Paralelo a la racionalidad que sustenta la ciencia y la tecnología, persiste un conjunto de creencias infundadas entre la ciudadanía, las que usualmente omiten criterios científicos para dar explicación a fenómenos aparentemente sobrenaturales. Haciendo uso de los datos de la primera Encuesta nacional de percepción social de la ciencia y la tecnología (EPSCYT) aplicada en Chile el año 2016, se exploran descriptivamente mediante prevalencias y razones de probabilidad, algunos fenómenos en los que la gente cree, y se analiza qué tan arraigados están en los diversos segmentos de la población. Entre los resultados, encontramos una alta prevalencia en creencias acerca de la
Parallel to the rationality underpinning current science and technology, a set of unfounded beliefs persists among citizens who generally omit scientific criteria to give explanation to seemingly supernatural phenomena. Using the data from the first “National Survey of Social Perception of Science and Technology” (EPSCYT) applied in Chile in 2016, some phenomena in which people believe are explored descriptively and using reasons of probability, and It is analyzed how entrenched they are in the various segments of the population. Among the results, we found a high prevalence in beliefs about the
Las personas nunca son plenamente autónomas, su accionar en el mundo, y la forma de verlo, está determinado por sistemas de creencias compartidos y heredados que actúan como condicionantes para la toma de decisiones y el desarrollo de actividades a lo largo de la vida. Las creencias son producto de un aprendizaje y, aunque mutables, nos delimitan social y culturalmente en un tiempo y lugar (
Ontológicamente, las creencias son parte constitutiva de lo que llamamos realidad o idea de mundo y, por su carácter colectivo e históricamente dado, se les suele sobreañadir al canon de referencia de corte adventicio, componentes imaginarios que las transforman en creencias supersticiosas, las que son representadas y socializadas mediante el lenguaje y la imitación. Toda creencia, en tanto conducta lingüística emitida, supone un logos y una razón, en consecuencia, toda creencia sería racional, a pesar del reducido o nulo grado de exactitud que pueda corresponderle con la verdad. No obstante, desde la psicología cognitiva se informa de la existencia de creencias ilógicas e irracionales, en tanto derivaciones imprecisas de la realidad tomadas como verdades, que se sostienen en contra y a pesar de la evidencia reconocida (
La creencia se puede basar en la realidad, pero no es la realidad. Su propia naturaleza relativa y su particular carácter subjetivo tienden a ser una consistente limitación a la comprensión total y última del mundo en que se vive y que se busca entender. Los seres humanos necesitan operar dentro de espacios de certidumbre, un mundo organizado donde los fenómenos y los acontecimientos tengan explicación, necesidad que los ha aproximado tempranamente a las creencias irracionales, el pensamiento mágico y la intervención de los dioses por ser lo más accesible e inmediato frente a la necesidad de comprender fenómenos complejos y dar explicación a eventos extraordinarios (
Desde la antropología cultural y su relativismo, se expone que la acción social se encuentra preconfigurada contextualmente de forma tal que lo considerado racional por unas personas sería conceptualizado como absurda o ridícula por otras, de allí la necesidad de valorar diferenciadamente las normas sociales idiosincráticas. No obstante, determinadas creencias son susceptibles de ser expuestas a una valoración crítica. La mera existencia
Las creencias irracionales, en tanto carentes de sustento empírico, develarían ingenuidad o ignorancia, influenciada por la costumbre, el prejuicio popular y la sumisión acrítica al principio de autoridad (
