Inteligencia emocional en adultos jóvenes: Relaciones con la percepción de crianza parental y la personalidad *

Emotional Intelligence in Young Adults: Relationships with Perceived Parental Rearing and Personality

Claudia Yenmi Vázquez-Valencia , Yolanda Campos-Uscanga

Inteligencia emocional en adultos jóvenes: Relaciones con la percepción de crianza parental y la personalidad *

Universitas Psychologica, vol. 23, 2024

Pontificia Universidad Javeriana

Claudia Yenmi Vázquez-Valencia a

Universidad Veracruzana , México


Yolanda Campos-Uscanga

Universidad Veracruzana, México


Recibido: 08 septiembre 2023

Aceptado: 15 diciembre 2024

Resumen: La inteligencia emocional es fundamental para la toma de decisiones que permitan una vida satisfactoria y saludable. Si bien, todas las personas son emocionalmente inteligentes, el desarrollo de estas capacidades, es diferente entre ellas. Dos factores han mostrado tener influencia: la personalidad y la crianza parental. Por ello, en este estudio se exploró la relación de la inteligencia emocional con los rasgos de personalidad y la crianza percibida. Se realizó un estudio transversal-analítico con 255 jóvenes mexicanos, con edad promedio de 23.1 años. Se utilizó la Escala de Inteligencia Emocional (EQ-i-M20), la Escala para medir percepción de crianza parental en jóvenes y el Inventario de Rasgos de Personalidad (BFI-15p). Los resultados ponen de manifiesto que los rasgos de personalidad y la percepción de interés, apoyo y orientación de los padres predicen mayor inteligencia emocional. Asimismo, la percepción de la crianza parental se relaciona con la inteligencia emocional de forma diferenciada en función del sexo, mostrando mayor relación para las mujeres. De esta manera, se considera importante promover prácticas de crianza que fomenten el desarrollo de competencias socioemocionales en mujeres y hombres, reconociendo que la inteligencia emocional está influenciada por la personalidad y por la percepción de una crianza positiva.

Palabras clave:competencias emocionales, inteligencia emocional, personalidad, prácticas de crianza, padres-hijos.

Abstract: Emotional intelligence plays a crucial role in making decisions that lead to a satisfying and healthy life. While everyone possesses emotional intelligence to some extent, the development of these abilities can vary among individuals. Two factors that have been found to influence emotional intelligence are personality traits and parental rearing. For this reason, this study explored the relationship of emotional intelligence with personality traits and perceived parenting. A cross-sectional analytical study was conducted with a sample of 255 Mexican young adults, with an average age of 23.1 years. The study employed the Emotional Quotient Inventory (EQ-i-M20), the Scale for Measuring Perceived Parental Rearing in Young Adults, and the Big Five Inventory (BFI-15p). The results show that personality traits and the perception of parental interest, support, and guidance were found to be significant predictors of higher emotional intelligence. Additionally, the perception of parental rearing exhibited gender-specific associations with emotional intelligence, with stronger correlations observed in women. Therefore, it is important to promote parenting practices that encourage the development of socio-emotional competencies in women and men, recognizing that emotional intelligence

is influenced by the individual's personality traits and their perception of positive parenting.

Keywords: emotional competencies, emotional intelligence, personality, parenting practices, parent-child.

La inteligencia emocional (IE) representa un conjunto de habilidades y competencias emocionales y sociales, que permiten identificar, procesar y regular las emociones propias, entenderse a sí mismo, entender a otros y relacionarse (Brito et al., 2019). Una razón importante que ha incrementado el interés en la IE desde su planteamiento en la década de los 90, es su papel determinante para hacer frente a los desafíos del entorno en diferentes áreas, destacando su impacto en la salud física, psicológica y en la capacidad para enfrentar procesos de enfermedad con mayor éxito (Baudry et al., 2018; García, 2022; Sanchéz-Nuñez et al., 2020). Si bien, todas las personas son emocionalmente inteligentes, esta capacidad es diferente entre ellas (Joshi & Dutta, 2021; Sánchez-López et al., 2022).

