Distancias y puentes entre imágenes y discursos de la reconciliación

Distances and Bridges between Images and Discourses of Reconciliation

Mercedes Cecilia Escudero de Santacruz , Nubia Esperanza Torres Calderón , Claudia Irene Giraldo Villate

Distancias y puentes entre imágenes y discursos de la reconciliación

Universitas Médica, vol. 64, núm. 3, 2023

Pontificia Universidad Javeriana

Mercedes Cecilia Escudero de Santacruz

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Nubia Esperanza Torres Calderón

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Claudia Irene Giraldo Villate a

Pontificia Universidad Javeriana, Colombia


Recibido: 18 abril 2023

Aceptado: 18 julio 2023

Resumen: Una vez logrado en Colombia un Acuerdo Final de paz tras un largo conflicto armado, empezaron a circular nuevos vocablos con uso particularmente diverso, entre estos el de reconciliación. En ese contexto múltiple, la urgencia de transformar en prácticas las disertaciones, llevó a preguntar: ¿qué aprender acerca de la reconciliación de parte de personas que han vivido el horror de la guerra? Con una metodología de análisis secundario cualitativo, se abordaron 195 fotografías, sus títulos y textos explicativos, elaboradas por 227 personas en 10 municipios del país, con imágenes evocadoras de la reconciliación. Los resultados muestran gran distancia entre los preceptos (normas, decretos, textos) y las condiciones reales para la reconciliación. Los pobladores la circunscriben al retorno de lo habitual, a que la vida vuelva a transcurrir sin horror ni guerra. Como metáfora comprensiva, este artículo asume la de botín y la vincula con la noción de trauma histórico. Concluye que desear la reconciliación es el motor imprescindible, pero requiere un largo y doloroso proceso y el profundo reconocimiento de las condiciones psicosociales, culturales y las acciones de las personas involucradas, pues han vivido en su propio cuerpo y espíritu el impacto de lo impensable.

Palabras clave:reconciliación, trauma histórico, imágenes, guerra, conflicto armado.

Abstract: Once a Final Agreement was reached in Colombia after a long armed conflict, new words began to circulate with particularly diverse uses, including Reconciliation. In this multiple context, the urgency of transforming the dissertations into practices led us to ask: ¿what can we learn about reconciliation from people who have lived through the horror of war? Were addressed, using a qualitative secondary analysis methodology, 195 photographs, titles and explanatory texts, made by 227 people in 10 municipalities, images as an evocation of reconciliation. Findings show a significant gap between the precepts (norms, decrees, texts) and the real conditions for reconciliation. Inhabitants circumscribe reconciliation to the return of the usual, of life as long known, to life happens again without the horror of war. As a comprehensive metaphor, this paper assumes that of loot and links it to the notion of historical trauma. It concludes that the desire for reconciliation is the essential engine. Still, it requires a long and painful process, and a deep acknowledge of the psychosocial and cultural conditions.

Keywords: reconciliation, historical trauma, images, war, armed conflict.

Introducción

Reconciliación es uno de los vocablos usuales del nuevo discurso nacional, destacado con la firma de un Acuerdo de Paz, luego de un conflicto armado de más de medio siglo. Este concepto ha colmado progresivamente documentos, normas, todos los medios y formas de comunicación, incluyendo las conversaciones cotidianas, y con ello se ha logrado una aparente sensación de tranquilidad, de haber avanzado en el camino de la mutación de nuestra historia, una especie de magia de la palabra que borraba con su enunciación el pasado, pero que en la realidad diaria se vive como un eterno presente, dada la continuidad y renacimiento de nuevas-antiguas formas de violencia en los mismos territorios. El uso del prefijo pos vinculado al conflicto pareció influir en la idea de borrón y cuenta nueva, en la desaparición de lo que ya pasó, en la aspiración que tiene el riesgo de pasar por alto todos los factores sociales e históricos que determinan su persistencia como un amargo y obstinado reto.

Los textos oficiales, amén de los eruditos y periodísticos, ofrecen definiciones y salta a la vista la multiplicidad de aspectos y recursos considerados necesarios para la reconciliación; entre tanto, la complejidad de los abordajes políticos y académicos contrasta con las comprensiones que las personas hacen en la vida corriente, al vincular la reconciliación con la tolerancia, el perdón, el respeto, la confianza y la convivencia (1,2).

