¡Pararse duro! De la morralla a la gota de aceite. Del blanco al negro bonito *
Stand Firm! From the Morralla to the Drop of Oil. From White to Beautiful Black
Fique firme! Da morralla à gota de óleo. Do branco ao preto belo
¡Pararse duro! De la morralla a la gota de aceite. Del blanco al negro bonito *
Universitas Humanística, vol. 94, 2025
Pontificia Universidad Javeriana
Natalia Gamboa-Virgüez a jngamboaav@unal.edu.co
Universidad Nacional de Colombia, Colombia
Recibido: 24 febrero 2025
Aceptado: 19 junio 2025
Publicado: 02 diciembre 2025
Resumen:
El presente artículo narra una etnografía que se constituye como proceso creativo, forjado mediante garabatos que fueron tomando forma de bocetos y dibujos sobre las herramientas de trabajo de la guaquería de esmeraldas y los lazos con la gente de la región del Occidente de Boyacá, en Colombia. En este contexto, el mundo minero se propone como una poética visual y social en una constante tensión con la “legalidad” y con el vínculo con la naturaleza. Se presenta la serie de herramientas Golpe de Suerte: seis dibujos realizados a mano alzada (esferos sobre papel bond) que aparecen a lo largo del texto como una especie de calcomanías. Son, además, desencadenantes de una metodología que descubre la vida a medida que encuentra vetas, que son una especie de caminos que el tiempo, la fuerza y la presión crearon alrededor de las piedras preciosas. Una veta anuncia la guaca, el tesoro, la riqueza. Posiblemente, una veta lleve a la esmeralda y, cuando eso ocurre, los guaqueros dicen que “pintó”. La etnografía en el Occidente de Boyacá ha consistido en una mirada desde el dibujo, que ampliamente ha abordado el garabato y el boceto, porque se ha detenido en las repeticiones del trabajo guaquero, de la vida, del monte, de las esmeraldas y de su misterio. La poética visual y social del mundo minero se compone de tiempo, fuerza, movimiento, tambre, pinta(r) y dominancia.
Palabras clave:etnografía, guaquería de esmeraldas, poética visual y social, diario de campo, dibujos, Occidente de Boyacá.
Abstract:
This article narrates an ethnography that takes shape as a creative process, forged through doodles that gradually transformed into sketches and drawings of the tools used in emerald guaquería, as well as the bonds with the people of the western region of Boyacá, Colombia. In this context, the Mining World is proposed as a visual and social poetics, constantly in tension with notions of “legality” and the relationship with nature. The series Golpe de Suerte is presented: six freehand drawings (ballpoint pen on bond paper) that appear throughout the text as a kind of decal. These drawings also serve as triggers for a methodology that discovers life as it encounters veins, understood as pathways shaped by time, force, and pressure Around precious stones. A vein announces the guaca, the treasure, the wealth. Possibly, a vein leads to the emerald and, when that happens, guaqueros say that it “pintó.” The ethnography in western Boyacá has been carried out through a gaze grounded in drawing, which has broadly engaged with the doodle and the sketch by focusing on the repetitions of guaquero labor, of life, of the forest, of emeralds, and their mystery. The visual and social poetics of the Mining World are composed of time, force, movement, tambre, pinta(r), and dominance.
Keywords: Ethnography, Emerald Guaquería, Visual And Social Poetics, Field Diary, Drawings, Western Boyacá.
Resumo:
O presente artigo narra uma etnografia que se constitui como um processo criativo, forjado por meio de rabiscos que foram tomando a forma de esboços e desenhos sobre as ferramentas de trabalho da guaquería de esmeraldas e os laços com as pessoas da região do ocidente de Boyacá, na Colômbia. Nesse contexto, o Mundo Mineiro é proposto como uma poética visual e social em constante tensão com a “legalidade” e com o vínculo com a natureza. Apresenta-se a série de ferramentas Golpe de Suerte: seis desenhos feitos à mão livre (esferográfica sobre papel bond) que aparecem ao longo do texto como uma espécie de adesivo. Além disso, funcionam como desencadeadores de uma metodologia que descobre a vida à medida que encontra veios, compreendidos como caminhos que o tempo, a força e a pressão criaram ao redor das pedras preciosas. Um veio anuncia a guaca, o tesouro, a riqueza. Possivelmente, um veio conduza à esmeralda e, quando isso acontece, os guaqueros dizem que “pintó”. A etnografia no ocidente de Boyacá tem consistido em um olhar a partir do desenho, que abordou amplamente o rabisco e o esboço, pois se deteve nas repetições do trabalho guaquero, da vida, do monte, das esmeraldas e de seu mistério. A poética visual e social do Mundo Mineiro é composta por: tempo, força, movimento, tambre, pinta(r) e dominância.
Palavras-chave: etnografia, guaquería de esmeraldas, poética visual e social, diário de campo, desenhos, Ocidente de Boyacá.

Vivir de la suerte, de rifas y guaquiar 1
Soy guaquera. A mí me gusta la mina, me gusta, me gusta mucho. No me he enguacado bien, bien. Aquí en Muzo toca así: rebuscársela, guaquiar, hacer rifas o buscar comisiones con los comerciantes, que es cuando ellos a uno le dan chispitas —ellos le ponen un precio y uno va y las vende más caras—, y ahí uno gana algo. Yo le hago a lo que salga.
Con la esmeralda pasa algo: cuando le ponen un precio, ese es el precio, ya la esmeralda no sube, porque entre ellos se llaman y se avisan. Pero también es como un agüero, a mí me ha pasado, siempre ha sido así. Muy de buenas si le ofrecen más; yo pido, por ejemplo, por una piedra cinco millones y me ofrecen millón y medio, y así vamos negociando.
Aunque es muy riesgoso, me gusta guaquiar, echar socavón. Eso es de trabajarlo y trabajarlo, de ir con juicio, ir y no perder la moral; es de constancia: si no fue hoy, será otro día, de que pinta, pinta. Por eso, uno cuando va caminando por la quebrada tiene que ir mirando al piso, porque cuando las gangas pintan ahí está la guaca, uno la pica y ahí están las piedras. Yo, la verdad, no le tengo mucha fe a echar pala en la quebrada, me gusta más el socavón. Lo más chévere es echar manguera (Figura 2), es que, como le digo, me gusta mucho la mina. Yo estudié estética, pero no, lo que me gusta es la guaquería. Lo más duro es hacer fuerza ¡pero a mí me gusta! Ya me acostumbré.

