El castillo de Molina de Aragón, testigo en piedra de la historia de España*

The Castle of Molina de Aragón, a Stone-Made Witness of the Spanish History

Apuntes: Revista de Estudios sobre Patrimonio Cultural, vol. 34, 2021

Pontificia Universidad Javeriana

Jose Manuel Mateo Vega a

Universidad Politécnica de Madrid (UPM), España


Recibido: 15 Junio 2020

Aceptado: 22 Junio 2021

Publicado: 30 Diciembre 2021

Resumen: Molina de Aragón es una población de origen medieval, capital del señorío de Molina, cuya ubicación estratégica de frontera entre los reinos de Castilla y Aragón, junto con sus fueros de repoblación, riqueza agrícola, ganadera y forestal, propiciaron su asentamiento urbano.

En una ladera orientada al sur, dominando el valle del río Gallo, se alza esta fortaleza, a casi 100 metros de altitud sobre el valle donde se asienta la población aledaña. Este complejo constituye la típica alcazaba bajomedieval, en la que un amplio recinto amurallado aloja en su interior la edificación. El castillo es, a día de hoy, uno de los fortines militares más importantes y representativos de la Edad Media. Todavía se mantienen en pie la Torre de Aragón y cuatro de las seis torres del castillo. La fortaleza se encuentra actualmente en estado de ruina consolidada y ha sido sometida en el pasado a restauraciones poco acordes con la calidad arquitectonica que atesora.

¿Qué propició la construcción de semejante fortaleza en estos parajes? ¿Por qué se denomina castillo de Molina de Aragón, si se encuentra en tierras de Castilla? ¿Cómo ha resistido el paso del tiempo desde la Edad Media? ¿Qué enseñanzas se pueden extraer de su singular constucción para la arquitectura contemporánea? ¿Por qué se encuentra en estado de ruina, en lugar de reactivarlo para uso turístico y cultural?

Palabras clave:arquitectura, castillo, historia, Molina de Aragón, paisaje.

Abstract: Molina de Aragón is a town from the Middle-Ages, capital of the mannorship of Molina, whose strategic location in the border between the kingdoms of Castilla and Aragón, together with the ruling of repopulation, and agricultural-, cattle- and forest-richness fostered the urban settlements. On a side going to the south over the valley of Gallo River, this fortification is located at almost 100 meters high over the valley where the neighboring population is settled. This wall is the typical alcazaba from the early Middle-Ages where an extensive site includes inside the whole building. Today, the castle is one of the most important fortified military spaces from the Middle-Ages. The Aragón Tower is still standing as well as four towers, out of six, that are now in a consolidated ruin condition and were restored in an undesirable manner. What encouraged the construction of such a fortification in these lands? Why is it called the Castle of Molina de Aragón if it is located in Castilla? How has it resisted the passing of time since the Middle-Ages? What can be learned from its design to apply in the contemporary architecture? Why is it closed as a property in consolidated ruin instead of reactivating it for a tourism and cultural use?

Keywords: architecture, castle, history, Molina de Aragón, landscape.

En una ladera orientada al sur, dominando el valle del río Gallo, se alza esta fortaleza de Molina de Aragón, a casi 100 metros de altitud sobre el valle donde se asienta la población aledaña. Su muralla constituye la típica alcazaba bajomedieval, en la que un amplio recinto aloja en su interior la edificación.

Vista del castillo desde el cerro de Los Baldíos
Figura 1
Vista del castillo desde el cerro de Los Baldíos


El castillo que podemos contemplar hoy comenzó su construcción con una torre vigía, erigida en el siglo XI por los musulmanes sobre el emplazamiento de un antiguo castro celtíbero que, actualmente, ocupa la Torre de Aragón (la torre actual es una reconstrucción realizada en el siglo XIX). La ampliación del recinto fortificado del castillo se adaptó a la topografía de la colina, descendiendo hacia el sur con un recinto compuesto por murallas y torres.

Imagen aérea del castillo tomada en 2020
Figura 2
Imagen aérea del castillo tomada en 2020


Fuente: Google Maps

Desde el siglo VI al II a.C., estos territorios estuvieron poblados por tribus celtibéricas de belos, lusones y titos, que habitaban en núcleos situados en lugares elevados, según se establece por las crónicas romanas de Diodoro, Polibio y Estrabón y por los restos arqueológicos encontrados. En la península ibérica, la presencia de iberos data del año 1104 a.C. y la de los celtas desde el año 700 a.C.; ambos pueblos se unieron, formando la población celtíbera.

