Vida cristiana y experiencia mariana: algunos desafíos desde la Christus vivit*

Christian Life and Marian Experience: Some Challenges from the Christus vivit

José Orlando Reyes Fonseca

Vida cristiana y experiencia mariana: algunos desafíos desde la Christus vivit*

Theologica Xaveriana, vol. 71, 2021

Pontificia Universidad Javeriana

José Orlando Reyes Fonseca a

Pontifical Javeriana University, Colombia


Recibido: 05/05/19

Aceptado: 17/11/19

Resumen: Este artículo propone un acercamiento al acontecimiento María en términos de la mujer de la plenitud de los tiempos, para enfatizar su arraigo en los pueblos pluriculturales contextualizados y diferenciados. Ello implica asumir algunos desafíos históricos de índole teológico-pastoral pendientes en la Iglesia, que han sido retomados por el papa Francisco en la exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit. Por lo anterior, una vida cristiana y una experiencia mariana centrada en Jesús, “el eternamente joven”1, es consciente de que sin él no se podrá tener “un corazón siempre joven”2 en función de la construcción de hombres y mujeres al servicio de los más vulnerables, en el marco de una “Iglesia en salida”.

La experiencia mariana es en particular el encuentro liberador y transformador en la cotidianidad del existir con el acontecimiento María, quien convoca a la humanidad a ser una nueva creación enraizada en el acontecimiento Cristo, nacido de mujer, lo cual enfatiza de modo contundente que una mujer se ha convertido en la madre humana del propio Hijo de Dios. De ahí que María pertenezca a la fe del pueblo de Israel, a la fe pospascual, y lo es aún más al ser portadora de la promesa de la Buena Nueva de salvación que ha venido en Cristo a toda la humanidad.

En consecuencia, pensar una experiencia mariana para los actuales contextos socioeclesiales conlleva la promoción de una antropología humano-céntrica, unitaria, realista y pluridimensional; de igual modo, el rescate de la experiencia mariana de otros, supone (1) el trabajo por la justicia e igualdad entre varones y mujeres, (2) el compromiso de escuchar el grito de las víctimas y de asumir sus implicaciones, y (3) la reivindicación de la liberación integral del pobre, entre otros aspectos, conducentes a una pastoral mariana al servicio de la nueva evangelización.

Palabras clave:Virgen María, papa Francisco, Chistus vivit, pastoral mariana, desafíos teológicos-pastorales, Iglesia en salida, experiencia mariana.

Abstract: This article proposes an approach to the Mary event in terms of the woman of the fullness of time, in order to emphasize her roots (rootedness) in contextualized and differentiated multicultural peoples. This implies taking up some historical challenges of a theological and pastoral nature pending in the Church that have been taken up by Pope Francis in the post- synodal apostolic exhortation Chistus vivit. Therefore, a Christian life and a Marian experience focused on Jesus, “the eternally young”, is aware that without him it will not be possible to have “hearts that are ever young”. These convictions can be put to use in the training of men and women at the service of the most vulnerable in the framework of a “Church that presses forward”.

The Marian experience is, in particular, the liberating and transforming encounter in everyday life with the event of Mary, who calls humanity to be a new creation rooted in the event of Christ, born of woman; this emphasizes forcefully that a woman has become the human mother of the Son of God himself. Hence, Mary belongs to the faith of the people of Israel, to the post-Easter faith, and even more so as the bearer of the promise of the Good News of salvation that has come in Christ to all humanity.

Consequently, to think of a Marian experience for the current socio-ecclesial contexts entails the promotion of a human-centered, unitary, realistic and multidimensional anthropology; in the same way, the retrieval of the Marian experience of others supposes (1) the work for justice and equality between men and women, (2) the commitment to listen to the cry of the victims and the engagement that such listening implies, and (3) the vindication of the integral liberation of the poor, among other aspects, leading to a Marian pastoral care at the service of the new evangelization.

Keywords: Virgin Mary, Pope Francisco, Chistus vivit, Marian pastoral, Theological-pastoral challenges, Church on the way out, Marian experience.

María es creación divina de lo humano y en lo humano. Por eso se puede hablar de revelación “sin fin” de Dios en María.

Ivone Gebara y María Clara Bingemer

Introducción

El 25 de marzo del 2019, el papa Francisco promulga su exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit; y si bien es claro que sus destinatarios son los jóvenes, también lo es que la juventud no es un concepto meramente cronológico sino más bien “un estado del corazón”3, y que está más relacionada con la disposición al cambio, a “ser capaz de volver a levantarse y dejarse enseñar por la vida”4. Por eso, en el fondo de la exhortación existe la invitación siempre nueva a toda la humanidad –y en particular a los miembros de la Iglesia– a renovarse, a volver a ser joven en lo personal y en lo comunitario, y no menos importante, en lo institucional.

En este contexto propongo una reflexión cuyo pretexto es convocar a los creyentes a consolidar día a día una vida cristiana y una experiencia mariana siempre “joven” que permita fortalecer una Iglesia en “salida”. Para tal fin, el primer apartado recoge lo consabido sobre la mujer de la plenitud de los tiempos, para enfatizar en su arraigo en los pueblos pluriculturales contextualizados y diferenciados de América Latina y el Caribe. El segundo indica algunos retos históricos de índole teológico- pastorales vigentes en la Iglesia y retomados por el obispo de Roma, contexto en el cual se hace válido recoger su súplica:

…pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla, volverla inmóvil. También pidamos que la libere de otra tentación: creer que es joven porque cede a todo lo que el mundo le ofrece, creer que se renueva porque esconde su mensaje y se mimetiza con los demás. No. Es joven cuando es ella misma, cuando recibe la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, de la eucaristía, de la presencia de Cristo y de la fuerza de su Espíritu cada día. Es joven cuando es capaz de volver una y otra vez a su fuente.5

En consecuencia, una vida cristiana y una experiencia mariana son siempre “jóvenes” cuando se asume la invitación a volver y a permanecer en la fuente de aguas frescas: Jesús, “el eternamente joven”6; de igual modo, al ser consciente de que sin él no se podrá tener “un corazón siempre joven”7 en función de la construcción de hombres y mujeres nuevos al servicio de los más vulnerables, en especial, los últimos y descartados de la tierra.