Si profundizamos en el origen de esta diferencia, la infancia cobra gran relevancia al ser la etapa donde se instauran las competencias socioemocionales. Durante los primeros años de vida, la familia es el principal contexto de interacción y educación, y funge como un medio que dota de recursos para el desarrollo personal, social y emocional, no solo en la infancia sino por el resto de la vida (Pinta et al., 2019).

Las interacciones que se establecen entre padres e hijos están fuertemente influenciadas por el proceso de crianza, entendido este, como el conjunto de actividades que se llevan a cabo con los hijos y la administración de los recursos disponibles, orientados a apoyar su desarrollo (Giménez-Dasí, 2020). El proceso de crianza suele ser diferente para niñas y niños. Desde el nacimiento, la elección de juguetes, los juegos y la literatura infantil, resaltan las diferencias sexuales (Bard & Bonavitta, 2019). La comunicación entre padres e hijos hace menor uso de palabras emocionales que la que se establece entre padres e hijas. La permisividad a manifestar emociones como miedo, tristeza, enojo, por mencionar algunas, también es diferente (Suberviola, 2019). Todo en conjunto, promueve el desarrollo de competencias emocionales y sociales de manera diferenciada.

Conjuntamente, el proceso de crianza impacta en la formación de un perfil emocional determinado. La crianza basada en la aceptación, la calidez, la comunicación, con limites bien establecidos y claros, es la mejor estrategia para potenciar el correcto desarrollo de los hijos (Garcia et al., 2019), pues se relaciona con mejor ajuste social, mayor respeto y aceptación hacia sí mismo, menor tendencia a manifestar conductas agresivas y hostiles (Villarejo et al., 2020), mejor autopercepción del estado emocional, mayor percepción de capacidad de respuesta en situaciones con cierto grado de compromiso, y mejor capacidad para percibir sentimientos y emociones de otros (Alcaide et al., 2023). Además, este tipo de crianza se asocia con mayor autoestima, autoaceptación, confianza en sí mismo, menor tendencia a experimentar inestabilidad emocional (Alcaide et al., 2023; Palacios et al., 2022) y mayor satisfacción con la vida (Guijarro et al., 2021). De manera general, una crianza positiva basada en autonomía, apoyo y afecto, se relaciona con mayor IE y mejores habilidades interpersonales y adaptabilidad (Carrillo et al., 2018).

Mientras que una crianza basada en la imposición, el control psicológico, sin afecto ni orientación por parte de los padres, se asocia con menor autoeficacia, mayor inestabilidad emocional (Palacios et al., 2022), menor autoaceptación, menos autoestima (Alcaide et al., 2023; Garcia et al., 2019), baja capacidad para comprender estados emocionales negativos (Starr et al., 2020) y menor IE (Carrillo et al., 2018).

En el proceso de crianza, los padres tienen un papel fundamental en el desarrollo socioemocional de sus hijos, pero no son el único actor. Anteriormente se consideraba que los padres ejercían determinadas prácticas sobre los hijos que determinaban la crianza; esta idea fue evolucionando hasta reconocer que el hijo es un ser activo, capaz de modificar, incluso de condicionar las acciones de los padres. La idea de la bidireccionalidad ya era planteada por Bell en 1968, cuando señaló la necesidad de considerar los posibles efectos que tiene el comportamiento de los hijos y sus rasgos de personalidad, sobre los padres, y no solo el efecto de padres sobre hijos (Arranz & Oliva, 2004). No obstante, fue hasta la década de los 90 que surgió el modelo de “construcción conjunta o de influencias múltiples” que consolidó la importancia de las características particulares del niño en el proceso de crianza (Jorge & González, 2017). Actualmente, se reconoce que los padres llevan a cabo determinada acción o comportamiento que tendrá un efecto en el hijo, el hijo manifiesta una respuesta, y en función de ésta, los padres ajustan un nuevo comportamiento y así sucesivamente, dando lugar a una interacción que modifica el comportamiento de ambos actores (Giménez-Dasí, 2020).

La concepción de un proceso de crianza bidireccional puso en evidencia la necesidad y la relevancia de indagar la interpretación que tienen los hijos de su dinámica familiar y el tipo de crianza que recibieron. Como resultado se ha señalado que la información que se obtiene desde la mirada de los hijos presenta mayor coherencia con diversos factores como el ajuste emocional, en relación con la reportada con los padres o cuidadores principales, sobre todo a finales de la adolescencia o en la juventud, cuando los hijos han logrado un desarrollo cognitivo que permite una perspectiva más crítica (Casais et al., 2017; Rodriguez et al., 2011).

