Aproximaciones a la psicología evolutiva en el siglo XIX colombiano*

Approaches to Evolutionary Psychology in the Colombian Nineteenth Century

Gilberto Oviedo Palomá, Jacqueline Benavides Delgado

Aproximaciones a la psicología evolutiva en el siglo XIX colombiano*

Universitas Psychologica, vol. 20, 2021

Pontificia Universidad Javeriana

Gilberto Oviedo Palomá a

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Jacqueline Benavides Delgado

Universidad Cooperativa de Colombia, Colombia


Recibido: 01 agosto 2020

Aceptado: 18 marzo 2022

Resumen: El presente artículo estudia la recepción de la psicología evolutiva en la Colombia del siglo XIX, a través de una revisión de la literatura. El documento describe las condiciones político-religiosas que llevaron al movimiento denominado “liberalismo radical” a promover las ideas de autores evolucionistas como Spencer y Darwin, en torno a la formación de la infancia. Fueron consultadas fuentes primarias de los liberales radicales: textos académicos con traducciones de los autores evolucionistas del momento, al igual que publicaciones periódicas, dirigidas a orientar la formación de la personalidad histórica del ciudadano a través de las instituciones estatales. La exposición de las ideas evolucionistas colombianas incluye la utilización de teorías como la frenología, al igual que las visiones comparativas entre el desarrollo infantil con entidades biológicas. El liberalismo radical presentó ideas modernas sobre la formación espiritual de la nación a través de la educación de la infancia, basada en una visión materialista en abierta oposición al modelo de enseñanza de la Iglesia católica, centrado en el adoctrinamiento religioso. El documento pretende llenar el vacío existente sobre la historia de la psicología evolutiva en Colombia en un periodo de fuertes resistencias religiosas hacia el evolucionismo.

Palabras clave:historia de la psicología, psicología evolutiva, historia de la psicología en Colombia, evolucionismo.

Abstract: This article studies the reception of evolutionary psychology in Colombia in the 19th century, through a review of the literature. The document describes the political-religious conditions that led to the movement called "Radical Liberalism" to promote the ideas of evolutionary authors such as Spencer and Darwin, regarding the formation of childhood. Primary sources of the radical liberals were consulted: academic texts with translations of the evolutionist authors of the moment, as well as periodic publications, aimed at guiding the formation of the historical personality of the citizen, through state institutions. The exhibition of Colombian evolutionist ideas includes the use of theories such as phrenology, as well as comparative views between child development and biological entities. Radical Liberalism presented modern ideas about the spiritual formation of the nation through childhood education based on a materialistic vision in open opposition to the Catholic Church's teaching model centered on religious indoctrination. The document aims to fill the existing gap on the history of evolutionary psychology in Colombia in a period of strong religious resistance to evolutionism.

Keywords: history of psychology, evolutionary psychology, history of psychology in Colombia, evolutionism.

En la segunda mitad del siglo XIX, se llevó a cabo, en el continente europeo, una revolución conceptual: la infancia fue desarraigada del terreno religioso para ser abordada de manera científica. Las ideas evolucionistas hicieron posible pensar la infancia como un fenómeno natural. Los niños fueron concebidos como organismos vivientes en permanente proceso de maduración y adaptación, al igual que las plantas y los animales. El concepto de desarrollo describió el transcurrir de la infancia en medio de continuos cambios físicos y mentales acordemente con pautas evolutivas (Benavides, 2015).

El concepto de evolución infantil entró en franca controversia con la tradicional imagen religiosa de los niños como seres espirituales y angelicales producto de la voluntad divina. La visión evolutiva dejó de lado la idea de las facultades intelectuales, las destrezas individuales como producto de poderes sobrenaturales. Las deficiencias de aprendizaje, las dificultades en el lenguaje, la memoria o el pensamiento dejaron de ser considerados maldiciones o formas de castigo celestial, para adquirir la imagen de objeto de estudio científico.

La formación de la personalidad, el desarrollo de la inteligencia y la estructuración del pensamiento autónomo se convirtieron en asuntos de interés estatal. El siglo XIX describe el ascenso del interés de las sociedades civilizadas de dotar a la ciudadanía de aptitudes para el exitoso desempeño en el mundo material, al igual que en el ejercicio de las responsabilidades cívicas. El progreso de la sociedad dependía de las facultades y recursos personales de los adultos, que encontraban en la infancia la condición de elementos germinales de la vida productiva y civilizada.

El marcado interés por el desarrollo infantil, propio del siglo XIX, generó una oleada internacional de iniciativas en materia de protección, educación y estudio del desarrollo mental. Los sistemas pedagógicos modernos adquirieron resonancia a través de las grandes figuras como Pestalozzi y Montessori. El evolucionismo de Darwin generó un modo particular de estudiar la psique infantil, a través del método de investigación comparativo (Benavides, 2015; Delval, 1988; Escobar, 2003; Gutiérrez & Papini, 2011; Manrique, 2011; Puche-Navarro et al., 2020).

El propósito de este escrito radica en evidenciar la apropiación que se hizo en Colombia de la psicología evolutiva, en su versión decimonónica, con intereses de tipo modernizador. Se pretende dar cuenta de la consulta llevada a cabo por movimientos, como el liberalismo radical, sobre el modo científico de dotar al ciudadano de las virtudes democráticas del juicio crítico e independiente y el pensamiento autónomo. En un país de profunda dependencia religiosa, el pueblo era guiado por las autoridades clericales, al igual que por las élites sociales como el rebaño sumiso y resignado. El ideal de erguir al ciudadano como elemento protagónico de su propio destino era una tarea prioritaria, que requería el concurso de ideas progresistas como el evolucionismo aplicado al desarrollo humano. Había el interés de dar un salto histórico: realizar el tránsito del vasallaje a la ciudadanía, a través de un cambio actitudinal en la población desde la infancia.

