Dimensiones semióticas y políticas del dato: ruta conceptual y construcción de objetos para una datificación testimonial de la violencia *

Semiotic and Political Dimensions of Data: Conceptual Route and Construction of Objects for a Testimonial Datafication of Violence

Dimensões semióticas e políticas dos dados: rota conceitual e construção de objetos para uma datificação testemunhal da violência

Víctor Hugo Ábrego

Dimensiones semióticas y políticas del dato: ruta conceptual y construcción de objetos para una datificación testimonial de la violencia *

Signo y Pensamiento, vol. 44, 2025

Pontificia Universidad Javeriana

Víctor Hugo Ábrego a

Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (Iteso), México


Recibido: 27 mayo 2024

Aceptado: 17 junio 2024

Publicado: 16 junio 2025

Resumen: Se concibe al dato como signo y como registro. La semiosis, más allá del signo simbólico, contribuye a comprender la primera dimensión, y la violencia se piensa como despliegue semiótico que gestiona el miedo a la incomprensión. En ese sentido, el presente artículo propone una ruta conceptual crítica para la construcción de referentes materiales para una datificación testimonial de la violencia. Se abordan las tensiones entre la experiencia y el registro de la experiencia y se problematiza la cualidad del registro de producir efectos de verdad para pensar su dimensión política. Según nociones de testimonio y narración de la violencia traumática, se abordan implicaciones éticas de construir la voz de víctimas y sobrevivientes de violencia, así como características de registros y lenguajes utilizados para articularlas. Finalmente, se llevan a cabo ejercicios de procesamiento y visualización de datos, que integran la no linealidad y la fragmentación de los testimonios como parte del diseño metodológico para una datificación testimonial de la violencia.

Palabras clave:datificación, datos, signo, violencia, memoria.

Abstract: The article proposes a critical conceptual route for the construction of material referents for a testimonial datafication of violence. Data is conceived as a sign and as a record. Semiosis beyond the symbolic sign contributes to understanding the former dimension, and violence is thought of as a semiotic deployment that manages the fear of incomprehension. The tensions between experience and the record of experience are addressed, and the quality of the record to produce effects of truth is problematized in order to think about its political dimension. From notions of testimony and narration of traumatic violence, ethical implications of constructing the voice of victims and survivors of violence are addressed, as well as characteristics of records and languages ​​used to articulate them. Finally, data processing and visualization exercises are carried out, which integrate the non-linearity and fragmentation of testimonies as part of the methodological design for a testimonial datafication of violence.

Keywords: Datafication, Data, Sign, Violence, Memory.

Resumo: O artigo propõe um caminho conceitual crítico para a construção de referentes materiais para uma datificação testemunhal da violência. Os dados são concebidos como um signo e como um registro. A semiose além do signo simbólico contribui para a compreensão da primeira dimensão, e a violência é pensada como um desdobramento semiótico que administra o medo do mal-entendido. As tensões entre a experiência e o registro da experiência são abordadas e a qualidade do registro para produzir efeitos de verdade é problematizada para que se possa pensar em sua dimensão política. A partir de noções de testemunho e narração de violência traumática, são abordadas as implicações éticas da construção da voz de vítimas e sobreviventes de violência, bem como as características dos registros e linguagens usados para articulá-los. Por fim, são realizados exercícios de processamento e visualização de dados, que integram a não linearidade e a fragmentação dos depoimentos como parte do projeto metodológico para uma datificação testemunhal da violência.

Palavras-chave: datificação, dados, sinal, sinal, violência, memória.

Introducción: la materialidad del dato

La era digital produce, amolda y transforma subjetividades, relaciones sociales y formas de conocimiento a través de distintas condiciones que han emergido y se han consolidado como aspectos fundamentales de una cotidianidad híbrida entre entornos on y offline. Una de estas condiciones es la datificación de la realidad. Por datificación podemos entender el proceso de captura, sistematización y análisis de datos masivos obtenidos del registro de todo tipo de prácticas sociales y la generación de inteligencia digital a partir de este proceso, esto es, de insumos para la toma de decisiones por parte de distintos actores sociales.

En la actualidad, las conversaciones acerca de las implicaciones de la brecha entre quienes producen datos, quienes tienen acceso a estos y quienes pueden tomar decisiones mediante su análisis es una de las cuestiones más importantes en el campo de los estudios críticos de datos (Kitchin y Lauriault, 2014; Kitchin, 2022). En este campo, podemos entender por datificación “la amplia transformación de la vida humana de modo que sus diferentes elementos pueden ser fuente continua de datos. Los beneficiarios de esto con frecuencia son compañías, así como gobiernos y en ocasiones organizaciones de la sociedad civil y comunidades” (Mejias y Couldry, 2019a, p. 2). Varias de las preocupaciones del campo son respuesta a la tendencia de pensar el dato y la datificación ligados a registros y métodos de análisis numéricos. No es difícil afirmar que no se suele pensar en acercamientos analíticos a datos masivos con énfasis en los aspectos cualitativos de los registros.

Frente a la adopción cotidiana de datos y de datificación, de acuerdo con este supuesto, conviene indagar en las afirmaciones y en las exclusiones de sus significados y su uso actual, con la intención de evidenciar distintos aspectos e implicaciones de aquellos datos alrededor de los cuales nos interesa discurrir. Una consulta rápida del término datos en Google arroja, en primer lugar, la definición de la RAE (s. f.): “Información sobre algo concreto que permite su conocimiento exacto o sirve para deducir las consecuencias derivadas de un hecho”; y la de Wikipedia, en segundo lugar: “Representación simbólica (numérica, alfabética, algorítmica, espacial, etc.) de un atributo o variable cuantitativa o cualitativa”. A continuación, aparecen sitios de “datos abiertos” gubernamentales, datos del banco mundial, noticias con estadísticas y “datos” deportivos acerca de temas recientes, más bases de datos gubernamentales, datos personales, etc. En general, entre los mejores resultados se encuentran los datos numéricos. Si acudimos a un diccionario de etimologías, encontramos que la palabra dato proviene del latín datum, que se refiere a ‘una cosa dada’; dato es el participio del verbo dare, por tanto, hace alusión a palabras como donar, don y perdón. En sus orígenes, la palabra no tenía un énfasis orientado hacia algún aspecto numérico ni mucho menos a cierta proclividad a lo masivo en su estatus, en cambio, cuando hoy hablamos de “datos”, dentro y fuera de Google, es muy fácil pensar en una base de datos, en el contenido de una celda dentro de un archivo tabular digital, seguramente en un número o en cosas como la big data. Los procesos de datificación de la realidad contemporáneos, así, nos aproximan a campos semánticos específicos alrededor del dato y al mismo tiempo a dar por sentadas ciertas premisas alrededor de sus límites y posibilidades.

