Hasta el día de hoy, para los historiadores, continúa la polémica en torno a una precisión de los conceptos de civilización y cultura. Esta polémi­ca no es indiferente, ya que cualquiera sea la opción escogida, de las varias existentes, significa comprometerse con una visión de la historia, con una concepción determinada, con todo lo que ello significa en el trabajo mismo del historiador, en sus perspectivas epistemológicas, en sus evaluaciones teórico-metodológicas. Además determina su compromiso como hombre del presente, que a partir de su conocimiento y reflexión del pasado, proyecta sobre su tiempo histórico y sobre el futuro, las proposiciones para la cons­trucción de una sociedad nueva, más justa, con un hombre que fundamen­talmente sea poseedor de sí mismo.