Relación de sacerdotes y coadjutores partícipes de la arquitectura jesuítica neogranadina, 1604-1767*

Relation of Fathers and Coadjutors who Worked on Neogranadine Jesuitical Architecture, 1604-1767

Felipe González Mora

Relación de sacerdotes y coadjutores partícipes de la arquitectura jesuítica neogranadina, 1604-1767*

Apuntes: Revista de estudios sobre patrimonio cultural, vol. 36, 2023

Pontificia Universidad Javeriana

Felipe González Mora a

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Recibido: 02 noviembre 2022

Aceptado: 02 mayo 2023

Resumen: El estudio de la arquitectura jesuita en el territorio neogranadino durante su primera época (1604-1767) ha permitido evidenciar la participación de varios religiosos de la Compañía de Jesús —varios de ellos arquitectos— en la concreción de los espacios arquitectónicos necesarios para el buen desarrollo de las actividades que exigía su proyecto religioso, social, educativo y cultural. El presente artículo pretende identificar, reconocer, divulgar y valorar la participación de los sacerdotes y hermanos coadjutores jesuitas que laboraron en los colegios o misiones y que contribuyeron con sus conocimientos a la materialización de los edificios de la orden en territorio neogranadino. Así, se particulariza en cada uno de ellos su origen, y se señalan las acciones arquitectónicas más relevantes que contribuyeron con la configuración de la arquitectura jesuítica del Nuevo Reino de Granada.

Palabras clave:Colonia, jesuitas, sacerdotes y coadjutores, arquitectura, Nuevo Reino de Granada.

Abstract: The study of Jesuit architecture in the territory of New Granada during its first period (1604-1767) has revealed the participation of several religious of the Society of Jesus —many of them architects— in the development of the architectural spaces necessary for the proper development of the activities required by their religious, social, educational and cultural project. This article seeks to identify, recognize, disseminate and value the participation of Jesuit priests and coadjutor brothers who worked in the colleges or missions and who contributed with their knowledge to the materialization of the order’s buildings in the territory of New Granada. Thus, the origin of each one of them is detailed, and the most relevant architectural actions that contributed to the configuration of Jesuit architecture in the New Kingdom of Granada are pointed out.

Colony; Jesuits; Fathers and Coadjutors; Architecture; Kingdom of New Granada

Keywords: Colony, Jesuits, Fathers and Coadjutors, Architecture, Kingdom of New Granada.

Popayán, templo de San José, atrio

Popayán, templo de San José, atrio


Introducción

Durante la presencia de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada (1604-1767), para consolidar su proyecto religioso y educativo, los jesuitas realizaron una ingente actividad constructora en los núcleos urbanos considerados estratégicos, como fueron las principales ciudades y villas del Reino. Dicha actividad estuvo representada en un principio en la adecuación arquitectónica de las casas iniciales de residencia, para dar paso luego al establecimiento y fundación de colegios, con los trabajos de construcción y consolidación de sus respectivos edificios y templos. En relación con lo doctrinal, las actividades constructivas apuntaron a la terminación, ampliación y adecuación de estructuras arquitectónicas existentes, para mejorar el servicio religioso entre la comunidad de indios a su cargo. En el campo misional, tuvieron que ver con la estructuración de núcleos misioneros, donde el misionero jesuita fungía —en la mayoría de los casos— como urbanista y arquitecto, definiendo la estructura urbana misional, la construcción de los caneyes de vivienda y, sobre todo, el edificio del templo que caracterizaría el asentamiento misional. En el área productiva, con la adquisición de propiedades rurales y de empresas que aportaban recursos económicos y financieros para el sostenimiento de los colegios y de las misiones, sobresalió el papel desempeñado por los hermanos coadjutores como administradores de haciendas, responsables de los espacios aptos para cumplir con la vocación económica de las mismas.

Los trabajos de investigación realizados en relación con los edificios jesuíticos permitieron detectar los diversos aportes a la arquitectura de la orden realizados por sacerdotes y hermanos coadjutores, algunos de ellos arquitectos, maestros de obra o alarifes. En el Nuevo Reino, la presencia de los sacerdotes arquitectos es escasa, mientras la mayoría de los trabajos de construcción aparece realizada por los coadjutores, es decir, por

personas que por vocación, siguen el llamado del Señor en la Compañía sin aspirar a las órdenes sagradas convirtiéndose en importantes colaboradores de los sacerdotes, formados con base a la experiencia, con sobrado talento y gran espíritu de observación que con esfuerzo propio y estudio merecen el título de Arquitectos, o lo que es lo mismo Obreros Mayores. (Aristizábal, 2003, pp. 152-153)

En este sentido, ellos han sido arquitectos, artistas, educadores, profesores universitarios, administradores de haciendas y de otras instituciones.

El presente artículo reúne información publicada por autores que han tratado el tema, como Pacheco, Aristizábal, Del Rey, Rentería, entre otros, quienes han identificado los sujetos que participaron en obras de arquitectura, pero que carecieron de información acerca del lugar y el tipo de acción arquitectónica realizada, y más aún algún de registro ilustrado o fotográfico. Se ha complementado y ordenado esta relación con material de archivo y los estudios del autor sobre la arquitectura de los colegios jesuíticos, ofreciendo al lector nueva información sobre los jesuitas y el ejercicio de la arquitectura neogranadina en ciudades, villas y doctrinas. Queda como deuda dar el justo reconocimiento y visibilidad a los sacerdotes que laboraron en las misiones hoy desaparecidas del Casanare, Meta y Orinoco, quienes de manera anónima y con gran esfuerzo ejercieron el rol de “arquitectos” y “urbanistas” de manera exitosa, realizando trazas urbanas y magníficos templos de madera, constituyendo lo que se ha denominado como el patrimonio jesuítico invisible (González Mora, 2004).

P. Juan Bautista Coluccini (1569-1641), arquitecto

Nació en Lucca de Toscana en el año de 1569. Realizó en octubre de 1601 su noviciado en San Andrés del Quirinal. Ingresó en la Compañía de Jesús a la edad de 33 años, ya ordenado sacerdote. En enero de 1603, solicitó al P. Claudio Aquaviva ir al Nuevo Reino. Atravesó el Atlántico en la expedición de misioneros de 1604, traída por el P. Diego de Torres, llegó a Cartagena en julio de ese año y el 23 de septiembre arribó a Santafé. Se le puede considerar como un científico que fue arquitecto, lingüista, músico y cultivador de la astronomía. El P. Coluccini fue rector de la Universidad Javeriana de 1632 a 1634. Pudo ver terminada la iglesia de San Ignacio el 29 de julio de 1635. Una vez en Santafé, vivió en la Universidad Javeriana hasta su muerte, acaecida el 3 de noviembre de 1641 (Del Rey y González Mora, 2017). La presencia del P. Coluccini en el Nuevo Reino, como proyectista y constructor del templo de San Ignacio y del colegio de Santafé durante los primeros años del siglo XVII, marca “un particular momento en la historia de la influencia del humanismo en la arquitectura colombiana”. Aun cuando su formación no fue la de un arquitecto, en sentido estricto de la palabra, Coluccini fue un personaje conocedor del pensamiento arquitectónico de su época (Saldarriaga Roa, 2005). Efectivamente, en el siglo XVII “las órdenes religiosas, los obispos y párrocos solían recurrir a los arquitectos eclesiásticos, religiosos inteligentes formados en matemáticas y conocimientos de arquitectura, para la realización de sus propios diseños, hasta que las reales cédulas, inducidas por académicos limitaron tal práctica” (Gutiérrez et al., 1999, p. 29). Rentería afirma que Coluccini estudió tres años de arte, cuatro de teología y cuatro de matemáticas, no tenía título académico y desde 1606 fue reconocido como arquitecto (Rentería, 2001, p. 98).