Antes de continuar, es importante mencionar el tipo de datos y los procesos de datificación de la realidad que aquí nos interesa abordar, a saber, los datos acerca de violaciones graves a los derechos humanos y su sistematización, es decir, los procesos de datificación de la violencia. ¿A qué nos referimos con esto? A la captura, ordenamiento y análisis de bases de datos y archivos digitales que pueden convertirse en conjuntos de datos tabulares, que contienen registros de violaciones graves a los derechos humanos, y que en países como Colombia producen significados sociales acerca de la violencia, de las víctimas y sobrevivientes y de posibles salidas al conflicto por el que esta sociedad atraviesa, mediante análisis e interpretaciones producidas por comisiones de la verdad, algunas ONG, medios de comunicación, universidades, gobiernos y opinión pública. En este contexto, el objetivo de este artículo es avanzar conceptualmente en los anclajes críticos para el diseño de objetos o referentes materiales requeridos para un tipo de datificación de la violencia. No es un análisis llevado a cabo con esta propuesta conceptual, sino una ruta que conduce a evidenciar las implicaciones epistemológicas que tienen el procesamiento y visualización de datos según dicha propuesta. 1

Frente a las inercias mencionadas alrededor de los datos y de la datificación de la realidad, en las que está implicada la datificación de la violencia en contextos como el señalado, cabe preguntarnos de inicio lo siguiente: ¿de qué materialidades está hecho el dato, esto es, qué segmentos espacio-temporales captura?, ¿de qué tipo de experiencias da cuenta qué tipo de dato alrededor de la violencia? Podemos empezar diciendo que el dato en general (y en particular aquel que captura la violencia y que puede ser almacenado en una base de datos masiva) tiene al menos dos dimensiones constitutivas: despliega sentido y al mismo tiempo pretende capturar fenómenos o fragmentos espacio-temporales de la realidad. El dato significa y documenta, es decir, el dato es un signo y un registro. ¿Qué significa esto?

El dato de la violencia como signo

Hablar de signo hoy en día supone ir más allá de la definición estructuralista de este, propuesta por Saussure, para quien el signo estaba configurado por significado (imagen mental) y significante (imagen acústica). Esta definición remite a un tipo de signos, orales y escritos (y somete los segundos a los primeros), pero deja fuera cualquier otro tipo de signos que no produzcan semiosis mediante una racionalidad no simbólica. Esta aproximación al concepto ha sido desafiada por acercamientos de la semiótica, la filosofía y la antropología, al partir de definiciones más amplias de signo.

Ya desde finales del siglo XIX, Charles Sanders Peirce desarrolló una categorización del signo que no únicamente tomaba en cuenta los aspectos simbólicos o de significado y significante que utilizó Saussure para su definición. Conviene hacer un breve repaso de las propuestas generales de este autor, ya que muchas de las discusiones contemporáneas alrededor del concepto remiten a sus planteamientos y sobre ellos volverá esta propuesta. Peirce desarrolló una conceptualización de tres tipos de signo: ícono, índice y símbolo (Peirce, 1992). El ícono es “un signo que representa a su objeto en virtud de que, al ser percibido, suscita una idea inherentemente relacionada con la idea que provocaría el objeto mismo” (p. 13; traducción porpia); esto es, n ícono es un signo que da cuenta de sí mismo, algo que no remite a otra cosa para producir significado, puesto que “no debe ser interpretado, sino que deber ser presentado a los sentidos” (p. 13; traducción propia). Peirce propone como ejemplos de íconos a las llaves usadas en fórmulas algebraicas o los diagramas; podríamos agregar una pintura abstracta o al género musical conocido como noise como otros ejemplos de signos icónicos.

Un índice, dice Peirce (1992), “representa su objeto en virtud de ‘una conexión real con él’, o porque obliga a la mente a prestar atención a ese objeto” (p. 14; traducción propia). El ejemplo que usa Peirce es el de un chofer que le grita a un transeúnte en la calle, mas no para saludarlo, sino solo para llamar su atención y hacerle ver que tiene que quitarse del camino para no ser atropellado; el signo usado por el chofer, un “¡hola!”, es uno que orienta la atención, no uno que remite al significado de la palabra hola. Podemos pensar en el movimiento que una persona le hace a su mascota para lanzar una vara de madera sin lanzar nada y el efecto que aquel tiene en el animal: el intento de perseguir una vara inexistente es la respuesta a un índice, el sonido de la caída de un árbol que no se ve en medio de un bosque pero que alerta a las personas que lo escuchan también es un índice. Se trata de signos que producen significado sin la necesidad de articular palabras o frases o que incluso las utilizan no para aludir a su significado semántico, sino para establecer una conexión, para alertar o llamar la atención de algo en relación con otra cosa.

Por último, para Peirce (1992) un símbolo es aquel que “está conectado con su objeto por virtud de la idea de la mente que usa el símbolo, sin la cual tal conexión no existiría” (p. 17; traducción propia). Es decir, por símbolo Peirce apela a la arbitrariedad mediante la cual se establece una relación semántica entre el conjunto de sonidos y letras convenidos para formar una palabra y el significado convenido de ese conjunto. Entonces, por signo simbólico Peirce entiende algo similar a lo que Saussure entendía por signo en general: todas las palabras son símbolos.

Actualmente, los estudios acerca de los signos y de la semiótica más allá de lo simbólico complejizan el panorama de lo que entendemos acerca de la interacción y la significación en muchos aspectos de la realidad. Chudý y Müller ( 2024, p. 269) parten de un sesgo claro: “La capa semiótica se suele confundir con la capa simbólica”, lo cual les permite abordar los modos en que, por ejemplo, los estudios de medios han hecho históricamente a un lado a los signos no simbólicos que la materialidad de los medios producen. Esta especie de ceguera semiótica ha considerado a estos signos no como tales, sino como “ruido”, “señales” o “problemas de ingenieros”, lo cual ha tenido serias implicaciones para entender el papel de los medios como productores semióticos y no solo como soportes y transmisores en el proceso de semiosis, que a su vez suele quedar reducido a lo semántico.

Al mismo tiempo, estudios actuales que vienen de cruces entre semiótica, antropología y filosofía han dado cuenta de los modos en que los humanos se comunican con actores no humanos y viceversa, mediante signos y lenguajes no simbólicos. Por ejemplo, Eduardo Kohn (2021) plantea que “la semiosis permea y constituye el mundo viviente, y es a través de nuestras propensiones semióticas parcialmente compartidas que las relaciones multiespecies son posibles y también analíticamente comprensibles” (p. 13). La etnografía de los bosques y de las relaciones de los seres que lo conforman y lo habitan (humanos y no humanos) que propone este autor pasa por problematizar los límites del lenguaje compuesto por signos simbólicos, para entender las formas en que humanos y no humanos interactúan y producen semiosis interespecie utilizando otro tipo de signos, como los icónicos y los indexicales propuestos por Peirce.

