuicios de género han influido en la investigación y producción de conocimiento. Destacan de qué forma la inclusión de una mirada feminista en la ciencia ha ampliado las temáticas y enfoques de estudio, generando una comprensión más completa y crítica de la realidad. Además, reflexionan sobre el papel del feminismo en la ciencia, al considerar la importancia de desafiar las jerarquías de género dentro de las disciplinas científicas y promover una ciencia más inclusiva y ética, resaltando cómo la perspectiva feminista ha influido en la forma en que se lleva a cabo la investigación científica y cómo se construye el conocimiento.

En una entrevista realizada a la doctora Barrancos, 6 en la que se remarca su amplia trayectoria en los estudios de género y su compromiso con la investigación creativa en este campo, ella comparte su experiencia sobre cómo ha desarrollado el trabajo académico en los estudios de género, revelando la importancia de abordar la problemática desde una perspectiva histórica y social. Destaca cómo su investigación ha explorado diversas dimensiones de la desigualdad de género, cuestionando las estructuras patriarcales y trabajando por la visibilización de las luchas feministas. Además, enfatiza en la necesidad de integrar los estudios de género a las políticas públicas para lograr una sociedad más igualitaria y justa.

Además, en el texto “Feminismo y estudios de género en la academia argentina” (2019), Barrancos profundiza la evolución y la situación actual del feminismo y los estudios de género en el ámbito académico argentino. Indaga y refiere el surgimiento y desarrollo del feminismo en la academia, señalando su impacto en la investigación, la docencia y la agenda pública. Revela, asimismo, cómo el feminismo ha contribuido a abrir nuevos campos de estudio, desafiando y enriqueciendo las disciplinas tradicionales. Analiza los retos que enfrentan los estudios de género en la academia, tales como la lucha por su reconocimiento y legitimidad dentro de las instituciones educativas y científicas. Con ello, resalta la importancia de la interdisciplinariedad y la diversidad en los enfoques de género para comprender y abordar las complejidades de las desigualdades sociales.

El texto mencionado ofrece una mirada panorámica sobre la trayectoria del feminismo y los estudios de género en la academia argentina, mostrando su influencia en la producción de conocimiento y su importancia para comprender las dinámicas sociales y culturales en el país. También explora el impacto de los estudios de género en la renovación de las ciencias sociales en Argentina y destaca cómo aquellos han generado una transformación significativa en las disciplinas sociales, desafiando las tradicionales estructuras de conocimiento y análisis.

Además, subraya cómo los estudios de género han estimulado la reflexión crítica y la producción de conocimiento multidisciplinario, promoviendo una visión más amplia y equitativa de la realidad social. Refiere, en dicho texto, la importancia de esta mirada renovadora en las ciencias sociales para abordar las complejas problemáticas de la sociedad con una perspectiva más inclusiva y sensible a las diferencias, evidenciando su influencia en la comprensión de la sociedad y las dinámicas de poder.

Con Sara Ahmed (2021), también podemos señalar el interés de la academia en remarcar la importancia que tiene romper el orden jerárquico en la construcción del conocimiento. Es decir, considerar si el conocimiento se construye como algo complejo y separado de lo cotidiano o de qué manera lo hace. Es por eso por lo que, cuando la autora habla de vivir una vida feminista, lo que se intenta afirmar es que no se trata únicamente de aplicar principios teóricos feministas a la vida cotidiana —debido a que el conocimiento también es construido en la vida cotidiana—, sino de gestar el conocimiento con la praxis; se trata de conocimiento situado (Haraway, 1995), que tenga en cuenta el punto de vista feminista (Harding, 1996).

Por su lado, dice Ahmed, en relación con las instituciones, que es a través del esfuerzo por modificarlas que generamos conocimiento sobre estas. Y esta relación entre conocimiento y praxis es más que una controversia académica, ya que es central para comprender cómo se articulan las relaciones de poder. Por lo tanto, las mejoras que no generen transformaciones estructurales no solo son inútiles, sino que pueden ser contraproducentes. Es decir, resulta imperativo cuestionar la implementación meramente simbólica de normativas y protocolos institucionales orientados a promover la equidad de género y prevenir situaciones de violencia y discriminación. Tal como advierte Ahmed (2021), la mera existencia de instrumentos reglamentarios que no se aplican efectivamente (por ejemplo, buzones de denuncias sin mecanismos de control o dependencias específicas como oficinas de género desprovistas de atribuciones y capacidad de acción), lejos de ser inofensivos, generan la peligrosa impresión de que se están realizando acciones concretas al respecto. Esta falsa sensación de que ya se está haciendo algo puede desembocar en un adormecimiento de los movimientos y reclamos en torno a la agenda feminista, con el supuesto erróneo de que las problemáticas han sido debidamente abordadas mediante la sola creación formal de estas instancias (Ahmed, 2021).

El riesgo latente radica en que estas normativas y protocolos carentes de efectiva aplicación se conviertan en una mera pantalla discursiva que encubre y perpetúa las relaciones de poder desiguales vigentes. En esta línea, la autora alerta sobre la necesidad imperiosa de no permitir que las luchas y reivindicaciones históricas del movimiento feminista se diluyan y se reduzcan a la simple existencia de reglamentaciones que no se cumplen y mecanismos que no se tienen verdaderamente en cuenta.

Por esto, el movimiento feminista tiene que estar atento y no convertirse en una expresión de las élites, las cuales creen que el único conocimiento valioso es el que se crea en los formatos y contextos académicos. El feminismo es una praxis que se despliega en la casa o en la universidad, y la comunidad realiza un aporte central a la institucionalización del movimiento.

Puntualiza Ahmed que “vivir una vida feminista es hacer de todo lo que existe algo cuestionable” (2021, p. 21). Considera que no es solo que tengamos buenas herramientas para criticar, sino que también debemos construir algo diferente, nuevos mundos, además de preguntarse cómo lo haremos. Asimismo, asiente que, en la forma en que construimos miradas feministas, hay algo esperanzador, que representa a la colectividad feminista, porque recuperamos el nosotras de Simone de Beauvoir y le damos continuidad a su mención acerca de que la mujer es algo que se construye políticamente. Este nosotras es un significante esperanzador que pone expectativas en el feminismo como movimiento.

Entonces, podemos decir con la autora que el feminismo es un movimiento político conectivo, que nunca está quieto y que se expande por y desde el movimiento, al crear conexiones. Por ende, hay que generar puntos de encuentro. También es refugio y morada, como vemos en redes y colectivas feministas en ciencia y tecnología, como es el caso de la Red de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT), que alberga a las científicas y tecnólogas feministas.

Ahmed se pregunta ¿dónde está esta parte del movimiento feminista?, ¿dónde se manifiesta? Y aclara que no siempre está en lo público. Hace alusión al lema feminista “Lo personal es político” que, justamente, evidencia que estos espacios que históricamente fueron catalogados como no políticos también lo son, porque hay feminismo en lo doméstico, en lo cotidiano y obviamente también en la universidad, en lo académico y científico. El feminismo está donde tenga que estar: está en todos lados y en todas partes (2021, p. 23).

Además, se cuestiona ¿de quién les vino el feminismo? Y, ¿en qué momento de la vida se lo encontraron? Muchas veces se piensa que el feminismo viene de la teoría, de la Revolución francesa, con la Ilustración, del sufragismo y que con las primeras teóricas se genera el primer movimiento feminista, razón por la cual esta debería ser la historia de todas. Pero no es así y esta no es la única historia. Conocemos el feminismo de diferentes maneras y adquirimos conciencia feminista de diferentes maneras. Por eso es importante pensar de qué o de dónde nos viene este feminismo, porque eso importa, y de esta forma podemos lograr una interconexión y un diálogo con otras personas, con otras mujeres, con otras feministas. Porque el feminismo es necesario, más aún en aquellos espacios donde pareciera que no lo es y que no tiene un lugar, tal como sucede en la ciencia y la academia.

Así podemos remarcar la importancia que tiene el movimiento y cómo debe estar en todos esos espacios donde todavía faltan luchas y derechos por conquistar y donde no todo ha terminado, donde todavía existe opresión, como lo es, sin dudas, en la academia.

Un paso sustancial para los movimientos feministas es reconocer que, entonces, no se debe caer en la fantasía de la igualdad. Esto pasa en el campo de la ciencia y tecnología. Gran parte del colectivo de ciencia y tecnología no reconoce las desigualdades que ocurren en su interior. Por lo tanto, con lo que queremos trabajar (y es parte de la lucha) es en tratar de convencer a otras personas de que el sexismo, la violencia y las injusticias todavía continúan.