En la doctrina de Cajicá, 1605

En 1605, el arzobispo Lobo Guerrero y el presidente D. Juan de Borja confiaron a los jesuitas el cuidado y evangelización de los indios de la doctrina de Cajicá en 1605, localizada en el altiplano y distante 35 km de Santafé. Los primeros jesuitas que laboraron allí fueron los PP. J. B. Coluccini y José Dadey, a los que se agregaron dos religiosos más. Las tareas de los recién llegados consistieron, en primer lugar, en la terminación del templo, que se encontraba sin techar, y, en segunda instancia, estaba la preocupación por la colocación del Santísimo Sacramento en el interior del templo. Al arribo de los PP. Coluccini y Dadey a Cajicá, encontraron el templo con los muros levantados, pero el cuerpo sin terminar, faltando la cubrición, debido a pleitos relacionados con los pagos de materiales y la calidad en la fábrica de la obra del templo. Suponemos la intensa actividad del sacerdote en las obras de terminación de muros de nave y de toda la cubrición del templo.

Reforma del proyecto del templo de la Villa de Leiva, 1606

En 1604, el cabildo de la Villa de Leiva contrató en Santafé al maestro Rodrigo de Albear, para proyectar un nuevo templo que reemplazaría al antiguo, construido varios años antes con barro y paja. En los remates de adjudicación participaron los maestros Hernando Laitón, Rodrigo de Albear y Gonzalo Sosa. Se adjudicó contrato al maestro Sosa, pero más tarde hubo de tomar la obra el maestro Laitón, por el fallecimiento del primero en 1608. En 1606 llegó a la villa el P. Juan Bautista Coluccini, quien estudió y corrigió los planos del templo elaborados por el maestro Albear un año antes. Desconocemos información documental acerca de las modificaciones o sugerencias realizadas por Coluccini al diseño del maestro Albear, las cuales fueron aceptadas por el cabildo, quien luego otorgó el contrato de construcción al maestro Laitón, oriundo de Galicia, por mil patacones. Sin embargo, podemos suponer que la sugerencia o propuesta de Coluccini en el plano inicial realizado por Albear consistió en reformar la capilla mayor, con el presbiterio centrado y encajonado entre los dos muros laterales y el muro testero recto, con sus contrafuertes en las esquinas exteriores, y el interior abierto directamente al crucero, propuesta espacial jesuita española que se traslada a América, utilizada para mejorar la colocación del retablo, en contraste con cabecera ochavada. De esta manera, queda planteada la teoría de que el P. Coluccini actuó en el diseño de la capilla mayor del templo de la villa en su primera etapa, que se terminaría en 1634. El jesuita realizaría después una propuesta similar en la cabecera del templo de Fontibón en 1619 (Figura 1). En 1627, en una reunión de cabildo abierto, las autoridades de la villa y los principales vecinos, acompañados por don Melchor, cura; Fr. Hernando de Vaca, prior de San Agustín; Fr. Miguel Chaparro, guardián de San Francisco, y el H. Pedro Pérez del colegio de la Compañía en Tunja, aprobaron la sugerencia del hermano Pérez, arquitecto jesuita, de levantar los muros del templo quince pies (4,20 m) más de lo que tenían en ese momento. Producto de la sobreelevación de los muros, se aprecia un templo con medidas más apropiadas y elegantes para los vecinos de la villa. La capilla mayor fue terminada en 1631. En 1665 se inauguró el templo, destacándose su retablo, uno de los mejor labrados del Reino (Ariza, 1972).

En la doctrina de Fontibón, 1609-1619

El 27 de junio de 1608, el arzobispo Lobo Gurrero entregó a los jesuitas la doctrina de Fontibón, situada al occidente, a dos leguas de Santafé. Su primer doctrinero fue el P. Coluccini, quien reemplazó al P. José Dadey en 1609. En cuanto al templo existente, “lo arregló y decoró quedando alegre y vistoso” (Gonzalo de Lyra, Carta anua de 1611-1612, fol.78 v, citado por Juan Manuel Pacheco, 1959, p. 312). En 1609, estando Coluccini como doctrinero, fue llamado para dirigir la obra de construcción del futuro templo de San Ignacio del Colegio Máximo de Santafé, cuya dedicación sería el 29 de julio de 1635.

El plano de J. B. Coluccini y la manzana jesuítica de Santafé, 1610-1623

Esta fundación urbana consistía en el conjunto arquitectónico construido por la Compañía de Jesús para albergar los espacios apropiados para instrucción, culto y residencia, estructurando de esta manera el colegio de Santafé. Se localizó en una manzana del sector central de la ciudad, esquina suroriental diagonal a la plaza mayor, actualmente, entre el edificio del Capitolio Nacional y el Palacio Arzobispal de la ciudad. Referencia documental de la manzana ocupada en el transcurso del tiempo por los jesuitas lo constituye el plano atribuido al J. B. Coluccini, elaborado a inicios del siglo XVII, en el cual se representa el proyecto, que abarca la totalidad de la manzana, destacándose el edificio del templo ubicado en el eje norte-sur, como elemento rector de la composición, en tanto los demás espacios del conjunto del colegio se agrupan en torno a este y de allí derivan su disposición y proporción. La fachada retrocedida del templo conforma el atrio, y los patios existentes estructuran el proyecto general, en el que los principales, situados sobre la “calle real”, definen las construcciones de habitaciones en el costado occidental y la de la congregación en el costado norte, mientras que al sur se encuentra el patio, que define los aposentos de las oficinas con la cocina, la despensa, la lavandería, etc. Al oriente, los patios estructuran los aposentos para el estudio y, el costado norte, determinan la ubicación de la “capilla de los indios”, con los confesionarios y la sacristía (Zuloaga, 2012, p. 50) (Figuras 1, 2 y 3).

Planta del templo reformada por P. Juan Bautista Coluccini, Villa de Leiva, 1605
Figura 1.
Planta del templo reformada por P. Juan Bautista Coluccini, Villa de Leiva, 1605


Fuente: Archivo General de la Nación (AGN). Mapoteca 4, ref. 584-A.

Planta del conjunto jesuítico elaborada por el P. Juan Bautista Coluccini, Santafé, 1605
Figura 2.
Planta del conjunto jesuítico elaborada por el P. Juan Bautista Coluccini, Santafé, 1605


Fuente: Gabinete de Estampas, Biblioteca Nacional de París.

Planta y cortes del colegio de Santafé, elaborados por el P. Juan Bautista Coluccini, Santafé, 1605
Figura 3.
Planta y cortes del colegio de Santafé, elaborados por el P. Juan Bautista Coluccini, Santafé, 1605


Fuente: Gabinete de Estampas, Biblioteca Nacional de París.

El nuevo templo de Fontibón según el plano del P. Coluccini de 1619

En agosto de 1619, fungiendo como doctrinero el P. Jerónimo de Ayala, se presentó por descuido en el templo de Fontibón un incendio que destruyó la capilla mayor hasta el arco toral, la sacristía y gran parte de los ornamentos. Por ser Fontibón una doctrina de la Real Corona, la Real Hacienda “encargó al P. Juan Bautista Coluccini persona práctica y entendida en obras que se encargara de la elaboración del costo del aderezo de la iglesia y sus reparos y lo que será si en alargarse conforme a la necesidad, y haga una planta en la forma que ha de quedar” (“Quema de la iglesia de Fontibón”, 1944, pp. 342-343). La propuesta espacial de Coluccini para el templo de Fontibón se encuentra representada en un plano de su autoría en el que dibuja dos plantas arquitectónicas a la misma escala: la primera, es la planta del templo existente con capilla mayor ochavada y, la segunda, es la nueva planta del templo con el alargamiento de la nave única y la propuesta de la capilla mayor con el testero plano. Este planteamiento se basaba en el alargamiento de la nave de 122 a 165 pies, “por estar muy corta y no caber los indios en ella a oír los divinos oficios” (“Quema de la iglesia de Fontibón”, 1944, pp. 357), y en el testero plano o recto, en razón de una mejor colocación del retablo, además de una nueva sacristía. En la nueva planta, Coluccini agregó cuatro estribos o contrafuertes: dos en los muros laterales en el lugar donde inicia el alargamiento de la nave, y otros dos en las esquinas del muro testero de la nueva capilla. El gasto fue de dos mil pesos de plata corriente, incluida la ayuda de los indios locales en la construcción, quienes aportaron ladrillo, teja, piedra, caña y cabuya. En marzo de 1621 se remató la obra al maestro de albañilería Francisco Delgado, en mil pesos de plata. El templo se terminó en 1632, actuando como doctrinero el P. José Hurtado (“Quema de la iglesia de Fontibón”, 1944, pp. 342-343) (Figura 4).