A la par de estas discusiones (y para entender como signos no necesariamente simbólicos a los datos que registran la violencia), los estudios acerca del trauma social y de la violencia en conflictos de gran envergadura han puesto de relieve la naturaleza “inconceptualizable” de este tipo de experiencias. María del Rosario Acosta se refiere a cómo el trauma provoca un impasse cognitivo que impide que el sujeto lo asimile, por lo que, a nivel mental, el trauma “permanece desconocido... en nuestro lenguaje” y “no apunta a nada más que a la incapacidad de la mente de procesar el accidente como evento, como experiencia” (Acosta López, 2017, p. 89). En esta misma línea, Shoshana Felman (2017), leyendo a Benjamin, recupera el modo en que los soldados que volvieron de la Primera Guerra Mundial perdieron “la capacidad de simbolizar”, es decir de contar lo que les había ocurrido, lo cual llevó a estudiar de nuevas formas lo que entendemos por silencio, así como las relaciones entre historia, memoria y testimonio. El silencio, de acuerdo con la semiótica de Pierce, sería un tipo de signo que no requiere de palabras para evocar un significado, no una ausencia de significado.

Los signos simbólicos pueden colapsar, pero esto no significa que se dejen de producir ni que se deje de dar la semiosis. María Victoria Uribe y Rodrigo Parrini (2020) hacen referencia a los modos en que los signos simbólicos naufragan cuando se está frente a acciones violentas y a los efectos de estas en contextos como el colombiano y el mexicano. Uribe y Parrini (2020) hablan de cómo “violencia y significación no coinciden”, de escenarios en los que “si bien algo se encuentra, no necesariamente se puede nombrar”, así como de “discursos fantasmas” y de “sombras” (p. 26). Estas evocaciones invitan a abordar los datos que registran la violencia a partir de un nivel de complejización semiótica, según el cual lo que entendemos por signos y lenguajes en los que se expresa dicha violencia avance hacia formas de pensar e interpretar la semiosis fuera y más allá de los signos simbólicos.

Por último a este respecto, el propio Peirce (1992) hizo referencia a una gramática especulativa, para dar cuenta de formas de expresión no simbólicas “que van no descubiertas” en las afirmaciones simbólicas a las que la conciencia accede, las cuales en ocasiones “son de la mayor importancia para razonar” (p. 19; traducción propia).

Dicho lo anterior, es posible matizar brevemente que no todos los datos en un archivo tabular corresponden al mismo tipo de signos. Peirce explicó que los números tienden a ser íconos en la medida en que dan cuenta de un cálculo en sí, y también dijo que las palabras (excepto pronombres demostrativos y palabras gramaticales), en general, son símbolos. Ahora bien, la datificación de la violencia es posible únicamente en entornos digitales: la digitalización del mundo ha traído actualizaciones en los modos en que vamos y venimos entre distintos tipos de signos. Entre las cualidades que pueden ser entendidas como signos semióticos, no simbólicos, propios de la era digital están el desplazamiento de la linealidad jerárquica de la realidad hacia una redistribución y lectura no lineal de lo real, esto es, la naturaleza hipertextual de la web; los clics que damos en hipervínculos ubicados en distintas partes dentro de plataformas digitales, buscadores y páginas, y la manera rizomática en que nos conducen por distintos escenarios: los circuitos de consumo de contenido digital que se presentan en soportes tabulares (las propias bases de datos lo hacen), en diagramas, en formatos multimodales (a partir de la mezcla de soportes escritos, sonoros y audiovisuales) y reticulares (por ejemplo, visualizaciones en forma de redes para representar las interacciones entre usuarios de plataformas). Todos estos elementos, según el pensamiento de Peirce acerca de los signos icónicos, no están pensados para ser interpretados, sino “para presentarse a los sentidos”. De modo que los entornos digitales, además de acelerar la interacción, suponen la subversión de los registros lineales de la experiencia, el desbordamiento de lenguajes uniformes y la actualización en la exploración de signos no simbólicos.

¿Qué tipo de signo es la violencia?

El tipo de datificación de la realidad que interesa en este escrito es uno en específico: el de los registros digitales de violaciones graves a los derechos humanos. En esta sección se desarrolla una breve aproximación preliminar a la violencia como signo y a su posible semiosis no simbólica. Por esto, es importante iniciar diciendo que la violencia no ha de ser tomada como algo irracional, antes bien, siguiendo a Bataille (2008), la violencia ha de ser abordada en principio como “un exceso” y como “la obra de un ser que la organiza” (p. 84). Las cualidades vesánicas que se suelen atribuir a las formas de violencia cuyos registros nos interesan no se agotan en el aparente descontrol que las produce, sino que se trata de gestos y acciones calculadas.

Ahora, de acuerdo con una mirada peirceana, cuando la violencia alcanza niveles de brutalidad incomprensible rebasa y desborda la inteligibilidad de los signos y lenguajes simbólicos disponibles. ¿Qué tipo de signos produce la violencia extrema? ¿El hecho de que no produzca un lenguaje racional-logocéntrico hace que lo que produzca sean “señales” o “ruidos” carentes de significado? No, las formas brutales de la violencia no han de ser concebidas como signos simbólicos, sino como signos icónicos o indexicales producidos por humanos.

¿Qué despliega, si no es un signo simbólico, la violencia? Cuando se da en sus formas más brutales, la violencia se despliega a sí misma de un modo fático y autorreferencial. En esos casos, la violencia despliega poder como significado, no como logos. A este tipo de signos se refiere también Rossana Reguillo (2011) cuando dice que, acerca de las acciones del narcotráfico en México, “frente a estas violencias, el lenguaje naufraga, se agota en el mismo acto de tratar de producir una explicación, una razón”.

Los signos de este tipo de violencia son una mezcla entre lo icónico (por ejemplo, cuerpos desmembrados colocados en medio de una plaza pública) y lo indexical (por ejemplo, disparos que llaman la atención de quienes los escuchan, pero no saben de dónde vienen, pues dan cuenta de sí mismos o alertan que algo puede pasar o ya ocurrió, sin explicarlo con palabras). ¿Qué es lo que produce, entonces, la no inteligibilidad simbólica de la violencia? Produce, y en muchas ocasiones reproduce, relaciones de poder dominantes y de sumisión. Este despliegue semiótico no necesita un lenguaje simbólico para hacerse presente, por el contrario, necesita destruir los códigos semióticos simbólicos y emerger en otros registros para alimentar y gestionar otro efecto: el miedo a la incomprensión.