Este es un trabajo muy arduo, que también debemos observar y abordar en el ámbito de la ciencia y la tecnología como un trabajo colectivo, pero a la vez como un trabajo muy personal. Es un esfuerzo a veces desgastante, ya que implica un estudio teórico, pero, además, una experiencia colectiva y compartida. Esto se evidencia en el sector de la ciencia y la tecnología, pero debería ser argumentado y socializado cada vez más con toda la comunidad, para ser comprendido.

Por su lado, siguiendo aportes realizados desde el sur global, Noelia Correa García (2019) explora las condiciones históricas del trabajo de las mujeres en la producción de conocimiento en Latinoamérica, a partir de una perspectiva feminista. La autora se enfoca en tres sistemas interconectados: el capitalismo, el patriarcado y la colonialidad. Examina cómo estos sistemas han influenciado y continúan afectando el papel de las mujeres en la producción de conocimiento, evidenciando la explotación laboral, las desigualdades de género y las dinámicas de poder en el ámbito académico y científico. Destaca la importancia de comprender estas intersecciones para visibilizar y abordar las inequidades que enfrentan las mujeres latinoamericanas en la generación de conocimiento. Propone, además, una reflexión crítica sobre cómo superar estas barreras estructurales para lograr una mayor inclusión y reconocimiento en el campo del saber. Según Correa García,

por mucho tiempo, la academia y la ciencia fueron espacios de exclusión para las mujeres y otros sujetos subalternos que no entraban dentro de los parámetros instalados. Las desigualdades y los obstáculos presentes en el trabajo en la ciencia y la academia son, por lo tanto, el resultado de una organización social androcéntrica, donde históricamente el modelo ha sido masculino y patriarcal. Así, las mujeres han ingresado a trabajar en la academia y en la ciencia, pero bajo los parámetros androcéntricos y eurocéntricos establecidos históricamente. (2019, p. 2)

En esta línea, es posible coincidir con los postulados de la autora, quien sostiene que la ciencia, en calidad de construcción social, no constituye un espacio de producción de conocimiento neutral (Correa García, 2019). Por el contrario, los ámbitos científicos y académicos se erigen como escenarios en disputa, donde confluyen diversas perspectivas y fuerzas en tensión. Mientras algunos actores buscan perpetuar el statu quo y las lógicas de poder dominantes, otros sectores procuran aportar una mirada transformadora orientada a la construcción de nuevos horizontes y paradigmas (Correa García, 2019).

Además, aborda la dinámica de poder en la producción de conocimiento, destacando cómo ciertos grupos privilegiados han dominado la academia y la ciencia, dejando a otros en desventaja o desacreditados como autoridades cognitivas (García Dauder, 2003, citado en Correa García, 2019). Finalmente, enfatiza la importancia de cuestionar y reflexionar sobre los procesos individuales y colectivos, tanto en el activismo como en la academia y la ciencia. Invita a replantear la historia desde diferentes perspectivas, reconociendo la subjetividad y la influencia del/la narrador/a en su construcción.

Por su parte, el texto de Rafael Blanco, “Trayectorias académicas en los estudios sobre géneros y sexualidades: tensiones entre profesionalización, activismo y experiencia biográfica” (2016), aborda las trayectorias académicas en los estudios de género y sexualidades, centrándose en las tensiones entre la profesionalización, el activismo y la experiencia personal. Examina cómo los/as académicos/as en este campo enfrentan desafíos al equilibrar su compromiso activista con el rigor académico y su propia experiencia de vida. Blanco explora de qué manera los/as investigadores/as que se dedican a los estudios de género, a menudo, se ven influenciados/as por su propia experiencia biográfica y su compromiso con el activismo social. Sin embargo, esta combinación de factores puede generar tensiones con las expectativas académicas de objetividad y neutralidad. El autor reflexiona sobre cómo quienes se dedican a estos estudios navegan estas tensiones, mientras intentan mantener la integridad académica, a la vez que abogan por el cambio. Destaca que la intersección entre la profesionalización, el activismo y las experiencias personales puede enriquecer la investigación, ofreciendo perspectivas más completas y comprometidas con la realidad. En resumen, el texto analiza las tensiones y desafíos que enfrentan los/as académicos/as de estudios de género al equilibrar su compromiso activista, su experiencia personal y las demandas de la academia, mostrando cómo estas complejas interacciones pueden fortalecer el campo de estudio.

A su vez, Bilbao en el texto “Feminismo académico y feminismo de base: tensiones y convergencias en la militancia de mujeres en la Argentina actual” (2017) analiza las dinámicas entre el feminismo académico y el feminismo de base en el contexto de la militancia de mujeres en la Argentina contemporánea. Examina las disputas y convergencias entre estos dos enfoques feministas. Se destaca que el feminismo académico está asociado con la producción teórica y académica sobre cuestiones de género, mientras que el feminismo de base se relaciona con las luchas cotidianas y las demandas concretas de las mujeres en la sociedad. El texto indaga cómo estas dos perspectivas a menudo convergen en objetivos similares, tales como la lucha por la igualdad de género y la justicia social, pero a veces también pueden divergir debido a diferencias en los enfoques y prioridades. Además, resalta la importancia de un diálogo constructivo entre el feminismo académico y el de base, reconociendo que ambos son fundamentales para el avance de la causa feminista. Y que la complementariedad entre estos enfoques puede enriquecer la comprensión de las problemáticas de género y fortalecer la lucha por la equidad, ya que ambos feminismos, a pesar de tener diferentes enfoques, comparten objetivos comunes. A su vez, se pregunta cómo la colaboración entre estas dos perspectivas puede ser beneficiosa para el movimiento feminista en la Argentina contemporánea.

Otro trabajo relevante sobre esta temática es el de Gabriela Lozano Rubello, “Espacios de intervención y pertenencia de docentes de la UBA en la actualidad” (2019), el cual aborda la importancia y el impacto del feminismo académico en la inclusión de los estudios de género en dos notables instituciones educativas: la Universidad de Buenos Aires (UBA) en Argentina y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Destaca cómo el feminismo académico ha jugado un papel crucial en la consolidación y legitimación de los estudios de género en el ámbito universitario de ambas instituciones. Resalta la lucha del movimiento feminista por la inclusión de estas perspectivas en la academia, así como la importancia de estos estudios para comprender y abordar las desigualdades genéricas en la sociedad. Para esto, el texto analiza los avances logrados en la UBA y la UNAM en términos de programas académicos, investigaciones y espacios de debate en torno a los estudios de género. Se reconoce el papel clave que han tenido estos logros para la formación de profesionales comprometidos/as con la igualdad de género y la construcción de conocimiento desde perspectivas diversas.

Como vemos, el texto pondera la contribución del feminismo académico en la consolidación y reconocimiento de los estudios de género, destacando su relevancia para lograr un cambio social y la comprensión de las dinámicas de género en el ámbito académico y la sociedad toda. Analiza la participación y sentido de pertenencia de los/as docentes de la UBA en la actualidad. Explora las funciones y contribuciones de los/as profesores/as dentro de la institución, centrándose en sus áreas de influencia y participación en diferentes aspectos académicos, tales como investigación, enseñanza y gestión universitaria. Además, examina cómo los docentes se involucran en la toma de decisiones, el diseño de programas académicos y políticas institucionales. Presenta la perspectiva de los/as docentes sobre los desafíos actuales que enfrenta la UBA, principalmente los asociados con la precarización e inestabilidad laboral, pero al mismo tiempo, cómo se identifican con la institución, así como sus propuestas para mejorar y fortalecer la universidad con su posición, ofreciendo una visión de su involucramiento, influencia y apego a la institución.

El activismo tecnocientífico feminista como una forma de resistencia epistémica

Comprender el trabajo del activismo feminista como una forma de resistencia epistémica es poner el foco en cómo el aquel no solo es un movimiento social, sino también una fuerza que desafía y subvierte el conocimiento establecido. Es develar cómo el activismo feminista desafía y cuestiona los paradigmas dominantes en la producción de conocimiento, en el que la lucha no solo se centra en buscar la equidad de género, sino también en desmantelar y transformar las estructuras epistemológicas existentes. Lo dicen Diana Maffia (2020):

La epistemología puede parecer una rama abstracta de la filosofía, pero está en la base de toda postura política y ética. Y puede parecer algo marginal al feminismo, pero está en la base de toda praxis y toda lucha. El modo en que definimos las comunidades de saber es también el modo en que integramos las sociedades y construimos comunidades políticas. El feminismo que practico (y la epistemología que lo sostiene) no nos invita a pasar de dominadxs a dominantes, sino a luchar contra todas las formas de dominación. (p. 28)

Por su parte, Miranda Fricker (2007) desarrolla el concepto de injusticia epistémica, que nos sirve para analizar las formas en las que las personas pueden ser perjudicadas en sus capacidades epistémicas cuando, según la autora, “se anula la capacidad de un sujeto para transmitir conocimiento y dar sentido a sus experiencias sociales” (p. 98). Fricker nos dice que hay dos formas principales de injusticia epistémica: por un lado, 1) la injusticia testimonial, que se produce cuando la narración o el conocimiento de una persona es menospreciado o ignorado debido a su identidad social o cultural, lo que hace que el testimonio sea poco confiable o creíble, y consiste en un injusto déficit de credibilidad, siendo el resultado de la existencia y reproducción de prejuicios sociales; por otro lado, 2) la injusticia hermenéutica se produce cuando una persona es incomprendida o malinterpretada, debido a su identidad social o cultural, lo que lleva a que su punto de vista sea ignorado o malinterpretado, es decir, la experiencia de la persona no es aceptada porque no hay un concepto disponible, no hay recursos hermenéuticos para identificar, explicar o comprender tal experiencia, por lo tanto, deriva en un déficit injusto de inteligibilidad.