María: mujer de la plenitud de los tiempos

Los testimonios textuales de mayor confiabilidad para el cristiano creyente –a la hora de acercarse al acontecimiento María– son los escritos neotestamentarios, que permiten comprender, vivenciar y actualizar una vida cristiana y una experiencia mariana que trascendió las fronteras del Imperio Romano y que ha llegado hasta hoy a lugares insospechables fuera del ámbito cristiano.

Es sabido que los relatos del Nuevo Testamento relacionados con María no son abundantes, pero sí tienen una profunda densidad teológica. No se pretende hacer ninguna exégesis de aquellos, lo cual no implica desconocerlos8, sino solo retomar uno de ellos que permita, dados los intereses de esta reflexión, ubicar y resignificar a María en la vida cristiana y en la experiencia mariana en referencia a Jesús, como la “mujer de la plenitud de los tiempos” vivida y celebrada en comunidades cristinas.

Si la experiencia en general está constituida por la “vida vivida; los hechos convertidos en acontecimientos”9, entonces la experiencia mariana en particular es el encuentro liberador y transformador en la cotidianidad del existir con el acontecimiento “mujer de la plenitud de los tiempos”. Esta afirmación trae a la memoria el relato paulino de Ga 4,4-7, en el cual se encuentra una alusión implícita a María; es la más importante por su carácter cristológico y la más antigua en referencia a María desde la perspectiva paulina, aunque no mencione su nombre. Resulta interesante anotar que, de los 27 escritos neotestamentarios, trece son atribuidos a Pablo, en los cuales se hace alusión tácita a María una única vez.

Cristo es presentado en el marco de la llegada de la plenitud de los tiempos (Ga 4,4). Esta expresión de “origen apocalíptico”10 indica el cumplimiento de las promesas hechas por Dios: “…ha llegado el tiempo del Mesías, que libera de la Ley a los hombres y los coloca en la situación privilegiada de hijos de Dios”11. En definitiva, la plenitud de los tiempos no es otra cosa que asumir que en la persona de Cristo se da una “creación nueva” (Ga 6,15).

Por ende, el creyente está llamado a ser una nueva criatura a partir del encuentro con el Resucitado, quien lo libera y lo invita a permanecer fiel a él, sin dejarse esclavizar: “…para ser libres nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes, y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud” (Ga 5,1; Col 2,8).

De esta manera, el creyente, al gozar de la libertad en Cristo, es convocado a la existencia a poner en funcionamiento su actitud de servicio a los más vulnerables (Ga 5,13-15), según el ejemplo de la madre del Hijo de Dios (Lc 1,39-45). “Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización”12; en otras palabras, María camina en actitud de servicio hacia los otros, “salió hacia la montaña, sin demora” (Lc 1,39)13, al encuentro de su prima Isabel.

Al reconocer que Cristo es el “enviado” se subraya el carácter de la misión de Jesús, un enviado reconocido como Hijo de Dios, un Dios que es Abbá (Ga 4,6); de ahí que “el enviado del Padre no está hecho a la medida de la esperanza judía, sino a la medida de Dios mismo”14.

Es de recordar que el envidado del Padre ha “nacido de mujer” (Ga 4,4)15 porque “Dios no es un Señor distante que vive solitario en los cielos, sino el amor encarnado, nacido como nosotros de una madre, para ser hermano de cada uno, para estar cerca: es el Dios de la cercanía”16.

En esta dirección, valga recordar que la expresión “nacido de mujer”, de uso frecuente en el judaísmo para indicar la condición humana de todo ser humano (Jb 14,1; 15,14; 25,4; Mt 11,11; Lc 7,28), se emplea aquí para acentuar de manera categórica que una mujer se ha convertido en la madre humana del propio Hijo de Dios. María, en su condición de mujer,

…es la “bendita entre todas las mujeres”. En ella Dios dignificó a la mujer en dimensiones insospechadas. En María, el Evangelio penetró la feminidad, la redimió y exaltó. Esto es de capital importancia para nuestro horizonte cultural, en el que la mujer debe de ser valorada mucho más y donde sus tareas sociales se están definiendo más clara y ampliamente. María es garantía de la grandeza femenina, muestra la forma específica del ser mujer, con esa vocación de ser alma, entrega que espiritualice la carne y encarne el espíritu.17

En este orden de ideas, la expresión “nacido de mujer” (Ga 4,4) “identifica a la persona de Jesús con el resto de las criaturas [en su] humanidad. Y esta humanidad la recibe Jesús de una mujer”18, sin que ello niegue su naturaleza divina, porque Jesucristo es verdadero hombre y verdadero Dios.

María es la mujer de la plenitud de los tiempos porque pertenece a la fe del pueblo de Israel, a la fe pospascual, y de modo especial, por ser portadora de la promesa de la Buena Nueva de salvación que ha venido en Cristo a toda la humanidad; en otras palabras, en ella aconteció la plenitud de la acción creadora de Dios, lo cual le permitió exclamar: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38). En este contexto resuena la voz del obispo de Roma, al acentuar en María como mujer los siguientes rasgos: comprometida, arriesgada, valiente, servidora y portadora de una promesa de salvación, pese a las condiciones difíciles que tuvo que afrontar19.

María, entonces, “la mujer de los tiempos”, ha hecho una presencia variopinta y diferenciada:

…como una verdadera madre, camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los santuarios, comparte las historias de cada pueblo que ha recibido el Evangelio, y entra a formar parte de su identidad histórica.20

Sin embargo, hoy, la experiencia mariana se ubica más allá de las advocaciones y santuarios, para morar en los corazones de centenares hombres y mujeres de buena voluntad. Se trata de una presencia registrada históricamente desde tiempos inmemoriales, que perdura en la vida cristiana, a pesar de las vicisitudes propias del devenir histórico, hasta el día de hoy:

[De ahí que] conquistadores y conquistados, patronos y obreros, religiosos y laicos han vivido su relación con María a lo largo de los siglos de la historia de la fe cristiana en América Latina y el Caribe. Cada grupo, movido por sus propios intereses, ponía a María a su lado, de suerte que ella participó en los conflictos de vida y muerte, victorias y derrotas de los diferentes grupos en el complejo tejido social.21

Por eso, la experiencia cristiana en torno de María es heterogénea y particular en los contextos culturales en los cuales se le reconoce como madre, discípula y seguidora de Jesús22. La historia del acontecer mariano en las culturas se mezcla indisolublemente con la historia social, económica, religiosa y política de los pueblos, dado que

…en nuestros pueblos, el Evangelio ha sido anunciado presentando a la Virgen María como su realización más alta. Desde los orígenes María constituyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión. María fue también la voz que impulsó a la unión entre los hombres y los pueblos.23

Con justa razón indica Croatto la existencia cultural de expresiones o manifestaciones religiosas mediadas por lo simbólico, en la literatura, las artes, los discursos, los cuerpos doctrinales y los modos de vida, entre otros, que de alguna manera son experiencia de lo trascendente24.