Podemos acudir, por ahora, a los efectos de un evento traumático según lo propuesto por María del Rosario Acosta López (2017), como una manera más de entender la resonancia, no el entendimiento, que produce la violencia en los sujetos, pues se trata de “una ruptura radical de la experiencia del lenguaje y de sus posibilidades de significación” (p. 93). Así, las formas de violencia extrema abordadas como signos imposibilitan la inteligibilidad simbólica y al mismo tiempo habilitan sus propios signos icónicos e indexicales como paisaje semiótico dominante.

La datificación de la violencia como registro

Pensar la dimensión de registro como constitutiva de los datos es problematizar la relación que existe entre el registro de la experiencia y la experiencia, lo cual nos lleva a preguntarnos en qué condiciones el registro de la experiencia pretende sustituir a esta, en cuáles busca mantenerse como un referente delimitado de esta y con qué implicaciones en ambos casos. Al mismo tiempo, se trata de abordar la condición irremediable debido a la cual un registro (en particular, uno de violaciones graves a los derechos humanos) incide para reforzar, cuestionar o fisurar la asimetría en las relaciones de poder entre actores por quienes dicho registro es utilizado como medio para producir efectos de verdad. Así pues, abordar al dato de la violencia como registro de la experiencia supone pensar en las tensiones entre registro y verdad ligadas a las relaciones entre lenguaje y realidad.

Para Paul de Man (1991) el problema del lenguaje es que hace accesible el mundo a través del despojo; esta operación se lleva a cabo una vez está encapsulado el mundo en el lenguaje. Según el autor, podemos evidenciar esto a través de un ejercicio de desnaturalización del lenguaje mediante la observación del uso de ciertas estrategias retóricas, específicamente a través de la prosopopeya, que consiste en personificar o darle voz a algo que no tiene voz. Dice De Man (1991): “En cuanto entendemos que la función retórica de la prosopopeya consiste en dar voz o rostro por medio del lenguaje, comprendemos también que [de] lo que estamos privados no es de vida, sino de la forma y el sentido de un mundo que solo nos es accesible a través de la vía despojadora de entendimiento” (p. 12). Por lo tanto, podríamos decir que el problema del lenguaje como “encapsulador” del mundo es el problema del registro de ese mundo o de la experiencia de este, cuya principal implicación es la de despojarnos de la experiencia en sí y darnos lo capturado de ella a cambio. Así, De Man nos invita a restituir la dimensión de la escritura como lenguaje y como mediación y, en esa medida, como registro de la experiencia y no como la experiencia en sí.

La datificación de la realidad ha traído como una de sus consecuencias la de hacer creer (sobre todo cuando el análisis viene de empresas privadas y gobiernos cuyo énfasis radica en los aspectos numéricos de las bases de datos) que lo registrado en ellas es objetivo, que presenta la realidad misma (Kitchin y Lauriault, 2014); o llevada esta confianza al extremo, que el registro digital de actividades cotidianas de una persona puede llegar a abarcar lo que de aquellas no hay registro en lo digital (a partir del cálculo de tendencias), e incluso puede ser confundido con lo que la persona “es” más allá del registro digital de sus acciones (a partir del perfilamiento de usuarios). Así, la datificación de la realidad puede tender no solo a caer, sino a abusar de la posibilidad de sustituir al fenómeno registrado con el registro digital del fenómeno. Por ello, Robert Kitchin (2022) ha sugerido que, en lugar de data, frente a lo que estamos es a un tipo de “capta”, pues lo se pretende es capturar y no dar en el sentido etimológico, en la datificación. Las implicaciones de esta tendencia (en cuanto a la pérdida de la agencia de los sujetos, el intento de secuestro de lo posible, la homogeneización de la experiencia, la ampliación de las capacidades de vigilancia y control y la continuidad con formas históricas de extracción desigual de recursos) han sido desarrolladas con conceptos como gubernamentalidadalgorítmica (Rouvroy y Berns, 2018), capitalismo de vigilancia o dataveillance (Yeung, 2018), capitalismo informacional (Ramos-Martín, 2022), colonialismo de datos (Mejías y Couldry, 2019b; Milan y Treré, 2019; Ricaurte, 2019), entre otros.

Frente al riesgo de sustitución del fenómeno registrado por el registro de este mediante procesos de datificación, no deja de ser relevante traer a colación referentes teóricos como los del campo de la comunicación, que durante décadas han problematizado y desnaturalizado el registro de la realidad que se lleva a cabo en mediaciones técnicas y lo han conceptualizado como un recorte histórica, política y culturalmente situado. Ya sea en la prensa escrita, la radio, el cine o la televisión, los estudios en comunicación han demostrado que los medios no “reflejan” la realidad, sino que la producen mediante procesos de encodificación, que resultan del montaje socioculturalmente situado que se hace de dichos registros de la realidad, los cuales siempre “atribuyen significado al acontecer social” (Orozco, 1987, p. 28).

Por supuesto, la fenomenología es el campo en el cual la noción misma de experiencia ha sido ampliamente abordada y problematizada. Basta mencionar el principio fundamental de que toda forma de “recolección de experiencias, reflexiones acerca de las experiencias, descripciones de las experiencias… son ya transformaciones de esas experiencias” (Van Manen, 2016, p. 313) para desmontar todo intento de hacer transparente o de invisibilizar la condición de distorsión que supone cualquier forma de lenguaje-registro de la experiencia. El registro de la experiencia la condiciona y la modifica, por esto, es importante sostener de manera permanente, a modo de principio de vigilancia epistemológica del registro, la siguiente cadena de preguntas: ¿qué afirma de la experiencia la distorsión-registro frente al que estamos?, ¿qué implicaciones tiene esta afirmación?, ¿qué otros encuadres de la experiencia no están siendo afirmados en esta distorsión? y ¿cuáles son las implicaciones de que no estén siendo tomados en cuenta?

Aunado a lo anterior, las implicaciones políticas de sostener la separación entre el registro de la experiencia y la experiencia deben considerar también el contexto del fenómeno del que da cuenta el registro y el efecto que produce su interpretación. Si hablamos de datos acerca de violaciones graves a los derechos humanos, el tipo de análisis que se haga puede ir desde intentar dimensionar y comprender la construcción del sentido de la experiencia según el duelo de sobrevivientes y víctimas (esto es, puede buscar la reivindicación de la vida de estas personas si se parte del registro como algo que no agota la experiencia, sino que intenta dar cuenta de esta mediante testimonios de quienes la vivieron) hasta intentar explicar la experiencia (si lo que hace es medir la tragedia mediante el recuento de acciones violentas, es decir, agotar la experiencia en el registro de la experiencia).