Es deber de la ciencia no solo divulgar sus hallazgos y hacer luz sobre determinados misterios que permanecían sin resolver, sino además desarrollar un pensamiento crítico que combata la irracionalidad de ideas infundadas que, propagándose como virus pseudointelectuales, suponen un peligro para la seguridad personal y social (
Encontrándonos en la era de la decodificación del ADN, el descubrimiento de nuevas estrellas y sistemas solares a años luz, la comunicación instantánea, el desarrollo de la robótica y la inteligencia artificial, resulta contradictorio y desalentador que tal desarrollo científico no haya sido capaz de penetrar sistemas de creencias que sostienen aún la existencia de los milagros, la resurrección de los muertos, la magia y la predicción del futuro. Nos encontramos frente a la promesa de una ilustración frustrada o, cuando menos inconclusa, en cuanto a que la ciencia, en su ideal utilitario, estaba al servicio del bien común y podía develar los misterios del universo, destruyendo los mitos y fanatismos que obstaculizaban una mayor racionalidad en la sociedad humana (
No obstante su esencia comunicativa, el riguroso lenguaje utilizado por la ciencia y sus profesionales la escinde de la sociedad y del público no iniciado, generando un territorio de frontera llano para ser ocupado por los charlatanes y su bisutería (
Las creencias irracionales se propagan profusamente en el tejido social compitiendo por una cuota de legitimidad con la ciencia, cohabitando incluso en un mismo espacio institucional, como la escuela, a pesar de ser contradictorias e inconciliables. La teoría de la evolución darwiniana y la del diseño inteligente, como nueva conceptualización del creacionismo, son mucho más que distintas respuestas a una misma pregunta, como ilusoriamente se pretende hacer creer. Más bien, la propuesta de Darwin es una respuesta basada en la evidencia recurrentemente consistente, mientras la otra no pasa de ser una simple creencia especulativa.
En atención a lo anteriormente expuesto, no resulta extraño preguntarse cómo en sociedades que funcionan y se articulan en gran medida gracias al desarrollo de la ciencia y la tecnología, persistan y proliferen un conjunto de creencias irracionales e infundadas a pesar del mayor nivel educativo, socioeconómico y cultural de quienes las sustentan. En consecuencia, este artículo examina la prevalencia que tienen en la población chilena sistemas de creencias asociados a los espíritus, los milagros, la numerología, el acto de adivinación, los OVNIS y la telepatía, procurando develar el perfil de quien mantiene dicha creencia, así como los factores que inciden en su expresión y cuantía. Para ello, hace uso de la Encuesta nacional de percepción social de la ciencia y la tecnología (EPSCYT) aplicada por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), durante los años 2015-2016.
El artículo hace uso de la Encuesta nacional de percepción social de la ciencia y la tecnología (EPSCYT) realizada en Chile durante los años 2015-2016. La EPSCYT, responsabilidad de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), busca establecer por primera vez una línea base para conocer el estado de situación en que se encuentra la sociedad chilena en su relación con la ciencia y la tecnología. EPSCYT, de representación nacional, fue aplicada a una muestra de 7637 personas mayores de 15 años, extraída probabilística y estratificadamente por áreas geográficas. A nivel nacional, presenta un error absoluto que transita desde el +/- 1.1 % bajo el supuesto de muestreo aleatorio simple y un +/- 2 % al incluir efectos de diseño, siempre dentro de un nivel de confianza del 95 %.
Se usaron las técnicas de “
A nivel nacional, la muestra de 7637 personas está equilibrada por sexo (49,1 % son hombres), principalmente residentes de zonas urbanas (87,1 %), con relativa homogeneidad por rango etario de interés, donde el 56.7 % no supera los 45 años. En su mayor parte, se declaran creyentes (87.4 %), principalmente católicos, con estudios básicos y medios (73.2 %).
