Trazos pedagógicos del Maestro Eckhart en la conducción del ser humano hacia la unión en Dios*

Pedagogical strokes of Master Eckhart in Leading of the Human Being towards Union in God

Theologica Xaveriana, vol. 70, 2020

Pontificia Universidad Javeriana

Nelson Mafla Terán a

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Edith González Bernal

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


José Santos Torres Muñoz

Universidad Santo Tomás, Colombia


Recepción: 29/08/18

Aceptación: 19/11/18

Resumen: El Maestro Eckhart introduce la enseñanza sobre la “unión en Dios” apelando al modelo de la pedagogía divina que aparece en la Biblia, en particular en las enseñanzas de Jesús. El modelo presenta tres elementos: el recurso a la interpretación analógica que tiende puentes entre el sentido obvio y el oculto: los dichos y las parábolas parten de lo cotidiano y remiten a lo trascendente; la misteriosa relación entre Dios y las criaturas bajo el símbolo del negocio justo: Dios en nosotros y nosotros en Dios; el diálogo con Dios que conduce al conocimiento interior: la mejor manera de acercarnos a Dios y conocernos a nosotros mismos. Entonces, la pedagogía divina nos mueve de lo obvio a lo misterioso, de la mera idea de Dios a la experiencia de unión en él, del soliloquio devocional al diálogo espiritual.

Palabras clave:Unión en Dios, pedagogía, desasimiento, condición humana.

Abstract: Meister Eckhart introduces the teaching of the “union in God” by appealing to the model of divine pedagogy that appears in the Bible, particularly in the teachings of Jesus. This model presents three elements: the use of the analogical interpretation that bridges the gap between the obvious and the hidden meaning: sayings and parables start from everyday life and refer to the transcendent; the mysterious relationship between God and creatures under the symbol of the righteous business: God in us and us in God; the dialogue with God that leads to interior knowledge: the best way to approach God and to know ourselves. Therefore, divine pedagogy moves us from the obvious to the mysterious, from the mere idea of God to the experience of union in him from the devotional monologue to the spiritual dialogue.

Keywords: Union in God, Pedagogy, Detachment, Human condition.

RECONOCIMIENTO

El presente artículo deriva de la investigación “La condición humana, un camino de kénosis en el Maestro Eckhart”, financiada por la Pontificia Universidad Javeriana (código 00006873).

INTRODUCCIÓN

Eckhart es el maestro de vida que enseña al ser humano a caer en cuenta de que el sentido de su existencia se encuentra en la unión en Dios 1 . Para este propósito, el Maestro Eckhart acude a una manera particular de enseñar: los tratados y sermones. Estos recursos revelan una pedagogía propia desde la cual la persona se entrena en la construcción de modelos mentales que le permiten llegar a un razonamiento o a una comprensión intelectiva de que en él está Dios y de que su felicidad es la unión en él.

En sus tratados y sermones, el Maestro Eckhart acude a la analogía para que cada oyente o lector de sus escritos encuentre en la comparación conocimientos familiares acerca de la manera como está presente Dios en el ser humano, o mejor, cómo es Dios actuando en él. Es claro que para el Maestro Eckhart la manera de saber cómo es Dios es por medio de la persona de Jesús y, para ello, los modelos mentales ayudan a captar y a comprender su palabra y sus acciones. El hombre que presta atención a su mensaje puede descubrir que ese Jesús que habla es el Verbo encarnado que hace posible llegar a la unión en Dios.

La pedagogía del Maestro Eckhart fundamentada en la analogía construye un puente entre las intuiciones religiosas y una nueva comprensión de la experiencia religiosa: la unión en Dios. Su pretensión con la analogía reside en que la persona pueda entender la unión en Dios a partir de semejanzas que van de lo conocido sensible e inmediato a lo desconocido interior; desde el conocimiento familiar previo sobre Dios al descubrimiento de una presencia viva y desconocida que habita el corazón humano.

Un ejemplo de este uso de la analogía aparece en la comparación entre la cata de un buen vino y el conocimiento de sí mediante el cultivo del interior, del autoconocimiento: según el Maestro Eckhart, si el ser humano no está acostumbrado a las cosas interiores es porque no ha descubierto el buen vino que tiene guardado en sí mismo, ni lo ha probado y, en consecuencia, no sabe que es rico y que causa deleite 2 .

Por tanto, descubrir la presencia viva de Dios que nos habita es causa de felicidad y sabiduría. No percatarse de dicha presencia es vivir en la ignorancia, es hacerse representaciones o imágenes de la trascendencia que no son propiamente un saber que proviene de él.

En este artículo desarrollamos la pedagogía con la que el Maestro Eckhart conduce al ser humano hacia la unión en Dios. Ella se caracteriza por ser analógica, crítica y experiencial. Queremos fundamentar el planteamiento de que todo ser humano aspira a la sabiduría y a la felicidad, pero estas dos cuestiones no son externas a él, sino están en su interior y forman parte constitutiva de su ser.

Así, le corresponde descubrirlas mediante un proceso pedagógico de conocimiento interior, que lo lleva a percatarse de que su vida tiene siempre sentido y de que esta experiencia es fuente de felicidad y sabiduría. Para que ello suceda, el ser humano ha de vivir una vida en total desasimiento, esto es, una vida que permanece en Dios, desprendida y confiada en él. Solo así puede saber cómo es Dios, porque llega a experimentar la felicidad y a sentirse uno en él.

En este sentido presentamos algunos de los trazos que constituyen la pedagogía del Maestro Eckhart hacia la conducción del ser humano en Dios. Nuestra principal fuente son los tratados y sermones de Eckhart, pues estos dan la pauta para una enseñanza y un aprendizaje en la perspectiva de que todo ser humano quiere ser feliz y sabio a la vez. Para aproximarnos a una respuesta (siempre limitada pero abierta a nuevas interpretaciones) desarrollamos los siguientes puntos: la analogía, un medio para dejarse cuestionar y transformar; la misteriosa relación entre Dios y las criaturas, un negocio justo: Dios en nosotros y nosotros en Dios. El diálogo que conduce al conocimiento interior.

ANALOGÍAS QUE CUESTIONAN Y TRANSFORMAN

Eckhart asume un estilo de enseñanza propio de lenguaje analógico para transmitir un saber que puede llegar a transformar las mentes de las personas 3 . Este estilo es también propio de los padres de la Iglesia, los filósofos y los grandes maestros de la Edad Media. La analogía presente en sus tratados y sermones tiene como finalidad develar el sentido oculto del texto sagrado mostrando la riqueza que encierra, la sabiduría práctica y el sentido espiritual, de manera que el ser humano puede darse cuenta de su total y absoluta dependencia de Dios.