No llevo mucho trabajando en la mina, pero desde pequeña he sabido lo que es. Mi mamá cambalachaba, que es cambiar morralla por mercado. La morralla es la esmeralda de menor valor, la más barata, la más clarita; mejor dicho, ella morrallaba, a eso se le llama “morrallar”. Por cosas de la vida, tuve que hacerme cargo de mis hermanos. Luego me fui con mi esposo a vivir cerca a Bogotá, pero no, yo extrañaba mucho el Occidente. Yo soy de Otanche y me quise devolver, entonces, hace cinco años nos vinimos pa’ Muzo, es que, cómo le dijera yo, esta tierra tiene como un embrujo…
El último chispero que saqué tenía un color tan lindo, era pequeñiiita, así como usted coger entre los dedos una hormiga de esas chiquiticas. ¡Un color que lo encanta a uno! Eso da moral, entonces, uno dice: “toca ir”, porque yo tengo fe que me voy a enguacar. ¡Uuuuu póngale cuidado! así me digan que yo vivo de ilusiones. Lo que quiero es comprarme mi casa, mis casas y vivir tranquila, en silencio.
Volviendo al cuento, una vez se me fue una esmeralda. Yo estaba trabajando en un socavón y me moví pa’ otro lado, y cuando es que ahí se encontraron una de seiscientos millones. ¿Ahh? ¡Qué dolor! Ese día hubo problema por esa esmeralda; casi hay muerto, porque el que se la encontró se la echó a la boca y no la quería entregar, eso es un problema ni el hijuemadre.
Bueno, esa no era pa’ mí, pero mi guaca está allá. Yo tengo buena suerte, porque eso es de ahí, de tener buena suerte.
Entonces, mija, ¿cuándo vamos a guaquiar?
Después de ir a La Mina este texto continúa c o n u n nudo y m ú s i c a

Yo soy un guaquero, soy esmeraldero
Y vivo buscando fortuna y placer
Me juego la vida por las esmeraldas
También me la juego por una mujer
Me gusta el tequila, me gustan los gallos
Montado a caballo me siento muy bien
Traigo mi pistola en mi cinto y montada
Traigo mi sombrero, traigo mi carriel
Soy un hombre honesto con nadie me meto
Y a todos respeto porque esa es mi ley
Y aquí en esta tierra se juega la vida
la puedes ganar o la puedes perder…
El guaquero, Hernando Camacho
…un nudo que refleja los muchos silencios impuestos que han transcurrido en la vida de las espesas montañas del occidente de Boyacá, Colombia 2 (Figura 3). Arrancar, entendido como un acto de inicio en la escritura, en el dibujo y en la guaquería necesita a su vez quitar líneas y quitarse la tierra negra de las minas, es alzar vuelo y decidir sumergirse en los túneles. Este acto implica también tratar de llevar los mil nudos de la garganta hacia los dedos, pausarse, detenerse, esperar la luz natural, la del sol, buscar un poncho blanco y agarrar la pequeña lupa, tal como se debe observar una esmeralda en detalle. Arrancar es volver una y otra vez a las minas, a las conversas, a los diarios de campo, a los garabatos, a rayar la hoja como si fuera una veta que se va construyendo, un camino que surge y que va pintando y tomando forma con el tiempo, como sucede con las esmeraldas… inicia con una lista de canciones que se asoman para homenajear a los guaqueros y guaqueras, para retratar sus aventuras y definir “El Guaquero”. 3
Este texto pareciera tener líneas fijas y rectas, pero en realidad es una grafía torpe y escurridiza. Las letras tienen sonidos y colores porque se inspiran en la música popular de la región y todas las tonalidades verdes. De allí brota una etnografía que se ha ido construyendo desde 2012 y que resurge en cada conversa, en cada garabato y en cada retorno a las minas. Una etnografía que se cataloga como camino, fuerza, dominancia y poética visual-social, centrada en la búsqueda de esmeraldas de forma artesanal llamada guaquería.
Todos los dibujos, así como ocurre con las esmeraldas, se consolidaron gracias al azar, como solamente se puede dar en un territorio que vive de la suerte. 4 Se trata de trazos de líneas que van tomando forma, sentido y concepto observando una y otra vez; con el paso de la vida y de la intimidad con la tierra, el agua, el sol, la gente, la música, la amistad, el calor y el color. Estos trazos, que parecen líneas infinitas, reposan en las herramientas de la guaquería. Las líneas en conjunto se transforman en dibujos y buscan reflejar fuerza y movimiento, como utensilios propios de la búsqueda de esmeraldas en túneles, en las quebradas y en el lavado de la tierra. 5
Hacer etnografía alrededor del mundo minero en el occidente de Boyacá, una de las principales regiones esmeralderas de Colombia, resultó en un proceso creativo en el que las líneas de los garabatos y de los bocetos plasmados en diarios de campo, durante más de dos años —específicamente en Muzo— se convirtieron en dibujos con forma, sombra y color; aquellas líneas empezaron a pintar. Cuando un guaquero busca esmeraldas, está atento a las líneas blancas llamadas vetas, trazadas por diversos materiales, especialmente por calcita en el interior de las montañas. La veta anuncia la esmeralda: el camino blanco y el destello verde son pinturas de la naturaleza (Figura 4).

