Victimización en las relaciones de noviazgo y exposición a conflictos familiares *
Victimization in dating relationships and exposure to family conflicts
Beatriz Gutiérrez Prieto , Carolina Bringas Molleda
, Rocío Tornavacas Amado
Victimización en las relaciones de noviazgo y exposición a conflictos familiares *
Universitas Psychologica, vol. 22, 2023
Pontificia Universidad Javeriana
Beatriz Gutiérrez Prieto
Universidad de Extremadura, España
Carolina Bringas Molleda a cbringas@unex.es
Universidad de Extremadura, España
Rocío Tornavacas Amado
Universidad de Extremadura, España
Recibido: 25 abril 2021
Aceptado: 21 noviembre 2023
Resumen: La violencia en las relaciones interpersonales de pareja se ha demostrado, depende de diferentes factores personales y situacionales. El objetivo de este estudio es analizar la victimización sufrida por adolescentes y jóvenes en sus relaciones de pareja, teniendo en cuenta algunas variables personales y del contexto familiar. Los participantes son 450 jóvenes de ambos sexos, de entre 15 y 28 años y estudiantes de diferentes niveles educativos. Se analizan los factores de maltrato en función de la edad, sexo, nivel educativo y la presencia de conflictos en el ámbito familiar. Los datos nos muestran algunas diferencias significativas en la experiencia de maltrato en función del sexo, nivel educativo y de la existencia de conflictos entre los progenitores. Asimismo, la presencia de problemas entre los padres va a incrementar la probabilidad de victimización por parte de los jóvenes.
Palabras clave:victimización, edad, sexo, nivel educativo, conflictos familiares.
Abstract: Violence in intimate partner relationships has been shown to depend on different personal and situational factors. The objective of this study is to analyze the victimization suffered by adolescents and young people in their relationships, taking into account some personal variables and the family context. The participants are 450 young people of both sexes, between 15 and 28 years old and students of different educational levels. The factors of maltreatment are analyzed according to age, sex, educational level and the presence of conflicts in the family environment. The data show some significant differences in the experience of abuse according to sex, educational level and the existence of conflicts between parents. Also, the presence of problems among parents will increase the likelihood of victimization by young people.
Keywords: Victimization, age, sex, educational level, family conflict.
En el transcurso de los años, tanto hombres como mujeres han estado expuestos a contextos donde la violencia ha formado parte, influidas por el entorno familiar o social. Es por ello por lo que las relaciones de noviazgo que se han venido desarrollando a lo largo del tiempo, tampoco son ajenas a este tipo de comportamientos, en los que se da una situación de control y represión como consecuencia de la influencia de ciertos aspectos socioculturales (Sánchez, Sosa, Alva & Silva 2018). Estas situaciones violentas se está haciendo cada vez más más notable entre la población.
En cuanto a las diversas formas que adquiere la violencia de noviazgo, un aspecto a destacar es que la violencia física es relativamente frecuente en las relaciones de noviazgo en la etapa juvenil, y ejercida fundamentalmente por las chicas. De hecho, investigaciones recientes reportan que los varones informan de más victimización de tipo físico (Marcos, Gancedo, Castro & Selaya, 2020). Por tanto, resulta lógico reconocer que la violencia en las relaciones afectivas de parejas jóvenes es recíproca, no resultando ya una cuestión de supremacía masculina (Rojas-Solís & Carpintero, 2011; Zamora-Damián, Alvídrez, Aizpitarte & Rojas-Solís, 2018; Moral, García, Cuetos & Sirvent, 2017; Esquivel-Santoveña, Rodríguez-Hernández, Gutiérrez-Vega, Castillo-Viveros & López-Orozco, 2019; Paradis, Hébert & Moreau, 2020). Como resultado, debemos señalar que los índices de maltrato entre los adolescentes y jóvenes son más elevados, aumentando de esta forma el riesgo de sufrir lesiones (Redondo, Inglés & García, 2017; González, Echeburúa & de Corral, 2008; Carrascosa, Cava & Buelga, 2018). De ahí que hay que destacar la importancia de promover los esfuerzos de prevención dentro de las primeras relaciones de pareja que comienzan durante la etapa de la adolescencia y se van desarrollando durante la juventud (Rodríguez-Franco, Gracia, Juarros, Fernández & Rodríguez-Díaz, 2017). Con el paso de los años, la bidireccionalidad de las conductas violentas en las relaciones de noviazgo se ha trasladado a la edad adulta, en oposición a la tendencia de años atrás, donde el hombre era quien ejercía el comportamiento agresivo.
