La diversificación de la informalidad urbana: una propuesta para aproximarse a la materia desde la tensión entre lo formal y lo informal*

Diversification of Urban Informality: A Proposal to Approach the Topic from the Tension between the Formal and Informal

A diversificação da informalidade urbana: uma proposta para se aproximar da questão desde a tensão entre o formal e o informal

Universitas Humanística, núm. 89, 2020

Pontificia Universidad Javeriana

Diva Marcela García-García a

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Ángela María Jaramillo

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Ángela María Astudillo

Investigadora independiente, Colombia


Dina Luz Riaño

Comisión de la Verdad, Colombia


Juana Valentina Moreno

Investigadora independiente, Colombia


Recibido: 31 Enero 2020

Aceptado: 30 Junio 2020

Publicado: 15 Julio 2020

Resumen: El concepto de informalidad urbana se ha abordado tradicionalmente de manera dicotómica, lo define su oposición a lo que se considera formal. Esta visión dual limita la comprensión de la complejidad espacial que se produce en las ciudades contemporáneas latinoamericanas, reflejo de las tensiones y continuidades entre lo formal e informal. El objetivo de este artículo es analizar dichas tensiones desde sus causas, perfil poblacional y proceso de desarrollo, con el fin de identificar distintos tipos de informalidad que resultan de las transformaciones que suceden entre los espacios y las personas. Esta reflexión partió de una amplia revisión documental que permitió la elaboración de tres escenarios de cambio de la informalidad que reflejan su diversificación y contribuyen tanto al conocimiento del fenómeno como al diseño de intervenciones que respondan a las distintas condiciones de la población.

Palabras clave:informalidad urbana, vivienda, conformaciones sociodemográficas, tipos de hábitat.

Abstract: The concept of urban informality has been approached traditionally in a dichotomous way; it is defined by the opposition to what is deemed as formal. This dual vision limits the understanding of the spatial complexity produced in the contemporary Latin-American cities, which mirrors the tensions and continuities between the formal and the informal. This article aims to analyze these tensions from their causes, the population profile and the development process in order to identify the different kinds of informality resulting from the transformations occurring between the spaces and persons. This reflection starts with a wide documentary review allowing outlining three scenarios of change for the informality that reflect the diversification and contribute to know the phenomenon and to the design of interventions answering to different conditions of the population.

Keywords: urban informality, housing, sociodemographic groups, type of habitat.

Resumo: O conceito de informalidade urbana tem se abordado tradicionalmente de forma dicotómica, definida por sua oposição ao que se considera formal. Essa visão dual limita a compreensão da complexidade espacial que ocorre nas cidades latino-americanas contemporâneas, reflexo das tensões e continuidades entre o formal e o informal. O objetivo deste artigo é analisar tais tensões desde suas causas, perfis populacionais e processo de desenvolvimento, a fim de identificar diferentes tipos de informalidade que resultam das transformações que ocorrem entre espaços e pessoas. Esta reflexão partiu de uma ampla revisão documental que permitiu a elaboração de três cenários de mudança da informalidade que refletem sua diversificação e contribuem tanto para o conhecimento do fenómeno quanto para o desenho de intervenções que respondam as diversas condições da população.

Palavras-chave: informalidade urbana, habitação, conformações sociodemográficas, tipos de hábitat.

Introducción

Desde mediados del siglo pasado, en las ciudades latinoamericanas se gestó un fenómeno asociado a la producción y transformación del espacio urbano al margen de la regulación estatal (Torres, 2007). Son muy diversos los conceptos bajo los que se ha denominado y los enfoques utilizados para su análisis, pero nuestro objetivo no es abordarlos de manera exhaustiva,1 pues cada uno alude a teorías sociales particulares y ha tenido implicaciones específicas en términos de política pública; sin embargo, todos coinciden en que esta forma de producción de ciudad es un reflejo de las desigualdades del sistema económico imperante. Así, las reflexiones planteadas en este trabajo se realizan desde una perspectiva relacional que reconoce la participación de los distintos actores que hacen parte de la producción urbana.

Según Abramo (2012), este tipo de urbanización, que llamaremos informal, se entiende como un conjunto de irregularidades: urbanística, constructiva y en relación con el derecho de propiedad de la tierra. La primera se refiere a la ocupación o uso de tierras sin condiciones urbano-ambientales para ser utilizadas con fines residenciales, ya que están en condiciones de riesgo, sin infraestructura ni servicios urbanos y tienen difícil accesibilidad. La constructiva se refiere a la producción de viviendas por fuera de la normativa vigente, sin los permisos necesarios para su construcción o modificación, y en densidades extremas, tanto altas (implicando gran hacinamiento de personas y hogares), como bajas (con altos costos para la dotación de infraestructura y con menor accesibilidad).  Por último, la irregularidad de la propiedad del suelo es el resultado de procesos de ocupación de terrenos públicos o privados, o de acceso a ellos a través del mercado informal sin pasar por los instrumentos públicos diseñados para garantizar los derechos patrimoniales (Clichevsky, 2000).

Sin embargo, surge la pregunta por lo que sucede con dichas irregularidades al transformarse las condiciones originales en que son producidos los asentamientos informales, y si mantienen dicha condición de informalidad o, por el contrario, transitan a un estatus de formalidad. El objetivo del presente artículo es analizar la tensión entre la formalidad e informalidad urbana a partir de la transformación de las conformaciones sociodemográficas y la diversificación de las formas de habitar los espacios “informales”. Para ello se realizó una amplia revisión documental que permitió, en primer lugar, identificar las causas del fenómeno en América Latina y los motivos por los que se consolida un perfil poblacional específico, y en segundo lugar, recoger la forma en que se han estudiado hasta el momento las etapas de transformación de la informalidad. Con el análisis de lo anterior fue posible elaborar tres escenarios de informalidad urbana que reflejan la diversificación del fenómeno desde una perspectiva relacional que incorpore el análisis de variables poblacionales. La relevancia de estos tipos de informalidad se relaciona, de una parte, con la comprensión de la tensión entre lo formal e informal, y, de otra, con la posibilidad de diseñar intervenciones que respondan a las demandas sociales de la población.