Explicar la injusticia epistémica es relevante porque socava la confianza que las personas tienen en su propia capacidad para conocer e interpretar el mundo y perpetúa las desigualdades existentes, provocando un daño simbólico y expresivo que deriva de un marco socioestructural que sustenta relaciones de opresión dentro de un marco estructural de dominación patriarcal.

Por esto, se trata de configurar la resistencia epistémica como una forma efectiva de hacer frente a las injusticias académicas y subrayar el potencial transformador de los movimientos sociales para activar recursos capaces de denunciar y transformar el imaginario colectivo hacia nuevas narrativas resistentes. Esta urgencia de transformar el imaginario se puede explicar con el concepto de fricciones epistémicas, acuñado por el filósofo español José Medina (2013):

Donde hace referencia a aquellos fenómenos cognitivos y afectivos a través de los cuales se generan choques epistémicos capaces de generar conciencias críticas y oposicionales que permiten la emergencia de nuevos modos de ver e interpretar el mundo por fuera de las visiones dominantes. Estos fenómenos epistémicos son favorables para la generación de cambios sociales emancipatorios. (citado en Suárez Tomé et al., 2023, p. 132)

En concreto, la intención es develar que el activismo que realizan las investigadoras puede ser considerado como un caso paradigmático de resistencia epistémica, ya que ha alterado las estructuras simbólicas, afectivas, discursivas, entre otras, construyendo espacios heterogéneos donde se integra una pluralidad de voces que genera estrategias no androcéntricas. En otras palabras, la influencia que tuvo el movimiento feminista dentro de la academia gestó una polifonía necesaria para que se produzcan estos enfrentamientos epistémicos —fricción epistémica— y, en consecuencia, la posibilidad de resistencia frente a las injusticias epistémicas. Como señala Medina (2021):

Para resistir este tipo de injusticia epistémica, los grupos deben participar en el activismo epistémico para superar el silenciamiento y la degradación epistémica que resulta de las desventajas hermenéuticas y la marginación a nivel de grupo que sufren. Convertirse en un activista epistémico con respecto a la injusticia hermenéutica grupal implica promover activamente la agencia hermenéutica de los movimientos sociales para articular nuevos conceptos y promover activamente el uso de estos conceptos mientras se lucha contra la “ignorancia hermenéutica deliberada” (Pohlhaus 2012) que bloquea o inhabilita su circulación. (p. 233)

Siguiendo al ya citado autor, vamos a considerar al activismo epistémico como “las prácticas activistas que ejercen fricciones epistémicas” contra las expresiones heterosexistas y patriarcales copartícipes de la invisibilidad, silenciamiento o que desacreditan las protestas feministas contra la violencia sexual y contra las mujeres, obstaculizando la agencia epistémica en los grupos subordinados (Medina, 2021, p. 228).

Asimismo, en este trabajo se propone la definición de activismo tecnocientífico feminista como una alternativa y a modo de complejización del activismo académico, como aquel realizado por mujeres o varones científicos/as, que han generado una multiplicidad de puntos de resistencia epistémica presente en diversas posiciones de las relaciones de poder en el interior del ámbito de la ciencia y la tecnología para generar un cambio. Es decir, se trata de una nueva forma de producir conocimiento y transformar la realidad material del sector, pero también lo social, de acuerdo con una perspectiva de género y feminista. Y entre estas modificaciones se encuentran las que generan efectos internos (aquellas que quedan por dentro de la academia) y las externas (que traspasan los muros, salen a la arena pública). Posteriormente, se convierten en oportunidades cruciales para que el público pueda protestar “en sus propios términos” (Medina, 2022, p. 23).

El activismo de las científicas al que hacemos mención dentro de los espacios científico-tecnológicos puede comprenderse, según la perspectiva de Donna Haraway (1995), como una forma de habitar el mundo en clave cyborg, “una especie de yo personal, postmoderno y colectivo, desmontado y vuelto a montar” (p. 19), en que lo humano y lo tecnológico no aparecen como entidades separadas, sino como ensamblajes constitutivos de subjetividades, prácticas y saberes en red. En este marco, las científicas activistas no son meras usuarias o críticas externas del sistema científico, sino agentes inmersas en las redes materiales, institucionales y simbólicas que buscan transformar. Su accionar implica una reelaboración de las relaciones de poder y conocimiento dentro de las instituciones, movilizando una “doctrina de objetividad encarnada que acomode proyectos de ciencia feminista paradójicos y críticos: la objetividad feminista significa, sencillamente, conocimientos situados” (Haraway, 1995, pp. 10-11). Acciones que cuestionen la pretendida neutralidad del conocimiento científico tradicional y reivindiquen una objetividad consciente de su parcialidad, historicidad y localización, lo que remite a la idea de que todo conocimiento —incluido el producido en los espacios de ciencia y tecnología— está atravesado por mediaciones materiales, técnicas y sociales que configuran modos específicos de ver y de producir mundo. En este sentido, el activismo tecnocientífico feminista puede leerse como una práctica de resistencia y de reconfiguración ontológica, en el que las científicas encarnan y performan formas de vida que desafían los regímenes de desigualdad, elaborando saberes localizados que apuntan a transformar las propias condiciones de posibilidad del conocimiento. Esta forma de habitar la ciencia no solo desestabiliza los órdenes epistémicos establecidos, sino que abre el campo para imaginar nuevas formas de coproducción de saberes, cuerpos y tecnologías (Haraway, 1995; Harding, 1996).

Por esto, para la epistemóloga Sandra Harding, autora del libro Ciencia y feminismo, publicación relevante para los desarrollos de la epistemología feminista, la ciencia es un fenómeno social y, como tal, está cargada de pautas culturales, en la medida en que “ha sido creada, desarrollada y se le ha otorgado significación social, histórica y cultural en determinados momentos” (1996, p. 75). Es más, según Fox Keller, la ciencia es una actividad tan profundamente personal como social, “no hay nada más social que la práctica científica” (1991, p. 15). Tal como desarrolla Helen Longino en Sujetos, poder y conocimiento: descripción y prescripción en las filosofías feministas de la ciencia, reconcebir el conocimiento como social es sugerir que la ciencia es desarrollada no solo por individuos, sino por individuos en interacción con otros, “construido por una comunidad interactiva dialógica” (1998, p. 25).

Entre las diversas formas de activismo epistémico de las científicas podemos mencionar la creación de conceptos y herramientas metodológicas que desafían y cuestionan paradigmas dominantes —que a menudo relegan a las mujeres a una posición de supuesta irracionalidad—, al transformar la producción de conocimiento y desmantelar estructuras epistemológicas androcénticas, a la vez que revelan la influencia de los prejuicios de género existentes en la ciencia para combatir la violencia patriarcal y promover la inclusión e ir en contra de expresiones binarias que invisibilizan, silencian o desacreditan protestas o conocimientos considerados subalternos. Igualmente, disputa las jerarquías de género dentro de las disciplinas científicas y los sistemas de autoridad que determinan qué ciencia es valiosa. Incluye también una revisión crítica del propio trabajo científico para corregir sesgos de género y el uso de posiciones de poder para promover reformas estructurales.

Esto se suma a la trasversalización del género en todas las etapas del diseño y aplicación de las políticas públicas, tales como normativas inclusivas y de no discriminación, protocolos, programas, entre otros. Resulta imprescindible destacar la importancia de la creación de espacios seguros que habiliten la posibilidad de la denuncia. En consecuencia, el resultado va más allá del producto y abarca la transformación de subjetividades, con un activismo encarnado que deconstruya sentidos. Por consiguiente, es fundamental remarcar que

los movimientos de protesta a menudo crean nuevas palabras, pero pueden hacer mucho más que eso: lo que es más importante, pueden crear nuevas formas de conciencia social y nuevas sensibilidades. Es solo cuando hacen esto último que los movimientos de protesta pueden llamarse movimientos de liberación, es decir, movimientos que liberan al público que protesta y, si tienen éxito, a la sociedad en general de la insensibilidad o entumecimiento ante la injusticia. (Medina, 2021, p. 248)

Y lo anterior lo vemos reflejado en los testimonios recolectados en los que, aunque no se haga uso de la palabra activismo para definir las acciones llevadas adelante, queda en evidencia que muchas de las transformaciones e iniciativas relatadas (como las documentadas —que posteriormente algunas se cristalizaron en políticas públicas—) no se gestaron en su mayoría en la jerarquía estatal institucional, sino que las propias mujeres científicas empezaron a realizar actividades y acciones de incidencia feminista dentro de la academia, porque eran las afectadas directas por la desigualdad y discriminación.

