Los ecosistemas de investigación y visibilidad: historias inspiradoras y realidades inciertas

Universitas Psychologica, vol. 18, núm. 2, 2019

Pontificia Universidad Javeriana

Los filósofos naturales (del siglo XVII), igual que los pintores que utilizaban espejos para centrar su atención y trastocar sus hábitos visuales, debían procurar también mantener en suspenso sus expectativas cuando observaban la naturaleza a través de instrumentos ópticos. Hasta que no lo consiguieron no pudo producirse la revolución científica.

(Snyder, 2017, p. 183)

En su bello libro El ojo del observador. Johannes Vermeer, Antoni van Leeuwenhoek y la reinvención de la mirada, Laura Snyder muestra maravillosamente las múltiples relaciones entre artistas, científicos, matemáticos, filósofos, artesanos, comerciantes, políticos, hombres de poder y gente común con las dinámicas políticas, sociales y económicas e incluso el mundo privado de las relaciones interpersonales con el desarrollo de conocimiento.

En su detallado viaje para descubrir el secreto de Vermeer de La joven de la perla o los increíbles detalles del mundo microscópico que descubrió Leeuwenhoek, Snyder (2017) resalta la importancia del impacto del desarrollo del conocimiento en lo social, al igual que lo describe también en forma excepcional Andrea Wulf en su libro La invención de la naturaleza: El Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt (2016) y que confirma la extraordinaria edición de la Humboldtiana neogranadina (2018) que muestra evidencia de como Humboldt en su Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo se ocupó, no solo de una apropiación académica del conocimiento, sino de una apropiación social del mismo.

Humboldt, un precursor de la ecología, ya en 1800 entendió que el conocimiento era una compleja red de actores y cómo las acciones de estos incidían en los desarrollos de la investigación. Está determinado que la producción de conocimiento está ligada a la dimensión social y este autor lo demostró al influir no solo en científicos como Darwin y Haeckel Muir, sino en pensadores como Thoreau y poetas de la dimensión de Goethe, y sobre todo al inspirar a figuras que transformaron la historia como Simón Bolívar y Thomas Jefferson (Wulf, 2016).

Estos hermosos libros muestran como, ya desde hace más de 400 años, estos científicos y artistas entendían cómo las dinámicas de producción, comunicación, formación, innovación y gestión de conocimiento se consolidarían como complejas redes dinámicas “ecosistemas de conocimiento” en las que los investigadores terminan inmersos en diversas estructuras (sistemas de financiación, formación, visibilidad y difusión) y actores (editores, evaluadores, administradores, estudiantes, directivos, tecnócratas).

Las interacciones que se dan entre actores y estructuras con frecuencia ocurren en medio de fuertes asimetrías de conocimientos, de formación e intereses que afortunada o desafortunadamente pueden hacer que los procesos de investigación se consoliden o se paralicen. Cuando la investigación, como en el caso de Colombia, está profundamente ligada a la universidad, los investigadores están sometidos a las presiones de las directrices relacionadas con otras funciones sustantivas como la formación, al mismo tiempo que los servicios y direcciones de las instituciones están buscando permanentemente producir las condiciones para generar indicadores de excelencia. Adicionalmente, están bajo las presiones ligadas a las relaciones socioemocionales, como se refleja en las dinámicas intra e intergrupales de las comunidades, por lo que se encuentran permanentemente bajo las influencias que surgen de ellas.

Por otra parte, estos académicos se ven sometidos a los permanentes cambios de los sistemas nacionales de evaluación de ciencia y tecnología que responden a dinámicas políticas, económicas, jurídicas e incluso ideológicas de los cambios de Gobierno.

La idea de los denominados ecosistemas de conocimiento trata, en términos prescriptivos, de señalar que los procesos de producción, comunicación, formación e innovación deberían ser sostenibles, lo cual implica que los investigadores y los diseñadores de políticas orientadas a la promoción de conocimiento científico incluyan una perspectiva que tome en cuenta todos los actores y subsistemas implicados. Desafortunadamente, en términos descriptivos la realidad muestra que estos ecosistemas, como se mencionó anteriormente, son, en países como Colombia, sistemas inconsistentes en sus políticas, que actúan como devaluadores y por tanto distan mucho de ser sostenibles.

No obstante, la historia parece mostrar que podemos encontrar modelos en estos excepcionales personajes de la academia, que podemos producir transformaciones en medio de las dificultades, si la pasión por la búsqueda de conocimiento y de contribuir a nuestro mundo se tornan misionales.

[…] una fuente con muchos chorros que manan de forma refrescante e infinita, y nosotros solo tenemos que colocar recipientes bajo ellos.

Goethe sobre Humbolt (Snyder, 2017)

Referencias

Gomez-Gutierrez, A. (2018). Humboldtiana neogranadina. (Vol. 1). Colombia: Cesa, Pontificia Universidad Javeriana, Universidad de los Andes, Universidad del Rosario, Universidad EAFIT, Universidad Externado de Colombia.

Snyder, L. J. (2017). El ojo del observador. Johannes Vermeer, Antoni Van Leeuwenhoek y la reinvención de la mirada (1.a ed., Trad., J. M. Álvarez). Barcelona: Editorial Acantilado.

Wulf, A. (2016). La invención de la naturaleza: El Nuevo Mundo de Alexander Von Humboldt. Madrid: Penguin Random House Grupo Editorial.

Información adicional

Para citar este editorial: López-López, W. (2019). Los ecosistemas de investigación y visibilidad: historias inspiradoras y realidades inciertas [Editorial]. Universitas Psychologica, 18(2), 1-3. https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy18-2.eivh

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