La experiencia de significado en la vida como variable mediadora de la relación entre religiosidad y ajuste psicológico*

The experience of meaning in life as a mediator variable in the relationship between religiousness and psychological adjustment

Universitas Psychologica, vol. 18, núm. 5, 2019

Pontificia Universidad Javeriana

Antonio Cregoa a

Universidad Pontificia de Salamanca, España


José Ramón Yela

Universidad Pontificia de Salamanca, España


María Ángeles Gómez-Martínez

Universidad Pontificia de Salamanca, España


Elena Sánchez-Zaballos

Universidad Pontificia de Salamanca, España


Recepción: 08 Enero 2018

Aceptación: 27 Octubre 2019

Resumen: Este estudio tiene como objetivo someter a prueba la hipótesis de que la relación entre religiosidad y bienestar psicológico puede estar mediada por el grado en que alguien experimenta sentido o propósito en su vida. Se realizó una encuesta en la que participó una muestra de 1553 personas de América Latina (87.6 % mujeres), con un rango de edad entre 18 y 70 años (M = 40.16, DE = 16.02), que respondieron a un cuestionario que incluía medidas de significado en la vida (Purpose in Life Test) y ajuste psicológico (Satisfaction with Life Scale, Subjective Happiness Scale, GHQ-12 y PANAS). Los resultados indicaron que aquellos que se definían como creyentes practicantes presentaban, en general, mayor bienestar, menos síntomas psicológicos y menor afecto negativo que los creyentes no-practicantes, que a su vez reportaron un mejor ajuste en comparación con los no-creyentes. Estas relaciones se encontraban, además, parcial o totalmente mediadas por las puntuaciones en variables referidas a la percepción de significado en la vida, en las que también las personas definidas como creyentes practicantes obtenían los valores más elevados. Como conclusión, la experiencia de sentido y propósito en la vida se revela como un aspecto clave para entender la conexión entre religión y bienestar psicológico.

Palabras clave:religiosidad, bienestar, significado en la vida, propósito, salud mental.

Abstract: This study aims to test the hypothesis that the relationship between religiousness and psychological well-being could be mediated by the levels of meaning or purpose in life a person experiences. A survey study was carried out. A sample comprising 1553 participants from Latin America (87.6 % female), with age ranging from 18 to 70 years (M = 40.16, DE = 16.02) completed a questionnaire survey including measures of meaning in life (Purpose in Life Test) and psychological adjustment (Satisfaction with Life Scale, Subjective Happiness Scale, GHQ-12, and PANAS). Results indicated that practicing-believers reported, overall, higher levels of well-being, and lower levels of psychological symptoms and negative affect, compared with non-practicing believers. Non-practicing believers, in turn, presented better psychological adjustment, compared with non-believers. The relationships between religiousness and psychological adjustment was partially or fully mediated by scores of meaning in life, with practicing believers reporting highest levels. We conclude that perception of meaning and purpose in life is a key variable to understand the relationship between religion and well-being.

Keywords: religiousness, well-being, meaning in life, purpose, mental health.

Según datos de una encuesta realizada a nivel mundial, en 2016 un 62 % de la población se consideraba religiosa, un 25 % no-religiosa, y un 9 % se definían como ateos (The Worldwide Independent Network-Gallup International, 2017). En América Latina, el 88 % de la población se identifica como cristiano (69 % católico, 19 % protestante), el 8 % se define como ateo, agnóstico o sin una religión, y el 4 % sería seguidor de otras religiones (Pew Research Center, 2014). La religiosidad, por tanto, es un fenómeno ampliamente extendido. Más allá del impacto social, cultural e institucional que ello supone, la religión da satisfacción a importantes necesidades psicológicas y psicosociales. La reducción de la incertidumbre y la angustia ante los eventos de la vida, el consuelo ante las dificultades, la enfermedad o la muerte, la identificación de valores y pautas para orientar la propia conducta, la actitud compasiva y de apertura a los semejantes, o el apoyo social que proporciona la comunidad, son elementos comunes a distintas prácticas religiosas y espirituales, con efectos sobre las emociones y el comportamiento de individuos y grupos (Falb & Pargament, 2014; Gall & Guirguis-Younger, 2013; Pargament, 2001; Pargament & Park, 1997; Saslow et al., 2013; Vail et al., 2010).

Distintas investigaciones han establecido, de manera consistente, una relación entre religiosidad, bienestar psicológico y salud (George, Ellison, & Larson, 2002; Lee & Newberg, 2005; Park & Slattery, 2013; Seybold & Hill, 2001). Por ejemplo, se ha sugerido que la práctica religiosa puede promover comportamientos saludables, favorecer estados psicológicos positivos, o dotar al individuo de una red de apoyo social; y, según señalan distintos estudios, todo ello tendía consecuencias favorables respecto de la longevidad (McCullough, Hoyt, Larson, Koenig, & Thoresen, 2000; Oman & Thoresen, 2005; Strawbridge, Shema, Cohen, & Kaplan, 2001). La relación entre religión y salud mental también ha sido ampliamente analizada (Bonelli & Koenig, 2013; Gonçalves, Lucchetti, Menezes, & Vallada, 2015; Miller & Kelley, 2005). En este sentido, un metaanálisis realizado por Hackney y Sanders (2003) encontró una relación global positiva y significativa entre el nivel de ajuste psicológico y la religiosidad, de r = 0.1, sin tener en cuenta variaciones posibles en la definición de religiosidad o salud mental entre estudios. De modo similar, Steger & Frazier (2005) encontraron, en una muestra de 508 participantes, una correlación significativa r = 0.2 entre religiosidad y satisfacción vital. Los mismos autores, en una muestra de 240 participantes, hallaron correlaciones significativas de r = 0.33 y r = 0.22 entre optimismo y autoestima, respectivamente, y religiosidad. Finalmente, en esta serie de estudios, se encontró una correlación no significativa r = 0.12 entre religiosidad y bienestar, aunque dicho resultado se refiere a una muestra de 84 personas (Steger & Frazier, 2005).