Como buen lector de la Sagrada Escritura, el Maestro Eckhart va más allá del sentido literal del texto bíblico, utiliza la alegoría y recrea los textos sagrados de manera que la imaginación, los símbolos y las comparaciones entran en escena para mostrar una pieza creativa entre lo idéntico y lo diverso, entre lo conocido y lo desconocido, entre la repetición y la comparación. Lo más urgente y prioritario para Eckhart es asegurar que la Palabra llegue a todos y que su mensaje resuene en el fondo del alma de cada ser humano que vive y siente las penurias de la vida.

La novedad de su pedagogía también podemos apreciarla en la audacia con la que el Maestro Eckhart rompe los esquemas tradicionales de formación de su tiempo. En la época en la que vivió se concebía una manera de enseñar que marcaba una diferencia entre lo que se escribía como importante y lo que se hablaba en términos coloquiales. Así, lo importante en teología se escribía y se hablaba en latín. El Maestro, sin desconocer tal costumbre, enseñó en lengua vulgar y a los iletrados, y utilizaba el lenguaje común que las personas conocían, sin importar si era letrado o iletrado.

Dirán también que estas enseñanzas no se deben decir ni escribir para gente iletrada. A esto digo: si no se debe enseñar a la gente iletrada, nunca nadie llegará a letrado y en consecuencia nadie sabrá enseñar o escribir. Porque se enseña a los iletrados para que de iletrados se conviertan en letrados. 4

La lógica que guía el pensamiento del Maestro Eckhart reside en que el mensaje evangélico es para todos y debe ser presentado de manera comprensible. Alienta a las personas a no preocuparse porque la verdad de la palabra no sea entendida por el discurso, pues “quien no comprende este discurso, no debe afligirse en su corazón; pues, mientras el hombre no se asemeje a esta verdad, no habrá de comprender este discurso; porque se trata de una verdad no velada que ha surgido inmediatamente del corazón de Dios” 5 .

Eckhart también utiliza la ironía para decir que en su momento se pensaba que solo los doctos podían explicar los problemas difíciles a un público selecto y en una lengua también selecta, el latín. El idioma común a las personas de un mismo territorio era para él una herramienta de expresión y tenía que ver con la dimensión interior de cada persona. Conforme a esto, él afirmaba que el latín, en su calidad de lengua oficial de la Iglesia, era apto para las obras sistemáticas que tenían como destinatarios a personajes letrados y cultos, pero no para la enseñanza cotidiana de los cristianos del común 6 .

En este contexto, el Maestro Eckhart encuentra que el mayor valor en la transmisión de la Palabra es la Palabra misma, que se hace discurso, claro y sencillo. Así, la analogía funciona como el mecanismo adecuado para construir ejemplos cercanos a la comprensión del público oyente/lector, pues ella permite acercarse en cierta medida a lo que es indecible por naturaleza para aproximarse a dar una palabra sobre el misterio divino.

Eckhart conoce el potencial que tiene el ser humano para aprender, descubre lo que hay en sus motivaciones, capacidades o facultades para entrar en comunicación y realizar actuaciones comunicativas:

La naturaleza enseña – y me parece muy justo– que debemos explicar a Dios mediante símiles, ya sea este, ya sea aquel. Sin embargo, él no es ni esto ni aquello, y por tanto el Padre no se contenta con ello; antes bien, regresa a lo primigenio, a lo más íntimo, al fondo y al núcleo del ser Padre donde ha estado adentro eternamente en sí mismo, en la paternidad, y donde disfruta de sí mismo, el Padre como Padre, de sí mismo en el Hijo único. 7

De ahí su insistencia en que cada uno llegue por sus propios medios a caer en cuenta de la presencia que lo habita. Para que esto suceda habrá que hacer uso de la capacidad intelectiva, reflexiva y analítica. Igualmente habrá que prestar atención a la mediación externa de quien tiene una palabra para comunicar, pues quien hace de maestro es aquel que no agrega nada, sino que quita lo que estorba y hace mostrar la belleza que hay dentro.

Cuando un maestro hace una imagen de madera o de piedra, no hace que la imagen entre en la madera, sino que va sacando las astillas que tenían escondida y encubierta a la imagen; no le da nada a la madera, sino que le quita y expurga la cobertura y le saca el moho y entonces resplandece lo que yacía escondido por debajo. Este es el tesoro que yacía escondido en el campo, según dice nuestro Señor en el Evangelio (Mt 13,44). 8

La analogía siempre fue el mejor camino para enseñar, pues el Maestro Eckhart pone como eje central de su enseñanza el diálogo corto, profundo, que busca que el público llegue a distinguir la semejanza y la diferencia en el mensaje. Cuando él explica alegóricamente el texto de Mt 21,12, su pretensión es poner al ser humano frente a sí mismo y de cara a su relación con Dios. Este texto da a conocer las acciones y las palabras de Jesús:

…entró en el templo y echó a fuera a todos los que vendían y compraban en él; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y les dijo: está escrito: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos. (Mt 21,12-15)

El Maestro Eckhart acude alegóricamente a la analogía para que el público, con la comparación que hace, se cuestione y busque un cambio radical en su vida. El sermón Intravit Iesus in templum et coepit ejicere vendentes et ementes es un claro ejemplo de la analogía y de la pedagogía con la que Eckhart quiere conducir al ser humano al encuentro con Dios.

Nuestro Señor entró en el templo y echó fuera a quienes compraban y vendían, y a los otros que ofrecían en venta palomas y otras cosas por el estilo; les dijo: “¡Quitad esto de aquí, sacadlo!”. ¿Por qué echó Jesús a los que compraban y vendían, y a los que ofrecían palomas, les mandó que las sacaran? Quiso significar tan solo que quería tener vacío el templo, exactamente como si hubiera dicho: “Tengo derecho a este templo y quiero estar solo en él y tener poder sobre él”. Esto, ¿qué quiere decir? Este templo donde Dios quiere reinar poderosamente según su voluntad es el alma del hombre que él ha formado y creado exactamente a su semejanza, según leemos que dijo nuestro Señor: “¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza!” (Gn 1,26). 9

El cuestionamiento principal que está en la base de su intención pedagógica es llevar al ser humano a darse cuenta de cómo vive su vida y por quién dicha vida está habitada. El ser humano es el templo o la casa de Dios, el lugar donde a Dios le gusta estar; no caer en cuenta de que se es el templo de Dios es llenarse de negocios, de artimañas y de mercaderes que van desplazando a la divinidad y dejando ese templo a merced de otros habitantes, a quienes no interesa el lugar, ni su construcción, o su cuidado. Es el tema típico de la enajenación que oscurece la imagen de Dios por la cual cada ser humano se convierte en creatura.