Con ese marco plural, y cuando es cada vez más urgente transformar en prácticas las disertaciones, surge la pregunta: ¿qué podemos aprender acerca de la reconciliación de parte de las personas que han vivido el horror de la guerra?

Reconciliación: definiciones y exigencias

Múltiples sentidos se le han asignado al término reconciliación: un estado, meta o fin que está por alcanzar; un proceso, y los caminos o pasos para lograrla (3). Se le ha vinculado con la construcción de una paz “estable y duradera”, con el ámbito espiritual (interpersonal), con la reconstrucción de confianza entre la sociedad y el Estado (político), del tejido social, y con la reintegración de los actores del conflicto (social) (4). Se le considera un proceso de construcción o reconstrucción de vínculos de confianza entre los ciudadanos y las instituciones políticas, para transformar las relaciones antagónicas en cooperativas a partir de la reflexión sobre el pasado, modificación actitudinal hacia la comprensión, tolerancia y respeto y con la construcción de un futuro común (5).

Se plantea la reconciliación según la lógica de la no violencia —reivindicación de derechos, construcción de paz, búsqueda de transformaciones sociales y subjetivas— (6) o en términos de un desarrollo continuado de trabajo local, de encuentro entre personas y grupos en conflicto, donde conviven las víctimas, los victimarios y las comunidades, para reconstruir una nueva realidad, aceptando el daño y tratando de repararlo con cambios profundos de la injusticia social, mediante la concurrencia de siete elementos: reconocimiento de la existencia de víctimas y victimarios; memoria histórica; perdón, reconocimiento y justicia; determinación de los actores directos de la pacificación; agendas de rehabilitación y reinserción; reconstrucción económica, social y psicosocial, y modelo de democracia (7). Se le califica con razón de proceso complejo y multidimensional, un continuo en el cual el mismo conflicto pasa a ser un instrumento para su transformación pacífica, incluyendo en este cambio a todos los actores (8). Si bien se dan cabida a desacuerdos en la búsqueda de un estado de paz perfectible (9), se privilegian la confianza, la inversión en infraestructuras locales que propicien el comportamiento prosocial y la gestión de creencias positivas que complementen los apoyos económicos y militares (10).

En las casi 300 páginas del documento del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera (11), suscrito por el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), la palabra reconciliación aparecía 52 veces asociada en orden de frecuencia con: “convivencia”, “construcción de paz estable y duradera”, “justicia social”, “no repetición”, “desarrollo con sostenibilidad socioambiental y alimentaria”, “iniciativas locales”, “derechos humanos”, “civilidad”, “tolerancia”, “nuevo paradigma”.

También pueden apreciarse en el país crecientes aportes académicos traducidos en publicaciones, foros y debates, y los relatos de experiencias locales diversas, ricas en modalidades y herramientas, generadas desde todos los ámbitos: iglesias, comunidades, organizaciones de la sociedad civil o medios de comunicación. Desde el Estado, se promulga la política permanente y participativa de paz, reconciliación, convivencia y no estigmatización, que incluye coordinada y armónicamente a todos los órganos del Estado y a la sociedad civil (Decreto Ley 885 de 2017). Se estructura el sector de inclusión social y reconciliación, que agrupa y ordena políticas, planes generales, programas y proyectos para la superación de la pobreza, la inclusión social, la reconciliación, la recuperación de territorios, la atención, asistencia y reparación a víctimas de la violencia, la atención a grupos vulnerables y la protección integral de la primera infancia, la niñez, la adolescencia, y el bienestar de las familias colombianas. Así mismo, se crean los Consejos Territoriales de Paz, Reconciliación y Convivencia (CTPRC) y otras figuras, aunadas a normas y orientaciones.

Ahora, siete mínimos se han propuesto para la construcción de políticas públicas de reconciliación y paz: 1) equidad en el acceso a los derechos para garantizar una vida digna; 2) reforma agraria amplia e integral; 3) educación con calidad y cobertura para todos; 4) democracia real y transparencia en el uso de los recursos públicos; 5) construcción de país desde la diversidad regional; 6) alternativas productivas sostenibles, y 7) participación ciudadana en la cimentación de los destinos colectivos (12). En la misma línea de las exigencias, los requerimientos para la reconciliación los expone el Índice de Condiciones para la Reconciliación Nacional (ICRN) (13), con 12 categorías y 112 indicadores para cuantificar cuatro dimensiones. Por su parte, el Barómetro de la Reconciliación ACDI/VOCA contempla cuatro potenciales condiciones para la reconciliación: confianza, disposición a la reconciliación, capital social y entorno psicosocial y perdón, y ofrece en sus tres entregas información nacional, regional y municipal acerca de las posibilidades y actitudes para la reconciliación (14).