La línea es el punto de partida, una observación que madura porque es “escritura y dibujo” (López Chuhurra, 1971), a medida que coincide en una forma, que, además, en este caso, conecta el mineral, la tierra y la actividad humana. El proceso creativo, entendido no como un compendio de etapas no lineales, sino una superposición constante, se plantea como una perspectiva con múltiples posibilidades (De Bono, 1994) para el desarrollo de un producto final, ya sea un objeto, un concepto, un boceto o en sí misma la investigación, que se enmarca como un acto creativo, como lo es la etnografía: una que observa, escucha, acompaña y dibuja.
El proceso de la investigación es similar al de la esmeralda: se forja con el paso del tiempo, la presión, la temperatura y la fuerza. Es el camino de cada trazo que llegó a ser una serie de herramientas; es la observación que trasciende los dibujos y las pinturas; es el conjunto de amistades y la compañía en el trabajo de campo; en una elaboración conjunta con la gente, mientras se aprende a trabajar como ellos —o casi como ellos— en sus labores diarias; son sus sugerencias sobre cómo guaquiar, son sus palabras, sus conceptos y sus dibujos propios (Gamboa-Virgüez, 2022). En el Mundo Minero, la etnografía es un proceso creativo que complica diferentes experiencias, tales como la escritura, una propuesta narrativa y amistades establecidas; es, además, un acto creativo en clave de la poética visual y social.
El vínculo entre arte y antropología se propone aquí como una visión integradora de las disciplinas, más que la suma de áreas distintas que podría indicarse como “interdisciplinarias”. La poética se conceptualiza a través de la serie ilustrada de las herramientas de trabajo elaborada de manera colectiva y cocreada, ya que los bocetos fueron detallados por varios guaqueros, quienes sugirieron ajustes en los trazos además de detonar conversas sobre sus experiencias: cómo era la mina antes, las formas como se guaquea y el uso de dichas herramientas de trabajo.
El dibujo se convirtió en un puente que permitió precisiones, como en la ocasión en que intentaba comprender lo que es una clavada —como una cavidad o camino vertical en el interior de un túnel—. Humberto, un guaquero, amigo y familiar, tomó la hoja donde hacía mis apuntes y garabatos mientras conversábamos y, mediante su dibujo, aclaró la forma del túnel para comprender la historia a orillas del río Minero en Yacopí, donde un ingeniero les indicó la mejor ruta para realizar el túnel, pero los guaqueros en el interior tomaron un rumbo distinto, generando una desviación, porque en el interior el camino se va dando y trazando conforme vaya pintando.
En este sentido, la expresión creadora y artística se convierte en posibilidad narrativa más allá del acto verbal: promueve no solo el análisis de la imagen, sino una lectura en conjunto de forma reveladora. Aquella conversa en 2020, cuando me sumergía a las minas propiamente, me permitió cuestionar con ahínco las estructuras rígidas de los métodos en la investigación y reflexionar sobre la importancia del lenguaje visual en relación con las emociones y la memoria (Marxen, 2009). Plasmar el dibujo y la voz se ha convertido en una manera de comprender ampliamente cómo la gente también traza vetas desde sus vidas (Figura 5).

Narrar el proceso creativo representa un entramado de líneas lanzadas gracias a la observación y la curiosidad, que van tomando forma solamente con el tiempo, como si se tratara de una fuerza de largo aliento que forma gemas durante años. Por ello, esta etnografía es tiempo: un trabajo de campo en temporadas a lo largo de más de diez años.
Habitar la región esmeraldera es alojarse en la música popular, que de manera casi ininterrumpida forma parte del paisaje y de su poética, como si se tratara de un volver permanente a una imagen de ese lejano oeste (Páramo Bonilla, 2011). Narrado entre muchas aristas desde el bandolerismo, sobresale la figura de Efraín González, quien permite recapitular el pasado y la conformación de los posteriores esquemas de seguridad de esmeralderos apoderados. A su vez, representa las ambigüedades del conflicto y la violencia, como un ser cobijado por la magia, el suspenso y el idilio de la guerra: desaparecer y convertirse en árbol, “temido y respetado” (Steiner, 2006). La música, decíamos, lo rodea todo: es la posibilidad sonora y poética del espacio físico, del cuerpo y de las emociones. La ranchera o la música popular o la norteña pintan un ambiente festivo permanente, que, además, ameniza la celebración de quien se enguaca, aquel que por azar y suerte encuentra una gema de valor considerable. Pero la música también acompaña la soledad y la injusticia de aquellos que llevan incluso años arañando la tierra y no han tenido ese golpe de suerte que los “saque de pobres”, que los convierta en millonarios y que les cambie la vida. La música es compañía y narrativa: permanece en el territorio, cuenta historias de enfados y desquites, y permite conocer la fuerza y la dominancia de su gente, así como sus dolores profundos, deseos exacerbados, sus anhelos…
Que linda es la tierra, la tierra de Muzo
Donde hay alegría y hombres de valor
Vienen de La Palma y de Yacopí
También del Tolima ya vienen aquí
Arriba guaqueros vamos a la mina
A buscar la gema para parrandiar
En Bogotá yo me compro un Nissan
Para llevar mi novia a Chiquinquirá.
El guaquero, Eduardo Rojas
Occidente de Boyacá
En Colombia existen varios municipios dedicados a la extracción de esmeraldas, ubicados en los departamentos de Cundinamarca y Boyacá. El trabajo de campo que aquí se retrata aborda la región del Occidente de Boyacá (Figura 6), región que he habitado desde la infancia y sobre la cual he reflexionado constantemente. Este trabajo se ha registrado mediante los viajes, los diarios de campo, los aromas de la guayaba, las fotografías y las amistades generadas: una etnografía de largo aliento que se ha formado y de-forma-do alrededor de la tesis de pregrado, del trabajando con niños y niñas en el municipio de Tununguá (Gamboa-Virgüez, 2014) y entorno a la maestría guaquiando por dos años (Gamboa-Virgüez, 2022).