Me acuerdo de que en el 2009, aprovechando que fui a una conferencia en España, World on Women, y ahí, bueno, se me terminó de abrir la cabeza. Y bueno, después vine con esa idea y armamos un foro de mujeres en ciencia y tecnología y ver qué pasa. Entonces, [...] en el 2010, comencé con el Foro Nacional Interdisciplinario de Mujeres en Ciencia, Tecnología y Sociedad, que lo hacemos cada dos años, en el Centro Atómico Bariloche. (Entrevista n.° 20, comunicación personal)

Nos parece relevante poner de relieve el valor de las continuidades de estos trabajos, en múltiples plataformas y espacios donde se practicó la escucha feminista, para abordar el descontento presente en las instituciones. Sobre este punto, Sara Ahmed, en su libro ¡Denuncia! (2022), aborda y problematiza la denuncia social y política como una forma de activismo desarrollada por el movimiento feminista en las universidades. Explora cómo la acción de denunciar puede ser poderosa y transformadora al desafiar y cuestionar las estructuras de poder arraigadas en la sociedad que históricamente ha silenciado las denuncias de las mujeres y otros colectivos en relación con las violencias y violaciones a sus derechos humanos. Analiza de qué manera las denuncias pueden surgir de experiencias personales de injusticia, opresión o discriminación, para así garantizar la creación de movimientos sociales más amplios. Asimismo, destaca la importancia de escuchar y validar las voces de aquellos/as que denuncian injusticias, es decir, oír la queja, señalando cómo el acto de denunciar en sí puede constituir resistencia contra la opresión sistémica. Además, la autora examina el impacto social y emocional de las denuncias, revelando de qué forma algunas personas y sistemas resisten y desacreditan a quienes denuncian, y cómo la solidaridad y el apoyo decaen debido a estas acciones. Ahmed alude a que parte del trabajo no era convencer a las estudiantes de que denunciaran, sino que las universidades escucharan las quejas, porque implementar un oído feminista puede ser una metodología institucional. En palabras de la autora:

Oír con un oído feminista es oír a quien no es oída, oír cómo no nos oyen. Si nos enseñan a silenciar a algunas personas, un oído feminista es un logro. Nos volvemos amplificadoras de aquellas voces que han sido silenciadas, y así podemos ser ellas, lo que significa que levantar la voz por nosotras mismas también puede ser un logro. (Ahmed, 2022, p. 15)

Situación que queda en evidencia en el testimonio de otra investigadora, sobre la constitución de espacios seguros o safe spaces:

En los años noventa nos juntamos de casualidad en un encuentro preparatorio de Beijing, una compañera que está en el Conicet, que hace investigación básica, y otra de humanidades. A las tres nos preocupaba lo mismo: ¿qué pasaba con las mujeres en el sector científico y tecnológico? Y entonces así, con los chicos chiquititos en ese momento, creamos la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología.

Lo primero que descubrimos es que a todo el mundo le parecía que era ridículo eso que estábamos haciendo, que no tenía ningún fundamento. ¿Qué queríamos demostrar?, ¿si teníamos iguales salarios? Y ahí descubrimos algo que a nosotras nos sorprendió: que, inclusive en países con mucha equidad de género, las mujeres éramos muy numerosas en las categorías más bajas del Conicet, pero cuando se iba creciendo en la categoría casi desaparecíamos o teníamos una representación mínima. Y esto era contundente porque era un gráfico con estadísticas puras y duras que sacábamos de los datos. No había opinión ahí. Y esto provocó mucho asombro. (Entrevista n.° 29, comunicación personal)

Esta entrevista ofrece una perspectiva rica sobre la intersección de género, ciencia y activismo, subrayando cómo las mujeres en el ámbito científico han trabajado para visibilizar y enfrentar las desigualdades de género dentro de instituciones de investigación. Este fue un momento en el que la conciencia sobre las desigualdades de género en ciencia estaba en una etapa temprana de desarrollo en muchos países, incluyendo Argentina. La creación de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT) surge como una respuesta directa a esta preocupación, pues representa una forma significativa de activismo que surge de la colaboración y la organización colectiva. Estas científicas identificaron una necesidad compartida y se unieron para crear una red que pudiera abordar de manera efectiva las desigualdades de género en su campo. Este tipo de accionar organizado es fundamental para construir una base sólida desde la cual promover cambios institucionales y sociales.

Uno de los aspectos más destacados de este relato es el descubrimiento preliminar de la entrevistada y sus compañeras sobre la subrepresentación de las mujeres en los niveles superiores del Conicet, a pesar de ser numerosas en las categorías más bajas. Este fenómeno, conocido como techo de cristal, es un ejemplo clásico de cómo las estructuras patriarcales impiden que las mujeres avancen en sus carreras al mismo ritmo que sus colegas varones, a pesar de una aparente equidad en los niveles más bajos. La sorpresa inicial de las propias investigadoras al descubrir la magnitud del problema refleja una brecha de conocimiento que su activismo ayudó a cerrar. Al compartir estos hallazgos con colegas y dentro de la comunidad científica, estas mujeres no solo sensibilizaron sobre la desigualdad de género, sino que también fomentaron una mayor conciencia crítica sobre cómo las estructuras y prácticas androcéntricas existentes perpetúan estas desigualdades. Estas dimensiones afectivas no solo incidieron en la producción de conocimiento, como veremos a continuación, sino que también impulsan las prácticas activistas, como lo muestran los testimonios de las científicas, en los que la indignación, la empatía y la necesidad de justicia emocional emergen como motivaciones centrales.

Por su lado, como observamos en el siguiente relato, las experiencias son muchas y diversas. La siguiente investigadora comienza su camino en el exilio, en Brasil, huyendo de la última dictadura en Argentina, donde al poco tiempo de estar allí empezó a comunicarse con personas que, según sus palabras, “ya irradiaban un sentido feminista”, situación que, afirma, la llevo a tornarse feminista.

Seguidamente, ante la pregunta ¿cómo esa experiencia vivencial se traspasa al ámbito científico?, respondió:

Bueno, una vez que una adopta ese compromiso íntimo de convencerse del plano dominante patriarcal, luego significó un cambio también para mí muy grande. Yo diría posición disciplinaria. Porque allí ya, entonces, resonaron muy fuertes mi primera articulación de género e investigación histórica. Fue con relación a las anarquistas y haber descubierto el plano en que el anarquismo en general había caminado la discursividad de la sexualidad en Argentina. Descubrí en las anarquistas las primeras protagonistas fuertes en la lucha por conquistar el derecho al cuerpo. Fueron las primeras en denunciar las limitaciones de nacimiento, denunciar fuertemente el derecho de las mujeres a no parir sin solución de continuidad, etc. Bueno, adherí a la historia de las mujeres, obviamente apelando a un camino muy práctico.