De manera que el proceso de crianza tiene una influencia directa en el desarrollo de las competencias socioemocionales, pero además la personalidad del hijo, incide en el desarrollo de las propias competencias. Si bien, las investigaciones en torno a esta relación no han sido concluyentes, existe evidencia que relaciona ciertos rasgos de personalidad con la inteligencia emocional (Dominguez-Lara et al., 2022; Vázquez-Valencia et al., 2022). Por lo antes expuesto, el objetivo del presente estudio fue explorar cómo se relaciona la IE con los rasgos de personalidad y la crianza percibida en mujeres y hombres adultos jóvenes.

Método

Diseño y participantes

Se realizó un estudio transversal y analítico con 255 jóvenes de la Ciudad de Xalapa, Veracruz, México (50.6% mujeres, 49.4% hombres), de edades comprendidas entre 20 y 29 años (Medad= 23.1; DE edad= 2.8). El tamaño de la muestra se estimó a través del programa Epidat, con una potencia estadística de 80% y un nivel de confianza de 95%. La selección de la muestra fue probabilística a través de muestreo sistemático. Se excluyeron jóvenes que presentaban algún tipo de discapacidad física que les impidiera contestar los instrumentos de medición por sí mismos.

Procedimiento

Las mediciones se llevaron a cabo en marzo de 2022, durante la jornada de vacunación contra coronavirus en Xalapa, Veracruz, México. Se instaló un módulo independiente y exclusivo para la recolección de los datos, que garantizó las medidas sanitarias para la seguridad de los participantes. La selección se llevó a cabo considerando un intervalo de 5 personas a partir de la primera en llegar a las instalaciones. A cada seleccionado se le invitó a participar y se le explicaron los objetivos y alcances de la investigación. Quienes aceptaron colaborar acudieron al módulo y de forma individual firmaron el consentimiento informado y respondieron la encuesta. El estudio fue realizado con la aprobación de un Comité de Investigación y un Comité de Ética.

Instrumentos

Brief Emotional Intelligence Inventory for Senior Citizens (EQ-i-M20): consta de 20 ítems que evalúan las cinco dimensiones de la inteligencia emocional del Modelo de Bar-On: interpersonal (valora aspectos como empatía, responsabilidad social y la forma de relacionarse con otros), manejo de estrés (valora la tolerancia al estrés y el control de impulsos), intrapersonal (valora aspectos como autoestima, comprensión de emociones propias, asertividad, independencia y autorrealización), adaptabilidad (alude a la capacidad para ajustarse a nuevas situaciones y resolver problemas eficazmente), y estado de ánimo en general (evalúa la capacidad para ser positivos y sentir felicidad) (Brito et al., 2019). La interpretación de los puntajes es directa, a mayor puntaje mayor magnitud, a excepción del manejo de estrés que mayor puntaje indica menor manejo de estrés. El instrumento tiene índices de ajuste favorables y confiabilidad aceptable en población mexicana (Dominguez-Lara & Campos-Uscanga, 2019).

Escala para medir percepción de crianza parental en jóvenes: consta de 32 ítems que evalúan tres factores de la percepción: interés en las actividades de los hijos (refiere a acciones de escucha, atención y dedicación de tiempo), apoyo hacia el hijo (refiere a acciones encaminadas a guiar la toma de decisiones, tomar en cuenta las opiniones y dar responsabilidades), y orientación a los hijos (refieres a hablar y aconsejar sobre situaciones de riesgo). Es una escala tipo Likert con 5 opciones de respuesta que van de nunca a siempre. Las puntuaciones obtenidas en cada factor son directas, de tal manera que mayor puntuación refleja mayor percepción de lo que evalúa cada factor. El instrumento presenta índices aceptables de confiabilidad y validez en población mexicana (Rodriguez et al., 2011).