No obstante, la religión es un proceso más rico y complejo de lo que los investigadores habían anticipado. Por una parte, las consecuencias de la religiosidad pueden ser variadas en función de las características, tanto de la práctica religiosa como de la persona que se implica en ella (Flannelly, 2017; Pargament, 2002a; Silton, Flannelly, Galek, & Ellison, 2014). Por ejemplo, para aquellos con un alto sentido religioso, la percepción de falta de propósito en la vida puede representar una mayor amenaza a su identidad, y asociarse a un mayor riesgo de aparición de síntomas, como ansiedad, paranoia u obsesión (Galek, Flannelly, Ellison, Silton, & Jankowski, 2015). Por otra parte, algunos autores han informado de que la relación entre religiosidad y bienestar no sería de gran magnitud (Chamberlain & Zika, 1988, 1992).

La principal tarea a la que se enfrenta ahora la investigación sobre las consecuencias psicológicas de la religiosidad es la de determinar cuáles son los mecanismos de mediación que explicarían la relación entre creencia y/o práctica religiosa y variables de resultado como el bienestar o la salud mental (Baumeister, 2002; Pargament, 2002b; Steger & Frazier, 2005). En este sentido, se han realizado ya notables avances. Desde un punto de vista teórico, Park (2013) muestra una vía a través de la cual la espiritualidad podría estar asociada con consecuencias relativas a la salud y la calidad de vida. Según esta autora, la espiritualidad se asocia con aspectos psicológicos como el sentido de control y autorregulación, el afecto positivo, la autoestima, los procesos orientados a objetivos, o el apoyo social. A su vez, estas variables podrían tener tanto efectos directos (como la modulación de presión sanguínea, el funcionamiento del sistema inmune, etc.) como indirectos (como conductas saludables, adherencia a los tratamientos, etc.) sobre la salud. En una línea similar, Joiner, Perez y Walker (2002) han apuntado que las personas que participan en una comunidad religiosa pueden recibir, como consecuencia de ello, apoyo social por parte del grupo de practicantes, y que este factor podría hacerles menos vulnerables a experimentar síntomas psicológicos. Esta idea ha recibido además respaldo empírico, pues se encontró que el apoyo social dentro del propio grupo religioso media la relación entre religiosidad y salud mental (Ellison, Musick, Levin, Taylor, & Chatters, 1997). George et al. (2002), por su parte, han sugerido cuatro mecanismos que podrían explicar la relación entre religiosidad y salud, entre los que citan, además del apoyo social, la implicación en prácticas saludables, el hecho de que la práctica religiosa puede contribuir al desarrollo de la autoeficacia o la autoestima, y el establecimiento a través de ella de un sentido de coherencia. No obstante, los autores encontraron que la evidencia no permitía extraer conclusiones firmes respecto de estas vías de mediación.

Recientemente, Aghababaei et al. (2016) han hallado que las percepciones de propósito en la vida podrían explicar la relación entre actitudes religiosas y bienestar subjetivo. Se ha encontrado, además, evidencia a favor de que relación entre la religiosidad o espiritualidad y el bienestar pudiera estar mediada por las emociones positivas. En concreto, serían emociones relacionadas con la auto-transcendencia, como la gratitud, el amor, el asombro, o la sensación de paz, las que explicarían dicha asociación (Van Cappellen, Toth-Gauthier, Saroglou, & Fredrickson, 2016).

Otros mecanismos explicativos hacen referencia a aspectos de la forma de entender la vida que deriva de la religiosidad. Por ejemplo, Tix y Frazier (2005) han planteado que el grado en que una persona infunde un propósito religioso o espiritual a sus esfuerzos del día a día podría explicar la relación entre religiosidad y bienestar. De hecho, estos autores encontraron que la “santificación” de los acontecimientos de la vida cotidiana, esto es, el hecho de que el individuo les confiera un carácter sagrado, religioso o espiritual, explicaba la relación negativa que se observa entre religiosidad y puntuaciones en hostilidad.

En este contexto de búsqueda de los mecanismos de mediación entre religiosidad y bienestar psicológico o la salud mental, una de las variables más prometedoras es la presencia de significado en la vida. Según han planteado algunos autores, la religiosidad o la espiritualidad podrían estar asociadas al bienestar psicológico en la medida en que facilitan a la persona creyente la experiencia de que su vida tiene un sentido (Steger & Frazier, 2005).