En cualquier caso, el análisis, la interpretación y la utilización de este tipo de registros no pueden ser considerados como neutrales y, antes bien, su peso en la interpretación histórica de la realidad y la incidencia pública que esta puede tener, es decir, su dimensión política, debe ser tomada en cuenta en todo momento, pues su papel en la afirmación o cuestionamiento a las distintas versiones de la historia tiene como uno de sus efectos producir un discurso de verdad.

Por lo tanto, resaltar la dimensión del dato como registro se trata, por un lado, de problematizar y analizar hasta dónde la captura de un fenómeno o experiencia llega a sustituir a dicho fenómeno, o si el registro puede mantener distancia crítica con respecto a la experiencia o fenómeno capturado y con qué implicaciones; por otro lado, de abordar el modo en que el registro de un fenómeno puede dar cuenta de un tipo de evidencia o relato que enmarque y dé validez al discurso de uno u otro actor históricamente situado, dejar fuera o invalidar el discurso de otro y con qué consecuencias. Esto último coloca a la dimensión política del registro en una condición permanente de contingencia, esto es, como una acción en potencia de ser activada o no, en un sentido o en otros de la historia.

Política del testimonio. Memoria y narración

Como quedó señalado arriba, la datificación de la violencia está inserta de manera irremediable en un escenario de tensiones entre relaciones de poder puesto que uno de sus efectos es producir discursos de verdad. Toca pensar ahora cómo ocurre esto con el tipo de registros de violaciones graves a los derechos humanos que nos interesa abordar y según qué marco analítico es que se pretende volver a dichos registros datificados testimonios de la violencia.

El conflicto armado en cifras es un micrositio en internet montado por el Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia y se trata de un ejercicio de aproximación y registro masivo de la violencia sufrida por la población durante el conflicto armado. Mediante el acceso público a sus conjuntos de datos, los registros y las visualizaciones que ofrece invitan a ampliar las posibilidades de análisis de once tipos de violaciones a los derechos humanos. 2 Para esto, el sitio ofrece archivos de datos de víctimas y de casos registrados de cada uno de los tipos de abusos. Este sitio es parte de un contexto de datificación de la violencia en Colombia en el que otro punto de referencia de primera importancia es el informe final de la Comisión de la Verdad, el cual constituye de acuerdo con el Human Rights Data Analysis Group: el archivo de derechos humanos más grande a nivel mundial, con veinticuatro millones de registros provistos por al menos cuarenta y cuatro fuentes. La Comisión entregó, además de los archivos digitales, once volúmenes escritos y decenas de materiales sonoros y audiovisuales para dar cuenta de manera compleja de las causas, las víctimas y las consecuencias del conflicto armado en Colombia.

Entre los volúmenes legados por la Comisión, hay uno en particular que ha sido objeto de amplia discusión entre distintos actores y grupos políticos en el país: se trata del volumen que lleva como título “Cuando los pájaros no cantaban”, también conocido como el tomo testimonial. Este volumen integra doscientos dieciocho testimonios de la violencia en Colombia. Se trata de los relatos de madres, hermanas, hijos, etc., que vivieron en carne propia los estragos de un conflicto que ha durado décadas. Este documento “se centró en los ecos que la violencia dejó en la vida cotidiana de las personas y las comunidades” (Comisión de la Verdad de Colombia, 2022, p. 11), reconstruidos a partir de los testimonios reales de las víctimas y sobrevivientes.

Para la Comisión de la Verdad, el testimonio se define “como una ‘articulación de la experiencia’ en la que procesos sociales y personales se intersectan” (p. 9). Los testimonios construidos a partir de este enfoque intentan producir condiciones necesarias para dimensionar y comprender la producción del sentido de la experiencia del duelo y la búsqueda de reivindicación de la vida de las personas. Si bien marcados por el dolor y el trauma, la construcción narrativa de estos testimonios precisamente busca no revictimizar ni caer en el patetismo de lo contado, sino contextualizar los hechos, profundizar en las acciones violentas y en sus efectos en sujetos concretos, así como complejizar escenarios, actores y causas del conflicto, para dimensionar la catástrofe a nivel biográfico, comunitario y nacional; además, para entregar o “legar” insumos necesarios tanto para la memoria colectiva como para ser integrados como pruebas en casos específicos ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en Colombia.

Un aspecto fundamental de este volumen es el énfasis en la construcción de testimonios pensados para ser leídos en voz alta y para ser escuchados de manera colectiva, con la intención de “conjurar ‘atmósferas afectivas’ y ‘disposiciones para la escucha’ mediante ‘Lecturas Rituales’” (Comisión de la Verdad de Colombia, 2022, p. 14), que se anuncian como ejercicio de reivindicación de la cotidianidad destruida y han sido pensadas para procurar espacios de restitución para el presente y futuro de las comunidades.

Ahora bien, a propósito del valor del testimonio así abordado, de su condición de registro de la violencia, pero también de los riesgos políticos que supone reconstruir la palabra de alguien más como forma de narrar los efectos de la violencia en Colombia, la investigadora María Mercedes Andrade (2015) ha problematizado un par de publicaciones con testimonios de mujeres sobrevivientes a la violencia en el país y ha postulado una pregunta fundamental: “¿Quién habla en nombre de alguien más y cómo lo hace?” (Andrade, 2015, p. 2). La autora señala las tensiones entre el rigor de sostener la oralidad en los testimonios, situar los relatos como parte de verdades inacabadas y al ejercicio mismo del registro como parte de uno incompleto para entender la complejidad del conflicto, a cambio de un alcance público limitado y de mantener estos testimonios en circuitos especializados y académicos como consecuencia; asimismo, aborda las licencias en la unión de testimonios para construir los relatos, la ficcionalización de las historias y la homologación del registro mediante la eliminación de las particularidades de la oralidad de los testimonios originales, a costa de obtener el máximo de visibilidad en espacios de lectura masivos a través de editoriales internacionalmente reconocidas, ampliar las posibilidades de circulación no solo de estos testimonios, sino de la falta de discusión y reconocimiento de los testimonios de miles de víctimas del conflicto colombiano (Andrade, 2015).

