Latinoamérica, Abya-Yala, Améfrica, Ñamérica. ¿Desde dónde hablamos?*

Latin America, Abya-Yala, Africa, Ñamerica: From Where do we Speak?

América Latina, Abya-Yala, Améfrica, Ñamérica. Falamos desde onde?

Natalia Duque Cardona , Alderlan Wellington de Oliveira Silva

Latinoamérica, Abya-Yala, Améfrica, Ñamérica. ¿Desde dónde hablamos?*

Universitas Humanística, núm. 91, 2022

Pontificia Universidad Javeriana

Natalia Duque Cardona a

Universidad de Antioquia, Colombia


Alderlan Wellington de Oliveira Silva

Universidad de Antioquia, Colombia


Recibido: 09 mayo 2022

Aceptado: 11 noviembre 2022

Publicado: 30 diciembre 2022

Resumen: El artículo presenta un ejercicio de reflexión, cuyo propósito es cuestionar, en términos políticos, éticos y epistémicos, el lugar de enunciación geográfico/territorial enmarcado en el Sur Global, planteado desde los estudios culturales a las ciencias sociales y humanas, en la última década, como eje conceptual para avanzar en la comprensión de los fenómenos sociales. Se realiza un recorrido por la noción de territorio, configurado como un espacio no limitado geográficamente, sino como un campo de disputas en torno al conocimiento científico y la configuración simbólica del mundo. De manera particular, se exploran las formas de nombrar lo que hoy conocemos como Latinoamérica: Indoamérica, Abya-Yala, Améfrica y Ñamérica, con la intención de explorar cómo estos modos de enunciación hacen visibles nuevas u otras formas de conocimiento invisibilizadas y la razón por la cual se distancian de Iberoamérica para ciencias como la bibliotecología y la Ciencia de la Información.

Palabras clave:Abya-Yala, Latinoamérica, territorio, Ñamérica, Améfrica.

Abstract: The article presents an exercise of reflection, whose purpose is to question, in political, ethical and epistemic terms, the place of geographical/territorial enunciation framed in the Global South, raised from the cultural studies to the social and human sciences, in the last decade, as a conceptual axis to advance in the understanding of social phenomena. A journey is made through the notion of territory, configured as a space not limited geographically, but as a field of disputes around scientific knowledge and the symbolic configuration of the world. In particular, it explores the ways of naming what we know today as Latin America: Indoamerica, Abya-Yala, Africa and Ñamerica, with the intention of exploring how these modes of enunciation make visible new forms or other forms of knowledge that have been made invisible. It also shows the reason why sciences such as librarianship and information science are distanced from Ibero-America.

Keywords: Abya-Yala, Latin America, territory, Ñamérica, Améfrica.

Resumo: O artigo apresenta um exercício de reflexão, cujo propósito é questionar, em termos políticos, éticos e epistémicos, o lugar geográfico/territorial de enunciação enquadrado no Sul Global, alçado desde os estudos culturais às ciências sociais e humanas, na última década, como eixo conceitual para avançar na compreensão dos fenômenos sociais. Foi realizado um percurso pela noção de território, configurado como espaço não limitado geograficamente, mas como campo de disputas em torno do conhecimento científico e a configuração simbólica do mundo. De maneira particular, exploram-se as formas de nomear o que hoje conhecemos como América Latina: Indo-américa, Abya-Yala, Améfrica e Ñamérica, com a intenção de explorar como esses modos de enunciação tornam visíveis novas formas ou outras formas de conhecimento invisibilizadas. Mesmo, evidencia-se a razão pela qual ciências como a bibliotecologia e a ciência da informação distanciam-se de Ibero-América.

Palavras-chave: Abya-Yala, Latino-América, território, Ñamérica, Améfrica.

Introducción

Reconocer el lugar desde el cual nos ubicamos para hablar, actuar y ser parte del mundo de la vida debería ser el primer paso consciente que, bajo una plena adhesión ilustrada, demos como parte de nuestra humanidad. Hacer explícito y reconocer en el cuerpo el conjunto de valores y creencias que permean lo que somos es una tarea ineludible, pero que día a día esquivamos.

Generalmente, en el contexto académico e investigativo y tras un ejercicio demandante de acceso y acumulación al capital cultural, planteamos nuestras ideas, a través de comprensiones e interpretaciones que otros proveen acerca de la cultura de la cual somos herederos. No obstante, no somos conscientes de que las posturas replicadas y los discursos pronunciados no son neutrales, tienen una génesis y unos contextos históricos en los cuales se desarrollaron. Incluso, somos parte de una sociedad sin ser conscientes de nuestros lugares de enunciación.