Entre los factores de riesgo que podemos señalar como posibles desencadenantes de una situación de maltrato dentro de la relación de pareja, cabe mencionar la exposición a modelos violentos dentro de la familia (Pinzón & Pérez, 2014; Guzmán, Contreras, Martínez & Rojo, 2016; Miranda & Corovic, 2019). En este sentido, se ha apuntado que estos modelos conllevan el aumento de la posibilidad de justificación del comportamiento violento, y en consecuencia, el riesgo de ejercerlo. La violencia que se da en el entorno familiar refiere el abuso de poder que se ejerce sobre las personas que son concebidas como vulnerables por el agresor, destacando las mujeres, los niños, las personas mayores y las que presentan algún tipo de discapacidad. No obstante, no se encuentran estudios consistentes que avalen la relación entre vivencias familiares y comportamiento con la pareja. Así mientras en la investigación desarrollada por Gallegos, Ruvalcaba, Castillo y Ayala (2016) se refleja que una correcta adaptación familiar, caracterizada por buena cohesión, satisfacción y comunicación familiar se relaciona con una baja exposición a la violencia violencia y vixtimización, el estudio propuesto por Gómez y Rojas-Solís (2020), no encuentra una clara asociación entre la vivencia familiar y la victimización o perpetración de comportamientos violentos en las relaciones de pareja en la etapa juvenil.
En este sentido, los jóvenes, pueden tener poco desarrolladas ciertos tipos de habilidades sociales y cognitivas desde su infancia, como la ausencia de empatía hacia las personas del entorno, en función del nivel de gravedad de la negligencia sufrida por parte de sus padres. En la misma línea, si no han experimentado un sano aprendizaje de resolución de conflictos, pueden también desarrollar en su infancia una falta de capacidad o habilidad para aprender a solucionar problemas de manera adecuada, optand por el contrario por el uso de la violencia como medio para resolver cualquier situación conflictiva, sea interna como externa. Ello facilita el análisis del rol que desempeñan los propios padres en la prevención de la violencia de noviazgo. De ahí el interés que como investigadores, debemos centrar nuestros esfuerzos en la prevención de la violencia familiar, fundamentalmete en la etapa adolescente, lo que disminuiría la probabilidad de reproducción del ciclo de la violencia familiar. Para ello, es necesario buscar un cambio de actitudes y creencias en los más jóvenes, de rechazo a cualquier comportamiento abusivo, ya que el aprendizaje que adquieren cuando comienzan sus relaciones afectivas, influirá en las posibles relaciones conyugales que mantendrán en el futuro (Iglesias-García, Urbano-Contreras & Martínez-González, 2020; Carrascosa, Cava, Buelga & Neves de Jesús, 2019; Ferrer, Bosch, Sánchez & Delgado, 2019).