Big Five Inventory de 15 ítems (BFI-15p): consta de 15 ítems que evalúan los cinco grandes rasgos de personalidad del modelo John et al. (1991): extraversión ( incluye rasgos como sociabilidad, vitalidad, asertividad y optimismo), neuroticismo (alude a rasgos de estabilidad emocional, ansiedad, tensión, y tendencia a experimentar emociones negativas), responsabilidad (alude al control de impulsos, comportamiento dirigido a tareas y objetivos, seguir normas y reglas), amabilidad (refiere al altruismo, la confianza, la modestia, una orientación prosocial y comunitaria), y apertura (rasgos referentes a la originalidad, el pensamiento flexible y la creatividad). Es una escala tipo Likert con 5 opciones de respuesta que van de muy de acuerdo a muy en desacuerdo. Las puntuaciones obtenidas son directamente proporcionales a la presencia de cada rasgo, a mayor puntaje mayor presencia. El instrumento presenta índices de ajuste satisfactorios, estructura interna coherente y coeficientes de confiabilidad adecuados en población mexicana (Dominguez-Lara et al., 2022).

Análisis de datos

Se utilizó el programa IBM SPSS versión 23. La normalidad de los datos se verificó por asimetría y curtosis. Se realizaron cálculos de frecuencias, medias y desviación estándar para los datos sociodemográficos. La comparación de las dimensiones de la IE, la percepción de crianza parental y rasgos de personalidad entre mujeres y hombres, se efectuaron por medio de la prueba T para muestras independientes, y se estimó la magnitud del efecto con la d de Cohen considerando 0.20 para una diferencia pequeña, 0.50 para una diferencia mediana, y 0.80 para una diferencia grande (Dominguez-Lara, 2018).

Para explorar las relaciones entre la IE, la percepción de crianza y los rasgos de personalidad, se utilizó el Coeficiente de Correlación de Pearson y análisis multivariado a través de regresión lineal. Se verificó el cumplimiento de los supuestos a través de la prueba de contraste de Durbin-Watson, tolerancia y factor de inflación de la varianza (FIV). Finalmente, para la construcción de las redes de asociaciones, se introdujeron las correlaciones de Pearson que fueron significativas (p <0.05) en el software Applied Graph and Network Analysis (AGNA). Para todos los análisis se identificaron como significativos los valores de p <0.05.

Resultados

La muestra se conformó por 255 participantes, 50.6% mujeres y 49.4% hombres, con una media de edad de 23.17 años y similitudes en la distribución de las características sociodemográficas. La mayoría con nivel educativo de bachillerato o preparatoria. Aproximadamente la mitad de los jóvenes eran estudiantes, sobre todo de licenciatura (45.3%), y el resto trabajadores de diversas actividades, entre las que destacaron profesionales, de ventas, trabajo doméstico o de limpieza en general (Tabla 1).

Tabla 1
Distribución de participantes de acuerdo con las características sociodemográficas

Distribución de
participantes de acuerdo con las características sociodemográficas


En inteligencia emocional los hombres obtuvieron mayores puntuaciones en adaptabilidad y ánimo general con tamaño del efecto pequeño en ambos casos. Mientras que las mujeres obtuvieron mayores puntuaciones en manejo del estrés con tamaño del efecto mediano. En rasgos de personalidad las mujeres obtuvieron mayores puntuaciones en neuroticismo. En las dimensiones de la percepción de crianza parental no se encontraron diferencias (Tabla 2).

Tabla 2
Inteligencia emocional, rasgos de personalidad y percepción de crianza por sexo
Inteligencia emocional, rasgos de personalidad y percepción de crianza
por sexo

Nota. Se comparó utilizando la prueba t de Student para muestras independientes. **d de Cohen


Las correlaciones mostraron que las relaciones entre las dimensiones de la IE, la percepción de crianza parental y los rasgos de personalidad son diferenciadas entre mujeres y hombres (Figura 1). El número de relaciones y la intensidad de la conexión entre estos constructos es menor para los hombres, a excepción del manejo de estrés (Tabla 3).

Figura 1. Red de asociaciones entre inteligencia emocional,
percepción de crianza y rasgos de personalidad en mujeres y hombres.
Figura 1.
Figura 1. Red de asociaciones entre inteligencia emocional, percepción de crianza y rasgos de personalidad en mujeres y hombres.