Este artículo de reflexión1 no busca presentar un recuento histórico de las formas de nombrar el continente americano, pues la literatura al respecto es vasta y extensa, el objetivo es plantear un lugar de enunciación, en términos territoriales, no limitado a una geografía específica. Se trata de un ejercicio de interpelación al porqué la perspectiva crítica latinoamericana utiliza con mayor fuerza y frecuencia, en la última década, los términos Abya-Yala, Améfrica y, recientemente, Ñamérica.

Estas nuevas formas de nombrar pretenden visibilizar otros factores, actores y elementos en un determinado espacio histórico y geográfico, como una posibilidad de reestablecer interpretaciones e indagar miradas más justas sobre estos recortes. Sin embargo, igual que otras perspectivas presentes y pasadas de abordajes sobre los territorios, este no deja de ser un ejercicio de poder, delimitación y apropiación, inclusión y exclusión, a medida que definimos quién y quiénes hacen parte de esta nueva configuración e interpretación sobre el mundo, los territorios y nosotros.

La inflexión decolonial, en la década de 1990; el fuerte auge de los estudios interculturales en Latinoamérica, y el desarrollo del concepto del Sur Global, usado en los estudios poscoloniales, desde hace aproximadamente veinte años, han permitido pensar las cooperaciones que pueden darse entre países en vías de desarrollo, independiente de su ubicación geográfica. De Sousa Santos (2011) lo define como:

El Sur global no es, entonces, un concepto geográfico, aun cuando la gran mayoría de estas poblaciones viven en países del hemisferio Sur. Es más bien una metáfora del sufrimiento humano causado por el capitalismo y el colonialismo, a nivel global y de la resistencia para superarlo o minimizarlo. Es por eso un Sur anticapitalista, anticolonial y antimperialista. Es un Sur que existe también en el Norte global, en la forma de poblaciones excluidas, silenciadas y marginadas como son los inmigrantes sin papeles, los desempleados, las minorías étnicas o religiosas, las victimas de sexismo, la homofobia y el racismo. (p. 35)

Este concepto conduce a una recomprensión del territorio y a indagar, en ese Sur Global, acerca de lugares de enunciación epistemológicos que privilegien el pensamiento de quienes han resistido al proceso sistemático de opresión. En esta línea de argumentación, este artículo se refiere al concepto de territorio y algunas de las formas de nombrar consideradas para Latinoamérica, dado que esta última, necesariamente, no implica una perspectiva crítica, o enmarcada en el Sur Global. Las conceptualizaciones fijas, impuestas y preestablecidas de interpretación de los territorios, articulan una determinada ubicación inmutable en el universo o un determinado polo geográfico; reafirman intereses políticos, estrategias de dominación, procesos opresores, desiguales y generadores de miserias y exclusión. Así mismo, estas nociones estáticas eliminan de los territorios las posibilidades de comprensión y la capacidad de representar la movilidad y los aspectos dinámicos y de transformación característicos de una sociedad.

De manera sucinta, pero juiciosa, planteamos algunas ideas respecto al porqué es importante reconocer la noción de Latinoamérica y sus tejidos con Indoamérica, Abya-Yala o Améfrica. A la vez, responder a preguntas sobre cómo se han configurado estas territorialidades y por qué tomamos distancia de conceptualizaciones como Iberoamérica, en relación con un Sur Global.

Territorio

El concepto de territorio proviene del latin territorium, que significa pedazo de tierra apropiado o “la tierra que pertenece a alguien”. Desde el inicio de su concepción y del ejercicio de dominación establecido por pueblos (fuerza colectiva) y sujetos aislados (fuerza individual), se vincula al territorio a la apropiación de una porción del espacio por un determinado grupo. Este concepto se relaciona con todo el proceso de vinculación y transformación humana, a lo largo del tiempo, en una determinada área geográfica de la superficie terrestre.

En este sentido, el territorio es un espacio definido y delimitado por y a partir de relaciones de poder. De este modo, configura y establece un recorte espacial y genera formas reales y materiales de un área apropiada. Configura y edifica barreras y fronteras visibles e invisibles, es decir, estructuras, en su gran mayoría abstractas, simbólicas e inmateriales asociadas a estas porciones espaciales y sus respectivos límites.