Religiosidad y experiencia de sentido en la vida

La noción de “significado en la vida” puede ser difícil de aprehender, a pesar de los esfuerzos desde la investigación psicológica para llegar a una definición de la misma. George y Park (2016) y Martela y Steger (2016) han aportado operacionalizaciones del concepto similares, según las cuales en el constructo de significado en la vida habría tres componentes interrelacionados: comprensión, propósito y significatividad. La comprensión (comprehension/coherence) hace referencia al grado en que la persona experimenta coherencia, y a su capacidad para comprender la propia vida y los acontecimientos de esta. El componente propositivo (purpose) alude a la dirección y motivación de la persona, orientada hacia objetivos vitales que valora positivamente. Finalmente, el elemento de significatividad (mattering/significance) trata de captar la medida en que se experimenta la propia existencia como algo importante, valioso, que merece la pena. Según Martela y Steger (2016) el componente de coherencia tendría un carácter marcadamente cognitivo, que actuaría reduciendo la incertidumbre inherente a la vida; el establecimiento del propósitos vitales actuaría como componente motivacional, con carácter además normativo en cuanto que sirve de orientación a la conducta; la significatividad, por último, sería un elemento evaluativo, al referirse a los aspectos de la vida que se consideran inherentemente valiosos. Proulx y Inzlicht (2012), en un sentido convergente, afirman que el significado implica tanto una comprensión epistemológica del mundo como una visión teleológica, referida a los fines, propósitos, o metas de la vida, de lo cual deriva además una orientación moral o ética, una orientación para la acción.

Son numerosos los autores que desde la psicología han considerado que la religión es un sistema de creencias y prácticas que aporta al individuo una forma de interpretar los acontecimientos de la vida, dándoles un significado, y a la vez orientándolo hacia determinadas metas. Por ejemplo, Park (2013) contempla la espiritualidad dentro de lo que denomina “significado global”, esto es, un sistema general que incluye creencias sobre el funcionamiento del mundo, la propia identidad, la capacidad de control, la justicia, la divinidad, etc. Además, la religión identificaría objetivos o ideales hacia los que encaminar la conducta; y, finalmente, aportaría la sensación subjetiva de que la vida tiene sentido. En la misma línea, Baumeister (1991) afirma que la religión trata de los significados de más alto nivel. Para este autor, la práctica religiosa daría satisfacción a las cuatro necesidades de significado que son centrales en su modelo sobre la experiencia sentido de la vida. Así, la religión proveería al individuo de propósitos vitales (purpose), valores para discernir entre pautas de actuación positivas o negativas (value), un sentido de eficacia (efficacy) en lo que respecta a la comprensión de los eventos de la vida, y finalmente, un sentido de dignidad personal (self-worth), muy relacionado con la pertenencia a una comunidad. De manera parecida, para Newton y McIntosh (2013) la religiosidad podría hacer algunas contribuciones únicas a la experiencia de sentido, y potenciar la presencia de significado a través de un sistema comprehensivo de creencias y prácticas, la identificación de aspectos sagrados, creencias específicamente referidas al significado de la vida, o mediante el componente social de la religión. Se ha señalado además que la religión cumpliría una función existencial, como vía para la restauración del marco de significados de una persona tras haber sufrido acontecimientos traumáticos o experimentado situaciones vitales que suponen un desafío importante a su forma de entender el mundo (Park, 2005; Park & Edmondson, 2012; Pargament & Park, 1997).

Desde de la investigación empírica, diversos estudios apuntan consistentemente a la religión o la espiritualidad como fuentes de significado en la vida (Emmons, 2003; Fegg, Kramer, L’hoste, & Borasio, 2008; Pargament & Park, 1997; Steger et al., 2013; Wong, 1998, 2008). Por ejemplo, Gallego-Pérez, García-Alandete y Pérez-Delgado (2007) han informado de relaciones significativas entre mayores puntuaciones en el test de Propósito en la Vida (PIL) (Crumbauch & Maholick, 1969) y algunos aspectos indicativos de una mayor religiosidad, en términos de autodefinición religiosa, asistencia a la servicios religiosos, e importancia de Dios en la propia vida. En esta línea, García-Alandete, Rosa Martínez, Sellés Nohales, & Soucase Lozano (2013) han planteado también que la religiosidad intrínseca es una fuente de sentido para la persona. La religiosidad intrínseca y prácticas como la asistencia a la iglesia, leer la Biblia o la oración personal se han encontrado conectadas a un mayor sentido de propósito en la vida (Francis, 2000; Francis & Burton, 1994; Francis, Jewell, & Robbins, 2010; Robbins & Francis, 2000). Algunos resultados encontrados apuntan en la misma dirección. En el citado estudio de Steger y Frazier (2005) las correlaciones entre religiosidad y presencia de significado en la vida se movían en un rango desde r = 0.27 a r = 0.4, dependiendo del tamaño de la muestra empleada, y donde las asociaciones eran significativas en todos los casos. Estudios más recientes, como el de Shiah, Chang, Chiang, Lin y Tam (2015) han hallado correlaciones parciales significativas entre significado en la vida y la creencia (r = 0.17) y práctica (r = 0.16) religiosa.