Causas del fenómeno y consolidación de un perfil poblacional

Para Jaramillo (2008), las causas de la informalidad se circunscriben a un acelerado crecimiento poblacional en un contexto de lento crecimiento económico y de aguda desigualdad, propios de la forma de incorporación de la región latinoamericana al capitalismo, todo lo anterior en convergencia con una débil política estatal de ordenamiento territorial y de vivienda. Estos elementos se desarrollan a continuación, enfatizando en el perfil poblacional que crearon como demanda para la informalidad urbana.

Con respecto al crecimiento poblacional urbano, debe decirse que América Latina ha experimentado una intensa redistribución espacial de la población en los últimos cien años. Esta puede vincularse con el avance de la transición demográfica, la cual, al producir una disminución de la mortalidad y la consecuente prolongación de la expectativa de vida, incrementó las tasas de crecimiento vegetativo en periodos que aún mantenían altas tasas de fecundidad (Cravino, 2009). Sumado a ello, se produjo un acelerado movimiento migratorio desde poblaciones rurales, en ritmos e intensidades desiguales, hacia el interior de la región (Clichevsky, 2000). Además del poder atractor de los procesos de industrialización —que caracterizó la urbanización europea— la emigración rural en la región es producto de las carencias de infraestructura y de la insatisfacción de necesidades básicas de áreas dispersas geográficamente y con marginalidad histórica. Lo anterior sucedió en una coyuntura de transformación tecnológica y económica de los modos de producción (Lattes, 2008), que generó interés en la agricultura comercial y cambios en la propiedad de la tierra rural (Sánchez, 2008), lo cual presentó a la ciudad como el escenario de un proceso de modernización e industrialización al cual le apostaban los Estados (Kaztman, 2001). En el caso colombiano, este proceso ha estado marcado por el conflicto armado, social y agrario que, a partir de las disputas por la tierra y de prácticas de despojo, ha generado un desplazamiento masivo hacia las ciudades de un colectivo en condiciones de precariedad (Sánchez, 2008).

Ese proceso de migración campo-ciudad produjo aceleradamente un contingente de nuevos habitantes urbanos pobres que recurrieron a la informalidad para autogestionar sus necesidades habitacionales. Sus prácticas residenciales, familiares y productivas de origen rural marcaron los procesos de poblamiento de las periferias urbanas, donde se localizaron principalmente (Torres, 2007, citado en García, 2019). En las últimas décadas, los países de la región más avanzados en la transición urbana han mostrado una disminución en la migración campo-ciudad, por lo que es la corriente interurbana e intrametropolitana la que nutre cada vez más los flujos migratorios internos de los países latinoamericanos (Lattes, 2008), produciendo una demanda de vivienda y suelo urbano.

Así, el problema de fondo que genera y reproduce la urbanización informal es la alta cantidad de población urbana en condiciones de pobreza en América Latina, que es mayor en la década del 2000 que en la década de 1970. Según Arriagada (2000), la reducción de la pobreza que ocurrió en ese momento se debió al crecimiento del empleo industrial, interrumpido hacia los años ochenta por la contracción de dicho sector. En este contexto, tanto la limitada generación de puestos de trabajo y su inestabilidad, como el fuerte dinamismo de la oferta laboral por el aumento de la población en edad de trabajar trajeron alto desempleo. En consecuencia, el sector informal ha venido generando la gran mayoría de las nuevas ocupaciones laborales, por lo cual ha dejado de tener la connotación transitoria que se le otorgó en los años setenta. La informalización laboral ha implicado la precarización de la vinculación laboral (Clichevsky, 2000) y la reducción de los ingresos de los trabajadores; es utilizada como una estrategia para compensar las asimetrías económicas de la llamada acumulación periférica propia del contexto latinoamericano (Jaramillo, 2008, citado en García, 2019). La situación se agudizó en la década de los noventa cuando la región entró a los mercados globales, y protagonizó procesos de ajuste y reestructuración económica (Clichevsky, 2000). Para los años 2000, la polarización social se acrecentó debido a la persistencia de los desajustes cualitativos y cuantitativos del mercado laboral y de la desigualdad en el ingreso.

Ante este panorama, a pesar de las diferencias entre países, es posible decir que el papel del Estado latinoamericano ha sido insuficiente (Cravino, 2009). El caso colombiano es un ejemplo de las transformaciones del rol desempeñado por el Estado en materia habitacional, ya que hasta la década de los setenta era el encargado directo de su producción, con una capacidad insuficiente para atender la demanda. Según Cuervo y Jaramillo (2009), esta se acrecentó en los años noventa con la introducción de las políticas neoliberales en la gestión de la vivienda. A partir de este momento, el Estado entregó al mercado inmobiliario sus funciones como productor, encomendándole la producción de vivienda social; también salió de la esfera estatal la promoción del acceso a la vivienda entre los más pobres, resolviéndose a través de la triada compuesta por créditos, subsidios a la demanda y ahorro familiar; todos estos estaban dirigidos a los sectores populares que tenían vinculaciones laborales formales, por lo que era un diseño excluyente para los más vulnerables e informales (García, 2008).

Podría decirse que la inexistencia de la promoción estatal (sin interés por acumulación de capital) y la inaccesibilidad a la vivienda producida a través de la promoción capitalista (que busca la acumulación) (Cuervo y Jaramillo, 2009) hicieron que las capas de menores ingresos, que aumentaban de manera exponencial, generaran una demanda potencial que solo pudo ser resuelta en el mercado informal (García, 2019). Con base en lo anterior, en el siguiente apartado se abordará tanto la manera en que se produce y transforma la informalidad, como las particularidades de las formas de vida que permite.

El proceso de urbanización informal y los actores que la producen

Para dar cuenta de las transformaciones espaciales que presenta la ciudad informal desde su surgimiento, se agrupará su evolución en los dos momentos más reconocidos en la literatura: el origen o conformación y la consolidación (Abramo, 2012; Camargo y Hurtado, 2013). Dichas transformaciones se deben a intervenciones gestadas por tres actores sociales: la iniciativa privada, que recoge todas las acciones y formas de actuación en la ciudad que no provienen ni del Estado ni de la población (Torres, 2007); la población, que representa la demanda y tiene capacidad de agencia en el desarrollo de su hábitat (Magliano y Perissinotti, 2020; Astudillo, 2020); y el Estado, que interviene los espacios mediante instrumentos de política pública que buscan mejorar las condiciones de vida de quienes allí habitan (Torres, 2007; Camargo y Hurtado 2013). A continuación, se estudian los dos momentos de transformación de la informalidad urbana, a partir de las intervenciones desarrollas por cada uno de los actores y de las irregularidades mencionadas como esquema analítico para estudiar la informalidad.

