Abstract
El postconcilio ha sido fecundo para la Iglesia latinoamericana. Después de siglos de evangelización en que se transplantaron métodos pastorales y formas litúrgicas, se afirmó la conciencia de ser una Iglesia local con desafíos que la sitúan de forma original en la comunión católica. La identidad de esta Iglesia se ha expresado novedosamente en las conferencias de su episcopado en Medellín, Puebla y Santo Domingo, formando una corta, pero significativa tradición local, que asume las iniciativas proféticas del pueblo de Dios y las conduce a una eclesialidad más completa. Entre las expresiones más ricas de la experiencia cristiana en este Continente se encuentran las comunidades eclesiales de base, la opción por los pobres, la inmensa floración de ministerios laicales, la teología de la liberación, el gran número de confesores y mártires de la fe comprometida con la búsqueda de una sociedad libre de opresiones y el renovado ejercicio del episcopado que un grupo de obispos ha desempeñado, construyendo canales de participación en la Iglesia y en la sociedad.

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