A largo del documento, se someterá a prueba una hipótesis: las ideas evolucionistas en torno a la infancia se hicieron presentes en el país con el ánimo de adelantar la formación espiritual de la nación dentro de los parámetros de la ideología liberal. El país se propuso romper las cadenas que lo ataban a la colonia para asumir la semblanza de una nación secular, en la que el progreso se afianzaba en la adecuada formación para el progreso material de la infancia y la juventud.

El interés del liberalismo radical radicó en extender el proceso de secularización de las normas constitucionales del Estado colombiano a la realidad social. La separación Iglesia-Estado debería reflejarse en la formación mental de la población, a través de la presencia de las ciencias modernas como la psicología. Las personas deberían ocuparse del uso de su inteligencia para el progreso material, en abandono de los temores irracionales hacia la predestinación y la condena eterna.

El debate ciencia-religión, en el país, fue encarnizado y encontró en el terreno de la infancia un campo de batalla. Se hacía necesario definir el perfil teocrático o secular del Estado. Liberales y conservadores controvirtieron en medio de una serie de debates político- religiosos sobre la formación de la personalidad histórica de la ciudadanía (Gutiérrez, 2000; Jaramillo, 1956/2001; Martínez, 2001; Oviedo, 2009, 2010, 2012, 2014, 2019; Rausch, 1993; Rodríguez, 2008; Saldarriaga et al., 1997).

El presente documento iniciará con la exposición de los motivos históricos de los liberales radicales que aclimataron la consulta de las visiones psicológicas de la infancia en un permanente esfuerzo por superar el dualismo mente-cuerpo. En segundo lugar, se expondrá la importancia del discurso político liberal radical, amplio defensor del evolucionismo como forma de concebir el devenir de la vida psíquica. Finalmente, se ilustrarán los acontecimientos históricos que llevaron al declive del evolucionismo de los liberales radicales ante el ascenso del modelo teocrático, el catolicismo y sus defensores políticos.

Los motivos colombianos para acceder a la psicología evolutiva

El siglo XIX colombiano se caracterizó por una permanente evaluación de la tradición colonial española tras el grito de independencia de 1810 (Jaramillo, 1956/2001). La nueva nación aspiraba a erradicar las formas monárquicas de la colonia, caracterizadas por el vasallaje y el esclavismo, para introducir el formato republicano y las prácticas democráticas. El liberalismo radical, el ala más anticlerical del partido liberal, gobernó y gozó de vigencia política entre 1849 y 1884. Consideraron los liberales radicales que el proceso independentista estaba inconcluso, pues la mentalidad de la población preservó la sumisión colonial. La distancia entre las clases sociales era abismal. El pueblo era en extremo pobre, ingenuo, dependiente del clero, las tradiciones religiosas y de la autoridad de las élites. Se había expulsado físicamente al colonizador, pero aún seguían vigentes las relaciones sociales basadas en el gamonalismo, el clientelismo, el compadrazgo y el fanatismo religioso.

José María Samper, elemento activo del movimiento liberal radical, consideró que las formas de gobierno republicanas no pudieron superar los efectos nocivos de la colonia. En estos términos se refiere a la condición mental y actitudinal del pueblo:

Una población esencialmente iconólatra más bien que cristiana, supersticiosa hasta la imbecilidad; pervertida por los ejemplos de mendicidad de disipación en el juego y de soberbia en las costumbres de las clases privilegiadas; destinada por los cruzamientos de diversas y muy distintas razas a vivir bajo un régimen de igualdad, y sin embargo sujeta a instituciones abiertamente aristocráticas. (1861, p. 132)

En el ideario liberal radical, aparecía con mucha frecuencia la inconformidad por la opresión social sobre los indígenas, los mestizos, los campesinos y la persistencia de la esclavitud. La masificación de la población era permanente y contraria al espíritu individualista del mundo moderno. Samper (1866) empleó el término triunvirato parroquial para describir el modo en que las formas de autoridad colonial se enquistaron en las instituciones republicanas: el poder ejecutivo fue usurpado por el gamonal, el poder judicial por el tinterillo y el poder legislativo por el párroco. La vida democrática fue descrita como una pantomima, un juego de poderes dominado por figuras burocráticas con mentalidad e intereses monárquicos.

El esfuerzo independentista pasó inadvertido para la población; el sentimiento nacionalista no seducía las voluntades y su lugar estaba ocupado por el fervor religioso. La construcción de la personalidad histórica de los colombianos debería desarrollarse a partir de un cambio mental de la población. La crianza de la infancia estaba sujeta a los dictámenes católicos, sin que hiciera presencia una educación para la eficiencia en el mundo material. Los niños fueron vistos como seres angelicales dotados de un alma sobrenatural en búsqueda de la redención. La vida terrenal del niño, su crecimiento físico, su capacidad de aprendizaje, su salud y bienestar social eran asuntos intrascendentes comparados con el problema de la salvación eterna (Oviedo & Benavides, 2021).

