PRESENTACIÓN DE OBRA

Juliana Góngora Rojas

PRESENTACIÓN DE OBRA

Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, vol. 17, núm. 2, 2022

Pontificia Universidad Javeriana

Resumen: Arrullos

Instalación sonora y columnas de ameros con pinturas hechas en pigmento mineral

Bogotá, Colombia Septiembre-noviembre, 2021

La palabra dulce es una expresión que varias comunidades indígenas usan para hablar de la unión explícita y manifiesta entre palabra e intención.

Piensa bonito, habla bonito es otra de las analogías.

La palabra dulce implica trabajo. En las tradiciones occidentales, pensamos que podemos lograrlo con el deseo.

El indígena siempre trabaja en la coherencia, y esta, a diferencia del deseo, no siempre garantiza placer.

La palabra dulce necesita trabajo. Seguro más trabajo que aquel que hacemos cuando con ojos occidentales enceguecemos lo dulce.

Hay un miedo muy profundo a la coherencia. Hay un miedo muy profundo a lo dulce.


Arrulladores, 2021

Arrulladores, 2021

Instalación sonora y columnas de ameros con pinturas hechas en pigmento mineral.

Medidas variables



Fotografía: Oscar Monsalve. Galería Espacio Continuo

Cuando la palabra es una pregunta empieza a procurarse un cuidado. Cuando te preguntas por algo, le brindas atención. Esta es la forma en que podemos ablandar la palabra: siendo curiosos en la escucha atenta y brindando cuidado a lo que apenas es un balbuceo y necesita voz.

La palabra, al igual que la arcilla, tiene elasticidad, flexibilidad y movimiento. Recordar estas cualidades la ablandan y la endulzan.

Nos cuesta mucho dar una palabra dulce porque nos da miedo sentirnos frágiles y usados. La palabra dulce implica reconocernos vulnerables. Es un ejercicio que nos enfrenta con las memorias que debemos regenerar. “Lo dulce” abre el espacio para que en la escultura podamos rehacer las formas que pensábamos fijas y permanentes. Con la palabra, se esculpen el mundo y las relaciones, toda palabra es en sí misma una escultura.

Las esculturas que realizo son cuerpos vivos. Para mí, la escultura no termina en la forma, ella es lo que cambia y se modifica en mí. Los cuerpos de obra que hago me han posibilitado brindar más atención y cuidado para no temer al afecto y la dulzura que ablandan la palabra y las estructuras.

Curiosamente, la escultura, que es lo que desde una mirada académica les da peso y permanencia a los cuerpos, en mi caso lo que ha permitido es desestabilizar las estructuras, ablandarlas, re-hacerlas, descomponerlas, cuestionarlas, volverlas preguntas.

Actualmente, tengo un interés por ahondar en mi historia personal a partir de mis ancestros, para descubrir y remembrar un linaje indígena y campesino oculto, para crear mis propias narrativas, reparar en lo sucedido y cuidar lo que viene.

Vista general de la exposición Arrullos

Vista general de la exposición Arrullos

Arrulladores, 2021 Instalación sonora y columnas de ameros con pinturas hechas en pigmento mineral.

Medidas variables

Ofrendatarios, 2021 En colaboración con María Buenaventura Cerámica en chamba, maíz tipo arroz y fique 31 × 11 × 11 cm



Fotografía: Oscar Monsalve. Galería Espacio Continuo

Vista general de la exposición Arrullos

Vista general de la exposición Arrullos

Arrulladores, 2021 Instalación sonora y columnas de ameros con pinturas hechas en pigmento mineral.

Medidas variables



Fotografía: Oscar Monsalve. Galería Espacio Continuo

Detalle de las pinturas sobre ameros con pigmento mineral

Detalle de las pinturas sobre ameros con pigmento mineral

Arrulladores, 2021 Instalación sonora y columnas de ameros con pinturas hechas en pigmento mineral.

Medidas variables



Fotografía: Oscar Monsalve. Galería Espacio Continuo

En 2020, inicié los diálogos con los ko’revaju, una comunidad indígena de Florencia, Caquetá, en Colombia. Ellos son mis maestros en la palabra dulce y los conocí gracias al programa Arte Vivo de Artesanías de Colombia.

Mis conversaciones con los ko’revaju empezaron luego de una larga búsqueda por saber cómo el cumare (una fibra extraída de una palma, importante para muchas comunidades indígenas de la Amazonía colombiana) ayuda a sanar la tartamudez.

La claridad que los ko’revaju me dieron sobre la tartamudez fue vital. Para ellos, más que una enfermedad que sufre un individuo, es padecida por el colectivo, como consecuencia de la imposibilidad que tenemos de hablar desde la verdad. Durante las primeras conversaciones reconocí que yo misma me he sentido tartamuda de muchas maneras, siendo artista, mujer, estudiante, profesora; y esta nueva definición que ellos compartían conmigo me permitía entenderme como parte de esa enfermedad colectiva.

Arrullos nace a inicios de 2021 como una pregunta, porque siempre he sentido que la forma en la que nos relacionamos con esta palabra tiene una connotación infantil, mediada por procesos de occidentalización en los que la imagen del arrullo se limita a la madre con su hijo y el canto que lo hace dormir.

Quise ampliar esa imagen, y los diálogos con los ko’revaju lo permitieron. En nuestras primeras conversaciones, profundizamos sobre la Palabra, cómo encontrar seguridad y confianza en ella cuando el lenguaje, en Occidente, ha limitado la experiencia de mi cuerpo.