Ante lo múltiple del panorama descrito, se ha hablado de pasar de la telaraña de conceptos a la construcción de una gramática (o gramáticas) de la reconciliación, a fin de llegar a acuerdos de sentido que permitan comunicarnos y avanzar juntos en un proceso que trascienda los aspectos emocionales, religiosos y sociales, estableciendo un conjunto de reglas procesuales, políticas, culturales y sociales (15). Hoy una posibilidad la ofrece el decálogo planteado por la Comisión de la Verdad en 2022 (16):

  1. Aceptar la verdad como condición para la construcción colectiva y superar el negacionismo y la impunidad.

  2. Tomar la determinación de nunca más matarnos y sacar las armas de la política.

  3. Aceptar que somos muchos —en diverso grado, por acción o por omisión— los responsables de la tragedia.

  4. Respetar al otro, a la otra, por encima de las herencias culturales y las rabias acumuladas.

  5. Tener en cuenta la herida del otro y sus preocupaciones e intereses.

  6. Construir de tal manera que el Estado, la justicia, la política, la economía y la seguridad estén al servicio de la dignidad humana igual y sagrada de los colombianos y colombianas.

  7. Que esto lo vamos a construir juntos o no habrá futuro para nadie, y para ir juntos tenemos que cambiar. Que el actual Estado se transforme en un Estado para la gente, que los políticos paren la corrupción, que los empresarios no excluyan de la participación en la producción a una multitud que reclama el derecho a ser parte, que los que acaparan la tierra la entreguen; que cambien todos los que colaboran con el narcotráfico, con la guerra, con la exclusión, con la destrucción de la naturaleza.

  8. Que no haya más impunidad.

  9. Que los que siguen en la guerra entiendan que no hay derecho para seguir haciéndola, porque no permite la democracia ni la justicia y solo trae sufrimientos.

  10. Que tenemos que construir desde las diferencias con esperanza y confianza colectiva para que seamos posibles hoy y en las generaciones de mañana.

Pero subsiste la inquietud de cómo se concreta todo lo anterior, y la búsqueda actual de una “paz total”, en la cotidianidad de las personas y colectivos que han vivido, sufrido y soportan la guerra.

Reconciliación: imágenes fotográficas y textos

En pos de una respuesta, acudimos a una producción fotográfica en torno a la reconciliación, llevada a cabo en varios municipios del país, para un análisis secundario, reconociendo en ella su papel de expresión de la realidad social (17). Esa producción contaba, además, con los textos explicativos de sus autores, que permiten “un juego de representaciones y de significados a descifrarse en el contexto sociocultural del productor y del espectador”, para identificar sus significados no explícitos (ocultos o secundarios) y provocar narrativas en torno a la imagen (18). Cada vez más el conjunto de datos con soporte visual es utilizado por los investigadores sociales para interpretar y enriquecer el análisis de las problemáticas sociales, aclarando los sentidos del fenómeno estudiado, como oportunidad para comprender los sucesos de la vida desde múltiples puntos de vista, con interpretaciones diversas y con la participación de un sinnúmero de observadores, de acuerdo con la perspectiva hermenéutica (19).

Las imágenes son todo aquello que se capta de manera directa o a través de cualquier dispositivo (espejo, lente, cámara, etc.), y representaciones mentales, ideas, opiniones o impresiones que las personas tienen de alguien o de algo y pueden hacer referencia a su aspecto externo o a su forma de afrontar la vida (20), con funciones características: representativa, simbólica, semántica, epistémica y estética, las que pueden estar todas o parcialmente presentes. Al tiempo que informan, causan sentimientos y logran significados; se originan en una representación y generan representaciones, por lo que son objeto de estudio en sí mismas y herramientas para el estudio de la cultura (20). Sus usos son variados: fuentes de datos, objetos de estudio, reflejo de climas culturales, de mentalidades y de sistemas de significación, y opciones novedosas (21).