El estudio de Davies y Lindsay (2004) evaluó la relación existente entre el conflicto parental y el ajuste psicológico de los hijos, resultando que el primero repercutía en la aparición de problemas tanto internalizantes como externalizantes en los adolescentes (Cabrera, Guevara & Barrera., 2006). Podemos señalar entonces que para prevenir este tipo de situaciones, resulta imprescindible educar a los hijos en una comunicación recíproca a través del diálogo, estableciendo un vículo de confianza, con lo que aprenderán los enormes beneficios de una relación sana y amorosa. Una relación paternofilial de calidad se considera un importante factor que contribuye al ajuste psicológico de los hijos (Perez-Gramaje, Garcia, Reyes, Serra & García, 2019). En la misma línea, nos encontramos también aquellos factores de tipo relacional y sociocultural, igualmente importantes a la hora de comprender cómo se desarrolla la violencia en las relaciones afectivas que experimentan los adolescentes, ya que la propia naturalización o la invisibilización de la violencia puede verse producida tras el cometido de ésta por el grupo de iguales, llegando a convertirse en el modelo a seguir por parte de los más jóvenes. Por tanto, así es como muchos adolescentes se han visto involucrados a lo largo de su vida en episodios violentos, bien como víctimas, bien como agresores, y en relación con las personas de su entorno, haciendo ver cómo el uso de la violencia se ha convertido con el paso de los años en algo frecuente en sus relaciones interpersonales (Redondo, Rey-Anacona, Moreno & Luzardo, 2021). Esta forma de naturalizar el uso de la violencia por parte de los más jóvenes influye de manera decisiva en la perpetuación de esta dentro de las relaciones de pareja, no conociéndose en ocasiones cómo hacer frente a los problemas que puedan aparecer sin tener que recurrir a ella (Alegría & Rodríguez, 2017).
Por último, debemos tener en cuenta que no podemos señalar un único elemento como desencadenante de la aparición de la violencia, sino un conjunto de factores de riesgo entre los que podemos encontrar aspectos sociales, culturales o incluso psicológicos, lo que conlleva que el análisis de la violencia de pareja enfocado desde una perspectiva psicosocial, deba tener en cuenta la presencia e influencia decisiva de diferentes ideas o elementos psicológicos, además de los comportamientos y experiencias de relaciones que se dan entre hombres y mujeres dentro del ámbito de la sociedad (Sánchez et al., 2018; Rodríguez-Domínguez, Durán & Martínez-Pecino, 2018).
Tras lo expuesto anteriormente, nuestro interés en este estudio se centra en Analizar la experimentación de diversos factores del maltrato en una muestra de adolescentes y jóvenes en función de la edad, el sexo y el nivel educativo. Asimismo, evaluar la relación existente entre la victimización sufrida dentro de una relación de violencia de noviazgo y la exposición a diversos tipos de conflictos mantenidos por los progenitores.
Método
Participantes
Participaron en el estudio un total de 450 adolescentes y jóvenes provenientes de la ciudad de Cáceres (Extremadura) cuyas edades oscilan entre 15 y 28 años (X=20.37). De ellos, 136 jóvenes (30.2%) pertenecen al sexo masculino. Todos son estudiantes provenientes de diferentes niveles educativos. Así, el mayor porcentaje es representado por un 51.1%, (N=230) correspondiente a los que se encuentran actualmente en la Universidad. Dentro de la etapa educativa de Bachillerato, éstos están representados por un 20.7% (N=93) de la muestra. Finalmente, los estudiantes de Educación Secundaria, así como Formación Profesional y Grado Medio y Superior, constituyen respectivamente el 10.9% (N=49), el 3.6% (N=16) y el 13.8% (N=62) restante de los participantes.
Un requisito importante a cumplir para participar en el estudio es el tener o haber tenido pareja, especificando que en el caso de no tenerla actualmente, debían centrarse en la última relación afectiva. De este modo, en el momento de la recogida de información, había un reparto equitativo entre aquellos jóvenes que afirmaban tener actualmente una relación de pareja (N=230; 51.1%), y entre los que no (N=220; 48.9%).
Instrumentos de evaluación
Para la recogida de la información se han empleado un total de dos instrumentos. El primero de ellos es un Cuestionario sociodemográfico construido ad hoc que nos ha permitido obtener información acerca de datos personales, académicos y familiares, como pueden ser la edad, sexo, nivel educativo, relación mantenida entre y con los padres.