El alma infantil se consideró, en las visiones religiosas populares y oficiales, un tesoro sagrado por su carácter inmaterial, su condición de pureza y tendencia a la búsqueda de la verdad religiosa. El cuerpo infantil representó un elemento cambiante y pecaminoso que ponía en riesgo la bondad espiritual innata. El mundo material tenía la semblanza de oscuridad y peligro, comenzando por el propio cuerpo humano, las tentaciones terrenales y la vida en sociedad (Ortiz, 1880). En medio de este dualismo mente-cuerpo se fortalecía el triunvirato parroquial, pues el pueblo era formado y preparado para la vida eterna mientras las dirigencias usufructuaban los bienes terrenales. En estos términos se afirmó el discurso radical:

¿Y qué hacer? ¿Cómo sacudir y extirpar el odioso despotismo de nuestras mugrientas aristocracias de parroquia? [...] ¿Qué remedio hallar para tanta somnolencia y tan espesas tinieblas?

¡Luz!, ¡luz!, ¡muchísima luz¡, ¡una inundación de luz! Y movimiento interminable, poderoso movimiento […].

Llevemos a todas partes la antorcha inofensiva de la escuela; abramos vías que pongan a los pueblos en activa comunicación, y la luz penetrará por todas partes a torrentes, y el pueblo tendrá vida y bienestar. Hagamos que desaparezcan los ignorantes y desheredados por secuestro, los encarcelados de la civilización, y no tendremos esclavos. (Samper, 1861, p. 169)

El triunvirato parroquial había aislado al país del mundo, tal como en tiempos de la colonia. Se hacía necesario cambiar el perfil actitudinal de un pueblo pacato, rezandero, servil y zalamero. La pobreza y los elevados niveles de analfabetismo conducían a la población a las posturas fanáticas y fetichistas en medio del horror reverencial a los poderes sobrenaturales (Samper, 1861). La idea de un ciudadano racional, sensato, autónomo, crítico e independiente debería nutrirse con los valores del pensamiento ilustrado y el acceso al conocimiento material. La ciencia debería aparecer en escena para dotar la infancia y la juventud del conocimiento apropiado para el progreso terrenal.

Colombia debería erguirse para mirar al mundo occidental europeo y ponerse al tenor de sus grandes avances. El siglo XIX tenía grandes características internacionales: “es el siglo de la industria. Los progresos materiales son inmensos, y como fecundas avenidas se esparcen por todo el cuerpo social; las invenciones y mejoras se expanden […] por los ejércitos de científicos” (Röthlisberger, 1883, p. 4). La concepción de la vida humana como el trasegar por el valle de lágrimas, para ganarse con dolor y sufrimiento la vida celestial, debería ser suplantada por el ideal del bienestar material y la igualdad social.

Los radicales aspiraban a inocular en Colombia el gen del progreso material. Se hacía necesaria la creación de condiciones intelectuales para el aprovechamiento de los recursos naturales y sociales, así como la adaptación de las personas a su entorno en medio de condiciones de dignidad. La pobreza y la desigualdad deberían combatirse a través del deseo de atesorar conocimiento útil al desarrollo personal y social. Mientras persistiera la concepción de la vida humana como el peregrinaje hacia el mundo celestial habría una importante secuela: la vida personal el desarrollo de las facultades mentales y físicas aparecería como un asunto mundano, temporal e intrascendente. La superación del dualismo mente-cuerpo era mucho más que un debate retórico entre intelectuales, para convertirse en un asunto de política pública sobre la construcción de la ciudadanía.

Los radicales consideraron la formación de la individualidad un ejercicio basado en las ciencias modernas como la psicología:

El hombre debiera […] consagrar sus fuerzas útiles a la observación y la averiguación de hechos y fenómenos, dejando la metafísica para dedicarse a la sicología, y trabajando en estudios más profundos, más científicos de la naturaleza humana, de las manifestaciones mentales, psíquicas. (Röthlisberger, 1883, p. 7)

El ciudadano fue concebido como un sujeto de carne y hueso que debía ser estudiado de manera objetiva y rigurosa, para fomentar su capacidad protagónica de orientarse a sí mismo, al igual que a la sociedad y el Estado. La psicología tenía la semblanza de una ciencia moderna y adecuada para introducir en el país un proceso secularizador. La disciplina haría posible el anhelo de abandonar la idea del ser humano como una entidad espiritual sujeta a los designios divinos para ubicarla en el lugar terrenal de la autodeterminación. En estos términos se hace referencia a la importancia de la psicología en el siglo XIX colombiano:

Decididamente la sicología habrá de romper tarde o temprano, el yugo del tirano de la especulación sobre la esencia íntima del hombre […] El hombre en concreto, en relación estrecha con la historia natural, con la antropología zoológica y etnológica, ese será su objeto. En vez de estudiar a un hombre racional, adulto <<pura abstracción sin padre ni madre, sin sexo ni edad>> la psicología moderna hará entrar en el círculo de sus investigaciones al niño, a la mujer, al anciano, al blanco, al negro, al nómade, al salvaje, al hombre civilizado. (Röthlisberger, 1883, pp.7-8)

La disciplina psicológica fue descrita, por los radicales, como una ciencia natural y evolucionista; por su capacidad de investigar con base en hechos constatables: “si hay una idea que tiende a prevalecer en las ciencias modernas, esa idea es indudablemente la de progreso, evolución y desenvolvimiento” (Ribot, 1883, p. 134). La psicología se consideró elemento clave para adelantar el debate sobre la separación de poderes entre ciencia-religión en materia de asistencia pública. La disciplina psicológica brindaría luces de entendimiento para la formación de la identidad del pueblo colombiano en el escenario de la democracia republicana, que requería de la presencia de la ciencia que impulsara el progreso a través de ideas evolucionistas.