Bozzano (2009) muestra que

Nuestros territorios son, a la vez, reales, vívidos, pensados y posibles porque nuestras vidas transcurren, atraviesan y percolan nuestros lugares desde nuestros sentidos, significaciones e intereses, generando un sinnúmero de procesos que nuestro conocimiento se encarga de entender y explicar. (p. 21)

Hablar de territorio significa adentrarse en un universo multitemporal y multiescalar, donde confluyen diversos eventos y momentos históricos, a veces de difícil decodificación y compleja comprensión para los individuos y grupos que interactúan con sus diversas dimensiones. Este concepto está asociado a otros como dominación —entendida como expresión de fuerza y poder de los individuos o grupos sociales—, área dominada —recorte espacial donde se proyecta la dominación— y límites —materializados o inmateriales, imaginarios o reales—.

El territorio se puede definir o comprender a partir de la lectura articulada de los elementos que están presentes en nuestra sociedad (figura 1). Sobre este reposan diversos contenidos y cualquier agrupación o clasificación de sus características parecerá incompleta y floja, frente a la diversidad de posibilidades de interpretación.

Universo plural de los territorios, ejes y temas importantes y necesarios para su comprensión
Figura 1
Universo plural de los territorios, ejes y temas importantes y necesarios para su comprensión


Fuente: elaboración propia

El territorio representa el poder en un determinado espacio y está articulado y conectado a las relaciones sociales, la representatividad de los actores, la fuerza y los procesos de resistencia y resiliencia de una sociedad específica. El territorio es un espacio socialmente construido y, por su naturaleza geográfica, es producto de interrelaciones, acciones, razones e intereses individuales y colectivos, que lo modelan y configuran. Este representa la fuerza, el trabajo, la energía, el pensamiento, las informaciones y las estrategias sociales, en beneficio de todos o de algunos de los integrantes de los grupos que apropien cada territorio.

Haesbaert (2016) explica la articulación del territorio entre espacio y poder,

si los territorios son espacios de ejercicio del poder, de relaciones de poder hechas (en/por el) espacio, sin embargo, este poder tiene muchas caras. Debemos considerar desde el poder político “tradicional”, restringido a la figura del Estado y/o al poder de las clases hegemónicas, hasta el poder en sentido más amplio, que también enfatiza su dimensión simbólica. (p. 121)

En sentido estricto, el territorio refiere una denominación política del espacio institucional de un país. En algunos casos, es la representación espacial de una determinada nación. Lo importante aquí, es entender que el entendimiento y complejidad del territorio va más allá de lo descrito o establecido institucionalmente, a pesar de figurar constantemente en los discursos y ámbitos políticos. Este puede tener diversas territorialidades, “permanencias” o coberturas y capas, no necesariamente excluyentes, que pueden ayudar a analizar el movimiento y entender sus transformaciones.

El concepto de territorio en Latinoamérica se ha reconfigurado, a partir de la inflexión decolonial —pero no como consecuencia exclusiva de esta— y el descentramiento de los centros de producción de conocimiento de Europa. Esta reconfiguración define no solo un espacio delimitado geográficamente, sino un campo de disputas en la construcción de un sistema mundo y formas de organización social para la disminución de las profundas brechas de desigualdad existentes en la región. Este giro ha implicado la comprensión del territorio vinculado con la noción de tierra, enraizada en los pueblos originarios y movimientos sociales de la región.

A propósito de lo anterior, Escobar (2014) reflexiona en torno a la figura de Carlos Walter Porto Gonçalves:

Para este intelectual, el interés por el “territorio”; el cual surge a finales de los ochenta y comienzos de los noventa en muchas partes de América Latina, aquel que por primera vez enarbola el estandarte de “no queremos tierra, queremos territorio” ocurre gracias a los grupos sociales indígenas, campesinos y afrodescendientes en países como: Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia y Brasil; los cuales introducen por primera vez el tema en los debates teórico políticos, imponiendo así una gran resignificación al debate sobre tierras y territorio en el continente. (p. 82)

Los procesos de las comunidades negras de Colombia han aportado notablemente a esta resignificación del territorio, entendido como proyecto de vida. El territorio-región se concibe, además, como proyecto político, autonomía y perspectiva de futuro (tabla 1).

Tabla 1
Formas de comprender el territorio
Formas de comprender el territorio


Fuente: elaboración propia, con base en Escobar (2014)

En la perspectiva de Escobar (2014), la mirada del territorio dista de lo cartesiano, se configura como “material y simbólico al tiempo, biofísico y epistémico, pero más que todo es un proceso de apropiación sociocultural de la naturaleza y de los ecosistemas que cada grupo social efectúa desde su ‘cosmovisión’ u ‘ontología’” (p. 91).