El segundo instrumento de medida utilizado para nuestro estudio ha sido el Cuestionario de Violencia de Novios Reducido (CUVINO-R), elaborado por Rodríguez-Díaz et al. (2017) que mide el grado de victimización en las relaciones intereprsonales de pareja. Este instrumento se encuentra validado, habiéndose obtenido en este estudio un alto índice de fiabilidad de 0.89. Está compuesto por 20 items, que se responde mediante formato Likert eligiendo entre cinco alternativas de respuesta, en función de la experimentación de maltrato y el grado del mismo: De este modo, las respuestas van desde 1 (nunca) hasta 5 (casi siempre). Estos 20 items se agrupan en conco factores, que muestran igualmente una alta consistencia interna cada uno: Desapego (0.70); Humillación (0.83); Sexual (0.86); Coerción (0.72); y Físico (0.81). Finalmente hay un ítem a responder de manera dicotómica según percibe la persona una vivencia de maltarto: “¿Te has sentido maltrato/a?”.
Procedimiento
En primer lugar se contactó con diferentes centros educativos, de Educación Secunadia y Universitarios, con el objetivo de conseguir su participación en el estudio. En el caso de los centros de Educación Secundaria, el equipo directivo era el encargado de atender nuestra petición y aquien iba dirigido nuestra explicación sobre los fines de la investigación. En los universitarios, se contactó con algunos profesores para que facilitaran el pase entre los alumnos. En todos los casos se hizo hincapié en la confidencialidad y anonimato de las respuestas, al mismo tiempo que se respondió a todas las dudas que se planteaban acerca del instumento
Análisis de datos
Los datos fueron procesados mediante el el paquete estadístico SPSS 21.En primer lugar, se recodificó algunas variables teniendo en cuenta las características personales y contextuales de la muestra. Así, la edad de los participantes ha sido clasificada en tres grupos: de 15 a 17 años, de 18 a 21 y de 22 a 28 años. El nivel educativo, también ha sido distribuido en tres grupos: Educación Secundaria, FP (donde se encuentran incluidos los estudios de Grado medio y superior) y finalmente los Estudios Universitarios. Para terminar, se codificó el tipo de conflictos mantenidos entre los padres a través de las respuestas dadas por los participantes. De esta manera, estos quedaros distribuidos en dos grupos: Por un lado, los conflictos que catalogamos como más graves: Agresiones de tipo físico y/o verbal, así como los relacionados con adicciones; y por otro lado, situaciones de menor gravedad, como discusiones o discrepancias.
Por otro lado, para comprobar la existencia de diferencias significativas entre la percepción del maltrato y la tenencia o no de pareja en la actualidad, se ha realizado la prueba de Chi-Cuadrado
A continuación, para decidir el uso de pruebas paramétricas vs no paramétricas, se realizó la prueba de normalidad Kolmorogov-Sminorv y Shapiro-Wilk, con objeto de llevar a cabo un contraste de medias de las variables de estudio pertinentes. Los resultados hallados reflejaron que los factores de maltrato no presentaban una distribución normal, lo que finalmente conllevó que se decidiera el uso de pruebas no paramétricas. De esta manera, para analizar las diferencias entre los factores de maltrato en función de las variables de los participantes como el sexo, la percepción de maltrato, la existencia de conflictos paternos y la tipología de los mismos, se llevó a cabo la Prueba de Mann-Whitney, donde se calculó también el tamaño de efecto, según el estadístico de Tomczak y Tomcak (2014), y la interpretación de Cohen (1988). Por otro lado, cuando la variable se agrupaba en tres niveles, como la edad o el nivel educativo, se usó la Prueba de Kruskal-Wallis. Finalmente, para determinar si la existencia de confictos paternos ejerce una mayor prpobabilidad en ser victimizados por la pareja, se ha realizado un análsisis de regresión logística binaria.
Resultados
En primer lugar, nos centramos en el análisis de la percepción del maltrato de los participantes y la relación significativa que se ha obtenido tras relacionar dicha percepción de maltrato, con el hecho de tener una relación sentimental o no en el momento de la recogida de los datos (ver Tabla 1). Como podemos apreciar, aquellos adolescentes y jóvenes que refieren haber sentido maltrato alguna vez en su relación de pareja, son quienes actualmente no tienen pareja, mientras que aquellos que aseguran no haber sufrido maltrato, tenían en mayor medida pareja en el momento de la obtención de la muestra.