El Sermón mencionado expone un diálogo sobre dos asuntos importantes: el primero, Dios reclama su lugar en el ser humano; y el segundo, el hombre es proclive a desconocer la presencia divina y se deja llenar de habitantes extraños a Dios. Sin embargo, el Maestro Eckhart presenta a Dios recordando al hombre su creaturalidad y mostrándole lo mejor que puede estar su templo solo con su presencia. Dice Eckhart que es Dios mismo, cuando entra en el ser humano, quien expulsa la ignorancia, se revela mediante la luz y la verdad, y hace que la inclinación a negociar con él desaparezca, porque Dios siempre busca lo suyo para ejercer su Reinado.

Pedagógicamente, el Maestro Eckhart conduce al ser humano por un camino que requiere atención permanente para llevar una vida interrogada. En su pedagogía, las preguntas y las respuestas, en la interpretación alegórica del texto, son vitales en el camino: ¿Quiénes son los mercaderes? ¿Quiénes son los vendedores de palomas? Y sus respuestas van en dos sentidos:

  1. - Los mercaderes son todos los que se cuidan de no cometer pecados, a quienes les gustaría ser buenos y hacer cosas buenas para que Dios les dé algo en recompensa; son los que regatean con Dios y pasan por alto que se engañan, porque todo lo que se posee y se tiene ha sido dado por Dios. Entonces, aquí no opera ningún negocio; nada de lo que el hombre tiene es suyo: todo le ha sido dado y, por tanto, no posee nada con qué negociar. Los mercaderes son expulsados del templo sin excepción.

    - Los vendedores de palomas, en cambio, son quienes realizan sus obras “con apego al propio yo”, de acuerdo con cálculos sobre el modo, tiempo y lugar. Las obras son buenas, pero al ser sometidas a un cálculo de conveniencia pierden su gratuidad, es decir, su valor intrínseco. Por ello, aunque Jesús no los expulsa, sí les pide que saquen las palomas de ahí, para dejar libre el alma, representada por el templo. La razón última reside en que “Dios no busca lo suyo, él es libre y desasido en todas sus obras y las hace por verdadero amor” 10 .

Eckhart continúa enseñando que, para llegar a tener el templo vacío, es necesario ser humilde, y esto implica eliminar todos los obstáculos: el apego, la ignorancia y la supremacía del propio yo. De esta manera desaparecerán las pretensiones de negociar con Dios, representadas por las mesas de los cambistas, y se eliminarán también las palomas que suponen las distracciones y los mecanismos con los que el ser humano pierde su punto de referencia trascendental. Limpiar el templo y tenerlo vacío son acciones que se deben ejecutar permanentemente, porque para poder escuchar la voz de Dios, se ha de estar a solas con él y hacer silencio 11 .

La analogía que utiliza el Maestro Eckhart sobre el templo vacío es una clara enseñanza sobre la dependencia del hombre frente a Dios y de su creaturalidad que encuentra su razón de ser en él, así: “…él [Eckhart] entiende la analogía del ser en el sentido que todo ente creado tiene de Dios y en Dios, y no en sí mismo, el ser, la vida y el saber” 12 ; o, al decir de Husserl, es aquella realidad de cuya existencia no tiene sentido dudar 13 .

Otra analogía con la que el Maestro Eckhart quiere dar a entender las posesiones y las seguridades a las que se aferra el ser humano aparece en el Sermón Vir meus servus tuus mortuus est, en el que establece un paralelismo entre el encuentro del alma con Dios y algunos símbolos esponsales de trasfondo sapiencial protagonizados por dos mujeres (la viuda socorrida por Eliseo, en 2R 4,1-7, y la mujer samaritana, Jn 4,16 ss.

En el encuentro con la samaritana, Jesús le pregunta por su situación, a lo que ella responde que no tiene ningún marido. Jesús le reconoce que ha dicho la verdad, porque ha tenido cinco y el que ahora tiene no es suyo. El Maestro Eckhart dice: “…los cinco maridos son los cinco sentidos; te poseyeron en tu juventud según su entera voluntad y sus apetitos. Ahora, a tu edad madura, tienes uno que no es tuyo: es el entendimiento al que no obedeces” 14 .

Si bien el ser humano puede aferrarse a sus propias facultades para autodeterminarse y para vivir sin la dependencia de Dios, para Eckhart, lo que no puede hacer el ser humano es dejar de poseer a Dios, no caer en cuenta de la comunión íntima entre el hombre y Dios que da sentido a la existencia humana. Por tanto, es deber del hombre poner en acto la capacidad intelectiva, la autorreflexión que lleva al conocimiento de sí mismo y a la conversión.

La conversión o cambio de mentalidad puede estar acompañado por la conciencia de nuestro apego a los sentidos y por el reconocimiento de nuestra incapacidad de cambiar la inclinación al mal por nuestros propios medios. Siempre necesitamos la confrontación que hace Jesús y su oferta: “El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Jn 4,13).

Para Eckhart, el encuentro con Jesús es inevitable, y su presencia, acciones y palabras son las que conducen al ser humano hacia la unión en Dios. El encuentro con Jesús relativiza todo eso que los demás pueden decir de él, así como los samaritanos, quienes escucharon a la mujer y fueron a ver a Jesús, y viéndolo le dijeron a la mujer: “Ya no creemos por tus palabras, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4,42).

Para llegar a este reconocimiento es necesario que el ser humano lea su vida en clave de experiencia de fe y de adhesión. El imperativo de Eckhart consiste en que ningún ser humano puede quedar igual cuando se encuentra con Jesús, pues esto es como el reconocimiento del buen vino que hay en su bodega y que jamás ha probado: una vez se descubre, nadie querrá dejar de beberlo. Al respecto, Demkovich dice:

Muchas personas buenas comprenden y pueden analizar sus motivaciones, o su tipo de personalidad y perfil psicológico, sin haber entrado jamás a la bodega inerior, para probar el vino del conocimiento divino. ¿Quién no desearía ir a su bodega a probar ese vino añejado? Sin embargo, nuestro mundo está lleno de gente triste y solitaria que nunca mira hacia dentro. Es desde esta profundidad interna que probamos el significado de la naturaleza divina. 15

Cuando se experimenta la tristeza y la soledad es porque el ser humano no presta el suficiente cuidado a su vida interior, para descubrir que es allí donde el Señor espera un encuentro personal para que no vuelva a tener más sed, porque bebe del agua de la vida y alegra su corazón, como lo podría alegar el buen vino. De esta manera, todo el lenguaje analógico del Maestro Eckhart es un serio cuestionamiento a la relación del hombre con Dios. Solo aquel que se pregunta de cara a la Palabra puede llegar al descubrimiento de la presencia viva que lo habita.

LA RELACIÓN MISTERIOSA ENTRE DIOS Y LAS CRIATURAS

Para Eckhart, la relación de Dios con el ser humano es misteriosa. Este no siempre reconoce la presencia divina en su vida cotidiana; o si de alguna manera la percibe, ella es experimentada de manera paradójica o contradictoria, por no decir que extraña.