Conformación

Se entiende como el primer momento de desarrollo de zonas de origen informal, el cual se produce cuando familias de bajos ingresos ocupan terrenos usualmente periféricos, mal dotados y, en algunas ocasiones, en condiciones de riesgo, para después autoconstruir su vivienda y generar conexiones básicas a servicios públicos domiciliarios (Torres, 2007).

Actor privado

En el surgimiento de la urbanización informal este actor está representado por los agentes capitalistas que gestionan el suelo del mercado informal, adquiriendo un globo de terreno y adecuándolo para su venta posterior, fenómeno que la literatura ha conceptualizado como submercado de loteos (Abramo, 2012). La adquisición del terreno inicial se produce de diversas formas: en algunos casos, mediante la compra a los propietarios de los terrenos, y, en otros, se tiene un concepto de propiedad eminentemente práctico, no sujeto a procedimientos jurídicos, realizándose procesos de apropiación pacíficos o tomas por la fuerza de grandes extensiones de terrenos. Luego, el urbanizador dota los terrenos precariamente, los delimita dejando algunos espacios para vías y el acceso a algún servicio básico, y vende los terrenos a la población que espera habitarlos. Su proximidad cultural con los hogares y el establecimiento de relaciones consuetudinarias le permiten ofrecer mecanismos de pago y financiación adaptados a las condiciones de la población (Camargo y Hurtado, 2013, citadas en García, 2019).

La fuente de las ganancias de este actor capitalista se produce por los incrementos de los precios del suelo, puesto que compra el terreno a precio agrícola (Jaramillo, 2008) y lo vende a un valor que anticipa las transformaciones urbanas suministradas por el Estado. Los precios varían en relación con la localización y las transformaciones urbanas realizadas por el urbanizador, que, en todo caso, con una ganancia anticipada, son menores que los del suelo en el mercado formal (Abramo, 2012).

Población

La población con necesidad de vivienda accede al submercado de loteos a partir de la compra de uno de los lotes. Una vez adquirido el suelo, este actor autoconstruye su vivienda y su barrio. Estos dos ámbitos de transformación se describen a continuación.

Vivienda

Las dos formas de producción residencial en la informalidad son la autoconstrucción y la progresividad de la vivienda. El primer término es utilizado para definir las viviendas de ciertos territorios donde “los habitantes producen su vivienda, según las posibilidades de sus recursos y necesidades” (Ortiz, 2007, citado en Blanco et al., 2017, p. 18). La autoconstrucción puede dar inicio a la vivienda progresiva, caracterizada por ser un proceso de construcción que se desarrolla a lo largo del tiempo, que no ha sido planificado de manera previa, y que es flexible pues está sujeto a cambios y variaciones en su estructura (Gelabert y González, 2013).

Según Echeverry et al. (2003), en el proceso de crecimiento, desarrollo y consolidación de la vivienda informal en el tiempo se pueden identificar varias etapas, a pesar de la diversidad y fluidez con que este sucede. La primera es la fase de ocupación, en la que las personas llegan al lote y construyen una vivienda por medio del autosuministro de materiales, de la mano de obra (Bazant, 1988), de la omisión de las normas urbanísticas y arquitectónicas (Blanco et al., 2017; Gelabert y González, 2013; Morales, 2014), y del uso de técnicas constructivas rudimentarias que se ven reflejadas en la mala calidad y vulnerabilidad de las viviendas. El uso de materiales precarios y provisionales ocurre mientras el hogar tiene la capacidad de ahorrar y adquirir recursos para su construcción permanente. En una segunda etapa, se continúa la construcción con materiales tradicionales; es usual la utilización de un solo espacio para realizar todas las actividades familiares, por lo que es común que se presenten altos niveles de hacinamiento.  En la tercera etapa, la vivienda pasa por diversas fases de construcción y adición de diversos espacios en función de los ingresos del hogar, los recursos que movilizan, la estructura de edad del hogar, el número de miembros que residen e, incluso, las expectativas que tenga cada uno (Echeverry et al., 2003). Así, al no ser construida en su totalidad desde un principio, es común encontrar en la vivienda informal diversos frentes de construcción que dan cuenta de la diversidad de calidades (Bazant, 1988) y posibles irregularidades constructivas.

Esta forma de edificar puede constituirse en un factor atractivo y una solución funcional para la población más pobre, de un lado, por la libertad urbanística que brinda, pues al no estar sujeta a la normativa urbana permite construir la vivienda según las necesidades del hogar (Morales, 2014) y en el tiempo en que pueda hacerse (Bazant, 1988). Por otra parte, es un tipo de vivienda flexible tanto a nivel arquitectónico y urbanístico (Gelabert y González, 2013), como en las modalidades de pago, ya que los hogares pagan el suelo a través de diferentes mecanismos que se ajustan a sus ingresos y presupuesto (Camargo y Hurtado, 2013).

Producción social del hábitat

Las condiciones urbanísticas de los barrios que surgen en la informalidad en el momento de su origen se caracterizan por tener una insuficiente disposición de servicios públicos y por una carencia de infraestructura, espacios públicos y equipamientos comunitarios (Torres, 2012). Sin embargo, sus condiciones de inicio son diferenciadas pues dependen de la forma en que los urbanizadores equiparon el barrio antes de la venta de los lotes, habiendo casos en los que se hizo una dotación básica —por ejemplo, de vías— mientras que en otros no hubo ningún proceso de adecuación (Jaramillo et al., 1997). Por ello, la población debe generar vínculos organizativos que le permiten suplir sus necesidades básicas (como el acceso al agua y la energía), y emprender una serie de acciones para la construcción de espacios públicos y comunales. La literatura ha precisado que es a partir de dichos vínculos organizativos que los barrios transitan hacia un proceso de consolidación de forma más acelerada, por lo que, donde no se desarrollan, hay ausencia o deterioro de los espacios comunales (Jaramillo et al., 1997; López, 2018), e incluso desarrollos tardíos de la legalización del barrio (Camargo y Hurtado, 2013).