La presencia de significado en la vida como variable mediadora

Al igual que la espiritualidad o la religión, en general los sistemas de significados globales sobre la vida pueden incidir sobre la salud y el bienestar de muchas maneras, y juegan un papel esencial en cómo afrontamos las crisis y la enfermedad grave (Park, 2013). La presencia de significado en la vida se ha encontrado repetidamente asociada a resultados positivos como la satisfacción vital (Steger, Frazier, Oishi & Kaler, 2006; Steger & Kashdan, 2007), el bienestar subjetivo (Schnell, 2009; Zika & Chamberlain, 1992), la salud física y mental (Steger, Fitch-Martin, Donnelly, & Rickard, 2015; Glaw, Kable, Hazelton, & Inder, 2017) y las evaluaciones subjetivas sobre el estado de salud (Krause, 2018).

Varios estudios han sometido a prueba la hipótesis del rol como variable mediadora que el significado en la vida podría desempeñar en la relación entre religión y ajuste psicológico. Chamberlain y Zika (1988) llevaron a cabo un estudio con una muestra de mujeres neozelandesas, y concluyeron que el significado mediaba la relación entre religiosidad intrínseca y satisfacción vital. En muestras de estudiantes universitarios norteamericanos, Steger y Frazier (2005) han encontrado que la presencia de significado en la vida explicaba la relación entre religiosidad y satisfacción vital, optimismo y autoestima en un 92.3 %, 53.4 % y 76 %, respectivamente. Además, estos investigadores identificaron que las conductas cotidianas de carácter religioso se encontraban asociadas al bienestar psicológico, y esta relación nuevamente era explicada por el grado en que se experimentaba significado en la vida. En este caso, las puntuaciones de significado vital explicaban el 90.8 % de la relación entre la realización de conductas religiosas y el nivel de bienestar diario. También otros estudios de diario, como el realizado por Kashdan y Nezlek (2012) han llegado a conclusiones similares. Estos autores hallaron que la espiritualidad diaria aparecía asociada a variables como la autoestima o la afectividad positiva, y que estos efectos eran completamente mediados por la presencia de significado en la vida.

En este contexto, el estudio que se presenta trata de someter a prueba la hipótesis general de que los efectos de la religiosidad sobre el nivel de ajuste psicológico pueden ser explicados en función del grado de sentido o propósito que alguien percibe en su vida. Esta hipótesis lleva implícitas, a su vez, tres hipótesis más concretas:

Hipótesis 1: la religiosidad estará asociada con los niveles de ajuste psicológico. Se espera que, a mayor grado de religiosidad, se darán mayores puntuaciones en variables como la satisfacción vital, la felicidad y la afectividad positiva; e inversamente, se observarán menores puntuaciones en sintomatología psicológica y emociones negativas.

Hipótesis 2: es esperable que, a mayor grado de religiosidad, se obtengan mayores puntuaciones en variables indicativas de percepción de sentido en la vida.

Hipótesis 3: se espera que los efectos de la religiosidad sobre el nivel de ajuste psicológico puedan ser explicados, en algún grado, por la experiencia de significado vital que se asocia a la creencia religiosa.

Método

Participantes

En este estudio participaron un total de 1553 personas de América Latina, con una media de edad de 40.16 años (DE = 16.02), y de las cuales el 87.6 % eran mujeres. Las nacionalidades que tuvieron una mayor representación en la muestra fueron Venezuela (40.6 %), Colombia (14.6 %), Argentina (12.6 %), Uruguay (6.8 %) y México (5.1 %), llegando a recogerse respuestas desde un total de 17 países. Entre los encuestados predominaba el nivel de estudios de grado o licenciatura (42.8 %). El 14.3 % manifestó tener estudios de postgrado, el 21.8 % formación profesional, el 17 % estudios de bachillerato, y el 4.1 % estudios de nivel básico u obligatorio. En lo que respecta a su situación laboral, el 44.7 % de los participantes se encontraba en activo en el momento de la recogida de datos, el 18.3 % estaba estudiando y no tenía un empleo que le permitiera la autonomía, el 14.3 % estaba en situación de desempleo, el 11.8 % retirado, y el 10.9 % en otras situaciones no especificadas.

Instrumentos

El cuestionario empleado incluía ítems referidos a variables sociodemográficas (edad, género, nacionalidad, nivel educativo, situación laboral, etc.) y escalas con las que se pretendía medir el grado en que los participantes percibían sentido o propósito en sus vidas, así como sus niveles de satisfacción vital, felicidad subjetiva, síntomas psicológicos y la frecuencia con que experimentaban emociones positivas y negativas.