Grandes cambios acontecieron en estos territorios desde la época celtíbera hasta la llegada de los musulmanes, que en el año 722 ya habían conquistado la península ibérica al reino hispano-visigodo.

Vista del castillo desde la Torre de Aragón hacia el valle del río Gallo
Figura 3
Vista del castillo desde la Torre de Aragón hacia el valle del río Gallo


Debido a la posición estratégica de este lugar, como atalaya natural que domina el valle del río Gallo, fue usurpado por Tarik a sus antiguos moradores, pasando posteriormente a depender de las distintas taifas que gobernaron la península (Navarro, 2015).

En aquellos tiempos, el territorio estaba repartido según los intereses de los gobernantes locales, que cambiaban de alianzas con gran facilidad, sin tener demasiado en cuenta la religión. La célula básica del sistema de poder estaba representada por el señor de la guerra, que podía ser cristiano o musulmán y dominaba un territorio cuya población controlaba, obligándola a pagar impuestos a cambio de auxilio y protección en su castillo. La fortaleza era la base física del sistema y garantizaba su funcionamiento.

El dominio musulmán de la península ibérica se debilitó tras la muerte de Almanzor y la posterior fragmentación del califato de Córdoba en diversos reinos de taifas. En lo que respecta al enclave donde se asentó el castillo de Molina de Aragón, una serie de gobernantes musulmanes establecieron su pequeña corte en este lugar, levantando en el siglo XI una fortaleza. Calatayud y Medinaceli, importantes bastiones musulmanas de la época, distan menos de 60 km de este enclave. Este era un territorio de paso, del cual se obtenían tributos de los transeúntes que por aquí pasaban, y que propició la creación de la taifa de Molina, defendida por la fortaleza. Entre los gobernantes de la taifa de Molina se destacó, por encima de todos, Abengalbón (Ibn Galbun), quien se sublevó independizándose del rey Almamum de Toledo. De talante moderado, pagaba tributos a cristianos y musulmanes, y esto le permitió mantenerse en el poder.

En el Cantar del Mío Cid se narra la amistad de Abengalbón con el Cid Campeador, apelativo con el que se conocía a Rodrigo Díaz de Vivar (1048-1099), cuya heroicidad inspiró la redacción, en el siglo XII, de esta obra clásica de la literatura europea, el más importante cantar de gesta español de la Edad Media, y quien se alojó en el castillo con su familia y tropa en diversas ocasiones: “Por Molina podéis ir, que durmáis allí es razón: saludaréis a mi amigo, aquel moro Abengalbón, que reciba a mis dos yernos como pudiere mejor” (Cantar del Mío Cid, versos 2635-38).

Mapa de la península ibérica en el siglo XII
Figura 4
Mapa de la península ibérica en el siglo XII


Fuente: https://www.caminodelcid.org

Entre los siglos XI y XIII se produjo la expansión territorial de los reinos hispanos cristianos. Fueron hitos decisivos las conquistas de Toledo, en el año 1085, por Alfonso VI, y la de Zaragoza, por Alfonso I, ‘el Batallador’, en el año 1118. El rey Alfonso I de Aragón (1104-1134) fue el marido de Doña Urraca, la reina de Castilla; con este matrimonio se unieron los dos reinos más grandes de la península en aquel momento: Aragón y Castilla. El control efectivo de los territorios se realizaba mediante procesos repobladores (Estepa, 2006). A principios del siglo XII, en diciembre de 1128, Alfonso I, atacando desde la vecina población de Castilnuevo, y tras varios meses de asedio, conquistó la fortaleza de Molina y sus territorios para la causa cristiana. La campaña del rey aragonés se hizo con las fortalezas de Molina, Santiuste en Corduente y los poblados anejos del valle del río Gallo. Entre sus tropas destacaban caballeros que habían participado en las Cruzadas y en la toma de Jerusalén (Herrera, 2000).