Notas. Municipios de la provincia del Occidente de Boyacá: Briceño, Buenavista, Caldas, Chiquinquirá, Coper, La Victoria, Maripí, Muzo, Otanche, Pauna, Quípama, Saboyá, San Miguel de Sema, San Pablo de Borbur y Tununguá.
Este territorio nos permite discutir tiempo, fuerza y movimiento como conceptos clave. A medida que se avanza en el texto —con música de fondo— irán apareciendo pinta(r) y dominancia, todos como constituyentes del mundo minero, en una ruta que continúa desplegándose. A lo largo de este camino he estado en minas como Cunas, La Pita, Coscuez y La Mina.
El siguiente mapa, hecho a mano alzada, deja ver los caminos de los principales municipios de la región vinculados a la guaquería y a mi recorrido, identificados en color verde, mientras que en magenta se observan sitios claves de la guaquería como las minas, los cerros de Fura y Tena y la puerta de entrada a la zona esmeraldera como lo es Boquemonte (Figura 7).

La musa de los Muzos
Muzo, conocido como la capital mundial de la esmeralda, fue fundado en 1559 y habitado por los Muzos, el pueblo originario de la región. Con la llegada de los españoles en el siglo XV, sus habitantes se vieron obligados a trabajar en la búsqueda de esmeraldas. Su imagen permanece en la memoria colectiva, generalmente asociada a la confrontación directa tanto con españoles como con otras comunidades aledañas. En la actualidad, pesa un imaginario de la región esmeraldera como una zona violenta y voraz, un estereotipo cargado de conflicto.
La sociedad esmeraldera del occidente de Boyacá suele ser identificada en Colombia con múltiples formas de violencia. Esta asociación no es gratuita, en todo caso, ya que se desprende de una demostrable historia de sucesivos episodios bélicos; una que inicia con las bandas de indígenas muzo y colima (Páramo Bonilla, 2011).
En la actualidad, se genera una nueva lectura —desde la paz y el turismo, por ejemplo— de espacios como el río Guazo camino a Muzo, el río Minero negro y revuelto, los pronunciados abismos como el de Mataviejas en Otanche, la empinada Curva de los muertos camino a La Mina, o los cerros de Fura y Tena en San Pablo de Borbur. La región esmeraldera es leída, desde afuera, en ocasiones como un territorio distante, llevando a un supuesto de violencia constante y vinculado al pasado de ríos y quebradas cargados de cuerpos y sangre, en el contexto de guerras verdes, que es el título que se le ha catalogado al periodo comprendido entre 1970-1990 (Téllez, 1993). De este modo, ese rojo violencia ha tenido un retorno como color y como concepto. Vale la pena demarcar estos sitios y el ambiente lleno de música con un magenta que contrasta con el verde del monte y de las gemas. El Occidente de Boyacá está lleno de divergencias, es un lugar donde el pasado vuelve una y otra vez, pero transformado, lo cual se ejemplifica en el siguiente texto anónimo:
¡Según Anita, buena parte de Boyacá y Cundinamarca, fue habitada por indios feroces, que defendían su territorio sangrientamente, ellos eran consumados amantes de la tierra y del universo, pero realmente lo más admirable de ellos y que prevaleció por siglos, fue su habilidad por la minería, en especial el oro y la esmeralda, ellos eran los muzos y los colimas, los mejores exponentes de este arte, pues extrajeron de la tierra, miles de toneladas de oro y esmeralda, y lo mejor de todo, sin joderse tanto, pues a diferencia de hoy en día y con toda esa tecnología, donde el minero trabaja mucho para hallar una buena producción, los indios utilizaban plantas que indicaban las floraciones mineras, además existían otros indios que utilizaban el trance, activado por medio de ciertas plantas que los llevaba en un viaje, el cual les indicaba el lugar exacto del yacimiento! ( Los hijos de la mina y La canción de la muerte, s. f.)
El río Minero fue un lugar esencial tanto para la vida de los Muzos como para el imaginario actual de sus habitantes. Este río moviliza esmeraldas que se han encontrado hacia el norte en el departamento de Santander. Este movimiento de carga —que es la tierra con posibilidad de contener esmeraldas— tiene una mirada hacia el pasado, pues en la frontera entre Borbur y Pauna se encuentran los cerros de Fura y Tena: una pareja que tras una historia de amor imposible, se convirtieron en cerros y de sus lágrimas surgieron las esmeraldas espergiadas por el caudal del río Sarbe, actual río Minero (Porras Montero, 2020), y también surgieron allí las mariposas azules 6 (Figura 8).