En este marco, el acontecimiento contextualizado María no es la excepción. Las diversas expresiones marianas, entre otras, catedrales, basílicas, santuarios, seminarios, canciones, pinturas, mosaicos, vitrales y peregrinaciones, en numerosas latitudes, son por excelencia manifestaciones y a la vez mediaciones del profundo arraigo de la experiencia en torno del encuentro con María de la gran familia humana.

Se trata de una presencia femenina que crea el ambiente familiar, la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida. Es presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios. Es una realidad tan hondamente humana y santa que suscita en los creyentes las plegarias de la ternura, del dolor y de la esperanza.25

Es una realidad cuyas raíces se encuentran en la persona y misión de Jesús.

El interés por María no surge, entonces, de motivaciones centradas estrictamente en su figura, sino por razones de orden cristológico, es decir, como parte y consecuencia de la profundización en el misterio de Cristo; o si se prefiere, por causa de su relación con Jesús, María tiene un puesto singular en la historia humana y en la vida cristiana. Valga acentuar con San Juan Pablo II, en su carta encíclica Redemptoris mater, que el misterio de la madre solo se esclarece en el misterio de su hijo26.

De ahí la necesidad de que la experiencia cristiana en torno del acontecimiento María, en cada ámbito particularizado, permanezca siempre “joven” en la humanidad, en particular en una Iglesia en salida, al renovar su compromiso de querer “seguir a Cristo con frescura y docilidad”27.

¿En qué medida puede permanecer “joven” la experiencia creyente con la “Madre del Evangelio viviente”?28 En la medida en que cada uno de los miembros de la Iglesia y de la gran familia humana sean ellos mismos, sin calcar su sentir, pensar y actuar en otras instancias diferentes a sí mismos; de igual manera, al poseer la disposición al cambio desde un corazón joven y revitalizar su capacidad de volver a “levantarse y dejarse enseñar por la vida”29 desde una experiencia que beba, permanentemente, en Jesús, su fuente y culmen.

Desafíos teológico-pastorales para una vida cristiana y una experiencia mariana

En respuesta a lo expuesto, en este apartado se postula que ha llegado el tiempo propicio para seguir consolidando una experiencia en torno de la Theotokos (la “Madre de Dios”) convocada a asumir a cabalidad, en el marco de una Iglesia en “salida”, algunos desafíos teológico-pastorales provenientes, no de una época de cambios sino de cambio de época por la cual atraviesa la humanidad en su transcurrir por el siglo XXI.

Por eso, “en la vida fragmentada de hoy, donde corremos el riesgo de perder el hilo, el abrazo de la Madre es esencial. Hay mucha dispersión y soledad a nuestro alrededor; el mundo está totalmente conectado, pero parece cada vez más desunido. Necesitamos confiarnos a la Madre”30 de Jesús y Madre de la Iglesia, con el fin de seguir consolidado un mundo posible para todos.

Para ello se requiere pasar, de una antropología androcéntrica, dualista y unidimensional, a una antropología humanocéntrica, unitaria, realista y pluri-dimensional; de igual modo, rescatar la experiencia mariana de otros, trabajar por la justicia e igualdad entre varones y mujeres, escuchar y comprometerse con el grito de las víctimas de los miembros de la Iglesia, revindicar aún más la liberación integral del pobre que vive en el campo y en la ciudad.

Finalmente, se requiere superar la aridez del corazón, perseverar en la oración según el ejemplo de María, fortalecer la humildad y la ternura, atrevernos a ser distintos, caminar por las sendas de la santidad, erradicar la corrupción personal y social, sin olvidar, con ello, el desarrollo espiritual como expresión de amor y una pastoral mariana al servicio de la nueva evangelización.

En conjunto, estos son algunos desafíos teológico-pastorales que se pueden indicar para fortalecer una vida cristiana y, en ella, una experiencia mariana “joven” desde la exhortación apostólica postsinodal Christus vivit.

Giro antropológico

Gebara y Bingemer31 proponen el giro de una antropología androcéntrica (centrada en el varón como principal protagonista-mediador de la historia de la salvación), dualista (oposición entre espíritu y materia), idealista (hay una realidad distinta a este mundo y más allá de la historia) y unidimensional (el ser humano es una definición única y cerrada, es decir, propone un cierto número de certezas inmutables) a una antropología humano-céntrica (varón y mujer centros del acontecer histórico-salvífico de Dios), unitaria (integralidad y totalidad), realista (la realidad en términos de espacio y tiempo concreto) y pluridimensional (considera las diferentes dimensiones de lo humano en perspectiva de su evolución histórica). ¿Qué consecuencias trae consigo dicho giro antropológico para una vida cristiana y una experiencia mariana?

  1. En una vida cristiana y, en particular, en una experiencia mariana personal y comunitaria, todos son portadores y reveladores de la divinidad desde la propia condición humana integral. Este rasgo de una antropología humano-céntrica es “la única que permite la elaboración de una teología mariana capaz de recuperar la acción histórica de las mujeres en favor del Reino y, en consecuencia, de hacer justicia a María, a las mujeres, a los hombres; en una palabra, a la humanidad creada a imagen y semejanza de Dios”32.

  2. La condición de hijos en el Hijo (Ef 1,5) en el marco de una antropología unitaria permite postular la existencia de una y única historia humano-divina sin ninguna clase de distinción entre una historia sagrada y otra profana; en consecuencia, en una experiencia marina no hay segregación entre “cuerpo y alma” sino unidad y totalidad configuran al ser humano.