De hecho, ya en 1943 el uruguayo Joaquín Torres-García, al proponer dar la vuelta al mapa, propuso un giro en el que lo vinculado al territorio estuviese descentrado de lo hegemónico e irrumpiera en la forma en que tradicionalmente lo hemos comprendido, a través de la cartografía (figura 2).

América invertida
Figura 2
América invertida


Fuente: Torres-García (1943), adaptación de Clément Méléard

Améfrica Ladina, otro modo de nombrar y tensionar, nos recuerda que la raza fue la categoría que construyó un territorio. Esta, junto al género, aún es el corazón palpitante de la colonialidad. Precisamente, Lélia Gonzalez2 fue la precursora de lo que hoy conocemos como interseccionalidad, base de los análisis desde raza, género y clase. La amefricanidad, como posibilidad de lo negro y lo indígena, devela los procesos de racismo y exclusión de la región. En este sentido, Améfrica es una idea llena de sentido, cargada de las memorias soterradas de los procesos de violencia y trata del continente. Como sistema etnogeográfico de referencia, es una creación nuestra y de nuestros antepasados en el continente en el que vivimos, inspirados en modelos africanos. Consecuentemente, el término amefricanas/amefricanos designa toda una descendencia: no solo la de los africanos traídos por el tráfico negrero, sino también la de aquellos que llegaron a América mucho antes de Colón. (Gonzalez et al., 2021, p. 141)

Recientemente, Caparrós3 utiliza el concepto de Ñamérica con otra representación gráfica del territorio (figura 3).

Ñamérica
Figura 3
Ñamérica


Fuente: elaboración propia

Los modos enunciativos de reconocer el territorio nombrado como Latinoamérica muestran relaciones de poder y dominación, que datan de épocas de la colonia. Desde esos tiempos, entre acuerdos y deseos, se establecieron líneas invisibles que definieron el rumbo de un territorio ya ocupado y habitado, y marcaron el proceso de ocupación española y portuguesa en Latinoamérica. Con esto, podemos plantear la pregunta sobre si es posible establecer nuevas formas de mirar e interpretar las relaciones de poder y los procesos de apropiación en nuestros territorios, mediante la construcción de nuevos centros de decisiones y la reconfiguración de otros límites y fronteras.

¿Por qué Latinoamérica y no Iberoamérica?

Una vez expuestas la forma de nombrar el territorio y las delimitaciones geográficas, explicamos la necesidad de la enunciación desde Latinoamérica y el distanciamiento de la idea de Iberoamérica. Phelan (1968) muestra que, a partir de 1860 aparece la idea de América Latina o Latinoamérica, como contracara de América Sajona y el deseo de unidad de los pueblos latinos que poseía Napoleón “Latinoamérica fue concebida en Francia durante la década de 1860, como un programa de acción para incorporar el papel y las aspiraciones de Francia hacia la población hispánica del nuevo mundo” (p. 5).

Latinoamérica refiere la delimitación territorial en la que se incluyen los países del continente americano donde se hablan lenguas derivadas del latín, incluso Brasil y las Guayanas (figura 4). Además, fue el territorio que, antes de los procesos de saqueo cultural perpetrados a partir de 1492, congregaba una gran pluralidad de los pueblos que hoy conocemos como originarios. En términos geopolíticos, implica la presencia de dos Américas.

Delimitación de los países que conforman Latinoamérica
Figura 4
Delimitación de los países que conforman Latinoamérica


Fuente: elaboración propia

Las cumbres iberoamericanas surgieron en 1991. En las fundacionales de Guadalajara y Madrid, en 1992, como respuesta a la necesidad de formalizar, lo que se consideró como un “vínculo” histórico entre Latinoamérica y el Caribe. Unión que si bien existe no fue, ni es ahora, horizontal, sino que implicó procesos sistemáticos de vulneración. Adicional a esto, es claro que, posterior a los procesos de independencia vividos en la región, se han generado formas simbólicas de mantener la herencia y también la dependencia con los países que usurparon Latinoamérica.

Cuando hablamos de Iberoamérica nos referimos a los países de habla hispana y portugués a los que se suman España, Portugal y, ocasionalmente, Andorra (figura 5). Según la Real Academia Española (RAE), indica el nombre de los países americanos que formaron parte de los reinos de España y Portugal. El territorio conocido como Iberoamérica implica una designación que no solo retoma los países que fueron invasores de Latinoamérica, sino que perpetraron un proceso de imposición lingüística.