El Minero ha sido también un hilo narrativo de la violencia ocupada en el territorio. Se vivenciaba el conflicto de la división de poderes de las familias que allí hacían presencia y ejercían control, además de la cantidad de cuerpos que fueron arrojados. Era el río espeso y negro: “matagente, ladrón y fantasmal” (Valero, 2008). De la misma manera, el río ha sido el punto de giro histórico, pues tras el acuerdo de paz en 1990 en la región —entre las familias apoderadas y con la iglesia como mediadora— se instauró sobre el río Minero, en la carretera principal hacia Borbur el “Puente de la Paz”. 7
Tambre: negra, negra, negra… .
Cuando las aguas arrastran, la tierra que están picando
Tambriando baja ese lodo donde se están rebuscando
Lleva en su mano un martillo para picar en las vetas
Buscando las piedras verdes que da la naturaleza.
Lamento guaquero, Diego Reina
La frontera entre Muzo y Quípama, ubicada en medio de montañas y anchas quebradas como La Minera o Itoco o Tequendama, Las Ánimas y el río Minero, es un lugar espeso donde el agua es fundamental. Las fuentes hídricas y las lluvias mueven la tierra con altas posibilidades de contener esmeraldas y esto se identifica solo con la experiencia, guaquiando: al buscar la tierra más negra, alrededor de las quebradas o en el interior, luego de trabajar con mangueras a alta presión y palas para escarbar en la profundidad. A esa tierra negra, muy negra y “antigua” se le conoce como tambre y, de manera reiterativa, aparece en las historias de guaqueros y guaqueras. Su antigüedad es el tiempo que ha permanecido bajo capas. Así lo narró doña Consuelo:
Ahí uno echaba pala y personas tenían mangueras que eran con electrobombas; le pasaban la manguera así que iba con agua y le lavaban la tierra a uno porque eso salía barro, lo que se dice barro. Y sí, Dios me ha bendecido, no solo ahí en la quebrada, también en la Pita o en Cunas he hecho platica por ahí. (2021)

El tambre es la tierra que, desde los Muzos, se removía por canales desde la parte alta de la montaña (Rodríguez Baquero, 1994) para generar movimiento de la tierra mezclada con agua y, con ello, facilitar la búsqueda de esmeraldas (Figura 9). A través de la Peregrinación de Alpha también es posible identificar cómo los “estanques” llamados tambres, donde se recogía agua, llamaron la atención inmediata: “El espectador que por primera vez presencia aquella maniobra se estremece esperando ver despeñarse de un momento a otro los peones al fondo empedrado de la grande escavacion” (Ancízar, 1853, p. 51). Hacia la década de los setenta, se removía con un buldócer la tierra, a cielo abierto, y al mezclarse con agua se soltaba desde una parte alta, aquel barro espeso se deslizaba en las laderas de las montañas generando un movimiento con gran fuerza. A dichos movimientos de tierra o derrumbes, con o sin agua, en la región se le conoce como petaca o volcán. También se denomina como carga o tierra productiva (Figura 10).

A lo largo de su historia, las minas se han trabajado de dos maneras diferentes. La primera de ellas corresponde al sistema de explotación que se vale de maquinaria pesada y es conocido como de tajo abierto. Este lo utilizan las empresas que han tenido a su cargo la concesión y consiste en la movilización de grandes volúmenes de tierra estéril —llamada localmente carga— con el objeto de desprender el material residual que se encuentra junto a la veta… El otro sistema de trabajo es el utilizado por los guaqueros, quienes no tienen los medios económicos para comprar maquinaria pesada y por ello construyen básicamente túneles (Uribe, 1992).
Yeferson, conocedor de esmeraldas, me dijo que el tambre es movimiento y ese movimiento, concretamente, es volcán y petaca:
El tambre es una avalancha de tierra, sino que aquí lo llaman tambre, pero eso es una avalancha de tierra y ya. Eso cuando había tambres mucha gente moría, eso pasaba por el pie suyo y no la volvían a encontrar, no salía ni en el periódico, en serio. (2022)
El tambre es el lugar agitado de las piedras verdes, porque es tierra aguardando tiempo para alcanzar su formación. El berilio y otros minerales que componen la esmeralda necesitan tiempo y presión, toda la tierra que está a su alrededor es una tierra “productiva” que puede convertirse en carga o tambre, y su movimiento le lleva a ser derrumbe, desplazamiento, tierrero, petaca o volcán. La distinción de la tierra donde la esmeralda pinta es visual y temporal.
El tambre es tierra espesa, espesa, negra, negra, negra… Un mazamorral como le dijeron a Vladimir Caraballo (2021) o un lodazal como me dijo doña Rocío desde Matecafé un caserío frente a La Catroce en La Mina. El tambre es tiempo, fuerza y movimiento.
Cuando yo paso para La Catorce y paso por el lado de los socavones, ya uno pues conoce. Yo digo: “Uy, mire, eso sí es tambre”, porque uno ve negro… negro, y él como que suda barro, como goteras de barro y es espeso, espeso… espeso, espeso, espeso… O a veces uno se pone a echar pala por ahí, abre un socavón pequeñito a la orilla de la quebrada y aparece tambre, el tambre se ve porque es negro… (2021)
Distinguir los colores en la guaquería es un dominio determinante. La figura 11 retrata los diferentes tipos de tierra asociadas a un color particular y su relación con la posibilidad de enguacarse o pintar, es decir, de hallar esmeraldas.

La tierra productiva es el término genérico para asociar la tierra y el territorio con el hallazgo de esmeraldas, como si se tratara de una producción literal de las gemas. Los espacios de exploración y explotación minera verificados se les denomina zona productiva. Esta tierra es a su vez volcán, petaca, carga y tambre. Es tierra muy negra y puede llegar a manchar la ropa y la piel.
La petaca es acción, es movimiento, es un volcán (Gamboa-Virgüez, 2014). Volcán y petaca son derrumbes, deslizamientos, movimientos de tierra de forma natural o por intervención humana. Ambos conceptos son usuales es distintos lugares del Occidente de Boyacá; sin embargo, petaca es más común en los túneles de esmeraldas. Es tierra que se “desvolcana” o “despetaca”.
La carga 8 hace alusión a la tierra reconocida como productiva y donde, con mayor especificidad, se puede buscar esmeraldas, como es el caso de la tierra de las quebradas o la dispuesta por las multinacionales en las conocidas voladoras para que los guaqueros vuelvan a lavar y buscar en tierra que ya ha sido revisada.
A las quebradas y al río Minero llega tambre, carga y tierra productiva, todas pueden ser similares, pero cada una tiene su característica. El tambre es carga y tierra productiva, la carga no necesariamente es tambre, pero sí tierra productiva y la tierra productiva puede ser carga o tambre. La petaca y el volcán significan movimiento, así que estos pueden contener tierra productiva, carga o tambre. Por ello la figura 11 va del negro claro al negro oscuro, como fuerzas contenidas y atrapadas en la presión de las montañas.
Tambriar entonces, es buscar el tambre, es hacer un Río Minero (Valero, 2008). El río es fuerza, arrastra todo, es el tiempo de los Muzos y el movimiento de las esmeraldas.
Guerriarse la vida en convite