Para evaluar el grado en que los participantes experimentaban significado en sus vidas se empleó el Purpose in Life Test (PIL) (Crumbauch & Maholick, 1969), en su versión adaptada al español por García-Alandete, Rosa Martínez y Sellés Nohales (2013). Esta escala consta de 10 ítems orientados a medir el grado en que se percibe que la vida está llena de propósito y significado. Un ejemplo de ítem es “Considero que mi capacidad para encontrar un significado, un propósito o una misión en la vida es: prácticamente nula/muy grande”. La escala emplea un formato de respuesta tipo Likert de 1 a 7, donde las puntuaciones más altas reflejan una mayor experiencia de significado y propósito. La escala permite, además, siguiendo a García-Alandete, Rosa Martínez, & Sellés Nohales (2013), el cálculo de puntuaciones para dos factores. Uno, denominado Satisfacción y Sentido de la Vida (SSV), hace referencia a aspectos cognitivo-evaluativos relacionados con el sentido de la vida. El otro factor, denominado Metas y Propósitos en la Vida (MPV), tiene un carácter motivacional y hace referencia a la percepción de tener identificada una meta u objetivo en la vida hacia cuya consecución se orienta el comportamiento de la persona. La fiabilidad Alfa de Cronbach fue α = 0.93 para la escala total, α = 0.92 para los ítems del factor SSV, y α = 0.83 para los ítems del factor MPV.

El grado de satisfacción en la vida experimentado por los participantes fue medido a través de la adaptación al español de la Satisfaction with Life Scale (SWLS) (Diener, Emmons, Larsen, & Griffin, 1985; Vázquez, Duque, & Hervás, 2013). Esta escala consta de 5 ítems que se responden en una escala tipo Likert con 7 opciones de respuesta (1 = Totalmente en desacuerdo, 7 = Totalmente de acuerdo), donde las puntuaciones más elevadas representan mayores niveles de satisfacción vital. Un ejemplo de ítem de esta escala es: “Estoy completamente satisfecho-a con mi vida”. La escala presentó una fiabilidad Alfa de Cronbach α = 0.86.

La felicidad subjetiva de los participantes fue evaluada mediante la traducción al español de la Subjective Happiness Scale (SHS) (Lyubomirsky & Lepper, 1999), desarrollada por Extremera y Fernández-Berrocal (2014). Esta escala persigue la medición de los niveles de felicidad a partir de 4 ítems, puntuados en una escala Likert de 7 puntos, y que reflejan autoevaluaciones de la felicidad o infelicidad de la persona en términos absolutos, en comparación con otras personas, o con relación a ejemplos que representan a personas felices o no felices. Uno de los ítems de la escala es: “Comparado con la mayoría de la gente que me rodea, me considero (1 = menos feliz, 7 = más feliz)”. Para esta escala se calcula una puntuación total promediando las respuestas a los 4 ítems; consecuentemente, dicha puntuación oscila en un rango de 1 a 7, donde los valores más elevados reflejan un mayor grado de felicidad subjetiva. La fiabilidad de la escala fue α = 0.81.

La posible presencia de síntomas psicológicos fue evaluada mediante la adaptación al español del GHQ-12 (Rocha, Pérez, Rodríguez-Sanz, Borrell, & Obiols, 2011). Esta versión de 12 ítems del Goldberg's General Health Questionnaire (GHQ-12) (Goldberg & Williams, 1988) se ideó como un instrumento de screening para detectar posibles problemas psicológicos, relativos al sueño, la capacidad de concentración, el estado anímico o la ansiedad, entre otros. Un ejemplo de pregunta de esta escala es: “¿Ha pensado que usted es una persona que no vale para nada?”. Los participantes respondían a cada ítem en una escala de 0 a 3, en la que las puntuaciones más altas reflejan que el síntoma psicológico ha estado presente recientemente más de lo habitual. La escala presentó un coeficiente de fiabilidad α = 0.91.

La medición del afecto positivo y negativo se llevó a cabo empleando las correspondientes escalas del Positive Affect Negative Affect Schedule (PANAS) (Watson, Clark, & Tellegen, 1988), donde se utilizó la adaptación al español de Sandín et al. (1999). El Panas consta de un total de 20 ítems, 10 de los cuales se refieren a estados de ánimo positivos (motivado, entusiasmado, inspirado, etc.), y 10 representan emociones negativas (culpable, agresivo, avergonzado, etc.). El formato de respuesta consiste en una escala tipo Likert de 5 puntos, en la que 1 significa que el estado anímico referido en el ítem no se ha experimentado en absoluto o muy levemente, y 5 es indicativo de una presencia extrema de dicho afecto. Para cada una de las dos escalas —afecto positivo y negativo— se calcula una puntuación total promediando sus correspondientes diez ítems. Las puntuaciones elevadas, en cada caso, son indicativas de una mayor presencia de emociones positivas o negativas. Los índices de fiabilidad fueron en α = 0.91, tanto en la escala de afecto positivo como en la de afecto negativo.

El posicionamiento de la persona ante la religión se registró mediante un ítem en el que se pedía a los participantes que indicasen con cuál de estas tres categorías, “creyente practicante”, “creyente no-practicante”, o “ateo, agnóstico o indiferente a la religión” servía mejor para caracterizar su actitud hacia la religión.