Plano de la iglesia de Fontibón elaborado por el P. Juan Bautista Coluccini, 1619
Figura 4.
Plano de la iglesia de Fontibón elaborado por el P. Juan Bautista Coluccini, 1619


Fuente: Archivo General de la Nación (AGN). Mapoteca 4, ref. 587-A.

En el curato de Honda, 1624-1627

En 1620, el presidente Borja dio aprobación para que los jesuitas se encargaran del curato de Honda, y, el 11 de enero de 1625, el arzobispo Arias de Ugarte lo entregó en propiedad a la Compañía. A partir de este año, una de las preocupaciones principales de los PP. Pedro de Ossad y José de Alitrán al encargarse de la doctrina de Honda fue el colocar el Santísimo en la capilla, que hasta entonces no había tenido sagrario, ya que el templo existente era un edificio pequeño cubierto de paja. Ante el deterioro que presentaba esta primera capilla, construida con materiales perecederos (muros de cerramiento en tierra, estructura de cubierta en madera y cubierta rematada con paja), “fue objeto de refacciones y mejoras dirigidas por el P. Juan Bautista Coluccini”, quien se encontraba encargado del curato de Honda, cargo que ejercería hasta 1627, cuando fue llamado a Santafé para continuar las obras del templo de San Ignacio (Del Rey y González Mora, 2017, t. 2, p. 291).

El templo de San Ignacio, 1629-1635

El plano de la manzana jesuítica elaborado por Coluccini representa el templo con su nave central ancha y a sus costados los espacios de capillas laterales, con la presencia de cúpula sin tambor sobre el crucero y la ausencia de la torre. Una circulación perimetral separaba el templo de las construcciones vecinas, mientras que las capillas laterales inmediatas a los brazos del crucero establecían comunicación con las galerías de los claustros oriental y occidental (Zuloaga, 2012). Tres capillas independientes a cada costado se abren a la nave, con retablos o altares y ventanas sobre los respectivos patios. Las dos últimas capillas están cerradas a la nave central, pero abiertas a los brazos del crucero. La cúpula se levanta en media naranja sobre los arcos torales sin cimborrio o tambor y cubierta exteriormente por volumen a cuatro aguas y teja de barro. En 1641, murió el P. Coluccini sin haberse terminado el templo de San Ignacio, faltando aún la capilla mayor, el crucero y la cúpula. Después de solucionar varios problemas con la estabilidad de la estructura de la cúpula, la planta del templo se definió con forma de cruz latina, presbiterio centrado y sacristías colaterales comunicadas con la sacristía transversal, ubicada detrás del presbiterio, con presencia de cúpula semiesférica y tambor sobre el crucero. La cubierta del edificio se logró con bóveda de cañón semicircular, y, solamente en la nave, la bóveda está atravesada por lunetos para la iluminación del espacio central. Las capillas laterales se cubrieron con bóvedas vaídas, conformando espacios separados, pero formando parte del conjunto (Figura 5).

Planta del templo de San Ignacio elaborada por el P. Juan Bautista Coluccini, Santafé, 1605
Figura 5.
Planta del templo de San Ignacio elaborada por el P. Juan Bautista Coluccini, Santafé, 1605


Fuente: Historia Extensa de Colombia, vol. 20, 1965.

Escrito “Traza y razón de la iglesia que se trata de levantar en el Colegio de Santafé”, 1610

Forma parte de la relación bibliográfica de J. B. Coluccini aportada por Uriarte y Lecina. Se trata de un documento poco conocido, que apoyaría la autoría del plano del templo de San Ignacio por parte del sacerdote jesuita (Uriarte y Lecina, 1929-1930, citados en Rentería, 2001).

Plano del sitio donde se puede hacer puente de piedra sobre el río de Bogotá, 1640

Para dar mejor seguridad a los viajeros que usaban el camino real, las autoridades encargaron al P. Coluccini el diseño de un puente de cantería sobre el río Bogotá, que distaba dos leguas de la capital, en el lugar donde se divide el camino para el pueblo de Engativá. El diseño del puente de siete ojos diseñado por Coluccini está representado en un conjunto de cuatro planos, hoy bajo custodia del Archivo General de Indias, en Sevilla, España.1

Otros sacerdotes y coadjutores partícipes de las obras del templo San Ignacio de Santafé

En su trabajo sobre el templo santafereño, Rentería relaciona la presencia en Santafé de otros sacerdotes y coadjutores, quienes bien pudieron colaborar a partir de 1610 en las obras iniciales de construcción del templo de San Ignacio (Rentería, 2001, p. 103), al lado del P. Coluccini.

P. Francisco Victoria, obrero

Estudió artes en Segovia. Según el catálogo de 1610, se encontraba en Santafé.

P. Sandoval, obrero

Trabajó como obrero en Sevilla. Según el catálogo de 1610, se encontraba en Santafé.

H. Rafael Rodríguez, albañil

Nacido en la Villa de Pastrana, Toledo, llegó a América como soldado a la Guyana en busca de El Dorado y luego pasó al Nuevo Reino. En 1608, a la edad de treinta años, ingresó a la Compañía. De acuerdo con el Archivo Romano, era albañil y trabajó como cantero, rajando piedra que conducía a la casa cuando se comenzó a construir.

Julio Pesce, albañil

Hermano (¿?) napolitano de nacimiento, estudió artes en su ciudad. Según el catálogo de 1610, se encontraba en Santafé.

H. Andrés Alonso (1564-1634), arquitecto

El hermano Andrés Alonso nació en Valladolid en 1564 e ingresó a la Compañía en 1586. Llegó a América con destino al Perú. En 1601 se encontraba en el colegio de Panamá, donde levantó la iglesia. Arribó a Cartagena de Indias en 1604 y permaneció en la residencia de Cartagena como procurador y viceministro, participando en la construcción de la primera iglesia jesuita en la residencia de Cartagena. Después, pasó a Santafé, donde trabajó desde 1610 junto al P. Juan Bautista Coluccini en la construcción de la iglesia de San Ignacio. Arribó a la ciudad de Tunja en 1611, donde participó en la traza y construcción de la iglesia de San Ignacio de esta ciudad. En 1616, estaba de nuevo en Cartagena. En 1620, estuvo en el Perú, donde intervino en las obras del templo de Arequipa. En 1628, fue uno de los artífices de la iglesia de Lima. Murió en el año 1634, en Arequipa.

En Cartagena de Indias y la capilla de la primera residencia, 1607-1610

El colegio de Cartagena de Indias fue establecido en 1604. La comunidad jesuita recién establecida se componía en 1607 de seis sacerdotes, los padres Francisco Perlín, Alonso de Sandoval, Hernando Núñez, Baltasar de los Reyes, Pedro Muñoz de la Fuente y Pedro Torrecillas, y de cuatro hermanos coadjutores, Andrés Alonso, Cristóbal Sánchez, Luis Méndez y Francisco Bobadilla (Pacheco, 1959, p. 98). Suponemos que el H. Alonso, actuando como arquitecto en este periodo, estuvo pendiente de los procesos de transformación arquitectónica y de adaptación de las casas para la comunidad jesuita, así como de la definición de la primera capilla o espacio de culto, eliminando muros medianeros que separaban dos o tres espacios contiguos del primer piso de la vivienda para generar un espacio o nave rectangular de 28 m de largo para la asistencia de las mujeres, mientras que la galería o corredor del patio de la vivienda, espacio sombreado y ventilado relacionado con la capilla, sería destinado para los hombres durante las actividades de culto..