El análisis pretendió dos aproximaciones complementarias: indagar por lo que los autores querían enunciar, o sea, lo que la fotografía expresa contextualmente y los sistemas de significación subyacentes, y por lo que el lector (en este caso, lectoras, nosotras) halla “con referencia a sus propios sistemas de significación y/o con referencia a sus deseos, pulsiones o arbitrios” (22).

Un referente conceptual: el sueño de la reconciliación

La propuesta de recoger a través de fotografías símbolos sobre la reconciliación en cada región, escudriñar el sentido de cada foto y formular hipótesis acerca de cómo se concibe el proceso de reconciliación en ese escenario, permite asemejar la producción de imágenes a procesos oníricos usando referentes conceptuales enmarcados en esa asunción.

Freud (23) tomó el material onírico, presentado privilegiadamente en imágenes, como objeto de investigación científica. Según él, los sueños son una vía para disminuir las tensiones psíquicas, a la vez que realizaciones de deseos con sentidos placentero o displacentero, elaborativo o repetitivo. Desde este punto de vista, la interpretación de los sueños pretende comprenderlos teniendo en cuenta las distintas dimensiones de su producción, usando los elementos presentes, y accediendo, a través de la intuición, a los aspectos que pueden “leerse” entre líneas de su narración y de su organización imaginativa.

Para la tradición kleiniana, los sueños se convierten en un pensar en sí mismo a partir de transacciones que ocurren entre el mundo interno y el mundo externo, y entre lo intrasubjetivo y lo intersubjetivo. Según Ella Sharpe, citada en Meltzer: “Los sueños emplean múltiples recursos, tales como los símiles, las metáforas, las aliteraciones, la onomatopeya, etc., utilizados por el lenguaje poético para lograr su capacidad de evocación” (24).

El pensamiento inconsciente propio de los procesos oníricos se basa en el supuesto de que existe previa y simultáneamente una experiencia emocional (que resuena en el registro inconsciente y consciente) sobre la cual se inicia el desarrollo del pensar, al poner en marcha operaciones sobre estas experiencias, como la tolerancia a la frustración, la capacidad de contención, los procesos de modulaciones y metabolización o mecanismos de evasión y la evitación de las intensidades psíquicas (25). Lo anterior implica que hay diferencias cualitativas de las producciones imaginarias. Cuando es posible la ampliación de las interconexiones de experiencia y pensamiento en los sueños y la vida, se expande la riqueza psíquica, y ello favorece acciones reflexivas, transformadoras o creativas. La estructuración y desestructuración recurrente de las experiencias emocionales dan lugar a momentos de “ignorancia” y esbozos de “sabiduría” de ida y vuelta, proceso espiral que se orienta hacia entendimientos y actuaciones progresivamente cuestionados y enriquecidos.

La propuesta metodológica: volver a pensar lo ya pensado

Entonces, el ejercicio aquí expuesto corresponde a un análisis secundario cualitativo de imágenes y textos que cumplió con las condiciones de un nuevo examen del material a partir de marcos referenciales distintos ya expuestos. Esas imágenes y textos objeto de una publicación (1), se efectuaron en un taller de fotografía participativa que contempló nociones básicas de fotografía, reflexiones sobre su poder comunicativo, la consigna de identificar en el ámbito cotidiano imágenes evocadoras de la reconciliación, selección de la más representativa anotándole un título y un texto explicativo. En los talleres, convocados con un enfoque diferencial en cada comunidad, participaron 227 personas de distintas edades, etnias, género y algunas en condición de discapacidad, en 10 municipios del país (Apartadó, Arauca, Arauquita, Bojayá, Ciénaga, Florencia, Quibdó, San Vicente del Caguán, Turbo y Vista Hermosa) seleccionados debido a la gran incidencia del conflicto armado1 (1).

Así, una vez familiarizadas las investigadoras con las 195 fotografías, sus títulos y textos explicativos, se llevó a cabo el análisis, reprocesando e interpretando la información (26), guiadas por revisar la pregunta investigativa acerca de los posibles aprendizajes sobre los significados y características de la reconciliación para las personas inmersas en el conflicto, evitando las explicaciones de sentido común y afectivas acerca de una realidad ajena. Desde la perspectiva ética y científica, la investigación psicosocial tiene la intención de un conocimiento crítico sobre las realidades y sus abordajes, facilitando consensos para lograr mejores condiciones (27).