El rey Alfonso I de Aragón, ‘el Batallador’, lienzo pintado por Francisco Pradilla
Figura 5
El rey Alfonso I de Aragón, ‘el Batallador’, lienzo pintado por Francisco Pradilla


Fuente: Wikipedia

Poco tiempo después, una oleada de fundamentalistas almorávides, tribus guerreras originarias del Atlas, que dominaron la península ibérica desde el año 1093 hasta el año 1148, recuperaron el territorio molinés para la causa musulmana, hasta que en el año 1139 fue reconquistado por Manrique Pérez de Lara, noble poderoso del reino de Castilla que participó activamente en la ofensiva contra los musulmanes, quien convirtió este territorio en señorío de Molina en 1152; repobló estas tierras mediante un fuero repoblador con colonos cristianos traídos desde la Galia narbonense, Castilla, La Rioja y Navarra (Herrera, 2000), que se asentaron en un centenar de aldeas dependientes de la capital Molina, convertida ya en la corte de los Manrique Pérez de Lara. El fuero molinés se convirtió en un reclamo para nobles e hidalgos que llegaron aquí, movidos por su destino militar y por las ganancias que garantizaban la agricultura, la ganadería y los recursos forestales, pues había grandes extensiones de tierra para una población reducida, que garantizaban riqueza y calidad de vida a sus pobladores. La impronta de los nuevos habitantes dejó huella en sus palacios y casonas nobiliarias, destacando en Molina los palacios de los Molina, de los marqueses de Embid, de los marqueses de Villel, de los Montesoro, de los Arias y del virrey de Manila. El señorío de Molina, que permitía a sus pobladores la facultad de elegir señor entre los distintos miembros de la familia gobernante, fue independiente hasta que pasó a la Corona de Castilla por el matrimonio de María de Molina con Sancho IV de Castilla, a finales del siglo XIII. El señorío se subdividió en cuatro partes o sesmas, para poder repartir las tierras a los nuevos pobladores. Cada sesma se subdividía a su vez en veinte fragmentos con un pueblo en cada uno. Cada fragmento de la veintena, lo que hoy se entiende como término municipal, se subdividió a su vez en cinco partes o quiñones, que se entregaban al colono para que trabajase su parte del terreno. Cada quiñón contenía el mismo porcentaje de partes de carrascal, pinar, yermo y campo de cereal, para garantizar así que a cada colono le correspondiese una parte del terreno con la misma calidad agrícola del resto (Herrera, 2000).

Mapa que determina la división del señorío de Molina en cuatro sesmas
Figura 6
Mapa que determina la división del señorío de Molina en cuatro sesmas


Fuente: Herrera (2000)

En el año 1154, Manrique Pérez de Lara construyó el castillo sobre los restos de la antigua alcazaba musulmana del siglo XI.

El avance cristiano más importante para reconquistar la península a los musulmanes se produjo tras la victoria de una alianza de tropas cristianas en la batalla de las Navas de Tolosa, al sur de Sierra Morena, en un territorio próximo a la actual localidad de La Carolina. El día 16 de julio de 1212 una alianza formada por los ejércitos de Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón derrotó al ejército almohade. La victoria en esta batalla marcó el declive del poderío musulmán en la península, siendo celebrada en toda Europa y cantada y comunicada por juglares y cantores de gesta. Cincuenta años después del triunfo de esta batalla, Castilla se erigió como la potencia central en torno a la cual se formaría la nueva España, pero solo hasta el año 1492, bajo mandato de los Reyes Católicos, se expulsó el ultimo reducto musulmán de la península: el reino nazarí de Granada.

En Molina, gran parte del castillo y las murallas que se pueden contemplar hoy en día se deben a las obras realizadas en el siglo XIII, a instancias de Doña Blanca Alfonso, quinta señora de Molina, hija del infante Don Alfonso, hermano del rey Fernando III el Santo; en ese momento se finalizó la construcción de la muralla denominada “el cinto”, cerrando el segundo recinto fortificado que albergaba en su interior un barrio en el que residían tropas militares, cortesanos y criados. Dicho barrio lo presidia una iglesia románica de nave única y ábside semicircular, de la que se conservan restos de pavimentos y el arranque de las pilastras.

También en el siglo XIII se consolidó el tercer recinto fortificado, que resguardaba en su interior el casco histórico de Molina. Este disponía de cuatro puertas: las puertas de Medina, la de Valencia, la de Ahogalobos y la de Los Baños.