El análisis estadístico se hizo sobre la base de las respuestas válidamente emitidas, excluyéndose las categorías
La ciencia y el método científico son adquisiciones relativamente recientes de la humanidad, cuya impronta ha posibilitado un conocimiento cada vez más profundo y acabado de los otrora inexpugnables misterios de la naturaleza y del universo. Si bien queda mucho por conocer, el avance alcanzado en las últimas décadas es sorprendente y nos posiciona ventajosamente hacia un futuro teóricamente cada vez menos incierto, donde no tendrían cabida las oscuras fuerzas que en el pasado parecían regir el destino de hombres y mujeres. Mediante la duda metódica, la discusión sistemática y la experimentación, la ciencia procedimental busca desterrar las creencias infundadas, así como el oscurantismo y misticismo que de ellas se derivan, siendo rigurosa y selectiva respecto de lo que está dispuesta a admitir por cierto. No es que no tenga certidumbres fundamentales, al igual que las tiene el dogma, pero a diferencia de este, está dispuesta a revisarlas y dejar de creer en ellas cuando la mejor evidencia disponible no le sustenta.
Así entendido, la ciencia es más que un conjunto de conocimientos útiles o utilizables, es por antonomasia una forma de pensar y de validar lo que se cree. A pesar de ello, en la actualidad vastos sectores, incluso profesionales de formación superior, tienden a dar valor a la ciencia con base a su mero rol instrumental y tecnológico dada su connatural capacidad para resolver problemas contingentes. La ciencia y su corriente divulgativa han sido escasamente eficientes en el objetivo de instalar, en el conjunto de las sociedades e individuos que la conforman, un modo de pensar, un procedimiento de pensamiento lógico que, siguiendo determinadas reglas y pasos, derive en una verdad provisional, la cual pueda someterse nuevamente a prueba de estimarse necesario. En efecto, y a pesar que siete de cada 10 sujetos señalen estar de acuerdo en que lo único cierto es aquello que se puede comprobar (73.6 %), proporciones preocupantemente significativas manifiestan un alto nivel de adhesión respecto de creencias en un conjunto de fenómenos cuya existencia no ha sido demostrada por la ciencia, cuando no abiertamente negada.
La tesis de la modernidad sostenía la promesa de que la ciencia y la tecnología iban a ser capaces de solucionar los problemas humanos y satisfacer las necesidades básicas (
Pese al estado de modernidad y desarrollo tecnológico evidenciado, la corriente mística de raigambre judeocristiana continúa siendo la teoría de la naturaleza humana más popular. Es así como un 79 % de los chilenos manifiesta algún nivel de certeza respecto de la existencia de los milagros y un 65.2 % cree en ellos abiertamente. Como rasgo cognoscitivo distintivo nos asiste la tendencia a buscar respuestas simples a problemas complejos, lo que facilita la incubación de ideas irracionales como son achacar la ocurrencia de determinados fenómenos a la intervención de los dioses, duendes o personajes extraterrestres (
Desde la tradición judeocristiana, el origen del universo y de los seres humanos estaría dada por la existencia de una divinidad, la cual no solo es arquitecta del mundo tal y como lo conocemos, sino que además es entidad omnisciente y reguladora de lo que ha creado. Con base a estas características y en concomitancia al libre albedrío, puede intervenir apiadándose de los seres humanos en su estadio de bondad y justicia infinita atribuida por los creyentes. Intervención que, mediante un hecho único y extraordinario, viola la lógica y las leyes de la naturaleza que la misma deidad ha establecido. La creencia en el milagro forma parte de una experiencia vital y fuerza operante en la vida de las personas que lleva a anidar dimensiones holísticas y cósmicas en sus matrices de sentido (
La creencia en los milagros no tan solo está fuertemente arraigada en la generalidad de los chilenos (79 %), sino que además su prevalencia estadística no reconoce grandes diferencias en razón de los atributos basales del sujeto.