Procedimiento

La recogida de datos de los participantes se llevó a cabo a través de un procedimiento de encuesta, donde se empleó un cuestionario online que fue distribuido y publicitado a través de redes sociales, y se enfocó el envío del mismo hacia toda la población Latinoamericana en el rango de edad de 18 a 70 años. En su página de inicio, el formulario de encuesta incluía una breve presentación del proyecto de investigación, donde se indicaba a los participantes que se tenía por objeto el análisis las posibles relaciones entre diversos factores y el bienestar psicológico. Se proporcionaban, además, garantías de anonimato a los participantes y se informaba del tratamiento de sus respuestas como datos agregados y exclusivamente para fines de investigación. Finalmente, se proporcionaba la vía de contacto con dos investigadores del equipo, en caso de que surgiera cualquier consulta relativa a la participación, para la que se solicitaba el consentimiento informado. Esta investigación contaba además con la aprobación del Comité de Ética en la Investigación de la de la Universidad Pontificia de Salamanca. La cumplimentación de la encuesta tenía un carácter voluntario y no se ofrecía contraprestación alguna por la participación en este estudio. La muestra resultante es, por tanto, una muestra de conveniencia, sin que sea posible garantizar que su representatividad con respecto al conjunto de países desde los que se obtuvo respuesta. El cuestionario se mantuvo abierto a la participación entre los meses de febrero y marzo de 2017. En total, durante la recogida de datos se recibieron 1714 cuestionaros procedentes de América Latina, de los cuales se descartaron 161 debido a que se trataba de respuestas duplicadas o fuera del rango de edad objeto de estudio. El porcentaje de respuestas válidas se sitúa, por tanto, en el 90.6 %.

Análisis de datos

Se calcularon estadísticos descriptivos (Media y Desviación estándar) para la muestra total, así como para cada uno de los tres grupos en función del posicionamiento ante la religión (creyentes practicantes, creyentes no-practicantes, y no-creyentes). Las observaciones realizadas se basan en el análisis de regresión lineal múltiple, que para llevarse a cabo, y dado que la variable religiosidad está definida como multicategórica, se procedió a establecer una codificación de las tres categorías de posicionamiento ante la religión como variables dummy (0.1). Al contar la variable religiosidad con tres categorías (k), en el procedimiento de codificación dummy se generan k-1 variables, donde se emplea como variable de contraste o control la categoría “no-creyentes”. En los modelos de regresión se incluyen por tanto dos variables “creyente practicante vs. no creyente” y “creyente no-practicante vs. no-creyentes”. Este procedimiento permite el tratamiento de la variable religiosidad en análisis de regresión lineal múltiple. Cuando en un mismo modelo de regresión se incluyen las k-1 categorías dummy creadas, el modelo funciona de forma similar al procedimiento de Anova, lo que permite la identificación de diferencias de medias estadísticamente significativas respecto de la variable dependiente en función de las categorías de posicionamiento religioso.

Para la comprobación de la hipótesis del posible rol de la experiencia de sentido en la vida como variable explicativa de la relación entre la religiosidad y las consecuencias relativas al bienestar psicológico, se siguió el procedimiento descrito por Baron y Kenny (1986) para la evaluación de efectos de mediación. En el caso de mediaciones parciales, se empleó además el test de Sobel (1982) para comprobar si se trataba de efectos estadísticamente significativos. La variable religiosidad —que actúa como variable independiente— está definida en nuestro estudio en términos multicategóricos, por lo que en los análisis se tuvieron también en consideración las indicaciones de Hayes y Preacher (2014) para la comprobación de relaciones de mediación que incluyen una variable independiente multicategórica. En todos los modelos de regresión anteriores se incluyó a edad como variable de control, ya que podría estar asociada a las variables objeto de estudio. Todos los análisis fueron realizados empleando el paquete estadístico SPSS 16 (IBM, Armonk, EE. UU.).

Resultados

Tal y como se refleja en la Tabla 1, los participantes informaron en general de niveles moderadamente altos en las variables relacionadas con la percepción de que la vida tiene un significado, así como de niveles moderados en lo que respecta a búsqueda de significado, satisfacción, felicidad y afectividad positiva. Por otra parte, su tendencia a experimentar síntomas psicológicos y emociones negativos puede considerarse moderadamente baja. En todas las medidas recogidas que expresan ya sea significado en la vida o bienestar positivo se observa el mismo patrón, según el cual las puntuaciones más elevadas corresponden al grupo de creyentes practicantes, seguido del grupo de creyentes no-practicantes y, finalmente, de aquellos que se definen como ateos, agnósticos o indiferentes a la religión. El patrón inverso se observa en las dos medidas que hacen referencia a aspectos indicativos de sintomatología psicológica y afectividad negativa. En cuanto a la variable búsqueda de significado, se observan puntuaciones muy similares entre los tres grupos de posicionamiento religioso.

Tabla 1
Estadísticos descriptivos para las variables del estudio, por grupo de posicionamiento ante la religión
Estadísticos descriptivos para las variables del estudio, por grupo de posicionamiento ante la religión


En la Tabla 2 se pone de manifiesto que existen diferencias estadísticamente significativas en las variables indicativas de experiencia de significado para los distintos grupos de posicionamiento religioso. Los coeficientes β significativos obtenidos en el análisis de regresión indican que los creyentes practicantes experimentan en mayor medida que sus vidas tienen un sentido y están orientadas a metas, en comparación con creyentes no-practicantes y no-creyentes. A su vez, los creyentes no-practicantes experimentarían en mayor grado que sus vidas tienen significado, en comparación con los no-creyentes. Estos resultados avalarían nuestra primera hipótesis, en la que se establecía la posibilidad de encontrar una asociación entre religiosidad y experiencia de significado en la vida. Atendiendo a los valores de R2 , el posicionamiento ante la religión, incluido en los modelos junto a la edad, explicaría entre el 5 % y el 12 % de la varianza de las puntuaciones en las variables indicativas de sentido vital.