La alcazaba musulmana en el siglo XI (imagen izquierda) y el castillo con sus murallas en el siglo XIII
Figura 7
La alcazaba musulmana en el siglo XI (imagen izquierda) y el castillo con sus murallas en el siglo XIII


Fuente: González (2016)

A finales del siglo XIII, el matrimonio de María de Molina, hija de Blanca de Molina, con Sancho IV de Castilla hizo que el señorío de Molina dejase de ser independiente y pasase a integrarse en el reino de Castilla.

En el siglo XIV, Enrique II de Castilla, también conocido como Enrique de Trastamara, fue rey de Castilla entre 1366 y 1367; durante este periodo regaló el señorío de Molina al mercenario francés Bernard Duguesclin, en agradecimiento por sus servicios. La población de Molina estaba disconforme con su nuevo señor, por eso se levantó en armas y aplicó el fuero con el cual eligió integrarse a la Corona de Aragón, donde permaneció durante cinco años, pasando de ser Molina de los Caballeros a Molina de Aragón, nombre que se mantiene en la actualidad, aunque pronto volvió al reino Castilla como dote de un nuevo matrimonio.

En el siglo XV, Enrique IV de Castilla, hermano de Isabel la Católica, fue rey de Castilla. Donó la fortaleza a su valido Beltrán de la Cueva, pero la población se opuso como antes. Nuevamente, a finales del siglo XVIII, la población volvió a levantarse para que la fortaleza no fuese donada a Godoy, tal y como era el deseo del rey Carlos IV.

Durante la guerra de la Independencia española (1808-1814), en 1810, las tropas francesas del general Roquet saquearon e incendiaron la villa de Molina y el castillo hasta que los molineses los vencieron y expulsaron, gracias a la ayuda de Juan Martín Díez, ‘el Empecinado’, militar español y héroe de la guerra, quien participó como jefe de guerrillas derrotando en numerosas ocasiones a las tropas napoleónicas. Por su lucha heroica contra el ejército invasor, el rey Fernando VII y las cortes de Cádiz otorgaron a Molina el título de ciudad en 1812.

En las guerras carlistas (1833-1876), debidas a una disputa por el trono y al enfrentamiento entre principios políticos opuestos, el castillo, convertido en fortín militar carlista, soportó el asedio y conquista de las tropas liberales del general Palarea en 1835, incidente que causó grandes desperfectos. Por órdenes de la reina Isabel II, en 1849 se realizaron obras de reparación en el castillo y sus murallas. Tras haber servido de cuartel durante todo el siglo XIX, la fortaleza de Molina quedó vacía desde comienzos del siglo XX.

En 1931, el castillo y sus murallas fueron declarados Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural. En los años sesenta del siglo pasado, el señorío de Molina sufrió la migración de sus pobladores hacia las grandes ciudades.

Actualmente, el rey de España sigue llevando el título de “Señor de Molina”.

Vista del castillo desde la esquina noroeste
Figura 8
Vista del castillo desde la esquina noroeste


El castillo fue el eje de la población de Molina de Aragón en la Edad Media, cuya situación estratégica de frontera entre los reinos de Castilla y Aragón, además de sus fueros de repoblación, riqueza agrícola, ganadera y forestal, propiciaron su asentamiento urbano. Hoy cuenta con una población de aproximadamente 3500 habitantes. Está ubicada al noreste de la provincia de Guadalajara, a una distancia de 196 kilómetros de la capital central, Madrid.

Con una altitud de 1062 metros sobre el nivel del mar, en una comarca prácticamente despoblada por la migración de sus pobladores hacia las ciudades. Este lugar tiene una climatología muy adversa; la temperatura media anual es de 10,5 °C a lo largo del año, con una media mínima anual de 3 °C, razón por lo cual se la denomina “la Siberia española”, pues tiene además una densidad de población de 1,63 habitantes por km., cifra inferior a los 3,05 habitantes por km. que tiene Siberia (Bustos, 2016).

El castillo es, actualmente, uno de los recintos militares fortificados más importantes de la Edad Media. Todavía se mantienen en pie la Torre de Aragón y cuatro de las seis torres del castillo. Lamentablemente, se encuentra en estado de ruina consolidada y ha sufrido alguna restauración desafortunada.