Después de ocupar su primera residencia en Cartagena entre 1605-1615, los jesuitas fijaron su atención en las nuevas casas que servirían como segunda residencia, localizadas cerca de la plaza del muelle y de las carnicerías, hoy lugar que ocupa el colegio y templo definitivo de los jesuitas en Cartagena. Con los arreglos arquitectónicos dirigidos por el H. Alonso en las casas recién adquiridas, se fue formalizando el edificio del colegio. Pedro Claver, después de su regreso de Tunja y de Santafé en 1615, “encontró el colegio en nuevo predio y aún en construcción” (Aristizábal, 2009, p. 61). El 17 de septiembre de 1618 se realizó el traslado del colegio de la primera residencia al nuevo lugar de la segunda residencia con la solemne procesión del Santísimo Sacramento.

En el colegio de Santafé, 1610

El hermano Alonso llegó a Santafé en 1610 para participar junto con el P. Coluccini en el diseño y traza de los edificios del colegio y del templo de San Ignacio, en el lugar que se determinó que sería “la manzana jesuítica” de la ciudad. El 1 de noviembre del mismo año se celebró la colocación de la primera piedra del templo, consistiendo los trabajos de ese momento “en la apertura de los cimientos, para muros y pilares, profundos, anchos y fuertes con una altura de estado y medio de altura” (De Lyra, 1611-1612, fols. 75-76), es decir, entre 1,5 y 2,5 varas castellanas, aproximadamente. Fue muy corta la permanencia del hermano Alonso en Santafé, pues en 1611 partió a la ciudad de Tunja, para trabajar en la definición de la traza y construcción del templo del colegio de Tunja, que se encontraba recién establecido.

Capilla de la primera residencia e inicios del templo del colegio de Tunja, 1611-1616

Después de la compra de las casas del capitán Francisco de Avendaño para formalizar la primera residencia de los jesuitas en Tunja, una de las tareas primarias de los religiosos consistió en la definición del lugar más propicio para adaptar, mediante transformación arquitectónica del inmueble, lo que sería la primera capilla del colegio en ausencia de un templo capaz y definitivo. Entre los primeros moradores de la nueva residencia, se encontraba el H. Andrés Alonso, arquitecto, que, como arriba se anotó, había participado en la capilla inicial de la residencia del colegio de Cartagena en 1604 y, junto al P. Coluccini, elaboró en el diseño y la traza del templo de San Ignacio del colegio de Santafé en 1610. En el periodo 1611-1616, tiempo de permanencia del H. Alonso en la ciudad de Tunja, se dio curso a los primeros trabajos relativos a la adaptación de unos aposentos del primer nivel de la “casa alta”, con la eliminación del entrepiso con el fin de obtener una altura útil para un espacio de culto. Esta primera capilla se utilizó hasta 1657, cuando ya se contaba con buena parte del templo, si bien faltaba el cuerpo y el muro de fachada (Figuras 6 y 7).

Diseño del colegio de Tunja, localización de la capilla de la primera residencia, elaborado por el H. Andrés Alonso, 1611
Figura 6.
Diseño del colegio de Tunja, localización de la capilla de la primera residencia, elaborado por el H. Andrés Alonso, 1611


Fuente: Del Rey (2010, p. 322).

Diseño del colegio de Tunja, localización de la capilla mayor del futuro templo, elaborado por el H. Andrés Alonso, 1615-1639
Figura 7.
Diseño del colegio de Tunja, localización de la capilla mayor del futuro templo, elaborado por el H. Andrés Alonso, 1615-1639


Fuente: Del Rey (2010, p. 325).

Transformación arquitectónica de la capilla en la segunda residencia en el colegio de Cartagena, 1616-1619

Pasada su permanencia en Tunja, el H. Alonso se desplazó a la ciudad de Cartagena y, durante su estadía en las casas que servían como segunda residencia, realizó la propuesta espacial para la nueva capilla, que consistió en la adaptación de dos aposentos bajos de la casa contiguos al zaguán de acceso que se conservaba, creando “una iglesia con su capilla mayor y coro, y al lado un corredor solo para hombres, que se remata con dos altares el uno de un Cristo Crucificado y otro de la Virgen que llaman del Milagro” (Pacheco, 1959, p. 100) (Figura 8). La solución espacial adoptada por el H. Alonso para la nueva capilla tuvo como referente la realizada en la capilla de la primera residencia antes descrita: intervención de muros medianeros del primer piso y eliminación del entrepiso de la casa alta para ofrecer mayor altura y ubicar el coro encima del zaguán. La capilla contaba con una nave corta “que no tenía treinta pies [8,40 m], con humedades hasta hacer lodo” (Aristizábal, 2009, pp. 134-135) y habitaciones muy limitadas e incómodas. Todo indicaba que este estrecho espacio de culto era provisional, semiimprovisado hasta la construcción más adelante del templo definitivo y actual. Estos trabajos de arquitectura fueron los últimos que realizó el H. Alonso antes de trasladarse en 1620 al Perú, para trabajar en las obras del templo del colegio de Arequipa.

Diseño del colegio de Cartagena de Indias, planta de la capilla de la segunda residencia, elaborado por el H. Andrés Alonso, 1616-1619
Figura 8.
Diseño del colegio de Cartagena de Indias, planta de la capilla de la segunda residencia, elaborado por el H. Andrés Alonso, 1616-1619


Fuente: Aristizábal (1999).

H. Pedro Pérez (1556- 1634), arquitecto

Pedro Pérez nació en Tobarra, Murcia (España), en 1556 y a los 25 años de edad ya era arquitecto. Para 1585 se desempeñaba como ensamblador y superintendente de las obras de la iglesia de Córdoba. Dirigió las obras de los colegios de Málaga (1593) y Úbeda (1597). Estando como portero en el colegio de Sevilla, le ordenaron viajar a la Provincia del Nuevo Reino, en la expedición del P. Luís de Santillana en febrero de 1612. Arribó a Cartagena de Indias el 22 de mayo, y luego siguió a Santafé en el mismo año. Con la presencia de Pérez y su experiencia se impulsaron las obras de la iglesia de San Ignacio de Santafé, comenzada en 1610 por el P. Juan Bautista Coluccini. En 1616, a los 60 años de edad, se informó que estaba agotado, si bien vivió dieciocho años más hasta su muerte en 1634, en la ciudad de Tunja (Rentería, 2001, p. 104).

En el colegio de Santafé, 1612-1633

Los conocimientos y trabajos en arquitectura realizados por el H. Pérez en España sirvieron para apoyar al P. Coluccini y al H. Alonso en la construcción del colegio, y le dieron un fuerte impulso a las obras del templo de San Ignacio, iniciado dos años antes. En 1616, durante su estadía en Santafé, Pérez debió colaborar con los trabajos referentes a la cubrición de los arcos del cuerpo del templo, la terminación de una de las capillas laterales, la solución de problemas con dos arcos torales, que fallaron y fueron reconstruidos, y la caída de la cúpula que había en el momento, siendo la primera vez que se desplomaba en el templo santafereño. En 1620, ya estaba el edificio con su cuerpo terminado, es decir, la nave principal y capillas laterales (Zuloaga, 2005, p. 50). El H. Pérez se encontraba trabajando en el colegio santafereño en el momento que el P. Coluccini abandonó la dirección de las obras del templo de San Ignacio por diferencias con su superior, el P. Baltasar Más Burgués, entonces rector del colegio.