El guaquero, Agrupación Los Guaqueros Show de Colombia
Esta es una propuesta visual sobre la guaquería, sus movimientos, su fuerza y tiempo, ante lo cual, es necesario abordar las formas de trabajo dado el vínculo humano con el mineral y la naturaleza. Estando en campo hubo un momento de gran incertidumbre frente a estar en el territorio por la crudeza de la desigualdad y la injustica que vive la gente; por ello, escribir se hizo difícil. Quería aprender a guaquiar guaquiando, yendo a la mina. Empecé a dibujar las herramientas de trabajo, como si buscara una manera particular de aprender a usarlas, de observarlas con detenimiento y así mismo fui detectando formas de organización alrededor de la guaquería como trabajo, pues, cuando me preguntaban si iba en “socia” o me “llevaban”, no era fácil reconocer la diferencia.
Una manera de trabajar en la guaquería es a través del plante, que es la manifestación tangible mediante el dinero, los alimentos o las herramientas, que alguien dispone y otro ofrece a cambio su fuerza de trabajo. Lo que ha cambiado en la actualidad es que el plante no necesariamente genera un lazo de “obligación”, como ocurría décadas atrás. Plantiar es “llevar” o incluso “colaborar”, como me lo comentaron siempre en Muzo. Un amigo que es comerciante y que también ha guaquiado, en algunas ocasiones, cuando iba a La Mina llevaba lonas, tapas o algunas palas (Figura 12) para entregarlas a guaqueros en las voladoras o socavones, sin tener con ello certeza que le vendieran, pero sí convencido de que así se mantenía un vínculo, uno que es extraño, porque no necesariamente se traduce en amistad o negocio. Se trata de un acuerdo establecido por porcentajes en caso de enguacarse o un don abierto, mediado por el azar y la suerte.

También se puede trabajar “haciendo socia” o “sociedad”, que consiste en un pacto momentáneo. Puede surgir con anticipación o en el mismo momento en el cual se está guaquiando y se acaba una vez finaliza la actividad o al vender lo hallado.
La voladora es una forma como la gente guaquea y se rebusca la vida de manera literal, pues algunas empresa o multinacionales entregan la tierra que ya ha sido revisada y lavada para que la población vuelva a buscar y, a lo mejor, encontrar una esmeralda, usualmente de diminuto tamaño y de poco valor; la voladora también es una forma en que la gente se organiza para trabajar en los socavones o las quebradas para guaquiar. La diferencia con otras maneras grupales de laborar es que se trata de un acuerdo fugaz, de corta duración, que se puede establecer con anticipación o en ese instante. Además, es una “asociación” en la que no todos se conocen o ni siquiera se pacte de manera directa. Por ejemplo, algunas empresas o personas que tienen minas o cortes que están produciendo le permiten a la comunidad ingresar y sacar lo que puedan. En algunas ocasiones establecen criterios, como ofrecer la posibilidad solamente a mujeres o pobladores de un sector en particular.
El modo de trabajar en la guaquería de manera asociativa con menor duración es llevar, el cual es un acuerdo que surge repentinamente y en el que no necesariamente todos trabajan directamente, sino que, a modo de amistad o como gesto de cariño, en el momento en el cual alguien está vendiendo una piedra, le ofrece a un cercano o a alguien que se encuentre allí llevarlo, lo que indica que le compartirá una parte de su ganancia.
Todas las formas de trabajo en la guaquería están mediadas por la palabra dada, por acuerdos establecidos y por un vínculo, sea familiar, de amistad, vecinal o comunal. La figura 13 refleja cada una de las maneras de trabajo retratadas y su respectiva temporalidad como forma de contraste entre sí.

Así como las formas de asociación son indispensables para comprender la guaquería, las herramientas representan una gran importancia en el desarrollo de la actividad. Por ello, continúan apareciendo a lo largo de este texto, que intenta ser una veta y representa diversos elementos. Por un lado, se trata del proceso creativo de una etnografía que se hizo en la misma guaquería, y depende de ella para ser comprendida. Por otro lado, evidencia los elementos tangibles de la actividad laboral de miles de personas que viven a la luz del azar y la suerte. Además, permite observar la relación que se establece entre ser humano y naturaleza, considerando que este aspecto genera todo un entramado alrededor de la dinámica minera, en la cual prospera ante la institucionalidad la legalidad y la formalidad frente a los saberes tradicionales ancestrales y artesanales de la guaquería, práctica que viene desde el tiempos de los Muzos.
Las herramientas se consolidaron a lo largo de un amplio tiempo durante el trabajo de campo y representan, en este sentido, el trabajo constante como el de la guaquería misma: uno que se lleva día a día, pero tan fortuito como encontrarse una esmeralda mientras se camina y enguacarse. Es decir, algunos trazos llevaron semanas, incluso meses, mientras que otros surgieron mucho más rápido, bien fuera por la práctica y la repetición o como un acto azaroso. Este proceso reiterativo ocurre como en la figura 14, en la que la tapa que se usa para lavar la tierra fue tomando forma, contraste y fuerza.