El castillo en sí dispone de un primer recinto amurallado, arriostrado por cuatro altas y esbeltas torres de 30 metros de altura, que han resistido el paso de los años y los avatares de la historia debido a su solida construcción. A excepción de la torre más oriental, cuya planta es pentagonal, el resto de las torres tienen una planta cuadrada de 10 m × 10 m, aproximadamente, con una altura de 30 m, esbeltez poco habitual para la época, muestra de la pericia de sus constructores. Dichas torres emergen del terreno como si fueran minerales, y remiten al aragonito, un mineral que cristaliza en hexágonos y se encuentra en el subsuelo de estas tierras. Las torres constan de tres niveles soportados por bóvedas de crucería, asomándose al exterior con miradores de arcos apuntados. En la torre central, denominada Torre del Homenaje, y que se ubica en dirección al sur, se refugiaba el señor feudal con su familia y amigos más allegados.

Vista desde el interior de una de las torres hacia el exterior
Figura 9
Vista desde el interior de una de las torres hacia el exterior


El exterior se hace presente desde los espacios interiores con vistas al paisaje, con una impresión de estar suspendido en el aire.

El primer recinto amurallado del castillo, de planta trapezoidal, con una superficie aproximada de 80 m de longitud por 40 m de anchura, configuraba el patio de armas y albergaba en su interior la residencia del señor de Molina, próxima a la muralla norte. Cerca de la muralla sur se disponían diversas dependencias: caballerizas, estancias de la guardia, cocinas, aljibe y almacenes. Para comunicarse con el exterior, este recinto amurallado disponía de una puerta principal en el muro del poniente, protegida por dos torreones, y otra puerta en el lado norte, denominada “del puente levadizo”, pues salvaba el foso existente que rodeaba esta parte de la muralla. Antiguamente, este recinto amurallado estaba defendido por ocho torres, de las que se mantienen solo cuatro. Las torres están unidas por una muralla de 10 m de altura y 4 m de espesor, por la que transcurre un camino en su parte superior, el adarve, defendido por almenas.

Vista de la composición constructiva de la muralla
Figura 10
Vista de la composición constructiva de la muralla


Vista de la escalera interior que enlaza el nivel de acceso del patio de armas con el adarve
Figura 11
Vista de la escalera interior que enlaza el nivel de acceso del patio de armas con el adarve


La composición constructiva de la muralla consta de dos muros de piedra que hacen de encofrado perdido, conformando un espacio interior en el que se vierten cascotes y tierra para hacer la muralla más resistente a los impactos de artillería de la época.

Un segundo recinto amurallado o albacar se extiende desde el primer recinto hacia el sur y el oeste, formando una superficie a cielo abierto de 170 m de longitud por 60 m de anchura media, la cual servía de refugio a la población de Molina en caso que lo necesitase. Un profundo foso rodeaba el exterior de este recinto por tres de sus lados, para reforzar su seguridad. Para comunicarse con el exterior, se disponía de tres puertas: la Puerta de la Traición, al norte; la Puerta del Campo, al oeste; y la Puerta del Reloj, al sur. Todavía existen dentro de este recinto restos de pavimento y basas de las pilastras de la iglesia románica que aquí existió, y una sima natural, conocida como cueva de La Mora.

Finalmente, un tercer recinto amurallado, que llegó a tener cincuenta torres, resguardaba en su interior el caserío de Molina de Aragón, zona que se corresponde con el actual casco histórico medieval a los pies del castillo, y que todavía conserva parte de su patrimonio, reflejo del esplendor que alcanzó Molina como capital del señorío, destacándose sobre todo sus barrios de la judería y morería, el puente románico que cruza el río Gallo, numerosas casas-palacio como las de los Molina, las de los marqueses de Embid, las de los marqueses de Villel, las de los Montesoro, las de los Arias y las del virrey de Manila, además de un rico patrimonio de iglesias como las de San Felipe, Santa Clara, San Pedro, Santa María del Conde, San Miguel, San Gil, San Francisco y San Martín.

Plano del castillo y el casco histórico de Molina de Aragón con los tres recintos fortificados
Figura 12
Plano del castillo y el casco histórico de Molina de Aragón con los tres recintos fortificados


Fuente: Wikipedia

En lo más alto del cerro, al norte, sigue destacandose la silueta aislada de la torre vigía, protegida por su propia muralla de planta pentagonal, y por la que comenzó a construirse el castillo en el siglo IX, actualmente denominada Torre de Aragón. Esta fortaleza se comunicaba con el castillo mediante un pasadizo subterráneo abovedado y descendente en zig zag, que desgraciadamente hoy se encuentra destruido.