Estado

Como ya se había indicado, la descentralización hacia el mercado de los Estados en América Latina en materia residencial terminó incentivando las medidas de flexibilización urbana y la caída de la financiación estatal tanto para la construcción de vivienda, infraestructura y equipamientos urbanos, como para algunos servicios. A esto se suma la baja capacidad institucional para el control urbanístico y territorial por parte de las administraciones municipales (Abramo, 2012). Bajo estas circunstancias, se entiende que el papel del Estado en el surgimiento de los barrios de origen informal brilla por su ausencia, indiferencia o incapacidad. Esto ocurre pese a que se tienen registros sobre su acción coactiva frente a las comunidades recién asentadas en los territorios, lo cual podría significar algún tipo de participación que, sin embargo, no ha tenido la contundencia suficiente para evitar esta situación, ni la pericia para solventarla (López, 2017).

Irregularidades que se presentan

A partir de las acciones de cada actor, puede decirse que en la conformación de los barrios de origen informal se encuentran expresiones de las tres irregularidades que permiten estudiar la informalidad: la urbanística, en tanto se inicia un proceso de urbanización sin los permisos requeridos; la constructiva, pues el proceso de construcción de la vivienda y el acceso a servicios públicos se caracterizan por ser precarios debido al tipo de materiales y por no cumplir con los mínimos legales establecidos al respecto; y la irregularidad en la tenencia de la tierra, pues generalmente la población accede a los lotes desde el mercado informal sin las garantías jurídicas respectivas.

Consolidación

La consolidación de las zonas de origen informal se entiende como el momento en el que se presentan mejorías de los materiales de construcción de las viviendas y los espacios comunales, por lo que esta representaría una “mejora de las condiciones de la vida urbana” (Alegría y Ordoñez, 2005, p. 54). La consolidación se produce, en primera instancia, por la autogestión de sus habitantes en la consecución de servicios públicos y en el desarrollo progresivo de la vivienda, y después, la refuerza el proceso de formalización que se materializa “a través de la legalización urbanística, la regularización y la inclusión en programas de mejoramiento barrial” (Camargo y Hurtado, 2013, p. 87). La intervención de los diferentes actores en este momento se describe a continuación.

Actor privado

Como lo señalan Camargo y Hurtado (2011), la provisión de vivienda social y equipamiento urbano es un asunto que históricamente ha quedado rezagado en las políticas económicas y sociales. En consecuencia, ante la insuficiente respuesta estatal a la problemática del hábitat en la informalidad ha surgido un actor que puede caracterizarse como privado (por no formar parte del aparato estatal) pero que no responde a los intereses económicos de los agentes capitalistas. Se trata del denominado tercer sector u organizaciones sociales sin ánimo de lucro, que buscan, en este caso, gestionar recursos de procedencia pública o privada para generar unidades habitacionales y elementos de equipamiento urbano comunitario en calidad de donación a familias y comunidades en estado de vulnerabilidad económica y social (Torres, 2012).

Población

Como en el surgimiento de los barrios informales, en su consolidación la población también participa en el mejoramiento de la vivienda y el barrio, como se desarrolla enseguida.

Vivienda

En el surgimiento de los barrios informales descrito, las etapas del proceso constructivo de la vivienda parecían responder a la necesidad de producir espacio, es decir, a la preocupación por ampliar y construir habitaciones para alojar a los miembros del hogar (Bazant, 1988). En las etapas siguientes, puede continuar la fase constructiva o se pueden transformar los espacios construidos, mejorando por ejemplo, sus acabados. Cualquiera de estas dos posibilidades tiene una alta relación con el ciclo de vida familiar (Jaramillo, 2008), el cual determina tanto la edad y las necesidades de espacio de los miembros, como las posibilidades de inversión de tiempo y recursos, y el uso que le da la familia a los espacios de la vivienda durante su construcción. En palabras de Jaramillo (2008):

Cuando se trata de una pareja joven recién formada lanzan la autoconstrucción, y en el período más productivo y a medida que los hijos se multiplican y crecen, se va expandiendo la casa. Cuando los hijos ya han crecido y los padres entran en una fase en la que les es más difícil obtener ingresos laborales, el espacio desocupado por los hijos que abandonan el hogar puede ser alquilado, de manera que el arrendamiento complementa sus ingresos. (p. 29)

Adicionalmente, es posible que el uso económico que se da a la vivienda “se produzca a través de procesos de “migración” de la familia dentro de la vivienda, sacrificando confort por generación de ingresos mediante el arriendo a inquilinos de un espacio para comercio o micro-empresa” (Echeverry et al., 2003, p. 31). Según Sáenz (2013), el mercado de arrendamiento informal que se produce en esta etapa, bien sea para espacios comerciales o residenciales, implica unas formas de relacionamiento específicas que parten de la existencia de relaciones territorializadas, conformadas generalmente por personas con algún tipo de parentesco o de cercanía a las familias residentes, a partir de las cuales circula la información sobre la disponibilidad de vivienda en arriendo. Por medio de las recomendaciones entre conocidos, se establecen relaciones no-contractuales entre arrendadores y arrendatarios que funcionan a partir de convenciones —entendidas como reglas colectivas que aseguran la compatibilidad de las acciones individuales.

Producción social del hábitat

En la medida que se consolidan los barrios de origen informal, la población que habita estos sectores se autoprovee de equipamientos sociales, salones y comedores comunitarios (Torres, 2007); así mismo, debido a la interacción con entidades estatales en el marco del proceso de formalización del barrio, estos sectores son equipados en salud, educación y ocio en procesos que no están exentos de conflicto (López, 2018). Sin embargo, la intervención comunitaria y la estatal no siempre resuelven los déficit urbanísticos con los que surgen los barrios. Un ejemplo de lo anterior es la escasez de espacio público, considerada un agravante en el proceso de transformación de la urbanización informal (Camargo y Hurtado, 2013), pues debido a la densificación y al uso intensivo del suelo en el momento de la consolidación disminuye el espacio público, encontrándose en algunos casos “un promedio de 1 metro cuadrado de zonas verdes por habitante [para el caso de Bogotá]” (p. 103).

Estado

El rol del Estado en esta etapa se encamina a generar condiciones para que los barrios de origen informal se ajusten a los mínimos que la formalidad demanda. En este sentido, la principal ruta que han tomado los Estados ha sido la aplicación de programas de mejoramiento barrial (Romagnoli y Barreto, 2006), que arrancan como un modelo integrador de derechos asociados al hábitat (Viasus, 2008) compuesto de distintas estrategias de intervención. Una de las principales es la legalización, identificada como la principal estrategia de “formalización” del hábitat, ya que incorpora el suelo producido informalmente a la ciudad formal, y hace las veces de licencia de urbanismo al ser un prerrequisito para las demás intervenciones públicas (Torres et al., 2009).