La reconciliación: interpretaciones y reinterpretaciones

Este trabajo asume una visión de conjunto y da cuenta del proceso de análisis descriptivo (lo explícito), interpretativo (lo implícito) y relacional (las presunciones) de la producción fotográfica y narrativa logradas en la publicación Caras de la reconciliación (1). La primera exploración estableció temas, personajes, escenarios, simbolizaciones e interacciones presentes o no en las imágenes, títulos y textos explicativos. Sobre esta información, se realizó un análisis interpretativo y, finalmente, se relacionaron los resultados y su generalidad en los distintos espacios, a la vez que aspectos históricos de los contextos, así:

Lo explícito

Lo explícito corresponde a lo evidente en fotografías y textos, a lo expresado abiertamente por los autores y que obedece a una decisión acerca de qué reflejar. En todas las fotografías, lo más usual son las personas (figuras totales o parciales). Son frecuentes los niños sin adultos. Son comunes las interacciones como abrazos (especialmente entre los niños), manos que se estrechan, una persona sosteniendo a otra, una mano ofreciendo una flor, o gestos de aprobación. Se fotografían figuras representativas, miembros uniformados del Ejército o la Policía, vendedores, trabajadores o escolares. En general, las personas aparecen posando con expresiones sonrientes, con fondos de la naturaleza o frente a la vivienda; también en situaciones laborales o actividades cotidianas (bajando de una lancha, pasando en motocicleta o bicicleta por una calle, jugando), en parejas y especialmente en grupos familiares intergeneracionales o de pares, si bien son muy escasas las imágenes de colectivos mayores. La iglesia y la escuela se muestran como espacios donde se da el encuentro, la unión y los buenos pensamientos y sentimientos.

El foco de una buena parte de otras fotografías son los animales de la región (pollos, hormigas, pericos, palomas, perros, gatos, pájaros, vacas o caballos), que aparecen casi siempre sin compañía humana y en su hábitat corriente. Otras imágenes captan la naturaleza en distintas versiones (paisajes, árboles, ríos, puente o sembrados), e imágenes emblemáticas de la zona. Se observan, así mismo, murales o avisos (alusivos a la paz, al amor), monumentos y, alguna vez, comida. Se acude igualmente en las fotografías a lugares de encuentro como parques, puentes, escuelas y viviendas; también aparecen estructuras semiconstruidas (en obra negra), establecimientos de trabajo personal y social (tiendas o peluquerías).

Los títulos y textos asociados con las fotografías reiteran en la palabra reconciliación, asociada a unión, convivencia, armonía, amistad, compartir, diálogo, apoyo, y requiere confianza, sinceridad, aceptación, generosidad, comprensión, no discriminar, perdón, eliminar rencores, hacer paces, derechos humanos, igualdad y trabajo en equipo.

Luego aparece el amor (cariño o afecto), seguido por el interés en la naturaleza, referido a la preocupación por el medio ambiente sano, fauna, árboles, flores, aromas, tierra y la acción de sembrarla. Por último, se vincula la reconciliación con felicidad (alegría, diversión, recreación), paz, tranquilidad y libertad. Surgen también en los textos referencias a acciones cotidianas pasadas y presentes nuevamente en tiempos de paz: jóvenes trabajando, amigos que se reencuentran, tareas en la chamba, el canalete, el trabajo cotidiano de mujeres en la cocina, frutas, gestos de perdón, juegos tradicionales y expresiones culturales. Se honra en los textos a algún protagonista importante en momentos de horror y a los muertos. También hay referencias a la necesidad de volver la mirada al “amor de Dios”. Se mencionan vivencias grupales de personas que se conocen o no, y de individuos, en momentos específicos, asociados con creencias religiosas o necesidades de compañía y convivencia confiada. Lo nuevo da oportunidades para cambiar lo que ocurrió, modificar la historia reciente y dar valor a las personas fundadoras, viejas y a campesinas trabajadoras.

Lo implícito

Lo implícito es aquello que puede inferirse de lo expuesto sin que sea manifestado formalmente. La búsqueda de los sentidos detrás de lo aparente estuvo orientada por cuestionamientos frente a nuestros supuestos para los análisis derivados de nuestros saberes disciplinares, pues una primera aproximación nos lleva a señalar un predominio de imágenes que relatan lo sensorial percibido directamente y desconectado del proceso necesario para avanzar en una reconciliación, que reconozca lo ocurrido y los pasos para forjar las condiciones de una convivencia pacífica. En su lugar, las imágenes de la reconciliación están circunscritas a la vida cotidiana: vínculos, tierra, trabajo, naturaleza o familia. Pareciera que los pobladores piensan en la reconciliación como un retorno a lo habitual, una satisfacción directa de deseos de que la vida vuelva a transcurrir en tiempos sin temor ni guerra.