Tabla 2
Análisis de regresión entre el posicionamiento ante la religión y las variables referidas al significado en la vida
Análisis de regresión entre el posicionamiento ante la religión y las variables referidas al significado en la vida

Nota.*p < 0.05; **p < 0.01; ***p < 0.001. Las categorías de posicionamiento ante la religión se comparan con el grupo de “no-creyentes”


Los tres grupos de posicionamiento ante la religión también difieren significativamente en las variables satisfacción en la vida y felicidad subjetiva (Tabla 3). En cuanto a las diferencias en los niveles de síntomas psicológicos, afecto positivo y afecto negativo observadas entre los tres grupos, estas solo serían estadísticamente significativas cuando se compara el grupo de creyentes practicantes con el de no-creyentes, pero no en la comparación entre creyentes practicantes y no-practicantes, o en la comparación entre creyentes no-practicantes y no-creyentes (Tabla 3). Se confirma así nuestra segunda hipótesis, en la que se anticipaba una asociación entre religiosidad y ajuste psicológico. No obstante, la magnitud de la asociación entre religiosidad y variables de resultado no es elevada, como reflejan los valores correspondientes de R 2.

Tabla 3
Análisis de regresión entre posicionamiento ante la religión y medidas de ajuste psicológico
Análisis de regresión entre posicionamiento ante la religión y medidas de ajuste psicológico


La proporción de varianza explicada en las variables de resultado se incrementa considerablemente cuando se introducen en los modelos de regresión, las puntuaciones indicativas de propósito en la vida. Además, los coeficientes β significativos indican que la mayor presencia de sentido o propósito se asocia a un mejor grado de ajuste psicológico (Tabla 4).

Tabla 4
Análisis de regresión entre las puntuaciones del PIL (Total, SSV y MPV) y medidas de ajuste psicológico, controlando el posicionamiento ante la religión
Análisis de regresión entre las puntuaciones del PIL (Total, SSV y MPV) y medidas de ajuste psicológico, controlando el posicionamiento ante la religión

Nota.*p < 0.05; **p < 0.01; ***p < 0.001. Las categorías de posicionamiento ante la religión se comparan con el grupo de “no-creyentes”


En el procedimiento para comprobar si la relación entre posicionamiento religioso (Variable Independiente, VI) y las variables de resultado analizadas (variables dependientes, VD) está mediada por las variables referidas a propósito en la vida (variables mediadoras, VM), el primer paso consiste en analizar si, efectivamente, existe una relación entre la VI y las VD. Tal efecto, como se ha mencionado anteriormente, se observa en el análisis recogido en la Tabla 3, que pone de manifiesto que el posicionamiento religioso es un predictor significativo del ajuste psicológico. El siguiente paso del procedimiento para evaluar la hipótesis de la mediación es comprobar que la VI y la VM propuesta están significativamente asociadas. En este sentido, el análisis de regresión presentado en la Tabla 2 permite afirmar que el posicionamiento religioso es un predictor significativo de la percepción de los participantes de que sus vidas están orientadas hacia algún propósito.

Finalmente, en un tercer paso, la hipótesis de la mediación requiere analizar qué ocurre cuando la VM se introduce conjuntamente con la VI en un mismo modelo de regresión, como variables predictoras de las variables de resultado. Tal y como se observa en la Tabla 4 (Modelos 1, 2 y 3), la percepción de significado en general (PIL), sentido (SSV) o propósito (MPV) en la vida son predictores significativos de la satisfacción en la vida, la felicidad subjetiva, el nivel de síntomas psicológicos y la afectividad positiva o negativa. Este hecho además tiene efectos sobre el nivel de significación de la variable posicionamiento religioso. En los casos en los que este deja de ser un predictor significativo de las variables de resultado, se puede concluir que las variables referidas a la presencia de sentido mediarían completamente la relación entre religiosidad y ajuste psicológico. Así, las puntuaciones totales en el PIL y en las subescalas SSV y MPV mediarían completamente la asociación entre religiosidad y felicidad subjetiva, síntomas psicológicos, afectividad positiva y afectividad negativa.

Las variables indicativas de percepción de sentido en la vida son predictores significativos de la satisfacción vital; pero cuando se incluye junto al posicionamiento religioso en la regresión (Tabla 4), la categoría “creyente practicante” —aunque su coeficiente β se vea reducido— sigue siendo un predictor significativo de la satisfacción. Este hecho podría indicar la presencia de una mediación parcial. El test de Sobel confirmó tal efecto de mediación parcial significativo en el caso de las puntuaciones totales del PIL (z = 6; p = 0), SSV (z = 5.28; p = 0), y MPV (z = 6.26; p = 0). Estos resultados, en consecuencia, aportan evidencia en favor del rol explicativo de las variables relacionadas con la percepción de significado en la vida, de acuerdo con lo esperado en nuestra tercera hipótesis.