Estas pueden incluir programas de titulación predial, que buscan sanear el derecho de propiedad; de mejoramiento de vivienda, dirigidos a mejorar las carencias básicas de saneamiento y a desarrollar reparaciones locativas; y programas de mejoramiento de infraestructura y espacio público, que buscan atenuar los déficits que existen al respecto (Saldaña, 2016). Sin embargo, estos programas no necesariamente llegan a todos los barrios legalizados pues dependen de las prioridades presupuestales de los gobiernos. Por ello, es preciso señalar que la legalización puede no implicar una mejora de las condiciones de vida (Camargo y Hurtado, 2013; López, 2017; Torres, 2012), pues si bien con ella se reconoce una serie de derechos para los ciudadanos, estos no necesariamente se cristalizan, pero, en cambio, sí se les reconoce como sujetos de deberes, “que se asocian a los múltiples costos de localizarse formalmente en una ciudad neoliberal” (Torres, 2012, p. 467).

Por último, es necesario añadir que no todos los barrios pueden ser legalizados, principalmente por estar ubicados en zonas de riesgo (Torres, 2012). En dichos casos, la intervención estatal implica el reasentamiento de la población en viviendas formales (Monayar et al., 2019).

Irregularidades que se presentan

Aun después de las intervenciones estatales, en la etapa de la consolidación de las zonas de origen informal persisten o se transforman algunas de las irregularidades mencionadas. La urbanística pareciera eliminarse con el proceso de legalización, que reconoce la existencia del barrio y lo incorpora administrativamente a la planeación de la ciudad. A partir de entonces las vías, parques y demás equipamiento existentes se reglamentan y entregan a las entidades encargadas para que desarrollen su gestión. Sin embargo, como se ha señalado, generalmente persiste un déficit de espacio público y equipamientos, por lo que es posible afirmar que, a pesar de la legalización, se pueden agudizar otros conflictos correspondientes a los espacios colectivos deficitarios.

En relación con la irregularidad constructiva, se encuentra que el proceso de autoconstrucción bien puede continuarse, generando espacios destinados al mercado del arrendamiento, puede detenerse o producirse en condiciones de precariedad, alentadas por los nuevos costos que generan los procesos de legalización. Esto en muchos casos les implica a las familias posponer “las inversiones ‘permanentes’ para el mejoramiento y adecuación de la vivienda que ha autoproducido” (Torres, 2012, p. 458).

Por último, la irregularidad en la tenencia de la tierra no siempre se resuelve en el momento de la consolidación, pues la legalización del barrio no otorga el derecho de propiedad sobre los inmuebles o terrenos, siendo este un proceso que queda en manos de los poseedores del suelo, por lo que depende de la capacidad adquisitiva de cada hogar (Torres, 2012) y de la cobertura de programas estatales para dicho fin.

La tensión entre formalidad e informalidad

Lo anterior revela que la urbanización que surge informalmente se transforma en el tiempo a través de las intervenciones comunitarias y estatales, pero estas no necesariamente conducen hacia la formalidad. Así, el fenómeno sería imposible de comprender desde los modelos que oponen lo formal y lo informal, siendo esto último lo irregular, incontrolado, desordenado e ineficiente en el uso del espacio, que se compara con la esfera de lo ordenado, regulado y planeado (McFarlane y Waibel, 2012). Esta visión dicotómica “encapsula un amplio espectro de situaciones con una estructura binaria, reduciendo una variedad de relaciones sociales, formas espaciales y economías urbana” (Lutzoni, 2016). La pregunta por dicha diversidad es tan desafiante como necesaria para la continuación de los estudios sobre los contextos desarrollados informalmente, en donde los comportamientos de los actores en el territorio y la persistencia de algunas de las irregularidades implican una serie de retos de orden teórico. El principal se refiere a la comprensión de la relación entre formalidad e informalidad, que puede emerger como una herramienta gubernamental, un estilo de vida y un continuo (McFarlane y Waibel, 2012), siendo este último el enfoque de este trabajo. A continuación, se desarrollará el análisis de esta tensión con el fin de proponer tipos de escenarios de transformación urbana que reflejen la diversidad que genera dicha relación.

Según Lutzoni (2016), la forma en que se ha estudiado la “informalidad urbana” es insuficiente, pues su concepción dicotómica no permite un acercamiento profundo a lo que sucede cuando las “esferas” o “polos” formal-informal se encuentran, produciendo unos “espacios intermedios” en la ciudad contemporánea, y dando lugar teóricamente a un continuo entre la formalidad y la informalidad. Por ello, es necesario entender que las relaciones entre lo formal y lo informal son un continuo de procesos que se dan entre el espacio y las personas. Para eso, es preciso identificar las variables que interactúan en esos espacios intermedios para así mejorar los procesos de caracterización e intervención en los territorios.

Este cambio de perspectiva permite identificar que los límites que separan estos dos polos son cada vez más difusos, mucho más que hace sesenta años cuando se concibió y popularizó el concepto de informalidad en los estudios económicos y urbanos. Un ejemplo de esto es la ubicación de los territorios originados en la informalidad que, si bien en un momento fueron periféricos, hoy en día, en su conexión con otros desarrollos urbanos, pueden pasar a ser centrales o pericentrales en relación con el resto de la ciudad (Fernández, 2018; Núñez y Guevara, 2015, citado en Guevara y Medina, 2017). Otro ejemplo, aunque íntimamente relacionado con el anterior, tiene que ver con la valorización del suelo en estos territorios, la cual suele ser baja debido a su escaso acceso a servicios, su falta de dotación en equipamientos, entre otras características mencionadas; no obstante, puede incrementar en función del cambio en su localización relativa,2 y de los procesos de densificación y expansión de la ciudad, generando intenciones de inversión por parte de los promotores capitalistas. Cabe aclarar, sin embargo, que puede suceder que dicha localización no varíe significativamente a lo largo del tiempo, dejando al territorio en la periferia, y, por ende, el cambio de valorización no ocurriría. Finalmente, el perfil poblacional podría constituirse como otro de los ejemplos sobre las tensiones entre los dos polos; la caracterización de los habitantes de estos territorios como de origen campesino o de escasos ingresos económicos puede variar en el tiempo.