Una vez que la masa de colegas me hizo directora [de una alta institución de ciencia y tecnología], mi obligación era hacer ejecutiva esa devoción por derechos a la que había adherido, a la que había denunciado a través de la historiografía y también de manera práctica. En el 2000, yo me torné directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género y fue, digamos, intermedio al cargo de directora, entonces que obviamente tenía una altísima responsabilidad social y moral de hacer consonantes aquellos principios a los que adhería. (Entrevista n.° 30, comunicación personal)

Como mencionamos, las experiencias personales son variadas y se reflejan en diversas vivencias, como lo muestra el testimonio de esta entrevistada:

Una cosa que me llamó terriblemente la atención en mí misma es: yo escribí hace muchos años un libro de matemática para chicos, lo escribí un poco de casualidad, es algo que quiero mucho. Y hace poco lo volví a agarrar por otro motivo, y miro lo que escribí hace treinta años y no lo puedo creer. Porque todos los problemas de deportes son [para] varones, y las chicas que no saben bien ni cómo se hacen las tablas, tiene un sexismo tan marcado. Pero es la cultura de la sociedad, que uno no se da cuenta, o sea, yo nunca fui obviamente sexista, ni para mí. Obviamente pienso que las mujeres pensamos igual que los hombres, pienso que tenemos las mismas capacidades y tenemos que tener las mismas oportunidades, pero yo misma [estaba] plasmando ahí [sic] los problemas en contexto de la sociedad y la cultura era, así que los escribí y no me di cuenta. Y ahora por ahí lo quiero traducir, pero necesito cambiar los dibujos, porque los dibujos que hizo el dibujante eran ahí todos varones. Son muy impresionantes, esas cosas tan sutiles. (Entrevista n.° 11, comunicación personal)

En los fragmentos previos citados de las entrevistas se describió un proceso de transformación personal y luego profesional. En un caso se evidencia el inicio con la comprensión del patriarcado como estructura dominante, que la lleva a una reevaluación de su disciplina y a una inmersión más profunda, particularmente en la historia de las mujeres. Esta modalidad de activismo intelectual desafía las narrativas dominantes que han minimizado o ignorado la contribución de las mujeres. Este recorrido posteriormente se vio reflejado al ocupar puestos jerárquicos, ya que la entrevistada tradujo su compromiso con los derechos de las mujeres en acciones concretas dentro de las instituciones científicas que integró. Es más, su papel directivo en el sector científico le permitió proponer y ejecutar reformas que vincularan las políticas institucionales con los principios de igualdad de género que ella defiende. Esto es un ejemplo claro de cómo las científicas pueden utilizar sus posiciones de poder para promover cambios estructurales que beneficien a las mujeres en el ámbito académico y más allá.

Para finalizar, el último testimonio ofrece una valiosa oportunidad para analizar la interacción entre la producción científica y la perspectiva de género, revelando cómo las normas y estereotipos de género pueden infiltrarse incluso en el trabajo de personas que se identifican como no sexistas o que abogan por la igualdad. La entrevistada reflexiona sobre cómo los estereotipos de género profundamente arraigados en la sociedad pueden manifestarse de manera sutil e inadvertida, incluso en la producción de contenidos que creamos. Esto propone la revisión crítica de nuestro propio trabajo para identificar y corregir sesgos de género. En ese sentido, este tipo de activismo implica un proceso de autocrítica y revisión que busca desmantelar las estructuras sexistas que están normalizadas en la sociedad y, por extensión, en la producción académica.

En estos relatos podemos observar los diferentes ámbitos y las diversas dimensiones en las que se pueden desarrollar las experiencias activistas feministas de las científicas. Desde las que han creado redes, asociaciones, pasando por las que han conjugado la investigación científica con el accionar feminista, hasta aquellas que reformulan y revisan sus temas de investigación o publicaciones: mujeres que luego llevan esas transformaciones hasta la gestión, lo que demuestra que la reflexión crítica y la revisión del propio trabajo son formas poderosas de activismo que pueden transformar la producción científica, promoviendo así una mayor equidad de género. Podemos sintetizar que el activismo científico no solo se trata de producir conocimiento, sino también de transformar las estructuras y prácticas que perpetúan la desigualdad.

Es por esto que las prácticas activistas descritas en este trabajo —desde la denuncia hasta la creación de espacios seguros o redes institucionales— no solo responden a argumentos teóricos, sino también a una vivencia corporal y afectiva de la injusticia. La experiencia del malestar, la incomodidad o la esperanza actúan como indicadores sensibles de que algo debe cambiar. En consecuencia, se vuelve evidente que el conocimiento no se produce en el vacío, sino en contextos atravesados por lo emocional y lo político. Incorporar esta dimensión permite reconocer que el activismo feminista en la ciencia no es solo una estrategia intelectual, sino también una forma en que las científicas pueden sostenerse, acompañarse y cuidarse frente a estructuras hostiles, logrando así una continuidad entre teoría crítica, afectividad y praxis transformadora.

Las académicas feministas reconocen la importancia de la colaboración para el avance de sus investigaciones y su activismo, ya que esta permite compartir conocimientos, experiencias y recursos, amplificando así el impacto de su trabajo. A través del trabajo conjunto, desafían las narrativas dominantes, cuestionando los sistemas opresivos y abogando por el cambio social. Sin embargo, no todas las académicas feministas tienen el mismo acceso a estas redes de colaboración, lo que genera contradicciones. Por ejemplo, se produce una tensión entre las académicas y sus becarias en entornos institucionales, así como también con las feministas de la comunidad de mujeres en general. Estas contradicciones surgen de la dinámica de poder inherente a estas relaciones, lo que puede crear barreras para lograr una colaboración abierta e igualitaria.

Del mismo modo, las contradicciones se manifiestan entre disciplinas debido a los prejuicios y normas arraigados dentro de los campos académicos, que pueden restringir la forma en que las académicas feministas abordan su investigación. Esto limita su capacidad para desafiar las estructuras de poder existentes y producir conocimiento transformador.

La investigación feminista se caracteriza por su atención a la diferencia, el cuestionamiento del poder social, la resistencia a la opresión científica y el compromiso con el activismo político y la justicia social. Frecuentemente, una representación jerarquizada sugiere que la ciencia valiosa, digna de ser celebrada y promovida, es aquella realizada en centros punteros por personas en puestos de dirección.

Los resultados de este análisis, junto con reflexiones de otros campos también centrados en la recuperación del aporte de las científicas, sugieren la importancia de ofrecer relatos situados de las mujeres dentro de un sistema científico atravesado por jerarquías sociales y de género. Esto es esencial para valorar plenamente sus aportaciones y comprender las estrategias que les han permitido entrar, permanecer y tener éxito en el medio. El feminismo problematiza los sistemas de autoridad que, desde una perspectiva androcéntrica, determinan qué es ciencia y quién es un científico. Como respuesta, el objetivo es ofrecer una imagen compleja y realista de la ciencia, promoviendo una visión colaborativa que transforme el sistema científico-tecnológico. Además, es necesario cuestionar la utilidad y sostenibilidad de referentes basados en historias individuales homogéneas, que dejan de lado lo sistemático y colectivo. Como afirman Pérez-Sedeño et al. (2019), hoy el impresionante crecimiento y la multiplicidad de disciplinas y enfoques que se solapan en el campo de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) han dejado obsoletas las antiguas distinciones disciplinarias o la división entre dos tradiciones, una académica y otra activista.

Entonces, podemos identificar algunas de las principales redes que se han constituido dentro del ámbito académico en Argentina como ejemplos de activismo y de resistencia. Estas son consideradas espacios seguros y dentro de la academia han sido tema de debate, como vimos anteriormente, sobre todo aquellos lugares institucionalizados que pueden ser utilizados con fines cosméticos. Sin embargo, otros académicos/as destacan la importancia de los espacios seguros para promover la inclusión y un sentido de pertenencia para los/las estudiantes, particularmente aquellos de entornos marginalizados. De hecho, el discurso en torno a los espacios seguros ha evolucionado a lo largo de los años: desde centrarse inicialmente en proteger al estudiantado vulnerable hasta discusiones más recientes sobre grupos de estudiantes mayoritarios que se sienten discriminados. En general, la noción de espacios seguros en la academia es compleja, pues involucra consideraciones de aprendizaje, inclusión y protección que desafían las normas sociales. Por su lado, consideramos que los espacios seguros en la academia juegan un papel crucial en la lucha contra la violencia patriarcal. La violencia y el acoso de género prevalecen en los entornos académicos de manera interseccional y están entrelazadas con otras formas de discriminación como la etnia, la sexualidad y la discapacidad. Los esfuerzos para establecer legítimos y efectivos espacios seguros son esenciales para prevenir la violencia de género y del colectivo LGBTQ+.

Adicionalmente, se enfatiza en la importancia de desarrollar equipos de intervención, mostrando que se necesita un trabajo constante para desmantelar las estructuras patriarcales. Por su parte, el concepto de espacios seguros queer es crucial para brindar refugio a las personas activistas y abonar a la transformación social y la construcción de identidad, protegiendo a los individuos de la violencia heteronormativa y patriarcal tanto en entornos físicos como virtuales (Pascar et al., 2022). Estas ideas subrayan colectivamente la importancia de los espacios seguros en la academia como un medio para desafiar y prevenir la violencia patriarcal, como los que desarrollaremos brevemente a continuación.

Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT)

La Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT) tiene su origen en un taller sobre género, ciencia y tecnología en Latinoamérica, organizado por el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la Universidad Nacional Autónoma de México, con ocasión del Foro de las ONG de América Latina y el Caribe en preparación para la Cuarta Conferencia Mundial sobre las Mujeres en Beijing, en 1995. Fundada por Ana Franchi, Silvia Kochen y Diana Maffía, la RAGCyT desde su constitución se ha dedicado a múltiples objetivos, entre ellos, generar un espacio de intercambio entre científicas e investigadoras interesadas en la situación de las mujeres en el ámbito científico y tecnológico, realizar diagnósticos sobre su situación y evolución, elaborar estrategias de promoción y valoración de la contribución de las mujeres en dichas áreas e incorporar la perspectiva de género en políticas públicas sectoriales.

