Reflexionar sobre la producción estética, el arte, la música y lo escénico desde la ruralidad nos invita a reconectarnos con la poética intrínseca de habitar un territorio, caminarlo, navegarlo, cantarlo, sembrarlo, lucharlo y cuidarlo. Tarea de largo aliento ha sido regresar a pensarnos la vida a través de la semilla y esta lección campesina es imprescindible para imaginar nuevos mundos posibles. El campo es toda la memoria viva que contiene la lucha por la vida en un sentido completo, la existencia a través del alimento y del agua que revela al mismo tiempo la tensión por la dueñitud,[1] término propuesto por Rita Segato quien nos invita a pensarlo como lo opuesto a la soberanía de la tierra, la desigualdad estructural y el sistema económico que insiste en construir políticas que no protegen la vida.
[1] Rita Segato, Contra-pedagogías de la crueldad, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2018.