Nota. Inteligencia emocional: 1= interpersonal, 2= manejo de estrés, 3= intrapersonal, 4= adaptabilidad, 5= ánimo general. Percepción de crianza: 6= interés, 7= apoyo, 8= orientación. Rasgos de personalidad: 9= extraversión, 10= neuroticismo, 11= responsabilidad, 12= amabilidad, 13= apertura. Se estimaron Coeficientes de Correlación de Pearson.



De la IE, la adaptabilidad y el ánimo general, son las dimensiones con mayor intensidad de conexión con otras variables para ambos grupos. En la percepción de crianza, para el caso de las mujeres la percepción de interés por parte de los padres tiene más relaciones con la IE y los rasgos de personalidad, mientras que para los hombres la percepción de apoyo está más relacionada. Los rasgos de personalidad con mayor intensidad de asociación son la responsabilidad, la amabilidad y la extraversión para ambos grupos (Tabla 3).

Tabla 3
Intensidad de conexión entre la IE, la percepción de crianza los rasgos de personalidad

Intensidad de
conexión entre la IE, la percepción de crianza los rasgos de personalidad

Nota. La intensidad de conexión (I) entre variables (nodos) de las redes, se calculó según el número de correlaciones (n) con p < 0.05 y la magnitud media (M) de las correlaciones. I = N x M.


La percepción de mayor interés, apoyo y orientación de los padres, predice positivamente cuatro de las cinco dimensiones de la IE. Por otra parte, mayor presencia de los rasgos de extraversión, responsabilidad, amabilidad y apertura predicen favorablemente todas las dimensiones la IE, mientras que el rasgo de neuroticismo tiene connotaciones negativas (Figura 2).

Regresión lineal entre inteligencia emocional (VD) y
percepción de crianza parental y rasgos de personalidad (VI) en la muestra
general.
Figura 2.
Regresión lineal entre inteligencia emocional (VD) y percepción de crianza parental y rasgos de personalidad (VI) en la muestra general.


Discusión y conclusiones

La IE desempeña un papel esencial en la vida. En décadas recientes, la investigación en este campo ha señalado que incluso es más importante que el pensamiento lógico o el coeficiente intelectual, que por muchos años se consideró como prioritario, relegando a las emociones a un segundo plano. Actualmente, se reconoce que la conciencia emocional, la capacidad para expresar, entender y manejar las emociones, la forma de relacionarse con otros, el manejo de conflictos, de estrés, la percepción de sí mismo, y lo que hoy se denomina IE, es parte fundamental en la toma de decisiones que permiten una vida satisfactoria y saludable.

Las personas más inteligentes emocionalmente enfrentan los desafíos de su entorno con mayor éxito y tienden a presentar mejor salud física y psicológica (Baudry et al., 2018; García, 2022; Sanchéz-Nuñez et al., 2020). En el desarrollo de la IE los padres juegan un papel protagónico; a través de la interacción padres-hijos se van forjando las competencias y habilidades sociales y emocionales (Pinta et al., 2019). Conjuntamente, cada individuo nace con determinados rasgos de personalidad, que a través de la interacción y el desarrollo natural se van consolidando, y que son pieza clave en el desarrollo de la IE. De manera que, hablar de la IE implica indagar, por lo menos, en dos constructos: el proceso de crianza parental y la personalidad.

Los resultados encontrados en la presente investigación mostraron diversas asociaciones entre las dimensiones de la IE, la percepción de la crianza parental y los rasgos de personalidad; en concordancia con otros hallazgos que han relacionado las prácticas de crianza con el desarrollo de competencias socioemocionales (Alcaide et al., 2023; Carrillo et al., 2018; Guijarro et al., 2021; Palacios et al., 2022), y a estas competencias con los rasgos de personalidad (Dominguez-Lara et al., 2022; Vázquez-Valencia et al., 2022). Pero estas relaciones no se presentaron de igual forma para mujeres y hombres. Existe mayor número y mayor intensidad en las asociaciones para el grupo de las mujeres. Entre estas diferencias, destacan los tres factores de la percepción de crianza.