Resulta incomprensible para las convenciones culturales, religiosas o intelectuales que el ser humano deba vaciarse de las pretensiones que lo enajenan o reducirse a la pura nada para llegar a experimentar la presencia de Dios. García Baró interpreta al Maestro Eckhart sobre la base de que la creación divina es un modelo que Dios mismo toma de él (no de un modelo ajeno, sino de sí mismo), como su realidad conocida de la que participa el ser humano:

Redúcete a lo que eras antes incluso de haber nacido sobre la tierra, empobrécete y empequeñécete hasta desnacer, deshazte del exceso de contacto con el mundo no divino, hasta el punto de que ni siquiera seas tú, sino nada más que la acción inmanente de la Trinidad en la que el abismo de la divinidad se refleja principalmente en la sabiduría eterna. 16

Ello da a entender que somos acción de Dios en nosotros: él nos crea, al engendrarnos en su Hijo para que a imagen y semejanza de él descubramos el designio al que nos llama en libertad. La misteriosa relación que Dios tiene con nosotros se convierte en invitación a descubrir el arquetipo divino y eterno que nos hace partícipes de su divinidad. Este descubrimiento es un ejercicio pedagógico que el cristiano pone en juego para reflexionar sobre su experiencia y aprender de ella. Es un ejercicio que implica reconocer la condición humana y, en consecuencia, vaciarse para unirse a Dios.

Al referirse a la teología del Maestro Eckhart sobre el tema del desasimiento, Beuchot lo expresa de la siguiente manera:

…para reunirse con Dios, el hombre debe encontrarlo en la parte más íntima del alma, y para eso tiene que despojarse del apego a lo que no es Dios, tiene que vaciarse de todas las cosas, incluso de sí mismo. Solo así tendrá pobreza de espíritu y pureza de corazón y se encontrará lleno de Dios. 17

Es una relación misteriosa en cuanto que, si miramos la condición del ser humano desde el punto de vista de sus capacidades y dinamismos, encontramos su posibilidad de elegir y quedarse con lo que le acomode más, pero también su tendencia a enseñorear, a ser egoísta, a apegarse al propio yo, y a olvidar la condición divina que desde lo más profundo reclama ser reconocida.

Sin embargo, el hombre tiene la chispa divina o la percepción profunda que le permite dar la espalda a todo lo que no es de Dios. Así lo dice Eckhart: esa “chispa renuncia a todas las criaturas y no quiere nada fuera de Dios desnudo, tal como él es en sí mismo” 18 : Dios como luz que hace partícipe al ser humano con su chispa divina o intelecto, y el ser humano que tiene la capacidad de recibir esa luz. De esta manera, Eckhart equilibra el sentido literal y el sentido alegórico, para introducir la metáfora y demás recursos literarios que dejan ver la profundidad de su vida mística.

Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿Qué debe hacer el ser humano para hacerse más semejante a Dios? A lo que Eckhart responde: “…principalmente tomar conciencia de sus propios límites, renunciando a todo lo que el alma tiene de ser particular y determinada, y percibiendo en sí misma la continuidad de su ser con el ser que es su causa” 19 . Así, la condición humana tan discutida en la Edad Media y en la tradición humanista es –para Eckhart– la que posibilita el conocimiento de Dios, pues lo humano recibe una iluminación especial, una revelación divina que se capta mediante la razón, y el hombre puede comprender la manera como Dios busca relacionarse.

Lo fundamental para el Maestro Eckhart reside en que el ser humano, mediante una pedagogía del cuidado de sí mismo, descubra que la diferencia abismal que lo separa de Dios puede ser superada por una apertura radical (desasimiento o kénosis). Le corresponde, entonces, hacer un ejercicio sapiencial de escucha y de espera silenciosa que le permita caer en cuenta que su mayor felicidad está en lograr la unión en Dios.

De esta forma, articula la kénosis o el desasimiento como condición para la unión en Dios, y afirma que la finalidad del ser humano, su felicidad y realización plena consiste en “ser en Dios”, de manera que el hombre podrá conocer las cosas en Dios y recibir de él, el ser. En la teología del Maestro Eckhart, “la unión con Dios, o el nacimiento del Verbo en el alma, tiene como condición previa el desprendimiento, la total receptividad, que se alcanza, a su juicio y al de toda la tradición cristiana, a través del seguimiento de Jesús” 20 .

El seguimiento de Jesús pasa necesariamente por la kénosis. Según Eckhart, el mejor camino para seguir a Jesús son las enseñanzas que encontramos en los evangelios. Jesús enseña explícitamente mediante parábolas que muestran que el Reino de Dios es Dios mismo gobernando la vida del ser humano.

Al referirse a las enseñanzas de Jesús en el discurso de las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12), Eckhart plantea que la lógica de Dios para relacionarse con el ser humano es misteriosa, pero llena de sentido y sabiduría para quien sabe leer la acción de Dios y encontrar en ella una ganancia.

Cuando Jesús dice “bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”, según el Maestro Eckart, está evocando la voluntad de Dios, y por ello pedimos que haga su voluntad: es Dios mismo compartiendo su voluntad con nosotros, de manera que lo que queremos es lo que quiere Dios 21 . Y, al ser susceptibles para aprehender su espíritu establecemos el gobierno de Dios en nuestras vidas. En esto consiste ser pobre de espíritu (Mt 5,3), no tener nada propio, hallarse vacío, desnudo ante la presencia de Dios, y saber que toda nuestra vida depende totalmente de él.

Ahora bien, cuando Jesús dice “bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia porque de ellos es el Reino de los cielos”, Eckhart equipara la justicia con Jesús mismo, de manera que, si se sufre algo por la justicia, se obtiene la bienaventuranza. Esta lógica ya se entendía en el Antiguo Testamento, cuando se decía que “la vida de los justos está en manos de Dios” (Sb 3,1), o que “el justo aguantará firme y lleno de confianza frente a los que lo oprimieron y despreciaron sus sufrimientos” (Sb 5,1).

Ya en el Nuevo Testamento –con San Pablo (Hch 5,4; Hb 11,36)– dice Eckhart que la justicia tiene un triple sentido: este mundo es indigno de la presencia de muchas personas buenas; la bondad de este mundo parece digna de desprecio y carece de valor; la gente que ama a este mundo es indigna de sufrir penas e infortunios por amor de Dios 22 . Esta lógica indica que, si seguimos a Jesús, Dios nos encontrará en Jesús y nos amará como lo ama a él.

La lógica que plantea el Maestro Eckhart es la de San Pablo, cuando habla de la justificación por la fe, particularmente en Jesús. En este sentido, Jesús nos hace justos, no porque de hecho lo seamos sino porque, al configurarnos con él, somos formados por Dios a su imagen. Esta es también la lógica que nos muestran los evangelios 23 : que Jesús es el hombre justo, el Hijo de Dios.