Evolucionismo y psicología

El liberalismo radical consultó ampliamente el escenario internacional en su afán por profundizar en las tesis evolucionistas de la psicológica moderna. Se desarrolló una serie de textos universitarios académicos, como el de Guzmán (1883), con traducciones de Ribot, Ferrier, Heckel y otras grandes figuras evolucionistas. El libro pone en íntima relación el ideario liberal colombiano con las visiones de Spencer y Darwin, entre otros. Los liberales radicales se sintieron seducidos por el prestigio de figuras intelectuales como Herbert Spencer y su visión naturalista del ser humano. La consulta de las ideas darwinistas aparece con frecuencia asociadas a la obra de Spencer, pues el interés radical era el fundar una Estado nación acorde con la doctrina liberal y cimentada en las bases científicas del evolucionismo, al igual que el positivismo (Jaramillo, 1956/2001).

La humanidad fue considerada, en la doctrina spenceriana, como una entidad biológica motivada a vivir en armonía, según las leyes de la naturaleza. La injusticia, la pobreza, la marginalidad y los demás males sociales era el conjunto de coyunturas que cualquier organismo viviente debe afrontar y superar (¡si se aspiraba a mantener la supervivencia de la especie!). Si prevalecieran las enfermedades que azotan el cuerpo social, su único destino sería la degradación paulatina hasta el total exterminio. Se hacía difícil pensar la presencia de seres vivientes persiguiendo su autodestrucción.

La obra de Herbert Spencer y sus teorías en torno al desarrollo social hacía imaginable la posibilidad de un cambió histórico para el pueblo colombiano. El menosprecio heredado de la colonia por la población indígena, por el mestizo, el esclavo debería ser sustituido por la concepción de una igualdad social que emanaba de la dotación natural hacia el mejoramiento continuo de cada individuo. El liberalismo spenceriano representaba una visión progresista, pues consideraba el individuo, la sociedad y el Estado como miembros del gran fenómeno de la vida natural. Los fenómenos humanos se correspondían con los hechos orgánicos y estaban orientados hacia búsqueda del orden, el equilibrio, la conservación y en último término al progreso. Así se presenta el evolucionismo de Spencer, en el texto de Guzmán (1883):

La idea de evolución o progreso: tal es en efecto, la idea fundamental de nuestro filósofo [Spencer]; él la aplica a todo y la encuentra por todas partes. La formación de los mundos originados de una nebulosa primitiva, según la hipótesis de Laplace, la aparición de la vida, la del pensamiento y de todo cuanto la pone de manifiesto, como las ciencias, las artes, todo se explica por un progreso. (Ribot, 1883, p. 100)

Spencer representaba una luz de esperanza y de confianza en la humanidad. La condición biológica de los seres humanos los impulsaba a la movilidad y el cambio que hace posible el bien vivir. El ser humano estaba encarnado en el mundo y motivado al igual que cualquier ser viviente por el deseo de alcanzar las formas más satisfactorias de vida, en lo individual y en lo colectivo. La tendencia al cambio y la movilidad por las diferentes formas adaptativas fueron permanentemente exaltadas en el texto de Guzmán (1883):

Spencer se propuso probar que esta ley del progreso orgánico es la ley de todo progreso; que el desarrollo de la tierra, de la vida en su superficie, de la sociedad, del gobierno, de la industria, del comercio, del lenguaje…, suponen igual evolución de lo simple a lo complejo por diferenciaciones sucesivas. (Ribot, 1883, p. 105)

El progreso evolutivo fue asumido como un desarrollo por fases o etapas en orden de complejidad creciente. Las transformaciones de la naturaleza implicaban un permanente cambio en el que lentamente se integraban los diversos elementos biológicos hasta estabilizar un orden orgánico. El pueblo colombiano fue visto por los liberales radicales como un organismo flagelado y debilitado por la crueldad colonial. La población se caracterizaba por la calidez, la humildad, la sencillez y la esperanza de un mundo mejor (Oviedo, 2018). La gestión política del liberalismo radical radicaba en erradicar las formas inhibitorias del desarrollo humano. Al liberar al pueblo del lastre parasitario de las tradiciones coloniales, aparecería su capacidad de superación y progreso.

La infancia y la juventud estaban coartadas de su legítimo derecho al desarrollo físico, base fundamental del desarrollo mental, por la precariedad de las condiciones de supervivencia. La liberación del pueblo implicaba asumir al niño y al joven como formas naturales que requieren del cuidado material y la formación intelectual para avanzar en su proceso evolutivo. La infancia representaba una oportunidad histórica, pues carecía de los vicios del pasado. Un nuevo entorno físico y social brindaría mejores condiciones para la generación de individuos más progresistas. El cuidado material de los niños era una inversión en el futuro, según las tesis evolucionistas:

Cada individuo se ve desarrollarse poco a poco con el cuerpo […] El recién nacido no tiene este espíritu ni la conciencia de su individualidad, ni en general ninguna idea clara ni perfectamente distinta. Alma y cuerpo se van desarrollando paulatinamente, a medida que los fenómenos del mundo exterior obran sobre los centros nerviosos por el intermedio de los sentidos (Haeckel, 1883, p. 461)

La infancia debería ser reconocida como una responsabilidad social, pues las experiencias tempranas, los primeros estímulos determinarían los contenidos de su conciencia. Si la infancia era expuesta al maltrato, al abandono, las humillaciones, etc., difícilmente se llegaría a desarrollar un espíritu de libertad, ingenio y progreso. Las experiencias tempranas fueron consideradas el fundamento del desarrollo de la personalidad.