Delimitación de los países que conforman Iberoamérica
Figura 5
Delimitación de los países que conforman Iberoamérica


Fuente: elaboración propia

Así, la lengua ha sido uno de los elementos para definir el territorio y en el caso de Latinoamérica, buscando formas de aglomerar que desconocen que el lenguaje en este caso como lo propone María Teresa Andruetto (2019) es “un conjunto de variables mestizadas por pueblos originarios que, esclavizados, sometidos, subyugados, impregnaron nuestro modo de decir y pensar” (min. 5:00). Este vínculo “histórico” existe hace más de 400 años y se sustenta en un sistema de saqueo, procesos de dominación y relaciones de subalternización. El uso del concepto Latinoamérica y no Iberoamérica es una decisión ética y política, que responde a la necesidad imperante de una independencia real y no solo fáctica, una madurez intelectual, al reconocimiento de la región como un territorio capaz de sembrar libertades para cosechar ideales. La independencia no debe ni puede ser un acto que solo se nombre, debe ser una acción que nos interpele, nos permita mirarnos desde un lado del Atlántico, y tomar distancia, sin dejar de reconocer lo que nos ha aportado Europa, para mirarnos y pensarnos casa adentro.

Reflexionar casa adentro implica, sin lugar a duda preguntarnos: ¿desde qué lugar geográfico y simbólico se produce el conocimiento?, ¿en qué lengua? Para el caso del castellano, más del 90% de hablantes de español está en América y, aproximadamente, el 10%, en España. Son 22 países que comparten este idioma, incluyendo a España. Mientras tanto, el portugués cuenta con, aproximadamente, 270 millones de hablantes en el mundo. De estos, el 80% está en Brasil, el 5% en Portugal y el 15% en otros siete países, la mayoría ubicados en el continente africano. Esta decisión ética y política permite otras formas de hacer ciencia, pues el lugar de enunciación no responde a quimeras personales, sino que hay un ejercicio de poder en este. Esta postura se deriva de una necesidad social, comunitaria y activista de mirarse sin la sombra colonial y las preconcepciones sobre el Nuevo Mundo.

La idea de Iberoamérica deja por fuera otras formas de nombrar muy vinculadas con la esencia del territorio, antes de los procesos de saqueo cultural, entre estas: Indoamérica, Abya-Yala, Ñamérica y Améfrica. Para las ciencias humanas y sociales, las formas de nombrar son centrales, varios conceptos varían considerablemente según el territorio y su lugar de enunciación. Por ejemplo, en términos epistémicos categorías como lenguaje-memoria-información (LIG), en un marco iberoamericano, han privilegiado memorias nacionales, datos que corresponden a una mirada tradicional de las ciencias, mientras que Latinoamérica genera una posibilidad amplia de memorias y saberes que emergen alrededor de procesos de etnogénesis y resistencia cultural.

El castellano no ha sido una legua oficial en las ciencias, menos lo han sido los cientos de lenguas originarias de la región, debido a que el conocimiento no se ha desarrollado bajo una perspectiva situada, sino foránea. Hablar de Latinoamérica y no Iberoamérica genera la posibilidad de una ciencia plurilingüe, como lo propone Enrique Dussel en sus filosofías del Sur. Esta permite no solo el reconocimiento, sino un relacionamiento horizontal de la ciencia. Por lo tanto, esta reflexión motiva a pensar el territorio vinculado con la lengua desde otras formas de enunciación de lo que hoy conocemos Latinoamérica, Indoamérica, Abya-Yala, Ñamérica o Améfrica.

Indoamérica, Abya-Yala, Ñamérica, Améfrica

En los procesos de apropiación material, simbólica, biofísica y epistémica del territorio han surgido diversas formas de nombrar lo que hemos conocido históricamente como Latinoamérica. Muchas de esas formas de nombrar revelan comprensiones descentradas de una perspectiva eurocéntrica, que buscan visibilizar la diversidad y diferencia de un territorio fértil y en plena madurez. Abya-Yala, Indoamérica, Ñamérica y Améfrica han buscado plantear lo que nos une, a pesar de las delimitaciones geográficas y la división de naciones ficticia.

