Resumen
En octubre de 2024, durante el Sínodo sobre la sinodalidad, el entonces Cardenal Prevost, siendo Prefecto del Dicasterio para los Obispos, afirmó que el Sínodo, “más que una simple reunión”, “representa una profunda invitación a una conversión , a un reconocimiento de la importancia de ser Iglesia escuchando, dialogando, promoviendo una experiencia nueva en lo que es caminar juntos, buscando la presencia del Señor en nuestra vida y tratando de ver cómo podemos ser una Iglesia que verdaderamente refleje lo que Jesucristo ha querido para su pueblo, para el mundo”, “una invitación a buscar lo que es de verdad el bien para el pueblo de Dios”1.
Al terminar el Cónclave en el que fue elegido Obispo de Roma y sucesor de Pedro, al final de su primera alocución desde el balcón de la Logia central de la Basílica Vaticana, antes de impartir la bendición Apostólica Urbi et orbe, el Papa manifestó explícitamente: “A todos Ustedes, hermanos y hermanas de Roma, de Italia y de todo el mundo: queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina”.

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