Una de las características del liberalismo radical fue la creación de agremiaciones encargadas de difundir las ideas evolucionistas a través de medios impresos de carácter educativo. Existe una larga lista de publicaciones periódicas en las que se plasman en versión pedagógica las premisas del evolucionismo (Rausch, 1993). El Pestalozziano fue uno de los periódicos pedagógicos en los que se asume la visión comparativa entre los niños y las plantas como elemento clave del proceso formativo. En un artículo titulado Historia de un rosal, se muestran las ideas del desarrollo infantil como un fenómeno acorde con la maduración biológica:

Las plantas son una imagen de nuestro ser. Tu pequeño rosal […] como nosotros necesita luz i alimento, i llenar las demás funciones necesarias a su existencia vital […] Como el niño que nace delicado y necesita de los solícitos cuidados de una madre, nuestro rosalito fue débil en un tiempo i necesitó de un riego y cuidados continuos, hasta que empezaron a brotar sus retoños. Nada más natural, sus órganos no estaban desarrollados para poder proporcionarse sus alimentos i necesitaba de ayuda. (Noriega, 1875, p. 79)

Los niños fueron considerados seres materiales con propiedades fisiológicas y anatómicas que deberían ser reconocidas para el adecuado impulso de su desarrollo mental, pues “la vida mental sale de la vida fisiológica en virtud del progreso continuo” (Ribot, 1883, p. 134). La comprensión y extrapolación de las formas biológicas a las características del desarrollo infantil eran una forma de impulsar la movilidad hacia el progreso.

Spencer no dejaba de insistir en la idea de la vida humana como una permanente expresión de avance natural, a través, de las formas evolutivas. La gestación, el nacimiento, la lactancia fueron el fiel reflejo del progreso humano, desde la fase más temprana de la existencia. La evolución en los humanos era un acto permanente, pues: “El progreso se realiza diariamente por grados infinitesimales, desde la simple acción refleja en virtud de la cual mama el niño, hasta los raciocinios más complicados del hombre adulto” (Ribot, 1883, p. 135).

El evolucionismo consideraba la inteligencia una propiedad de los seres vivientes: “No se puede hacer una separación precisa entre los fenómenos de la inteligencia y los de la vida en general” (Ribot, 1883, p. 136). Cualquier forma de vida orgánica era la manifestación de una lucha fratricida con los congéneres y el elemento ambiental por perdurar como individuo y como especie. El ser humano, como cualquier especie, estaba sometido al régimen de competitividad, en medio de la inevitable ley de la selección natural. En el texto de Guzmán (1883) se establece la complementariedad de las ideas de Darwin con el evolucionismo de Spencer, en estos términos:

El fundamento de la teoría de Darwin es lo que él llama con enérgica originalidad <<lucha por la vida>>. Todos los animales viven en permanente hostilidad entre sí, en el sentido de que ninguno podría existir sino ocupara el puesto que tiene y que mil más de sus semejantes tienden a arrebatarle. El batallar constante para conservar la vida, contra la naturaleza cruda o contra los demás, es un hecho inevitable, es una ley que comienza con la aparición del individuo y apenas le abandona en el sepulcro. (Ferriere, 1883, p. 413)

Una de las ambiciones del liberalismo radical era introducir en el país la idea de la sociedad como el conjunto de individuos competentes en permanente esfuerzo por resolver problemas de supervivencia. El ideal liberal radical era construir una sociedad basada en la presencia de individuos aptos para la práctica de la libre competencia. Todos organismos y todos seres humanos deberían rodearse de recursos, identificar el mejor nicho y adelantar el mejoramiento de sus potencias vitales para alcanzar el progreso. Los supervivientes serían elementos fértiles del orden natural y soportes del fenómeno de la vida.

El modelo educativo de los liberales radicales se orientó con base en las metáforas botánicas. La escuela fue concebida como un jardín para la infancia, en la cual los niños encontrarían un terreno fértil para explorar el mundo y formularse sus propias preguntas, bajo el régimen pedagógico del pestalozzismo (Oviedo, 2014). El maestro sería el cultor de los jardines para niños, a través de un ambiente estimulante para el desempeño físico e intelectual. Resulta frecuente encontrar a lo largo de la época la designación del maestro como el jardinero moral (Loaiza, 2007): aquel que estimula los sentidos, fomenta la apropiación de conocimientos útiles para el mejoramiento de la calidad de vida. La escuela sería la primera experiencia democrática de los infantes, pues el conocimiento estaba abierto a la población a través de su carácter público, laico, gratuito y obligatorio.

La psicología comparada de Darwin se hizo presente en Colombia, tanto el ámbito de lo botánico (al comparar los niños con las plantas), como en lo zoológico en la comparación del desarrollo infantil con los primates. En el texto de Guzmán (1883), aparece una clara alusión al problema de la inteligencia humana y animal en perspectiva comparada, inspirada en la obra de Darwin:

Los animales están dotados de inteligencias gradualmente diversas. En su juventud el chimpancé y el orangután no ceden al niño en su discernimiento, cálculo y gracia; y sin embargo al llegar a la pubertad parece que sus facultades se deteriorasen, hay un retroceso, mientras en el hombre hay un progreso. (Ferriere, 1883, p. 430)

Las formas evolutivas de los seres humanos fueron permanentemente exaltadas, por su tendencia a la superación de las formas primitivas. La temprana semejanza entre los niños y los animales servía de soporte para demostrar el permanente proceso de diferenciación de la especie humana. Las formas adaptativas de los animales fueron concebidas como el peldaño evolutivo que hizo posible la aparición de las facultades abstractas en los humanos, junto con sus aptitudes políticas. La naturaleza humana no se agotaba en su parte animal, sino que se complejizaba gradualmente para dar lugar al ideal del progreso mental. Guzmán (1883) aporta la opinión autorizada del evolucionista Haeckel al respecto:

Nuestros antepasados podrán hacernos mucho honor, pero es preferible que nosotros se lo hagamos a ellos>> […] la gradual elevación del hombre, a partir de los vertebrados inferiores, es el mayor triunfo que la naturaleza humana ha obtenido sobre la naturaleza. Estamos orgullosos de haber sobrepujado tan prodigiosamente a nuestros antepasados animales, y en este hecho encontramos la consoladora seguridad de que, en general, la humanidad seguirá siempre la gloriosa senda del progreso y llegará a un grado de perfección cada vez más elevado. (Haeckel, 1883, p. 467)

El discurso evolucionista asumió la idea de la motivación intrínseca hacia el progreso biológico, que se reflejaba en el desarrollo mental. La humanidad fue definida a través de su capacidad de innovación y cambio por vías del desarrollo de su inteligencia pensante, en abierto contraste con los animales inferiores que tan solo repiten las formas heredadas.

El evolucionismo y la formación de la mente infantil

El evolucionismo adquirió, en la versión spenceriana, un amplio espectro de relaciones entre la psicología con la política y la filosofía de Estado, al igual que con el conjunto de la ciencia en general. El evolucionismo acogió, tanto la visión biológica de Darwin, como la naciente fisiología experimental.

El estudio del sistema nervioso y su influencia en el funcionamiento de la mente fue objeto de reflexión evolucionista: “Los datos de la psicología deben buscarse principalmente en el estudio de las funciones y la estructura del sistema nervioso” (Ribot, 1883, p. 129). El estudio del cerebro fue de tema de fascinación. La ciencia del cerebro hizo su aparición en su versión más materialista: la frenología. El movimiento frenológico de Gall ubicó la mente en el cerebro y le concedió a cada facultad psíquica una localización específica (Arias, 2018). La tendencia a la localización cerebral representó una fuerte crítica al concepto religioso del alma inmaterial y al poder de la Iglesia sobre la formación de la población. El liberalismo radical se sentía orgulloso de desencantar la vida psíquica con el materialismo científico del siglo XIX, sin advertir los riesgos de desafiar el fanatismo religioso (Oviedo, 2014).

Las potencias vitales de los niños fueron uno de los temas educativos predilectos en el pensamiento liberal radical. La forma del cráneo de los niños fue considerado un buen indicador del perfil de su personalidad y de sus aptitudes físicas y mentales. El cráneo era el estuche del cerebro y por ello reflejaba, a través de su relieve, la distribución espacial para cada facultad mental. Al igual que lo hizo el fundador de la frenología, Franz Joseph Gall, se realizaron palpos craneanos dirigidos a establecer la extensión de cada área cerebral.

Los radicales consideraron que una educación liberal y progresista debería partir de una evaluación rigurosa de las aptitudes materiales de la infancia. La frenología permitiría identificar y describir diferencias individuales en los planos intelectuales, emocionales, morales, etc., con elevado grado de objetividad. En estos términos se describe el aporte frenológico a las concepciones evolucionistas:

La frenolojía, i sus derivadas la craneoscopia i la fisiognomía, constituyen hoy una ciencia de importancia por sus múltiples aplicaciones a la práctica i porque suministran luces i datos matemáticos para conocer i clasificar a los hombres, una de las más difíciles tareas.

La frenolojía enseña a conocer al hombre a primera vista o al primer día de tratarlo; i ya se deja ver lo inapreciable i ventajoso de este conocimiento que nos precave de muchos engaños en el trato ordinario de la sociedad.

Más prescindimos por ahora de las notables ventajas que ofrece este estudio a toda clase de personas, para concretarnos a los maestros de escuela. Estos tienen, entre sus misiones importantes, la de conocer a los niños hasta el punto de saber con precisión cuál carrera pueden seguir i qué ramos debe enseñárseles de preferencia: saber cuáles facultades perceptivas se desarrollará en ellos i sobre todo saber cuáles instintos los dominan, para poder dirigir la educación del modo conveniente. Como tenemos fe completa en la verdad de la frenología, confirmada por la opinión de muchos sabios etólogos i por repetidas experiencias en propia y ajena cabeza, aseguramos hoy que los estudios frenolójicos debieran hacerse en las Escuelas Normales de preferencia a otros varios […]

Bien entendido este estudio [frenológico] no se reduce, como creen algunos, a un manoseo de la cabeza, sino que comprende el estudio analítico, sintético, comparado de todas las manifestaciones del alma; estudio fisiolójico, filosófico, moral, ideológico, histórico y social que no se hace en menos de un año. (Frenolojía, 1875, p. 94)

La formación de individuos competentes fue una de las mayores aspiraciones políticas del pensamiento liberal radical. La evaluación frenológica de la infancia permitiría darle flexibilidad al proceso educativo, pues cada persona desarrollaba formas particulares de desempeño, que deberían ser estimuladas. Mientras el discurso católico afirmaba la igualdad de los seres humanos por disponer de un alma sobrenatural, la propuesta liberal radical asumía la tendencia a la individuación. El desarrollo individual fue definido en términos de un permanente proceso de diferenciación, en virtud del principio de la variación natural. Las diferencias individuales eran un mandato de la naturaleza. Si todos los individuos fuesen idénticos en facultades mentales (homogeneidad), se estaría quebrantando la tendencia a la heterogeneidad entre los especímenes; careceríamos, entonces, de sujetos con diferentes capacidades para brindar sus propios aportes a la continuidad de la vida.