Desde su establecimiento en 1993, ha llevado a cabo un seguimiento sistemático de las carreras de mujeres científicas y ha analizado críticamente las políticas públicas de ciencia y tecnología. Ha participado y organizado diversos congresos a nivel nacional e internacional y ha colaborado en la propuesta de indicadores de equidad de género en el sistema científico-tecnológico, entre otras actividades relevantes.

La red es consultada regularmente por diversos organismos y organizaciones y realiza una importante labor de divulgación sobre los logros alcanzados por investigadoras y científicas en Argentina y en el mundo. Actualmente, forma parte de la Red Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Género (RICTyG) y dos de sus integrantes formaron parte del Consejo Consultivo del Proyecto SAGA de la Unesco. También participó en el Observatorio Women20 del G20 y fue reconocida por la Organización de Estados Americanos (OEA). En el ámbito académico, la RAGCyT se destaca por su compromiso y su labor y ha sido reconocida con diversos premios y distinciones a lo largo de los años.

En estos treinta años de establecimiento, la RAGCyT ha demostrado un compromiso constante con la promoción de la igualdad de género y la inclusión de la perspectiva de género en el ámbito científico y tecnológico. Su labor en el país ha sido fundamental para visibilizar y valorar la contribución de las mujeres en estas áreas, en especial, para promover políticas y acciones que favorezcan la participación equitativa de todos los géneros en la ciencia y la tecnología.

Red Universitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias (RUGE) 7

La Red Universitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias (RUGE) se erige como una entidad interinstitucional que aspira a resquebrajar el techo de cristal que obstaculiza la paridad entre géneros en el ámbito universitario. Su misión primordial radica en contrarrestar la tendencia a la masculinización arraigada en la vida académica, incidir en las políticas públicas universitarias y promover una equidad sustantiva.

Originada con el impulso de destacadas figuras como Dora Barrancos, Sandra Torlucci y Gabriela Diker, esta red ha cristalizado su presencia como referente paradigmático en materia de políticas de género en la esfera universitaria. Y, más allá de su mera existencia como un colectivo, se distingue por su participación activa en el diseño, ejecución, monitoreo y evaluación de políticas públicas universitarias imbuidas de un enfoque con perspectiva de género.

Aunque su génesis se remonta al año 2015 con el nombre de Red Universitaria en Movimiento (REMO), no fue sino hasta el 2018 que se formalizó su integración al Consejo Interuniversitario (CIM), un hito que propició su institucionalización con el acrónimo RUGE. Esta evolución le ha facultado contar con representación en todo el territorio nacional, con el propósito de abordar una agenda de género que aspira a superar las barreras institucionales que perpetúan desequilibrios de género, especialmente en lo que respecta a la distribución desigualitaria de cargos en puestos de toma de decisión y participación de mujeres y hombres en las instituciones universitarias, lo que ha permitido evidenciar la desigualdad en un contexto en el que las cifras revelan desequilibrios notorios, con apenas un 10ͦ% de rectoras en universidades públicas cuando la matrícula mayoritaria es femenina. Además, subrayan la necesidad de considerar no solo la dicotomía tradicional de género, sino también la inclusión de personas trans y no binarias. Esta reflexión, enmarcada en un discurso crítico, expone la complejidad de los desafíos que enfrenta la igualdad de género en el ámbito universitario.

El papel preponderante de figuras como la profesora Torlucci en la consolidación y expansión de la RUGE, tal y como evidencia su trayectoria como rectora y su activismo en diversos ámbitos académicos y sociales, es emblemático de la lucha por la equidad de género en la educación superior. Su análisis detallado del mapa de poder en el sistema de educación superior pone de manifiesto la persistencia de la existencia del techo de cristal que limita el avance de las mujeres hacia posiciones de liderazgo y autoridad en las universidades, a pesar de su mayor presencia en las categorías iniciales de la carrera académica.

La inclusión de la red en el Consejo Interuniversitario en 2018 representa un acontecimiento significativo en la búsqueda de un cambio estructural hacia la igualdad de género en el ámbito universitario. Aunque esta iniciativa encontró resistencia, el respaldo obtenido refleja un cambio de paradigma hacia una mayor inclusión y reconocimiento del papel de las mujeres en la academia y la política pública.

Otra figura destacada en el impulso de la red, como ya se mencionó, es la socióloga e historiadora Dora Barrancos, cuyo activismo a favor de la igualdad de género y la legalización del aborto la ha convertido en un referente nacional para los movimientos feministas. Su contribución al diseño y ejecución de políticas públicas resalta su compromiso con la transformación social desde la academia hacia la esfera pública.

Con representantes de 65 instituciones universitarias en todo el país, la RUGE se articula en torno a una agenda de trabajo que abarca la docencia, la investigación, la extensión y la gestión universitaria, con un enfoque particular en la sensibilización y capacitación en género, en consonancia con lo estipulado por la Ley Micaela. Su organización en Centros Regionales de Planificación de la Educación Superior (Cepres) refleja un reconocimiento de los antecedentes históricos del movimiento feminista en la educación superior, así como una estrategia para abordar las demandas y expectativas específicas de cada región en materia de igualdad de género en la universidad.

La labor de la red es fundamental para abordar las disparidades de género en la educación superior, especialmente en un contexto en el que algunas instituciones carecen incluso de mecanismos básicos para prevenir y abordar la violencia de género. Esta visión panorámica, si bien revela desafíos significativos, también evidencia el potencial transformador en la construcción de una universidad más inclusiva y equitativa para todas las personas.

Colectiva Ciencia sin Machismo 8

La Colectiva de Atención de Violencia Laboral y de Género, radicada en el Centro Nacional Patagónico (Cenpat), se destaca como un espacio esencial para abordar las manifestaciones de violencia que afectan a trabajadoras en el ámbito laboral. Surgida como respuesta a la necesidad imperante de contrarrestar la violencia de género arraigada en la cotidianidad laboral, esta iniciativa se materializa en el Cenpat como un espacio de atención de violencia laboral y de género, complementado con un sitio en la página web institucional destinado a sensibilizar y visibilizar esta problemática.

El colectivo articula su labor en torno a la consigna de una ciencia sin machismo, denunciando las prácticas nocivas que, en muchos casos, se perpetúan y naturalizan en el tiempo, desde comentarios despectivos hasta agresiones físicas, es decir, las diversas formas de violencia que enfrentan las trabajadoras en su entorno laboral.

Desde el año 2018, becarias, administrativas, personal de apoyo e investigadoras del Cenpat han unido esfuerzos para desafiar y erradicar la violencia machista en la institución. La consolidación de este espacio institucionalizado ha sido el resultado de la inquietud y la voluntad de un grupo de mujeres por abordar y combatir la violencia laboral y de género en dicha institución.

La Comisión Interdisciplinaria del Observatorio de Violencia Laboral y de Género ha jugado un papel crucial en la elaboración de un instructivo para la creación y ejecución de espacios destinados a abordar situaciones de discriminación y violencia laboral y de género en todas las dependencias del Conicet. En diciembre de 2019, se inauguró el Espacio de Atención de Violencia Laboral y de Género en el CCT Conicet-Cenpat y ofreció un recurso esencial para la atención y prevención de estas situaciones. Se trata de un espacio de atención gratuita y confidencial, liderado por agentes capacitadas, que marca un hito en la lucha contra la violencia en el lugar de trabajo.

Este espacio de intervención no solo busca prevenir y desnaturalizar la violencia, sino también proporcionar herramientas para abordar y resolver conflictos de manera colaborativa y equitativa. Su labor se complementa con acciones preventivas y protectoras, contribuyendo así a crear un entorno laboral más seguro y respetuoso para todas las personas.

La creación de este espacio generó un cambio significativo en la percepción y la tolerancia hacia las conductas violentas, así como en la inclusión del tema de género en la agenda institucional del Cenpat. Sin embargo, aún persisten resistencias y desafíos en la búsqueda de una verdadera igualdad de género en el ámbito científico.

Asimismo, en el colectivo se destaca la importancia de una política de género institucionalizada y comprometida, que trascienda la mera integración en la agenda institucional y promueva un cambio real en la vida de las trabajadoras del Cenpat. Además, subraya la necesidad de una participación más activa de las mujeres feministas en puestos de poder, así como el cuestionamiento de los privilegios masculinos y las formas de masculinidad que perpetúan la desigualdad de género.