En la Tabla 2 se encuentran representados los resultados obtenidos tras analizar los diversos factores de maltrato estudiados en esta investigación en función del sexo de los participantes que han compuesto la muestra. Como podemos observar, únicamente se han obtenido diferencias significativas en cuanto al sexo en aquellos factores vinculados a dos formas de violencia, como son el desapego y la coerción. En ambos casos, una mayor proporción de varones que de mujeres, manifiestan haber sido víctimas en sus relaciones del uso de la violencia por parte de sus parejas. Sin embargo, el tamaño de efecto para el caso de la coerción es pequeño, en tanto que dentro del maltrato por desapego resulta despreciable.
En cuanto al análisis de las diversas formas en las que se puede llegar a manifestar la violencia de noviazgo entre la población joven y adolescente, los resultados alcanzados tras evaluar los diversos factores del maltrato en función de la edad de los participantes reflejan que no se ha establecido ninguna relación de significatividad para ninguno de los diferentes factores del maltrato estudiados. Es de señalar no obstante, que los casos de maltrato que suele ser algo más frecuente en los más jóvenes (15-17 años), son el Desapego (RP=233.54) y la Coerción (RP=234.19), en tanto que el abuso por Humillación (RP=235.55) y Sexual (RP=237.36), es más frecuente entre los mayores de 22 años. El maltrato físico suele tener un nivel de frecuencia muy similar entre los tres grupos de edad (entre un RP de 223.47 los más jóvenes y un RP de 226.50 los que tienen edades comprendidas entre 18 y 21 años).
Por último, los resultados obtenidos en función de los diversos niveles educativos, observamos que se han encontrado diferencias para los factores de maltrato por desapego y sexual (ver Tabla 3). Para la primera forma de maltrato expuesta, los estudiantes que se hallan cursando la Educación Secundaria, son los que presentan un mayor nivel de victimización en comparación con el resto de los niveles educativos analizados, a diferencia del del maltrato de tipo sexual, en el que son los estudiantes universitarios los que muestran haber sufrido en mayor medida esta forma de violencia.
Vinculando ahora la experimentación de maltrato en las relaciones de noviazgo con la observación de conflictos entre los padres por parte de los participantes con el propósito de analizar la influencia que puede llegar a ejercer la existencia de conflictos familiares en el sufrimiento de este tipo de violencia, la Tabla 4 muestra relaciones significativas entre la visualización de conflictos entre los padres y las formas de maltrato vinculadas a la humillación, la violencia física y la sexual. En los tres casos, los participantes que han observado conflictos entre sus padres han experimentado también más estas formas de maltrato que aquellos que no han presenciado nunca ninguno, aunque el tamaño de efecto en los tres casos haya sido despreciable.
Si nos atenemos a los tipos de conflictos que se manifiestan entre los progenitores, y vinculado cada uno de ellos con los diferentes factores en los que se manifiesta el maltrato en las relaciones de noviazgo, podemos ver cómo se han encontrado relaciones estadísticamente significativas entre los factores de maltrato por desapego, humillación y de tipo sexual y los tipos de conflictos mantenidos entre los padres. De este modo, aquellos participantes que afirman que sus padres han llevado a cabo episodios violentos vinculados a las agresiones físicas verbales o incluso discusiones por motivos de adicciones son los que muestran un mayor nivel de victimización en estos tres factores (ver Tabla 5).
Una vez conocemos la asociación entre la presencia de conflictos entre los padres y la victimización en las relaciones interpersonales de pareja, es nuestro interés determinar si la vivencia en un entorno familiar donde existen desencuentros o peleas, va a influir en una mayor probabilidad de sufrir algún tipo de victimización por parte de la pareja. Vemos en la Tabla 6 que la existencia de algún conflicto entre los padres de los jóvenes participantes en el estudio va a influir en una mayor probabilidad de victimización de maltrato, concretamente en la violencia por humillación, sexual y de tipo físico.