Detalle de las pinturas sobre ameros con pigmento mineral

Detalle de las pinturas sobre ameros con pigmento mineral

Arrulladores, 2021

Instalación sonora y columnas de ameros con pinturas hechas en pigmento mineral.

Medidas variables



Fotografía: Oscar Monsalve. Galería Espacio Continuo


Nidos de pájaro mochilero, 2021

Nidos de pájaro mochilero, 2021

En colaboración con comunidad Coreguaje-Ko’revaju,

Taller Masipai

Con el apoyo de Arte Vivo de Artesanías de Colombia

Tejido en cumare y mazorca miniatura llamada millo

Dimensiones variables



Fotografía: Oscar Monsalve. Galería Espacio Continuo

En medio de esta pregunta por el lenguaje —queriendo ablandarlo— sintiendo las palabras como piedras (pesadas y duras), aparece el arrullo, y durante las conversaciones con los líderes ko’revaju, Juven y Yinela Piranga, llegamos a la claridad de que el arrullo es el canto, palabra, o soplo que brinda confianza, apoyo, y nos recuerda nuestra importancia en el mundo.

Durante estas conversaciones, apareció el pájaro mochilero, que para los ko’revaju es el abuelo, el ancestro, el gran tejedor que les enseñó a tejer sus mochilas como nidos. Esto nos llevó a construir la imagen de la obra Nidos de pájaro mochilero: 50 nidos de pájaro mochilero en cumare, teñidos con colores de la tierra, que en su interior arrullan millos (mazorcas miniaturas). Arrullan el alimento.

Para pensar la palabra “arrullos”, era necesario buscarla en compañía. El vuelco que tuvo en mí esta palabra fue muy significativo, especialmente después de estos últimos años en los que me reconozco como parte de una soledad colectiva, angustiosa, que se materializa en diversos niveles, en los cuales nuestras profesiones se han vuelto más competitivas y se marcan más las diferencias.

Necesitamos ayudarnos colectivamente para recordar lo esencial, ampliando las voces del arrullo, porque no es una necesidad exclusiva de la niñez, el arrullo se necesita en todo momento: cuando se está perdido, solo, carente de afecto o se es frágil y se necesita apoyo.

Quizá, por eso, Arrulladores es una instalación serial compuesta de columnas tejidas con ameros (la hoja del maíz) que se despliegan como campos sembrados por el espacio y que, con los cuerpos pintados en sus superficies, nos recuerdan lo que para cada uno es necesario revivir.

El arrullo no se consigue solo, y hago énfasis en que es un canto, soplo o palabra que se comparte con otro, en compañía, porque es tejido.

Cuando una araña teje, tiene todo el conocimiento del entorno, sabe qué lugar es propicio para conseguir el alimento necesario y no ser depredada. Lo conoce todo. Es ciega y, aun así, sabe a cuántos kilómetros está el árbol más cercano y el más lejano. Con ese conocimiento que tiene del entorno en las patas, teje con sus fluidos. Cuando no caza, sabe que puede volver a comerse la telaraña para ganar cierta parte de la fuerza que invirtió tejiéndola; me gusta imaginar que al comerla se alimenta de la información que recolectó. Pienso que así funciona el tejido que a través de un hacer nos enlaza con un entorno para ser parte de él en reciprocidad, sin indiferencia.

El nudo es muy importante dentro del tejido, complejiza y fortalece las uniones entre los hilos. Es curioso que cuando tejemos tratamos de evitar el nudo. Contrariamente, cuando una abuela está tejiendo y encuentra un nudo, ella se detiene a evaluarlo. Para ella, ese nudo es evidencia de un problema que se está presentando en lo colectivo, así que reúne a la comunidad y se pone a trabajar mediante el diálogo para resolverlo. No continúa su tejido hasta que el problema ha sido resuelto. Es ahí donde siento que cuando tejemos podemos ver el nudo para trabajarlo, entrelazarnos mejor y mantener el tejido. Más que la habilidad de un hacer técnico, el tejido nos permite ir a los espacios de la dificultad, de la palabra dura e interrumpida, de las relaciones frustrantes para brindar atención y cuidado en ellas.



Este texto es una reunión de fragmentos de una entrevista más amplia sobre la exposición Arrullos que tuvo lugar en la Galería Espacio Continuo en Bogotá, entre septiembre y noviembre de 2021. La entrevista fue comisionada por la mencionada galería, y contó con el apoyo en la realización y edición de Laura Bolívar, Katherine Hernández y Matías Quintero

Fuente:

Detalle Nidos de pájaro mochilero, 2021

Detalle Nidos de pájaro mochilero, 2021

En colaboración con comunidad Coreguaje- Ko’revaju, Taller Masipai

Con el apoyo de Arte Vivo de Artesanías de Colombia Tejido en cumare y mazorca miniatura llamada millo Dimensiones variables



Monsalve Galería Espacio Continuo

Notas de autor

Observadora del musgo entre los ladrillos y de los poderes minúsculos. Trabaja con materiales primitivos y orgánicos: tierra, maíz, leche, sal, hilos de araña, granos de arena, piedras. Colecciona condiciones escultóricas: fuerza, sutileza, presionar, esperar, suspender, humedecer. Como artista, incita a la consciencia material y afirma que como especie necesitamos empezar a describir más nuestras acciones diarias en vez de exponer nuestros discursos de poder.

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