En Villa de Leiva, 1627

Como se mencionó en el apartado dedicad al P. Juan Bautista Coluccini, las autoridades de la villa de Leiva y los principales vecinos, acompañados por don Melchor, cura; Fr. Hernando de Vaca, prior de San Agustín; Fr. Miguel Chaparro, guardián de San Francisco, y el H. Pedro Pérez del colegio de la Compañía en Tunja, aprobaron en una reunión de cabildo abierto la sugerencia del hermano Pérez de levantar los muros del templo 15 pies (4,20 m) más de lo que tenían en ese momento.

En Tunja, 1633-1638

Desde 1632, y bajo el rectorado del P. José Tobalina, el templo de San Ignacio del colegio de Tunja recibió un fuerte impulso en los trabajos de construcción, gracias a la consecución de nuevos recursos económicos, el acopio de materiales de construcción y la continuación en el levantamiento de las columnas del crucero. En 1633, dirigió las obras del templo el H. Pedro Pérez, enviado desde Santafé, supervisando los frentes de obra en la terminación de la capilla mayor y el levantamiento de las columnas del crucero y sus arcos. También es probable que haya realizado la revisión o el replanteo del diseño general de la traza sugerida por el H. Alonso, además de ocuparse de la demolición de los tramos arquitectónicos faltantes en el costado occidental de la casa para la definición del sugerido transepto del crucero (Del Rey y González Mora, 2010). Podemos atribuir el diseño de la traza del templo tunjano al H. Pérez, así como los trabajos de su terminación e incluso la propuesta de la fachada en piedra. Hay similitudes espaciales de este templo con las del templo santafereño (Figura 9). El hermano Pedro Pérez falleció en esta ciudad en 1638.

Diseño del colegio de Tunja, templo de San Ignacio, interpretación gráfica de la construcción de los brazos del crucero, elaborado por el H. Pedro Pérez, 1633-1652
Figura 9.
Diseño del colegio de Tunja, templo de San Ignacio, interpretación gráfica de la construcción de los brazos del crucero, elaborado por el H. Pedro Pérez, 1633-1652


Fuente: Del Rey (2010, p. 329).

H. Marcos Guerra (1600-1668), alarife

Coadjutor jesuita napolitano, venido al Nuevo Reino en 1634. Estuvo trabajando con J. B. Coluccini en la construcción del templo de San Ignacio de Bogotá. Terminada su labor en Santafé, pasó a Quito en 1636, para encargarse de la construcción del templo del colegio de la Compañía. Desde 1634, el H. Guerra trabajó en la construcción de las etapas finales del templo de San Ignacio bajo la dirección de Coluccini, y es de suponer que, en ausencia de este, asumió la dirección de la obra hasta 1636, año de su salida para Quito. En 1635, Guerra fue testigo de la solemne fiesta realizada por la dedicación del templo a San Ignacio. Tanto el provincial como el rector del colegio expresaron satisfacción por la participación del hermano Guerra y su colaboración arquitectónica en las obras del edificio: “Al parecer actuó en la definición de la fachada del templo, la torre, diseños interiores de la bóveda y en la construcción de la cúpula” (Rentería, 2001, p. 107).

H. Lorenzo Köninck (1698-1768), maestro de obra

Coadjutor jesuita nacido en Ámsterdam, Holanda. Se le llamó también Rey, castellanizando su apellido. Ingresó a la Compañía el 28 de febrero de 1729. Ya en 1736 se encontraba en Cartagena, habiendo venido al Nuevo Reino el año anterior, en la expedición de misioneros traída por el P. Meaurio, y residió allí al menos hasta 1753. En 1763, se encontraba en Pamplona y, en 1767, en Maracaibo, donde le sorprendió la expulsión de Carlos III, pero no pudo ir al destierro por su edad y achaques. El gobernador de Maracaibo, al comunicar su muerte, informó que este hermano era maestro en arquitectura y carpintería, y le habían traído los padres para la fábrica del colegio (Del Rey, 1995, p. 327). Entre los libros que dejó se encontraban varios en holandés y algunos de su oficio, entre ellos: Regla de los cinco órdenes de arquitectura, obra de Giacomo Barozzi Vignola.

En Cartagena, 1736-1753

El H. Köninck llegó a Cartagena en 1735, durante las obras iniciales de los edificios del colegio y del templo. Este último el cual es señalado en los planos históricos de la ciudad de ese momento como “iglesia nueva en construcción” (Dorta, 1960, p. 221), es decir que estaba su planta definida y trazada en su lugar en el predio. El registro más antiguo del actual templo es de 1695, cuando se comenta sobre que el colegio de Cartagena ha “muchos días que está entendiendo la fábrica de su nueva iglesia” (Aristizábal, 1999, p. 18); luego, hubo un detenimiento imprevisto de las obras en 1697, en razón de que el barón de Pointis se presentó frente a las costas de la ciudad de Cartagena para asediarla. En 1716, ya se encontraba la manzana definitiva de forma trapezoidal, con el templo situado en una esquina. Desconocemos a la fecha el autor de la traza del templo actual de San Pedro, hecho sucedido en la segunda mitad del XVII, gracias a un momento de prosperidad económica del colegio y de las haciendas. En el catálogo de 1736, el H. Köninck ya se encontraba incorporado a la comunidad del colegio, y desde ese momento se registran sus aportes a la arquitectura del templo recién iniciado: las proporciones de la nave central, en lo que respecta a la altura de los muros; la cabecera del templo con retablo antes de su modificación posterior; las capillas laterales y, encima de estas, la segunda planta con el diseño de balcones con aberturas adinteladas y corredor, lo que sugiere una interesante evidencia del proceder de los hermanos alemanes en los templos jesuíticos americanos. El historiador Pacheco cita al P. Félix Plattner, quien afirma que “las galerías o balcones corridos en segundo piso encima de capillas laterales del templo, solo se encuentran en Suramérica en los templos levantados por los hermanos alemanes” (Pacheco, 1989, p. 388) (Figuras 10, 11, 12 y 13).

Planta del templo San Pedro Claver, Cartagena, 1736
Figura 10.
Planta del templo San Pedro Claver, Cartagena, 1736


Fuente: Marco Dorta (1960).

Sección longitudinal del templo San Pedro Claver, Cartagena, 1736
Figura 11.
Sección longitudinal del templo San Pedro Claver, Cartagena, 1736


Fuente: Marco Dorta (1960).

Sección transversa del templo San Pedro Claver, Cartagena, 1736
Figura 12.
Sección transversa del templo San Pedro Claver, Cartagena, 1736


Fuente: Marco Dorta (1960).

Balcones y corredor sobre capillas laterales del templo San Pedro Claver, Cartagena, 1736
Figura 13.
Balcones y corredor sobre capillas laterales del templo San Pedro Claver, Cartagena, 1736


Fuente: Marco Dorta (1960).

En Honda, 1750-1751

La vida en la villa de Honda siempre se ha desarrollado en contacto con los ríos Magdalena y Gualí. En 1750, el cabildo de la villa ordenó la construcción de un puente de calicanto sobre este último río, para lo cual debían seguir el plano que formó el H. Köninck (Velandia, 1989)..

El H. Köninck fue nombrado director de las obras, pero se separó voluntariamente de esa responsabilidad, desconociéndose sus motivos, “por lo cual el 13 de enero de 1751 se comenzaron los dos cajones para el puente bajo la dirección del H. Marcos Belzemberger, jesuita” (Velandia, 1989, p. 299). En ese momento existía una diferencia de opinión acerca de la validez del proyecto del H. Köninck de un puente diseñado con cinco ojos, mientras que la propuesta de los ingenieros militares Juan Bautista Mac-Evan e Ignacio de Salas consistía en un puente con tres ojos, “de menor coste que tendrá el público como por su fortaleza y mayor y más libre desagüe del río Gualí” (Velandia, 1989, p. 304). En junio de 1751, se reunieron en Honda los HH. Köninck y Belsenberger con los diputados del cabildo, para conocer la carta del virrey Pizarro en la que “se sirve mandar que el puente que se está verificando en el río Gualí sea de tres ojos y no de cinco” (Velandia, 1989, p. 304). Conocemos que, después de su estadía en Honda, el H. Köninck regresó a Cartagena hasta 1753. Después de diez años sin conocer sobre sus actividades, lo encontramos de nuevo en 1763 en el colegio de Pamplona. Para 1754, las obras del puente sobre el río Gualí se encontraban adelantadas y en buen estado. En 1757, una creciente destruyó parte del puente y en 1758 el cabildo dispuso su reedificación a la mayor brevedad (Velandia, 1989, p. 307). También suponemos que los HH. Köninck y Belsenberger, durante sus trabajos en la construcción del puente en Honda, tuvieron oportunidad de colaborar con su conocimiento como maestros de obra en la construcción de los edificios del colegio y el templo de la Compañía en Honda, establecida en 1746 en un nuevo solar sobre el costado norte del Gualí.