De esa manera, puede proponerse que el deseo y la esperanza de que todo cambie se afinca en lo inmediato y cierto: las personas cercanas, la vida diaria apenas de sobrevivencia, que no es poca ganancia cuando la muerte, la desolación y el destierro han rondado la vida de los pobladores de esas regiones. Es decir, se trata de regresar a lo corriente; se conservan las tradiciones y estereotipos de género, en los cuales los hombres son los trabajadores de la tierra, proveedores de alimentos, y las mujeres son las encargadas de la crianza, de mantener las relaciones con los vecinos, de asistir a la iglesia y de preparar los alimentos.

Por otro lado, llama la atención que la reconciliación la encarnan los seres que no han vivido la guerra en toda su magnitud (niños pequeños, jóvenes y animales), una especie de vuelta a la infancia y a los animales, como referentes idealizados de condiciones de paz, de partir de cero sin pasado, sin heridas.

Este intento de borrar o de olvidar parte del horror lleva a favorecer la sobrevivencia, pero dificulta los esfuerzos de comprensión más profundos, porque dejan en el terreno de lo innombrable las heridas vividas por generaciones. Precisamente, esto innombrable, limita las posibilidades reales y simbólicas de transformación, pues el olvido que no pasa por un ejercicio de conciencia deja de lado acciones más reflexivas, propositivas, comprometidas o conscientes que asuman la difícil tarea demandada por los procesos de sanación de las heridas y de reconciliación, y ojalá, de propender a la no repetición. El pavor se convierte fácilmente en irrepresentable y, por tanto, los caminos para salir de allí o superar sus efectos pasan por el deseo y precepto de “no volver atrás”. Este olvido se torna en un respiro para poder restablecer la vida, pero en un obstáculo para lograr la conciencia necesaria que lleve a sanar las heridas sufridas, a reconocer los factores que producen el terror y al trabajo necesario para la no repetición, para aprender de la experiencia.

Incluso lo más llamativo es que, paradójicamente o más bien comprensiblemente, en casi todas las fotografías y en los textos se ha obviado el conflicto armado. En ocasiones, se hace mención ad latere y muy rara vez se le expone en las imágenes, se le nombra o se le narra. El conflicto, cuando aparece, está relacionado de forma somera con las diferencias entre géneros y etnias, la intolerancia ante estas o las instituciones con gran fuerza de lo religioso como apaciguador de los espíritus de guerra. Se intenta, por contraste, mostrar lo mejor, lo bello, lo tranquilo, lo habitual. Por una parte, ello obedece a una estética generalmente vinculada a la fotografía (la pose, el artificio, …); por otra, a la necesidad de no volver a repetir lo vivido ni con el recuerdo ni con su mención. Quizá con el anhelo de que todo cambie sin dejar ningún rastro, sin tener que lidiar con lo sucedido o planear las maneras de generar esos cambios. Es similar a los sueños en los que se cumplen los deseos de forma inmediata y se transmutan las situaciones repentinamente sin nuestro concurso.

Las presunciones

Preguntas por otras razones y elementos que vinculen y confieran un sentido, nos conducen a un nuevo análisis, esta vez centrado en el contexto y en la vida usual que, según vimos, constituyen para los autores de las fotografías la esencia de las representaciones, buscando desde esas cosmovisiones comprender lo que imágenes y textos exponen.

El denominador común de estos territorios es el conflicto, escenarios de masacres e incursiones armadas; también la pobreza, la limitada institucionalidad, las economías ilegales del cultivo, el procesamiento y tráfico de sustancias psicoactivas, la explotación minera o las legales de extracción agrícola y de petróleo. Como metáfora comprensiva, estaría la de territorio y población, que han sido y son un botín, definido por el Diccionario de la lengua española como: “[…] provisiones, el armamento y las pertenencias que un ejército vencedor se apodera del bando derrotado. Por extensión a esta acepción, actualmente se le dice botín a aquello obtenido a través de un delito” (28). Esto, porque en la mayoría de los casos se trata en sus inicios de poblaciones indígenas ancestrales, a las que se van sumando esclavos que huyen de su condición y muchos otros desplazados, que sufren una y otra vez colonizaciones y devastaciones de los conquistadores, los religiosos, otros colonos, los grupos armados, los narcotraficantes, la llegada de nuevos desplazados; su constitución en zonas de provisión y comercio, en una pugna continua por hacerse a los recursos naturales, su mayor riqueza, y por ende el objeto de la codicia, del afán de poder, de control y del despojo, amén de los recrudecimientos de la violencia y el espanto recientes.