Discusión
Nuestro propósito en este estudio es conocer la presencia e influencia de determinadas variables personales, educativas, familiares y sociales en la victimización dentro de las relaciones interpersonales de pareja. Centrándonos primero en la evaluación de la percepción de maltrato por parte de los participantes, los datos analizados reflejan que aquellos que no tenían pareja actualmente son los que muestran haberse sentido maltratados en mayor medida, lo cual puede deberse al hecho de que el encontrarse dentro de una relación de pareja, no permita de la misma manera identificar los indicadores o factores de riesgo vinculados a la violencia de noviazgo, en comparación con aquellas personas que ya han salido de la relación y se encuentran más capacitadas a la hora de analizarlos desde otra perspectiva más objetiva.
Haciendo referencia al género de los participantes, los resultados han reflejado el hallazgo de relaciones significativas entre éste y dos formas de maltrato, siendo en concreto: El desapego y la coerción. Al contrario de lo que ha venido ocurriendo tradicionalmente, los datos reflejan cómo son los varones los que presentan un nivel más alto de victimización que las mujeres, rompiéndose esa línea unidireccional en la que el sexo masculino era el que ejercía la violencia para resolver los conflictos interpersonales de pareja (Marcos et al., 2020; Paradis et al., 2020). Estamos viendo que nuestros resultados apoyan los aportados por otras investigaciones donde se aprecia la posibilidad de que la violencia dentro del noviazgo no estuviese exclusivamente dirigida hacia las mujeres, sino que se desarrollase de manera más bien bidireccional. Incluso es el sexo femenino el que recurre más a ella en comparación con el masculino, tal y como reflejó el estudio de Rojas-Solís y Carpintero (2011) a través del cual se comprobó que las mujeres hacían uso del maltrato físico en mayor medida y con mayor frecuencia que los varones. También en el uso de otras formas distintas de maltrato, como verbal o psicológica, se han obtenido niveles más altos de victimización en hombres que en mujeres, rompiendo nuevamente la tradicional idea de que el sexo masculino es el principal precursor de la violencia dentro de las relaciones de pareja (Zamora-Damián et al., 2018; Moral et al., 2017; Esquivel-Santoveña et al., 2019)
En cuanto a la edad de los participantes, los datos no han señalado diferencias significativas en cuanto a la experimentación de las diversas formas de maltrato experimentadas se refiere. No obstante, parece haber una línea dirigida a señalar que los participantes más jóvenes (15-17años) son los que manifiestan en mayor proporción haber sido víctimas de formas de maltrato vinculadas al desapego y a la coerción, mientras que la muestra formadas por los jóvenes adultos (22-28 años), representa un mayor nivel de victimización ante la experimentación de maltrato bajo el ejercicio de la violencia sexual y la humillación. Estos resultados coinciden con los alcanzados por González et al. (2008), quienes han mostrado que la victimización física y sexual es relativamente baja en los chicos y chicas de 12 a 15 años, pero comienza a crecer progresivamente según va aumentando la edad, lo que refleja que según vamos creciendo, la victimización por maltrato resulta menos sutil y encubierta en comparación con la que es sufrida entre la población adolescente que suele pasar más desapercibida. Sin embargo, estos datos difieren de otros hallados más recientemente, donde se señala que a medida que avanza la edad, se produce una disminución de los comportamientos violentos, siendo al contrario más frecuente entre los adolescentes, quienes manifiestan un nivel más alto de victimización, reflejando una escasa habilidad de resolución de conflictos de manera prosocial (Redondo et al., 2017).
Enfocándonos en la influencia que ejerce el nivel educativo para cada una de las formas de maltrato, nos encontramos por un lado que aquellos estudiantes que se encuentran cursando la Educación Secundaria, son los que presentan un mayor nivel de victimización en relación a la forma de maltrato vinculada al desapego, a diferencia de los que realizan estudios universitarios, que son los que más afirman haber sido víctimas de maltrato sexual dentro de sus relaciones de noviazgo. Esto puede estar relacionado con los resultados que se han obtenido para las diferentes formas de maltrato sufridas en función de la edad, debido a que son los jóvenes adultos los que se encuentran cursando mayormente estudios universitarios y los jóvenes adolescentes son los que se hallan en mayor medida cursando la ESO. De esta manera, tal y como acabamos de exponer, a medida que avanza la edad las formas de violencia adoptadas son mucho menos sutiles y adoptan formas más explicitas de manifestarse, como es el caso de la violencia física y sexual (Rodríguez-Franco et al., 2017).