  3. No podemos reducir a María a un “modelo de mujer maravilla”, dotada de superpoderes, cualidades o virtudes sobrenaturales; eso es peligroso, y genera alejamiento de María como mujer de su tiempo que tuvo que sortear los problemas de su entorno33 . Por eso, una vida cristiana y una experiencia mariana “joven” asume que

    …el Verbo se hace carne en la carne humana, carne de hombre y de mujer, carne histórica marcada por el espacio y el tiempo, por la vida y la muerte, por la alegría y el dolor, por la construcción y la destrucción; en una palabra, por esa conflictividad inherente a nuestro ser y nuestra historia.34

  4. La antropología pluridimensional contempla al ser humano en su multiplicidad de dimensiones sin con ello se incurra en su fragmentación. De ahí que la experiencia mariana encuentra en la antropología pluridimensional:

    …un fundamento humano-divino que le permite mirar con justicia y respeto profundo el “fenómeno humano”, constructor de la historia, creado amado y salvado por Dios. La pluridimensionalidad antropológica permite, además, elaborar una teología mariana en la que aparezcan los diferentes aspectos de la relación con María sin que uno excluya necesariamente al otro. Cada aspecto es un perfil, una expresión, una palabra sobre la aspiración humana a lo divino que lo habita y constituye. Y María es lo divino en la expresión femenina de lo humano, expresión constitutiva de lo que llamamos integral.35

La propuesta del giro antropológico expuesta hasta aquí no busca ahondar la brecha entre el varón y la mujer: por el contrario, apunta a recuperar la condición igualitaria de humanidad reinante en cada uno de ellos, en constante apertura de reconocimiento del otro como igual, no en la homogeneidad, sino en su creatividad diferencial de varón o mujer.

Rescatar la experiencia cristiana y mariana de otros

No hay moldes prefabricados y menos puede haber aceptación acrítica de experiencias marianas de otros o foráneas. Cada persona, en su pueblo-comunidad, en razón de sus procesos históricos, es poseedora de una particular manera de vivir y proyectar personal y socialmente la vivencia cristiana y mariana. Sin embargo, todo creyente está llamado a rescatar aspectos significativos presentes en la experiencia de los otros, por ejemplo, la gran tradición de la Iglesia Ortodoxa Oriental en su magnitud iconográfica mariana en orden a una vivencia contemplativa conducente a la acción36.

Rescatar en actitud de respeto y reconocimiento lo cristiano y mariano que hay en otros, distintos de mí (pero uno consigo mismo) es la oportunidad para comprender la riqueza multicultural en la diversidad de itinerarios de fe en la Madre del Señor, al servicio de la oración, el culto, la liturgia, la espiritualidad, la piedad, el ecumenismo y la estética religiosa, entre otros. Ahora bien, para que ello ocurra se requiere poner en funcionamiento lo sugerido por el papa Francisco: dejarse mirar, dejarse abrazar y dejarse tomar de la mano de María.

Como madre, María nos mira como hijos, para iluminar la oscuridad y ofrecernos esperanza ante toda desesperanza humana; ella abraza la totalidad del existir para hacerlo ofrenda al Padre y, finalmente, toma de la mano con amor para acompañar el camino que cada uno emprenda en la vida37, sin que con ello sea anulada o eclipsada la experiencia de los otros; por el contrario, los otros, con sus experiencias hacen posible que la propia sea interpelada, confrontada, y más aún, fortalecida. Esto implica el reconocimiento del otro como uno consigo mismo en torno de una experiencia común pero una vivencia diferenciada38.

Trabajar por la justicia e igualdad entre varones y mujeres

Esfuerzos mancomunados afloran en diversos sectores de la humanidad en relación con la equidad de género, y en muchos de los casos, esta se ha convertido en prioridad para estados y gobiernos de turno, esto es, para la sociedad. Sin entrar en detalles e implicaciones geopolíticas, entonces, ¿por qué se reclama la equidad de género? Este asunto queda evidenciado, entre otros documentos, en la agenda mundial Educación 2030.

No es este el lugar para un estudio pormenorizado39; basta indicar la perplejidad ante las modalidades de barbaries cometidas contra las mujeres, y en menor escala, contra los varones. No cesan cada día los registros por parte de los medios de comunicación de un sinnúmero de casos de abusos contra las mujeres, entre los que predomina el abuso sexual, cuya máxima expresión es el feminicidio40; y en los varones, el masculinicidio41. Pareciera –advierte Lucchetti– que “el mimetismo de la acción constante en relación con las generaciones anteriores a la nuestra trae la violencia como mecanismo fruto de un patrón familiar de subordinación y de un no cuestionamiento de las imposiciones masculinas”42.

Las diversas “imposiciones masculinas” difundidas en amplios territorios son muestra fehaciente de la violación sistemática de los derechos humanos arraigada en ámbitos sociales donde predomina la dominación sobre los vulnerables, a quienes se infringe daño en su condición social, política, económica y religiosa, así como en su edad y género. Y lo triste no es tanto constatar tales imposiciones conducentes a la discriminación y marginación sino su aumento, así como el sentimiento de impotencia frente a las mismas, pese a los mayores esfuerzos de sectores comprometidos de la humanidad. Ante esta situación, las comunidades humanas deben “hacer suyos estos reclamos de derechos, y dar su aporte con convicción para una mayor reciprocidad entre varones y mujeres43.

Hoy, más que nunca se ha tomado conciencia de la reciprocidad entre feminidad y masculinidad. No se le puede entender en términos de complementariedad: ningún ser humano complementa a otro. Cada uno mantiene su diversidad en la unidad mediante su condición constitutiva de humanidad, que los hace uno, es decir, una sola carne.

Por lo anterior, una vivencia cristiana y mariana será “joven” al estar atenta a erradicar cualquier tipo de reduccionismo ministerial (servicio) de la mujer a asuntos domésticos y a toda mínima expresión de autoritarismo machista que se pueda presentar en las comunidades. En definitiva, no hay seres humanos superiores o inferiores, sino igualdad entre ellos debido a lo humano-divino identitario de los hijos de Dios.

Escuchar y comprometerse con el grito de las víctimas de los miembros de la Iglesia

Saltan a la luz pública innumerables casos de abusos de los miembros de la Iglesia que han dejado imborrables secuelas en centenares de hombres y mujeres44. En este contexto, el santo Padre recuerda escuchar y comprometerse con los gritos de las víctimas, evitando que se conviertan en un “obstáculo para su misión”45; para ello convoca a una continua y profunda conversión acompañada de “acciones concretas y eficaces”46 para erradicar estas prácticas contrarias al Evangelio.