Lo descrito remite a la noción de trauma histórico, y cumple las características de las experiencias traumáticas: sufridas por la mayoría de la comunidad, altos niveles de tensión o estrés colectivo y duelos masivos (por pérdidas de individuos o de tradiciones culturales), prolongados con intención destructiva por personas ajenas a la comunidad (29). Las masacres y las violencias repetidas producen una serie de rupturas en las personas como sujetos y en la sociedad como colectivo, derribando los principios que se comparten en tiempos de paz. Se resquebraja la confianza en las personas y en sí mismo, los sentimientos de seguridad, de respeto, de cualquier comunicación o cercanía. El sentido de la vida individual y colectiva se rompe, con lo que se desvanece la idea de bienestar o de salud, así como aquellas actividades de solidaridad, tareas compartidas y celebraciones que son los marcos culturales propios de las regiones.

En este contexto de trauma histórico, desear la reconciliación es imprescindible, pero supone un camino largo, difícil y doloroso, sin esclarecer, que precisa del reconocimiento respetuoso de las condiciones psicosociales, culturales y las acciones de las personas involucradas, de sus voces, pues han vivido en su propio cuerpo y espíritu la conmoción de lo impensable. Esto hace que exista un proceso prudente, tentativo de las personas afectadas que permanecen o retornan al territorio, y otro mucho más discursivo y lleno de reflexiones conceptuales y normativas que puede estructurarse a la distancia, gracias al filtro que favorece la lejanía espaciotemporal del terror, pero que puede por eso también soñar, elaborar utopías del deber ser, lejos del impacto de la consternación en los cuerpos, en las mentes y de todos los que lo han sufrido.

Reconciliación: encuentro entre lo posibley lo deseable

La situación de trauma histórico descrita limita los impulsos creativos, que en esta situación se convierten en riesgo y peligro. Por el contrario, la forma predominante y menos riesgosa de lidiar con el pasado doloroso es hacer esfuerzos para dejarlo atrás, por la sobrevivencia y el acallamiento de la atrocidad vivida. Si no se habla, es como si dejara de existir.

Las violencias socavan las relaciones sociales, sustento de la construcción personal y de la comunidad humana. Marcan traumáticamente la historia de los pueblos, obstaculizando su capacidad colectiva de trabajar, de construir sociedades justas, equitativas y más sanas (30). Recuperar la conexión con el pasado vivido es imprescindible para poder construir un presente y un futuro distinto. En este delicado proceso, se requiere también poder simbolizar lo sucedido con miras a la transformación, con los recursos y tiempos propios de los pobladores. Todo esto contrasta con las superelaboraciones que se hacen desde la lejanía de los escritorios políticos o académicos.

Los pasos de los pobladores arrancan por lo inmediato: su relación con la naturaleza, la tierra, la sobrevivencia, y se ligan a sensaciones y emociones que sirven como pasos de reconexión con la vida, con lo familiar y con lo cercano afectivamente. Los sonidos habituales de la naturaleza o la movilización de niños, vecinos o risas, se vuelve un elemento de alivio. El proceso va produciendo redes de significado y relaciones que se circunscriben o se amplían prudentemente, de acuerdo con ensayos, con la esperanza nada ingenua pero presente, de que lo pasado quede atrás, que ojalá el terror no vuelva y los posibles logros no conciten nuevas expropiaciones. En este esfuerzo, aparece la esperanza en la nueva generación, salvar a los niños del espanto, de lo innombrable; pero que a pesar de ello, sigue presente en los cuerpos, en los vínculos, en las relaciones sociales y en el trauma histórico de los pobladores, que por definición es transgeneracional y se contrapone con la idea y deseo de los niños asépticos, no tocados por el conflicto, quienes no sufren y no sienten miedo ni rabia.