El evolucionismo pugnaba intensamente por conjurar el temor a la diferencia. El derecho a ser diferente sonaba a blasfemia en un país de excesiva homogeneidad religiosa. La libertad de pensamiento, la singularidad de la personalidad, la elección religiosa, de oficio o estilo de vida era un derecho largamente acariciado por el liberalismo radical. A lo largo de la época, era frecuente la idea de la predestinación personal. Los hijos de los jornaleros, los mineros, arrieros, etc. eran copias idénticas de sus padres. Las personas eran definidas desde el nacimiento por las tradiciones religiosas y políticas. Los niños eran frecuentemente asignados a los claustros. El reclutamiento militar infantil fue práctica usual en el periodo (Reina, 2012, 2017). La ausencia de las libertades personales era un fenómeno que se veía con naturalidad, pues las personas estaban acostumbradas a vivir con resignación en medio de sus restricciones. La frenología hacía posible pensar en el lugar adecuado de las personas dentro de la sociedad según sus capacidades y sus formas particulares de adaptación. El evolucionismo representaba una apertura a los aportes de la heterogeneidad individual al progreso.

El declive del liberalismo radical y del evolucionismo infantil

A lo largo del documento se ha versado sobre la presencia en Colombia decimonónica de las visiones evolucionistas bajo el impuso del liberalismo radical. Se ha mostrado el inusitado interés en el desarrollo de la mente infantil, a partir de la doctrina evolucionista y su permanente hibridación con la psicología experimental, en la segunda mitad del siglo XIX.

El artículo ha puesto de manifiesto la consulta del liberalismo radical de las ideas del mundo moderno y su intento por abrir opciones de desarrollo social a la población. El periodo liberal radical y en especial la década de 1880 ha sido tema predilecto de la historia social, política, educativa e intelectual del país, pues:

En pocos periodos de la cultura colombiana se ha dado mayor ebullición intelectual, ni tampoco menor bizantinismo. Fue por esa década por la que Meléndez y Pelayo habló de la Atenas Suramericana para referirse a Bogotá, y el diplomático argentino Miguel Cané pudo caracterizar a Colombia como una república de catedráticos. (Jaramillo, 1989, p. 245)

El país vio desfilar el pensamiento moderno. Autores como Spencer, Darwin, comentados por Ribot y Haeckel fueron objeto de reflexión social y académica. El afán por difundir ideas progresistas llevó a la producción didáctica. El libro de Guzmán (1883) se convirtió en material didáctico en la Universidad del Rosario, al igual que fue usado estudiantes de filosofía de la Universidad Nacional en la cátedra por el profesor suizo Ernesto Röthlisberger (Dávila, 2005).

Cuando se revisan los aportes evolucionistas de radicalismo liberal al pensamiento psicológico colombiano surge una pregunta elemental: ¿por qué las ideas evolucionistas de los radicales del siglo XIX nos resultan tan lejanas y desconocidas, especialmente en el ámbito de la historia de la psicología evolutiva en Colombia? ¿Por qué no gozó el movimiento evolucionista colombiano de la notoriedad y el prestigio que los hiciera identificables como impulsores de las visiones modernas del desarrollo infantil?

Las aproximaciones históricas colombianas a la psicología evolutiva han sido descritas como un fenómeno del siglo XX. Se ha hecho énfasis en la incorporación de un conocimiento aplicado, como el de tipo psicométrico, y realizado por algunas iniciativas de personas o entidades educativas (Ardila, 2013; Puche-Navarro et al., 2020). No se ha considerado, en los estudios previos, que la psicología evolutiva fue consultada por movimientos sociales, como los gremios políticos interesados en la teoría evolucionista como elemento orientador de la actividad estatal.

La historia de la pedagogía en Colombia ha estudiado, tangencialmente, la mente infantil en el siglo XIX, pues la mirada ha estado puesta en los regímenes educativos, sus prácticas y modelos de enseñanza (Saldarriaga, 2003; Saldarriaga et al., 1997). La recepción del darwinismo, en el siglo XIX, ha sido estudiada por parte de los estudios sociales de ciencia con fuerte énfasis en la disciplina biológica (Restrepo, 2009).

El talante psicológico y evolutivo del liberalismo radical ha pasado desapercibido debido a múltiples razones. El extraño olvido de sus ideas innovadoras y modernizadoras amerita una breve alusión. Vale la pena echar un rápido vistazo a los hechos que rodearon su decadencia y su pérdida de visibilidad en materia psicológica.

En primer lugar, aparece el grado extremo de irritación que provocaron sus planteamientos evolucionistas en las huestes católicas. La Iglesia sintió amenazada su ancestral autoridad, pues estaba acostumbrada a la influencia teocrática sobre la vida anímica, la cual se extendía con fuerza a la familia, la infancia y la juventud. Obispos y párrocos iniciaron una intensa campaña de desprestigio por considerar la ideología liberal radical impía y contraria al dogma; razón suficiente para llevar a cabo la guerra de las escuelas (Oviedo, 2014). El periodo de la posguerra se caracterizó por el afianzamiento del poder clerical y su influencia sobre el pueblo desde el púlpito.

En segundo lugar, los propios miembros del movimiento liberal radical, entraron en franca controversia. Así, por ejemplo, Samper (1881) renunció al partido y adhirió a los conservadores; acusó a sus antiguos copartidarios liberales radicales de aprovecharse del favor del pueblo en las urnas, su posición en cargos gubernamentales para practicar actos de corrupción e inmoralidad pública. Había mucha hipocresía en el entorno político de los liberales radicales, pues debatían sobre temas como el matrimonio civil y el divorcio, pero se casaban por lo católico y aspiraban lo mismo para sus descendientes. De ningún modo permitirían que sus hijos, y muy especialmente sus hijas, cayeran en el escarnio público por cuenta de un proceso de ruptura matrimonial.