H. Marcos Belsenberger (1694-1757), albañil, cantero

Nació en Imst (Tirol), el 19 de noviembre de 1694, e ingresó en la Compañía de Jesús el 10 de enero de 1723. Pasó a América en la expedición que se hizo a la vela el 14 de abril de 1723 a las órdenes del P. José Monesiglio. Pensamos que debió concluir su noviciado en Tunja.

En Antioquia, 1736-1738

Desde 1736, se registra al H. Belsenberger residiendo en el colegio de Antioquia junto con otros cinco jesuitas, trabajando como albañil en el nuevo templo que se estaba construyendo, más amplio y capaz para reemplazar la capilla existente construida por el capitán Felipe de Herrera y cedida al colegio en 1727 (Figura 14). En 1738, debido a una aguda crisis el colegio redujo su personal a cuatro jesuitas, todos nuevos. Su rector P. José Molina y el albañil Marcos Belsenberger fueron trasladados al Colegio Máximo de Santafé en 1738 (Del Rey y González Mora, 2008).

Diseño de la planta del templo de Santa Bárbara (sin terminar), elaborado por el H. Marcos Belsenberger, Antioquia, 1736-1738
Figura 14.
Diseño de la planta del templo de Santa Bárbara (sin terminar), elaborado por el H. Marcos Belsenberger, Antioquia, 1736-1738


Fuente: Del Rey y González Mora (2008).

En Honda, 1751-1757

El H. Belsenberger pertenecía a la comunidad del colegio de Honda desde 1751, cuando lo encontramos colaborando en la dirección de las obras para el puente sobre el río Gualí, en compañía del H. Köninck, como arriba se comentó. En esta villa del río Magdalena permaneció semiciego hasta su muerte, acaecida en noviembre de 1757 (Del Rey, 2020).

H. Miguel Schlesinger (1729-1793), maestro de obra

Natural de Dillingen, Baviera, llegó al Nuevo Reino en 1754 en la expedición del P. Martín Egurvide. En el registro de la Casa de Contratación de Sevilla se le describe como “rehecho, blanco, entradas de calvo, poblado de barba, ojos y pelo negros”. Entró a la Compañía en el noviciado de Lansberg el 18 de febrero de 1753, en donde quedó inscrito como “murarius” (Aristizábal, 1999, p. 24). En 1754, atravesó el Atlántico, para arribar a Cartagena y participar en las obras finales del templo del colegio hasta 1763.

En Cartagena, 1754-1763

A mediados del siglo XVIII, se encontraban en Cartagena dos hermanos jesuitas alemanes con el oficio de murarius: Lorenzo Köninck y Miguel Schlesinger, los cuales estaban trabajando en la coronación del templo a punto de terminar. El H. Schlesinger se encargó del diseño de la fachada, que según Aristizábal, “posee muchos rasgos comunes con la de Lansberg, templo edificado por otro jesuita, el hermano Merani, que Schlesinger conocía de sobra pues intervino en la construcción” (Aristizábal, 1999, p. 30). Schlesinger también aportó al templo la decoración interior (Figuras 15 y 16).

Templo San Pedro Claver, remates de muros externos, elaborado por el H. Schlesinger, Cartagena
Figura 15.
Templo San Pedro Claver, remates de muros externos, elaborado por el H. Schlesinger, Cartagena


Fuente: elaboración propia.

Templo San Pedro Claver, remates de muros externos, elaborado por el H. Schlesinger, Cartagena
Figura 16.
Templo San Pedro Claver, remates de muros externos, elaborado por el H. Schlesinger, Cartagena


Fuente: elaboración propia.

En Santafé, 1763-1766

El H. Schlesinger se encontraba en Santafé residiendo en la Universidad Javeriana en el momento en que un sismo ocasionó el desplome de la cúpula del templo de San Ignacio, la cual había sido reconstruida en 1754. Es posible suponer que también alcanzó a ver las obras de terminación de la capilla del Rapto.

En Caracas, 1765-1767

Schlesinger estuvo en esta ciudad desde 1765 y fue testigo del terremoto del 21 de octubre de 1766. El hermano “arquitecto de oficio”, como se le llamó, fue uno de los comisionados para inspeccionar los daños causados en los templos por el sismo. De Caracas salió con los demás jesuitas desterrados por Carlos III y murió en Italia, veintiséis años después, en la ciudad de Sinigaglia, cerca de Ancona (Pacheco, 1989, p. 388).

H. Diego Loessing (1595-1675), carpintero de lo blanco, ensamblador

Nació en Freising, Alemania, y llegó al Nuevo Reino en 1618, a los 23 años. Murió en Santafé, el 7 de febrero de 1675. A mediados del siglo XVIII, Loessing en su calidad de buen ensamblador se dedicaba en Santafé a la fabricación de retablos, por lo que “se le atribuyen todos los tabernáculos que tiene su iglesia y el altar mayor, púlpito y aforros del coro y corredores” (Zuloaga, 2005, p. 50) (Figura 17). Estuvo dedicado en años anteriores a fabricar iglesias, tanto para otras comunidades como para seglares, lo que ocasionó el disgusto de sus superiores. Durante sus últimos años, “estuvo ciego y sin embargo continuó de superintendente de obras de su oficio, dando modo y disposición para ellas” (Pacheco, 1959, p. 113).

Templo de San Ignacio, escalera y púlpito, elaborado por el H. Diego Loessing, Santafé
Figura 17.
Templo de San Ignacio, escalera y púlpito, elaborado por el H. Diego Loessing, Santafé


Fuente: fotografía de Lina Beltrán.

H. Juan Bautista Milano [Milán] (1660-1740), maestro de obra, escultor

Conocido por ser insigne ebanista, pasó de Italia a la Provincia del Nuevo Reino en 1690. En 1691, poco antes de la terminación de las obras del templo San Ignacio, se retiraron las cimbras que sostenían la última cúpula construida en ese momento, ocasionando que se viniera abajo, arrastrando con ella el primer tramo de la bóveda de la nave central (Zuloaga, 2012, p. 55). En 1694, intervino en los problemas del desplome de la cúpula el H. Juan Bautista Milano, quien logró levantarla de nuevo,

esta vez en madera por temor a los temblores de tierra y con un cilindro en mampostería de ladrillo que se eleva sobre los arcos torales. Luego se cubrieron los ventanales y en las pechinas se pintaron los cuatro evangelistas, mientras por fuera se cubrió la cúpula con planchas vidriadas de varios colores. (Pacheco, 1962, p. 121)

Según las cartas anuas, años 1684-1698, aplicó su cuidado y conocimiento “a restaurar lo caído y valiéndose de su pericia en la arquitectura, sin más maestro que su asistencia, en poco más de tres años dio acabada con singular hermosura y perfección toda la obra” (Del Rey y Gutiérrez, 2014, p. 356) (Figura 18). En Santafé, el H. Milano era considerado como uno de los mejores arquitectos de la ciudad, a tal punto que en repetidas ocasiones se le pidió su parecer en materias de su oficio. En 1704, inspeccionó, comisionado por el cabildo de Santafé, el puente Grande sobre el río Bogotá, proponiendo medidas para corregir los daños. Fue uno de los encargados de reconocer en 1711 el estado de las torres de la catedral de Santafé, que amenazaban desplomarse. En 1722, el arzobispo lo nombró “como persona perita y de grandísima inteligencia en el arte” para inspeccionar los daños ocasionados en el convento del Carmen por la apertura de una cañería. Murió en Santafé, a los 80 años de edad (Pacheco, 1989, p. 383).