La estrategia de defensa del castillo era escalonada desde el recinto fortificado más exterior hacia el interior. En caso de que se fuesen perdiendo recintos ante el empuje enemigo, el último bastión defensivo lo constituía la Torre de Armas o del Homenaje, en la que se refugiaba el señor feudal y su círculo íntimo.

Las lecciones que el castillo aporta a la arquitectura contemporánea son numerosas; en especial, se destaca su adaptación a la topografía y el paisaje natural. La construcción solo puede entenderse como respuesta a la topografía, pues se construyó posándose y deslizándose sobre la pendiente de la ladera.

Por el lado norte, se destaca cómo la muralla se va adaptando a la topografía existente, que desciende hacia el este. Visto desde el sur, el castillo aparece imponente, como un hito en el paisaje. Un diálogo en el que arquitectura y entorno se unen para generar un tercero superior, como defendía Goethe (Naydler, 2002, p. 91): “Pero la unión también puede producirse en un sentido superior, cuando lo dividido primero se intensifica, y con la unión de sus partes intensificadas produce un tercero nuevo, superior e inesperado”.

La sostenibilidad, tan valorada hoy día en la arquitectura, es patente en esta fortaleza, comenzando por la elección de unos materiales que abundan en la comarca de Molina, lección que los arquitectos deberían tener en cuenta hoy en día, pues lo sostenible comienza por aquí, por emplear materiales de las proximidades del lugar donde se construye. Además, el empleo de materiales del lugar favorece la integración de la construcción con el paisaje natural en el que se asienta, pues sus muros tienen los mismos tonos ocres que los del terreno. Se destaca también el empleo de la piedra caliza, color ocre, en grandes sillares, remarcando las esquinas con piedra rojiza cárdena. Poco a poco han crecido musgos y hierbas silvestres en texturas superficiales y en las grietas de los muros, haciendo que la edificación y el paisaje se vayan fundiendo en uno solo a medida que transcurre el tiempo.

Vista del castillo desde el este
Figura 13
Vista del castillo desde el este


En resumen, la lección que aporta este complejo a la arquitectura contemporánea es amplia y variada, como ha quedado demostrado desde su adaptación al clima y la topografía; su sintonía con el paisaje natural, gracias al uso de materiales autóctonos para su construcción; la sostenibilidad aplicada como la mejor arquitectura popular, que también se percibe en toda la comarca, salpicada de parideras y pajares adaptados al paisaje, al clima y la topografía. Además, está el territorio natural en el que se ubica, como lo es el de la comarca de Molina, de una riqueza paisajística poco común, pues se dan gran variedad de entornos naturales, como los de la serranía, los altos paramos al norte y los barrancos al sur, todo salpicado de tierras de cultivo donde el trabajo del hombre con la agricultura y la ganadería deja igualmente sus huellas en el paisaje natural.

Si el castillo se mantiene todavía en buen estado, es porque la construcción fue muy solida y, sobretodo, por la escasa intervención que ha tenido del hombre.

La revitalización del castillo requiere la implantación de nuevos usos y servicios culturales, así como obras de mantenimiento y restauración arquitectónica, para adecuarlo a las demandas actuales de nuestra sociedad; de esta manera se facilitaría su uso social, sin deteriorar su valor monumental. Esta revitalización demanda inversiones económicas acordes con el valor histórico y arquitectónico del bien patrimonial en el que se interviene, y en el caso que nos ocupa, debería involucrar a la Unión Europea, el Ministerio de Cultura, Patrimonio del Estado, la Comunidad Autónoma, la Diputación provincial, el Ayuntamiento, además de fundaciones privadas y la sociedad civil. Solo así se garantiza la redacción de un plan director de intervencion a lo largo de las diferentes fases de construcción en función del presupuesto económico disponible, necesitándose de equipos multidisciplinares, formados por expertos en arquitectura, historia, arqueología, ingeniería militar, etc. Al término de esto, resultaría beneficiado no solo el castillo sino también la población de Molina de Aragón y su comarca, convirtiéndola en un polo atractor de turismo y, con ello, de riqueza para estas tierras y sus gentes, trayendo a la memoria su época de máximo esplendor como señorío de Molina durante los siglos XII al XIII.