A propósito de lo anterior, Caparrós (2021) señala:

Inventar patrias, es, antes que nada, establecer diferencias entre tierras que eran una y la misma. Convencernos de que un argentino correntino que habla en guaraní es algo radicalmente distinto de un paraguayo que habla guaraní y vive al otro lado del río y debía incluso ir a la guerra contra él, cuando había guerras, o recordarlas y cantarlas cuando no. Y que un peruano que habla quechua, en una orilla del lago Titicaca, es enemigo de un boliviano que habla quechua en la otra. Y que un colombiano que habla el mejor castellano en Cúcuta debe pelearse y rechazar a un venezolano que habla tan parecido cruzando el puente de San Antonio, y así seguido en todo el continente. Las naciones, el gran mito moderno, sus fronteras. (p. 17)

Estas fronteras han encontrado en diversas formas de nombrarse alternativas para comprender que, a pesar de las fronteras, antes de las independencias éramos uno solo, un territorio fértil. Indoamérica se refiere al colectivo de pueblos que habitan Latinoamérica. Por lo tanto, una característica fundamental de esta forma de enunciar es reconocer los mestizajes derivados del saqueo y las indecencias de la colonización. Améfrica nos recuerda que África palpita en América. Estas formas de nombrar el territorio muestran la relación con los ideales de justicia social que defendemos y reclamamos.

Justamente, Améfrica es esto, una forma de nombrar coherente con nuestras memorias, distanciadas de la historia y memoria nacional, en la cual se distingue la experiencia africana y se visibilizan, en el ámbito de lo público, los procesos de resistencia cultural y las formas alternativas de organización social durante el proceso de trata de personas (kilombos, palenques), dada a través de la categoría de amefricanidade. Por su parte, Ladino se asocia con la enunciación de la inteligencia y astucia de los pueblos negros del continente. Este territorio no es de una única forma, es plural y, por lo tanto, también lo son sus formas de nombrarse y reconocerse, en relación con su conformación cultural, política y económica. Las formas aquí planteadas van más allá de lo formal, implican una conformación simbólica desde la diferencia, como elemento central y productor de sentidos de dignidad y vida.

Ahora bien, hablar de Indoamérica implica referirse a los pueblos indígenas que habitan desde Alaska (EE. UU.) hasta el Cabo de Hornos (Chile).

De esta manera, Indoamérica es un nombre de reivindicación integral, afirmación emancipadora y definición nacional “El arte se ha adelantado a su advenimiento, pero por él habla precursoramente la rebeldía y el secreto optimismo que van gestando una medular transformación en nuestros pueblos” (De la Torre, 1995, p. 41). Si bien no profundizamos en estas diversas conceptualizaciones, sí las presentamos como alternativas para reconocernos y, sobre todo, como puntos de enunciación para la producción de conocimiento descentrado de Europa y EE. UU.

En términos de la producción de ciencia, la oportunidad de dinamizar el conocimiento es importante, pues la diversidad lingüística solamente implica la oportunidad de tejer un territorio diverso y generar conocimiento situado. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) señala que en América Latina existen 522 pueblos indígenas con aproximadamente 420 lenguas distintas y, de estos, 108 son transfronterizos. En este orden de ideas, hablar de Indoamérica permite reconocer no solo la ancestralidad, sino que hace un llamado a la comunalidad, y a una construcción del territorio plurilingüe e intercultural.

Desde 1996 fue expedida la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos de la ONU, en su artículo 28 propone que toda comunidad lingüística tiene derecho a una educación que permita a sus miembros adquirir un conocimiento profundo de su patrimonio cultural (historia y geografía, literatura y otras manifestaciones de la propia cultura), así como el máximo dominio posible de cualquier otra cultura que deseen conocer. No obstante, la producción de conocimiento ha privilegiado lenguas como el inglés y el portugués, el castellano escasamente y las lenguas originarias han sido invisibilizadas.

Esta forma de nombrar y tensionar el territorio incluso interpela a países como Argentina, donde se menosprecia o desprecia la existencia de pueblos originarios o algunas islas del Caribe. Así, Indoamérica se hace visible en diversos espacios, aun cuando procuremos evadirla: “el término ‘Indoamérica’ es más amplio, va más lejos, entra más hondamente en la trayectoria total de nuestros pueblos. Comprende la prehistoria, lo indio, lo ibérico, lo latino y lo negro, lo mestizo y lo ‘cósmico’” (De la Torre, 2008, p. 31).