Los otros (nosotros), académicos, instituciones e instancias políticas a la distancia, parten de proposiciones más de orden filosófico, orientados por el “deber ser”. Las normas y las reglamentaciones cumplen una función mágica, pues lo que está escrito y planeado por quienes “saben cómo se hace” libera a otros de la responsabilidad. Conocemos el sinnúmero de preceptos y promesas incumplidas, de ilusiones que se convierten más en estrategias seductoras que no logran realizarse o no convocan las demandas o necesidades de las poblaciones.

Pareciera que se trata, entonces, de universos que se ausentan los unos de los otros a pesar de tener como foco la reconciliación o la construcción de la paz. Esto habla de la necesidad de encuentros y transiciones que acompasen en una ruta común lo determinado legal y conceptualmente con lo vivido y deseado en la vida corriente, pues un aspecto fundamental de la reconciliación es “atraer y acordar los ánimos desunidos” (28) con miras a “construir juntos”. Teniendo presente que se trata de un proceso largo, amplio (implica a todo el mundo), profundo (supone cambio de actitudes, expectativas, emociones y creencias sociales) y para el cual no hay recetas (3).

El trabajo realizado supuso varias relecturas para sortear los retos metodológicos, movimientos en la comprensión inicial de las formas como se manifestaba la idea de reconciliación en las personas y distintas poblaciones abordadas, pues profundizar y comprender sus contextos y su historia, produjo cambios en la interpretación inicial —que era la de una escasa elaboración de las fotografías y los textos—, hacia la aceptación y valoración de los recursos de los implicados para manejar la realidad vivida y la realidad deseada. Entendimos con esto que la reconciliación necesita trabajo y procesos permanentes de reconocimiento empático de lo sucedido, en pro de un cambio cultural agenciado desde y con las historias; experiencias y deseos de los sujetos que han estado en el centro de la guerra; con la perspectiva de restitución y considerando la cosmovisión de los grupos sociales.

Metafóricamente se puede pensar, a la manera de un sueño, en un puente de encuentro, de tránsito, en el que los intercambios reconocen el dolor y pretenden la construcción de acciones sanadoras que, creando mayor conciencia, avancen en la realización de las aspiraciones colectivas. Un encuentro entre lo posible y lo deseable necesita ser acompañado comprometidamente. Que lo deseable se convierta en posible significa tejer puentes y avanzar en atraer y acordar los ánimos desunidos (31), entre el Estado y la sociedad, y develar paso a paso los obstáculos históricos de fuerza, intereses, violencia, mentiras presentes y repetidas por generaciones que está en el centro de lo que se ha llamado trauma histórico.

Conflicto de intereses

Las autoras declaran no tener ningún conflicto de intereses.

Referencias

1. Gómez-Restrepo C, Sarmiento Suárez MJ, Gamboa Virgüez N, Aponte Bayer AM, Medina Rico M. Caras de la reconciliación. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana; 2017.

2. Cámara de Comercio de Bogotá. Encuesta de opinión paz y reconciliación. ¿Qué piensan los colombianos de su rol en la reconciliación? Primera Gran Encuesta sobre Reconciliación en Colombia. Bogotá; 2016.

3. Beristaín CM. La reconciliación luego de los conflictos violentos: un marco teórico. En: Pacheco Oreamuno G, Acevedo Narea L, Galli G, editores. Verdad, justicia y reparación: desafíos para la democracia y la convivencia social. Costa Rica: IIDH; 2005. p. 20-38.

4. Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Fundación Social, Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, Cifras y Conceptos. Índice de Condiciones para la Reconciliación Nacional-ICRN. 2014.

5. Fundación Social. Guía sobre reconciliación: claves para la construcción de un horizonte en Colombia. Bogotá: Editores Gráficos; 2006.

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Notas

1 En el marco de un proyecto de la Pontificia Universidad Javeriana, dentro del Programa de Alianzas para la Reconciliación (PAR), auspiciado por Usaid e implementado por ACDI/VOCA.

Notas de autor

a Autora de correspondencia: cigirald@javeriana.edu.co

Información adicional

Cómo citar: Escudero de Santacruz MC, Torres Calderón NE, Giraldo Villate CI. Distancias y puentes entre imágenes y discursos de la reconciliación. Univ. Med. 2023;64(3). https://doi.org/10.11144/Javeriana.umed64-3.dpid

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