Por eso, en una vivencia cristiana y mariana, lo relacionado con la reivindicación de las víctimas no puede pasar desapercibido; por el contrario, se debe estar atento a ella, y más a su no repetición, al nunca, jamás, mediante la vivencia de la fe de modo evangélico. Vivir evangélicamente la fe es expresión de mayoría de edad, porque el creyente ha tomado conciencia de que la fe “abre un horizonte nuevo en la vida, y por ello, mismo confiere un sentido distinto”47, y es “llamada a la transformación social, a la defensa de la persona y de su dignidad inherente”48.

Este compromiso social de la fe con “atención puesta en el otro considerándolo como uno consigo”49 es puente para el diálogo entre creyentes y no creyentes en el hoy de la humanidad, sin perder su horizonte interpretativo: “una lectura actualizada y no fundamentalista de la cruz y la resurrección de Jesús”50 con especial atención en las víctimas de los miembros de la Iglesia.

Reivindicar aún más la liberación integral del pobre que vive en el campo y en la ciudad

A pesar de los grandes esfuerzos de sectores de la humanidad para erradicar la pobreza y la compleja y diversa realidad de quienes viven en tal situación, los informes internacionales, nacionales y locales advierten que la pobreza rural y urbana es un problema público de origen multivariado e interdependiente de otros problemas sociales que reclaman la permanente intervención de todos los sectores de la sociedad51.

La pobreza y los pobres son realidades palpables: no hacen falta múltiples esfuerzos para constatarlas en menor o mayor escala en todas partes del mundo; ante esta realidad milenaria, el deseo del papa Francisco se hace actual: “…una Iglesia pobre y para los pobres”52. La primera, un modelo eclesial definido y organizado a partir de la realidad de pobreza expandida en la Tierra; la segunda es la particularidad de los destinatarios de la opción de servicio de la Iglesia: “para los pobres”. Sin segregación, el modo de vida (“Iglesia pobre”) –como su opción preferencial (“para los pobres”)– comparten el propósito de liberación integral de los seres humanos: en otras palabas, hacerse responsable de los otros según el ejemplo de Jesús.

Pobreza y pobres poseen una gran complejidad que escapa a todo lente reduccionista al margen de otras variables interpretativas de sus sentidos, entre otros: económico, cultural político, clínico, psicológico, educativo, étnico, sexual, epidemiológico, moral, familiar, género, derecho, necesidades básicas insatisfechas, desarrollo, ecológico, teologal y religioso53.

De ahí que la vida cristiana y la experiencia mariana deben enarbolar la bandera de liberación integral del pobre que vive en el campo y en la ciudad mediante el fortalecimiento de las múltiples dimensiones del desarrollo de sus regiones, que se ven afectadas por las tasas inaceptables de pobreza:

…para ello se requiere garantizar un ingreso monetario mínimo, el acceso a servicios públicos y privados de calidad y el ejercicio pleno de la ciudadanía para las familias asentadas en los territorios rurales (como para cualquier otro ciudadano de la región).54

De igual modo se requiere la inclusión laboral, con empleos dignos para todos, que apunte a cambios sustantivos en las personas y en sus territorios, sin desconocer que el cristianismo y la experiencia mariana, entre otras voces, “están despertando a la conquista de sus derechos al lado de los oprimidos del continente”55.

Superar la aridez del corazón

El término aridez pone en sintonía con lo árido, es decir, con lo “seco, estéril, de poco jugo y humedad”56 de un terreno. Si se traslada al plano de humano, en términos metafóricos se podría indicar que en la cotidianidad del existir hay vivencias a las cuales se les puede catalogar en el espectro semántico de lo árido.

En otras palabras, el existir conlleva, con lo discutible que parezca, vivencias conducentes al desánimo, la sequedad, el enfriamiento, la falta de vigor, la esterilidad, la devastación, la desolación y el abandono; en su conjunto pueden conducir al ser humano a “botar la toalla”, quizás movido por los infortunios de la vida; por eso, ante esta posible aridez existencial confortan las palabras marianas del papa argentino, que convocan a mantener viva la luz de la esperanza y el silencio esperanzado:

Aquella muchacha hoy es la madre que vela por los hijos, estos hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra madre mira a este pueblo peregrino, pueblo de jóvenes querido por ella, que la busca haciendo silencio en el corazón, aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones. Pero ante los ojos de la madre solo cabe el silencio esperanzado. Y así María ilumina de nuevo nuestra juventud.57

Perseverar en la oración a ejemplo de María

“Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1,14). Esta perseverancia en la oración implica la tensión siempre dinámica entre el desafío y la aventura conducente a un encuentro vivificante con Jesús y María58.

De igual modo sucede con la oración mariana en todas sus modalidades: permite un encuentro siempre renovado con la Madre y con el Hijo, afianzando así un encuentro maternal y filial59. Una de las mediaciones es el santo Rosario: a través de él se comprende a Cristo desde María; de ahí que recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a su “escuela para aprender a leer a Cristo, para penetrar sus secretos y entender su mensaje”60; en otras palabras, configurarse a Cristo con María en entrega constante por toda la humanidad61.

Fortalecer la humildad y la ternura

Ante la arrogancia, superioridad, autoritarismo y autosuficiencia reinante en tiempos actuales –y a lo mejor anidados en miembros de la Iglesia (sin generalizar)–, la humildad (abajamiento, apertura y donación)62 y la ternura (delicadeza, docilidad y calidez)63 “no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Al mirar a María descubrimos que la misma que alababa a Dios porque ‘derribó de su trono a los poderosos’ y ‘despidió vacíos a los ricos’ (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia”64 y compromiso con todos y cada uno de los seres humanos.

La ternura revela, junto al rostro paterno, el rostro materno de Dios, de un Dios enamorado del hombre, que ama a todos con un amor infinitamente más grande que el de una madre por su propio hijo (Is 49,15). En consecuencia, el hombre creado a imagen y semejanza de Dios es capaz de expresar la ternura humana y divina que mora en él; de ahí que, para el romano Pontífice, la ternura,

…lejos de reducirse al sentimentalismo, es el primer paso para superar el replegarse en uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana. La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida. Hoy, más que nunca, hace falta una revolución de la ternura.65

La revolución de la ternura ha de erradicar la dureza del corazón o la insensibilidad de un “corazón de piedra” (Ez 36,26); en otras palabras, es una revolución conducente a la eliminación de barreras, durezas, muros, rigidez, egocentrismos, entre otros, establecidos entre los seres humanos a partir de los vínculos relacionales. Ante ello, insiste el papa: “…la ternura por el contrario es flexibilidad, permeabilidad, apertura de corazón, disponibilidad al cambio, y se constituye como rostro concreto de una estima efectiva que se convierte en benevolencia y en amabilidad”66 en favor de la construcción constante de puentes entre los diversos actores sociales.