Las Curies 9

Las Curies (nombre elegido para honrar a la física Marie Skłodowska-Curie) impulsan la visibilización y la lucha contra las violencias hacia las mujeres y la diversidad sexual en el ámbito científico. Este grupo, conformado por investigadoras/es de diferentes disciplinas y áreas de estudio, se centra en promover la inclusión y el respeto en el campo científico. A través de la denuncia de situaciones discriminatorias y la sensibilización sobre estas problemáticas, buscan generar un cambio cultural y estructural que permita construir espacios científicos más igualitarios y seguros para todos/as/es.

El colectivo surge en el año 2017, después de un encuentro nacional de mujeres, como respuesta a la necesidad de ir más allá de la definición tradicional de género binaria, por lo que incluyen a las disidencias que también forman parte del sistema científico y tecnológico a la hora de abordar las inequidades y discriminaciones en el ámbito científico.

Más allá de su labor de denuncia y sensibilización, también trabajan en la promoción de políticas inclusivas y en la creación de redes de apoyo y visibilización para quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad. Su objetivo es no solo visibilizar las problemáticas que atraviesan las mujeres y las diversidades en la ciencia, sino también promover un cambio cultural y estructural que permita la plena participación y reconocimiento de todas las personas, independientemente de su orientación sexual o identidad de género.

Para finalizar, lo que podemos señalar como innovador y disruptivo sobre lo expuesto anteriormente es la importancia del vínculo que se generó entre la experiencia política feminista y la académica. Esta doble pertenencia conforma fronteras difusas y complejas, ya que, por un lado, las investigadoras se enfrentan a un escrutinio con respecto a su participación en el activismo por exhibir las características del ámbito académico, a menudo influenciado por perspectivas andro-euro-heterocéntricas. Por otro lado, cuestionan los estándares convencionales que se rigen por principios similares a los que se encuentran en el discurso científico, una característica definitoria del activismo feminista (Fernández Hasan, 2020).

Entonces, podemos afirmar que, aunque para algunos/as existe una tensión, en la que en un extremo se encuentran las académicas y, en el otro, las activistas feministas, ambas realizan aportes a la agenda del movimiento feminista y se complementan a través de las articulaciones posibles entre unas y otras porque “es entre la conexión intermitente entre un adentro institucional y un afuera de la intemperie donde es posible coexistir” (Luongo, 2018, citado en Fernández Hasan, 2020, p. 5).

En resumen, esto representa un atributo clave del feminismo, que se caracteriza por una propensión al crecimiento, la interconexión, al trabajo en red, a enredarse, además, con un alcance global, y esto se percibe no solo en un contexto político, sino también dentro del mundo académico. Profundizar en las complejidades de estas conexiones académicas justificaría una investigación adicional, lo que presenta una vía interesante para futuras líneas de estudio, dada la naturaleza expansiva y multifacética del tema.

Conclusiones

A lo largo de este artículo, se ha demostrado cómo el activismo tecnocientífico feminista se ha consolidado en Argentina como una fuerza de transformación dentro del ámbito científico y tecnológico. Asimismo, cómo, al hacernos feministas, estamos iniciando un recorrido teórico y también emocional, lo que genera tensiones, pero a la vez cambios y avances en los ámbitos académicos, científicos, tecnológicos, universitarios y personales.

A través de los testimonios y las preguntas sobre qué nos hace feministas o qué es una academia feminista, se ha concluido que es algo más que solo teoría feminista, de género o de la diversidad sexual: es un movimiento político, colectivo, que, además, posee relación con la comunidad y que acciona como ondas en el agua, expandiéndose y conectando a diferentes personas y espacios.

El feminismo, entonces, es dinámico, establece conexiones, genera conectividad y, por ello, logra expansión dentro de sus distintos espacios de actuación. Pero ¿es también un refugio, un lugar donde articular saberes y prácticas dentro de espacios seguros? Esta es otra pregunta que surge en la teoría feminista y en las voces de las personas analizadas en este artículo. Y aquí se puede destacar la tensión que se da entre la institucionalización académica, científica o tecnológica, con la inclusión de género y el activismo que se produce con el objetivo de cerrar la brecha de género en la ciencia y la tecnología.

En el transcurso de la investigación se ha considerado de qué manera, en qué tiempos y con qué protagonistas se ha consolidado el activismo tecnocientífico feminista en Argentina —si llamarlo así no es mala palabra—, cómo ha logrado sororidad científica y cómo ha fortalecido el trabajo entre el activismo feminista y la ciencia, con el objetivo de llegar a una ciencia feminista y a una mayor igualdad sin sesgos científicos. También se ve que este activismo dentro de la esfera científica, tecnológica y académica es, además, una forma de resistencia epistémica de activistas que tensionan las hegemonías teóricas, metodológicas y de políticas públicas para lograr un ámbito científico, tecnológico, académico y un mundo más justo, solidario, igualitario, acogedor de la complejidad y la diversidad del pensamiento y las acciones humanas.

Este aporte de científicas, académicas, redes y colectivos feministas no se ha dado sin enfrentamientos entre la academia y el feminismo. En Latinoamérica, no pocas veces, se han generado cambios en otros espacios, externos a la academia, pero que incidieron en su transformación. También ha quedado claro que las alianzas feministas han sido políticas y de poder, que han demostrado que las redes o colectividades políticas feministas no solo existen, sino que son relevantes para el proceso político que logra resultados en las políticas públicas de género implementadas, al tiempo que refuerzan la eficacia y legitimidad de las hechuras políticas actuales.

De esta manera, las redes feministas significan una forma específica de gobernabilidad, con base en la coordinación no jerárquica, por lo tanto, gesta un modo de gobernación que impacta en las políticas públicas con la mirada de género, tal como sucede gracias a la acción de redes como la RAGCyT, la RUGE y otros colectivos feministas mencionados. Ha quedado en claro la importancia de contar con espacios seguros para reflexionar sobre lo que los feminismos realizan, en un constante diálogo entre la teoría y la práctica feminista personal, cotidiana y colectiva.

El análisis de las experiencias y los logros del activismo tecnocientífico feminista en Argentina abre nuevas líneas de investigación. Es necesario profundizar en la comprensión de las dinámicas de poder dentro del sector científico-tecnológico, así como en el desarrollo de estrategias para superar las barreras que aún impiden la plena participación y el reconocimiento de las mujeres y las diversidades en la ciencia.

En definitiva, el activismo tecnocientífico feminista se presenta como una fuerza vital para la construcción de una ciencia más justa, igualitaria y emancipadora. A través de la resistencia epistémica, la acción colectiva y la creación de espacios seguros, las científicas feministas están transformando el panorama científico-tecnológico, abriendo caminos hacia un futuro en el cual el conocimiento sea un instrumento para la construcción de un mundo más equitativo para todas las personas.

Referencias

Ahmed, S. (2010). Killing joy: Feminism and the history of happiness. Signs: Journal of Women in Culture and Society, 35(3), 571-594. https://doi.org/10.1086/648513

Ahmed, S. (2021). Vivir una vida feminista. Caja Negra.

Ahmed, S. (2022). ¡Denuncia! El activismo de la queja frente a la violencia institucional. Caja Negra.

Ahmed, S. (s. f.). Feminist Killjoys [Blog]. WordPress. https://feministkilljoys.com/

Barrancos, D. (2019). Feminismo y estudios de género en la academia argentina. En D. Barrancos, A. L. Martín y A. Valobra (comps.), Dora Barrancos. Devenir feminista: una trayectoria político-intelectual (pp. 575- 602). Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).

Barrancos, D. y Lenguita, P. (2018). Anotaciones feministas sobre la ciencia. En S. Cardelli y S. Cristóbal (comps.), Emergencias: repensar el Estado, las subjetividades y la acción política (pp. 135-140). Ediciones Ciccus.

Barrancos, Dora (2019). Feminismo y estudios de género en la academia argentina. En Dora Barrancos, Ana L. Martín y Adriana Valobra (comps.), Dora Barrancos. Devenir feminista: una trayectoria político-intelectual, 575- 602. Clacso.

Bilbao, B. (2017). Feminismo académico y feminismo de base: tensiones y convergencias en la militancia de mujeres en la argentina actual. Seminário Internacional Fazendo Gênero 11 & 13th Women’s World Congress (Anais Eletrônicos).

Blanco, R. (2016). Trayectorias académicas en los estudios sobre géneros y sexualidades: tensiones entre profesionalización, activismo y experiencia biográfica. Educação e Pesquisa, (42), 727-740. https://doi.org/10.1590/S1517-9702201609153533

Butler, J. (1990). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós.

Butler, J. (2017). Cuerpos aliados y lucha política: hacia una teoría de la asamblea. Paidós.

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). (s. f.). Espacio de atención de violencia laboral y de género. Autor. https://cenpat.conicet.gov.ar/espacio-de-atencion-de-violencia-laboral-y-de-genero/

Correa García, M. N. (2019) Espacios en disputa: trabajo y ciencia desde transgresiones feministas. Pacarina del Sur, (41), 1-15.