Diseño del templo de San Ignacio, reconstrucción del tambor de la cúpula, elaborado por el H. Juan Bautista Milano, Santafé, 1694
Figura 18.
Diseño del templo de San Ignacio, reconstrucción del tambor de la cúpula, elaborado por el H. Juan Bautista Milano, Santafé, 1694


Fuente: Colegio Mayor de San Bartolomé, mural interior.

H. Simón Schönherr (1711-1767), arquitecto

Hermano jesuita alemán, nacido cerca de Trieste, quien vino en 1743 de Quito a Popayán a dirigir los trabajos de reconstrucción del templo de San José. Se considera el autor de la planta y la portada exterior del templo. Permaneció en Popayán hasta la expulsión de la Compañía en 1767. Murió en La Habana, el 18 de diciembre de 1767 (Pacheco, 1989, p. 390).

En Popayán, 1743

Arribó a Popayán proveniente de Quito el H. Schönherr en 1743, cuando se estaba iniciando la reedificación del templo, encontró ya echados los cimientos, por lo que tuvo que acomodarse a ellos. El hermano alemán se encargaría de los trabajos de construcción del nuevo templo, y desarrolló su proyecto partiendo de la cimentación existente. El templo de San José se terminó en 1766, siendo rector del colegio el P. Luis Duque. Consta de una nave principal con bóveda de cañón, separada de las capillas laterales por arcos formeros de medio punto, sacristías colaterales, coro a los pies del templo y galerías sobre las capillas laterales que se abren hacia la nave principal a través de arcos de trazo ligeramente carpanel sin imposta, que guardan un barandal. Posee una cúpula apuntada cubierta con cerámica esmaltada, sin cimborrio y con linterna rematada en pináculo (Velazco Mosquera, 2004, pp. 265-266). Schönherr es el autor de la portada del templo, en donde se aprecia su rica imaginación (Figuras 19 y 20). El ladrillo para la construcción del templo se obtuvo del tejar de Pandiguando, mientras que la cal provino de la hacienda Los Cerrillos, en ese momento propiedades rurales anexadas al colegio de Popayán (Sebastián, 1965). El templo de San José no fue la única obra del H. Schönherr en Popayán, pues participó después de 1764 en los inicios del nuevo templo del convento de La Encarnación, en donde se le atribuyen el muro testero, su camarín y parte de los muros longitudinales de la única nave; también fue autor de los planos de las casas destinadas para las oficinas públicas de la ciudad y participó en el diseño de un puente sobre el río Cauca.

Planta del templo de San José, elaborado por el H. Simón Schönherr, Popayán, 1743
Figura 19.
Planta del templo de San José, elaborado por el H. Simón Schönherr, Popayán, 1743


Fuente: Velazco Mosquera (2004).

Templo de San José, balcones y corredor sobre capillas laterales, elaborado por el H. Simón Schönherr, Popayán, 1743
Figura 20.
Templo de San José, balcones y corredor sobre capillas laterales, elaborado por el H. Simón Schönherr, Popayán, 1743


Fuente: elaboración propia.

Diseño del puente sobre el río Cauca, 1753

El H. Schönherr firmó en 1753 un documento donde consta que el jesuita formó parte del diseño del puente sobre el río Cauca en la ciudad de Popayán (Galindo Díaz y Paredes López, 2008, p. 98). Este manuscrito conservado en el archivo de la Universidad del Cauca lleva como título Razón que da el hermano Simón Schenherr [sic] de lo que podría hacer en las casas del Cabildo y cárcel de esta ciudad de Popayán para de algún modo darles gobierno y desahogo (Anónimo, 1753, s. p.). En este informe se incluyen dos proyectos, con sus dibujos respectivos, para la fábrica del puente sobre el río Cauca, representando el primero de ellos una alzada de un puente en madera con su cubierta, levantado sobre cuatro pilas con tajamares triangulares, dos de ellos cimentados dentro del agua, con tres luces y una longitud de 40 varas. Al costado del dibujo se incluyen las cantidades de obra para los trabajos a realizar. El segundo dibujo es un proyecto de un puente de cal y canto de tres arcos: los extremos, de 13,5 varas de diámetro, y el central, de solo 6 varas, apoyados en cuatro pilas con tajamares, dos de ellos asentados en el río (Galindo Díaz y Paredes López, 2008, pp. 99-100) (Figura 21). Por desconocidas razones, “el puente aludido no pudo hacerse siguiendo los diseños del H. Schönherr y tampoco se contó con su participación en la dirección de los trabajos” (Galindo Díaz y Paredes López , 2008, p. 100).2 Respecto a la propuesta en la Casa de Cabildo, el hermano Schönherr propuso que se levantase una escalera en dos tramos, y que, para la cárcel, se abriese una puerta y un zaguán, reutilizando un local destinado como tienda que daba a la calle de Santo Domingo.3 El 18 de junio de 1763, el arquitecto jesuita hizo reconocimiento de la catedral vieja, donde sugirió “el derribo del edificio y el aprovechamiento de los materiales” (Sebastián, 1965, p. 108).

Planos para el puente sobre el río Cauca, elaborados por el H. Simón Schönherr, Popayán, 1753
Figura 21.
Planos para el puente sobre el río Cauca, elaborados por el H. Simón Schönherr, Popayán, 1753


Fuente: Archivo Histórico del Cauca (AHC). Cabildo, 1753.

P. Francisco Ellauri (1602-1665), doctrinero

Sacerdote nacido en Villa de Leiva, Colombia, ingresó a la Compañía de Jesús en 1621 y fue ordenado en Popayán. Su vida sacerdotal la compartieron los indígenas de Tópaga y el colegio de Tunja. Sus labores apostólicas se iniciaron en Tópaga, donde fue superior. En tres ocasiones fue rector del colegio de Tunja (1651-1653, 1655-1657 y 1660-1663). En 1664, se embarcó en el puerto de Casanare para continuar hacia la Guayana, lugar donde murió en 1665.

En la doctrina de Tópaga, 1637

El visitador de la provincia, P. Rodrigo de Figueroa, permutó en 1636 la doctrina de Duitama, ocupada por la Compañía desde 1615, por la de Tópaga, a instancias del encomendero y benefactor del colegio de Tunja, Pedro Bravo y Becerra. A la llegada de los religiosos a la doctrina encontraron un templo ruinoso y sin terminar, a pesar de haberse iniciado veinte años antes, a tal punto que tocaba celebrar el culto en la plaza en días festivos. En 1637, año en que debió llegar a Tópaga el P. Francisco Ellauri, se determinó reconstruir el edificio del templo y terminarlo con la ayuda de los indios de la región. El misionero, que a su arribo a la doctrina encontró un templo de paja, perfeccionó los cimientos, levantó los muros de cal y canto y cubrió el edificio con teja de barro, enriqueciéndolo con preciosos ornamentos. La dedicación del nuevo templo se realizó en 1642, estando el P. Ellauri como doctrinero. El templo que terminó y ornamentó consta de una nave única rectangular y alargada, con estribos en su perímetro, con medidas de 57 varas de longitud por 11 varas de ancho, cubierta de teja, antecapilla, torre campanario y atrio amurallado, ejemplo de edificio religioso típico de los pueblos de doctrina. Adicionalmente, y como complemento espacial del templo, “levantó y fabricó en las cuatro esquinas de la plaza cuatro ermitas o capillas posas que cubrió de teja” (Sebastián, 1965, p. 466).4 Las posas construidas por el P. Ellauri en la doctrina de Tópaga se convirtieron en el antecedente espacial de las capillas que se construyeron después en algunas de las reducciones jesuitas en el Casanare, como fueron Tame, Macaguane y Pauto (figura 22).