En tercer lugar, la ideología radical era impracticable en las condiciones de un país pobre, sin infraestructura, ni recursos financieros para asumir tareas como la gratuidad de la educación pública y la protección infantil. La tendencia a crear leyes y tratar de modificar la mentalidad de la población a través de decretos jurídicos les mereció el mote de Olimpo Radical. Se comportaban como dioses griegos recreando el país sin poner pie en tierra.

En cuarto lugar, vale la pena señalar un factor extremadamente importante: el pueblo. La gran mayoría de la nación era excesivamente católica y sentía aprecio entrañable por los ritos, las imágenes religiosas, el clero y la idea de la vida para la salvación. Tenían más fe y confianza en el confesor de familia y la formación religiosa en los claustros, que en las tesis evolucionistas que denigraban del origen divino. La imagen de un sacerdote impartiendo conocimientos, a través el evangelio, resultaba más convincente, que un líder político o un maestro impartiendo información útil (Oviedo, 2014).

En suma, el liberalismo radical sufrió duras derrotas en el plano político, en su composición interna y en la aceptación popular. La mayor parte de sus ideas evolucionistas fueron perseguidas y prohibidas por los regímenes políticos opositores, los conservadores y la Iglesia, debido a su afiliación con la doctrina darwinista. Algo inesperado sucedió de manera adicional: otras facciones liberales se unieron con los conservadores para fundar un nuevo partido político denominado La Regeneración (Oviedo, 2019).

La nueva coalición liberal-conservadora instalada en el gobierno dio lugar a una constitución teocrática en 1886 y un Concordato en 1887. El movimiento Regenerador, al amparo del nuevo orden constitucional, otorgó especial poder a la Iglesia e hizo posible el desarrollo del movimiento neotomista. Todo saber científico debería estar acorde con la doctrina católica (Oviedo, 2019). Las ideas evolutivas en torno a la infancia fueron aceptables como instrumento educativo para introducir ideas religiosas de manera acorde con la edad de los niños y a través de experiencias sensoriales que condujeran a la confirmación de la fe (Saldarriaga et al., 1997).

El último cuarto de siglo XIX dejó la imagen de un país volcado hacia la religión y con fuertes resistencias a la ciencia moderna, con especial énfasis en el evolucionismo. En materia histórica suele suceder, que el sentido común, toma la parte por el todo; en el caso del colombiano, se tomó el periodo Regenerador, teocéntrico y neotomista como elemento representativo de todo el siglo XIX, sin matices, ni contrastes.

El triunfo político de la coalición regeneradora determinó el enaltecimiento de la psicología como una ciencia del alma, en abierto desafió a la visión naturalista y evolucionista de la mente humana. Lamentablemente, el propio neotomismo fue también materia de olvido en los periodos posteriores al siglo XIX e inicios del siglo XX (Oviedo, 2019).

Los conflictos políticos del siglo XIX plantearon una polaridad extrema entre catolicismo y evolucionismo a la hora de pensar la mente infantil. La oscilación pendular entre ciencia y religión estuvo rodeada de fanatismo y beligerancia. Vale la pena preguntarse si el país ha logrado resolver la disyuntiva ciencia-religión en torno al desarrollo infantil o ambas conviven en bipolaridad oscilante sin lograr equilibrio, como en el siglo XIX.

Conclusiones

El presente artículo ha lanzado un vistazo al siglo XIX colombiano para dar cuenta de la consulta adelantada sobre la psicología evolutiva y su forma de ser incorporada dentro del ideario social-político del país. Se ha planteado una idea innovadora: la aproximación, a las ideas psicológicas modernas sobre la infancia, fue realizada por el estamento político. El liberalismo radical consultó la visión evolucionista de la infancia, con ánimo secularizador. Consideró necesario desencantar la vida humana, dejar de considerar la formación de la personalidad del ciudadano un asunto religioso, determinado por designios divinos, para constituirlo en responsabilidad del Estado.

El país vio desfilar las ideas de los máximos representantes del evolucionismo, así como la proyección de sus teorías en la psicología evolutiva, a través de discursos políticos plasmados en publicaciones periódicas y libros de texto universitarios, con traducciones, comentarios y consideraciones sobre las formas modernas de comprender el desarrollo infantil.

El artículo aspira a llenar el vacío conceptual existente en torno a la recepción social de la psicología evolutiva en el siglo XIX colombiano. Se espera mostrar la semblanza de un país con la mirada puesta en los grandes desarrollos de la ciencia, donde la disciplina psicológica y sus aportes evolutivos fue objeto de particular interés. Se ha procurado evidenciar que los intereses psicológicos fueron más allá de la simple incorporación de saberes prácticos y aplicados, para resolver asuntos técnicos de instituciones como las educativas, para demostrar la incursión en los debates teóricos de la doctrina evolucionista como filosofía de Estado en su propio periodo histórico: el siglo XIX.

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Notas

* Artículo de revisión.

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: gl.oviedop@javeriana.edu.co

Información adicional

Para citar este artículo: Oviedo Palomá, G., & Benavides Delgado, J. (2021). Aproximaciones a la psicología evolutiva en el siglo XIX colombiano. Universitas Psychologica, 20, 1-14. https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy20.apes

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