Teóricamente estos ejemplos ponen en cuestión la conceptualización tradicional de la categoría informalidad urbana, asociada con ilegalidad, pobreza, periferia, marginalidad y de poco valor. Si bien hace sesenta años estas asociaciones eran plausibles, hoy en día resultarían insuficientes, en los casos en que apenas se están conformando estos territorios, e inadecuadas, en los territorios que ya se han consolidado, pues allí han sucedido en alguna medida los siguientes procesos: (1) intervención estatal con programas de legalización, titulación y mejoramiento integral; (2) reemplazo poblacional, transformando al menos en cierto grado la condición de pobreza; (3) conexión con el resto de la ciudad, transformando en cierta medida la condición periférica y de marginalidad. Lo anterior no significa la anulación de la categoría informal, en especial cuando estudios demuestran que hay una serie de continuidades de la lógica informal en la organización socio-espacial de las familias que habitan en estos territorios (Camargo, 2017; García, 2019), sino la necesidad de utilizar esta concepción en el continuo que vincula a la formalidad.

Teniendo en cuenta que hasta el momento el proceso de urbanización informal se ha presentado desde las irregularidades que se identifican en los territorios y desde la intervención de una serie de actores, con la tensión presentada se entiende que es necesario incorporar otras herramientas conceptuales que permitan dar cuenta de la variedad de formas existentes dentro de la informalidad y sus transformaciones (Roy y Alsayyad, 2004, citados en Torres, 2012). Así, en el siguiente apartado se propondrá la etapa de densificación como el tercer momento del proceso de urbanización en los territorios de origen informal, explorando las relaciones entre los elementos materiales que allí se presentan (viviendas, espacio público y suelo) y las formas de organización de la población.

Densificación (una propuesta) para pensar la diversificación

La densidad urbana es un indicador que mide la concentración de población por área, y el proceso de densificación remite al crecimiento y desarrollo del entorno urbano, en el marco del cual se producen transformaciones físicas, como el aumento de la intensidad de uso del suelo, el crecimiento en altura, los cambios de usos, la renovación parcial del stock, etc. (Guevara y Medina, 2017). Las áreas urbanizadas informalmente pueden presentar dinámicas de densificación a partir del desarrollo de lotes desocupados o de la ampliación y subdivisión de viviendas, que dan alojamiento a mayor cantidad de personas y hogares (Camargo y Hurtado, 2012; Saldaña, 2016).

Partimos de reconocer que este proceso desempeña un rol importante en la transformación urbana y en la comprensión del continuo entre lo formal y lo informal, pues es posterior a la etapa de la consolidación y a las correspondientes intervenciones estatales. Estas últimas, a su vez, implican una mayor atracción de población hacia las zonas intervenidas, las cuales pueden transformarse de distintas formas en función de sus características geográficas, inmobiliarias y poblacionales. Proponemos que para el estudio de la densificación es necesario contemplar variables clásicas en el análisis de la informalidad —como las características constructivas, urbanísticas y de la tenencia de la tierra—, en conjunción con otras que permiten estudiar las particularidades de la densificación —como los cambios de la localización relativa y la dinámica inmobiliaria—. Adicionalmente, se propone incorporar el análisis de variables que permiten caracterizar los perfiles poblacionales de los residentes, que surgen como resultado de procesos de (in)movilidad residencial y de las características de los arreglos residenciales3 presentes. Este último ha sido un tema poco explorado que surge de la particular e interdependiente relación que se produce entre el hogar y la vivienda en la informalidad urbana, la cual incide de manera directa en el proceso de densificación urbana.

Como se ha señalado hasta el momento, el perfil poblacional que accede a la informalidad se caracteriza por tener tanto un pasado migratorio, y bajos ingresos y niveles educativos, como por hacer parte del mercado de trabajo informal. Estas características se acompañan de comportamientos demográficos también particulares, asociados con los grupos sociales más pobres que, en la informalidad, cuentan con una vivienda flexible que puede también alojar arreglos residenciales flexibles (García, 2019). En este grupo poblacional es fundamental la cercanía de las redes de apoyo, que aparecen en la solidaridad de familiares, vecinos o amigos cercanos, quienes brindan ayuda al hogar para establecerse en el nuevo entorno, bien sea para la localización de las viviendas, su construcción, su mejora o para el funcionamiento cotidiano (Di Virgilio y Gil, 2012). Adicionalmente, en la informalidad, gracias a la posibilidad de transformar la vivienda, estas redes pueden localizarse al interior de la vivienda, lo cual genera mayor cantidad de hogares extensos y compuestos (García, 2019). La diversidad de arreglos residenciales también se expresa en la corresidencia de dos o más hogares en una misma vivienda, ya que los propietarios pueden albergar a otras unidades domésticas, familiares o no, dentro del mismo espacio residencial transformado. Esta suele ser una estrategia de supervivencia pues permite las relaciones de cooperación familiar y vecinal (Urrutia et al., 2016) que facilitan la generación de ingresos, el pago de servicios, la distribución de roles y tareas domésticas, entre otras (Bazant, 1988). Sin embargo, como lo señala González de la Rocha (citada en Acosta, 2003), dicha estrategia también es susceptible de generar conflictos, bien sea por la falta de intimidad y autonomía, o debido a que la estructura jerárquica en términos de edad, funciones o género de los integrantes de los hogares puede incidir en el ejercicio del poder o en la administración de los recursos.

El análisis de la interacción del conjunto de variables mencionadas ha permitido el planteamiento de tres escenarios que pueden suceder en los territorios de origen informal que se encuentran en la fase de densificación o que han pasado por ella. Si bien estos no agotan todos los escenarios posibles, ni incluyen un análisis sistemático de todas las variables mencionadas (ya que esto requeriría trabajos empíricos que permitan documentar cada escenario), consideramos útil iniciar estos ejercicios de tipificación, que buscan ejemplificar la diversidad de la transformación de la informalidad y aportar una pista teórica para su estudio. A continuación, se presentan los escenarios planteados en función de los roles que pueden desempeñar los actores que intervienen en el fenómeno, los cuales permitieron comprender las fases de surgimiento y consolidación.