Atrevernos a ser distintos

Una vida cristiana y una experiencia mariana “joven” implica ofrecer modos de pensar, sentir y actuar distintos a los que provenienen de “ofertas deshumanizantes y de los planes destructivos que elaboran grupos políticos o poderes económicos”67 u otros sectores de la sociedad, incluidos algunos miembros de la Iglesia.

De ahí que, sin ser “bichos raros”, el santo padre Francisco invite a mostrar otros sueños posibles, “a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social”68.

De igual modo, atrevernos a ser distintos conlleva la no validación de la egolatría personal y social, la discriminación al interior y al exterior de las comunidades, la no segregación por intereses partidistas e ideologías de modelos de Iglesia, a evitar el chisme y el desprestigio de los demás a costa de su dignidad. Atrevernos a ser distintos implica ser abanderados de los derechos humanos de todos, en especial, de los silenciados por los sistemas sociales opresores.

Caminar por las sendas de la santidad

La santidad se encuentra enraizada en la experiencia de fe del pueblo de Israel y en la vivencia pospascual de la comunidad cristiana primitiva, como se constata en los escritos de la antigua y nueva alianza, y por extensión, en el hoy de la vida cristiana y de la experiencia mariana. Se trata de una santidad en términos del habitar de Dios en el ser humano abierto a la acción liberadora y transformadora del Espíritu del Resucitado, que lo conduce a un obrar pleno de amor por sus prójimos.

De ahí que “quien ha hecho una opción por Jesús está llamado a la santidad. Ser santo es una vocación (Rm 1,4; 1Co 1,2) y, por tanto, toda la existencia del creyente se debe leer con la clara conciencia de ser elegidos “para ser santos e inmaculados” (Ef 1,4) y para ser “hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad” (Ef 1,5)69.

Ahora bien, “si la santidad se caracteriza por ser vocación personal y comunitaria en actitud de servicio”, ella es respuesta a la voluntad de Dios, tal como lo refiere Pablo a la comunidad de Tesalónica: “Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” (1Ts 4,3a) y “el que hace la voluntad de Dios vive para siempre” (1Jn 2,17)”70.

En consecuencia, en esta somera consideración sobre la santidad, es oportuna la invitación del papa Francisco a vivir como “originales” y a no morir como “copias” en la búsqueda de la santidad. Para ello se requiere descubrir quiénes somos y llegar a ser plenamente cada uno desde su propia mismidad en relación con Dios, el “Santo” por excelencia (Ap 4,8)71.

Erradicar la corrupción personal y social

Innumerables resultan los relatos bíblicos que dan razón del obrar humano que hoy se tildaría de corrupción en el ámbito personal y social (Lv 19,11-14; Dt 16,19; 27,25). Las narraciones veterotestamentarias y neotestamentarias que así lo refieren hacen pensar en la posibilidad que tiene el varón y la mujer de flaquear ante toda clase de “tentación” presente en su diario vivir.

Los seres humanos están expuestos, a partir de su condición de vulnerabilidad, a claudicar ante una instigación que se imponga por encima de principios o valores éticos o morales. De ahí que “el deseo de dominio, la falta de diálogo y de transparencia, las formas de doble vida, el vacío espiritual, así como las fragilidades psicológicas, son el terreno en el que prospera la corrupción”72 en la cotidianidad del existir.

Una vivencia cristiana y mariana ha de estar cimentada en un conjunto de principios rectores comportamentales que contrarresten la radiografía de hechos de corrupción, los cuales responden en parte al afán desenfrenado por la posesión fácil, el dominio con soberbia tiranía y el disfrute plácido y egoísta, a costa de todo, para apropiarse de los recursos de otros, en especial, de los más vulnerables. En este contexto recobran vigencia las palabras del Deuteronomio: “Justicia, solo justicia has de buscar” (Dt 16,20). Tal es el reto y la tarea de todos.

Desarrollar una espiritualidad como expresión de amor

La vivencia cristiana y mariana en contexto de diversidad de búsquedas espirituales humanas debe promover por todos los medios a su alcance el desarrollo espiritual de todos73, sin reducirlo a un canon de instrumentos o técnicas para… Un desarrollo espiritual mariano “se expresa ante todo creciendo en el amor fraterno, generoso, misericordioso. Lo decía San Pablo: “Que el Señor los haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos” (1Ts 3,12). Ojalá vivas cada vez más ese “éxtasis” que es salir de ti mismo para buscar el bien de los demás, hasta dar la vida”74 por todas las criaturas con quienes se comparte la “casa común”75; para ello se requiere comprender y cuidar las “interconexiones e interdependencias de todo con todo”76.

La comprensión de una espiritualidad como expresión de amor no es otra que “dejarse habitar” por el espíritu del Resucitado hacia un comprometerse con los nuevos escenarios de situación, los cuales, en su gran mayoría, van en contravía de una vida digna para todo ser humano.

Por eso, cuidar y favorecer la vida ha de ser el distintivo fundamental de sus seguidores. […] La fe cristiana tiene la responsabilidad de defender la vida en todas sus formas y promover la cultura del respecto, la aceptación, el dialogo y el encuentro con todos los hermanos y hermanas que atraviesan situaciones de dolor, de incertidumbre, de decisiones morales no siempre fáciles de llevar a buen término pero que precisan del testimonio de la fe dispuesta a salvar, curar, defender, apoyar y favorecer la vida siempre y en todas sus formas.77

Pastoral mariana al servicio de la nueva evangelización

Por último, y no menos importante, para dar el paso a la renovación de una pastoral mariana, en el contexto de la nueva evangelización, es necesario que las comunidades marianas, fortalezcan su fe en la Palabra de Dios; que se esmeren por consolidar lazos fraternales con quienes no pertenecen a la Iglesia o se ha alejado de ella; que testimonien su diario vivir a partir de la cruz y gloriosa resurrección de Jesús; que busquen siempre la coherencia de vida que conduzca a otros a robustecer el camino de santidad con María; que promuevan una devoción y un culto mariano en el marco de un pensamiento crítico; que impulsen un compromiso evangelizador más allá de sus “cuatro paredes”… Finalmente, se requieren comunidades marianas gestoras de un compromiso social, en especial con los últimos y descartados, partiendo al menos de sus contextos inmediatos, para luego irradiar amplios territorios78.