Si bien las proporciones se tienden a situar sobre el 75 % de los consultados, estas son particularmente elevadas en las mujeres (84.8 %), en personas de menor escolaridad (82 %) y en quiénes se declaran creyentes (83.8 %), atributos que son refrendados al realizar un análisis de regresión logística. En efecto, en el contexto multivariante declararse agnóstico o ateo hace disminuir significativamente la probabilidad de creer en milagros [EXP(β) = 0.29;
Pudiéndose aprobar, hasta cierto punto, que las leyes evolutivas y de la mecánica rigen sobre todos los ocupantes de un espacio, el reconocer que la naturaleza humana difiere solo en complejidad a otros seres animados, resulta de sumo difícil. Es complaciente aferrarse a la idea de que las personas estarían dotadas de una finalidad no banal y transcendente, siendo más que mera actividad eléctrica y química la que las hace sentir y pensar. Existiría un fantasma en la máquina que deriva del supuesto de que la mente estaría separada del cuerpo y puede sobrevivir una vez que el contenedor que la alberga deja de existir. Esta entidad inmaterial, llamada alma o espíritu, se presume puede compartir un mismo plano de existencia con los seres humanos, en particular, al ver eventualmente truncada su asunción a la dimensión que estaba predestinada.
La creencia en los espíritus es tan arraigada en Chile, en parte por la fuerte tradición cristiana, que solo un 35 % no cree en su existencia. El sexo, la educación, la religión y la edad son factores que registran incidencia en la creencia en los espíritus dentro del análisis multivariante. El índice de credulidad disminuye cuando se es hombre [62.9 %; (EXP(β) = 0.81;
La alta prevalencia evidenciada en la creencia en los espíritus es un corolario de la idea del fantasma en la máquina o la teoría cartesiana de la dualidad, en donde existiría, por un lado, un cuerpo (
Es así como los datos informan que un 60.2 % piensa que hay personas que usan poderes psíquicos o poseen un sexto sentido para comunicarse. Si bien, en todas las categorías de análisis, las proporciones de adhesión a la creencia en la telepatía es superior al 55 %, tienden a ser más abultadas para las mujeres (63.8 %), personas creyentes (62.3 %) y que superan los 12 años de escolaridad (62.9 %). El ser hombre [58.9 %; (EXP(β) = 0.82;
Las creencias infundadas han sabido introducirse, replicarse y propagarse en el tejido social, manejando las nuevas herramientas comunicativas como verdaderas máquinas de sobrevivencia de creencias mágicas primitivas que llegan hasta nuestros días en un devenir histórico, cultivadas por mentes astutas que han visto en ellas un negocio tan fácil como fructífero (
La astrología, creencia que sostiene la influencia de los astros sobre la personalidad, es parte constituyente de la visión mágica que se profesaba antiguamente sobre el mundo (
Resulta paradójico como se disemina la ancestral creencia en la astrología y lectura del horóscopo, a pesar de que gran parte de los cuerpos celestes, supuestamente regentes, se limitan todavía a los conocidos por Tolomeo en el siglo II, ignorando la enorme variedad de nuevos objetos astronómicos descubiertos desde entonces. Contraargumento al que se suma la constante ausencia de correlación entre lo presagiado por el horóscopo y las características de personalidad que de él se derivan por los test psicométricos más reputados. Esta alta e incondicional aceptación, que científicos miran con desconcierto y preocupación, reportaría que estas creencias, por muy infundadas e irracionales que sean, establecen un vínculo emocional con las personas y sus necesidades, poniendo en cuestión el rol mismo de la ciencia y su capacidad divulgativa (
Operar dentro de esquemas cognitivos amparados en pautas preestablecidas por la tradición supone poco esfuerzo, además de una recompensa inmediata (
Por otra parte, en ocasiones, las creencias irracionales suelen verse corroboradas y justificadas por el prejuicio de confirmación. En efecto, la percepción de incontrolabilidad de los eventos, así como las coincidencias fortuitas entre estos y la creencia infundada, sostienen y fomentan la conducta supersticiosa (