Escenario I: acumulación poblacional de las áreas más periféricas

Los procesos de densificación que ocurren en las zonas informales más alejadas de los centros urbanos en muchos casos no abandonan su condición de precariedad, a pesar de las acciones y políticas que ejecute el Estado en su rol de intervención sobre la informalidad. Además, su localización relativa respecto a la ciudad no se modifica, ni se transforman las lógicas de segregación y marginalidad que las han permeado a lo largo del tiempo (Monayar et al., 2019). En estas zonas, el actor privado no tendría un rol activo en la etapa de la densificación, pues se presenta baja movilidad residencial y social de sus habitantes iniciales (Camargo, 2017), quienes no encuentran un mercado inmobiliario rentable para sus viviendas pues en muchas ocasiones desconocen su precio real y mantienen conflictos jurídicos de tenencia (Gilbert, 2001). La no movilidad residencial también resulta por el valor otorgado a las ventajas comparativas que existen en el hábitat informal. Así lo explica Parias (2008):

Si bien estas familias valoran la propiedad, también valoran una serie de externalidades, entre ellas las relaciones socioeconómicas localizadas, que brindan los asentamientos informales y constituyen un factor que dificulta el tránsito hacia la propiedad y en particular al mercado formal de Vivienda de Interés Social. (Parias, p. 78)

Por lo anterior, el rol central de este escenario lo desempeña la población debido a que la autoconstrucción y el desarrollo progresivo se organiza en arreglos residenciales más complejos, que incluyen la corresidencia de varios hogares en una sola vivienda, gestándose un proceso de densificación en su interior. Este proceso es protagonizado principalmente por las segundas generaciones de propietarios, que inician sus proyectos familiares sin previa emancipación (García, 2019), dando cuenta de un conjunto de lógicas y prácticas residenciales aceptadas culturalmente, características de este tipo de hábitat, que persisten y se reproducen en el tiempo (Astudillo, 2020) a pesar de los procesos de formalización que han protagonizado. De manera simultánea, la densificación al interior de las viviendas también puede nutrirse del submercado del arriendo, creciente en las zonas de pasado informal debido a las persistentes dificultades de las clases populares para acceder a la vivienda en la formalidad. En este sentido, dado que los procesos de legalización y mejoramiento integral de barrios no necesariamente optimizan las condiciones de la vivienda y el hábitat, la densificación sucede en viviendas antiguas, que posiblemente tengan problemas estructurales desde sus inicios, y en barrios con déficit de infraestructura y dotación persistentes.

Escenario II: incorporación al mercado inmobiliario y movilidad de las segundas generaciones

Este escenario es, en buena medida, producto de las intervenciones del Estado que logran cambios significativos en las condiciones del hábitat y la conectividad con los centros económicos de la ciudad. A partir de las transformaciones generadas por este actor, existe mayor posibilidad de que las viviendas producidas informalmente se inserten al mercado inmobiliario, dando al actor privado un margen de agencia más amplio que en el escenario anterior. Sin embargo, las intenciones de inserción al mercado inmobiliario suelen ser más recurrentes en las segundas generaciones que en los habitantes que desarrollaron las viviendas, dado que estos últimos presentan vinculaciones afectivas con el lugar y lazos sociales familiares y vecinales (Gilbert, 2001) que los mantienen unidos no solo a las viviendas sino también a los barrios.

Así, el deseo de movilidad residencial y social de las segundas generaciones conlleva a que algunas viviendas sean vendidas una vez las primeras generaciones hayan fallecido; cuando los intentos de hacerlo resultan infructuosos, las viviendas pueden terminar incorporándose al mercado del alquiler. Este puede desarrollarse también de manera informal y, de cualquier forma, continúa representando una alternativa económica ante la movilidad familiar y los procesos demográficos, que hacen que poco a poco los espacios antes dispuestos para las familias extensas terminen siendo usados ya no por diferentes hogares vinculados por lazos familiares, sino por hogares externos que llegan en busca de un techo, ya sea por necesidad o por una racionalidad estratégica (Gilbert, 2001).

De esta manera, la variedad de perfiles poblacionales que puede presentarse en estas viviendas después de procesos de reemplazo generacional y quizás de movilidad socioeconómica ascendente abre la pregunta sobre procesos de filtraje residencial en los nuevos hogares. Estos pueden ser en términos tanto socioeconómicos, es decir, el reemplazo de grupos socioeconómicos de un tipo por otros de nivel más bajo dadas las condiciones de deterioro de las infraestructuras residenciales (Módenes, 1998), como generacionales. En últimas, no es lo mismo habitar estas zonas siendo propietario que arrendatario, asalariado que pensionado o adulto mayor que adulto joven.

Escenario III: transformación poblacional y de la tipología residencial en áreas centrales

Este escenario remite al cambio en el perfil poblacional de los sectores desarrollados en la informalidad debido a la fuerte acción del actor estatal o del privado para orientar el reemplazo de las tipologías residenciales existentes. Esto sucede debido a que la ubicación central o pericentral de ciertas zonas, integradas a la ciudad a partir de cambios en su localización relativa, presenta un alto interés inmobiliario, pues el valor del suelo en barrios de origen informal es bajo, lo cual representa una oportunidad de alta rentabilidad en el mercado formal (Ruiz, 2017). Dicha transformación puede darse con frecuencia mediante el fenómeno denominado “desarrollo predio a predio”,4 el cual implica la demolición de edificaciones antiguas (usualmente casas) para dar lugar a la construcción de edificios de mayor altura. Este tipo de desarrollo produce el reemplazo de determinadas viviendas de origen informal por edificaciones nuevas y formales, lo que conduce a una heterogeneidad urbanística y residencial dentro del mismo barrio. El actor estatal presenta un especial interés en esta transformación, pues implica una renovación urbana en una zona marginal de la ciudad; por ello, facilita los mecanismos normativos para promover que agentes inmobiliarios intervengan por medio de las nuevas edificaciones.