Además, en nuestra investigación nos hemos propuesto analizar la importancia y significación que tiene la observación de conflictos entre los padres dentro de la violencia de noviazgo. Los resultados obtenidos muestran relaciones significativas entre la vivencia de conflictos entre los progenitores y el aumento de la experimentación de determinadas formas de maltrato, como es el caso de la humillación, la violencia física y la sexual. El hecho de haber experimentado determinados usos de la violencia o cuanto menos, relaciones conflictivas de cierto nivel de gravedad entre los padres, puede llegar a naturalizar por parte de los hijos el uso de esta para hacer frente a los conflictos de pareja, lo que conlleva un aumento también del nivel victimización de los jóvenes que se encuentran más acostumbrados a observar este tipo de situaciones dentro del ámbito familiar. Así, en relación con estos resultados, se ha podido comprobar que la ausencia de una comunicación positiva mantenida con los padres junto a una exposición continua a la violencia familiar puede llegar a convertirse en un factor de riesgo de la aparición de una situación de maltrato dentro de las relaciones de noviazgo, la cual puede desarrollarse como consecuencia de la búsqueda de la recuperación del control sobre la figura de apego que representa la víctima para el agresor (Pinzón & Pérez, 2014). De acuerdo con estos datos, resultan coherentes nuestros resultados acerca de lo que supone el haber presenciado conflictos en el seno familiar con la creciente probabilidad de victimización de las tres formas de abuso mencionadas: Maltrato por humillación, sexual y de tipo físico, resultados que apoyan los obtenidos por Gallegos et al. (2016), quienes asocian una buena adaptación familiar con una baja experiencia de victimización.
Teniendo en cuenta los tipos de conflictos parentales que se ha llevado a cabo, la vinculación de estos con las distintas formas de maltrato analizadas ha permitido obtener como resultados que aquellos conflictos considerados como más graves (agresiones físicas, verbales y adicciones), son los que se encuentran más relacionados con el sufrimiento de determinadas formas de maltrato (desapego, humillación, y sexual). Ello se encuentra directamente relacionado con lo que acabamos de exponer acerca de la influencia que ejerce la violencia familiar en la experimentación de la violencia de noviazgo. Aquellos jóvenes y adolescentes que han presenciado actos violentos graves por parte de sus padres, pueden llegar a convertirse en las víctimas “perfectas” dentro de sus relaciones de pareja, debido a la posible falta de confianza y seguridad en sí mismo, que puede ser aprovechada por el agresor para ejercer el control y hacer uso de la violencia para alcanzar sus objetivos. Sin embargo, es de señalar que los resultados obtenidos no permiten aún establecer una conclusión definitiva y todavía se hace necesario continuar explorando los diversos factores que pueden asociarse a este problema (Guzmán et al., 2016). Así, a pesar de los esfuerzos que todavía se siguen destinando por parte de determinadas asociaciones tanto nacionales como internacionales dirigidas a acabar con este tipo de violencia y las consecuencias negativas derivadas de ella, debemos tener claro que continúa siendo un problema que amenaza con quedarse entre nosotros si no disponemos de los recursos necesarios para hacerla frente. Profesionalmente, debemos estar preparados para servir de ayuda a las nuevas generaciones y orientarlas acerca de los verdaderos peligros que se derivan de este tipo de violencia y enseñarles cómo deben hacer para detectar a tiempo que están siendo víctimas de maltrato en sus relaciones.
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Notas
*
Artículo de investigación.
Notas de autor
a Autor de correspondencia. Correo electrónico: cbringas@unex.es
Información adicional
Para citar
este artículo: Gutiérrez Prieto, B., Bringas Molleda, C., Tornavacas Amado, R. (2023). Victimización
en las relaciones de noviazgo y exposición a conflictos familiares. Universitas Psychologica, 22, 1-11. https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy22.vrne