Conclusión

La experiencia humana en torno de María es un acontecimiento histórico-eclesial innegable en las culturas diversas y diferenciadas. No obstante, encaminados a su fortalecimiento personal y comunitario por parte de los creyentes, urge en este cambio de época permanecer siempre “joven”; para ello se considera propicio recoger la voz interpeladora, provocadora y propositiva del papa argentino, en su exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit.

Si bien se ubica en otro contexto, también es fuente para una vida cristiana y una experiencia mariana que ha asumido que Jesús “está en el regazo de su madre, que es también nuestra madre, y desde allí derrama una ternura nueva sobre la humanidad.

Y nosotros entendemos mejor el amor divino, que es paterno y materno, como el de una madre que nunca deja de creer en los hijos y jamás los abandona”79.

En este orden de ideas, se vitalizan hoy más que nunca los cuestionamientos del papa Jorge Mario Bergoglio: “¿Se sienten portadores de una promesa? ¿Qué promesa (salvífica) tengo en el corazón a ejemplo de María para llevar adelante?”80 Este es, sin duda, un interrogante general que ha de encontrar una respuesta personal a la altura de los retos exigentes provenientes de los contextos de situación de índole internacional, nacional y local de la humanidad. En coherencia con ello se sugiere asumir en cada una de las comunidades cristinas y marianas diversas y diferenciadas los retos teológico-pastorales descritos sucintamente en esta segunda parte del escrito.

Ahora bien, el giro antropológico, el rescate de la experiencia mariana de otros, el trabajo por la justicia e igualdad entre varones y mujeres, la escucha y el comprometerse con el grito de las víctimas de los miembros de la Iglesia, la reivindicación de la liberación integral del pobre que vive en el campo y en la ciudad, el superar la aridez del corazón, la perseverancia en la oración según el ejemplo de María, el fortalecer la humildad y la ternura, así como el atreverse a ser distintos, el caminar por las sendas de la santidad, el erradicar la corrupción personal y social, el desarrollo espiritual como expresión de amor y una pastoral mariana al servicio de la nueva evangelización solo son posibles si se fortalece aún más la conciencia de que, en María, “Dios se hizo carne, entró a formar parte de un pueblo, constituyó el centro de la historia. Ella es el punto de enlace del cielo con la tierra. Sin María, el Evangelio se descarna, se desfigura y se transforma en ideología, en racionalismo espiritualista”81.

Que esta reflexión permita continuar con el compromiso ardiente de seguir haciendo posible y sostenible una Iglesia en “salida” a las fronteras en las cuales es posible recuperar la dignidad humana de los varones y de las mujeres que allí habitan; que en la noble labor del anuncio del Reino de Dios florezca el profundo amor a Jesús y María; que ellos vivan y reinen en el corazón de la humanidad hoy y siempre.

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Notas

* Artículo de reflexión.

1 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 13.

2 Ibíd.

3 Ibíd. 34.

4 Ibíd. 12.

5 Ibíd. 13.

6 Ibíd.

7 Ibíd.

8 Véase a Brown, Donfried, Fitzmyer y Reumann. María en el Nuevo Testamento; Hauke, Introducción a la Mariología; Gebara y Bingemer, María Clara. María, mujer profética; Gil I Ribas, “La muerte de María”; León Martín, “María de Nazareth, ¿mujer histórica o historia de una mujer?”; Johnson, Verdadera hermana nuestra; Puig I Tarrech, “El entorno de María”; Rodríguez Carmona, “La mujer en tiempos de María de Nazareth”; y Ossanna, Tulio Faustino. El rol profético de María.

9 Vásquez, Ser viento y no veleta, 201.

10 Cothenet, La Carta a los Gálatas, 47.

11 Schneider, Carta a los Gálatas, 95.

12 Francisco. “Exhortación apostólica Evangelii gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)” 288.

13 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 46.

14 Cothenet, La Carta a los Gálatas, 47.

15 Véase a Piñero, Jesús y las mujeres, 32; Mac Donald, Las mujeres en el cristianismo primitivo y la opinión pagana. Navarra; Estévez, Qué se sabe de… Las mujeres en los orígenes del cristianismo; Gil I Ribas, “La muerte de María”, 193-207; León Martín, “María de Nazareth, ¿mujer histórica o historia de una mujer?”, 223-245; Johnson, “Fragmentos en los escombros”, 19-36; Johnson, “Teología de mujeres”, 37-66; Puig I Tarrech, “El entorno de María”, 209-221; Rodríguez Carmona, “La mujer en tiempos de María de Nazareth”, 247-268; Gómez-Acebo (ed), Las mujeres en los orígenes del cristianismo; y Pikaza, Mujeres de la Biblia judía.

16 Francisco, “Homilía: en la eucaristía de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Santa Misa en la solemnidad de Santa María, madre de Dios. LII Jornada Mundial de la Paz (1º de enero de 2019)”.

17 Celam, “Documento de Puebla. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano” 299.

18 Álvarez Gutiérrez, María. Discípula de Jesús y mensajera del Evangelio, 15.

19 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 44.

20 Francisco, “Exhortación apostólica Evangelii gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)” 286.

21 Gebara y Bingemer, María, mujer profética, 143.

22 Véase las conferencias generales del Episcopado Latinoamericano (Río de Janeiro, 1955; Medellín, 1968; Puebla, 1979, Santo Domingo, 1992 y Aparecida, 2007); de manera particular, véase a Gebara y Bingemer, María, mujer profética, 143-192.

23 Celam, “Documento de Puebla. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano” 282.

24 Croatto, Experiencia de lo sagrado. Estudio de la fenomenología de la religión, 17.

25 Celam, “Documento de Puebla. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano” 291.

26 Juan Pablo II, “Carta encíclica Redemptoris mater sobre la bienaventurada Virgen María en la vida de la Iglesia peregrina (1987)” 4.

27 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 43.

28 Francisco, “Exhortación apostólica Evangelii gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)” 286.

29 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 44.

30 Francisco, “Homilía: en la eucaristía de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Santa Misa en la solemnidad de Santa María, madre de Dios. LII Jornada Mundial de la Paz (1º de enero de 2019)”.