Dominancia
La gente domina, pero también lo hace la montaña, el río y las quebradas, la temperatura y la fuerza para formar la esmeralda. La misma gema verde guarda en sí un dominio expresado en su encanto que atrapa a través del color, la transparencia y el brillo.
La dominancia es una forma de situarse frente al estereotipo de la región. Es dominante quien domina un saber y conocimiento. El dominio permanece en el tiempo y se vive en las repeticiones de la guaquería y en las maneras como se trabaja en grupo: llevando, en voladoras, haciendo sociedades, mediante el planteo y el convite. En general, ser dominante es determinante para rebuscarse la vida mientras se busca, se vuelve a buscar y se rebuscan esmeraldas (Gamboa-Virgüez, 2022).
El agua y la tierra se dominan mutuamente, generan movimiento y fuerza. Ese arrastre también pinta cuando quedan al descubierto las esmeraldas. Los guaqueros que usan herramientas remueven la tierra, con la ilusión de que pinte.
Es necesario observar cada palabra una y otra vez. No basta con las definiciones, se requiere música y buscar la palabra a lo largo del texto para ver cómo va coincidiendo con otras, como un garabato que se convierte en mil intentos de bocetos hasta llegar a la forma, al dibujo y a la pintura en la que cada línea fue necesaria. Así es la etnografía: un proceso no lineal, con muchos nudos que se van encontrando y formando una veta, que van narrando la cotidianidad en medio del paisaje físico, emocional y sonoro.
Para guaquiar se requiere un dominio sobre varios aspectos: el movimiento (del agua, la tierra, la montaña, compuestos químicos), la fuerza (las repeticiones en la actividad, el manejo de las herramientas), el vínculo con los demás (formas de trabajo colectivo, roles, actividades), un dominio visual (reconocimiento del entorno, los colores y las pintas) y la negociación (comprar y vender).
La dominancia se posee y se expresa en la corporalidad, la personalidad y el carácter propio del Occidente. Gente que trabaja como taya (González Quiñones, 2015) con un tono de voz “golpiao” y en su forma de vestir, con poncho, que es la pinta y la forma de engallarse (Chaustre Fandiño y González Quiñones, 2019). La fuerza se domina en el trabajo mediante el tiempo que está plasmado en las repeticiones de la labor.
La dominancia es la poética de los guaqueros: una poética visual y social. Es el conocimiento de la guaquería de esmeraldas. En el contexto afroatrateño en Colombia, Quiceno trae a colación la concepción de “poética social” de Herzfeld para plantear la importancia de las prácticas cotidianas de la comunidad, en las que se experimenta una lucha y resistencia para la defensa de su territorio, alrededor del “vivir sabroso”. Esto identifica un movimiento social, la incidencia de diferentes actores y estrategias creativas y artísticas frente al conflicto armado (Quiceno Toro, 2016). “Vivir sabroso” se convierte en el acto creativo tal como “enguacarse”: una acción, un encuentro, una celebración, un sentimiento pleno, una recompensa.
La etnografía como proceso y acto creativo
La etnografía se convierte en el proceso creativo del estar en campo, un camino que se fue construyendo a lo largo del tiempo —y que continúa mutando—. Se trata de un ejercicio de reflexión sobre el inicio y el detalle en la cercanía con la gente, los espacios y los minerales. Investigar se convirtió en un eje articulador que va desde el observar hasta el pintar, este último entendido como una práctica artística y emocional, pero también anclado a la propia lógica de las piedras preciosas, como lo es el encuentro entre el ser humano y los minerales y así enguacarse. Pintar significa que la lógica social tiene una poética visual que la acompaña, pues reúne imágenes cargadas de contrastes de colores y perspectivas con tensiones y diálogos entre la naturaleza y el individuo.
El campo en el occidente de Boyacá ha estado atravesado por los sentires del caminar, el comer, el guaquiar, el jugar y mediante las reiteraciones para generar bocetos llenos de líneas únicas, como las mismas prácticas sociales y las propias esmeraldas.
A continuación, en la figura 15 se observa la propuesta investigativa y etnográfica en el mundo minero que nace en la observación, atraviesa el compartir las vivencias, volviendo una y otra vez, repitiendo las actividades hasta pintar y enguacarse (Gamboa-Virgüez, 2022)

Se propone el trazo y la línea no solo como forma de representación visual, sino también como proceso de aprendizaje y de creación a mano alzada que busca cercanía con la textura y la fuerza, en este caso de las herramientas y la labor guaquera. El boceto, que es proceso creativo, se convierte en fuerza y en movimiento: la línea que interpreta la herramienta lleva consigo un sentimiento de fuerza y trabajo propio (Ingold, 2015), el trazo de-forma-do es un sentido epistemológico frente al carácter colonial vigente en un contexto extractivo que se moviliza entre la formalidad-informalidad y legalidad-ilegalidad. Es entonces el trazo una reivindicación, una veta que ha ido pintando en compañía de la gente que se la re-busca, que guaquea y que domina la vida.
La observación mediada por el acercamiento se convirtió en el primer paso de la disposición por la escucha y por sumergirme en campo, lo que llevó a sentir y compartir particularmente en la ruralidad, el trabajo, la comida, la música y la amistad. Intentar reproducir las repeticiones es comprender la guaquería, particularmente cuando una práctica artística como el dibujo se realiza desde esta misma perspectiva: líneas que se repiten y transforman, todo para llegar a pintar. Encontrar esmeraldas, crear dibujos, guaquiar con la gente.
La poética visual hace referencia a la construcción plástica originada en la línea que culminó en una serie de dibujos, collages y caligramas en mi trabajo amplio, y que, mediante el proceso creativo que también es etnografía, se descubre desde la pinta y el tono (de la voz y el color). La poética visual también es la forma física del territorio, una imagen que se ha ido re-construyendo y des-truyendo a lo largo del tiempo.