El Maestro Eckhart, acude a la pedagogía de los evangelios y a la pedagogía paulina para presentar que el seguimiento a Jesús es antagónico. Se presenta una oposición entre la sabiduría divina y la ciencia humana: mientras que la ciencia humana (ya sea la teología de los judíos o la filosofía de los griegos) considera valiosos el poder, la riqueza y el honor, para la sabiduría divina lo importante es el amor, la solidaridad y la misericordia.

De esta manera, las bienaventuranzas son el mejor camino para seguir a Jesús, en cuanto el discurso implica un modo de vida, un desasimiento, el encuentro con la presencia viva que nos conduce al reconocimiento de unos valores que son despreciables para la sociedad de consumo.

Así mismo, Eckhart observa que en la teología paulina lo único justo y justificable es lo que se inscribe en la sabiduría divina, es decir, un modo de proceder que se asemeja al de Jesús, aunque desde el punto de vista social solo se obtenga rechazo, burla, o desprecio, como se plantea en Ga 1,10.

La teología de Eckhart se inserta en la teología biográfica de Pablo, cuando afirma que la gente que ama a este mundo es indigna de sufrir penas e infortunios por amor de Dios o por la causa de Cristo (2Co 12,10; Flp 1,29; Ga 2,20). Porque al contrario de los sufrimientos que le sobrevienen a cualquier persona al temer por su vida, bienestar o posición social, quienes sufren por Cristo ven en este sufrimiento una prueba fehaciente, que comprueba que el camino elegido es el correcto (2Tm 3,12).

Esta relación de Dios con el ser humano es extraña y misteriosa para el común de las personas, porque la relación a la que aspiramos es la unión con Dios; pero esta no nos resulta fácil ni procedimental, y se hace necesaria una pedagogía reflexiva que nos permita constantemente ir a nuestro interior para reconocernos habitados por Dios y para saber que la unión es accesible a todos, como afirma Pablo: “Dios obrará en ti, tanto para querer como para obrar para su buena voluntad” (Flp 2,13), para sentir, experimentar y escuchar “cosas que no pueden ser contadas” (2Co 12,1-6), para afirmar con plena certeza que “ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mí” (Ga 2,30).

Evidentemente, este es un camino de conversión y adhesión total a Cristo que lleva al ser humano a entrar en una vida unitiva “en un estado permanente de intensa dicha y conciencia de la presencia de Dios” 24 .

UN NEGOCIO JUSTO: DIOS EN NOSOTROS Y NOSOTROS EN DIOS

En las pláticas instructivas, el Maestro Eckhart afirma que el desasimiento no es un hecho puntual, sino un modo de vida en la que el ser humano descubre que debe desasirse cada vez más, mediante un proceso continuo, perseverante y de atención a la presencia viva que lo habita: “…se trata de un trueque equivalente y un negocio justo: hasta donde sales de todas las cosas, hasta ahí, ni más ni menos, entra Dios con todo lo suyo, siempre y cuando en todas las cosas abandones completamente lo tuyo” 25 .

Los términos trueque y negocio tienen la intención de poner al creyente a reflexionar sobre las ventajas que tiene el desasimiento, dado que en la medida en que nos desprendemos y renunciamos a nosotros mismos, Dios tendrá más espacio para ocuparnos, porque el “desasimiento, empero, obliga a Dios a amarme a mí” 26 . En este sentido, el ser humano sale ganando porque Dios lo diviniza en su Hijo, y solo puede hacer lo que Dios hace: amar incondicionalmente y entregarse a los demás. En esto consiste la unión en Dios, en la que el ser humano descubre que su felicidad no es externa a él, sino que a partir del conocimiento del amor de Dios, de la divinidad que reside en cada uno, es como puede experimentar la fuente de gozo y de plenitud.

El negocio, en términos de Eckhart, consiste en que el creyente llegue a la comprensión y al convencimiento de que Dios solo puede ser recibido cuando el ser humano se abre a su acción, cuando se vacía de toda expectativa, de toda exigencia, de toda voluntad, de todos sus conceptos, y se pone exclusivamente receptivo para Dios: solo así puede llegar a la unión con él. Eckhart lo dice de la siguiente manera: “…se trata de una compensación equitativa y un negocio justo: en la medida en que sales de todas las cosas, en esa medida, ni más ni menos, entra Dios con todo lo suyo, siempre que salgas completamente de lo tuyo en todas las cosas” 27 .

Él también nos recuerda que por nuestras propias fuerzas e iniciativas no emprendemos el camino del desasimiento y la liberación, pero Dios mismo nos conduce y nos atrae hacia él. En este camino, “cuando se avanza, nunca la vida fue tan fácil, ni tan alegre, ni tan amable y Dios se emplea a fondo en permanecer constantemente cerca del hombre, en instruirlo, con el fin de conducirle, si el hombre quiere seguirle” 28 .

En la concepción antropológica eckhartiana, el varón y la mujer han de prestar atención al mensaje de Jesús, como el Verbo encarnado que hace posible llegar a la unión en Dios. Aquí es necesario precisar que –para Eckhart– el intelecto humano es mucho más que la capacidad de abstracción a partir de los sentidos: es la parte más íntima y elevada del ser humano, que le capacita para recibir a Dios 29 .

Eckhart considera que la unión en Dios no coarta la libertad humana, pues somos constituidos por él: “…en virtud de su alma, somos de hecho uno con Dios. Es consecuencia lógica de esta unidad que incluso si abandonamos a Dios, Dios permanece siempre uno con nosotros” 30 . Y en esta lógica no importa si la persona, por sus hechos macabros, viles o monstruosos, no se parece a Dios; a pesar de ello, esa persona no estará sin Dios: él permanecerá en su interior porque es inseparable del ser humano.

El Maestro Eckhart busca que el ser humano comprenda que el objetivo de su existencia es la unión en Dios: Dios en nosotros y nosotros en Dios. Para llegar a esta comprensión, considera que se debe hacer una opción libre y responsable con la formación propia del ser humano. Es una formación en la que el hombre lo único que debe hacer es emprender el camino del desasimiento, que va en dos sentidos: soltarse y liberarse de objetos y de personas, y liberarse de sí mismo, de su voluntad propia para llegar a ser él mismo.

Ante un ser despojado, Dios no puede hacer otra cosa que entregársele, es decir, hacerle saber que está ahí, en él, desde siempre. Con el desvinculamiento o desasimiento, el hombre comprende su ser configurado a imagen y semejanza con Dios, en la medida en que se va pareciendo a él: “Si se dice que el hombre es uno con Dios y es Dios de acuerdo con la unidad, se lo percibe según la parte de la imagen en la cual se asemeja a Dios, y no según el hecho que ha sido creado” 31 .