Con esto se profundiza en la capa de complejidad política implícita en el registro de la violencia, ahora en forma de testimonio, a saber, la de la responsabilidad ética de hablar a nombre de alguien más y el límite que esta puede alcanzar si la construcción del testimonio da muestras no únicamente de hablar a nombre de, sino de hablar por alguien más (Andrade, 2015). Si parte de la lucha por la reivindicación de las víctimas y sobrevivientes está en buscar formas de presentar sus relatos de manera digna en espacios de amplia discusión pública, las discusiones acerca de los modos (no solo de captura del registro sino de construcción retórica de este) suponen una de las cuestiones más difíciles para producir y presentar el testimonio. A estas consideraciones y al hecho de tomar en cuenta la magnitud de sus implicaciones en contextos situados podemos referirlos como política del testimonio.

Así mismo, el valor del testimonio como relato reivindicativo de la memoria de víctimas y sobrevivientes de la violencia radica en las posibilidades de construir escenarios de procesamiento del trauma social provocado por la violencia. María del Rosario Acosta López (2017) trae a colación de estas posibilidades de construcción de una memoria de las víctimas la idea de narración desarrollada por Walter Benjamin. La autora señala que la justicia para Benjamin

se relaciona con una tarea de redención del pasado y con la inaplazable responsabilidad de ‘salvar a los muertos’ de esa segunda muerte que la historia infringe una y otra vez en su narrativa lineal y totalitaria y con la que se enmudece y condena al silencio y al olvido todo lo que no se corresponde con su discurso progresista. (Acosta López, 2017, p. 99)

Para aspirar a esta condición de justicia, la idea de narración acude a estructuras del lenguaje y a signos no tradicionales, ya que “interrumpe la tendencia lineal de la historia… se mueve… en una temporalidad discontinua, anacrónica, no lineal” (Acosta López, 2017, p. 104). Esto es, la estructura enunciativa de la narración apela a otros modos de semiosis no sometidos únicamente a lo simbólico, pues, continúa la autora, “carga consigo una multiplicidad de sentidos no revelados impartidos que permanecen por ello resguardados” (p. 104).

Luego, entonces, la narración, en la medida en que intenta dar cuenta de una experiencia improcesable de manera racional, también escapa en cierto modo de esa racionalidad y va más allá de las palabras, pues, dice Acosta López, “comunica los silencios que en su callada elocuencia hablan de una fragmentación irreparable de sentido” (p. 105). Así, la narración pone tanta atención en las palabras como en el resto de los signos y en la ruta que siguen los signos de un testimonio, para darle continuidad “no lineal” al desbordamiento del registro racional de la experiencia, pero ahora ya no según el trauma, sino con el estremecimiento de quien atestigua y no solo “entiende”, en el sentido racional, el testimonio.

Por consiguiente, es posible pensar en el binomio narración-testimonio como encuadre conceptual para producir un tipo de memoria que enfrenta al trauma producido por la violencia. La construcción del testimonio abre un valioso espacio para la reflexión a propósito del registro de la experiencia y de su dimensión política que no busca sustituir, sino habitar la experiencia reconstruida en el testimonio, y la narración parte de hacerle justicia a los relatos yendo más allá del registro lineal y logocéntrico de la experiencia. La pregunta ahora es: ¿puede un tipo de datificación de la violencia tomar aspectos testimoniales y narrativos para acercarse al análisis de registros masivos de esa violencia? ¿Cabe pensar en la generación de objetos y categorías testimoniales y narrativas para el análisis de datos masivos, que contribuyan a la reconstrucción y reivindicación de la voz colectiva de las víctimas, esto es, en una datificación testimonial de la violencia?

Hacia una materialidad de la datificación testimonial de la violencia

Para cumplir con el propósito de avanzar no solo en el desarrollo conceptual de una datificación de la violencia, sino también en la construcción de objetos o referentes materiales para este tipo de datificación, se presentan a continuación algunos ejercicios de procesamiento y visualización de conjuntos de datos que registran violencias traumáticas y violaciones graves a los derechos humanos. Como se mencionó al inicio del texto, no se trata de llevar a cabo el análisis de estos objetos, sino de evidenciar las transformaciones epistemológicas de los datos en el procesamiento y visualización de estos a partir de los anclajes conceptuales desarrollados hasta ahora. Esto es importante, ya que usualmente el procesamiento y visualización de datos masivos se dan por sentados en la mirada cuantitativa e invisibilizan (o justifican, por simple funcionalidad) las transformaciones epistemológicas que sus convenciones siguen y consolidan. Sin embargo, esta jerarquía de la lectura estrictamente numérica de los datos, como indica Alberto Cairo (2019), fácilmente refuerza creencias y tiende a aumentar los sesgos de confirmación en quien los lee. Entre estas convenciones podemos destacar el modo en el que se coloca al centro de la exégesis de las visualizaciones de datos la precisión con la que estas deben “representar” los valores preexistentes de los datos de los que provienen, la tendencia a confundir correlación entre valores con causalidad del fenómeno registrado y la tendencia a tomar las visualizaciones como resultados en sí para producir únicamente afirmaciones concluyentes con ellas.

En cambio, las visualizaciones modeladas según nuestra perspectiva buscan identificar correlaciones, en plural, para condensar y llevar a cabo preguntas contextuales relevantes acerca del fenómeno registrado por los datos, no para llegar a interpretaciones fijas a partir de causalidades identificadas en estos. El desplazamiento del centro de interés hacia los valores cualitativos de los conjuntos de datos permite además concebir a las visualizaciones como dispositivos retóricos, siguiendo a Johanna Drucker (2020, p. 32), según los cuales los signos no simbólicos (es decir, todos aquellos que no son palabras) poseen una carga semiótica y no solo “acompañan” a las palabras. Los tamaños, cercanías y formas visuales producen y no solo reproducen significados, despliegan cualidades performativas y no solo miméticas (Drucker, 2020), que llevan a quien las lea a una experiencia generativa de sentido y no sustitutiva de la experiencia registrada. Finalmente, estas visualizaciones son concebidas como insumos y no como resultados, esto es, como espacios de inmersión para mapear y crear rutas de interpretación abierta del fenómeno registrado.

Así, las pautas para construir estas visualizaciones son convenciones o gramáticas alternativas. Se trata de agregar aspectos gramaticales-visuales centrados en los aspectos cualitativos de los datos, así como una capa de anotaciones que explica y es en sí parte del contenido (Cairo, 2019), con la intención de generar espacios de diálogo y preguntas que ayuden a combatir la inercia que lleva a las visualizaciones a reforzar sesgos de confirmación de información previamente dada.

Lo anterior busca evidenciar también las implicaciones políticas de las transformaciones epistemológicas que ocurren en el procesamiento y visualización de los datos, que el pensamiento cuantitativo suele tomar como objetivas o transparentes en sus métodos. Evidenciar la carga epistemológica y política de estos procesos es necesario para construir objetos de acuerdo con una lógica de datificación crítica de la violencia (Ábrego, 2025) que no carece de sesgos, pero se esfuerza por evidenciarlos, y que procura pensar en sus implicaciones y por ello no busca llegar a verdades últimas ni asumir un punto de neutralidad en lo que afirma.