En esta misma línea, Abya-Yala como forma de nombrar un territorio fértil y en plena madurez alude a

Tierra Madura, Tierra Viva o Tierra en Florecimiento y fue el término utilizado por los Kuna, pueblo originario que habita en Colombia y Panamá, para designar al territorio comprendido por el continente americano. De acuerdo con el momento histórico vivido, se referían a este territorio de diferente forma: Kualagum Yala, Tagargun Yala, Tinya Yala, y Abya Yala, siendo este último el que coincidió con la llegada de los españoles. El término Abya Yala es, en sí mismo, un símbolo de identidad y respeto hacia las raíces de los pueblos originarios. En ese sentido, el poema Abya Yala Wawgeykuna (Hermanos Americanos), originario del pueblo quechua de Argentina, hace un llamado a la unidad de los pueblos a mantener presente su origen y a continuar su camino siguiendo las huellas de sus ancestros. (Carrera y Ruiz, 2016, p. 12)

Ahora bien, Caparrós (2021) propone la idea de Ñamérica agregando la ñ como una letra común para el castellano. En más de 600 páginas, el escritor y cronista hace una de las fotografías más recientes del estado actual de la región, excluyendo de esta a Brasil, pues incluirlo como parte de este ejercicio implicaría crear la ilusión de que la región es mucho más productiva, amplia y, sin embargo, olvidar que Brasil fue el único territorio de la región que se mantuvo unido tras las guerras de independencias, el único que conserva una lengua en medio del castellano. Sugiere Caparrós (2021) que si Ñamérica existiera, sería un

arco de 12000 km de largo que se extiende de sur a norte o de norte a sur, desde Ushuaia hasta Tijuana. Con un ancho máximo de 2000 km desde Valparaíso en Chile hasta el Chuy en Uruguay y un mínimo de 60 en Panamá. Tendría 12 millones de km2 y 420 millones de habitantes. En ella, habitan los andinos (Bolivia, Perú, Ecuador y medio Colombia), quienes fueron antes de la conquista el imperio Inca. Los caribeños (medio Colombia, Venezuela, Cuba, República Dominicana y digamos que Puerto Rico). Centroamérica (Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador Honduras, Guatemala), México y Paraguay que es una anomalía en medio del Sur. (p. 27)

En los últimos años, Ñamérica es un llamado por encontrar lo que nos une, además de una lengua y mucho más allá que una categoría étnico-racial. Así, a diferencia de Iberoamérica, formas de nombrar como Abya-Yala, Ñamérica o Indoamérica, permiten aludir no solo a un territorio delimitado geográficamente, sino a un contexto político e histórico que ha delimitado el modo de reconocernos.

Conclusiones

A través de estas nuevas miradas y formas de comprender los territorios en Latinoamérica —que ponen en evidencia la evolución histórica y cultural de dicho territorio—, es posible analizar y observar las fuerzas que consolidan interpretaciones y establecen definiciones, todas fragmentadas de un mismo recorte territorial, permeadas por relaciones de poder y apropiación de esos espacios.

Según Duque-Cardona et al. (2021), reconocer la adhesión ilustrada del lugar de enunciación permite a la bibliotecología y la ciencia de la información:

Trazar rutas para un pensamiento de la ciencia de la información y la bibliotecología desde el Sur, desde Abya-Yala.

Pensar para qué y por quién la información, de acuerdo con los retos de la infodemia de desinformación que vivimos, causante de discursos de odio y regímenes autoritarios.

Comprender cómo se dan las relaciones cultura-información-lenguaje y, sobre todo, reconocer la urgencia de una bibliotecología y una ciencia de la información para Abya-Yala, como ciencias que abracen, y cuiden la vida y los bienes comunes, desde la relación entre lenguaje-memoria-información (LMI), poder y democracia. (p. 42)

Así, creemos que es necesario trazar caminos y horizontes diferentes, que apunten hacia los procesos de resistencia y resiliencia cultural. Esto desde el acercamiento a la trayectoria total y real de nuestros pueblos con un distanciamiento de la perspectiva eurocéntrica, que nos persigue y, a veces, determina nuestras interpretaciones y relaciones. Lo anterior, no significa abstraerse y aislarse, pero sí tomar una postura alterna.

La invitación que nos hace el territorio y su gente es que, de la mano de la memoria y de la justicia histórica, redefinamos líneas, fronteras y áreas, para plantear otros paradigmas, que permitan evidenciar otros centros y centralidades de conocimiento e información. Se trata de reafirmar los símbolos y el entendimiento de lo que realmente significa para los territorios y sus territorialidades.