De esta manera comprendemos que la unión en Dios es, para el creyente, un acto que revela a un Dios que crea en el presente, y su acto creador tiene que ver con la vida divina; Dios es siempre presente y está constantemente creando; todo lo que tenemos es recibido, Dios lo ha dado todo y, por tanto, le pertenece a él. La concepción de imagen y semejanza es la capacidad que el ser humano tiene de Dios; de ahí que quien tiene una experiencia de Dios también tiene una experiencia de eternidad, que es la plenitud, la bienaventuranza y el saber para qué fue creado.

Por tanto, hay un constante diálogo de Dios con el ser humano: Dios le habla, se complace en él y lo sostiene, le habla con amor, en términos de amistad, de reconocimiento y de entrega. Esto es pura ebullitio del amor, gratuito, sin medida y desbordado para todos. Eckhart dice que Dios está naciendo siempre en el fondo del alma, y que puede que el ser humano no se dé cuenta de ello, puede que no reconozca la Palabra, ni la conozca, ni la escuche, pero nunca es tarde.

Según el Maestro Eckhart, para oír la Palabra debemos apagar todas las voces y sonidos, para que predomine la quietud y la calma, porque Dios es serenidad 32 , y esto solo se logra mediante un ejercicio de aniquilamiento donde Dios y el hombre se encuentran.

Todo el planteamiento eckhartiano recae en la capacidad del ser humano de conocerse a sí mismo; y conociéndose, descubre que su vida depende de alguien siempre mayor y que el conocimiento de ese “siempre mayor” pasa por el desasimiento, el cual le permite llegar a la unión con él.

Eckhart sigue los planeamientos de Dionisio Areopagita, según los cuales el ejercicio pedagógico que el hombre debe hacer es “renunciar a todo lo que la mente pueda concebir […] a no ser ni uno mismo, ni alguien más, uno es unido a lo totalmente desconocido por una inactividad más allá de todo conocimiento, más allá de la mente sin saber nada” 33 . Al respecto, dice: “…tienes que salir de ti y volver a ti: en eso consiste y habita la verdad, en que nadie la encuentra, si la busca en las cosas exteriores” 34 .

Y volviendo al pensamiento del Areopagita, es necesario lograr la “asimilación y unión” (aphomoíosis te kaí hénosis), lo cual se alcanza con la acogida amorosa al don recibido de Dios (agápesis). Para ello es importante la purificación (kátharsis), que consiste en suprimir todo lo que se desemeja de Dios, para llegar a la iluminación (photismós éllampis), en la que hay una transmisión de la ciencia de lo divino por medio de la contemplación. Esta iluminación es la que lleva a la posesión de la ciencia (teleíosis) con una voluntad divinizada y adherida constantemente a Dios 35 .

El pensamiento eckhartiano evidencia la preocupación por llevar al ser humano hacia un conocimiento de sí mismo y de la fuente de sus creencias. El conocimiento de sí mismo, según Eckhart, aunque está en consonancia con los postulados socráticos, va más allá de la máxima del “conócete a ti mismo”, pues el conocimiento de sí mismo al estilo socrático es entendido como una habilidad que permite a cada uno servirse del propio entendimiento para decidir en todos los aspectos de la existencia humana, sin someterse servilmente a una autoridad, costumbre o moda.

El conocimiento al que el Maestro Eckhart nos invita es al descubrimiento de una presencia viva que fundamenta nuestra existencia. Y para descubrir esa presencia viva, los seres humanos estamos dotados de una capacidad intelectiva que nos permite entrar en relación con Dios, para captar y comprender su Palabra. La capacidad intelectiva es más que la mera abstracción a partir de los sentidos: es la parte más íntima y elevada del ser humano, que le capacita para recibir a Dios 36 .

Sin embargo, la analogía eckhartiana del negocio no alcanzaría todo su efecto si no se le ubica en relación con el diálogo, elemento esencial de la pedagogía divina. El diálogo de Dios con su pueblo constituye el elemento esencial del acompañamiento. Igualmente, este diálogo permite que el conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo vaya más allá de la pura ampliación de un conocimiento intelectivo o de la simple mediación instrumental.

EL DIÁLOGO QUE POSIBILITA EL CONOCIMIENTO INTERIOR

Recorrer las huellas del Maestro Eckhart en sus tratados y sermones es encontrar una pedagogía propia que parte del diálogo, con una manera particular de hablar de Dios y de conducir al ser humano en la búsqueda de unión en él. La relación con Dios se presenta como una heurística dialógica, un diálogo constructivo, una mayéutica de la kénosis que abre el ser del creyente a su presencia.

Las enseñanzas de Eckhart indican que el camino a recorrer por el cristiano está trazado por Jesús: él es el camino (hodos), el paradigma o arquetipo a seguir; él es quien indica el sendero: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). El camino se recorre teniendo a la vista el horizonte de la esperanza: “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros: el Espíritu de la Verdad” (Jn 14,16-17).

Esto revela que el camino está dado, que el trazo ha sido por iniciativa divina. Dios sale al encuentro del pueblo peregrino en la historia, en constante “éxodo”, y este solo tendrá que dar “respuesta a la palabra-acto previa de Dios, escucharla y seguirla, recorriendo los caminos de Dios.

En lugar del partir espontáneo hacia Dios aparece la disponibilidad para oír y obedecer (ob-audire)” 37 . Así lo encontramos en los que, desde el Antiguo Testamento, se atrevieron a escuchar la Palabra y a estar disponibles para Dios: Abraham, Moisés, los profetas y demás testigos. En el Nuevo Testamento la Palabra se hace carne y el “amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5). De esta manera todos somos interpelados por la Palabra y llamados a encarnarla en la vida.

Eckhart invita a sus oyentes a estar atentos a desprenderse y a liberase de todo miedo y a entregarse en manos de Dios. En sus tratados y sermones revela una pedagogía cuyo punto de partida es la capacidad del hombre para captar Palabra divina y para obedecerla.

Los textos bíblicos son el fundamento desde el cual se establece un diálogo en el que prima el aprendizaje fruto de un proceso de reflexión y conocimiento interior. En el Sermón sobre Marta y María (Lc 10,38-40), el Maestro Eckhart derrumba la lógica con la que se acostumbraba explicar dicho texto y en la que se ponía a María como la mujer modelo de escucha y de contemplación.

Aquí la lógica consiste en que quien se sienta a los pies de Jesús a escuchar la Palabra es quien más necesita aprender y captar internamente su mensaje. Eckhart indica que a María la movían tres cosas que la hacían ocuparse de ella misma: la bondad de Dios que había abrazado su alma; el deseo de escuchar a su Maestro, aunque no sabía qué deseaba aprender; y el dulce consuelo y felicidad que encontraba en las palabras de Jesús. En cambio, Marta es el modelo de la mujer que ha logrado su madurez espiritual, porque tiene una edad adulta y un fondo bien ejercitado, una sabia comprensión para ordenar bien la acción interior hasta el máximo que el amor exige y el conocimiento del alto rango del amado huésped 38 .