Ahora bien, los elementos estructurales de la narración mencionados (la no linealidad, la temporalidad discontinua y los sentidos no revelados), junto con la fragmentación irreparable de sentido que produce el trauma, han de ser aquí pensados como elementos semióticos no simbólicos constitutivos del tipo de testimonio de víctimas de la violencia que ha sido descrito hasta ahora. Estos elementos, traducidos a nuestros planteamientos, pueden ser colocados en la propia forma de trabajar los registros, es decir, en las visualizaciones, entendidas ahora como medio que no solo “soporta y transmite” el discurso, sino que es parte de este, de modo que se revaloricen como capa semiótica no simbólica presente en el propio proceso de datificación de la violencia.

Los despliegues visuales que se presentan a continuación parten de la lógica del testimonio como se ha elaborado aquí, es decir, como un ejercicio de escucha y de reivindicación de la memoria de sobrevivientes y víctimas de la violencia, no de medición ni de sustitución de la experiencia. Lejos de buscar llegar a conclusiones cerradas, estas visualizaciones buscan alimentar lo que para Johanna Drucker se busca con las interpretaciones en el pensamiento crítico anclado a las humanidades digitales, a saber: “Incertidumbre, cambio, contradicción, conocimiento parcial” (Drucker, 2020, p. 58). ¿De qué maneras se puede mostrar la estructura no lineal, fracturada y discontinua, cargada de sentido, de la narración testimonial en un ejercicio de datificación? Proponemos hacerlo mediante una ruta de procesamiento, segmentación y visualización de archivos digitales y conjuntos de datos, cargados de signos simbólicos y no simbólicos que asuman su peso epistemológico y político.

Para los siguientes ejemplos se utilizaron herramientas de lingüística de corpus (AntConc), de posprocesamiento de datos (Google Colab), de análisis de redes (Gephi) y de gestión de datos tabulares (LibreOffice). De igual modo, esta ruta sirve para pensar en formas de convertir datos no estructurados (por ejemplo, textos o libros digitales) en conjuntos de datos tabulares, lo cual posibilita un tipo de “desensamblaje semiótico” de las palabras, que las abre hacia exploraciones analíticas más allá de la linealidad sintáctica y de sus cadenas semánticas más próximas (Figura 1).


Red “mi mamá”
Figura 1.
Red “mi mamá”

Nota. Generada a partir de la segmentación del bigrama “mi mamá”, ubicado a lo largo de todo el volumen testimonial de la Comisión de la Verdad. El nodo al centro es el bigrama “mi mamá”, mientras que el cinturón de nodos más cercano muestra los conjuntos de diez palabras (cada nodo) dichos antes del bigrama en los testimonios, y el cinturón más lejano muestra los conjuntos de diez palabras (cada nodo) dichos después del bigrama.



Fuente: elaboración propia.

Para la generación de este primer objeto, se cargó el volumen testimonial de la Comisión de la Verdad completo en AntConc, para identificar los bigramas, es decir, los conjuntos de dos palabras a lo largo de las 515 páginas del documento. Una vez identificados los bigramas más frecuentes, se siguió un criterio de relevancia contextual del fenómeno registrado (la violencia en Colombia) para tomar la enunciación “mi mamá”, que aparece 357 veces a lo largo de todo el documento, como el objetivo de una segmentación del texto que permite una exploración que no pretende medir la experiencia, sino construir un paisaje para habitar fragmentos de memoria colectiva. La segmentación se llevó a un programa de visualización y análisis de redes (Gephi) y colocó al centro el nodo “mi mamá” con el algoritmo force atlas, que agrupa redes alrededor de hubs o nodos con mayor número de conexiones en una red, lo cual arrojó dos cinturones de nodos alrededor de nuestro bigrama de interés. El cinturón más cercano muestra en cada nodo las diez palabras que anteceden a “mi mamá” y el segundo muestra los conjuntos de diez palabras que suceden a “mi mamá”. Esta red así mostrada está preparada para llevar a cabo ejercicios de análisis de contenido y análisis crítico del discurso a partir de las continuidades sintácticas y de los núcleos semánticos que de ella emerjan e invita a elaborar interpretaciones abiertas a partir de la forma, los tamaños y las proximidades de los nodos, así como de las cadenas semánticas que estos contienen a nivel particular y colectivo (Figura 2).


Red “a las”
Figura 2.
Red “a las”

Nota. Generada a partir de la segmentación del bigrama “a las”, ubicado a lo largo de todo el volumen testimonial de la Comisión de la Verdad. El nodo al centro es el bigrama “a las”, mientras que los nodos alrededor son las diez palabras (cada nodo) pronunciadas después del bigrama. En la mayoría de los casos, se trata de menciones a una hora del día en la que ocurrió algo importante en los testimonios.



Fuente: elaboración propia.

Este segundo objeto se obtuvo después de explorar la misma lista de bigramas más frecuentes en los testimonios del tomo mencionado de la Comisión. Se seleccionó con el mismo criterio de relevancia contextual del fenómeno registrado otro bigrama que llamó la atención, se trata de “a las”, que se menciona 376 veces a lo largo del documento. ¿A qué se puede referir “a las”? La exploración en AntConc muestra que en la mayoría de los casos se refiere a la hora en la que algo importante ocurrió en los testimonios. Lo que sigue al bigrama suele ser alguna hora del día (a las 9 de la mañana, a las 6 de la tarde, a las 12 del día, a las 3 de la madrugada, etc.). ¿Qué significa que en un conjunto de testimonios de violencia traumática emerja con esa contundencia la mención a momentos específicos de la vida de estas personas? En los métodos biográficos se conocen como eventos bisagra las partes de la narración que acompañan momentos clave en los relatos y son los que marcan un antes y un después o hacen referencia a momentos críticos (Mallimaci y Giménez Béliveau, 2006). Esta red no busca medir lo ocurrido ni identificar causalidades del fenómeno registrado, sino construir una geografía de la memoria de las cotidianidades interrumpidas en estas narraciones, que en su propia fragmentación evoca la interpretación abierta de quien se acerque a ella; su diseño exige un tipo de análisis crítico de relaciones sintácticas y semánticas cifrado en los valores cualitativos del conjunto de datos del que parte, al que pueda también sumarse una lectura multidireccional a partir de la propia visualización.