Espinosa Miñoso, Y. (2022). De por qué es necesario un feminismo descolonial. Icaria Editorial.

Fernández Hasan, V. (2020). Activismo y academia: la conversación feminista. Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas, 22(1), 1-13.

Fox Keller, E. (1991). Reflexiones sobre género y ciencia. Ediciones Alfons. (Publicado originalmente en 1985).

Fricker, M. (2007). Epistemic Injustice. Oxford University Press.

García Dauder, D. (2003). Fertilizaciones cruzadas entre la psicología social de la ciencia y los estudios feministas de la ciencia. Athenea Digital, Revista de Pensamiento e Investigación Social, (4), 109-150.

García Dauder, D. y Ruiz Trejo, Marisa (2021). Un viaje por las emociones en procesos de investigación feminista. Empiria. Revista de metodología de las Ciencias Sociales, (50) 21-41. https://doi.org/10.5944/empiria.50.2021.30370

Hale, C. (2008). Engaging contradictions: theory, politics, and methods of activist scholarship. University of California Press. https://escholarship.org/uc/item/7z63n6xr

Haraway, D. (1991). A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist-Feminism in the Late Twentieth Century. En Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature (pp. 1-28). Routledge.

Haraway, D. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La invención de la naturaleza. Cátedra.

Harding, S. (1996). Ciencia y feminismo. Ediciones Morata. (Publicado originalmente en 1986).

Lamas, M. (2022). Marta Lamas. Dimensiones de la diferencia: género y política. (Antología esencial). Gabriela Méndez Cota (coord.). Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).

Lempert, R. O. (2001). Activist scholarship. Law & Society Review, 35(1), 25-32. https://doi.org/10.2307/3185384

Longino, H. (1990). Science as social knowledge: values and objectivity in scientific inquiry. Princeton University Press.

Longino, H. (1998). Sujetos, poder y conocimiento: descripción y prescripción en las teorías feministas de la ciencia. Feminaria, 11(21), 21-29.

Lozano Rubello, G. (2019). Espacios de intervención y pertenencia de docentes de la UBA en la actualidad. Propuesta Educativa, (51), 119-130.

Maffía, D. (2007). Epistemología feminista: la subversión semiótica de las mujeres en la ciencia. Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, 12(28), 63-98.

Maffia, D. (2020). Feminismo y epistemología: un itinerario político personal. En D. Maffía, A. Moreno Sardà, Y. Espinosa Miñoso y B. Radi, Apuntes epistemológicos. UNR Editora. https://ruge.cin.edu.ar/attachments/article/24/9ee8a_01-Apuntes%20Epistemol%C3%B3gicos.pdf

Medina, J. (2021). Injusticia epistémica y activismo epistémico en las protestas sociales feministas. Revista Latinoamericana de Filosofía Política, 227-250. https://rlfp.org.ar/revista/index.php/RLFP/article/view/127/63

Medina, J. (2022). Activismo epistémico y la epistemología del empoderamiento. Quaderns de Filosofia, 9(2), 19-26. https://doi.org/10.7203/qfia.9.2.22954

Mut Montalvà, E. (2016). El activismo transnacional de las refugiadas políticas colombianas en España y su contribución al proceso de construcción de la paz. III Congreso Internacional de Estudios de Desarrollo, Zaragoza, España (pp. 893-902).

Pascar, L., Yossi, D., Hartal, G. y Epstein, B. W. (2022). Queer safe spaces and communication. Oxford Research Encyclopedia of Communication. Oxford University Press.

Pérez-Sedeño, E., Almendros, L. S., García Dauder, S. y Ortega Arjonilla, E. (Eds.). (2019). Knowledges, practices and activism from feminist epistemologies. Vernon Press.

Red Universitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias (s. f.). https://ruge.cin.edu.ar/

Román, V. (2021). Quiénes son Las Curie, el colectivo que visibiliza la diversidad sexual en las ciencias y denuncia violencias. Infobae. https://www.infobae.com/salud/ciencia/2021/03/08/quienes-son-las-curie-el-colectivo-que-visibiliza-la-diversidad-sexual-en-las-ciencias-y-denuncia-violencias/

Schiebinger, L. (2000). Has feminism changed science? Signs, Journal of Women in Culture and Society, 25(4), 1171-1175. https://www.jstor.org/stable/3175507

Schiebinger, L. (2004). ¿Tiene sexo la mente? Las mujeres en los orígenes de la ciencia moderna. Cátedra. (Publicado originalmente en 1991).

Suárez, T. (2012). Una trayectoria de creativa investigación en los estudios de género: entrevista a la Dra. Dora Barrancos, historiadora de CONICET y docente de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Clío & Asociados, (16), 1-6. https://www.clio.fahce.unlp.edu.ar/article/view/clion16a14/5286

Suárez Tomé, D., Belli, L. F. y Mileo, A. (2023). Ghosteo epistémico: el borramiento del activismo feminista a través de su institucionalización y mercantilización en el activismo menstrual argentino. Debate Feminista, 67, 127-158. https://doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.2024.67.2383

Notas

* Artículo de investigación

1 El Conicet es el principal organismo gubernamental de desarrollo y producción científica y tecnológica de Argentina. Actualmente, esta institución organiza la investigación en cinco grandes áreas del conocimiento: ciencias agrarias, de ingeniería y de materiales; ciencias biológicas y de la salud; ciencias exactas y naturales; ciencias sociales y humanidades, y tecnología.

2 Véase Ahmed (s. f.).

3 Podemos identificar entre los trabajos referentes publicados dentro de esta corriente de pensamiento a algunas autoras norteamericanas pioneras en el abordaje existente de la relación entre ciencia y género a Evelyn Fox Keller (1985/1991), Londra Schiebinger (1989/1991), Sandra Harding (1986/1996), Helen Longino (1990) y Donna Haraway (1991). Ellas comenzaron sus investigaciones en la década de los años setenta y publicaron sus obras más conocidas y renombradas en la década de los ochenta, focalizando su interés académico por comprender el lugar que han ocupado las mujeres y sujetos subalternizados en la construcción del conocimiento científico y académico; consecuentemente, han buscado y logrado brindar explicaciones del porqué de la exclusión en estos. Asimismo, han denunciado que el modelo en que se produce ciencia es masculino, por lo tanto, los valores asociados al método científico, la investigación, la ciencia y la tecnología también lo son. Han analizado el lenguaje científico de la ciencia a través del uso de las metáforas y el carácter generizado de los textos. Estos estudios se consolidaron a mediados de los noventa y se intensificaron a inicios del nuevo siglo.

4 La filósofa feminista Judith Butler (1990) y otros/as autores/as realizan una crítica al binarismo sexo/género, en el cual el sexo fue definido en contraposición al género. El primero se utilizó para “diferenciar lo supuestamente natural e inmodificable” (el sexo), de “lo cultural y, por lo tanto, modificable” (el género). La autora afirma que en esta pareja conceptual el género es cultural, por tanto, constante y está en construcción permanente. Este concepto lo desarrolla a través de su teoría de la performatividad del género, en la que afirma que una cosa es decir que el género es una performance (se actúa, tenemos un papel) y esto es crucial para el género que somos y el que le presentamos a la sociedad; otra cosa es decir que el género es performativo porque produce una serie de efectos. Actuamos, caminamos, hablamos de maneras que consolidan la impresión de ser un hombre o una mujer como si esto fuera una realidad interna o algo verdadero acerca de nosotras/os, un hecho. Sin embargo, se trata de un fenómeno producido y reproducido todo el tiempo. Entonces, decir que el género es performativo quiere decir que nadie es un género realmente desde un inicio. El género es culturalmente construido, pero también es agenciamiento y libertad, por lo que es muy importante resistir la violencia que se impone en las ideas de género, especialmente contra quienes son de género disidente, aquellas/os que no conforman las reglas de género en su presentación.

5 Esta temática tiene importancia para la profundización del análisis y puede desplegarse en investigaciones futuras. Aquí solo damos algunos elementos para comprender la complejidad de la construcción del conocimiento y el papel que pueden tener las emociones como coautoras de este, lo que ha generado tensiones y resistencias.

6 Véase Suárez (2012).

7 Véase Red Universitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias (s. f.).

8 Véase Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) (s. f.).

9 Véase Román (2021).

Notas de autor

a Autora de correspondencia. Correo electrónico: vickycanoc@gmail.com

Información adicional

Cómo citar: Cano Colazo, M. V. (2025). Experiencias de activismo feminista en la ciencia y tecnología argentina como forma de resistencia epistémica. Papel Político, 30. https://doi.org/10.11144/Javeriana.papo30.eafc

Contexto
Descargar
Todas