La capacidad con la que el Maestro Eckhart hace alegoría del texto bíblico, para que podamos comprender que si María ha escogido la mejor parte y no le será quitada es porque ella va a llegar a ser como Marta, quien posee completamente lo que una criatura debe poseer. Por eso, cuando Jesús le dice a Marta: “Te preocupas por tantas cosas”, es porque en realidad a ella no le falta nada de lo que es necesario para la salvación eterna 39 . Solo le pide a Marta que comprenda y respete a María en el proceso de aprendizaje que esta debe hacer para llegar a la contemplación en la vida cotidiana, en la que ya no serán necesarias dos cosas, sino una sola: estar liberado o desprendido de todas las cosas, para poder tener la necesaria, que es tener a Dios y ser bienaventurados.

Eckhart pone el acento en el aprendizaje que se deriva de haber recibido algo, pasarlo por la reflexión y hacerlo propio: “…de acuerdo con la nobleza de su natura, toda criatura se brinda tanto más hacia fuera, cuanto más se asienta en sí misma” 40 .

A través de la alegoría, el Maestro Eckhart hace comprender que la relación del ser humano con Dios es principalmente dialógica. Dios habla con personas concretas en el Antiguo Testamento, y lo hace de manera clara y sencilla, en los términos con los cuales las personas estaban acostumbradas a dialogar. Con Jesús, esta dinámica no cambia, sino que además el diálogo integra el cuerpo, gestos, palabras, emociones, acentos, y con ello pone al ser humano en una actitud de aprendizaje y conocimiento interior.

Un aspecto importante de destacar en la pedagogía eckhartiana es su preferencia para poner a las mujeres como protagonistas en algunos de sus sermones. Ellas desempeñan un papel fundamental, pues son las que han escuchado la Palabra y se han convertido en obedientes a la voluntad divina. Es importante destacar las consideraciones que hace el Maestro Eckhart cuando se refiere a los textos bíblicos en los que las mujeres hablan con Jesús –como es el caso de Marta y María al cual ya nos referimos–, o que han tenido relaciones profundas con él, como el caso de María Magdalena.

Esta mujer que va al sepulcro a buscarlo y que no tiene miedo es –para Eckhart– el prototipo de la persona que conoce a Jesucristo, que le pertenece a él y que su corazón está en él: “…la razón era que ella no podía perder nada porque se había entregado a él; y como era suya, no sentía miedo” 41 . Y compara la vinculación que tiene la mujer a partir de un conocimiento profundo del Señor con la vivencia de los varones que habían estado con él, como su discípulo amado, que sin embargo ellos sentían miedo 42 .

La pedagogía del diálogo como conocimiento interior es un asunto reiterativo en las enseñanzas del Maestro Eckhart. Con esto nos invita a leer con agudeza los textos bíblicos, ir a la fuente de donde brotan nuestras creencias, deseos y anhelos, para descubrir allí la presencia viva de Dios y después comunicar dicha experiencia. De esta manera, la invitación es a ser testigo y comunicador de la Palabra que surge de una vida en permanente diálogo amistoso con Dios.

El Maestro Eckhart, al reflexionar sobre la enseñanza de la disputa por los primeros puestos (Lc 14-10), indica que “cuando dice “amigo, sube más arriba, asciende más”, se trata de un diálogo del alma con Dios” 43 , un diálogo amoroso en el entendido de que la amistad o el amor no significa negociación alguna: “El amor no une de ninguna manera; [solo] aquello que ya se halla unido, lo cose y lo ata. El amor une en una obra, mas no en el ser” 44 . En otras palabras, en el amor somos aprehendidos por Dios y experimentamos esa amistad en la que bien sabemos que Dios nos conoce profundamente con detalles que dejan notar lo importante que somos para él.

Precisamente en hacerse pequeño y no querer ocupar los lugares que ostentan el poder, el ser humano puede hacer coincidir su voluntad con la voluntad de Dios, porque identificarse con el más pequeño, el pobre, el simple e insignificante de la comunidad es dar muestras de que los más pequeños y sencillos son los que mejor escuchan y acogen la Palabra de Dios, como nos enseña el sermón de las Bienaventuranzas de Mt 5,1-12 que el Maestro Eckhart tanto menciona en sus sermones.

En el diálogo y la amistad con Dios, el ser humano descubre que la experiencia de fe es la que lo lleva a dar testimonio del paso de Dios por la historia, mediante una renovación de la esperanza en un mundo mejor y el compromiso con un amor solidario. Ese sentir la presencia de Dios conlleva al desarrollo de una vida ética en la que el ser humano siempre va a procurar el bien y hará suya la justicia.

El Maestro Eckhart era enfático, en sus sermones, al mostrar que la vida del creyente o del que está unido a Dios se revela en actos de compromiso solidario, atención a la justicia, renuncia a los egoísmos y de servicio incondicional con los hermanos: “…cuantos quieran seguir a Dios, habrán de dejar cuanto puede ser un estorbo para [su trato] con Dios”. 45

También deja en claro que Dios mismo ha puesto, en el alma, el deseo de conocerlo y de llevar una vida ética de compromiso. Esto implica, por parte del creyente, realizar un ejercicio mayeútico de diálogo constructivo que le permita conocerse a sí mismo para poder conocer a Dios. Así, la mayéutica nos ayuda a comprender que podemos identificarnos, parecernos o unirnos con lo que recibimos, siempre y cuando nos despojemos de todo eso que hace ruido en nuestras vidas 46 .

El conocimiento interior –para el Maestro Eckhart– se da cuando el ser humano tiene una vida interrogada, que acoge la propia humanidad y vulnerabilidad, en un camino de conocimiento personal y de descubrimiento de un Dios que ocupa los deseos humanos y nos mira con misericordia. Por eso, para él, la inclinación al pecado no es un problema sustancial, sino una oportunidad para realizar la perfección:

…porque la perfección de la virtud proviene solo de la lucha, según dice San Pablo: “La virtud se realiza en la flaqueza” (2Co 12,9). La inclinación al pecado no es pecado, pero querer pecar, esto sí es pecado, querer encolerizarse, esto sí es pecado. 47

Según esta concepción, la condición humana inclinada al pecado es provechosa, en cuanto el hombre descubre su capacidad para obrar siempre el bien y para no dejar que en el gobierno de sus pasiones esté ausente la razón, pues “la inclinación hace que el hombre se empeñe cada vez más en el vigoroso ejercicio de la virtud” 48 , que es el dominio de sí, el cual se obtiene mediante el conocimiento interno.

Continúa el Maestro Eckhart diciendo que muchas personas se quejan por no sentir a Dios en sus vidas y no abrigar una devoción viva que les permita experimentar la dulzura y el consuelo de estar con él. Esas personas –de acuerdo con su pensamiento– no aman a Dios, sino aman su interés individualista 49 , y la vía para encontrar a Dios es vivir la realidad de ser uno con él: “El corazón desasido no desea nada en absoluto, tampoco tiene nada en absoluto de lo cual quisiera ser librado” 50 .