Los resultados sugieren que en las mujeres, la percepción de interés en las actividades que realizan, el apoyo y la orientación por parte de los padres, se relaciona con mayor capacidad interpersonal, intrapersonal, adaptabilidad y animo en general. Mientras que, para los hombres, la percepción de crianza solo se relacionó con el estado de ánimo general. Estudios previos ya han señalado que la percepción de la relación con los padres influye de manera diferenciada en la percepción de habilidades sociales y competencias emocionales en las hijas e hijos, mostrando un mayor impacto para las hijas (Molina et al., 2017; Resett et al., 2016).

Estos hallazgos pueden vincularse con las diferencias que existen en la interacción entre padres-hijos que siguen los estereotipos de lo que es considerado femenino-masculino (Resett et al., 2016) y con las diferentes expectativas que tienen los hijos con respecto a los comportamientos de sus padres también en función de las normas sociales (Axpe et al., 2019) así como con la diferencias entre hombres y mujeres, en la autopercepción y de su entorno (Molina et al., 2017). Las implicaciones de una crianza desde la óptica de los roles tradicionales de género promueve las creencias estereotipadas que desembocan en brechas importantes en diversos ámbitos no solo en etapas tempranas del desarrollo, sino en la edad adulta (Alemany-Arrebola et al., 2019).

Estas diferencias, se manifestaron en la muestra analizada. Las mujeres perciben mayor dificultad para manejar sus emociones de manera efectiva y tolerar el estrés; mientras que los hombres reportan mayor habilidad para adaptarse y ajustar sentimientos y pensamientos ante nuevas situaciones, así como mayor optimismo y sensación de felicidad. Estos hallazgos siguen la línea de otras poblaciones donde se reporta que si bien las mujeres comprenden mejor sus emociones, son los hombres quienes regulan mejor sus impulsos, tienen mayor tolerancia a la presión (Sánchez-Núñez et al., 2008), mejor manejo de estrés (Nasir & Masrur, 2010) y mayor adaptabilidad (Arteche et al., 2008). Sin embargo, no coinciden con la mayoría de los estudios en este campo que señalan que las mujeres tienen mayor capacidad para percibir, expresar, comprender y manejar sus emociones (Cabello et al., 2016; Khurana et al., 2021; Sánchez-López et al., 2022) mayor motivación (Joshi & Dutta, 2021) más autoestima (Meshkat & Nejati, 2017), y que obtienen mejores puntuaciones en IE que los hombres (Ranasinghe et al., 2017) (Patel, 2017). Igualmente, no se encontraron diferencias en las dimensiones interpersonal o intrapersonal, como en estudios previos (Nikoopour & Esfandiari, 2017).

Si bien la mayoría de las investigaciones señalan diferencias en la IE entre hombres y mujeres, no son concluyentes, en gran medida por el uso de instrumentos que evalúan dimensiones de la IE diferentes; por un lado los que evalúan la percepción del nivel actual de competencias emocionales y por el otro las que evalúan las características de personalidad relacionadas con las emociones; incluso aquellas escalas que consideran solo la puntación global de la IE, sin tomar en cuenta su multidimensionalidad (Baudry et al., 2018).

Asimismo, la IE ha mostrado estar influenciada por otros factores sociodemográficos como la edad, la experiencia laboral (Gautam & Khurana, 2019), el nivel educativo y el estado civil (Gautam & Khurana, 2019; Khurana et al., 2021), la religión, el estatus socioeconómico (Pulido & Herrera, 2018) así como por el entorno sociocultural y el proceso de crianza, que como bien se mencionó, conlleva a un desarrollo diferente de las competencias emocionales (Sánchez-Núñez et al., 2008).

En esta misma tendencia, son las mujeres quienes manifiestan más frecuentemente el rasgo de neuroticismo, asociado a emociones negativas, ansiedad, preocupación, mayor dificultad para controlas impulsos y enfrentar situaciones de tensión; al igual que en otras poblaciones donde este rasgo, es más característico de las mujeres (Dominguez-Lara et al., 2019). El resto de los rasgos no presentó diferencias como en estudios previos donde se ha reportado que las mujeres manifiestan mayor presencia de responsabilidad, amabilidad, apertura y extraversión (Dominguez-Lara et al., 2019; Roa-Meggo, 2017).