Diseño de la doctrina de Tópaga, templo doctrinero, elaborado por el P. Francisco Ellauri, 1637
Figura 22.
Diseño de la doctrina de Tópaga, templo doctrinero, elaborado por el P. Francisco Ellauri, 1637


Fuente: Patiño (1983).

En el colegio de Tunja, 1657

En el periodo 1640-1650 se llevaron a cabo obras de construcción del templo del colegio de Tunja, que consistieron en el adelanto de la capilla mayor y en la construcción de las columnas del crucero y las pechinas para sostén de la cúpula.5 En 1652, el templo estaba mejorado con sus adornos y el crucero estaba terminado. En 1657, durante su segundo rectorado, el P. Ellauri dotó de retablo la capilla mayor, construyendo el tabernáculo para el altar mayor y un sagrario con madera de cedro de los arcabucos y montes de Vélez. Compró el órgano para el templo, fabricó las dos tribunas y puertas (ubicadas sobre las puertas de las sacristías colaterales) y elaboró dos retablos más: uno para las reliquias del colegio y el otro para poner los cuadros de Jesús Nazareno y el glorioso San Ignacio (De Mercado, 1957, p. 467) (Figura 23).

Templo de San Ignacio, retablo de la capilla mayor, elaborado por el P. Francisco Ellauri, Tunja, 1657
Figura 23.
Templo de San Ignacio, retablo de la capilla mayor, elaborado por el P. Francisco Ellauri, Tunja, 1657


Fotografía: Manuel Londoño.

Conclusiones

Es de resaltar la presencia del P. Juan Bautista Coluccini, único sacerdote arquitecto que laboró en la concreción de la arquitectura jesuítica en el Nuevo Reino de Granada, y que logró con su quehacer el diseño y traza de la manzana y construcción del templo de San Ignacio del colegio de la Compañía en Santafé. De igual manera, por su conocimiento y aceptación en el interior de la orden y su buena relación con las autoridades civiles, logró ser llamado para la supervisión de otras obras de arquitectura, realizando propuestas de diseño y reformas en otros lugares, como fueron la villa de Leiva y la doctrina de Fontibón, sin dejar de lado propuestas para la construcción de obras civiles como el diseño del puente sobre el río Bogotá. Por su afición y conocimiento sobre asuntos astronómicos, fue consultado para dar su concepto acerca de fenómenos celestes, como el eclipse de sol de 1640.

Los hermanos coadjutores arquitectos o maestros de obra, albañiles y canteros, concentraron su quehacer en los cuatro colegios principales de la orden establecidos en las ciudades de Santafé, Cartagena, Tunja y Popayán. Por sus conocimientos y escasez de sujetos, algunos de los hermanos trabajaron de manera simultánea en varios de los colegios antes nombrados, como el H. Andrés Alonso, quien trabajó en los templos de Tunja y Santafé y en la formalización de capilla de la segunda residencia en Cartagena de Indias, entre 1605-1616.

Llama la atención la presencia de jesuitas extranjeros reseñados en la presente relación: cinco italianos, cuatro españoles, cuatro alemanes y un holandés, frente a un colombiano, que actuaron en la arquitectura jesuítica neogranadina. En este sentido, resaltamos a los hermanos coadjutores de procedencia alemana, que actuaron en los templos de Cartagena y Popayán, aportando a la arquitectura del templo la galería del segundo piso, construida sobre las capillas laterales de la nave, compuesta de vanos arqueados o adintelados, con presencia de balcones con antepechos o barandas y circulación trasera, concepto espacial que no se advierte en ninguno de los demás templos jesuíticos neogranadinos.

Los sacerdotes misioneros que vivieron y trabajaron entre los indios en los entables de las reducciones del Casanare, Meta y Orinoco se convirtieron en verdaderos urbanistas, al planificar el concepto espacial de los núcleos misioneros, compuesto por la plaza, el lugar del templo y la vivienda de los religiosos, así como la ubicación de los caneyes de vivienda y trabajo indígena. De igual manera, el misionero debía abordar como arquitecto el diseño de la planta del templo y su respectiva construcción, actividad que necesariamente requería del concurso y conocimiento de los indios en asuntos como la localización acertada en el lugar para evitar inundaciones; los materiales disponibles y las maderas adecuadas para la construcción del sistema estructural, las armaduras de las cubiertas y la factura de objetos muebles; las lianas para los amarres de apoyos y vigas, en ausencia del hierro; el conocimiento de la de hoja de palma quitebe, propicia para la cubrición y renovación de los techos, entre otras actividades (De Mercado, 1957, p. 467).

Archivos y referencias. Fuentes documentales manuscritas

Roma, Archivium Romanum Societatis Jesu (ARSI)

Cartas anuas: 1611-1612.

Cartas anuas:1694-1698.

Bogotá, Archivo General de la Nación (AGN), Fondo Fábrica de iglesias, T. 17

Popayán. Archivo Histórico del Cauca (AHC), Libro de Actas del Cabildo, 1753

Sevilla. Archivo General de Indias (AGI), Santafé, 25

Referencias

Anónimo. (1753). “Razón que da el hermano Simón Schenherr de lo que podría hacer en las casas del Cabildo y cárcel de esta ciudad de Popayán para de algún modo darles gobierno y deshaogo”. En Libro de actas del Cabildo de Popayán (3 ff.). Archivo Histórico del Cauca (AHC).

Arbeláez Camacho, C. y Sebastián, S. (1967). Las artes en Colombia: La arquitectura colonial (Serie Historia Extensa de Colombia, vol. 20, t. 4). Ediciones Lerner.

Aristizábal, T. (1999). El templo de San Pedro Claver en Cartagena. Editorial Kimpres Ltda.

Aristizábal, T. (2003). Los jesuitas colombianos y el arte. En Acodesi (ed.), 400 años jesuitas en Colombia (pp. 152-153). Editorial Kimpres Ltda.

Aristizábal, T. (2009). El templo de San Pedro Claver en Cartagena. Editorial Kimpres Ltda.

Ariza, A. (1972). La villa de Nuestra Señora de Leiva. Editorial Kelly.

Ayape, E. (1941). Misiones del Casanare. Boletín Historia y Antigüedades, 28(323-324), 769-798.

Cassani, J. (1967). Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada en la América (Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, vol. 85). Academia Nacional de la Historia (Venezuela).

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Notas

* Artículo de investigación científica.

1 Los planos de Coluccini son: Plano del sitio donde se pude hacer el puente de piedra sobre el río Bogotá (16 de septiembre de 1640); Plano de la manera de hacer los cimientos del puente de piedra sobre el río Bogotá (17 de septiembre de 1640); Plano del puente de piedra que propone el Presidente de Santafé se haga sobre el río Bogotá; Plano del ancho y pretiles del puente de piedra sobre el río Bogotá, todos con su respectivo informe. AGI. Santafé, 25.

2 La construcción final de este puente la realizaría Francisco Basilio de Angulo y Josep Hidalgo de Aracena en 1778. Véase Galindo Díaz y Paredes López (2008, p. 102).

3 Archivo Histórico del Cauca (AHC). Cabildo, 1753, ff. 19-20.

4 Mientras el templo está en perfectas condiciones en la actualidad, infortunadamente solo subsiste una posa en la población de Tópaga.

5 La obra del templo jesuita de Tunja se inició con el desarrollo de planta, partiendo de la capilla mayor seguida del crucero, luego la nave y capillas laterales y, por último, la fachada.

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: fegonzal@javeriana.edu.co

Información adicional

Como citar: González Mora, F. (2023). Relación de sacerdotes y coadjutores partícipes de la arquitectura jesuítica neogranadina, 1604-1767. Apuntes. Revista de Estudios sobre Patrimonio Cultural, 36. https://doi.org/10.11144/Javeriana.apu36.rscp

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