En continuidad a la alta prevalencia que tienen el conjunto de ideas infundadas antes exploradas, los datos informan que en lo que respecta a la existencia de naves espaciales que vienen de otros planetas, un 59.9 % de los chilenos manifiesta algún grado de convicción y uno de cada tres cree abiertamente (35 %). Creencia que es más susceptible en hombres [65.3 %; (EXP(β) = 1.32;
Los datos informan que aún no nos hemos despojado de las desconcertantes, irracionales e infundadas concepciones del pasado. Muy por el contrario, estas ideas están fuertemente arraigadas y se instalan en un contingente cada vez más grande de personas, por lo que el interés y la preocupación por el estudio de las ideas irracionales o creencias infundadas no resulta ser meramente conceptual, sino que persigue también un fin práctico y de naturaleza ética. La fe y la confianza inquebrantable en la creencia infundada corrompe la cultura y desvirtúa la ciencia, cuyo estatus busca usurpar, poniendo en peligro la búsqueda de la verdad (
Argumentar racionalmente porqué estas creencias, incluso las sostenidas por la pseudociencia con su aura de aparente sistematicidad, son infundadas, pareciera no ser suficiente. Sus partidarios, operando desde el dogma, el principio de autoridad revelada y el comportamiento de secta, parecen ser inmunes al peso de la prueba, al argumento racional, incluso no se dejan seducir por la divulgación científica. Al aferrarse en la promesa irreal de una vida mejor, en la esperanza fatua de una prolongación, en lo rentable que resultan las pseudorrespuestas simples a problemas complejos, no tan solo se deambula en la ignorancia, sino que rápidamente se adscribe a la intolerancia, lo que pone en cuestión la premisa de la inocuidad de la creencia irracional e infundada. En consecuencia, con el objeto de controlar su diseminación viral, pareciera cada vez más necesaria la ridiculización explícita y directa, como estrategia para desenmascarar lo risible de ellas, tal y como desde el ateísmo militante se sostiene respecto de la existencia de Dios.
Las creencias configuran parte de la realidad y del mundo que los seres humanos compartimos, algunas de las cuales sirven para sostener explicaciones acerca de fenómenos desconocidos. La vida social, tal y como la conocemos, es atravesada por numerosas visiones acerca de lo real, por ella fluyen distintas explicaciones respecto del cómo y por qué suceden las cosas, en su mayoría denominadas dentro de lo científico o no científico. Mientras las primeras tienen una raigambre teórica clara, una conceptual definida y un método riguroso, las segundas tienen un carácter informal, poco delimitado respecto a las reglas utilizadas en cada conclusión, especialmente abocadas a campos del saber espiritual, astrológico y adivinatorio. Por su persistente mantenimiento en la conciencia colectiva, este segundo tipo de conocimiento o de saberes resulta interesante de abordar, máxime con los cambios culturales acaecidos los últimos 30 años en Chile, donde la irrupción de las tecnologías ha puesto de manifiesto su inconsistencia, en más de una ocasión.
Con base en la información proporcionada por la Encuesta nacional de percepción social de la ciencia y la tecnología (EPSCYT), aplicada en Chile el año 2016 por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), este artículo exploró las creencias que tienen los chilenos y chilenas en la llamada pseudociencia, y cómo estas se manifiestan según atributos sociodemográficos.
En términos generales, la población mayoritariamente adscribe que lo único cierto es aquello que se puede comprobar (73.6 %), dando cuenta de un sistema cognitivo que reconoce el importante peso de la prueba para validar las ideas y creencias que se sostienen, adhesión a estructuras de pensamiento hipotético-deductivo menos sensibles a la seducción que genera el principio de autoridad. No obstante, contradictoriamente, también manifiestan, con diversos grados de certeza, la creencia en la existencia de los milagros (79 %), de los espíritus (65 %), la telepatía (60.2 %), la adivinación (38.8 %), la numerología (50.4 %) y los OVNIS (59.9 %).