La comprensión final sobre Indoamérica es que cualquier elemento aislado, incluso la lengua, no son suficientes para entender estos territorios y sus dinámicas. El territorio es una superposición de fuerzas, un ecosistema vivo, complejo y cambiante, resultado de múltiples interacciones. En particular, las ciencias humanas y sociales deben ser conscientes del lugar en el cual se ubica para la producción de conocimiento. Específicamente, desde la bibliotecología y la ciencia de la información, en el marco de la investigación “Relaciones entre lenguaje, memoria e información: aportes a un programa de investigación científica para la ciencia de la información y la bibliotecología en perspectiva crítica latinoamericana”, consideramos que LMI son componentes del núcleo duro de estas ciencias. Desde una perspectiva crítica latinoamericana, esta relación se sitúa en el lugar de enunciación del Sur Global y, de modo particular, de Abya-Yala y Améfrica.

Con esto, es posible pensar y desarrollar propuestas teóricas latinoamericanas en campos particulares y mediante el desarrollo de programas de investigación en áreas bien delimitadas, lo cual se diferencia de las teorías occidentales de bibliotecología. Estas últimas tienen como propósito una integración totalitaria de los campos posibles en una única teoría. Una teoría refundacional de la bibliotecología, desde América Latina y el Caribe, debe retoma las contribuciones de los teóricos latinoamericanos y tejer una propuesta común, sin pretensiones de universalidad (Duque-Cardona y Restrepo-Fernández, 2021).

Referencias

Bozzano, H. (2009). Territorios posibles. Procesos, lugares y actores. Lumiere.

Caparrós, M. (2021). Ñamérica. Random House.

Carrera, B., y Ruiz, Z. (2016). Prólogo. En, AbyaYala Wawgeykuna. Artes, saberes y vivencias de indígenas americanos (pp. 12-17). https://rio.upo.es/xmlui/handle/10433/5226

De la Torre, H. (2008). Indoamérica. Comisión del Centenario del Nacimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre. http://www.pueblocontinente.com/libros/obrasescogidas_tomo1.pdf

De Sousa Santos, B. (2011). Epistemologías del Sur. Utopía y Praxis Latinoamericana, 16(54), 17-39. https://produccioncientificaluz.org/index.php/utopia/article/view/3429

Duque-Cardona, N., Restrepo-Fernández, M. C., y Yepes-Velásquez, S. (2021). Lenguaje, memoria e información: un acercamiento a las categorías del núcleo duro de la bibliotecología y la Ciencia de la Información (CI) latinoamericana. En F. Carneiro-Garces y N. Duque-Cardona, Epistemologias latinoamericanas na biblioteconomia e ciencia da informacao: bibliotecas desde Abya-Yala e as sociedades e culturas na perspectiva Sul (pp. 41-65). Rocha Editora. Selo Nyota. https://www.nyota.com.br/_files/ugd/c3c80a_5d720b4c13d04502a62178fb87ae7678.pdf

Duque-Cardona, N., y Restrepo-Fernández, M. C. (2021). Bibliotecología para América Latina y el Caribe: propuesta teórica y filosófica para la discusión. Liinc Em Revista, 17(2), e5727. https://doi.org/10.18617/liinc.v17i2.5727

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Notas

1 Este artículo se deriva de la investigación “Relaciones entre lenguaje, memoria e información: aportes a un programa de investigación científica para la ciencia de la información y la bibliotecología, en perspectiva crítica latinoamericana”, y se constituye como el lugar de enunciación de esta.

2 Lélia Gonzalez (1935-1994) fue una importante intelectual y activista negra de Brasil, precursora de los estudios sobre la intersección de raza, género y clase. Participó en la fundación del Movimiento Negro Unificado (MNU), del Instituto de Pesquisas das Culturas Negras (IPCN) y del Coletivo de Mulheres Negras N’Zinga, que alcanzaron reconocimiento internacional. En el 2020, Lélia Gonzalez y su concepto de Améfrica Ladina fueron homenajeados en el marco del encuentro de la Latin American Studies Association (LASA).

3 Periodista y escritor argentino, autor de la obra Ñamérica (2021).

* Artículo de reflexión

Notas de autor

a Autora de correspondencia. Correo electrónico: natalia.duque@udea.edu.co

Información adicional

Cómo citar este artículo: Duque Cardona, N., y De Oliveira Silva, A. W. (2022). Latinoamérica, Abya-Yala, Améfrica, Ñamérica. ¿Desde dónde hablamos? Universitas Humanística, 91. https://doi.org/10.11144/Javeriana.uh91.laya

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