Siendo así, la población que llega a las nuevas viviendas tiene un mayor poder adquisitivo, pues cuenta con los recursos económicos suficientes para comprar una vivienda formal y nueva. Esto configura un perfil socioeconómico heterogéneo en dichas áreas, y genera nuevas formas de vecindad y de organización comunitaria entre los habitantes nuevos y antiguos del barrio. La llegada de nueva población implica también la salida de otra, es decir, lo que denominamos reemplazo, lo cual conlleva a prácticas residenciales diferentes que posiblemente entrarían en tensión con las lógicas específicas de habitar en la informalidad (Astudillo, 2020). La población saliente que vendió su propiedad —a través de mecanismos más o menos legítimos— queda en una amplia desventaja al no obtener una compensación económica que le permita insertarse con libertad en el mercado inmobiliario dado el bajo costo del terreno y las condiciones de precariedad constructivas. En consecuencia, la población saliente puede vislumbrar, como mínimo, tres posibles rutas de movilidad residencial en la ciudad: (1) entrar en el amplio grupo de arrendatarios (en caso de antes ser propietarios); (2) acceder a una vivienda en la periferia, puesto que, al no tener ganancias significativas por la venta de su vivienda inicial, se ven obligados a comprar en sectores a los que pueden acceder con bajos recursos, y que pueden desmejorar su calidad de vida; y, finalmente, (3) buscar la posibilidad de desarrollar una vivienda que se acople a sus necesidades, por lo que pueden optar nuevamente por iniciar el proceso en la informalidad (Herzer et al., 2008), posiblemente ya no en la periferia de la ciudad sino en el entorno metropolitano.

Si bien este último escenario reflejaría una ruta de la transformación residencial más cercana a la “formalidad” —pues su construcción se realiza en el marco de la normatividad vigente—, también puede reproducir características de la informalidad, como la ausencia de zonas verdes y comunales, pues en el desarrollo predio a predio no necesariamente se contemplan estas características.

Reflexiones finales

El fenómeno de la informalidad urbana en los países latinoamericanos es el resultado de un acelerado crecimiento poblacional que no se compensa con la velocidad del crecimiento económico, lo cual se refleja en una desigualdad en el ingreso que limita las posibilidades de acceso a la insuficiente vivienda formal. Tal desequilibrio se expresa en un perfil poblacional con un pasado migratorio, bajos ingresos y niveles educativos, y trabajos informales, el cual solo puede acceder a la vivienda a través de la informalidad urbana, aún más ante la débil política estatal de ordenamiento territorial y de vivienda.

Debido a la permanencia de este fenómeno, que desde su surgimiento ha tenido una serie de variaciones en la manera de manifestarse, su estudio continúa siendo muy pertinente, aunque requiere de una serie de cuestionamientos sobre las maneras de captar sus transformaciones. La comprensión de la categoría “informalidad urbana” resulta uno de los primeros puntos a debatir, pues se evidencia que su asociación con las categorías “ilegalidad”, “pobreza”, “periferia”, “marginalidad” y “de poco valor” es insuficiente para comprender la conformación, consolidación y densificación de los territorios que surgieron de lógicas informales. Las continuidades que existen entre la formalidad e informalidad requieren una conceptualización e intervención que las reconozca como espacios diversos e intermedios que expresan las distintas maneras de habitar en lo informal y de la proximidad con lo formal.

No menos importante resulta la propuesta de plantear escenarios o tipologías que contribuyan a la comprensión de la diversidad de la informalidad hoy en día en nuestras ciudades latinoamericanas. De los escenarios aquí planteados vale la pena indicar que seguramente es el primero el que se presenta más comúnmente y, por tanto, ha sido el más estudiado. El segundo y tercer escenarios aparecen de manera menos recurrente, pero, debido a su dinamismo, dejan ver de manera más clara la relación de continuidad entre la formalidad y la informalidad a medida que pasa el tiempo, por lo que constituyen temas emergentes en el análisis de la transformación urbana. Sin embargo, un elemento común que resaltó en el estudio de los tres escenarios fue la importancia de la “localización relativa” como una variable estudiada en relación con la expansión urbana y la valorización de los suelos, la cual permite comprender las transformaciones de los barrios de origen informal. También resulta importante afirmar que la posibilidad de encontrar el desarrollo de estos escenarios de manera paralela en la ciudad es bastante alta, cuestión que refleja una vez más la diversidad del fenómeno y, con esta, los múltiples intereses de los actores responsables de su operación.

En este sentido, el desarrollo de ejercicios empíricos en esta vía resulta un camino de investigación que puede nutrir e incluso transformar los escenarios propuestos. Podría también cualificar tanto la manera en que se estudia la informalidad urbana, como la forma en que se diseñan los proyectos que la intervienen, de manera que respondan a las demandas sociales de los múltiples espacios de tensión presentes en las ciudades latinoamericanas contemporáneas.

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Notas

* Artículo de investigación
Artículo de reflexión elaborado en el marco del proyecto I+D “Composición sociodemográfica de los arreglos residenciales en las zonas de origen formal e informal. Bogotá, 2005” (ID 00008770). El trabajo se desarrolló con el apoyo de Michael Andrés Sánchez, Daniel Ignacio Martínez y Ciro Esteban Rodríguez, quienes participaron como asistentes de investigación.

1 Para mayor información, consultar a Torres (2007), que sistematiza el recorrido del fenómeno desde los años sesenta cuando se abordó desde la teoría de la marginalidad, pasando por la década de los setenta cuando se interpretó desde la urbanización dependiente. Después, desde el enfoque marxista con auge en los años noventa, se planteó que la ciudad es un producto social y como tal expresa las desigualdades y contradicciones de la sociedad que la construye.

2 La localización relativa hace referencia a la ubicación que tiene un área de la ciudad respecto a la ciudad en su conjunto, la cual se va trasformando en la medida que esta se expande.

3 El concepto remite a la forma en que se organizan las personas para vivir y los motivos que hay detrás de dichas decisiones. Estas reflejan un balance entre costos y beneficios de la corresidencia para todos los miembros, y pueden estar influenciadas tanto por normas culturales y valores, como por condiciones socioeconómicas que pueden cambiar en el tiempo y el espacio (ONU, 2017).

4 El barrio Puerta del Sol y La Faena, localizados en la localidad de Engativá (Bogotá), son ejemplo de cómo el “desarrollo predio a predio” es el mecanismo que está transformando las tipologías de las viviendas en barrios que se produjeron en la informalidad (Riaño, 2019).

Notas de autor

a Autora de correspondencia. Correo electrónico: diva.garcia@javeriana.edu.co

Información adicional

Cómo citar este artículo: García-García, D. M., Jaramillo, Á. M., Astudillo, Á. M., Riaño, D. L., y Moreno, J. V. (2020). La diversificación de la informalidad urbana: una propuesta para aproximarse a la materia desde la tensión entre lo formal y lo informal. Universitas Humanística, 89. https://doi.org/10.11144/Javeriana.uh89.diup

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