Al respecto, aparecen al menos dos paradojas. La primera, y más obvia, es que aun con el extenso desarrollo y difusión que las ciencias formales han hecho respecto del cómo y por qué ocurren algunos fenómenos, persiste en la sociedad gran cantidad de personas que sostiene creencias infundadas, irracionales, que en contextos de modernidad se considerarían superadas o en franca decadencia. Si bien esto podría estar vinculado con escaso acceso a fuentes de información, el uso de las TIC en la población se ha masificado de tal forma que hace insostenible tal acusación; de hecho, son los medios de comunicación de masas los que mayormente sirven de palestra para producir, distribuir y consumir incertidumbres. La segunda es que, aun cuando en la población chilena se ha ampliado la presencia de factores teóricamente protectores para la credulidad, a saber, mayores niveles de escolaridad, urbanización, menos dependencia religiosa y adscripción a la tesis de la comprobabilidad, tales creencias infundadas conviven con las provistas por la ciencia.
Los datos evidencian que las creencias infundadas constituyen una dimensión importante en la vida del sujeto, más general y arraigada de lo que estaríamos dispuestos a reconocer, dado el vertiginoso avance científico y posicionamiento tecnológico en la vida moderna. Sistema de creencias que, en un contexto de pluralismo y libertad, se nutre de una amplia gama de representaciones provenientes del pensamiento mágico, las que ofrecen sentido, cobijo y certidumbre, en un contexto donde la institucionalidad demuestra cierta ineficacia para responder al sentimiento de desesperanza y vulnerabilidad de sus ciudadanos.
Búsqueda de sentido que es hábilmente amplificada por los medios de comunicación y redes sociales que difunden de forma masiva, irresponsable e incluso dolosamente, una significativa cantidad de información errónea, circunstancial e incompleta. Afán inescrupuloso y a veces mercantil que saca provecho de la ingenuidad y necesidad de creer que tienen los sujetos, a lo que se suman intrincados mecanismos psicológicos como los errores de percepción y selectividad de la memoria que releva y generaliza el evento casual y anecdótico.
En lo fundamental, la ciencia nos informa que existimos en un universo menos caótico de lo aparente y que los fenómenos poseen una explicación, aun cuando esta no haya sido descubierta. En consecuencia, la ciencia, en su afán de la búsqueda de la verdad, no solo le atañe la responsabilidad de correr las fronteras del conocimiento, sino que además divulgar de forma clara y comprensible estos hallazgos al gran público no iniciado, reduciendo la brecha o distancia cognoscitiva entre el conocimiento popular y el especializado, tanto para superar el estado de ignorancia, como para deshacer sistemas de creencias infundadas que, dada su capacidad de propagación, resultan menos inocuas de lo que en primera instancia suele suponerse.
La encuesta nacional de percepción social de la ciencia y la tecnología (EPSCYT) del año 2016 se constituye en la primera experiencia aplicada a nivel nacional, tendiente a explorar las percepciones y apropiaciones que tiene la ciudadanía sobre creencias en CyT. Futuras aplicaciones proyectadas posibilitarán contar con mejores índices e indicadores que establezcan la evolución en el tiempo de estos fenómenos, la caracterización de grupos y definición de nuevas y más refinadas estrategias para la divulgación del conocimiento científico y creencias basadas en evidencias. Las sucesivas aplicaciones de la encuesta y sus correspondientes ajustes permitirán profundizar esta línea de investigación y utilizar modelos estadísticos más robustos para el análisis. Modelos de series de tiempo y diseños multivariantes superarían las limitaciones asociadas al análisis descriptivo del espacio bivariante, de manera a atender cabalmente la complejidad de estos fenómenos perceptivos.
Un mayor conocimiento y experiencia en el estudio de las creencias impulsarán el refinamiento de ítems e incorporación de nuevos reactivos en encuestas
Esta investigación fue elaborada por el Centro de Investigación CIDCIE de la Universidad del Bío-Bío y pertenece a la línea de desarrollo “Sociedad, Educación y Tecnología de la Información”.
Artículo de investigación.