En este sentido, Eckhart pone como columna vertebral de la relación hombre-Dios el desasimiento o la kénosis, que nos conduce a un desprenderse de todo –sentidos, facultades e imágenes–, para estar libres y receptivos al amor gratuito de Dios. Así, la pedagogía se convierte en una reflexión constante sobre la experiencia de la vida, para comprender que el camino a la unión en Dios se da mediante la obediencia y esta es un aprendizaje; como lo señala Eckhart: “Que uno aprenda a desasirse de sí mismo hasta no retener ya nada propio” 51 .

CONCLUSIONES

Los trazos pedagógicos que el Maestro Eckhart presenta para la conducción del ser humano a la unión en Dios se sintetizan en categorías teológicas que toman fuerza con el transcurrir del tiempo y de las disertaciones teológicas. Estas categorías teológicas son: el desasimiento (kénosis en el lenguaje paulino), la bienaventuranza, la escucha y la obediencia a la Palabra, el diálogo y la amistad con Dios.

Así, centramos nuestra atención en el fundamento principal de su pensamiento, el cual está en la condición humana: el homo capax Dei, el ser humano como el hogar de Dios, el sitio donde él habita y le gusta morar. Por tanto, el ser humano cuenta con esta realidad y le corresponde gestar cada día las mejores condiciones para que Dios se sienta cómodo en su hogar.

Según Eckhart, Jesús es el paradigma que nos indica cómo llegar a experimentar esa unión en Dios. En últimas, Jesús fue la persona que enseñó y vivió el desasimiento, el despojo total, la kénosis; mediante este desprendimiento mostró lo que significa la obediencia al Padre y el Reinado de Dios en la vida del creyente.

Con este paradigma, el hombre puede llegar a descubrir que en su interior habita la presencia divina y –mediante una pedagogía experiencial, vivencial, analógica y narrativa– expresar su misteriosa relación con Dios. La pedagogía del Maestro Eckhart conduce al ser humano de su condición creatural, sujeta a la revelación por su Palabra (logos, dabar), a una respuesta en la obediencia de fe ad oboediendum fidei.

REFERENCIAS

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Notas

* Artículo de investigación

1 Con la expresión “unión en Dios” queremos resaltar un rasgo específico de la teología eckhartiana que señala que no hay dos entes que se unen (Dios y el ser humano), sino que en Dios ya nacemos, somos y existimos (Hch 17,28). En consecuencia, en la enseñanza de Eckhart, desde siempre somos uno en Dios, sin que se suprima la diferencia entre creador, creación y criatura.

2 Dice el Maestro que “lo mismo sucede con la gente que vive en la ignorancia, ignoran lo que es Dios y, sin embargo, creen y se imagina que viven. Semejante saber no proviene de Dios” (Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 349).

3 Este recurso a la analogía continúa su desarrollo en la hermenéutica contemporánea, que interpreta no solo textos, sino incluye expresiones culturales y horizontes históricos, y es desarrollada ampliamente por Mauricio Beuchot. Véase a Beuchot, Hermenéutica analógica y teología fundamental.

4 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 26.

5 Ibíd., 693.

6 Maestro Eckhart, El fruto de la nada y otros escritos, 15.

7 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 678.

8 Ibíd., 225.

9 Ibíd., 259.

10 Ibíd., 262-263.

11 Ibíd., 265.

12 Merino, Historia de la filosofía medieval, 323.

13 Husserl, La idea de la fenomenología, 40.

14 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 565.

15 “Many good people understand and can analyze their motives, or their personality types and psychological profiles, without ever entering the inner cellar to taste the wine of godly knowing. What person wouldn’t want to go into their cellar in order to taste the vintage wine? Yet our world is full of sad and lonely people who never look within. It is from this inner depth that we taste the meaning of divine nature” (Demkovich, Introducing Meister Eckhart, 139).

16 García Baró, De estética y mística, 60.

17 Beuchot, La hermenéutica en la Edad Media, 170.

18 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 652.

19 Maestre Sánchez, “Maestro Eckhart (1260-1327) o la secularización de la experiencia mística cristiana”, 136.

20 Bara Bancel, Teología mística alemana. Estudio comparativo del Libro de la verdad de Enrique Suso y el Maestro Eckart. Ensayo de teología mística, 397.

21 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 173.

22 Ibíd., 210.

23 Jesús enseña que el apego a las riquezas, al poder o al bienestar implica el sacrificio de otros valores, como la solidaridad, la justicia y la fidelidad a la voluntad de Dios. Esto aparece claramente en el relato de las tentaciones (Mt 4,1-11), en las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12), o en el pasaje del hombre rico (Mc 10,17-22).

24 Kieckhefer, Richard. “Meister Eckhart’s Conception of Union with God”, 204. La traducción es nuestra.

25 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 91.

26 Ibíd., 238.

27 Ibíd., 342.

28 Bara Bancel, “Las raíces de la felicidad, según el Maestro Eckhart”, 144.

29 Ibíd., 131-144.

30 Demkovich, Introducing Meister Eckhart, 130. La traducción es nuestra.

31 Maestro Eckhart, Vida eterna y conocimiento divino, 81.

32 Ibíd., 41.

33 McGinn, “The Problem of Mystical Union in Eckhart, Seuse and Tauler”, 543. La traducción es nuestra.

34 Vega, El fruto de la nada y otros ensayos, 163.

35 Dionisio Areopagita, La jerarquía celestial. La jerarquía eclesiástica. La teología mística. Epístolas, 52-53.

36 Bara Bancel, “Las raíces de la felicidad, según el Maestro Eckhart”, 131-144.

37 Von Balthasar, Haas y Beierwaltes, Mística: cuestiones fundamentales, 64.

38 Vega, El fruto de la nada y otros ensayos, 138-139.

39 Ibíd., 141.

40 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 383.

41 Ibíd., 709.

42 Ibíd.

43 Ibíd., 451.

44 Ibíd., 325.

45 Ibíd., 726.

46 González Bernal, “Kénosis y Reino de Dios en el M. Eckhart”.

47 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 102.

48 Ibíd., 102.

49 Vega, El fruto de la nada y otros ensayos, 93-94.

50 Maestro Eckhart, Obras alemanas: tratados y sermones, 250.

51 Ibíd., 141.

Notas de autor

a Autor de correspondencia. Correo electrónico: nelson.mafla@javeriana.edu.co.

Información adicional

Cómo citar: Mafla Terán, Nelson; Edith González Bernal; y José S. Torres Muñóz. “Trazos pedagógicos del Maestro Eckhart en la conducción del ser humano hacia la unión en Dios”. Theologica Xaveriana 189 (2019): 1-26. https://doi.org/10.11144/javeriana.tx70.tpmec

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