31 Gebara y Bingemer, María, mujer profética, 11-27.

32 Ibíd., 12.

33 Véase a Godoy, “Roma, Palestina y Galilea en el siglo I”, 41-52; Gómez-Acebo, “María y la cultura mediterránea”, 21-75; León Martín, “María de Nazareth, ¿mujer histórica o historia de una mujer?”, 223-245; Míguez, “Contexto sociocultural de Palestina”, 21-31; Puig I Tarrech, “El entorno de María” 209-221; y Rodríguez Carmona, “La mujer en tiempos de María de Nazareth”, 247-268.

34 Gebara y Bingemer, María, mujer profética, 14.

35 Ibíd., 19-20.

36 De Villalobos, Introducción al mundo de los íconos, 9-13.

37 Francisco, “Homilía: en la eucaristía de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Santa Misa en la solemnidad de Santa María, madre de Dios. LII Jornada Mundial de la Paz (1º de enero de 2019)”.

38 Véase a Meza Rueda, “Aprender el cuidado del otro”, 215-235; y a Córdoba y Vélez-De La Calle, “La alteridad desde la perspectiva de la transmodernidad de Enrique Dussel”, 1001-1015.

39 Unesco, “Educación 2030: Declaración de Incheon y marco de acción para la realización del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”; Duarte Cruz y García-Horta, “Igualdad, Equidad de Género y Feminismo, una mirada histórica a la conquista de los derechos de las mujeres”, 107-158.

40 Huertas Díaz y Jiménez Rodríguez, “Feminicidio en Colombia: reconocimiento de fenómeno social a delito”, 113.

41 Cruz, “Homicidio masculino en Ciudad Juárez. Costo de las masculinidades subordinadas”, 240.

42 Bingemer, Transformar la Iglesia y la sociedad en femenino, 7.

43 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 42.

44 Tamarit Sumalla, “Abusos sexuales en la Iglesia Católica: ¿cómo responder a las demandas de justicia?”, 11-42; Graham, “Ministros de culto y abuso sexual. ¿Existen cifras en México? Un acercamiento estadístico”, 59-67; y Franco y Ramírez, “Abuso sexual infantil”, 51-58.

45 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 95.

46 Francisco, “Carta apostólica en forma de ‘motu proprio’ Vos estis lux mundis (2019)” 1.

47 Torralba, Creyentes y no creyentes en tierra de nadie, 57.

48 Ibíd., 69.

49 Francisco, “Exhortación apostólica Evangelii gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)” 286.

50 Torres Queiruga, Fin del cristianismo premoderno, 211.

51 Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Panorama de la pobreza rural en América Latina y el Caribe. Soluciones del siglo XXI para acabar con la pobreza en el campo.

52 Francisco, “Encuentro con los representantes de los medios de comunicación (16 de marzo 16 de 2013)”.

53 Parra, La iglesia pobre y de los pobres, 9-10.

54 Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Panorama de la pobreza rural en América Latina y el Caribe. Soluciones del siglo XXI para acabar con la pobreza en el campo, 31.

55 Gebara y Bingemer, María, mujer profética, 7.

56 Real Academia Española, “Árido, da”.

57 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 48.

58 Ibíd. 155.

59 Sobrino, “La oración de Jesús y del cristiano”, 25-48.

60 Juan Pablo II, “Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae sobre el santo Rosario (2002)” 14.

61 O. F. Gerwin van Leeuwen, O.F., citada por Lewis, En casa de Dios, 223.

62 Vélez Caro, “Del Dios omnipotente a la ‘humildad de Dios’. Una reflexión sobre la evolución en perspectiva kenótica”, 19-50.

63 Véase a Restrepo, El derecho a la ternura; a Maya, Aspectos básicos para una pedagogía de la ternura; y a Martínez-Gayol (ed.); Un espacio para la ternura. Miradas desde la teología.

64 Francisco, “Exhortación apostólica Evangelii gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013)” 288.

65 Francisco, “Audiencia a los participantes en el Congreso ‘La teología de la ternura en el papa Francisco’ (13 de septiembre de 2018)”.

66 Rocchetta, Teología de la ternura. Un “evangelio” por descubrir, 31.

67 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 73.

68 Ibíd. 36.

69 Reyes, “Santidad y virtudes esenciales de la vida cristiana. Una lectura mariana”, 233.

70 Ibíd.

71 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 162.

72 Ibíd. 98.

73 Véase a Navarro Sánchez (ed.); Espiritualidad para caminantes. Fuentes, tensiones y Fronteras; Navarro Sánchez, De las razones humanas de la mística a las raíces místicas de lo humano: desde la experiencia espi­ ritual de Etty Hillesum; y a Estupiñán; Hoyos Camacho; Navarro Sánchez; Rodríguez Osorio; Solano Pinzón; y Zurek Lequerica, “El despertar de la espiritualidad de la liberación: evolución de sus expresiones desde Medellín hasta Puebla”, 405-431.

74 Ibíd., 163.

75 Francisco, “Carta encíclica Laudato si´ sobre el cuidado de la casa común (2015)” 241.

76 Boff, Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres, 17.

77 Vélez Caro, “Una espiritualidad comprometida con la vida”, 37.

78 Para mayor profundización se recomienda a Antonio Aranda, “Pastoral mariana y nueva evangelización” (Estudios Marianos 78 [2012]: 17-47; a Esperanza Bautista, “El culto de María en la liturgia de la Iglesia y en la religiosidad popular”, 79-125 (en María, mujer mediterránea, editada por I. Gómez-Acebo. Bilbao: Desclée De Brouwer, 1999); a Juan M. Ferrer Grenesche, “Liturgia y piedad mariana” (Estudios Marianos 78 [2012]: 289-305) y a Féliz Ochyta Piñero, “Pastoral mariana y ecumenismo, en la nueva evangelización” (Estudios marianos 78 [2012]: 63-92).

79 Francisco, “Homilía: en la eucaristía de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Santa Misa en la solemnidad de Santa María, madre de Dios. LII Jornada Mundial de la Paz (1º de enero de 2019)”.

80 Francisco, “Exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios (2019)” 44.

81 Celam, “Documento de Puebla. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano” 301.

Notas de autor

a Autor de correspondencia: jose.reyes@javeriana.edu.co

Información adicional

Cómo citar: Reyes Fonseca, José Orlando. “Vida cristiana y experiencia mariana: algunos desafíos desde la Christus vivit”. Theologica Xaveriana (2021): 1-26. https://doi.org/10.11144/javeriana.tx71.vcem

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