La poética social es el conocimiento de la gente guaquera, son sus prácticas y sentires a lo largo del tiempo, uno que es imprescindible para el reconocimiento de la guaquería como una labor ancestral, tradicional y artesanal (Figura 16).
La poética visual-social es la dominancia. El dominio de la vida no como una resolución absoluta, sino una briega completa que se “para duro” mediante las repeticiones constantes de la guaquería, que impactan en un paisaje físico y la cultura de una región. La dominancia no solo alberga la cotidianidad de las personas, también habita el proceso formativo de las esmeraldas.
El Mundo Minero —y esta etnografía— requiere y seguirá requiriendo de tiempo, fuerza, movimiento, pinta(r) y dominancia.
Cierre 9
Esta etnografía como proceso creativo es un aporte metodológico y epistemológico a una perspectiva cualitativa e integral que se interesa por las narrativas de las personas en contextos de tensiones como la legalidad-ilegalidad, el espacio privado-publico, las multinacionales, las formas de trabajo propias… Es una apuesta por plasmar un trabajo de campo que apela a la investigación-creación y a las genuinas relaciones sociales que se consolidan como un acto creativo y no como un instrumento rígido. Desde una visión amplia, el arte y el diseño se encuentran con las ciencias sociales para crear. No existe una única alternativa para leer la historia ni los problemas reales de la gente como la desigualdad, la pobreza, la injusticia o el impacto emocional y medioambiental; aún menos podremos ubicar una única solución, pero sí una disposición de acercarse a comprender el mundo minero mediante el trabajo, el juego, la comida, la música y el desarrollo artístico para narrar.
Para las personas en el occidente de Boyacá, sentirse escuchadas es fortalecer el valor histórico de “la palabra dada”, un eco al sentimiento de la creatividad en el que el trabajo, la forma de hablar y definir su entorno tienen un sentido, además de encontrar un impacto emocional directo cuando es posible “hallarse”, lo que significa que hay una resolución o una posibilidad para hacerle frente a la vida y que ojalá fuese en mejores condiciones. La fuerza y el movimiento lo habitan todo: son también la organización social de los guaqueros que se sostienen con diversas formas de trabajo en gallada, en conjunto. El movimiento de la tierra y el social en uno solo que se dibuja en la poética guaquera de la vida que resiste para ¡Pararse duro!
Despedida
Este texto finaliza con un s u s p i r o de d e s p e d i d a
En cada golpe que da, una queja deja oír
Y pasa la noche entera
Llevando una dura pena que vibra en su corazón
[…] Que tarde lo ven partir hacia el hondo socavón
Y pasa la noche entera
Llorando una viva pena que vibra en su corazón
En esta bella plegaria al señor voy a implorar
Que me de salud y vida
Para yo seguir guaqueando y así mi gema encontrar
Verde son mis ilusiones
Roja la sangre en mis venas
Amarillo el sol que alumbra el camino de mis penas
Homenaje a los guaqueros - sin autoría (figura 17).

Referencias
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Notas
*
Artículo de investigación
1
Este relato se toma de manera literal del apartado de conclusiones de la tesis de maestría ¡Pararse duro! Dominancia y fuerza del Mundo Minero. Guaquería y etnografía en el Occidente de Boyacá Colombia (Gamboa-Virgüez, 2022).
2
El nudo de “los pájaros”, el de las Guerras Verdes, el del Acuerdo de Paz en 1990, el de las multinacionales, el de los sitios como el Alto de Guazo, Mataviejas o la Curva de los muertos.
3
Enlace de la lista de reproducción en YouTube de las canciones que se encuentran en el presente artículo: https://www.youtube.com/playlist?list=PLsRJtQlreFt8BegkU-yUMJdmWvfZ_7LyV
4
Como con las gemas, las rifas, las peleas de gallos…
5
Del volcán, de la petaca, de la carga, del tambre.
6
Morpho
cypris, reconocida también coloquialmente como la mariposa de
Muzo.
7
Durante las conmemoraciones del Acuerdo de Paz, el puente es un punto de encuentro (“Hoy hace 30 años se firmó el pacto que acabó con la Guerra Verde en Boyacá”, 2020).
8
En distintos lugares de Colombia, una carga son productos que van de a dos, por ejemplo, dos bultos de naranja son una carga, o dos canastillas de guayaba, también un conjunto de productos que deben ser cargados o subidos a un camión. La carga de determinado fruto de la región, como la naranja, las mandarinas, la guanábana, va en bultos o la carga de madera. A su vez, se usa como expresión cuando algo es molesto o incómodo (una persona poco hábil en un trabajo grupal puede llegar a convertirse en una “carga” para los demás; es la responsabilidad obligada, forzada. Carga también es la dinamita o el explosivo que se utiliza en los cortes o túneles de las minas para romper paredes y rocas y abrir camino. La carga es la tierra. Es ir en par. Es un conjunto. Es la acción de levantar. Es el explosivo para abrir socavón.
9
Para dar cierre es necesario tener música de fondo
Aquí donde usted me ve con mi poncho y mi sombrero
Pues me siento muy feliz porque he vendido un chispero,
Tráiganme cuatro de wiski que aquí yo tengo el dinero
Pa’ la capital iré, bien vestido y elegante,
Y en la Jiménez me paro donde están los comerciantes,
A vender un canutillo que pesa 80 quilates
La música que me gusta, los corridos y rancheras,
Mariachis tóqueme algunas pa´ dedicarle a mis hembras
Yo mi corazón les doy, hasta cuando ellas lo quieran,
Ya con esta me despido, dejándoles mis recuerdos
A toditos mis amigos, a Boyacá y sus guaqueros
Me voy para proseguir, la vida de aventurero.
Guaquero aventurero, Orlando Marín
Notas de autor
a Autora de correspondencia. Correo electrónico: jngamboaav@unal.edu.co
Información adicional
Cómo citar: Gamboa-Virgüez, N. (2025).
¡Pararse duro! De la morralla a la gota de aceite. Del blanco al negro bonito. Universitas Humanística, 94. https://doi.org/10.11144/Javeriana.uh94.pdmg