Las discrepancias entre los resultados obtenidos y estudios previos, puede deberse a las diferencias culturales propias de cada población. Así, por ejemplo, se ha observado mayor extroversión en mujeres de países con más igualdad de género, y mayor neuroticismo en países occidentales modernos, a diferencia de países con culturas tradicionales. De manera que cada cultura tiene roles de género que, desde edades tempranas son interiorizados y que generan diferencias en la forma en cómo se expresan los rasgos de personalidad. De manera conjunta, se considera que la intensidad en la expresión de los rasgos esta influencia por la etapa de vida (De Bolle et al., 2015; Dominguez-Lara et al., 2019).

Adicionalmente, los resultados presentados muestran la contribución de manera independiente, de la percepción de la crianza y de los rasgos de personalidad en el desarrollo de las dimensiones de la IE, apuntando que la percepción de mayor interés, apoyo y orientación de los padres en la etapa de la juventud, predice el desarrollo favorable de habilidades interpersonales, intrapersonales, mayor adaptabilidad y mejor estado de ánimo. Estos resultados, suman a la evidencia que destaca la importancia de una crianza positiva basada en la comunicación, la calidez y el respeto para el correcto desarrollo de las competencias emocionales y sociales (Carrillo et al., 2018; Garcia et al., 2019).

De manera conjunta, se señala que la extraversión, la responsabilidad, la amabilidad y la apertura predicen favorablemente las dimensiones la IE, mientras que el rasgo de neuroticismo se vincula negativamente. Contribuyendo a la escaza información que señala una estrecha relación entre los rasgos de personalidad y la IE (Dominguez-Lara et al., 2022; Vázquez-Valencia et al., 2022).

El principal hallazgo de esta investigación, es que denota la importancia que tiene la percepción de prácticas de crianza positiva en el desarrollo de competencias emocionales y sociales, no solo en la infancia sino en la etapa de adultez temprana, y como el proceso de crianza impacta de forma diferenciada para mujeres y hombres. Si bien, se requiere mayor investigación para afirmar que tanto la percepción de crianza como los rasgos de personalidad, pueden predecir la IE, estos resultados suponen una base para considerar tal hipótesis.

Entre las limitaciones de este estudio se encuentran, en primer lugar, su naturaleza transversal que no permiten analizar relaciones causales. Seguidamente, el instrumento utilizado para medir la percepción de crianza no permite discriminar entre la percepción de las prácticas de la madre y el padre, que en otras investigaciones se han señalado diferencias importantes de la percepción de los hijos con respecto a cada uno, de manera que el reporte de los jóvenes es limitado al intentar responder sobre la percepción de las prácticas en conjunto. Finalmente, el tamaño de la muestra y homogeneidad, no permitió la comparación desde otras características además del sexo de los participantes.

Se sugiere para futuras investigaciones, realizar un estudio longitudinal que permita explorar las relaciones causales, el uso de un instrumento que permita el análisis por separado de la percepción de las prácticas maternas y paternas, así como considerar la inclusión de otras variables relevantes como la estructura familiar, y características de los padres como nivel educativo, edad y ocupación, entre otras.

En conclusión, es indispensable promover las relaciones padres-hijos con prácticas de crianza positiva, basadas en el interés, el apoyo y la orientación en cualquier etapa de desarrollo. Resaltando la importancia de reconocer que los hijos tienen sus propias características y que la labor de los padres es ser el medio que dota de recursos que les permitan enfrentar con éxito las exigencias del entorno, respetando su individualidad e independencia. De manera conjunta, demandar la generación de condiciones y espacios que coadyuven esta crianza positiva. Finalmente, fomentar prácticas de crianza que propicien el desarrollo de competencias emocionales y sociales de manera igualitaria para mujeres y hombres.

Referencias

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Notas

* Artículo de investigación. Esta investigación no recibió financiación externa.

Notas de autor

aAutor de correspondencia. Correo electrónico: ycampos@uv.mx

Información adicional

Para citar este artículo: Vázquez-Valencia, C. Y., & Campos-Uscanga, Y. (2024). Inteligencia emocional en adultos jóvenes: Relaciones con la percepción de crianza parental y la personalidad. Universitas Psychologica, 23, 1-XX. https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy23.ieaj

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