Como se ha mostrado, los criterios de segmentación del corpus aquí trabajado no han seguido pautas de limpieza de datos cuantitativos, en las que se suele identificar valores ausentes, valores repetidos o valores “mal capturados”, para proceder a corregir esos “errores” y normalmente borrarlos. En cambio, se ha seguido una pauta de exploración de valores cualitativos a partir de un criterio de identificación de referentes relevantes del fenómeno registrado, que conscientemente busca identificar elementos cuya interpretación numérica no sea el objetivo, una vez llevada a cabo la segmentación. Estas pautas implican pasos de procesamiento y posprocesamiento de los datos que sirven para tener una aproximación y una lectura distinta del corpus. De hecho, es en el trayecto de un software a otro, en las paradas entre segmentaciones y visualizaciones, que emergen nuevas posibilidades de cuestionar estos registros. El enlistamiento de bigramas arroja una primera jerarquía de enunciaciones (Figura 3), la visualización de estos bigramas (después de la supresión de artículos y preposiciones) evoca otras rutas de exploración mediante los colores y tamaños con los que el algoritmo de force atlas agrupa las palabras alrededor de aquellas con mayor número de conexiones (Figura 4). Y mediante una nueva segmentación (por ejemplo, de una porción en la que la palabra “yo” ―que es el lugar de enunciación de los testimonios― es muy visible), se hace una suerte de acercamiento a otros caminos por interpretar a partir de las conexiones sintácticas y semánticas de las palabras (Figura 5). Así, cada paso genera un insumo nuevo, no un resultado, que a su vez permite hacer preguntas diferentes conforme el procesamiento y la visualización de los datos son en sí una capa de sentido y no algo transparente u objetivo.

Captura de un segmento de la lista de bigramas del
tomo testimonial de la Comisión de la Verdad
Figura 3.
Captura de un segmento de la lista de bigramas del tomo testimonial de la Comisión de la Verdad

Nota. Realizado con el software AntConc. “Freq” indica el número de veces que aparece cada bigrama en el tomo, “rank” el lugar que ocupa en la lista.



Fuente: elaboración propia.

Red general de bigramas del tomo testimonial de la
Comisión de la Verdad, con artículos y preposiciones suprimidas
Figura 4.
Red general de bigramas del tomo testimonial de la Comisión de la Verdad, con artículos y preposiciones suprimidas

Nota. Los colores indican las comunidades de palabras con un mayor número de conexiones entre sí. Cada comunidad-color expresa un énfasis semántico particular a lo largo de todo el documento.



Fuente: elaboración propia.

Acercamiento a una de las comunidades de palabras más grande en el tomo
testimonial de la Comisión de la Verdad
Figura 5.
Acercamiento a una de las comunidades de palabras más grande en el tomo testimonial de la Comisión de la Verdad


Fuente: elaboración propia.

Conclusiones

La identificación de las cualidades semióticas nos han impulsado a diseñar objetos para una datificación testimonial de la violencia, más allá de lo simbólico-constitutivos de los registros digitales de violencia traumática y de violaciones graves a los derechos humanos, las cualidades reivindicativas de la memoria de sobrevivientes y víctimas y el respeto a la discontinuidad del relato presentes en las nociones de testimonio y narración, así como la problematización de los efectos de producción de discurso de verdad de la condición de registro situado de los datos. Esta propuesta de construcción de objetos datificados genera insumos con segmentaciones no lineales y registros más allá de los signos simbólicos, que asumen su condición de registro sin pretender sustituir la experiencia que documentan, y tampoco suponen que las transformaciones llevadas a cabo en el procesamiento y visualización de los datos se dan en un lugar de neutralidad, sino que son parte y producen sentido alrededor de los relatos histórica, política y culturalmente situados que son los testimonios.

Lo visto hasta ahora es una ruta conceptual que lleva a la producción de objetos según una propuesta de datificación testimonial de la violencia, que suma elementos a una perspectiva más amplia de datificación crítica de la violencia (Ábrego, 2025). Los ejemplos presentados invitan a quien se acerque a ellos a llevar a cabo ejercicios de análisis de contenido y análisis crítico del discurso, además de observaciones que integren a las formas, la distribución, los tamaños y el tipo de agrupaciones de las visualizaciones como elementos semióticos que suman sentido al discurso, punto que además contribuye a superar la ceguera analítica frente a lo que no es verbalizado y frente al medio como productor y no solo como soporte de sentido.

Las interpretaciones para estas visualizaciones tendrán que tomar en cuenta la posibilidad de consumos grupales de estos materiales, como los propuestos para las lecturas rituales del volumen testimonial, así como el acceso al material gráfico con el uso de soportes interactivos para propiciar la exploración personalizada y la producción de sentido no solo académico de estos: también se habrá de incluir la posibilidad de construir y conceptualizar categorías epistemológicas según una racionalidad que no solo busque “entender” o “descifrar” estos fragmentos y lo que detonen en sus audiencias.

Estos avances buscan desarrollar aproximaciones conceptuales y técnicas a conjuntos de datos con una perspectiva no centrada en los valores cuantitativos de los registros masivos de violaciones graves a los derechos humanos, capaces de dialogar con distintas áreas tanto de las ciencias sociales y las humanidades como de otras disciplinas. Ahora, es necesario presentar casos que lleven a cabo análisis completos de objetos como los aquí construidos. Sería de particular interés pensar en signos de la misma naturaleza imbuidos en los testimonios (por ejemplo, el silencio) y plantear un acercamiento al estudio de las funciones discursivas de este tipo de elementos en los testimonios, una vez integrada la idea de que los elementos de una visualización de datos no solo transportan el contenido, sino que constituyen en sí un conjunto de aspectos semióticos no simbólicos por ser interpretados.

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Notas

* Artículo de investigación

Origen de este artículo Este artículo se enmarca en una tesis doctoral que aborda procesos de datificación de la violencia en Colombia y en México.

1 Este artículo es parte del diseño conceptual y metodológico de una investigación doctoral en marcha, que aborda las posibilidades de construcción de una datificación crítica de la violencia en Colombia y en México.

2 Acciones bélicas; asesinatos colectivos; ataques a la población; atentados terroristas; daño a bienes civiles; desaparición forzada; masacres; minas antipersonal, artefactos explosivos improvisados y munición sin explotar; reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes; secuestro, y violencia sexual.

Notas de autor

aAutor de correspondencia. Correos electrónicos: abregation@iteso.mx; victor.abrego@javeriana.edu.co

Información adicional

Cómo citar: Ábrego, V. H. (2025). Dimensiones semióticas y políticas del dato: ruta conceptual y construcción de objetos para una datificación testimonial de la violencia. Signo y Pensamiento, 44. https://doi.org//10.11144/Javeriana.syp44.dspd

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