Paradójicamente, se está construyendo un parador nacional de turismo de nueva planta al otro lado del río Gallo. Estas obras discurren lentamente, debido a los reducidos fondos económicos destinados por las administraciones publicas involucradas. La ubicación del futuro parador permitirá gozar desde su interior de magnificas vistas del castillo en escorzo, pero, en mi humilde opinión, dicha inversión debió hacerse en el castillo y sus murallas, pues habría permitido su restauración y garantizado su mantenimiento futuro, consolidando lo edificado para su disfrute muchos años más, como ha sucedido con otros paradores de turismo como los de Santiago de Compostela, León o Sigüenza, por nombrar algunos.

La Red de Paradores de Turismo es un buen ejemplo para resolver los problemas de alojamiento en parajes que, por su situación u otros motivos, carecían de este tipo de establecimientos, y ha servido para salvar muchos monumentos arquitectónicos de gran valor histórico-artístico que, de otro modo, se habrían perdido para siempre. Reitero mi preocupación por esta oportunidad perdida, pues el castillo de Molina de Aragón se encuentra en la actualidad en estado de semiabandono, a pesar de haber sido declarado Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural desde el año 1931. Si no se invierte en su protección, conservación y rehabilitación, podría sufrir daños irreparables en el futuro. La arquitectura es testigo en piedra de la historia y constituye un antídoto frente a la digitalización de nuestras vidas, máxime hoy, cuando la existencia contemporánea se ha visto reducida y mediada por la interacción traída por la revolución digital, en un mundo en el que se vive más tiempo en lo virtual que en lo real.

Vista del castillo desde esquina sureste
Figura 14
Vista del castillo desde esquina sureste


La arquitectura no se puede reducir solo a su imagen, sino que existe en el mundo real, y visitarla in situ requiere mantener activos y despiertos todos nuestros sentidos, pues solo así se puede captar la atmósfera y esencia de los espacios. Durante el recorrido, se asimila el espacio en movimiento, las relaciones entre espacio y tiempo y, en determinados momentos acentuados, la luz natural puede llegar a emocionar al ser humano. La arquitectura requiere pues de su vivencia directa y su percepción sensorial completa para captar su esencia; de ahí la importancia de proteger, conservar, y rehabilitar el patrimonio cultural construido, porque es testigo en piedra de la historia de la humanidad, y constituye un legado de gran importancia para las generaciones futuras.

Referencias

Bustos, E. (2016). Molina de Aragón, la Siberia española. Periódico ABC. https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/abci-molina-aragon-siberia-espanola-2016 [Consulta 15-05-2020]

Camino del Cid. [Consulta 15-05-2020] https://www.caminodelcid.org

Estepa, C. (2006). Frontera, nobleza y señoríos en Castilla: El señorío de Molina (siglos XII–XIII). Ediciones Universidad de Salamanca.

González, E. (2016). Reactivación del castillo, murallas y entorno de Molina de Aragón [Trabajo fin de grado]. UAH. https://www.molinadearagon.es/sites/default/files/archivos/Obras%20y%20Urbanismo%20Proyecto.pdf

Googlemaps. [Consulta 16-06-2020] https://www.google.es/maps/place/19300+Molina+de+Arag%C3%B3n+Guadalajara/@40.8429138-1.8883202470a35y358.59h39.09t/data=!3m1!1e3!4m5!3m4!1s0xd5cf693468e0a09:0x40aea98eb1be40a4!8m2!3d40.8434667!4d-1.885057?hl=es

Herrera, A. (2000). Molina de Aragón. Veinte siglos de historia. Edit. AACHE.

Navarro, A. (2015). La comarca de Molina de Aragón. Estudio geográfico [Tesis de doctorado]. Universidad Complutense de Madrid. https://eprints.ucm.es/id/eprint/52690/

Naydler, J. (Ed.) (2002). Goethe y la ciencia. Editorial Siruela. [Titulo original: Goethe on Science. An anthology of Goethe’s scientific writings. Traducción a cargo de Carlos Fortea y Esther de Arpe].

Notas

* Artículo de investigación científica.

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correos electrónicos: manuelmateo@mateovegarquitectos.com; mateo.arquitecto@gmail.com

Información adicional

Cómo citar este artículo: Mateo Vega, J. M. (2021). El castillo de Molina de Aragón, testigo en piedra de la historia de España. Apuntes, 34. https://doi.org10.11144/Javeriana.apu34.cmat

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