Discusión

Los posibles efectos psicológicos de la religiosidad han sido ampliamente documentados, aunque lo cierto es que se sabe poco de los mecanismos mediante los cuales la práctica o la creencia religiosa se asocian a variables como el bienestar o la mayor o menor presencia de síntomas. Los resultados de este estudio contribuyen a profundizar tanto en el conocimiento de la relación entre religiosidad y ajuste psicológico, como en la identificación de variables explicativas. En este sentido, un primer resultado destacable es el hecho de que un mayor grado de religiosidad estaría asociado a mayores niveles de satisfacción con la vida, felicidad, afecto positivo, y a menores niveles de sintomatología psicológica y afectividad negativa. Este resultado es coherente con revisiones y metaanálisis de investigaciones previas (Hackney & Sanders, 2003; Miller & Kelley, 2005; Park & Slattery, 2013), que han hallado en general una asociación positiva entre religiosidad y bienestar o salud mental.

Los resultados de este trabajo suponen, además, una aportación en lo que respecta al conocimiento de la relación entre religiosidad e indicadores de la experiencia de sentido en la vida, que es consistente con estudios previos (Gallego-Pérez et al., 2007; García-Alandete, Rosa Martínez, Sellés Nohales, & Soucase Lozano, 2013). Nuevamente, los niveles más elevados en lo que respecta a la percepción de que la vida tiene un significado o propósito, corresponden al grupo de creyentes practicantes, seguido del grupo de creyentes no-practicantes, y finalmente, de no-creyentes. En definitiva, estos resultados proporcionan evidencia empírica para la idea de que, en alguna medida, la religiosidad aporta a la persona creyente una forma de entender, dar sentido y orientar su vida (Park, 2005; Park & Edmondson, 2012).

Otro resultado importante del presente estudio es el hallazgo de que las variables relacionadas con la percepción de sentido vital median, parcial o completamente, la relación entre religiosidad y las variables de resultado analizadas. Este hecho indicaría que los posibles efectos de la mayor religiosidad sobre las variables de ajuste psicológico analizadas se explicarían atendiendo a la mayor presencia de sentido experimentada por las personas con alta religiosidad. Este resultado va en la línea de estudios previos que han encontrado este efecto de mediación empleando otras muestras y metodologías (Chamberlain & Zika, 1988; Kashdan & Nezlek, 2012; Steger & Frazier, 2005). La religiosidad, a través de su sistema de creencias y prácticas, puede ser una fuente de sentido. De hecho, este parece ser uno de los elementos centrales en su relación con el bienestar psicológico.

Este estudio es, además, hasta donde los autores conocen, el primero en enfocarse en una muestra amplia de personas de América Latina. No obstante, los resultados obtenidos han de ser tomados con la debidas cautela, dado que hay que considerar algunas limitaciones de esta investigación. Por ejemplo, las medidas se toman en un solo momento y se emplea un diseño de tipo correlacional, lo que impide la certeza sobre la dirección de la causalidad en las relaciones analizadas. Por otra parte, la variable referida al posicionamiento religioso se basa en la autoidentificación de los participantes con alguna de las tres categorías ofrecidas, no se consideran distintas religiones, y tampoco se tienen en cuenta distintos tipos de práctica o creencia religiosa; todo ello contribuiría a una visión más compleja del fenómeno religioso. Finalmente, hubiera sido también interesante conocer las puntuaciones de los participantes en otras posibles variables implicadas en las relaciones analizadas que han recibido atención en estudios previos, como, por ejemplo, el nivel de apoyo social recibido y su relación con la práctica religiosa y el bienestar (Joiner et al., 2002; Park, 2013). Una posible línea de investigación futura sería tratar de conocer por qué las personas con actitudes religiosas, y más aún aquellas que son practicantes, perciben un mayor sentido o propósito en la vida. En el ámbito del estudio de la religiosidad, una investigación reciente ha señalado que algunas virtudes sociales como la compasión, el perdón o la ayuda altruista a otros están asociadas con un mayor sentimiento de significado en la vida (Krause, Hill, & Ironson, 2019). En este sentido, se podría tratar de conocer si la relación entre religiosidad y sentido de la vida estaría mediada por estas virtudes sociales. En definitiva, aunque los resultados obtenidos son coherentes con aquellos encontrados en la literatura previa, es necesario seguir profundizando en estos temas de investigación, ya que aún quedan preguntas abiertas.

Más allá del estudio de las actitudes religiosas, esta investigación pone de manifiesto el papel clave que tiene la experiencia de significado en la vida frente al ajuste psicológico. Este resultado, que se suma a la literatura ya existente en la misma línea, puede tener interesantes aplicaciones. Por ejemplo, podría ser interesante y conveniente incorporar el trabajo sobre la percepción de sentido, propósitos vitales o clarificación de valores en intervenciones orientadas a promover la salud y el bienestar psicológico.

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Notas

* Artículo de investigación.

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: acregodi@upsa.es

Información adicional

Para citar este artículo: Crego, A., Yela, J. R., Gómez-Martínez, M. A., & Sánchez-Zaballos, E. (2019). La experiencia de significado en la vida como variable mediadora de la relación entre religiosidad y ajuste psicológico. Universitas Psychologica, 18(5), 1-16. https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy18-5.esvv

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